Escena
I
|
|
ZULIMA,
ADEL, MARSILLA, adormecido en la
cama.
|
ZULEMA.- Tú eres el único
depositario de este secreto.
|
ADEL.- Sultana, recias son las llaves de los
calabozos, y en veinte años no se me han hecho pesadas;
ligera es ésta del harem que hoy me das, y ya me descoyunta
la mano.
|
ZULEMA.- Y ¿por qué? ¿No es
llave también de una cárcel?
|
ADEL.- En la cárcel donde se gime, puede
el carcelero recibir mil huéspedes sin peligro; pero en la
cárcel donde se goza, si da entrada a más de uno, ya
puede despedirse de su cabeza.
|
ZULEMA.- ¿Rehúsas ahora
servirme?
|
ADEL.- Señora, ya sabes tú que no
puedo rehusarlo. El ínclito Amir Zeit Abenzeit, que
Alá prospere, dijo a sus siervos al partir de Valencia:
obedeced a nuestra esposa Zulima como a mí mismo mientras yo
me detenga en Murcia.
|
ZULEMA.- Debes obedecerme.
|
ADEL.- Así lo he hecho, y así lo
haré. Pero tornará a Valencia el Amir; y si amanece
un día aciago en que las piedras hablen, me dirá el
querido del profeta: ¿Por qué has introducido en
nuestro real harem a un perro cautivo? Yo podré responderle
que así lo mandó la sultana Zulima; pero tal excusa
no librará al introductor de ser azotado, desorejado, y
acañavereado o quemado vivo. Yo quisiera evitar esto, salvo
tu parecer.
|
ZULEMA.- ¡Maldígate Alá,
vaticinador de desastres! ¿La llama del suplicio nombras
delante de quien arde en la del amor?
|
ADEL.- Como una puede conducir a otra...
|
ZULEMA.- ¿Juzgas que he descuidado
nuestra seguridad? Ausente el rey, nadie penetra en estas
habitaciones. Ramiro se hallará aquí tan aislado, tan
ignorado como cuando yacía bajo tu custodia en la mazmorra
más profunda de la alcazaba. Además, tú propio
me dijiste que si permanecía allí dos días iba
a expirar.
|
ADEL.- Verdad te dije: pero harto mejor hubiera
sido callar hasta pasado mañana.
|
ZULEMA.- Tú entonces le hubieras
acompañado en la tumba.
|
ADEL.- Peligros por un lado, perdición
por otro. Está visto que mi suerte se halla enlazada con la
de ese buen idólatra: cúmplase lo que está
escrito. Tarda mucho en volver en su acuerdo.
|
ZULEMA.- Tarda demasiado. ¿Si te
excederías en la dosis del narcótico?
|
ADEL.- No sabemos a qué hora lo
tomaría. Yo le descolgué anoche la vasija, pero no le
envié gana de beber al mismo tiempo. Y como le tiene tan
debilitado la enfermedad... Por la torre de la Caaba,
señora, que el objeto de tus bondades más bien debe
inspirar lástima que amor.
|
ZULEMA.- Lástima fue la que me condujo a
amarle. Veíale yo en el jardín del serrallo cargado
de pesados hierros, tal vez insuficientes a sujetar sus brazos
indómitos; al pasar delante de mis celosías, notaba
yo la palidez de su noble rostro; oía sus suspiros, las
palabras incoherentes, únicas con que interrumpía su
tétrico y porfiado silencio. ¿Por qué
suspiras?, solía yo decirle detrás de los cortinajes
de las ventanas. Soy esclavo, me respondió siempre.
|
ADEL.- ¡Cuánto aman los cristianos
a su patria!
|
ZULEMA.- Veneno brotan todas tus expresiones,
Adel. Pero te engañas, vaso de malicia, te engañas en
tus mezquinas sospechas. Ramiro no suspira por una querida; Ramiro
no ha tenido amores en su patria; aquel pecho altivo no es capaz de
rendirse a un amor ordinario, un amor de cristiana; sólo un
amor de África, ardiente como el sol, que hace carbón
el cutis, pudiera inflamarle. Ramiro es un caballero de ilustre
cuna: bien lo prueba la joya que ocultaba en el seno. Criado en la
opulencia, habituado al poder, ¿no ha debido hallar la
servidumbre cruelísima, insoportable? Por eso ha hecho
tantas tentativas para evitarla.
