Escena
I
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MARGARITA.
ISABEL.
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ISABEL.- No me digáis nada; dejadme
sosegar este momento en que se ha ausentado mi esposo. Porque ya es
mi esposo, ¿no es verdad, madre? Sí, me han dicho en
la iglesia no sé qué cosas, me han hecho pronunciar
no sé qué palabras; y con esto, ya no soy mía;
ya soy de otro; y yo debo ser otra también. ¿No es
esto lo que queríais decirme? Ya veis que no es necesario:
yo lo sé como vos.
|
MARGARITA.- No, no es eso lo que quiero decirte:
quiero mostrarte mi arrepentimiento; quiero que conozcas lo que
padece tu madre. ¿Cómo me atrevo a llamarme madre?
Soy un verdugo que te ha sacrificado sin piedad. ¡Hija
adorada! Créeme; un espíritu maligno me ha cegado.
Él era el que me susurraba al oído en voz temerosa
las palabras: «vergüenza, deshonor, castigo».
Él me presentaba sin cesar a los ojos el espectáculo
de la ira, del dolor de un esposo; él me restituye la
razón para que vea toda la extensión de tus males,
ahora que es imposible su remedio.
|
ISABEL.- Y bien, si no tienen remedio, ¿a
qué recordarlos? Decís que padecéis; lo creo,
yo también padezco. Decís que me habéis
sacrificado; os engañáis, yo soy quien se sacrifica.
Decís que os arrepentís; yo alguna vez también
me arrepiento, pero por fortuna ya es tarde.
|
MARGARITA.- ¡Ojalá pudiese
aún aceptar todo el cúmulo de ignominia que me
amenazaba, para dejarte libre en tu elección!
|
ISABEL.- ¡Todos me han querido dejar
libre, y todos me han presentado cadenas! Pero vos, madre...
¿qué más podíais hacer? Gracias, madre
mía. Vos sí que os sacrificabais por mí.
¡Oh! no os aflijáis: no atendáis a mis
palabras, porque nada expresan sino la confusión y el
aturdimiento: desde esta mañana no sé qué es
de mí. Cuando he venido a esta sala, era para buscar una
persona, para saber una nueva: ya no sé a quién
buscaba, ni qué quería saber. En tal estado,
¿qué puedo hacer sino delirar? Más vale que
delire a solas; así no os atormentaré. ¡Ah! Yo
creo que buscaba a don Rodrigo para pedirle que mañana me
llevase a la Corte, a Castilla, muy lejos.
|
MARGARITA.- Entró un paje a decirle que
le buscaba un caballero: le estará hablando.
|
ISABEL.- ¡Ya me acuerdo! ¿Ha
llegado, madre mía?
|
MARGARITA.- ¿Quién?
|
ISABEL.- ¿Quién puede ser?
¿No le he nombrado? Marsilla.
|
MARGARITA.- Sí, ya ha venido.
|
ISABEL.- Por esto quería yo huir de
Teruel, por no verle. Ésta es la noticia que yo esperaba.
¡Cuánto me alegraría de verle! Pero,
¿verdad que no debo, madre mía?
|
MARGARITA.- No, no le veas, no le oigas, no te
oigas a ti misma.
|
ISABEL.- Sí, aquí siento
(Indicando el corazón.) una voz
que me dice: «Él te ama, ámale»; pero
aquí (Señalando la
frente.) me grita otra: «Él puede
amarte: tú no le debes amar». ¿Le habéis
visto vos? ¿Cómo viene? ¡Mal desasido
aún de los brazos de la muerte, hacer un viaje tan
precipitado! ¿Si estará muy triste? Y aunque no lo
estuviera... no le digáis cuál me hallo yo.
|
MARGARITA.- Aún no le he visto, pero
quiero verle: me importa consolarle, aconsejarle...
|
ISABEL.- ¡Oh! Sí, vedle madre
mía, vedle cuanto antes: hacedle que os cuente sus
aventuras, y con eso... Pero no, vos no debéis
contármelas a mí. Mirad, yo quisiera que le dijeseis,
no que amo a su rival, porque no lo creería; no que le he
olvidado a él, porque le costaría caro el creerlo: le
podríais decir que mi pasión se ha debilitado... Esto
es falso, pero no importa. Que he dado voluntariamente la mano a
don Rodrigo; esto es verdad, bien lo sabéis. Que respete mi
estado, que no procure verme, que no me siga...
|
MARGARITA.- Que se esfuerce a olvidarte.
|
ISABEL.- No, yo no quiero que me olvide.
