Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Capitulo XII

Del juicio.

     58 Para explicar en què consiste el juicio, se ha de saber, que aunque los hombres tienen inclinacion à la verdad, y al bien, no obstante ay en todos una fuerza libre de consentir, ò no consentir a la verdad, y de amar, ò aborrecer el bien, y esta fuerza es la que llamamos libre alvedrio. Su existencia consta por la Fè divina, y cada uno puede convencerse della por propia conciencia, reflexionando un poco sobre lo que passa dentro de sì quando quiere, ò no quiere una cosa, o quando consiente, ò dissiente à una proposicion. Los Theologos Catolicos tratan largamente del libre alvedrio del hombre, y explican con claridad, y metodo quanto ay que saber en la materia; pero aora por lo que puede servir para evitar el error en las Artes, y Ciencias à que se endereza este escrito, explicarè breve, y logicamente còmo podemos hacer buen uso de nuestra libertad.

     59 Ya hemos dicho que el alma tiene inclinacion natural àzia el bien, y que quiere, y ama la verdad como un bien especial. Por esta razon nunca ama, ni quiere ningun objeto si no se le presenta como bueno, ni assiente à una proposicion si no se le ofrece como verdadera, ù à lo menos como verosimil. Tambien hemos notado, que la voluntad es informada del entendimiento sobre la bondad de las cosas, y por consiguiente que ama, y quiere los objetos segun se los presenta el entendimiento (44). Siguese desto, que si el entendimiento en lugar de proponer a la voluntad un bien real, y verdadero, se lo propone aparente, y fingido, èsta le ama, y assi se siguen infinitos defectos en lo moral, porque sucede muchissimas veces no informarse el entendimiento del modo que es necessario para conocer el verdadero bien, ni atender a todas las cosas que debe tener presentes para distinguirle del aparente, y falso, por lo que à la voluntad se lo comunica en el modo mismo, y assi sucede amar èsta como à buena una cosa que solo es buena en la apariencia, y mala en la realidad.

     60 La rectitud pues del juicio consiste en no consentir, ni tener por verdadero bien sino al que realmente lo es, y en tener solamente por verdadera la proposicion que lo es en realidad; y quanto mas atinado sea el hombre en distinguir, y conocer estas cosas, tanto tiene mas firme, y mejor el juicio. Para conocer los verdaderos bienes, y distinguirlos de los falsos, se ha de consultar la razon, y luz natural, que Dios ha sellado, è impresso en los corazones de los hombres, se han de practicar los divinos documentos del Evangelio de Jesu Christo, las maximas que dictan las Santas Escrituras, la doctrina que enseñan los Santos Padres, y por decirlo de una vez, lo que enseña la Santa Iglesia Catolica Romana. Con tantas, y tan soberanas luces, y con la gracia de Jesu Christo puede el entendimiento conocer qual sea el verdadero bien, y distinguirlo del falso, y aparente; pero no obstante sucede no pocas veces que las passiones, los apetitos, y los sentidos obscurecen estas verdades, y ocasionan el desorden, y la maldad, representandolas con apariencias del bien: esto es por lo que toca à la moral.

     61 En quanto à las Artes, y Ciencias hemos de colocar las verdades en tres classes: unas son evidentes, otras certissimas, otras solamente probables. Los primeros axiomas que el alma conoce quando hace uso de la razon, las verdades de la Geometria, y muchas de las que adquirimos por los sentidos quando hacemos buen uso dellos, son evidentes, y el entendimiento, puesta la atencion necessaria, facilmente las conoce. Las verdades que alcanzamos por la Fè son certissimas, porque son dictadas por Dios, que ni puede engañarse ni engañarnos. Las probables son aquellas que alcanzamos con el trabajo, y estudio, sin tener certidumbre dellas, y son la mayor parte de las que posseemos con el exercicio de las Artes, y Ciencias.

     62 Todas las verdades indubitables, ya sean adquiridas por la Fè, ya sean de suyo evidentes, son principios fundamentales sobre que se edifica la fabrica de las Artes, y Ciencias, y en èstas seràn mas conformes à la verdad aquellas máximas que fueren mas conformes à los sobredichos principios. Las verdades que llamamos experimentales tienen por fundamento la practica, y buen uso de las cosas que se presentan à los sentidos, la qual llamamos experiencia, y para bien establecerla se ha de saber, no solo el modo de percibir los objetos sensibles, sino tambien los errores en que caemos por hacer mal uso de semejantes percepciones; y como estos errores consisten en el juicio, por esso aun en estas ciencias es necessario dirigirle con acierto; y es cosa certissima, que assi en estas cosas como en qualesquiera artes, y estudios la rectitud del juicio consiste en no tener por bien verdadero al que es falso, ò aparente, ni por verdad lo que no lo es. Ay ciertas cosas en que es dificil alcanzar la verdad, porque Dios ha querido que fuessen ocultas como son las causas (17) de las operaciones de la naturaleza, porque nos basta de las cosas sensibles el uso que podemos hacer dellas, y no nos es necessario el conocimiento de sus causas. Quando se trata dellas por lo ordinario, nos contentamos con la verosimilitud, y èsta consiste en la semejanza de la verdad. Pero es de notar, que aun en semejantes ciencias se han de sentar principios verdaderos, que sirvan de basa, y fundamento para deducir otros, y assi se han de combinar las cosas las quales seràn tanto mas verosimiles, quanto mas se acerquen a aquellos principios; y en su exercicio serà de mas recto juicio el que dè su assenso solamente à aquellas ideas, que sean conformes à los principios ciertos, y en ningun modo se opongan à verdades yà conocidas, ò de qualquier modo averiguadas. Mas sobre esto puede verse lo que he escrito en el tratado proemial de mi primer Tomo de Fisica.

     63 Siguese de todo lo dicho, que para governar bien el juicio, y hacer buen uso de nuestra libertad, debemos ilustrar la razon natural, recoger quantas verdades ciertas pueda adquirir el entendimiento, y en todas las cosas combinar dichas verdades, atender à todas, y no determinarse sino quando ya se vea la conformidad de lo que se busca con ellas. Afirmar las cosas sin examinarlas mas que por un lado, es propio de ingenios credulos, que caen con mucha facilidad en el error. Y como es tanta la extension de cosas que debe tener presente el que juzga, y son tan pocos los que aplican el trabajo necessario para saberlas, por esto se ven tantos juicios hechos con temeridad, y precipitacion. Ilustraremos mas esto en el capitulo siguiente.



ArribaAbajo

Capitulo XIII

De la proposiciones, y su afirmacion, y negacion.

     64 De qualquiera manera que perciba el entendimiento las cosas, sea por sensacion, imaginacion, ò inteleccion, siempre las conoce por la simple percepcion, por el juicio, ò por el discurso (4). La simple percepcion quando yà el hombre empieza a razonar, nunca, ò muy raras veces se halla sola en el entendimiento, porque no solemos percibir una cosa sin afirmar, ò negar della alguna otra. El discurso se compone de juicios enlazados entre sì; con que el modo mas comun, y frequente de pensar en las cosas es por proposiciones, que no son otra cosa que juicios. Los que enseñan la Logica en las Escuelas ordinariamente distinguen muchas suertes de proposiciones, y las dividen en universal, y particular; de materia necessaria, ò contingente; en simples, ò compuestas, y en otras muchas especies que no necessitan de explicacion, porque con mediana atencion las conocen muy bien aun aquellos que no frequentan las Aulas.

     65 Lo que me parccc mas digno de saberse en las proposiciones es la naturaleza de la afirmacion, y negacion. Siempre que los dos extremos de la proposicion se juntan con el verbo, ser, se tiene èsta por afirmativa, y si se separan por las voces non est, ó no es por negativa (6). En esto assi generalmente entendido no ay duda ninguna; pero es menester explicar lo que quiere decir afirmacion, para no caer en el abuso de las disputas verbales. Afirmar significa, como hemos dicho, juntar en el entendimiento dos ideas por el verbo ser, ù otro que puede reducirse à èste. Afirmar significa tambien assegurar una cosa consintiendo en ella. Quando juntamos en el entendimiento las ideas de monte, y de oro, diciendo: El monte es oro, afirmamos en el primer modo, y no en el segundo, porque aunque tengamos juntas estas ideas, no assentimos à semejante proposicion. Lo mismo ha de entenderse desta proposicion: Pedro es piedra, la qual es afirmativa en el primer modo, mas no afirmamos en ella ser Pedro piedra en el segundo. Esta diferencia consiste, en que la afirmacion con que solo juntamos los extremos qualesquiera que sean, es obra del ingenio, ò de la imaginacion, mas la afirmacion con que assentimos à una proposicion es obra del juicio. Y sucede muchissimas veces hallarse en el entendimiento muchas combinaciones de ideas diferentes, sin aprobarlas el juicio, porque èste assiente à la verdad de una proposicion, quando ya ha visto la conexion que tiene con los principios, y axiomas (62);assi quando decimos Pedro es piedra, en la idea de Pedro considera el juicio la de hombre, la de viviente sensitivo, y racional; y en la idea de la piedra concibe la de un cuerpo duro, è incapaz de vida, y sentimiento, y no pudiendo juntar, ni combinar estas ideas, no assiente à semejante proposicion.

     66 Por esto serà bien advertir, que tenemos muchas percepciones de las cosas sin assentir à ellas, y por consiguiente, que no es lo mismo pensar, que consentir. Muchos de conciencia delicada se equivocan en esto, porque no se paran à meditar lo que les sucede en la variedad de sus pensamientos; pero si reflexionan un poco conoceràn claramente, que las percepciones que tenemos por los sentidos, puesta la buena disposicion de sus organos, no pueden dexar de seguirle à las vibraciones que reciben los nervios, y se propagan hasta el celebro en virtud de las leyes de la union del alma con el cuerpo (28). Las percepciones que tenemos por imaginacion, y por memoria, deben tambien seguirse à ciertas vibraciones de las fibras del celebro, que tienen cierta conexion con ellas, como hemos explicado (34). Son pues propiamente libres el assenso, y dissenso, que pertenecen al juicio.

     67 Mis como este assumpto sea importantissimo, serà bien declararle con algunos exemplos. Presentase Ariston delante de un arbol, ò de un jardin, y si tiene los ojos sanos, y bien dispuestos, no puede dexar de ver aquellos objetos. Estarà à la verdad en su alvedrio algunas veces ponerse delante del jardin, ò del arbol; mas ya puesto, y aplicado à mararlos, no puede evitar el verlos. Si el arbol es grande, ò pequeño, y el jardin ameno, y divertido, luego acompañarà à la vision dellos el juicio afirmativo: El jardin es ameno, el arbol es grande, y estas proposiciones son en todas maneras afirmativas, porque al tiempo que junta al arbol la idea de grande, por el uso, y experiencia de las cosas, sabe que le conviene, y assi lo afirma, y lo consiente; y lo mismo sucede quando la idea de la amenidad la apropia al jardin. Supongamos aora, que Ariston es curioso en las cosas naturales, y luego su curiosidad le mueve à saber què arbol es el que tiene por grande. Aqui no hallandose con bastantes noticias experimentales para asegurarlo, queda dudoso, ò suspende su juicio, y esta suspension sin afirmar, ni negar no es otra cosa, que el exercicio de su libertad, con la qual consiente, dissiente, ò suspende el assenso, y dissenso à su alvedrio. Mas ya Ariston examinando las partes del arbol, su forma externa, su figura, y todas las demàs cosas necessarias, combinandolas con otras de que tiene ciencia, y experiencia cierta, assiente à que el arbol grande es almendro. No ay que dudar, que quando Ariston averiguava què arbol era el que veìa, tendria dentro de sì varios pensamientos con que le compararia hasta encontrar con aquèl que tenia entera conveniencia con el que buscava, y assi interiormente diria: Este arbol parece sauce, y afirmava en el primer modo en quanto juntava la idea de sauce à la de aquel arbol; mas no en el segundo, porque no hallando entre el arbol presente, y el sauce la relacion necessaria que debia corresponder à su experiencia, no assentia à que lo fuesse. Del mismo modo pensaria en otros arboles, y de ninguno lo afirmaria con assenso hasta llegar al almendro.

     68 De otro modo le sucede à Ticio, que paseando con serenidad de animo, ve à Crisias su mayor enemigo, que quiso tal vez en otro tiempo quitarle la vida, y la fama. Luego que Ticio le descubre, percibe à Crisias, y junta la idea de enemigo, diciendo dentro de sì: Crisias es mi enemigo; Crisias me quiso quitar la vida; Crisias intentò quitarme la fama. Pero al mismo tiempo se le excita à Ticio la memoria del agravio, y maldad de Crisias, y los afectos de ira, de odio, ù de venganza. Ello le executa en Ticio tan aprisa, que casi lo mismo es ver à Crisias, que suceder todo lo referido. La primera percepcion de Crisias, que tuvo Ticio, no fue voluntaria, puesta la aplicacion en el modo dicho. Tampoco lo fue la memoria del agravio, y de la ofensa. Lo son solamente los juicios, ò proposiciones propuestas, y los son mucho mas los juicios que suelen seguirse à los afectos, como si Ticio llevado de la ira dixesse: He de vengarme, y otros semejantes. Aqui se han de distinguir los afectos, è inclinaciones que se excitan en Ticio quando ve à Crisias, de los juicios que de ordinario suele Ticio juntar con ellos, porque el primer movimiento de aversion àzia Crisias, excitado de la primera percepcion que aquèl tuvo deste, no es voluntario, y los Filosofos le llaman motus primo primus; pero los juicios que suelen acompañar aquellos movimientos, son voluntarios, y puede Ticio, y debe apartarlos, y en algunas ocasiones aplicar todas sus fuerzas para reprimirlos.

     69 Siguese de lo dicho, que los errores estàn en el juicio, y que debemos trabajar en dirigirle con acierto para proceder con rectitud, en el examen de la verdad. Tambien es de notar, que han de distinguirse las operaciones libres del alma, de las que no lo son, porque este conocimiento importa mucho para poder hacer buen uso de nuestra libertad. Algunos Modernos hacen actos de la voluntad, y no del entendimiento, al assenso, y dissenso, y por consiguiente al juicio; y lo fundan en que à nuestro alvedrio consentimos en las proposiciones, ò dissentimos à ellas quando queremos, lo que parece propio de la voluntad. Esta question la tengo por poco util para hallar la verdad, y evitar el error en las Artes, y Ciencias. Lo que Yo juzgo es, que en el alma no son potencias distintas el entendimiento, y voluntad, sino que son el alma misma en quanto piensa, y quiere, y que estas denominaciones, y distinciones de potencias solo se toman de los diversos actos que exercita; y assi siempre que piensa, ya sea imaginando, ya sintiendo, ya acordandose de las cosas, ya hallandolas, ya combinandolas, lo hace el alma por una fuerza que llamamos entendimiento; y siempre que ama, ù aborrece, assiente, ò dissiente à las proposiciones, lo hace el alma misma, y aquella fuerza con que libremente exercita estos actos llamamos voluntad.



ArribaAbajo

Capitulo XIV

Del raciocinio.