Segura estoy de
que cuando me lean ese lienzo que le hemos hallado, escrito en
español con su sangre, o cuando consienta en declarar su
cuna, oiremos uno de los apellidos más ilustres de
España. ¿No murieron de pesadumbre algunos de los
caballeros que aprisionó Yacob en la batalla de Alarcos?
¿No los mató su orgullo? ¿Por qué no ha
de ser Ramiro orgulloso como ellos? ¿Por qué
más bien ha de ser amante? ¡Desdichado él
entonces! ¡Desdichada yo! Si tanta aflicción, tantos
esfuerzos por alcanzar la libertad, tanta indiferencia conmigo,
tuvieran su origen en el amor, ¿qué amor
igualaría al suyo? Ramiro, despierta para calmar mi recelo:
dime si quieres que no me amarás nunca, pero júrame
que nunca has amado.
|
ADEL.- Yo desearía precisamente lo
contrario.
|
ZULEMA.- Tú no le conoces: si
llegó a amar una vez, aquel amor llenará toda su
vida. (Abre, y registra el cuerpo superior del
bufete.)
|
ADEL.- A todo esto, él guarda un silencio
que puede significar cualquier cosa.
|
ZULEMA.- Creía tener aquí un
espíritu que le hiciera volver. Voy a buscarlo.
|
|
(Vase.)
|
Escena
V
|
|
ZULIMA.
MARSILLA.
|
ZULEMA |
Su pecho empieza a latir. |
|
|
|
ZEANGIR |
Ya es tiempo: así que
perciba... |
|
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|
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|
(Aplícale un pomito a la
nariz.)
|
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|
MARSILLA |
(Incorporándose.)
|
¡Qué luz tan
viva!
|
|
No la puedo resistir. |
|
|
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ZULEMA |
(Corriendo las cortinas de la
ventana.)
|
De aquella horrible
mansión |
5 |
el triste a las sombras
hecho... |
|
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|
MARSILLA |
No es esto piedra: -es un
lecho. |
|
¿Qué ha sido de mi
prisión? |
|
Señora... |
(Reparando en ZULIMA.)
|
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|
ZULIMA |
Por orden mía,
|
|
en medio de tu letargo |
10 |
te trajeron, y a mi cargo |
|
estás aquí. |
|
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ZULEMA |
Cese tu afán.
|
|
Serás libre. |
|
|
MARSILLA |
¿Dónde estoy?
|
|
¿Quién eres? |
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|
ZULEMA |
¿Quién? -Hija
soy...
|
15 |
del alcaide... |
|
|
MARSILLA |
¡De Merván!
|
|
(Dirige una ojeada rápida
alrededor de sí; ve sobre la cama el lienzo ensangrentado, y
lo esconde.)
|
|
|
ZULEMA |
Sí, pero aunque soy
mujer, |
|
mi voz el valor disfruta |
|
de ley... y nada ejecuta |
|
Merván sin mi parecer. |
20 |
Ausente el rey de Valencia, |
|
de este alcázar la
señora |
|
soy yo, es Zoraida. |
|
|
MARSILLA |
(Aparte.)
|
¡Traidora!
|
|
¿Si han leído?...
¡Qué imprudencia! |
|
Yo sus secretos contemplo |
25 |
(A ZULIMA.)