¿Por qué ha de olvidarme? ¿Le he de olvidar yo
a él por ventura?
|
MARGARITA.- Sí, hija mía,
sí le olvidarás. Dios, que tiene en la mano los
corazones, premiará vuestra virtud con la tranquilidad del
espíritu. Dios se rendirá a mis ruegos, y todas las
angustias de vuestras almas las trasladará a mi pecho; a
mí me servirán de justificación, y vosotros
gozaréis aquella paz a que sois tan acreedores. No lo dudes,
hija mía; no digas que lo dudas, si quieres que viva. A
Dios, Isabel; te dejo sola como deseas, pero con sentimiento:
jamás me ha sido tu presencia tan necesaria. Delante de ti
mis remordimientos enmudecen, porque tu virtud los refrena; lejos
de ti nada hay que se oponga a su dominio. Hija mía, a
Dios.
|
|
(Vase.)
|
Escena
III
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MARSILLA, que
entra por la ventana. ISABEL.
|
MARSILLA |
Desconozco el lugar.
¿Dónde me encuentro? |
|
¿Podrá ser
ésta de Isabel la estancia? |
|
Nada hay en ella de Isabel.
¡Qué miro! |
|
Una mujer... qué
plácida descansa. |
|
No turbemos... |
|
|
ISABEL |
(Abriendo los
ojos.)
|
¡Ay Dios! ¡Un hombre!
¡Cielos!
|
65 |
¿No es él?
¡Él es! Si vienen, si le hallaran... |
|
¿Tendré valor de
huir? |
|
|
MARSILLA |
Mi pecho dice
|
|
que Isabel está
aquí. |
(Vuelve a mirar a ISABEL, la conoce, y se acerca a ella
con los brazos abiertos: Isabel se
desvía.)
|
¡Prenda adorada!
|
|
|
|
|
|
ISABEL |
Detente. ¿Cómo
|
|
te atreves a poner aquí la
planta? |
70 |
Si te han visto llegar... ¿A
qué has venido? |
|
|
|
MARSILLA |
Por Dios... que lo olvidé.
Pero ¿no basta |
|
para que vuelva a su Isabel
Marsilla |
|
el deseo del goce de mirarla? |
|
¡Oh, qué hermosa a mis
ojos te presentas! |
75 |
Nunca te vi tan bella, tan
galana... |
|
y un pesar, sin embargo,
indefinible |
|
me inspiran esas joyas, esas
galas. |
|
Arrójalas, mi bien; toca
modesta, |
|
cándida flor en mi
jardín criada, |
80 |
vuelvan a ser tu angelical
adorno: |
|
mi amor se asusta de riqueza
tanta. |
|
|
|
ISABEL |
(Aparte.)
|
Su razón adolece del
delirio |
|
que primero en la mía
dominaba. |
|
|
|
MARSILLA |
Ya mi susto cesó: veo en tu
mano |
85 |
la señal de tu fe. Tú
me esperabas, |
|
y deslumbrar mis ojos
pretendiste. |
|
Este anillo es la joya que me
agrada. |
|
(Tómale una mano para
besársela.)
|
¡No es el mío!
¡Qué horror! Sierpe se vuelve, |
|
y a devorarme viene las
entrañas, |
90 |
|
|
ISABEL |
¿No conoces qué
indica este atavío |
|
que no puedes mirar sin
repugnancia? |
|
Nuestra separación... |
|
|
MARSILLA |
¡Poder del cielo!
|
|
Sí. ¡Funesta
verdad! |
|
|
|
MARSILLA |
¿Cómo pudiste
enajenar tu mano? |
95 |
|
|
|
MARSILLA |
Pero, ¿cómo la
negaras?
|
|
El temor... la violencia... sin
saberlo |
|
formó el labio la fatal
palabra. |
|
¿No es verdad, Isabel? |
|
|
ISABEL |
El cielo sabe,
|
|
y como él sabes tú,
si yo te amaba. |
100 |
Y con todo, Marsilla... ¿lo
creyeras?, |
|
al altar he llegado
voluntaria. |
|
|
|
MARSILLA |
¿Es Isabel a quien escucho?