     70 Suele el entendimiento percibir facilmente la verdad de los primeros axiomas, pero apenas empieza à exercitar la razon, quando todas las verdades algo dificiles las averigua por el raciocinio. Esta facultad, ò fuerza de razonar que tiene el hombre, es la que le distingue de los brutos, y con ella inventa tantas, y tan prodigiosas obras como cada dia halla, la industria humana. Siempre que al entendimiento se le presentan algunos objetos para assentir, ò dissentir à la identidad dellos, necessita del razonamiento, y aquella operacion del alma que hemos llamado juicio con la qual afirmamos, ò negamos las cosas assintiendo à la verdad, ò la falsedad della (65), es siempre una proposicion que razonando deducimos de otras. No ay ningun hombre por insensato que sea, que no piense tener razon quando afirma, ò niega una cosa de otra, porque no ay ninguno que no funde su assenso en algunas premissas. Hasta los niños deducen unas cosas de otras luego que empiezan à comunicar con las gentes. Es verdad que no se hace esto poniendo proposiciones en forma filogistica, como lo hacemos ya adultos, y enseñados, pero se executa por un raciocinio natural, y con natural Logica de que todos gozan, y con que concluyen una cosa de otra. Por exemplo. A un niño se le pregunta, por què no va à la escuela? Y responde: Porque el Maestro castiga a los muchachos que no saben la leccion. Esta respuesta incluye dentro de su entendimiento estas razones: El Maestro castiga à los que no saben la leccion: yo no la sè: luego me castigarà; ò estas otras: El Maestro castiga à los que no estudian: luego sino estudio me castigarà: Yo no quiero estudiar porque quiero roholgarme, pues no voy à la Escuela. Del mismo modo razona un adulto cuando ha de assentir, ò dissentir à una cosa, de suerte que siempre antecede, ò acompaña al assenso aquel numero de proposiciones, y coordinacion que se requiere para convencerse.

     71 De aqui se infiere, que el error en las premissas induce error en la proposicion que se deduce de ellas. Y es digno de consideracion, que casi siempre erramos por assentir à las premissas, y por no examinarlas como es necessario para enterarnos de la verdad. Por exemplo. Se propone à Ariston una gran dignidad peligrosa para la conciencia, y util para conseguir la vana ostentacion del mundo. Hace varios discursos sobre si le convendrà, ò no admitirla, y se resuelve à esto, porque dice: La dignidad que se me presenta me engrandece, me hace rico, me coloca en superior grado respeto de los demàs hombres, me dispone para engrandecer mis parientes, me da ostentacion y me da autoridad; todas estas cosas me convienen: luego esta dignidad me conviene. Pongamos aora que Ariston fuesse uno de aquellos hombres que conocen enteramente los engaños del mundo, y presentandole la dignidad diria: Quanto mas alto estuviere, mayor serà mi caìda, mayores mis obligaciones, menores mis fuerzas para cumplirlas. Los cuidados que lleva consigo esta dignidad son grandes, mi flaqueza es mucha. El tener riquezas, ostentacion, grandeza, y comodidades hincha el amor propio, despierta las passiones, empeora la condicion: què serè yo pues en aquella dignidad sino un hombre grande, y sossegado al parecer, pero muy pequeño, y abatido en la realidad? Y por estas razones desprecia el cargo. No ay hombre que no razone desta, ù otra manera semejante para juzgar, y hacer las cosas. Si yerra, comunmente yerra en las premissas tomando por bueno lo que no lo es, ò teniendo por verdadero lo que es falso. Piense cada uno un poco con lo que le sucede en el trato civil del Mundo, y verà como en esto digo verdad.

     72 Alguna vez està el error en la consequencia, pero muy pocas, porque con sola la Logica, y razon natural conocen los nombres si los juicios tienen entre sì conexion. Por esto los hombres comunmente caen en el error, por ser faciles en assentir à las premissas, y muy raras veces por las malas consequencias. La consequencia no es otra cosa, que la conexion, ò enlace necessario que tiene una proposicion con otra, de que nos aprovechamos para probarla. Esta conexion es tan clara, que el alma con la fuerza de razonar facilmente la conoce. El P. Feijoò dice, que todo hombre de buena razon al momento que sobre materia que tiene estudiada se le propone un silogismo vicioso, sin atencion à regla alguna, y aun sin memoria, y estudio della, conoce que es defectuoso, sin duda porque conoce que no ay conexion entre la proposicion ultima, y las antecedentes. No obstante como en las Escuelas se tratan materias dificiles, y es muy loable el estilo de averiguarlas con la forma silogistica, tengo por buena la practica, y costumbre de mostrar à los principiantes las reglas de silogizar, bien que me consta por experiencia, que con el uso, y exercicio se aprenden mejor que con tanta baraunda de reglas, y modos como se suelen enseñar, los quales si se reduxeran à una medida reglada, serian mas utiles.

     73 Pero como yo no escrivo esta Logica pira los que siguen el curso de las Escuelas, ni con el fin de hacer los lectores contenciosos, y porfiados, por esso me contentarè con insinuar un modo facil con que todos puedan con mediana reflexion conocer el defecto, ò bondad de qualquiera silogismo. Por silogismo se entiende un razonamiento compuesto de tres proposiciones, de las quales las dos primeras se llaman premissas, y la otra consequente, pero el enlazamiento, y necessaria conexion deste con aquellas se llama consequencia. Por exemplo: En este razonamiento: Todo hombre es animal; Pedro es hombre: luego Pedro es animal. Las dos primeras proposicioncs son las premissas, y sirrven de prueba incontestable à la tercera proposicion que es el consiguiente. Mas hallando el entendimiento necessaria conexion entre este consiguiente, y las premissas, la muestra con la particula luego que significa la consequencia. De las dos premissas la primera se llama mayor, y la segunda menor .Las cosas que en las proposiciones afirmamos ò negamos llamamos extremos.

     74 Este arte se funda en algunos axiomas, y en especial en esta proposicion que alcanzamos con la luz natural: Las cosas que son una misma que un tercero, son unas mismas entre sì. Conque siempre que el entendimiento ha de hallar la identidad de dos cosas que busca, acude à ver si estas dos cosas tienen identidad con otra tercera, y siendo assi, por el propuesto axioma concluye que tambien la ay entre las mismas cosas. Assi queriendo probar la identidad entre la idea de Pedro, y la de animal, busca un tercero con quien estas dos colas tengan identidad, y hallando que la tienen con la idea del hombre, de aì concluye que tambien las ideas de Pedro, y de animal la tienen entre sì. Los Geometras tienen otro axioma muy semejante al propuesto, es à saber: Las cosas que son iguales à una otra, son iguales entre sì; y con èl descubren muchas verdades probando la identidad de dos extremos con un medio, y deduciendo despues la identidad dellos entre sì. Mas como la prueba de la identidad de dos extremos con el medio pueda hacerse de muchas maneras, por esso los Filosofos traen tantas reglas que, à la verdad, muestran los diversos modos con que pueden disponerse los extremos, y medio termino de las premissas, para deducir bien la consequencia. Pero como tanta muchedumbre de modos cargue demasiadamente la memoria, y sin el estudio dellos con solo el buen exercicio de la razon, sepa qualquiera inferir una cosa de otra, como ya hemos dicho, por esso los omitimos, y si algunos lectores quisieren verlos, podràn facilmente en tanto numero de Cursos Aristotelicos como ay escritos.

     75 Aora para la comodidad de aquellos que sin el socorro de reglas, y modos como se proponen à los principiantes en las Escuelas, desean conocer si està concluyente, ò no un silogismo, darè una regla general con la qual podrà alcanzar con mediana atencion si està bien, ò mal formado. Consiste esta regla en que para que todo silogismo estè bien dispuesto, ha de tener el consequente incluido en una de las premissas, y la otra premissa ha de manifestarlo. Sea exemplo el silogismo propuesto (73) en el qual el consiguiente: Pedro es animal està incluido en la mayor: Todo hombre es animal: y la menor: Pedro es hombre, muestra que està contenido en la mayor. Otro exemplo, se duda si concluye este silogismo: El hombre de bien debe alabar aquellos que hacen las operaciones virtuosas: Los que dan limosna à los pobres, y assisten a los enfermos, hacen operaciones virtuosas: luego el hombre de bien debe alabar à los que dan limosna à los pobres, y assisten à los enfermos: y para salir de la duda no es menester mas que considerar que el consiguente: El hombre de bien debe alabar à los que dan limosna à los pobres, y assisten à los enfermos, està incluido en la mayor: El hombre de bien debe alabar aquellos que hacen operaciones virtuosas; y la menor muestra que el consiguiente està contenido, mostrando que el dar limosna, y assistir à los enfermos son operaciones virtuosas. Proponese al examen la bondad de este silogismo: El Evangelio promete la salvacion à los Christianos: ay malos que son Christianos: luego el Evangelio promete la salvacion à los malos; y claramente se vè que no concluye, pues el consiguiente no està incluido en ninguna de las premissas. Porque la palabra Christianos en la mayor no significa à todos los Christianos, antes solo representa a algunos, entre los quales no se incluyen los malos Christianos, de que se sigue que este consiguiente: El Evangelio ofrece la salvacion à los malos, no està incluido en la mayor, que solo habla de algunos, es à saber, de los buenos. Si la palabra Christianos se tomàra generalmente por todos los Christianos, en tal caso era concluyente el silogismo, pero la mayor fuera falsa. Tampoco concluye este silogismo: Los Obispos no son Jueces Seglares: La ley divina manda obedecer à los Jueces Seglares: luego la ley divina no manda obedecer à los Obispos; porque la conclusion no està contenida en ninguna de las premissas, pues aunque la mayor muestra que los Obispos no son Jueces seglares, la menor no dice que la ley divina solamente aya mandado obedecer à los Jueces seglares con exclusion de otros, lo que era menester para contener al consiguiente. Del mismo modo puede resolverse el antiguo sofisma de que hace ya mencion San Agustin, es à saber: Vos no sois lo que yo soy, yo soy hombre: luego vos no sois hombre. Porque la conclusion no està incluida en la mayor, pues en èsta la palabra hombre se toma individualmente en quanto representa un solo, y determinado hombre, y esto lo hace ver la menor que dice: Yo soy hombre; y como en la conclusion se tome la voz hombre generalmente, es claro que no se contiene en ninguna premissa, porque el universal no se contiene baxo el particular. Otros exemplos à este modo pueden verse en el Arte de pensar, y si se hace un poco, de reflexion toda la falta de los silogismos se reduce à este principio de no contenerse el consiguiente en alguna de las premissas, de modo que bien atendido se conocerà su certidumbre, y utilidad.

     76 Los entimemas, esto es, argumentos, ò raciocinios de dos proposiciones, se reducen à silogismos de suerte, que el entimema dentro del entendimiento siempre es silogismo, porque siempre ay alguna proposicion que sirve para enlace de las demás, y no se publica con la lengua, pero suele ser tan manifiesta por lo ordinario, que facilmente puede qualquiera conocerla. Ha salido el Sol: luego es de dia, es entimema, que dentro del entendimiento se reduce à este silogismo: Siempre que ha salido el Sol yà es de dia: aora ha salido el sol; luego es de dia. La primera proposicion del entimema se llama antecedente, la segunda consequente. En el trato civil ningun raciocinio es tan comun como el entimema, y tiene la comodidad de no cansar à los oyentes con importuna expression de aquellas cosas que à cada uno claramente se le presentan. Por otra parte gustan los que oyen de añadir algo de lo suyo à los razonamientos de los otros, y si los que hablan prueban las cosas por silogismos, nada dexan à los oyentes que pensar. Por esso hablando Aristoteles del entimema dixo: Si alguna de las cosas es de suyo sabidas, no se ha de decir, porque yà lo suple el que oye (18). Los Poetas, y Oradores usan con mucha frequencia del entimema. Es admirable el que ay en estas razones de Medèa, que se hallan en Quintiliano: Pude guardarte, y me pides si podrè perderte Y el entendimiento forma este silogismo: El que puede guardar una cosa puede perderla: yo te he podido guardar: luego te puedo perder. Algunas veces se usa del entimema con mucha elegancia en las Oraciones. Ciceron dice desta manera: Quiere Antonio la paz? Dexe las armas; y es lo mismo que si huviera dicho: Antonio no dexa las armas: luego no quiere la paz.

     77 Aqui se ha de advertir, que assi en los escritos, como en el trato civil es mucho mejor usar de un discurso seguido compuesto artificiosamente de entimemas, ò silogismos enlazados, sin la forma, ni las reglas, que el llenar un assunto de argumentos que tiran à probarle con la baraunda de premissas, y consequencias. Porque yà notò muy bien un Autor Moderno, que el Arte silogistico de los Aristotelicos no aprovecha para descubrir la verdad, sino yà conocida èsta para mostrarla, y hacerla entender à los demàs. Por esta razon serà bien que el silogismo, y qualquiera razonamiento se acomode à la disposicion que ay en los hombres para entender la verdad, quando se les intenta persuadir. Y no ay duda que si se ha de probar una cosa que tenga muchas partes, y se hace con la forma silogistica al modo de las Escuelas, el entendimiento se distrae, porque à las veces yà no se acuerda de la proposicion que se pretende probar y quando èsta queda demostrada se olvida de las demàs. Por otra parte es sumamente seco un argumento en un libro lleno de pruebo la mayor, y pruebo la subsumta, etc. como puede verse en este exemplo. Se ha de probar el pecado original por las miserias de los niños, y segun el metodo de las Escuelas se arguye desta manera: Los niños no pueden ser infelices, y miserables, sino por castigo de algun pecado que ayan contraido en su origen: es cierto que son infelices, y estan llenos de miserias: luego es por el pecado original. Pruebase la mayor: La miseria de los niños ha de proceder de una destas quatro causas, es à saber, ò de pecados cometidos en alguna otra vida, ò de la impotencia de Dios que no puede librarlos, ò de la injusticia del Criador que los castiga sin motivo, ò del pecado original: es impiedad el decir que proceden de alguna de las tres primeras causas: luego nacen del pecado orginal. Pruebase la menor del primer silogismo: Los niños padecen muchas incomodidades à que no estan sujetas las bestias (puede verse para prueba lo que hemos dicho en el cap. 9. num 43.) luego son miserables.

     78 Qualquiera puede conocer, que este modo de probar las cosas, demàs de los inconvenientes propuestos, es cansado, y enfadoso, porque obliga à repetir muchas veces una misma proposicion, y hasta que èsta se prueba, queda el oyente en duda, lo que causa molestia al entendimiento. Por esso es mejor, como ya dixe, proponer la proposicion, y sus pruebas enlazandolas à la manera de un discurso seguido, y continuado. Vease con què energia probò San Agustin el pecado original por las miserias de los niños, sin silogismos, y quanto dista en la eficacia, y dulzura este modo de probar una cosa, del propuesto. «Considerese, dice el Santo Doctor, la muchedumbre, y grandeza de los males que oprimen à los niños. Contemplense en los primeros años de su vida dominados de la vanidad, y llenos de penas, de dolores, de ilusiones, y de temores vanos. Despues quando ya son crecidos, y comienzan à servir à Dios, el error los engaña, el trabajo, y dolor los enflaquece, la concupiscencia los inflama, la tristeza los abate, el orgullo los ensobervece; y en fin quièn podrà representar con pocas palabras tanta diversidad de penas que oprimen à los hijos de Adan? El conocimiento, y evidencia de estos trabajos obligò à los Filosofos Gentiles, que ni sabian, ni creìan en el pecado de nuestro primer Padre, à decir que aviamos venido à este mundo à padecer los castigos que merecemos por delitos cometidos en otra vida distinta desta, y que por esto nuestras almas avian sido unidas à cuerpos corruptibles, por el mismo genero de suplicio que usavan los Tiranos de Toscana, juntando los hombres vivos con los muertos; mas esta opinion de los Gentiles la rechazò el Apostol. Què dirèmos pues, sino que la causa de tan terribles males ha de ser, ò la injusticia de Dios, ò su poco poder, ò la pena del primer pecado del hombre? Pero no siendo Dios injusto, y siendo infinitamente poderoso, solo resta lo que vos no quereis conceder, aunque debeis confessarlo contra vuestra voluntad, es à saber, que el yugo tan pesado que llevan los hijos de Adan luego que salen del vientre de su madre, hasta el dia en que entran en el seno de la tierra, no puede proceder de otra causa, que de algun pecado que contraen en su origen».