|
que Merván fía de
ti. |
|
|
|
ZULEMA |
No los tiene para mí. |
|
Tú debes seguir su
ejemplo. |
|
|
|
|
ZULEMA |
La inquietud
|
|
deja; tu mal cede ya; |
30 |
pronto te arrebolará |
|
el carmín de la salud. |
|
|
|
MARSILLA |
Mi dolencia necesita |
|
un remedio... |
|
|
|
|
ZULEMA |
No habrá medio que se
omita, |
|
con tal que a tu dicha cuadre. |
|
La libertad, un tesoro |
|
te ofrezco... |
|
|
MARSILLA |
Me basta el oro
|
|
que me ha quitado tu padre. |
40 |
Robóme hacienda y
ventura |
|
cuando apresó mi
navío. |
|
|
|
ZULEMA |
Yo satisfacerte fío |
|
la pérdida con usura. |
|
|
|
MARSILLA |
¿Vienes, mujer
celestial, |
45 |
a dar a mis males fin? |
|
¿Eres algún
Serafín |
|
en figura de mortal? |
|
Si cabe que satisfaga |
|
tan inestimables bienes... |
50 |
|
|
ZULEMA |
Mujer soy; la prueba tienes |
|
en que reclamo una paga. |
|
|
|
|
|
|
ZULEMA |
(Reparando en una joya que tiene
MARSILLA al cuello,
pendiente de un cordón.)
|
¿Ese talismán que
veo |
55 |
no tiene alguna virtud? |
|
|
|
MARSILLA |
La tienen... para un
cristiano. |
|
|
|
ZULEMA |
¿Y a mí me
podrá dañar? |
|
Déjamela examinar, |
|
si acaso no lo profano. |
60 |
|
|
MARSILLA |
(Dando la joya a ZULIMA.)
|
Toma, Zoraida; te entrego |
|
mi único bien, pues al
cabo, |
|
siendo como soy esclavo, |
|
mal haré si te lo
niego. |
|
|
|
ZULEMA |
Y mal haré yo
también |
65 |
si te creo agradecido, |
|
porque mucho te ha dolido |
|
perder tan pequeño
bien. |
|
|
|
MARSILLA |
Por ti vertiera contento |
|
mi sangre; mi alma te cede |
70 |
toda la parte que puede |
|
dar el agradecimiento; |
|
¡y ojalá parte
mayor |
|
te pudiera conceder! |
|
|
|
ZULEMA |
Eso es mucho agradecer. |
75 |
¿Quisieras tenerme
amor? |
|
Tú pensaste, a lo que
entiendo, |
|
que yo afición te
tenía. |
|
Menos vano te creía; |
|
mas no por eso me ofendo. |
80 |
|
|
MARSILLA |
Yo en ti no miro una dama, |
|
miro una divinidad |
|
que halla su felicidad |
|
en los dones que derrama; |
|
y aquella retribución |
85 |
que indicaste... |
|
|
ZULEMA |
Es bien ligera:
|
|
la noticia verdadera |
|
de tu nombre y
condición. |
|
Los cautivos encubrís |
|
cosas que quiero me
fíes. |
90 |
¿No son tus deudos
Valíes |
|
y Jeques en tu país? |
|
Decláralo, que no soy |
|
codiciosa de rescates, |
|
ni eso añadirá
quilates |
95 |
al valor que yo te doy. |
|
|
|
MARSILLA |
Siempre fue avara y cruel |
|
la fortuna con mi casa. |
|
|
|
ZULEMA |
¡Ella de haber tan
escasa, |
|
y tú dueño de un
bajel |
100 |
de oro cargado...! |
|
|
MARSILLA |
¡Ah, señora!
