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Llamando a las puertas del cielo

(Capítulo 1)

Jordi Sierra i Fabra





Cuando el coche enfiló la recta final, en dirección al edificio de gobernación, hizo sonar el claxon una sola vez. Fue suficiente para que la doctora Roca saliera al exterior embutida en su blanco uniforme, una mancha de pureza en aquel contorno formado por el color ocre de la tierra y la exuberancia de la vegetación que lo circundaba.

Silvia la observó con curiosa atención.

Había oído hablar de ella, y mucho, pero ahora, por fin, la tenía delante. Le bastó un sólo vistazo para darse cuenta de que las palabras no eran más que pálidos reflejos de una realidad. Su fama la precedía, pero fue suficiente con verle los ojos y mirarle las manos. Ojos determinantes. Manos de lucha.

Elisabet Roca era toda una mujer, en la mayor y mejor dimensión del término. Le calculó entre cuarenta y cinco y cincuenta años, aunque más lo segundo que lo primero. Alta, fornida, recia, mentón cuadrado, ojos limpios, cabello ya grisáceo recogido en una correcta trenza, cuerpo firme. Inspiraba fuerza. Daba credibilidad al conjunto de pequeños edificios que formaba el centro después de aquel largo camino en coche a través de la India más profunda. Casi parecía como si, de pronto, sin aquella presencia, todo aquello no fuese más que un decorado irreal.

Al bajar del vehículo se encontró con sus brazos abiertos, una sonrisa cordial de salutación y un collar de flores.

-Bienvenida al RHT -pronunció las siglas en inglés. Luego junto sus manos, inclinó la cabeza y pronunció el saludo indio-: Namasté.

-Namasté. Gracias.

No le dio la mano. No pudo. Se vio envuelta en sus brazos y sintió la presión en su cuerpo. Una presión cálida y vital que le transmitió toda la confianza que le faltaba en menos de los tres segundos que duró. Al cesar se encontró con su sonrisa y aquellos ojos transparentes.

-¿Cansada?

-No -mintió.

-Deberías estarlo, a pesar de tus insultantes diecinueve años de fortaleza -acentuó su sonrisa franca-. El vuelo desde Bombay no es nada, pero todas estas horas en coche y por estas carreteras... ¿A que se te han puesto los pelos de punta?

Tuvo que reconocer que sí. Los coches, sobre todo camiones, circulaban por el centro de las angostas carreteras. En los dos sentidos. Ninguno aminoraba la velocidad hasta que el choque parecía inevitable. Entonces, como siguiendo una sincronización perfecta, cada uno se apartaba lo justo para cruzarse, dejando también lo justo entre ellos y las personas que caminaban incesantemente por los arcenes, inmutables ante el peligro.

El equilibrio del milagro.

-Sea como sea, da lo mismo -el tono era conminante-. Hoy te lo tomas con calma y mañana ya veremos. Ya sé que tienes ganas de empezar y estás dispuesta a trabajar y crees que el tiempo apremia y... -movió la cabeza de un lado a otro con un deje de resignado cansancio-. Olvídate, ¿de acuerdo? Esto es un choque, un gran cambio. Primer aviso, que no consejo: calma. No vas a ayudar más por querer correr y aprovechar el tiempo. Aquí el tiempo cuenta en la medida que sirva para algo, no por la cantidad.

-Está bien.

-Te acompañaré a tu cuarto. Y fíjate bien que digo cuarto, no habitación -miró al conductor del coche y ordenó-. ¡Equipaje!

No era mucho. Una maleta con lo imprescindible y una bolsa de mano. Pudo haberlo cogido ella, pero lo hizo el hombre, sin chistar. Las siguió por el polvoriento suelo hasta un entramado de casitas y chozas ubicadas en la parte más frondosa y alejada del camino principal.

-Vas a estar sola -le informó Elisabet Roca-. Los bungalows son mayoritariamente de dos personas, pero ahora mismo estamos faltos de personal y siendo tu primera experiencia prefiero que goces de un poco de intimidad.

-Bien -no supo qué decir.

-Esta noche cenamos y charlamos.

Ya habían llegado. La doctora Roca abrió la puerta y ella se asomó al que iba a ser su hogar a lo largo de aquellas semanas de verano.

Cuatro paredes, un jergón con la mosquitera anudada arriba, un estante, una mesa, una toalla y una silla.

-Fantástico, ¿verdad? -le presionó el hombro Elisabet Roca.





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