¿Sabes |
|
que te acusas de pérfida, de
falsa? |
|
|
|
|
MARSILLA |
No, no lo creo.
|
105 |
No movió la cruel
desconfianza |
|
mi labio, fue el dolor, es la
sorpresa... |
|
Dime... dime tan sólo que me
amas. |
|
|
|
|
|
|
MARSILLA |
Tus bodas a la ley y a Dios
ultrajan. |
110 |
Mía es tu mano, me la dio el
cariño, |
|
y de un usurpador vengo a
cobrarla. |
|
|
|
ISABEL |
¿No miras dónde
estás? Estas paredes |
|
enemigas te son. |
|
|
MARSILLA |
No temas nada
|
|
ni por mí, ni por ti; no
estoy yo solo, |
115 |
mi valor y mi acero me
acompañan. |
|
Isabel, si cediste a la
violencia, |
|
dilo, si con halagos
engañada, |
|
si fuiste por el brillo
seducida |
|
de las riquezas, dímelo:
sé franca, |
120 |
yo indulgente seré. Si ya en
tu pecho |
|
la fe que un día me tuviste
falta, |
|
decláralo también;
amor u olvido |
|
de ti reclamo. De mi vida
fallas |
|
o de mi muerte: di, que muerte o
vida, |
125 |
como venga de ti, me será
grata. |
|
|
|
ISABEL |
¿Qué podré yo
decir? Dios lo ha querido. |
|
El término expiró;
fueme anunciada |
|
tu muerte; yo creída... |
|
|
MARSILLA |
¿Y tus promesas?
|
|
Cuando resuelta la partida
aciaga |
130 |
de ti me despedí,
¿qué me dijiste? |
|
«Parte, que tu Isabel fina te
aguarda. |
|
O mi mano mis padres te
conceden, |
|
o me consagro a Dios.» |
|
|
ISABEL |
Si penetrara
|
|
mi corazón tu vista... si
supieras, |
135 |
no de este enlace la secreta
causa, |
|
¡no!, lo que me ha costado de
suspiros |
|
rendir el cuello a la coyunda
sacra, |
|
lágrimas de piedad en vez de
quejas |
|
te debiera mi suerte
desgraciada. |
140 |
¡Qué! La Isabel a
quien llamaste tuya, |
|
¿no pudo merecerte que
pensaras |
|
que cuando a Azagra abandonó
su mano, |
|
para siempre de ti la
separaban |
|
obstáculos inmensos y
terribles |
145 |
que superar no pudo fuerza
humana? |
|
|
|
MARSILLA |
¡Obstáculos!
¡Secretos! ¿Cuáles? Dilo. |
|
|
|
|
MARSILLA |
¿Así te justificas?
Habla.
|
|
|
|
|
MARSILLA |
¿Desde cuándo
|
|
tuvo en tu pecho la reserva
entrada |
150 |
para tu amante? |
|
|
|
|
ISABEL |
Respeta los secretos de una
dama... |
|
Suponte de mi muerte
persuadido |
|
en un rincón del
África o del Asia, |
|
supón que allí una
voz, voz revestida |
155 |
de la más fuerte y seductora
magia, |
|
voz cuyo acento penetrante
esfuerzan, |
|
en la más favorable
circunstancia, |
|
naturaleza, gratitud, y todo |
|
cuanto puede hallar eco en tus
entrañas, |
160 |
a tus oídos suplicante
llega, |
|
y un sacrificio enorme te
demanda, |
|
sacrificio de vida para
alguno, |
|
de muerte para ti que la
anhelaras... |
|
di, ¿no te hubieras como yo
casado? |
165 |
|
|
MARSILLA |
Jamás; nada respeta quien
bien ama. |
|
Todo el amante fiel lo
sacrifica |
|
en el altar del numen que
idolatra. |
|
¿Piensas que en esta
ausencia no ha sufrido |
|
mi fino corazón recias
batallas? |
170 |
¿No viste a esa mujer que de
mi muerte |
|
te dio la nueva, por desdicha
falsa? |
|
Esa mujer me amó: yo el
sacro nudo |