|
|
si me hubiera la fortuna |
|
mecido en dorada cuna, |
|
no fuera tu esclavo ahora. |
|
|
|
|
Mi apacible natural |
105 |
no se hubiera hecho violencia |
|
para buscar la opulencia |
|
en la carrera marcial. |
|
|
|
ZULEMA |
En cada voz tuya miro |
|
doble misterio encubierto: |
110 |
declarate más. ¿No es
cierto |
|
que no es tu nombre Ramiro? |
|
|
|
MARSILLA |
Mi nombre es Diego Marsilla, |
|
y cuna Teruel me dio, |
|
ciudad que ayer se
fundó |
115 |
del Turia en la fresca orilla, |
|
cuyos muros entre horrores |
|
de guerra atroz levantados, |
|
fueron con sangre amasados |
|
de sus fuertes pobladores. |
120 |
Al darme el humano ser, |
|
quiso sin duda el Señor |
|
destinar al fino amor |
|
un hombre y una mujer, |
|
y para hacer la igualdad |
125 |
de sus afectos cumplida, |
|
les dio un alma en dos
partida, |
|
y dijo: Vivid y amad. |
|
A esta voz generadora |
|
Isabel y yo existimos, |
130 |
y la luz del cielo vimos |
|
en un día y una hora. |
|
Desde los años más
tiernos |
|
fuimos rendidos amantes, |
|
desde que nos vimos, antes |
135 |
nos amábamos de vernos; |
|
y parecía un querer |
|
tan firme en almas de
niño, |
|
recuerdo de otro cariño |
|
tenido antes de nacer. |
140 |
Ciegos ambos para el mundo, |
|
que tampoco nos veía, |
|
nuestra existencia
corría |
|
en sosiego tan profundo, |
|
en tanta felicidad, |
145 |
que mi limitada idea |
|
mayor no alcanza que sea |
|
la gloria en la eternidad. |
|
Mas dicha de amor no dura. |
|
|
|
ZULEMA |
No, en verdad: sigue; te
escucho. |
150 |
Me has interesado mucho. |
|
|
|
MARSILLA |
Pasó el tiempo de
dulzura, |
|
llegó el de pena
mortal, |
|
supe qué eran celos... |
|
|
ZULEMA |
¡Oh!
|
|
¡pena atroz!, ¡bien lo
sé yo! |
155 |
|
|
|
|
|
|
MARSILLA |
Hizo
|
|
alarde de su riqueza... |
|
|
|
|
MARSILLA |
Poco del oro el hechizo |
160 |
puede en quien de veras ama; |
|
mas su padre deslumbrado... |
|
|
|
ZULEMA |
Dejó tu amor desairado |
|
y dio a tu rival la dama. |
|
|
|
MARSILLA |
Le vi, mi pasión
habló, |
165 |
su fuerza exhalando toda, |
|
y suspendida la boda, |
|
un plazo se me otorgó. |
|
|
|
|
MARSILLA |
Si me enriquecía
|
|
en seis años... |
|
|
|
MARSILLA |
Ya ves que no he fallecido. |
|
|
|
|
|
|
MARSILLA |
Oro me faltaba;
|
|
vuestro Miramamolín |
|
todo el cristiano
confín |
175 |
entonces amenazaba. |
|
No podía consagrar |
|
mi brazo a causa mejor, |
|
y animaba mi valor |
|
la esperanza de medrar. |
180 |
Con licencia de mi hermosa |
|
seguí a Castilla a mi
rey, |
|
y combatí por mi ley |
|
en las Navas de Tolosa. |
|
|
|
ZULEMA |
¡Lugar maldito del cielo |
185 |
donde la negra fortuna |
|
postró de la media luna |
|
la pujanza por el suelo! |
|
|
|
MARSILLA |
La destreza que tenía |
|
en el bélico ejercicio, |
190 |
bien que el matar por oficio |
|
repugnase al alma mía, |
|
distinguió allí mi
persona, |
|
y rico botín me dio; |
|
mas ¡ay! todo
pereció |
195 |
en la orilla del Garona. |
|
Sobre el cadáver
caí |
|
del rey, peleando fiel, |
|
en la rota de Maurel; |
|
preso me hicieron, huí, |
200 |
llegué a la Siria; un
francés |
|
albigense refugiado, |
|
a quien había salvado |
|
la vida junto a Beziés, |
|
los restos de su opulencia |
205 |
me legó al morir: a
España |
|
tornaba... mi suerte
extraña |
|
siervo me trajo a Valencia. |
|
Tal vez mi mano quebró |
|
de mis cadenas el hierro... |
210 |
En vano, que en un encierro |
|
vivo se me sepultó. |