     79 Ciceron usò con mucho primor deste modo de silogismos quando defendiò à Sexto Roscio Amerino de la acusacion que se le hacia de parricidio; y no obstante de estàr poco versado, segun dice èl mismo, en el exercicio de orar, juntava las pruebas con las proposiciones con tal energìa, y arte, que no puede verse en este assumpto cosa mas exacta; y à la verdad, si se mira con cuidado toda aquella oracion, se hallarà compuesta de silogismos enlazados con admirable artificio. Dirà alguno, que esto es peculiar, y propio de la Oratoria, y que es distinta cosa el silogismo de los Retoricos del de la Logica; pero repongo, que son uno mismo, y solo se diferencian en lo que llaman algunos formalidad, que es decir en aquella expressa, y ordenada colocacion de premissas, y consequencia segun reglas, y modos, lo qual suelen hacer los Logicos, y no los Oradores. Pero en la realidad el silogismo, sea con aquel orden de figuras, ò sin èl, siempre es logico, porque siempre es manifestacion de una verdad por la conexion de otras. No desapruebo yo el uso de la formalidad en la varandilla de las Escuelas, antes conozco que es muy del caso, como no se haga con sofisterìa; pero fuera della tengola por inutil, seca, y desabrida, de suerte que ya los buenos Escritores usan de silogismos para manifestar la verdad, pero dissimulados con el arte que llevo propuesto.



ArribaAbajo

Parte II

ArribaAbajo

Capitulo I

De la verdad, y los diferentes modos de conocerla.

     80 Todos los hombres aman la verdad, y todos la pretenden alcanzar, y no ay ninguno, que abiertamente juzgue de las cosas, creyendo oponerse à ella. Por esta razon dixeron algunos, que las verdades que los hombres alcanzamos en este mundo, no son mas que particulas de la verdad eterna, è inmutable: por lo menos es cierto, que Dios, que es la misma verdad, ha sellado en los corazones de los hombres la imagen della de modo, que no ay aun entre las mas barbaras naciones hombre alguno, que en sana razon no presuma conformarse con ella. Para comprender con mas fundamento què es la verdad, hase de presuponer que Dios ha dispuesto todas las cosas con orden, y con leyes correspondientes à su infinita sabiduria. Los movimientos que exerciran los cuerpos ya acomodandose à su gravedad, ya dirigiendose en linea derecha, ya en otras muchas maneras diferentes, no son otra cosa, que el orden establecido en el Universo por el Criador entre las cosas materiales, y comunicado por el mismo à los cuerpos para que se muevan, conformandose con sus soberanos fines. La rectitud, la caridad civil, la justicia, y demàs virtudes morales, son aquel orden que Dios ha establecido entre los habitadores del mundo, orden à la verdad eterno, è impresso en los corazones, de los hombres. En todas las cosas pues, ya sean fisicas, ya morales, se halla cierta conformidad, y orden correspondientes a la voluntad del Todopoderoso. Si nuestros pensamientos, quando tienen por objeto à estas cosas, se conforman con el sobredicho orden, son verdaderos, si no se conforman, son falsos. Serà pues la verdad: La conformidad de nuestras ideas con las cosas.

     81 Para mayor claridad, serà bien colocar las verdades, que puede alcanzar el hombre, en dos classes: unas son intelectuales, otras morales. Llamo intelectuales todas aquellas cuya presencia ilustra mucho al entendimiento, pero si no se posseen, no por esso se pierde la verdadera felicidad humana; y llamo morales aquellas que son necessarias para que el hombre consiga su eterna felicidad. Ay algunas verdades que nos es necessario saber, y ay otras que es muy bueno saberlas, mas no es delito ignorarlas. Por exemplo: Que el hombre sepa la fabrica del mundo, el curso de los Astros, las calidades de las aguas, y otras cosas semejantes, es ciertamente muy bueno, mas no es necessario para conseguir su ultimo fin; pero el que sepa los documentos de Jesu Christo, y de su Iglesia, las obligaciones de Christiano, y de hombre de bien, le importa, y es necessario para alcanzar su eterna felicidad. Por esta razon el estudio de la Filosofia Moral es muy necessario; y cada vez que pienso en esto, me lastimo de verle tan poco estimado entre los Filosofos, haciendo alarde de hinchar el celebro con algunas questiones, en que solo se logran apariencias de verdad, y à lo mas algunas verdades, que comparadas con las sobredichas, son de ningun momento. En esta obrilla me ceñirè solamente à tratar de aquellas verdades, que se consiguen con el estadio de las Artes, y Ciencias, bien que si por incidencia se ofrecen, no omitirè algunas, que pertenecen à la Filosofia Moral. De lo que hemos dicho no se ha de inferir, que las verdades que se enseñan en las Ciencias no han de buscarse, porque no es lo mismo no ser necessarias algunas dellas, que no sel muy utiles. No dudo que à las veces importa no trancender à cosas que el hombre no tiene fuerzas para alcanzar; pero es cierto, que la ignorancia es madre del vicio, y se ha de trabajar en apartarla con todo esfuerzo: por otra parte si el entendimiento no recoge buen numero de verdades que le sirvan de luz para ilustrarle, còmo informarà rectamente à la voluntad?

     82 Para governarse con acierto en la inquisicion de la verdad, serà bien ver lo que el P. Mabillon aconseja en el tratado de los estudios Monasticos, cuya letura encargaria Yo à la joventud, del modo que Horacio encargava à los Pisones los exemplares griegos. Dice el P. Mabillon, que el estudio ha de tener por fin la gloria de Dios, y el provecho de los hombres, y no ay que dudar que sabiendo seguir esta importante maxima, se aprenderàn las verdades con metodo, y utilidad. Porque facilmente se echa de ver, que ha de ser nuestro principal estudio el de la Religion, el de la Filosofia moral, y todos los que à èstos pertenecen. Hanse de seguir despues los que sirven à la utilidad humana, y al bien de la publica sociedad. Por esta razon el estudio de la Theologia, y de la Filosofia moral son preferibles à qualesquiera otros. El de la Jurisprudencia, y Medicina son importantissimos al genero humano, y por tanto de suma consideracion. El conocimiento de las lenguas, de la historia, de la antiguedad, de la erudicion, y otros semejantes son buenos en quanto son neccessarios para adquirir con toda perfeccion à los sobredichos. Finalmente la Logica es el alma, digamoslo assi, de todas estas verdades, porque dirige al juicio, sin el qual nada puede aver bien ordenado en tanto numero de pensamientos que ocurren al hombre en la dilatada carrera de los estudios.

     81 Mas como este breve escrito le enderezamos à los que no estàn bien enterados destas cosas, por esso es necessario advertir, que el hombre alcanza la verdad con toda certidumbre por uno destos dos medios, ò por la ciencia, ò por la Fè divina. Por ciencia entiendo un conocimiento claro, evidente, y manifiesto de las cosas, y deste modo alcanzamos la verdad de los primeros axiomas. Tambien tenemos ciencia de nuestra existencia, de que pensamos, y finalmente de aquellas maximas experimentales que se han establecido con el largo uso, y practica constante de hombres sabios. Debese tambien advertir, que muchos de nuestros razonamientos tienen por premissas un axioma de los que conocemos por luz natural, y una verdad de aquellas que constan por experiencia. Yo sè que el todo es mayor que su parte por luz natural, sè tambien por experiencia, que el Mundo es todo, y Valencia parte, y deduzgo muy bien que el Mundo es mayor que Valencia. Muchas verdades practicas assi de la Matematica como de la Fisica, se alcanzan desta manera, ù otra semejante. El otro medio con que alcanzarnos la verdad es la Fè divina, la qual nos enseña verdades certissimas, è infalibles reveladas por Dios, que ni puede engañarse, ni engañarnos. La Fè humana està expuesta à muchos errores, porque se funda en la autoridad de los hombres faciles en errar. Y siendo preciso que el hombre aya de conocer muchas cosas, de las quales no puede tener ciencia, ni le constan por Fè divina, por esto le es necessaria la Logica para poder alcanzar con ella la verdad, y evitar los errores que estorban conseguirla.



ArribaAbajo

Capitulo II

De la ignorancia.

     84 Ya hemos dicho en la primera parte que la voluntad ama, ò aborrece las cosas, segun las propone el entendimiento. Tambien hemos dicho, y es menester repetirlo muchas veces que aunque el hombre nazca con profunda ignorancia de las cosas, y no tenga conocimiento dellas hasta que exercita la razon, no obstante tiene fuerza inata de razonar, combinar, y deducir unas cosas de otras, y finalmente de conocer la verdad de los primeros axiomas. Por esta fuerza conocemos lo bueno, y lo distinguimos de lo malo aun en los primeros años en que empieza à rayar la razon, ò como dicen otros: Quando empieza à reynar la malicia. Si un niño hurta alguna cosa, ò acusa injustamente à otro, ù hace alguna otra cosa mala, y juzga que sus padres, ò amigos lo han de averiguar, ù saber, se escondo, y huye de su presencia, porque por la fuerza de la naturaleza conoce la maldad de su procedimiento.

     85 Esta luz de la razon es concedida à todos los hombres, pero por las passiones, afectos, placeres sensuales, y finalmente por la flaqueza del hombre mismo se debilita, y se ha de cuidar continuamente en apartar la ignorancia que la obscurece, y ofusca. Por lo que toca pues à lo moral, nada la ilustra tanto, y le dà tanto vigor, y claridad como las maximas del Evangelio de Jesu Christo, y su Iglesia como ya hemos ponderado en la primera parte (44); pero generalmente nada la pervierte tanto como la ignorancia. El hombre es obligado à adquirir muchas noticias para no errar en algunas cosas. Ha de vivir en compañia de los demàs hombres, ha de cuidar de tu salud, ha de exercitar varios cargos, y en fin ha de vivir en el mundo. Està pues precisado à adquirir varios conocimientos con que destierre la ignorancia, porque su entendimiento no puede con ella informar rectamente à la voluntad para exercitar bien sus operaciones. Por otra parte el Mundo es una gran Feria, donde se exponen la verdad, la mentira, el error, la opinion, y la ciencia. Si en el hombre reyna la ignorancia, facilmente tomarà por bueno lo que es malo, y teñdrà por verdadero lo que es falso. Importa pues recoger un buen numero de verdades, y axiomas para que sirvan de fundamento al juicio, y aparten del alma las tinieblas de la ignorancia.

     86 Dirà alguno que no todos pueden ser sabios y que sin tantas prevenciones ha avido hombres rudos, è ignorantes en las ciencias, y han sabido lo necessario para alcanzar su eterna felicidad. Yo respondo, que el mas necessario, y util saber del hombre es saberse salvar, y al que tiene esta ciencia le aprecio infinitamente mas que à quantos sabios tuvo la Grecia, ni puede tener el Mundo. Tampoco dudo que algunas veces suele hallarse la ciencia de bien dirigir las costumbres con la ignorancia de las demàs cosas suelen enseñarse en el exercicio de las artes, y ciencias; pero tambien es cierto que por lo comun es menester ilustrar al entendimiento, y apartar la ignorancia de todas las cosas, porque con mayor facilidad puede deste modo evitarse el error. Y aunque à todos està concedido el conocimiento de lo bueno, y de lo malo, especialmente con los documentos de la Religion Christiana (85); no obstante no puede dexar de considerarse muy util el conocimiento de las Artes, y Ciencias, que ilustran al entendimiento, y le perficionan. Lo que yo pienso es, que han de dirigirse con metodo los estudios, para que no confundan al alma en lugar de ilustrarla; pero el apartar à los hombres del estudio de las cosas, con el pretexto de no ser necessarias, es dictamen nacido de la desidia, y de la pereza. Las verdades todas tienen entre sì cierta conexion, y las unas aprovechan para alcanzar las otras; y la ignorancia nos buelve estultos, y semejantes à las bestias. Ay una gran semejanza entre lo que sucede en el examen de las cosas que hace el entendimiento, y el que hace la vista. Aunque los ojos esten sanos, y dispuestos a ver los objetos, no lo consiguen si la luz no los ilumina. Del mismo modo, aunque en el alma estè la fuerza de alcanzar la verdad, no puede conseguirlo mientras estè sumergida en la obscuridad de la ignorancia. Para apartarla pues del entendimiento, se ha de cuidar en adquirir quantas verdades sea possible, ya por el camino de la experiencia, ya por la fuerza de razonar y ya meditando, ya con la aplicacion, y el trabajo.

     87 Ninguna cosa atrasa mas el conocimiento de la verdad, y favorece à la ignorancia, que la pereza, y ociosidad. Es ciertamente trabajoso el camino de la verdad, pero deleytable quando se llega èsta à descubrir. Quando el entendimiento se propone adquirir alguna de las verdades de la Geometria, siente al principio como una repugnancia, y aspereza, que le distraen de su proposito; pero si con voluntad constante continùa hasta conocer la verdad, percibe un deleyte, y sosiego interior, que quita el desabrimiento de aquel penoso examen. Esta falta de voluntad, y su poca constancia en adquirir las verdades algo dificiles, es la causa principal de la ignorancia; porque aunque todos amen la verdad, son pocos los que aman el trabajo, y fatiga que son necessarios para conseguirla. Yo confiesso, que despues de toda la aplicacion de que son capaces los hombres, y despues de tantos estudios, serà mucho mayor el numero de las verdades ignoradas, que el de las adquiridas, y esto ha de confessarlo qualquiera que no sea adulador de sì mismo; pero no obstante hemos de aplicarnos con todo esfuerzo en el modo que permita nuestra capacidad.

