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171

J. FALCONIERI, op. cit., pág. 85.

 

172

Fue la crítica del siglo XVIII la que sugirió polémicamente la idea de una lucha entre teatro docto y «regular» por un lado y teatro popular lopesco por el otro, hasta erigir en representante del primero a Cervantes y afirmar la existencia de una «tragedia» clásica española en el XVI, en oposición a la «comedia» popular. Tales ideas han tenido una larga vida y emergen incluso en la crítica más reciente. Un estudioso español (A. HERMENEGILDO, Los trágicos españoles del siglo XVI, Madrid, 1961), por ejemplo, ha escrito un volumen de 617 páginas con la expresa intención de poner orden en la confusa materia de los «trágicos» españoles del XVI. A nuestro parecer, el ingente esfuerzo, si bien ha dado frutos en el plano de la erudición por la amplitud del material acumulado, no ha conducido a resultados apreciables desde el punto de vista historiográfico. Aquí nos limitaremos a observar que: 1.º) La cultura española del XVI no tiene de ningún modo una noción humanista de los géneros «comedia» y «tragedia»; más bien muestra ser heredera de la tradición retórica medieval, y, por tanto, no se puede, si no es infringiendo la realidad histórica, tratar de explicar la existencia práctica del teatro español del XVI a partir de las ideas de los teóricos humanistas españoles como Pinciano y Cascales, que, además, pertenecen a la última parte del siglo XVI o incluso ya al XVII. 2.º) Los ejercicios humanísticos en latín, típicos de los ambientes académicos, tienen una escasa y menospreciable influencia sobre el teatro representado en lengua vulgar. 3.º) Los intentos de tragedias en castellano de Bermúdez están estrechamente ligados al ambiente humanista de la Universidad de Coimbra, y el único intento de Virués de tragedia adaptada a las reglas (Elisa Dido), precisamente por su declarado carácter de excepcionalidad, no pasa de ser un episodio más libresco que teatral. 4.º) No nos parece aceptable reunir bajo la etiqueta de «trágicos españoles» a autores tan distintos como Artieda, Virués, Cueva, Argensola, Cervantes, Lobo, Lasso de la Vega, intentando luego sacar las características comunes para definir un concepto de «tragedia española» que no existe. En verdad, Hermenegildo, que, al comienzo de su trabajo (pág. 9), protestaba contra la «crítica negativa de la tragedia española, nunca apoyada en el estudio directo de las piezas dramáticas, sino en las teorías lanzadas por Moratín», ha estudiado, sí, con diligencia, los textos, pero no ha sabido desasirse del concepto neoaristotélico de tragedia, que ha conducido su investigación. Mejor hubiera sido estudiar cada texto en su específica realidad histórica. En efecto, cuando los españoles se orientaron hacia tentativas de tragedias, lo hicieron sin rigor de obsequio a las «reglas»; el mismo «senequismo» no fue sino la aceptación, bastante libre, de una teoría y de un gusto que dejaba -sobre todo a través de la interpretación de Giraldi Cinzio- la puerta abierta a la tragicomedia. Por tanto, nos parece que lo que habría que estudiar, mejor que la abstracta categoría de los «trágicos» españoles del siglo XVI, es cómo y por qué, en la cultura española del quinientos, ya desde los tiempos de Torres Naharro, se constituyó una «poética» teatral tan distinta de la clásico-italiana y capaz de determinar un gusto y una tradición originales.

 

173

Sobre Bermúdez, véase J. P. W. CRAWFORD, The influence of Seneca’s Tragedies upon Ferreira’s Castro and Bermúdez’s Nise Lastimosa and Nise Laureada, en «Modern Philology», XII, 1914, págs. 171-186; A. HERMENEGILDO, op. cit., págs. 149-180 y 553-555; M. D. TRIWEDI, Notas para una biografía de Jerónimo Bermúdez, en «Hispanófila», 29, 1967, págs. 1-9.

 

174

A. SILVA (seud. de J. Bermúdez), Nise lastimosa, Nise laureada, en «Parnaso español», Madrid, 1772, VI; hay también ed. de Ochoa en Tesoro del teatro español, París, 1838, I.

 

175

J. P. W. CRAWFORD, Spanish Drama before Lope de Vega, Philadelphia, 1937, pág. 162.

 

176

Sobre Rey de Artieda, véase H. MÉRIMÉE, L’art dramatique à Valencia, cit., págs. 290-324; E. JULIÁ MARTÍNEZ, Nuevos datos sobre Micer Andrés Rey de Artieda, en «Boletín de la Real Academia Española», XX, 1933, págs. 667-686, y en separata, Madrid, 1934; A. HERMENEGILDO, op. cit., págs. 198-280 y 587-589.

 

177

Véase Poetas dramáticos valencianos, cit., I, pág. XXVI.

 

178

Ibíd., I, pág. XXVII.

 

179

Es el soneto César después que la cabeza mira del segundo acto, que procede del soneto LXX del Canzoniere.

 

180

Es de 1555 la obra en verso (redondillas) de P. ALBENTOSA Historia lastimosa y sentida de los dos tiernos amantes Marcilla y Segura, naturales de Teruel, mientras D. Ramírez Pagán recuerda a los dos amantes en una composición incluida en la Floresta de varia poesía, Valencia, 1562. Sobre la leyenda y sobre su desarrollo, véase E. COTARELO Y MORI, Sobre el origen y desarrollo de la leyenda de los amantes de Teruel, Madrid, 1907, que subraya la influencia de Boccaccio (Decameron, IV, 8).