|
Postrado al fin y vencido |
|
en la lucha desigual |
|
que contra el genio del mal |
215 |
tanto tiempo he sostenido, |
|
tú mis sueños
apacibles |
|
vienes a resucitar, |
|
tal vez para despertar |
|
a realidades terribles. |
220 |
|
|
ZULEMA |
No de males adivino |
|
quieras en tu daño ser; |
|
te va la suerte a poner |
|
en la mano tu destino. |
|
Ya que de tus aventuras |
225 |
me has referido la historia, |
|
toma bien en la memoria |
|
mis amantes desventuras. |
|
Un cautivo aragonés |
|
vino al jardín del
serrallo: |
230 |
sus prendas y nombre callo; |
|
no quiero ser
descortés. |
|
Le vi, le amé; no con
leve, |
|
con devorante pasión: |
|
brasa es nuestro
corazón, |
235 |
el de las cristianas nieve. |
|
Debió a tentativas
locas |
|
de fuga, mortal sentencia: |
|
mi amorosa diligencia |
|
librole veces no pocas. |
240 |
Sálvole por fin del
trato |
|
de rígido carcelero, |
|
declárole que le
quiero... |
|
¿qué piensas que hizo
el ingrato? |
|
|
|
MARSILLA |
¿Su creencia te
alegó...? |
245 |
|
|
ZULEMA |
Sí, pero en mi
desvarío |
|
le dije: tu Dios es
mío, |
|
mi Dios en ti veré yo. |
|
|
|
MARSILLA |
Si antes alguna
española |
|
mereció su tierna fe... |
250 |
|
|
ZULEMA |
Quiere a tu dama,
exclamé, |
|
no exijo que me ames sola: |
|
pero que al menos te deba |
|
piedad mi amor. ¿No
dispuso |
|
entre vosotros el uso |
255 |
tener esposa y manceba? |
|
De este título
afrentoso |
|
verás que ufana me
precio: |
|
¿qué importa injusto
desprecio, |
|
si es el corazón
dichoso? |
260 |
Por orgullo solamente |
|
prendarte de mí
debieras. |
|
Dime: ¿no te
envanecieras |
|
de ver de tu voz pendiente |
|
una mujer, una esclava, |
265 |
que, con razón o sin
ella, |
|
del amor la rosa bella |
|
la lisonja apellidaba? |
|
¿Qué puede más
opulento |
|
hacerte que lo es aquí |
270 |
del reino el primer
Valí? |
|
¿Qué para dar
más aumento |
|
de tu esposa a la hermosura, |
|
desde el cabello a la planta |
|
la cubra de joya tanta |
275 |
de tan superior finura, |
|
que cuando en bizarra lidia |
|
entre reinas se presente, |
|
se pinten en cada frente |
|
la admiración y la
envidia? |
280 |
Diamantes tengo, y no son |
|
quizá los de más
valía, |
|
que pagarme no podría |
|
el tesoro de Aragón. |
|
Medítalo bien, y sabe |
285 |
que frenético mi amor |
|
será el frenesí
mayor |
|
de mi venganza, si cabe. |
|
|
|
|
ZULEMA |
Menos te pido:
|
|
dile a mi cariño ciego: |
290 |
«espera», y
mátame luego. |
|
¿Qué hubieras
tú respondido? |
|
|
|
MARSILLA |
Que mereces compasión. |
|
Mas cuando ya en la
niñez |
|
nacida, creció a la vez |
295 |
con el cuerpo la
pasión, |
|
cuando es para la existencia |
|
tan necesario elemento |
|
como el sol y como el viento, |
|
cuando resiste a la ausencia, |
300 |
no puede amante ninguno |
|
hacer tan atroz engaño, |
|
porque de terrible daño |
|
temor le acosa importuno. |
|
Témese que tal falacia |
305 |
vengue el objeto querido |
|
con su cólera o su
olvido, |
|
que es la postrera desgracia. |
|
Burlando que le dijera |
|
Isabel a otro: «Te
quiero», |
310 |
la matara con mi acero... |
|
¡Oh! no, yo sí que
muriera. |
|
Para mi felicidad |
|
Dios un camino trazó, |
|
donde años ha me
paró |
315 |
la cruel adversidad. |
|
Si me envía un
salvador, |
|
derecho habrá de
guiarme, |
|
y al que quiera extraviarme, |
|
diré: «Aparta,
tentador». |
320 |
|
|
ZULEMA |
Pues a tu Dios nada más |
|
