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1

La iglesia parroquial de San Miguel de los Octoes ocupaba el sitio que hoy llena la plaza y mercado de San Miguel, prácticamente frente por frente a la casa donde nació Lope. Fue demolida a principios del siglo XIX, y trasladada su feligresía a San Justo.

 

2

Amigo y consejero de la familia de Vega fue el beato Bernardino de Obregón, amistad que duró largo tiempo, ya que incluso fue testamentario de la madre. Este hombre virtuoso debió influir mucho en la conducta del bordador. Por lo menos, así lo refiere FRANCISCO DE HERRERA MALDONADO, en su Libro de la vida y maravillosas virtudes de Bernardino de Obregón, Madrid, 1633: «Entre los amigos que tuvo el santo Bernardino estimó con grandes ventajas a Feliz de Vega, gran imitador de sus virtudes y costumbres, que hasta su muerte siguió sus loables ejercicios con notable ejemplo, sin faltar día del Hospital de la Corte (o Buen Suceso), donde él y sus hijos hacían las camas, barrían y limpiaban los tránsitos, lavaban los pies y las manos a los pobres, velaban a los que morían, y a los que iban convaleciendo consolaban, regalaban y vestían; hizo de Feliz mucha confianza el santo Bernardino, comunicándole cosas gravísimas tocantes a la perfección de su vida y penitencia, y de los favores y mercedes que Dios le hacía; liciones que perficionaron a Feliz de Vega para llegar en la virtud a heroicos grados, y que después comunicó a Isabel del Carpio, su hija mayor, que vivió con notable opinión de mujer santa...».

 

3

De su padre, Lope de Vega ha hablado alguna vez, y recuerda que también escribía:


Efectos de mi genio y mi fortuna
que me enseñastes versos en la cuna,
dulce memoria del principio amado
del ser que tengo, a quien la vida debo,
en este panegírico me llama
ingrato y olvidado,
pero, si no me atrevo,
no fue falta de amor, sino de fama,
que obligación me fuerza, amor me inflama.
Mas si Félix de Vega no la tuvo,
basta saber que en el Parnaso estuvo,
habiendo hallado yo los borradores.
Versos eran a Dios, llenos de amores;
y aunque en el tiempo que escribió los versos
no eran tan crespos como ahora y tersos,
ni las musas tenían tantos bríos,
mejores me parecen que los míos.


(Laurel de Apolo, silva IV.)                


Hay otras varias referencias a su padre (La venganza venturosa, La villana de Getafe, etc.). En cambio, faltan las alusiones a su madre. VOSSLER ha destacado que las madres del teatro de Lope son, en general, tipos desagradables. Pero, añade, «no debe atribuirse esto a los sentimientos del poeta hacia su propia madre, sino al estilo literario de la escena del Renacimiento». (Lope de Vega y su tiempo, pág. 15.)

 

4

El convento de la Victoria estaba situado a la entrada de la Carrera de San Jerónimo, entre las actuales calles de Espoz y Mina y de la Victoria, que lo recuerda. Fue fundación, en 1561, de Fray Juan de la Victoria, provincial de los mínimos de San Francisco de Paula. Fue derribado en 1836. Durante el siglo XVII, a juzgar por las numerosísimas citas literarias, sobre todo en el teatro, era punto de cita de elegantes y damiselas. La partida de entierro de la madre de Lope habla de que murió «en la calle de Majadericos, a la portería de la Victoria». La calle de Majadericos ['batihojas o tiradores de oro'] era la actual de Cádiz. (MESONERO ROMANOS, El antiguo Madrid.)

 

5

Góngora le atacó en el soneto:


   Por tu vida, Lopillo, que me borres
las diez y nueve torres de tu escudo,
porque aunque todas son de viento,
dudo que tengas viento para tantas torres...



Cervantes se burló de lo mismo en los preliminares del Quijote:


No indiscretos jeroglí-
estampes en los escu-



 

6

Estos Estudios, fundados en 1560, fueron luego el Colegio Imperial de San Pedro y San Pablo, en la calle de Toledo (es el actual edificio del Instituto de San Isidro y la Iglesia Catedral), alimentados con las fuertes rentas que les donó la Emperatriz doña María, hermana de Felipe II. (Véase E. TORMO, Las iglesias del antiguo Madrid, I, pág. 150 y siguientes.) Popularmente, se confundían los Teatinos y los Jesuitas, llamándose por aquella designación ambas órdenes. Todavía muy avanzado el siglo XVII, Duque de Estrada habla de «el teatino que tiene alborotada a España este año de 1669», refiriéndose al padre Nitard, confesor de la Reina, que era jesuita. (Véase JUAN MILLÉ, Estudios de literatura española, La Plata, 1928, pág. 46.)

 

7

«Serví al obispo mi señor D. Gerónimo Manrique... El amor que le tuve fue inmenso, las obligaciones iguales, las pocas letras que tengo le debo...». (Revista de Archivos, VI, pág. 386.) Antes de ser obispo de Ávila, Manrique lo había sido de Cartagena, Inquisidor general y Vicario general de la armada vencedora en Lepanto.

 

8

No podemos tomar al pie de la letra los tres lustros del texto. Sabemos que en ese momento Lope tenía seis años más. Es posible, y así se piensa, que esa frase, tres lustros, sea una exigencia del metro, pero tampoco se debe olvidar la tendencia de Lope a presentarse más joven de lo que en realidad era. De esa inocente manía hay numerosos ejemplos en sus obras.

 

9

De edad muy temprana debe de ser la traducción del poema latino de Claudiano De raptu Proserpinae, que Lope dedicó a Ascanio Colonna, en 1577. Esa traducción se ha perdido. De ella decía Lope:


Vive sin luz, por ser en tierna infancia.

(Obras sueltas, IX, pág. 366.)                


 

10

Si como en tantas ocasiones La Dorotea es fiel trasunto de la realidad, queda por aclarar todavía quién es la Marfisa, que en el libro sale, ayudando a Lope en sus trances, y haciendo alusión a un hijo de ambos. Manteniendo el rigor cronológico, en el libro, Marfisa habría sido aventura anterior a Elena Osorio.