     88 Para mejor comprender la necessidad que tenemos de apartar la ignorancia, se ha de saber, que todos los hombres tienen natural apetito de su felicidad. Con èste desea cada qual todas aquellas cosas, que pueden hacerle feliz. Su verdadera felicidad, y à que deben enderezarse todos sus cuidados, consiste en gozar de Dios en la otra vida. Todas las cosas, que en esta miserable carrera del mundo le aprovechan para conseguir aquella possession de Dios en el Cielo, todas digo le hacen acà baxo en algun modo dichoso. Por esta razon ama la virtud, y aborrece el vicio; apetece lo bueno, y huye lo malo, porque la bondad, y la virtud le sirven para conseguir su felicidad eterna; y lo malo, y el vicio le apartan della, y estorban su profession. La verdad es un gran bien, y no ay hombre que no la ame; la ignorancia acarrea el error, èste al vicio: conque el hombre para ser feliz ha de adquirir la verdad, y apartar la ignorancia. Las principales verdades que ha de adquirir el hombre son las de la Religion, y de la Filosofia Moral, porque le son necessarias, como ya hemos dicho varias veces. Pero debe tambien adquirir aquellas, que le hacen feliz en esta mortal vida, y no te oponen, antes conducen à conseguir, la felicidad eterna. La salud hace al hombre en algun modo dichoso; nò serà loable pues, que adquiera aquellas verdades, que son utiles para mantenerla? La vida es un gran bien; nò serà pues muy util al hombre el conocimiento de las verdades que sirven para guardarla, y que averigue todos los medios conducentes para sostenerla? La fama, la honra, las dignidades, y otras cosas semejantes, son parte de la felicidad de que el hombre es capaz en este mundo; nò serà bien que sepa como ha de adquirir estos bienes, como ha de mantenerlos, y como ha de usar dellos con razon, y chistiandad? No ay duda ninguna, que es muy bueno saber todas estas cosas, y mucho mejor el justo aprecio que debe hacerse della; pero si domina la ignorancia, se confundirà todo, y en lugar de buscar el hombre su verdadera felicidad, no hallarà mas que una dicha aparente, y engañosa.

     89 De la ignorancia destas cosas nace tanto numero de engaños, que se observan en el trato civil de las gentes. Porque se ha de saber, que de dos maneras faltan los hombres à la verdad en el comercio comun de la vida: unos por mala fe, otros por ignorancia. Aquellos dicen à sus proximos otra cosa de lo que en sì sienten; estos les dicen lo que sienten, pero la ignorancia no les dexa decir la verdad. Los primeros no la dicen, porque tiran à ocultarla; los otros no la dicen, porque no llegan a conocerla. Los unos substituyen à la verdad, la mentira, y el engaño; los otros con buena fe engañan, porque no alcanzan la verdad: y si se hace un poco de reflexion con lo que sucede en el trato civil de las gentes, hallarèmos ser muchissimo mayor el numero de los que no dicen verdad por ignorancia, que el de aquellos que la ocultan con malicia. La fealdad de la mentira, y el lustre de la veracidad (assi llaman los Filosofos Morales à aquella virtud que exercitan los hombres quando hablan lo que sienten) estàn bastantemente explicadas por las Santas Escrituras, y el tratar dellas especialmente toca a la Theologia Moral; pero la verdad que no llegamos à descubrir por ignorancia pertenece à la Logica, y manifestarèmos el modo de adquirirla en los capitulos siguientes.



ArribaAbajo

Capitulo III

De la opinion, y pirrhonismo.

     90 Grandes luces tiene el humano entendimiento, segun lo que hemos dicho, y à la verdad son muy grandes si saben los hombres hacer buen uso de ellas; mas no obstante en muchissimas cosas con toda esta luz no puede llegar à la certidumbre. Aquellas verdades, que son necessarias para conseguir la eterna felicidad, no solo estàn impressas en los corazones de los hombres (85), sino tambien propuestas, y aclaradas por la Iglesia Catolica; mas las otras no tan importantes, ni necessarias las ha dexado Dios al examen de los hombres. Y como los medios de que èstos se valen para alcanzar la verdad, suelen à las veces inducirlos al error, o tal vez no bastan siempre para conseguirla, por esto queda el entendimiento en la obscuridad, è incertidumbre. Llamo pues opinion aquel conocimiento que nosotros tenemos de las cosas sin evidencia, y sin certidumbre, y con recelos de que puede no ser verdadero, porque aunque tengamos algunos motivos con que apoyarle, no son tan claros, ni tan firmes, que no tengamos algun miedo de que estè la verdad en el sentimiento contrario al nuestro. No entro yo aqui à la averiguacion de las opiniones en el modo que tratan de ellas los Theologos, solamente considero la opinion en quanto es un conocimiento dudoso, esto es, con duda de si serà, ò no verdadero. En este modo llamò un Autor Español à las opiniones eruditas ignorancias. Y si atendemos al vasto imperio que tiene la opinion entre los hombres, con razon la podrèmos llamar la Reyna del mundo. Con una ojeada à la Medicina, Fisica, Jurisprudencia, y Filosofia, se verà el poderoso, y dilatado dominio de la opinion. Quièn creyera, que una ciencia tan sublime como la Theologia no avia de estar exempta desta contrariedad que induce la opinion (19)? No es menester mas que ver los diferentes rumbos de Escotistas, Thomistas, y Suaristas, para conocer que esta ciencia està llena de contenciones, y disputas. (20)

     91 Como la opinion no presenta al entendimiento la verdad, sino la verosimilitud, y èsta puede juntarse con el error, de esto nace que los que ligeramente dexan llevarse de las opiniones con facilidad queden engañados. Los hombres deben trabajar en alcanzar la certidumbre, ò la evidencia para assentir à las proposiciones, y quando sea forzoso determinarse por la sola verosimilitud, es menester pesar bien las razones que se presentan, evitar todas las cosas que pueden engañar, y en especial no governarse por los juicios anticipados, ni rumores populares. De suerte que en las cosas Fisicas, Medicas, en lo Juridico, en el trato civil, en la politica, y otros assuntos semejantes, tengo por cierto que nada se opone tanto à conseguir la verdad, como la demasiada facilidad en assentir à las opiniones. Algunos Cartesianos pretenden, que en tales cosas no debemos assentir, sino à lo que clara, y evidentemente se nos presenta. No pido yo tanto considerando que es fumamente dificil en muchissimos assuntos tener evidencia, pero à lo menos no puedo dexar de encargar que no se consienta con facilidad à las opiniones, y que se suspenda el juicio hasta enterarse mas de las cosas, que en algunas ciertamente llegarà à conseguirse la verdad. La facilidad en creer es propia de ingenios pueriles que creen quanto se los propone. Suspunder el juicio esperando informarse mejor de las cosas, es de hombres cuerdos que no quieren ser engañados (21). Yo harè ver en esta segunda parte de la Logica, quanto estan expuestos à errar los que son credulos, y faciles en assentir à las opiniones. Considere qualquiera, un poco la flaqueza del humano entendimiento, registre depues las opiniones de los Filosofos antiguos, y modernos, observe con cuidado què cosas tan extravagantes enseñan assi unos como otros, y bien atendidas estas cosas conocerà, que importa muchissimo suspender el juicio, y no creer ligeramente. Ninguna cosa es tan absurda, decia Ciceron, que no se halle apoyada por algun Filosofo. (22) Yo añado que no ay necedad, ni error por feo que sea, que no aya hallado insignes aprobadores. Vease la variedad de Religiones que ay en el Oriente, la diversidad de sectas, y heregias que infestan la Europa, y finalmente considerese la multitud de Atheistas que han sacado la cabeza en nuestros dias, y conoceremos quan aprobadas estan las maximas mas ridiculas, erradas, y extravagantes. Pues passe aora nuestra consideracion à lo que sucede en el trato civil, y què otra cosa observarèmos, què rumores populares, hablillas de viejas, mentiras, y patrañas insolentes autorizadas por hombres vanamente credulos, y supersticiosos? Las divinaciones, y artes magicas, la charlataneria, y otras semejantes maneras de engañar, nò estuvieran y desterradas del mundo, si fueran los hombres cautos en creer? No es decible quanto prevalece la opinion, ni es ponderable quanto dominan los errores por la facil, y vana credulidad con que assienten los hombres à ella. Por esta razon conviene observar con cuidado los varios caminos con que se cae en el error, y la facilidad que las gentes tienen en en afirmar como cierto, lo que solamente es dudoso, y tal vez falso. Conviene tambien mostrar al entendimiento su flaqueza, lo expuesto que està à errar, y hacerle ver quanto han delirado en algunos assuntos los hombres por otra parte eruditos. Solo el tratado de la opinion que ha compuesto el Marques de S. Aubin, es bastante para hacer conocer, que es dilatadissimo el imperio de las opiniones, y que son infinitas las extravagancias que han seguido algunos ingenios grandes, por aver sido faciles en assentir à ellas. Mas esta suspension de juicio que yo pido para examinar las cosas antes de assentir à ellas, ha de ser racional, es decir, ha de ser en aquellos lances en que ay prudente motivo de desconfiar. Pero me diràn, còmo conoceremos que ay razon bastante para dudar de unas cosas, y no de otras? Respondo, que esse discernimiento es el que me propongo mostrar en esta segunda parte de la Logica, y no dudo que el que no tuviere algun estudio destas reglas, ò una luz, ò Logica natural muy clara, y perspicàz ha de caer en muchos errores por su vana creencia; pero atendiendo con cuidado los caminos por donde suele venir el error, podrà con mas facilidad evitarlos, y estos caminos son los que en adelante hemos de manifestar.

     92 Mostrarè pues el modo de dudar con prudencia, y suspender el juicio en los casos que sea necessario, porque este dictamen tan acertado de no assentir facilmente a las opiniones sin examinarlas, ò por mal entendido, ò por seguirse con extremo, ha introducido en el mundo al Pirrhonismo, con que algunos (assi lo refieren Autores graves) de tal modo dudaron de las cosas, que nada afirmaron, ni negaron. San Agustin en varios lugares hace mencion destos Sectarios, y rechaza sus opiniones. Empezò à suscitarse la duda por desterrar el orgullo de los Sofistas, que logravan general estimacion, y Socrates se opuso à las cavilaciones dellos (23), y continuamente decia: Solamente, sè una cosa, es à saber, que nada sè. Con esto rechazava aquel sabio Filosofo la vana creencia de los Dogmaticos, y era una expression modesta de lo poco que llegan los hombres à saber (24). Es verdad que despues de Socrates se siguieron otros Griegos, que hicieron abuso de la duda; mas nunca creerè que huviesse ninguno, sino es que estuviesse loco, que dudasse tanto como se assegura de Pirrhon. Dicese, que èste no se apartava de un cavallo desenfrenado, porque dudava si corria el cavallo, ò estava quieto; que no afirmava su existencia; que no sabìa si toda la vida era un perpetuo sueño, ò los ensueños eran una menos viva vigilia: y despues todos los que han seguido, ò han mostrado seguir este modo de filosofar, son llamados Pirrhonistas. Yo no creo, digo otra vez, que Pirrhon, ni otro ninguno dudasse tanto; y si huviera tenido todas estas dudas, no huviera logrado fama de tan gran Filosofo en el Pueblo de Athenas, como supone Laercio. Lo que yo juzgo es, que algunos Antiguos, por mostrar la agudeza de ingenio, ò por adquirir reputacion, y fama, ò por amor de la novedad, ò por seguir distintos rumbos, ò por refutar à los Sofistas, como hemos dicho, inventaron semejantes dudas, y tal vez las escrivieron, y las publicaron; pero no creo que en su interior assintiessen à lo mismo que publicavan, porque la propia conciencia los avia de acusar con continuos remordimientos. A mas de lo dicho, siempre me ha parecido muy bien fundado lo que escrive Salustio de las cosas de los Griegos, es à saber, que nos las pintan sus Escritores de mayor grandeza que la que tuvieron (25). En nuestros dias algunos Modernos han renovado el Pirrhonismo, es decir, la duda universal, entre los quales son de señalar Pedro Boyle, y Miguel de Montaña; y tengo por cosa certissima, que ninguno de los dos dudava de lo mismo que queria dar à entender que no creìa, à lo menos es indubitable que lo hacian por ostentacion, y vanidad. El mas atrevido fue Montaña, y sus libros embelesaron à la mayor parte de los lectores, que fueron muchos. Era hombre de imaginacion fecunda, aviase aplicado à comprender lo interior de los hombres, y tenia bastante erudicion, y noticias de la antiguedad. Aprovechòse de todas estas cosas, y juntandolas con una locucion audàz, y cavallerosa, embahucava à los que no alcanzan à distinguir lo aparente de lo verdadero. Dudava de todo en los escritos, y tal qual vez se le salia à los labios la afirmacion de aquellas cosas que creìa el corazon; pero juntava à su ayre magestuoso, y resuelto quatro versos de los Poetas antiguos, dos, ò tres apotegmas, ò dichos sentenciosos de los Filosofos, añadia otras tantas razones aparentes, y con estas prevenciones lo negava todo, y ganava acceptacion entre los que no conocen estas cosas. Fuera muy facil descendiendo à lo particular hacer conocer el poco juicio de Montaña; pero basta lo dicho para que el que vea sus Obras lo advierta, y el que quisiere enterarse mejor podrà ver al P. Mallebranche (26), y al Autor del Arte de pensar (27). Pedro Bayle fue Atheista muy preciado de docto, y sus expressiones arrojadas, muestran que solo se aprovechò de la duda universal por espiritu de contradiccion, y singularidad.

     93 Mas como Autores muy recomendables han sido apassionados al scepticismo, serà bien explicar con mayor claridad en que modo puede èste tener lugar, y quando serà conforme à la razon, y prudencia. En la antiguedad, dieron el nombre de scepticos à todos los Filosofos que seguian la duda, esto es, que hacian consistir la mayor parte de su saber en dudar de las cosas. Pero pueden los scepticos dividirse en dos classes. Unos fueron scepticos rigidos, otros moderados. Los rigidos eran dicipulos de Pirrhon, y por esta razon se llamaron Pirrhonianos, y su sistema pirrhonismo; los moderados siguieron à Socrates. Los primeros dudavan de todo, de modo que hasta lo mas cierto, y evidente ponian en duda. Los segundos afirmavan muchas cosas, y suspendian su juicio en otras. La historia, y argumentos de que los Pirrhonistas se aprovecharon, pueden verse en Sexto Empirico. San Agustin tratò con mucha claridad destas suertes de scepticos, y rechazò los dogmas de los rigidos, como yà hemos dicho, declarandose seguidor de los moderados. Impugnò à los Pirrhonistas baxo el nombre de Filosofos Academicos, porque los dicipulos de Pirrhon se dividieron en varias Sectas que llamaron Academicas, y baxo este nombre los impugna tambien Ciceron (28), aunque se conoce que el mismo fue sceptico moderado. Algunos han puesto diferencia entre los Pirrhonistas, y Academicos; pero à la verdad convenian todos en la duda universal, y se distinguian solo en que los Academicos quando decian que nada se puede saber, confessavan à lo menos que esto sabian, y aun esto decian no saberlo los Pirrhonianos. Vease Aulo Gellio en las Noches Atticas, lib. II. cap. 5. En nuestros tiempos se han declarado muchos à favor del sceptismo moderado, y en España le han defendido el Dr. Martinez, y el P.M. Feijoò. Mas yo he notado, que son muchos los scepticos que se tienen por moderados, y dudan demasiadamente. Esto consiste en que la voz moderados no determina hasta donde, y hasta que cosas se puede la duda extender, y como cada qual piensa conformarse con la razon en lo que hace, por esto los mas dellos creen que solo dudan como deben, esto es, con moderacion. En esto no son scepticos. Enderezandose este Escrito à descubrir la verdad, y aprovechando muchissimo para conseguirla el suspender el juicio, y saber dudar con prudencia, por esso todo èl serà una continua leccion para hacerse sceptico moderado en aquellas ocasiones en que no pueda hallarse la verdad, ò en que es cierto que aun no la han hallado aquellos que la piensan posseer.