luego en tu miseria clama: |
|
despídele de tu dama, |
|
porque nunca la verás. |
|
¡Oh rabia! Alá me
destruya |
325 |
si tolero mi baldón. |
|
¡Tan infeliz
situación, |
|
y tal soberbia la suya! |
|
¡Pone mi afición
sumisa, |
|
pone a un mísero
cristiano |
330 |
un corazón en la mano, |
|
y le arroja, y me le pisa! |
|
¿Sabes hasta donde
alcanza |
|
mi cólera y mi poder? |
|
Pronto ha de hacértelo
ver |
335 |
con estragos mi venganza. |
|
Me debería escupir |
|
en la faz, si no me vengo, |
|
la última sierva que
tengo. |
|
¡Cristiano! vas a morir. |
340 |
¡Impune jamás
humilla |
|
nadie un corazón
altivo! |
|
Esto le dije al cautivo: |
|
esto le digo a Marsilla. |
|
|
|
MARSILLA |
¿Y piensas que le
amedrente |
345 |
morir? ¿Acabar sus
males? |
|
|
|
ZULEMA |
Pues entre angustias mortales |
|
padecerás largamente: |
|
volverás a tus cadenas |
|
y a tu negro calabozo; |
350 |
y allí yo con alborozo |
|
que más encone tus
penas, |
|
la nueva te llevaré |
|
de ser Isabel esposa. |
|
|
|
MARSILLA |
¿Y en prisión tan
horrorosa, |
355 |
cuántos días
viviré? |
|
|
|
ZULEMA |
¡Rayo del cielo! el
traidor |
|
todo mi poder derrumba; |
|
defendido con la tumba, |
|
se ríe de mi furor. |
360 |
Trocarás la risa en
llanto. |
|
Cautiva desde Teruel |
|
me han de traer a Isabel... |
|
|
|
MARSILLA |
¿Quién eres tú
para tanto? |
|
|
|
|
|
ZULEMA |
No es Zoraida la que ves, |
|
no es hija de Merván,
es |
|
Zulima. |
|
|
|
|
MARSILLA |
(Dándola el lienzo
ensangrentado.)
|
Toma, con eso
|
|
correspondo a tu
afición: |
370 |
entrega sin dilación |
|
a hombre leal y de seso |
|
el escrito que te doy. |
|
Sálvete su diligencia. |
|
|
|
|
MARSILLA |
A Valencia
|
375 |
llega tu esposo... |
|
|
|
MARSILLA |
Hoy;
|
|
y esta noche tú y él
y otros |
|
de la traición al
puñal |
|
perecéis. |
|
|
ZULEMA |
¿Qué desleal
|
|
conspira contra nosotros? |
380 |
|
|
MARSILLA |
Merván, tu padre
supuesto. |
|
Si tu cólera no
estalla, |
|
mi labio el secreto calla |
|
y el fin os llega funesto. |
|
|
|
ZULEMA |
¿Cómo tal
conjuración |
385 |
a ti...? |
|
|
ZULEMA |
Delirante ayer
|
|
la puerta hube de romper |
|
de mi encierro; la
prisión |
|
recorro, oigo hablar,
atiendo... |
|
Junta de aleves impía |
390 |
era, y Merván
presidía. |
|
Pérfido aviso creyendo, |
|
tu esposo hoy a la ciudad |
|
venir debiera. Salvarle |
|
resuelvo para obligarle |
395 |
a ponerme en libertad, |
|
y con roja tinta humana |
|
y un pincel de mi cabello |
|
la trama en un lienzo sello, |
|
y el modo de hacerla vana. |
400 |
Poner al siguiente día |
|
pensaba el útil aviso |
|
en la cesta que el preciso |
|
sustento me conducía. |
|
Vencióme tenaz modorra, |
405 |
más fuerte que mi
cuidado: |
|
desperté maravillado |
|
fuera ya de la mazmorra. |
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Como admitas mi consejo, |
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sin sangre te salvaré; |
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de premio no te
hablaré; |
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a tu justicia lo dejo. |
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Llama a un Visir sin tardanza, |
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y oiga el plan que
concebí; |
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y tú recibe de
mí |
415 |
esta lección de
venganza. |
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