     94 Como yo apruebo, y aun quiero persuadir el scepticismo moderado, solamente impugnarè aqui el rigido, aunque estoy creyendo, que la Secta de Academicos, y Pirrhonistas no fue Secta de Filosofos, sino de hombres mentirosos que hablavan una cosa, y creian otra. Los fundamentos con que apoyavan la duda eran: «Que los sentidos nos engañan, y por consiguiente no podemos por ellos estar ciertos de la existencia de las cosas, que no podemos distinguir el sueño de la vigilia, porque en ambos estados pensamos, y quièn nos assegurarà que lo que llamamos dormir es cosa distinta del velar, y al contrario? Por què tal vez serà la vigilia un sueño menos fuerte, ò el sueño una vigilia menos viva? Dicen tambien, quièn nos assegurarà la existencia de Dios? No los sentidos, porque engañan; no la razon, porque quièn puede afirmar con certeza que la razon en esto no nos induce al error? La nocion de lo bueno, y de lo malo dicen que no es clara, porque se tiene noticia della por las leyes que lo prescriven, y no por luz natural, y assi se puede poner en duda.»

     95 Todas estas razones, y otras semejantes, no son mas que sofisterias que han inventado estos Filosofos por mostrar ingenio, y agudeza. Seneca rechazò con varios argumentos el delirio de los Pirrhonistas (29), y Academicos, y son muy notables las palabras que trae en la epistola 88. à Lucilio, donde dice: Aquellos, es à saber los Pirrhonianos, enseñan una ciencia, que no puede aprovecharme. Estos, es decir los Academicos, me quitan toda la esperanza de saber. Aquellos no llevan alguna luz con la qual el entendimiento pueda alcanzar la verdad. Estos me arrancan enteramente los ojos. Entre los Christianos no puede tener lugar ninguno la universal duda, porque la Fè divina destruye enteramente al Pirrhonismo, enseñandonos muchissimas verdades certissimas, è infalibles. Los Pirrhonistas modernos no han hecho caso desta infalibilidad de la Fè, pretendiendo que nunca puede assegurarnos sus verdades sin el concurso de la razon, y siendo èsta falible, suponen que lo serà tambien la Fè. Ya San Agustin rechazò este vano argumento en el libro que escriviò de la Utilidad de creer, contra los Maniquèos. Y si bien se considera la flaqueza del humano entendimiento, facil serà conocer, que la Fè ilustra, y fortifica à la razon, y èsta debe cautivarle, como decia San Pablo, en obsequio de la Fè. Intentò Juan Clerico, famoso Critico, probar esta maxima de los Pirrhonistas contra el citado libro de San Agustin; pero puede el curioso ver la respuesta à sus objeciones en el tratado de la Moderacion de los Ingenios en assumptos de Religion.

     96 Mas precindiendo de las infalibles luces de la Fè, puede cada qual convencerse del error de los Pirrhonistas con solo atender à lo que passa dentro de sì quando duda. Pongamos pues, que un Pirrhoniano dude de la existencia de Dios, de si existe el mundo, y si existe èl mismo. Esto Filosofo duda, la duda consiste en el pensamiento: luego piensa. Si piensa, existe, porque no puede pensar sin existir. Dirà tal vez, que no puede afirmar si duda, ò no de todas aquellas cosas; pero à lo menos serà cierto, que no puede afirmar si duda, y esto es pensar, y consiguientemente supone existir. Si para esta segunda duda se acude a otra, se seguirà el infinito, que un Pirrhonista no se atreverà à conceder. Supuesto pues que aya necessariamente de conceder que piensa, y existe, avrà de confessar tambien, que tiene cierta inclinacion à lo bueno, y aversion à lo malo (42), porque el testimonio, de su propia conciencia estarà continuamente persuadiendole, y al fin avrà de admitir todos los axiomas, y principios que hemos propuesto en los capitulos passados. Por la idea del pensamiento, por la de su propia existencia, y de todas las demàs cosas que se presentan à los sentidos, ha de confessar la existencia de Dios (10), y todas las demàs verdades que dicta la razon natural. Y si hace un poco de reflexion, facil serà distinguir el sueño de la vigilia, la locura del sano juicio, porque en la vigilia ay exercicio de la razon, y no en el sueño. Puede verse sobre esto lo que escrivì en mi primer tomo de Fisica Moderna, cap. 4 trat.2.

     97 Los sentidos no engañan, porque el error suele estàr en el juicio que los acompaña, como veremos en el capitulo siguiente: conque es falso lo que dicen los Pirrhonianos, es a à saber, que no podemos alcanzar la verdad por los sentidos. Ni el conocimiento que tenenios de lo bueno, y de lo justo depende solo de las leyes, como suponen, porque si bien lo reparan las leyes de los Gentiles, no son otra cosa que una explicacion del derecho natural, es dezir, de aquella luz, ò razon natural que ay impressa en todos los hombres (30). Los Legisladores Griegos, y Romanos se conformavan con ella. Erraron en algunas cosas por la flaqueza del humano entendimiento; mas ilustrada la razon natural, y fortificada con las divinas leyes de Jesu Christo, y su Iglesia, dicta à los Christianos la rectitud & sus operaciones. Por tanto las leyes de los Gentiles son, digamoslo assi, hijas de la razon natural (31), y mandan hacer bien, y huir el mal, porque la razon lo dicta, no al contrario como suponen los Pirrhonistas. No es necessario detenerme mas en esto, porque no creo que ningun Pirrhoniano sea hombre de buena fee, y porque lo dicho en los capitulos passados, y lo que vamos à decir en los siguientes es un continuo argumento contra estos sectarios. (32)



ArribaAbajo

Capitulo IV

De los errores que ocasionan los sentidos.

     98 La razon humana averigua las cosas de dos maneras, ò por la fuerza de razonar, ò por los sentidos (20). Del primer modo alcanza los primeros axiomas, y verdades que hemos llamado razon, ò luz natural. Del segundo descubre la naturaleza, y propiedades de los objetos sensibles, y corporeos. Y aunque sea verdad que las puras intelecciones, y raciocinios no se excitan en el alma sino por las ideas sensibles que antes tiene de los objetos (39), no obstante distinguimos estas dos classes para señalar los errores que se mezclan en ellos diversos modos de percibir las cosas, y empezamos à explicar los que tocan à los sentidos, porque son las primeras sendas por donde camina el alma àcia el conocimiento de la verdad.

     99 Dicen algunos, que los sentidos nos engañan con facilidad, y dicen bien; dicen otros, que el principal criterio, esto es, el principal camino por donde se llega à la verdad, son los sentidos, y tambien tienen razon. Consiste esto en que los sentidos son fieles en representar las cosas segun se les presentan, y assi no engañan; pero no obstante juzgando precipitadamente por el informe de ellos, caemos facilmente en el error. Por esta razon ha de ponerse el cuidado possible en assegurarse de las cosas que se ofrecen à los sentidos, pues por ellos si se hace debido uso de sus operaciones, se alcanzan muchas, y muy importantes verdades. Quièn podrà negar que muchos descubrimientos utiles se deben à la experiencia? Y què la verdad que sabemos por experiencia nos ilustra el entendimiento. Quanto de bueno tienen, y enseñan la Fisica, Medicina, y Ciencias Fisico-Mathematicas, debe su intrinseco valor à la experiencia. Tengo pues por suma necedad negar aquello que consta por racional experiencia, y quando veo que algunos lo hacen, no puedo atribuirlo sino à que no distinguen la expericncia de los experimentos. El experimento es el hecho que observamos con los sentidos; en el examen deste puede aver engaño: la experiencia es el conocimiento racional que tenemos de una cosa por repetidos experimentos. De aqui se sigue, que con dos, ò tres experimentos no siempre ay experiencia, es menester à veces hacer muchos, repetirlos en distintas ocasiones, y lugares, combinarlos, y assegurarse de los sucessos, y despues de todas estas averiguaciones se logra aquel conocimiento que llamamos experiencia. Esta si es racional es certissima, porque si es racional se funda en experimentos hechos con toda exactitud. Para hacerlos bien puede verse lo que sobre esto he escrito en mi primer tomo de Fisica. Si el hombre està assegurado de la verdad por racional, y bien fundada experiencia puede reirse con mucha satisfacion de los Sofistas que con gran desembarazo dicen: Niego la experiencia; no me hace fuerza la experiencia. Và un hombre por una senda poco trillada à un lugar. La primera vez pierde el camino divirtiendose yà à esta parte, ya à la otra, mas al fin llega al sitio que busca. Ofrecese bolver segunda vez, y no bien assegurado va temeroso, tal vez buelve à dexar el camino, y se desvia. Pero repitiendo distintas veces su viage se hace dueño del camino, de suerte, que si se ofrece puede ir con los ojos bendados, ò en una noche obscura. Si à este se saliera al encuentro un Sofista, y le dixera que à donde iva, y respondiendo que à tal Lugar, instasse el Sofista: No puede V.m. llegar à èl en manera ninguna, porque me han dicho, y assegurado grandes hombres, que esse Lugar es inaccessible, y la razon lo dicta, porque no ay senda, y porque ay passos insuperables; quizà el otro con sossiego le responderia: Pues yo he llegado varias veces al Lugar que busco, y tengo certidumbre que se engañan essos Señores que à V.m. le han informado, y mas que esto lo sè por experiencia. Aqui el Sofista dice: Yo niego essa experiencia; mas el otro assegurado por la repeticion de los hechos, no puede menos de reirse como reìa Diogenes quando estava paseandose, y Zenon le decia que no avia movimiento.

     100 De lo dicho se deducen dos cosas certissimas, y es necessario observarlas para no caer en el error. La primera es, que el que quiera assegurarse de la verdad por la experiencia, ha de cuidar mucho en hacer los experimentos con exactitud, y con las debidas precauciones para que no se engañe. La segunda es, que los hombres que alegan à su favor la experiencia, no han de ser creidos hasta que conste que en el exercicio de los experimentos pusieron el cuidado que es necessario para no engañarse. O! dicen algunos, Fulano es gran Medico, porque tiene ya muchos años de practica. No ay que dudar, que si la experiencia de muchos años en la Medicina es racional, y fundada en buenos experimentos, harà un gran Medico, porque Hipocrates no lo fue sino por la larga, y racional experiencia; pero en esto se detienen pocos, y llaman experiencia el visitar mucho tiempo à los enfermos, como si fuesse lo mismo hacer experimentos, y observaciones, que hacerlas bien. El mismo juicio ha de hacerse de aquellos, que toda su vida han vivido en perpetuo ocio, sin cultivar la razon, ni aplicarse à los estudios, y no obstante por solos sus años, y por sola su experiencia quieren forzar à todos à seguir su dictamente. En contradiciendoles, luego se enfurecen, y gritando dicen: Yo tengo mucha experiencia desto, V.m. es mozo, y ha visto poco. Estos por lo ordinario son hombres de cortissimas luces, y la multitud de sucessos los ofusca, no los alumbra, y si caen una vez en el error, son incorregibles.      101 Mas bolviendo à atar el hilo del discurso, mostrarè primero el modo con que los sentidos nos engañan; y despues, còmo podemos por ellos assegurarnos de la verdad. No ay ninguno, que si hace un poco de reflexion, no pueda conocer por sì mismo, que alguna vez se ha engañado con la vista. Si un hombre està en un navio quieto, y desde èl mira à otra nave que se mueve, luego le parece que se mueve tambien la suya, y se lo hiciera creer la vista si no le desengañàra la razon. Todos los dias vemos al Sol, y à la Luna de una magnitud, sin duda mucho menor de lo que son en realidad, y aun en el horizonte, esto es quando salen, nos parecen mayores que en el Meridiano, y no es assi, porque son de invariable grandeza. Miremos una Torre que està à la otra parte de un monte de modo que desta no veamos sino el remate, y nos parecerà que està pegada al mismo monte, despues mirando la misma Torre desde la cumbre del monte nos parecerà muy apartada. He conocido, y tratado à un hombre que veia los objetos al reves, y cada dia sucede que à los que padecen vahidos les parecen moverse los cuerpos que estan quietos. Si hacemos dar bueltas en derredor à una brasa encendida, nos parece que siempre ilumina todo aquel espacio, y en la realidad la luz no està mas que en un punto del circulo que descrive la brasa.

     102 Del mismo modo nos engañan los otros sentidos. Si cruzamos el indice, y el dedo mediano, y con los dos movemos sobre una mesa una bolita de cera à la redonda, nos pareceràn dos las bolas, y entonces nos engaña el tacto. En el Estio nos parecen mas frias que en Invierno las aguas de pozo, y no lo estan, como consta por el thermometro. Al enfermo parece amarga la bevida que es dulce para el sano, assi nos engañamos por el gusto. Del mismo modo à uno parece picante una cosa, y à otro salada; a veces un mismo manjar es dulcissimo para uno, y desabrido, y tal vez aspero para otro. Esto es tan comun, que no ay necessidad de detenerme en probarlo, y puede verse tratado muy largamente en Sexto Empirico. Lo que toca especialmente à la Logica es advertir, que el error que le comete por los sentidos està en el juicio, que suele comunmente acompañar à las percepciones dellos. Ya hemos dicho en la primera parte, que ay quatro cosas distintas en cada sensacion, ò percepcion de objetos de los sentidos, y en ninguna de ellas se halla el error, sino en el juicio que las acompaña (32), Para comprenderlo se ha de saber, que desde que nace el hombre hasta que empieza a exercitar la razon, no le ocupan otros objetos, que los sensibles (16). Hacese con la continuacion à percibirlos de manera, que no examina en toda aquella edad lo que le sucede quando percibe semejantes objetos, ni està dispuesto su entendimiento para hacer este examen. Siguese desto, que cree, y juzga de las cosas segun le parecen quando se le presentan à los sentidos, y no segun son en sì, y por esso despues son los hombres tan porfiados en mantener aquello que entonces juzgaron (33), porque en aquella edad es blanda la fantasia, y las huellas que se forman en el celebro suelen durar à veces toda la vida. (34)

     103 Resta tambien advertir, que los sentidos de suyo son fieles, es decir representan, ù ofrecen las cosas como à ellos se presentan, y si el juicio no erràra, no nos engañaran jamàs semejantes percepciones. Para entender esto se ha de saber, que los sentidos solo nos informan de las cosas segun la proporcion, ò improporcion que èstas tienen con nuestro cuerpo, y no segun son ellas en sì mismas, porque el Criador los ha concedido para la conservacion del cuerpo, y no para alcanzar el fondo de las cosas; y si se hace un poco de reflexion, qualquiera conocerà, que la vista no ve otro, que los colores de los objetos, mas no la substancia de ellos. El oido percibe al sonido, que no es essencial à los objetos sonoros; el tacto distingue lo frio, caliente, duro, blando, aspero, igual, ò desigual de las cosas, y no el verdadero sèr de ellas, porque para nuestra conservacion basta esto, y no es necessario lo demàs. Por medio de todas estas afecciones de los objetos externos aplicados à nuestros sentidos, podemos bastantemente percibir lo que sea util, ò dañoso, proporcionado, ò improporcionado respeto de nosotros. Mas para mostrarlo mejor, figuremonos que Dios huviesse hecho al mundo no mas que de la grandeza de una naranja, y que huviera colocado en èl à los hombres tan pequeños, que tuviessen con aquel mundo la misma proporcion que oy tenemos con èste que habitamos; en tal caso es cierto, que el mundo que aquellos hombres habitarian les pareceria tan grande como nos parece à nosotros el nuestro, y lo seria si se considerasse segun la proporcion que tenia con ellos, pero no en la realidad.

     104 De todo lo dicho se deducen las reglas generales, que han de servir para evitar los errores que los sentidos ocasionan. Serà bien pues reflexionar sobre el juicio que en la niñez hicieron los hombres quando percibian las cosas sensibles para corregirle con la razon. Demàs desto serà conveniente assgurarse de las cosas por muchos sentidos à un tiempo; assi aunque al tacto parezcan dos las bolitas de cera (102), la vista muestra que no es mas de una; y aunque parezca à la vista torcido el palo que està dentro del agua, el tacto manifiesta la equivocacion de la vista. Tambien se ha de observar si los organos de los sentidos estàn sanos, ò enfermos para juzgar de las cosas rectamente, y esta consideracion es de suma importancia, porque en la enfermedad suele mudarse todo el orden de las percepciones. Assi el que padece tericia ve todas las cosas amarillas, las ve dando giros el que padece vahidos; y à este modo se trastorna el orden regular de las percepciones en las enfermedades, de lo que pudiera alegar muchos exemplos. Esto acontece, porque en la enfermedad se muda la vibracion de las fibras, y como las percepciones del alma corresponden à ciertas, y determinadas vibraciones (28), por esso entonces à la vibracion desordenada corresponde desordenada percepcion. Esto confirma, que los sentidos de suyo son fieles (35), porque siempre ofrecen la vibracion correspondiente à la disposicion de los objetos que la causan, y de las fibras que la exercitan, pero al juicio toca distinguir, y conocer si son, ò no regladas semejantes representaciones. El medio por donde suelen propagarse los objetos sensibles ha de observarse tambien para no errar, porque suele hacer variar notablemente las percepciones. El ayre sereno nos hace ver los objetos de un modo, y el nebuloso de otro. Del mismo modo altèra el ayre las varias impressiones del sonido. Para assegurarse pues es necessario examinar la cosa en distintos tiempos, y en diferentes estados, consultar juntamente otros sentidos (36), y llamar à su socorro el juicio de otros hombres sobre el mismo assumpto, porque la verdad es simple, y los caminos àzia el error son muchos, y quando se avrà andado por todos ellos, y no se avrà encontrado embarazo, estarà el entendimiento dispuesto para alcanzarla.

     105 Todo esto es menester que adviertan los que hacen experimentos, y professan las ciencias naturales, si no quieren ser engañados en aquello mismo que observan. Ultimamente se ha de advertir, que la equivocacion en las voces ha de quitarse quando se explican las cosas que percibimos por los sentidos, porque ordinariamente con una misma voz significamos à la percepcion del objeto, y al juicio que la acompaña, siendo cierta la primera, y muchas veces errado el segundo. Por exemplo: Ve Ticio desde lexos un perro, pero no divisa sino un bulto, que tiene la forma exterior de un lobo, y si es timido luego dice: Alli veo un lobo. Con estas palabras confunde la sensacion con el juicio: la sensacion es cierta, y el juicio es falso; porque es cierto que se le presenta un objeto que tiene quatro pies, y demàs partes que forman la figura del lobo. Si Ticio dixera: Yo veo una cosa que tiene quatro pies, y que se parece à un lobo, mas no puedo afirmarlo, diria lo que realmente percibe; pero como sin otro examen que aquella primera percepcion luego afirma, que lo que ve es lobo, por esso yerra, y si la passion del miedo se junta, yerra con mayor tenacidad. Si la voz veo significàra solamente la representacion que Ticio tiene del objeto, no huviera error, pero con ella ordinariamente se junta, la afirmacion de que aquello que percibe es un tal objeto, en lo qual està el engaño, y èste nace de la equivocacion de las voces. El motivo desta equivocacion, que es comunissima, procede de que los hombres han puesto à las veces un nombre para significar cosas distintas, si èstas suelen ir juntas, y con dificultad percibe el entendimiento la separacion; y como el juicio que acompaña à semejantes percepciones estè siempre junto con ellas, y desde la niñez nos hagamos à juntarlo, por esso los significamos con una voz, aunque sean en realidad cosas distintas. Tambien se ha de advertir, que los hombres no han inventado voces bastantes para significar todas las percepciones que tenemos por los sentidos, de lo que nacen muchas equivocaciones, y errores. El que padece melancolia tiene dentro de sì muchas percepciones que no ay nombres para explicarlas, y à veces por esto no puede hacer creer à los demàs lo que padece. Porque para que con una voz comprehendan los hombres una misma cosa, es menester que tengan todos una misma idea, ò corresponda en todos un mismo significado, pues de otra manera quando el uno nombrarà una cofa con una voz, el otro entenderà diferente. Los melancolicos, è hipocondriacos sienten algunos males que los afligen, y para explicarlos se aprovechan de las voces opression, desmayo, y otras semejantes, que hacen formar à los oyentes distinta idea de la que los enfermos pretenden explicar.

     106 En efecto à un hombre que jamàs huviera tenido dolor, seria muy dificultoso hacerle comprender que otro lo padecia, aunque se lo explicasse con aquella voz, porque le faltava la idea del significado. Al modo que seria impossible hacer entender à un ciego lo que es verde, azul, ò amarillo, porque oiria estas voces, mas no las entenderia por no tener idea de sus objetos. Desto nacen no solo muchos errores que pertenecen à los sentidos, sino infinitas disputas que mueven gran ruido, y son faciles de entender si se explican con claridad las voces. De todo lo dicho concluyo que los sentidos de suyo son fieles, porque siempre representan las cosas segun las vibraciones que èstas imprimen en los nervios; que sus impressiones son respectivas, esto es, solo muestran la proporcion, ò improporcion que los objetos tienen con nosotros; y que los errores que cometemos por medio dellos consisten en el juicio que solemos juntar à la percepcion de las cosas.



ArribaAbajo

Capitulo V

Continuase la explicacion de los errores de los sentidos.

     107 Aquel juicio que solemos juntar con las sensaciones sin advertirlo, nos hace caer en muchissimos errores. Los quales distribuirè para mayor claridad en tres classes, es à saber, en los que pertenecen à lo moral, à lo fisico, y al trato civil, y me valdrè de algunos exemplos por hacer mas comprehensible tan importante assunto. Los errores pertenecientes a lo moral son los que principalmente han de evitarse, porque de lo contrario pueden seguirse graves daños, y tal vez el mayor de todos que es el pecado; los otros errores es muy bueno evitarlos, mas no tan necessario, como se verà en este capitulo; y si huviera de manifestar todos los errores que nos ocasionan los sentidos en las costumbres, seria necessario escrivir una Filosofia Moral entera, por lo que propondrè los mas principales como que dellos nacen otros muchos, cuyo descubrimiento pertenece à la Logica. Atendiendo pues al uso que los hombres comunmente hacen de los sentidos, y de la razon, puede decirse con verdad que son mas sensibles que racionales; esto es, se goviernan mas de ordinario por las apariencias de los sentidos, que por el fundamento de la razon. De aquí nace que aquellas cosas que se perciben por los sentidos hacen mucha impression, y suelen los hombres inclinarse à ellas de modo, que no piensan si no en las cosas sensibles. Desto mismo procede, que tienen por bienes verdaderos à los que no son sino aparentes, y tal vez falsos, y siendo objetos de los sentidos los buscan, y aman. Si los hombres reflectàran un poco sobre lo que les sucede en la eleccion de estos falsos bienes, no cayeran tan facilmente en los engaños que los precipitan.

     108 Para entender esto con mayor facilidad se ha de presuponer, que todos los hombres tienen natural, è innata inclinacion, ò apetito de su felicidad, y de su bien (88). La voluntad llevada deste apetito solo ama à lo bueno, es decir, solo ama las cosas que mira como buenas, y como à que pueden contribuir à su felicidad. Pero como es potencia ciega, y libre (59) no se determina à amar las cosas particulares, sino la ilustra antes el entendimiento. Es preciso pues que el entendimiento presente una cosa como buena para que la ame, y apetezca la voluntad (44). Nuestros errores nacen de que el entendimiento no bien informado de las cosas las mira como buenas, siendo realmente malas. Muchas veces tiene el entendimiento por buenas à las cosas malas por ignorancia, y falta de advertencia, por cuyo motivo serà bien trabajar en apartar la ignorancia que fomenta muchos errores. Pero las mas veces el entendimiento tiene por buenas à las cosas malas, por governarse por las apariencias de los sentidos. Para entender esto se ha de presuponer tambien, que la verdadera felicidad, y el verdadero bien del hombre es Dios (88), y teniendo apetito de su bien, y de su felicidad, tiene tambien apetito de posseer à Dios. Quando Adan estava en el Paraiso antes del pecado, tenia idea clara desta felicidad, y deste bien; de suerte, que con ella descansava, y tenia toda suerte de contento, y alegria. Entonces todos los apetitos obedecian à la razon, y esta al soberano orden que avia establecido el Criador entre las criaturas racionales.

     109 Despues del pecado empezaron a dominar la ignorancia, la malicia, y la concupicencia. De suerte, que aunque el hombre lavado con el agua del sacrosanto Bautismo reciba la gracia, y se le borre la mancha del pecado original, queda no obstante la pena de aquel pecado, y està posseido de la concupicencia. Por esta se allega el hombre à los objetos mundanos, y sensibles, y se aparta de Dios, porque la idea de su verdadera felicidad por el pecado la tiene obscurecida, y la de las cosas sensibles muy viva, y vehemente; de aqui es, que va tras destas, y se alexa de aquella. Con la idea que tiene el hombre de su felicidad, suele tambien juntar la de la excelencia, de la grandeza, y demàs cosas que pueden causarse contento. Si estas prerogativas las buscàra el hombre en Dios, esto es, pensasse solo conseguirlas gozando de Dios, pensava bien, porque no puede tener verdadera grandeza, excelencia, y contento de otra manera; pero al contrario, dexando a Dios, busca la grandeza, y contento en las cosas sensibles, y mundanas. Reparen, y mediten los hombres, que por mucha grandeza, excelencia, y contento que logren en esta vida, nunca quedarà saciado el apetito de su felicidad, y la experiencia nos lo hace ver cada dia en los ricos, y poderosos, que nunca estàn contentos, ni satisfechos, porque aquella felicidad, sossiego, y contento, que pueden llenar el natural apetito del hombre, solo puede hallarlos en Dios, que es su verdadero bien, y su verdadera felicidad. Lo que sucede en esto es, que la voluntad apetece este bien verdadero, y esta felicidad, inclinandose naturalmente àzia el bien (59); pero engañado el entendimiento, y llevado de la concupicencia, le ofrece otros bienes solo aparentes, y à veces falsos, que tal vez la apartan de aquel mismo bien verdadero.

     110 Los antiguos Filosofos no anduvieron conformes en explicar la naturaleza del verdadero bien. Epicuro dixo, que la felicidad, y bien verdadero del hombre era el deleyte; deste modo hacia todo quanto juzgava ser à proposito para deleytarle, y darle contento. Gassendo intentò probar (37), que Epicuro no hablò del deleyte sensible, sino de aquel contento que se logra con la salud del cuerpo, y tranquilidad del animo. Como quiera que esto fuesse, es cosa cierta, que los dicipulos de Epicuro lo entendian de las cosas sensibles, y en ellas buscavan toda suerte de deleyte. Horacio, famoso Epicurista, se llama Puerco de la grey de Epicuro (38).

     111 Los Estoicos por el contrario, despreciavan todo genero de deleytes, y colocavan la verdadera felicidad del hombre en la virtud. No ay que dudar, que estos Filosofos fueron extremados en sus maximas; pero es tambien cierto, que el Etoicismo moderado, y reducido à las reglas de la moral Christiana, contiene el modo de filosofar mas perfecto, porque hace que los hombres desprecien todo lo sensible, y amen solamente la virtud (39). Ciceron explicò muy bien el sentimiento de los Estoicos, y corrigiò algunas maximas de estos Filosofos, de suerte, que el libro de Finibus, y el de Officiis, donde trata este assumpto de proposito, es una de las lecciones mas provechosas que ay para la juventud, porque à un tiempo mismo se aprende la pureza, y elegancia de la lengua Latina, y la practica de las buenas costumbres. Por esto quisiera yo se siguiesse el parecer de Heicneccio (40), que aconseja, que en los estudios de la Latinidad se enseñe à la juventud el libro de Officiis de Ciceron antes que sus Oraciones Selectas.

     112 Si miramos lo que sucede en el mundo, hallarèmos, que casi todo èl es Epicurista, y es porque la mayor parte de los hombres no tienen otro fin que su deleyte, dexandose engañar de las apariencias de los sentidos, sin consultar la razon. Por otra parte, no consideran atentamente la idea que tienen de su felicidad, y de su bien, y deste modo tienen por bienes à los que no lo son, y por felicidad à lo que muchas veces los hace infelices, y desdichados. Para quitar en esto toda equivocacion, se ha de saber, que las cosas que se presentan à los sentidos, solo causan en el alma aquellas impressiones que son necessarias para la conservacion del cuerpo (103); de modo, que el dolor advierte al alma el daño que el cuerpo padece, y el placer muestra su buena constitucion. Por esto solemos tener por males los dolores, y por bienes los gustos, y deleytes. Aqui se ha de advertir, que por dolor se entiende qualquiera molestia, que indica al alma no hallarse sano el cuerpo, con lo que no solo se comprehende aquel sentimiento, que propiamente llamamos dolor, sino tambien la congoja, opression, desmayo, y otras semejantes molestias, que muestran, y significan algun desorden en la fabrica del cuerpo humano. Tambien se ha de saber, que aquella sensacion, que llamamos gusto y deleite sensibles, se sigue solo en el alma quando las fibras del cuerpo se vibran en cierta, y determirada manera; assi vemos, que los manjares ocasionan gusto en el sano, y desabrimiento en el enfermo, porque las fibras de la lengua se mueven de un modo en la salud, y de otro en la enfermedad. Siendo esto assi, còmo ha de tener el hombre por bien verdadero à una cosa que las mas veces le causa daño? Què en lugar de ocasionar el gusto causa desabrimiento? Què lexos de conservarle muchas veces le destruye? Què en lugar de producir un contento durable, y solido solo ocasiona un gusto transitorio, y aparente? Què en lugar de apartar los males que pueden hacerle infeliz, los atrae, los lleva, y casi siempre los acompaña?

     113 Considerense los luxuriosos, y se hallaràn llenos de perturbacion, su animo inquieto, la salud perdida, la hacienda gastada, y siempre rodeados de penas, sobresaltos, y temores por solo un deleite passagero, y bestial. Pongase la consideracion en los que tanto celebran los banquetes, las bevidas, y los regalos, y se veran perder la salud del cuerpo con lo mismo que la pretenden conservar. Veanse en fin todos aquellos que van de gusto en gusto, de placer en placer, y nada mas buscan que embelesar sus sentidos, y hallaràn como nunca queda satisfecho su deseo, porque apenas logran una diversion quando los fastidia, y van à buscar otra, y assi passan su vida sin hallar complemento à sus apetitos. Todos estos son muy sensibles, y poco racionales, pues si consultàran la razon hallarian que los sentidos no les ofrecen verdaderos bienes, antes por el contrario los acarrean muchos males.

     114 Mas aunque los Filosofos gentiles estan discordes en explicar qual sea el verdadero bien, los Christianos ilustrados con la Fè no pueden ignorar que el verdadero bien, y felicidad que naturalmente apetecen es Dios (88), y que solo en èl se halla el complemento de todos los bienes, y el apartamiento de todos los males. Es preciso pues que sepan, que solo puede ser bueno, lo que sea conforme a la voluntad divina, y al soberano orden que ha establecido el Criador entre las criaturas racionales, porque solo puede ser bueno aquello que conduce para que los hombres logren la ultima felicidad, ò à lo menos aquello que no los aparta de la consecucion de su ultimo fin. Por esso el soberano Hacedor de todas las cosas imprimiò, y sellò en los corazones de los hombres la idea del bien con inclinacion à seguirle, y la del mal con inclinacion à evitarle (41). Mas como el pecado causò la ignorancia, y excitò la concupicencia (33), se obscurecieron aquellas ideas, y passò el hombre à buscar el bien en las cosas sensibles, donde no puede hallarse.

     115 Y para conocer mas perfectamente todas estas cosas se ha de saber, que la felicidad de los hombres puede considerarse en dos maneras. En el primer modo es el mismo Dios, y por esso no puede lograrse en esta miserable carrera del mundo. La otra felicidad es la que pueden los hombres conseguir en esta vida, y puede llamarse imperfecta, y secundaria.

Los Filosofos antiguos excitaron muchas dudas sobre el constitutivo de la felicidad, del hombre en este mundo, y omitiendolas aora por no conducir à nuestro assunto, ha de sentarse como cosa cierta, que ni aun en este mundo puede ser feliz el que se aparta de Dios, y por esso tengo por cierta la dotrina de los Estoicos Christianos, que ponen la felicidad de los hombres en el exercicio de las virtudes christianas. Deste modo se comprehende, que serà feliz en algun modo en este mundo, el que hiciere las cosas conformes al orden que Dios ha establecido, y con mira à sus santas leyes, y con la observancia de los divinos preceptos. Assi podrà qualquiera usar de las cosas sensibles, con tal que el uso dellas sea conformandose con las leyes divinas, y humanas; no porque aquellas cosas sean el bien à que deben aspirar los hombres, sino porque conducen à mantener la vida, la fama, y otros bienes que logra el hombre en esta mortal carrera àcia la eternidad. Por esso los objetos sensibles solo son respectivos à la felicidad humana, porque pueden hacerle feliz en este mundo, con tal que el hombre use dellos segun la razon, y segun el instituto que Jesu Christo prescrive en su santa Ley, y divinas enseñanzas.

     106 Pero son muy pocos los que consideran estas cosas, y son muchos los que llevados de la concupicencia, y engañados por la ignorancia juntan à las cosas sensibles la idea de su felicidad, y con el apetito que tienen desta, se dirigen àcia aquellas. Los pobres apetecen las riquezas, y demàs aparatos magnificos que ven en los ricos, y es porque se engañan juntando la idea de las riquezas con la de su felicidad. Todos apetecen naturalmente la vida, y la salud, y pareciendole al que està enfermizo que el sano es feliz, apetece la felicidad deste, y alguna vez se engaña, porque aun con la salud està lleno de otras miserias, que tal vez son de mayor peso que la enfermedad. Todos apetecen el contento, y aborrecen el dolor, y la molestia: de aqui se sigue, que el pobre quando ve à los ricos, y poderosos andar en coche, comer regaladamente, y no trabajar, le parece que en aquello consiste toda la felicidad, y la apetece con gran ansia, y la suspira; pero si supiera debaxo de tanta pompa, y de tanto numero de criados, y grandeza, què animo se esconde tan inquieto, y lleno de molestias, le tendria, no por feliz, sino por el mas miserable del mundo (41). San Juan Chrisostomo (42) hace una hermosa comparacion, contrapesando las felicidades de los pobres con las de los ricos; y tengo por cierto, que si aquellos que tienen lo preciso para sostener la vida, y cubrirse de las injurias del tiempo, saben hacer uso de la razon, no solo no embidiaràn à los ricos, y poderosos, sino que les tendràn lastima. Por esso llama Virgilio (43) felices à los labradores, si estos saben conocer los bienes que possehen. Y yo llamo afortunados à aquellos que viven en la soledad apartados de estos engañosos aparatos de los sentidos (44); y mucho mas felices à los que viviendo en la soledad, ponen su dicha en el exercicio de la virtud, y contemplacion de las cosas divinas. Los que assi viven gustosos, es cierto que logran un contento, y satisfaccion de animo infinitamente mas estimable que los tesoros de Midas, y los triunfos de Cesar.

     117 Siguese de todo lo dicho, que los sentidos solo ofrecen falsos bienes, ò aparentes, y por consiguiente que es necedad ir los hombres dotados de razon buscando continuamente los engañosos atractivos de la concupicencia. Siguese tambien, que solo ha de fiarse el hombre de lo que le ofrecen los sentidos para la conservacion de su cuerpo, y el uso de los objetos sensibles ha de ser conforme à la razon, y à las leyes divinas, y humanas. Por esto serà convenientissimo no juzgar prontamente de lo que los sentidos presentan, porque en esto se expondràn los hombres à infinitos engaños. Serà bien suspender el juicio, ò dudar en semejantes representaciones, para examinar con la razon las cosas antes de assentir à ellas. En efecto la prudente duda, que tanto hemos aconsejado en el cap. 3. es en esto muy necessaria, porque hemos de considerar, que enflaquecida la razon por el pecado original, nos governamos mas por las apariencias de los sentidos, que por el juicio, y serà prudencia desconfiar de las representaciones dellos, y no mosvernos à desear las cosas que nos ofrecen, sin consultar la razon, y las maximas de la moral Christiana.

     118 En las cosas fisicas es grande el imperio de los sentidos, y en la misma proporcion lo es tambien el numero de errores que ocasionan. Cree el comun de los hombres, que las calidades sensibles como el frio, calor, humedad, sequedad, color, y otras semejantes, estàn en los objetos, y se engañan, porque estàn en su celebro, ò mejor en su alma, y los objetos las ocasionan. Desto he tratado en mi primer tomo de Fisica, y tratarè con mayor extension en el segundo. Por aora advierto, que este error viene à los hombres desde la niñez, y por esso es tan dificil de desarraigar. Quando somos niños, y nos acercamos à la lumbre, sentimos calor. En aquella edad no suspendemos jamàs el juicio, antes por el contrario, juzgamos de las cosas como nos parceen, y no como son, porque entonces somos sensibles, y no racionales, esto es, solo exercitamos la potencia de sentir, y no la de razonar. Por esto juzgamos que ay en los objetos todo aquello que causan en nosotros; y causando el fuego al calor quando nos acercamos à èl, nos parece que el fuego le tiene. Del mismo modo juzgamos entonces, que el color està en las cosas, siendo cierto que solo ay en ellas la disposicion que es necessaria para vibrar la luz, y hacer èste ù el otro color.

     119 Nace este error de otro que nos ocasionan tambien los sentidos, porque suelen los hombres juzgar que no existen algunas cosas, quando no alcanzan los sentidos à percibirlas. Creyòse mucho tiempo que el Arador era el insecto mas pequeño, y se creyò assi, porque no alcanzava la vista por sì sola à descubrir otros insectos infinitamente mas pequeños que el Arador, los quales despues se han podido ver con la ayuda del Microscopio. Tampoco alcanzaron muchos de los antiguos los satelites de Jupiter, y Saturno, ni conocieron que la via lactea era un numero copiosissimo de estrellas, porque la vista no descubria por sì sola estos cuerpos, y los percibe con el socorro del Telescopio. A este modo pudiera traer muchos exemplos de Fisica, para manifestar que no admitian algunos Filosofos si no aquellos objetos, que se proporcionavan à sus sentidos. Por esto como la intima textura de las partes de la materia no se percibe por los sentidos, no la tuvieron por causa real de los efectos de los cuerpos inanimados, y en su lugar substituyeron las formas. Como tampoco perciben los sentidos las partecillas que rodean al rededor del imàn, juzgaron que no las avia, y en su lugar pusieron una calidad oculta. Como no perciben los vapores, y exhalaciones que hacen la particular atmosfera de los cuerpos, ni la proporcion ò desproporcion entre ellos, y mucho menos su movimiento, juzgaron que no los avia, y quando se ofreciò explicar la fuerza electrica, y otros semejantes efectos, acudieron à las fingidas fuerzas de la simpatia, y antipatia. Muchos otros errores semejantes à estos cometen comunmente los Fisicos, en especial si estudian la Filosofia de los Arabes que han corrompido la Fisica, y solo puede decirse dellos, que fueron ingeniosos, pero con muy poco juicio. No viendo pues los hombres las pequeñas particulas del fuego que empujan à nuestras fibras, juzgan que estas no pueden causar el calor, y juzgarian tambien que una aguja, ò una astilla no podia causar dolor si no las viessen, ò tal vez juzgarian que estava el dolor en la astilla, ò en la aguja, como juzgan que està el calor en el fuego.

     120 Otro error ocasionan los sentidos muy general en las cosas pertenecientes à la Fisica. Suelen los hombres colocar baxo una misma especie las cosas que tienen entre sì semejanza, ò sea en el color, ò en el gusto, y por esto se goviernan para atribuirlas unas mismas calidades. Observò Galeno, que algunas cosas amargas eran calidas, y puso por regla general: Que todo lo amargo es calido (45), lo qual es falsissimo, y fundado en la sola semejanza que tienen las cosas en el sentido del gusto. Del mismo modo estableciò la otra maxima: Todo lo acedo es frio (46), ni se tuvo presente para afirmarlo otra cosa, que aver observado dos, ò tres distintas cosas acedas, y frias. Pero qualquiera medianamente versado en la practica de la Medicina, sabe que ambos axiomas son falsos, y pueden señalarse muchissimas cosas amargas que son frias, como la chicoria, cerrajas, y otras semejantes; y otras tantas acedas que son calientes, como los pimientos, las passas, y otras muchas. Para conocer de donde viene este error, basta considerar, que la virtud de calentar, ò resfriar, y assi de las demàs, consiste en la combinacion de todas las partes que componen un mixto, y del excesso con que dominan unas à otras. Esta combinacion en quanto es necessaria para causar el calor, no siempre està junta con la amargura, como ni la amargura se halla siempre junta con aquella combinacion. Demàs desto cada sentido requiere distintas vibraciones en las fibras de sus organos respectivos, para que assi correspondan en el alma las percepciones que les tocan, y puede un mixto tener la disposicion que se requiere en sus partes para excitar cierta vibracion en el gusto à quien corresponda la percepcion de amargura, y no hallarse con la disposicion que es necessaria para excitar la vibracion en el tacto del modo que se requiere para el calor, al modo que el almizcle excita una sensacion agradable en el olfato, y desagradable en el gusto. Galeno no se detuvo en estas cosas, y por esso su tratado de las facultades de los siemples està lleno de maximas engañosas, falsas, y ha sido facil arraigarse todas en el comun de las gentes en tantos siglos como se ha mirado por el Padres de la Medicina. Los Quimicos, y Botanicos modernos proceden en esto con mayor cautela, porque descubren en las plantas, y demàs simples la composicion de sus partes, y no se goviernan por la semejanza externa que tienen entre sì, sino por el agregado de todas las afecciones sensibles, y assi las averiguan certificandose de la verdad por el informe, y concurso de todos los sentidos à un tiempo. No solo en distinguir estas cosas se engañan los Medicos que se goviernan por las propuestas maximas, sino tambien en la semejanza de los simptomas, ò accidentes que acompañan à las enfermedades. Quexase una muger de un dolor que la aflige con gran molestia en la boca del estomago, y al mismo tiempo vomita coleras verdes. Llega el Medico, que solo se govierna por la semejanza exterior de las cosas, y luego juzga que es dolor colico, y aplicandole los remedios especificos desta enfermedad, no solo no la cura, sino que la empeora. Si hace uso de la razon, y no se fia de las primeras apariencias de los sentidos, juzgarà que el dolor, y el vomito nacen de afecto histerico, y con pocos remedios facilmente le darà la salud. Son infinitos los males internos, que por defuera se presentan à nuestros sentidos con señales semejantes, y es menester un juicio atinado para distinguirlos; pero no ay que esperar que los conozcan los Medicos vulgares, que solo se goviernan por los sentidos, y no consultan la razon.

     121 Pero en ninguna cosa se engañan mas los hombres, haciendo mal uso de los sentidos, que en el trato civil; y todos los errores que en èl se cometen, solo nacen de que se fian demasiadamente de las apariencias sensibles. Casi todos siguen las cosas que se imprimen mas en el alma, y forman huellas mas hondas en el celebro; y como las cosas sensibles hagan esto porque tocan à los hombres mas vivamente, por esso facilmente dexan llevarse de sus impressiones. Pero el hombre sabio, enterado de los engaños que ocasionan las imagenes de los sentidos, percibe como los demàs los objetos que se le presentan, y juzga, no segun las apariencias, sino segun la razon. Si yo pudiera imprimir esta maxima en el comun de los hombres, sè ciertamente que serian mas racionales, menos sensibles. Para conocer esto, harè ver algunos errores frequentes en el comercio civil, y este conocimiento podrà servir para evitar muchos otros, siendo impossible proponerlos todos.

     122 Es frequentissimo juzgar los hombres de las cosas por las apariencias: que se presentan à los sentidos, sin examinar la realidad de las mismas cosas, y por esso es tambien frequentissimo engañarse. Bello rostro tiene Ariston, dice uno, la cara es de hombre de bien: què agasajo tiene! es cierto que tiene policìa, y habla con modo, y trata con cortesìa à todo el mundo. O! es Ariston muy buen hombre. Este juicio, de que Ariston es hombre de bien porque tiene buen rostro, porque habla con modo, &c. suele ser fatalissimo, y muchas veces con estas circunstancias se halla un ladron insigne. La razon dicta, que para afirmar seguramente que Ariston es hombre bueno, sepamos que es virtuoso, porque como hemos dicho no puede serlo de otra forma (115). Pues si todas aquellas apariencias externas se compadecen tanto con la virtud como con el vicio, porquè ha de governarse el hombre por ellas para afirmarlo? Del mismo modo yerran los que juzgan lo contrario. Cleobulo, dice otro, va con abitos largos, el cuello torcido, sombrero grande, con gran compostura, y despues se ha averiguado que era hipocrita, y por tal le han castigado. No ay que creer pues à èstos que andan con semejante trage, y figura. Este ultimo juicio es erradissimo, ya porque de un exemplar, que se ha presentado à los sentidos, no se ha de juzgar de todos, como hemos visto hablando de la Experiencia (99), ya tambien porque si Cleobulo con aquel abito exterior de virtud era hipocrita, no lo son otros, antes es muy regular acompañar à la verdadera virtud aquella modesta compostura.

     123 Por otro camino yerran tambien muchissimos. Oyen à un Predicador, que habla con frases compuestas, y adornadas, sus voces son exquisitas, sus clausulas tienen cadencia, su ayre en el decir es primoroso, y sin otro examen dicen: O! este es un Predicador sin segundo. Este juicio es de los mas comunes, y mas errados que oigo en el trato civil. Con todas prendas no tiene el Predicador otra habilidad, que la de embelesar à necios, porque todas no hacen mas que hinchar la fantasìa, y halajar los sentidos con bellas apariencias. Tan acertado es aquel juicio, como el que hiciera un hombre si viesse à una Mona con manillas, perlas, afeites, y otros adornos externos, y la tuviera por hermosa. La regla fixa (47) que qualquiera hombre cuerdo ha de tener para distinguir estas vanas apariencias de la realidad de las cosas, es considerar la solidèz de las maximas que el Predicador propone, y ver si en ellas resplandece lo verdadero, y lo bueno, si ay orden, y conexion entre las pruebas del assunto, y si estas son eficaces para hacer que el auditorio convencido, se mueva à amar lo bueno que se

propone, y seguir la verdad que se persuade; pero en oyendo à un Predicador que empieza con antithesis frequentes, con vanos preambulos, con frasses muy estudiadas, y con cadencias poeticas, serà bien desconfiar un poco, porque es cosa comunissima que semejantes artificios anden juntos, no con verdades solidas, sino con fruslerias, y puerilidades. En efecto estas artes son para encantar los sentidos con la harmonia de aquella Musica con que el Orador canta mejor que predica, y no hemos de dexarnos llevar de sombras, sino de realidades.

     124 Cada vez que veo esto entre los Christianos, me lastimo de la falta de Logica de muchos oyentes, porque si estos supieran despreciar como merecen tales adornos, tal vez no los usarian los Predicadores. Y es cierto que no los necessitan los que predican la palabra de Dios, porque èsta por sì es eficacissima, y propuesta con claridad, y dulzura halla facil acogida en el corazon humano, donde estan estampadas las señales de la luz del rostro del Señor (41). Las maximas del Evangelio de Jesu Christo llevan consigo tanta claridad, y resplandor, que no necessitan para ser estimadas, de vanos adornos, y mucho menos de las superfluidades con que à veces las vemos vestidas; y es cosa comunissima que los que predican valiendose de semejantes artificios hagan muy poco fruto, porque los hombres son muy sensibles, y escuchan con mayor gusto los atractivos de los sentidos, que el peso de la razon; y si debaxo de aquellos aparatos ay algunas verdades solidas, no las considera el entendimiento, porque le ofusca la aparente dulzura de los sentidos (48).

     125 No es esto decir que se ayan de trabajar todas las Oraciones sin ningun adorno, porque no sijo el dictamen de los que dicen, que la eloquencia es naturaleza, y no arte. Pocos dias ha vi estampada esta maxima en el segundo tomo de las cartas eruditas del P. M. Feijoò, y me parece que solo se halla en el titulo de la carta, y no en el cuerpo della. Porque lo que el P. M. Feijoò prueba, es que sin arte ay quien es eloquente, y que por mas arte que aya nunca puede ser uno eloquente sin la naturaleza, esto es, sino tiene un gran fondo de natural eloquencia. Esto es verdad, y es falso el titulo, porque en en èl se dà à entender, que el estudio de la Retorica para nada sirve, y assi lo afirma este Escritor famoso. Yà Quintiliano (49) tratò de proposito este assunto, y aviendo rechazado a los que tenian la Retorica por inutil, afirma que sin el arte, ninguno puede ser Orador consumado, aunque sea tambien necessaria para esto la naturaleza. En nuestros dias han renovado estas quexas algunos Modernos (50) ponderando, que debia la Retorica desterrarse del pulpito. La mayor parte de los eruditos no aprueban tan universal dictamen, y quantas invectivas emplearon los Antiguos, y Modernos contra este Arte, fue solo por desterrar el abuso que se observa en algunos, que unicamente se aprovechan dèl para hacerse habladores hinchados. S. Agustin (51), y muchissimos Escritores que han examinado bien esta materia juzgan, que en algunas ocasiones es utilissimo el Arte de la eloquencia, si se sabe hacer de èl buen uso. Como quiera que sea, sin introducirme en semejante question me parece que no puede ser acertado el dictamen del P. M. Feijoò, porque debiera aver antes estudiado de proposito la Retorica; aver visto el uso artificioso conque se han aprovechado loablemente della los Griegos, y Latinos; aver mirado de intento, no la Retorica pueril que suele enseñarse à los muchachos, sino aquel arte racional de animar los pensamientos, de mover los afectos, de excitar las passiones, y de hacer mas clara la verdad, lo qual no lo ha hecho segun èl mismo confiessa (52); pues còmo ha de ser justo el dictamen sobre una materia no estudiada? Del mismo modo que el de aquellos que impugnan los sistemas modernos sin averlos visto.

     126 Digo pues que pueden trabajarse las oraciones con estudio, y à veces es necessario valerse del arte para hacerlas perfectas; porque uno de los fines del Orador es persuadir, y para esto algunas veces es menester excitar los afectos, y animar las passiones de los oyentes, lo qual con el arte se hace maravillosamente. Demàs desto ay algunas verdades que son intolerables à los hombres, y el Orador ha de hacerlas suaves, y acomodarlas à ser bien recibidas, por lo que en algunas ocasiones es bien hacer un poco deleitable la Oracion, porque la verdad que parecerìa inadmisible por sì sola, es bien recibida por lo dulce, y agradable que la acompaña (53), que, al fin, bueno es usar de algun arte para hacer comprehender à los hombres la verdad quando se considera, que no ha de lograrse esto de otra manera. Pero siempre ha de llevar el Orador la mira de poner el fundamento de su oracion en las verdades ciertas, en las maximas solidas, y en introducir en los oyentes el amor à lo bueno, y à la virtud, y solo para hacer ver claramente estas cosas le serà licito usar de adornos, pero nunca serà bien colocar todo el trabajo en hablar mucho, y decir nada. Si el P. Feijoò dixera, que el arte ha de ser en las Oraciones muy dissimulado, y tanto, que se confunda con la naturaleza, y que la fuerza de la eloquencia verdadera ha de consistir en el vigor de las maximas, y en lo solido de las sentencias, y no en la pompa de las palabras, huviera dicho una verdad admitida de todos los Sabios.

     127 O! dirà alguno que esso es rigor de los Criticos, porque no ay Sermon donde no se propongan muchos textos de la Sagrada Escritura, y estos contienen grandes verdades. Es assi, pero tambien es certissimo que los mas de aquellos textos no los entiende el Pueblo en el modo que suelen proponerse, y me consta esto por experiencia, y si se comprehende lo que contienen, nada persuaden por la mala aplicacion, porque el entendimiento humano es de tal naturaleza, que busca el orden, y conexion entre sus ideas, porque en esto consiste la fuerza de razonar, y como no fuele hallar esta conexion muchissimas veces entre los lugares de la Escritura que se explican, y el assunto à que se traen, por esso no queda convencido. No pretendo con esto dar à entender que no se hallan Oradores muy estimables, antes por el contrario conozco, y reverencio algunos por su dotrina, por su rara eloquencia, y por su exemplo, y sino temiera ofender la modestia de alguno, le propusiera como modelo digno de imitarse en este assunto.

     128 Valgame Dios, dice Aristlon, que primoroso, y sabido es Adonis! Tiene una hora de conversacion, y en toda ella habla chistes, y cosas agudas que es un pasmo; què equivocos usa! Naturalmente habla en verso, y con suma facilidad deleita. Vanissimo es el juicio que hace Ariston de su Adonis y es porque no tiene Logica, ni trabaja en exercitar la razon, porque esso mismo que tanto alaba, hace intolerable à los sabios la conversacion de su Adonis. Qualquiera puede notar, que estos tales ordinariamente se escuchan, y hablan tan afectadamente, que toda su agudeza y toda su poesìa no es mas que una vanissima afectacion y se conoce facilmente atendiendo, que en todo un año, despues de aver tenido todos los dias una hora de semejantes conversaciones, en todo el año digo no ha dicho una sola verdad nueva, ni nada que ayan tenido los concurrentes que aprender; lo que ha dicho son cosas vulgarissimas con frases pomposas, que es lo mismo que si huviera engastado en plata un pedazo de corcho. No obstante à Ariston le gusta este su Adonis, porque le hincha los sentidos, y le halaga con algun deleyte superficial. Si Ariston estudia la buena Logica, sabrà que nada ha de satisfacer al entendimiento sino lo solido, y lo util, y estas cosas no se hallan sino en lo verdadero, y en lo bueno. Por esta razon han de despreciarse tantas poesìas, que cada dia nos vienen à las manos, y nada mas ay en ellas que la cadencia, y solo las pueden aprobar los hombres que tienen el entendimiento en os oidos. Los que se contentan con las apariencias sensibles, celebran mucho algunos poemas, que ni tienen substancia, ni tienen solidez, ni contienen mas que pensamientos superficiales, y en fin que son mas frios que el mismo yelo. No obstante se aplauden, y se celebran como venidos del Cielo, y estos vanos aplausos nos acarrean despues una lluvia de Poetas que nos oprimen, y la poesìa se hace estudio de moda, de suerte, que es tenido por grande hombre un vanissimo Poeta. Por esto son tan comunes las malas poesìas, y tan abundantes, que tan facil es tropezar con los malos Poetas, como con langostas, vicio que ya reprehendiò con agudeza el ingenioso Don Francisco de Quevedo; y no ay esperanza de que se corrija sino se estudia muy de proposito la verdadera Logica, y se hacen los hombres à no fiarse de las apariencias de los sentidos, y à consultar siempre la razon.

     129 Entre las apariencias de los sentidos ninguna es mas engañosa que la que lleva el caracter de bello, y de hermoso. Todavia no estàn conformes los Filosofos en difinir en què consiste lo que llamamos hermosura, y belleza, assi en las cosas animadas, como inanimadas. Yo pienso; que lo que llamamos hermosura en las cosas sensibles es el orden, y proporcion que tienen entre sì las partes que las componen. Este orden es relativo à nuestros sentidos, porque à unos parece hermoso lo que à otros feo; y tanta variedad como se encuentra en estas cosas, nace de la impression diversa que un mismo objeto ocasiona en distintos hombres, y del diferente modo con que excita los sentidos en cada uno. Sucede pues en esto lo mismo que en todas las otras percepciones de los sentidos, que solo nos ofrecen las cosas con proporcion à nuestro cuerpo (103). La hermosura sensible no es mas que apariencia, porque no es mas que la combinacion de los rayos de la luz segun la reciben de los objetos, y la comunican à nuestros ojos; y por esso quando se mudan las cosas que embian la luz, se muda la hermosura dellas. Desto ay infinitos exemplares en las flores, y en las mugeres que parecen hermosas en la verdor de los años, y feas en haciendose viejas; y es porque la edad va mudando la contextura del cuerpo de modo, que la luz no adquiere en la vejèz la vibracion que adquiriò en la juventud.

     130 Siguese desto, que la hermosura destas cosas sensibles es una apariencia, que solo puede arrastrar à los hombres que dexan llevarse de sus sentidos sin exercitar la razon. El ver pues como inconsideradamente buscan muchos estas apariencias, y van con inquietudes continuas àzia estos vanissimos atractivos de los sentidos, hace ver el poco uso que hacen los hombres de la razon, y lo poco que reflectan para distinguir lo aparente de lo verdadero. La verdad tiene una hermosura, que puede satisfacer al entendimiento; la bondad lleva consigo una belleza capàz de atraer à la voluntad. Si yo dixera, que el entendimiento recibe un gran contento quando descubre la verdad (54), y que la voluntad le recibe tambien quando ama lo bueno, diria una cosa certissima, y digna de que la escuchassen, y meditassen seriamente todos los hombres; pero son tan sensibles por lo comun, que les parecerà esto digno solo de contarlo à los habitadores de los espacios imaginarios.

     131 Los hombres, que solo hacen uso de sus sentidos, miran este orden de la hermosura, y siguen los desordenados afectos que ocasiona. Què voz tiene Lucinda tan suave! què ayre tan magestuoso! Es una maravilla como canta, como anda, como habla! Todo es un encanto. Y es verdad que es un encanto para los que se paran solamente en las apariencias sensibles. Ni ay que dudar, que el tono de la voz, el ayre del semblante, la risa natural, el trato amable, y à veces las lagrimillas de las mugeres son un dulce veneno que ocasiona mil estragos en los poco advertidos, que no conocen que aquellas cosas, ò son la luz diferentemente modificada, ò el ayre vibrado con mayor, ò menor fuerza.

     132 Para conocer mejor la vanidad destas apariencias, se puede considerar la hermosura, y belleza de las cosas como un orden fisico, ò como orden moral. En el primer modo admira la hermosura à los labios, porque consideran en ella un orden de partes maravillosamente fabricado por el Criador, y porque se descubre aquel numero, peso, y medida con que ha hecho todas las cosas materiales, y sensibles. La consideracion de lo hermoso, y de lo bello en este sentido es inocente, y tal vez loable, porque excita la idea de la divina Omnipotencia. Con orden moral se consideran estas cosas como pertenecientes à las costumbres, ò como objetos de las acciones morales de los hombres. En este modo no puede el hombre, ni debe amar, ni abrazar semejantes objetos, sino conformandose con la ley divina, y con sus sacrosantos mandamientos, y preceptos (115); y esto es lo que dicta la razon, porque con ella alcanzamos, que de todas las cosas sensibles no podemos debidamente hacer otro uso, que atendiendo al fin que el Criador se ha propuesto, y con respecto àzia la eterna felicidad de los hombres.

     133 En el amor à lo bello sensible erramos tambien de otra manera. Quando se nos presenta un objeto hermoso à la vista, no solo tenemos la percepcion, ò imagen que entra por los sentidos, sino que juntamos à esta percepcion la idea del bien, y la voluntad es llevada à amarle. Pero como ya hemos dicho todas las apariencias, y objetos de los sentidos no ofrecen sino falsos bienes, ò aparentes, y àzia ellos nos arrastran la concupicencia, y el desorden de los apetitos. El hombre que usa de la razon no hace caso destos aparentes bienes, y dexa de juntar la idea del bien con semejantes objetos, antes algunas veces junta la idea del mal, la idea de lo aparente, la idea de lo engañoso, la idea de lo falso, y deste modo aparta de la voluntad el amor desordenado de las cosas bellas sensibles.

     134 Esta facilidad de detenerse los hombres en las cosas sensibles nace, como ya hemos dicho, de que las huellas que èstas dexan en los nervios, ò en el celebro son muy hondas, y duran mucho, y con dificultad se borran, y como el alma corresponde con ciertas representaciones (28), de aì procede que le hagan mayor impression las cosas que entran por los sentidos, que las que por sì misma alcanza. Este es el motivo de muchissimos errores, y en especial de que hacemos mucho caso de lo que tenemos presente, y despreciamos lo venidero. Todos los Christianos, y todo hombre que hace uso de la razon, conoce la eternidad, y sabe que no somos criados para este mundo, sino para el Cielo, no obstante estamos tan atados con aquèl, que muy pocas veces pensamos en èste, y es porque el mundo le tenemos presente, y obra continuamente sobre nuestros sentidos, y la eternidad la miramos de lexos; ò lo que es lo mismo, conocemos este mundo por los sentidos, y al Cielo con la razon.

     135 Todas estas consideraciones tiran à fortalecer la razon contra las apariencias de los sentidos, y à avisar à los hombres, que sus sentidos son tal vez su mayor enemigo, que no deben facilmente dexarse llevar de sus representaciones, y que no juzguen precipitadamente por solo su informe sin consultar la razon. Hanse de mirar como instrumentos dados por el Criador para la conservacion del cuerpo humano; y se ha de advertir, que siendo los unicos medios por donde el alma empieza a alcanzar las cosas (17), son tambien el principal origen de sus errores, y de sus males.

Arriba