|
que la unía al rey
árabe ignoraba; |
|
ella mi ley y la fortuna
mía |
175 |
se prestaba a seguir; ya
desdeñada, |
|
con hórrido suplicio
rencorosa |
|
me amenazó: ni halago, ni
amenazas, |
|
ni el grito que en mi cuerpo
falleciente |
|
naturaleza con espanto alzaba, |
180 |
que vacilase conseguir
pudieron |
|
el tesón varonil de mi
constancia. |
|
Tuyo viviendo, tuyo en el
sepulcro |
|
me quise conservar. En vano
tratas |
|
de asemejarme a ti: veo con
pena, |
185 |
¡pena cruel que me destroza
el alma!, |
|
que creyendo tu pecho igual al
mío, |
|
mi cariño leal se
equivocaba. |
|
|
|
ISABEL |
Pues bien, Marsilla... ¿para
qué negarlo? |
|
Preciso es confesar que soy
culpada. |
190 |
Nada a tus ojos excusarme
puede. |
|
Todo me acusa y en mi daño
clama. |
|
Perdón, Marsilla; si capaz
he sido |
|
de faltar a la fe que te
jurara, |
|
tú, que nunca cesaste de
quererme, |
195 |
tú me perdonarás.
Arrodillada, |
|
deshecha en llanto, tu Isabel te
pide |
|
perdón, piedad.
Merézcate esta gracia... |
|
porque la miras por la vez
postrera. |
|
Lleve yo a la presencia
soberana |
200 |
del sumo Juez, que al tribunal
eterno |
|
ya con tremenda voz llegar me
manda, |
|
este favor de ti. Sin
perdonarme, |
|
por Dios, Marsilla, que de
aquí no salgas. |
|
|
|
MARSILLA |
¡Tú a mis pies!
¡Tú culpable te confiesas, |
205 |
Isabel! Mas ¿qué
importa? Tú me engañas. |
|
Lo que tu acción, lo que tu
labio dice |
|
lo desmiente ese llanto que
derramas. |
|
No es ese llanto de
arrepentimiento, |
|
no, que es de amor, de amor puro,
sin tacha, |
210 |
fiel como el mío, sí.
Luz de mis ojos, |
|
cesa ya de llorar, cesa,
levanta. |
|
Dame la vida en una voz. |
|
|
ISABEL |
¿Prometes
|
|
una orden mía obedecer? |
|
|
MARSILLA |
¡Ingrata!
|
|
¿Cuándo me
rebelé contra tu gusto? |
215 |
¿Mi voluntad no es tuya?
Dispón, habla. |
|
|
|
|
|
ISABEL |
Pues bien: yo te amo. Vete.
|
|
|
|
MARSILLA |
¡Cruel! ¿Temiste que
ventura tanta |
|
me matase a tus pies, si tu
dulzura |
|
con la hiel del dolor no iba
mezclada? |
220 |
¿Cómo esas dos ideas
enemigas |
|
de amor y de destierro hiciste
hermanas? |
|
|
|
ISABEL |
Ya lo ves, no soy mía; soy
de un hombre |
|
que me hace de su honor
depositaria. |
|
Deslindar sus derechos es en
vano: |
225 |
yo debo serle fiel, Dios me lo
manda. |
|
Marsilla, virtuosos hemos sido |
|
hasta aquí; la pasión
que nos inflama |
|
es una virtud más:
¿por qué pretendes |
|
en la última prueba
profanarla? |
230 |
Si añadir que te adoro es
necesario, |
|
que en mi pecho tu imagen
estampada |
|
siempre conservaré, yo lo
repito, |
|
yo lo juro; mas huye sin
tardanza. |
|
Libértame de ti, sé
generoso, |
235 |
libértame de mí. |
|
|
MARSILLA |
No sigas, basta.
|
|
¿Tú la ausencia me
intimas? Es la muerte. |
|
¿Cómo puedo vivir sin
esperanza? |
|
Yo proteger tu vida
pretendía, |
|
pero tus padres suplirán mi
falta. |
240 |
No temas, no, que de mi fin te
acuse. |
|
Contento muero porque tú lo
mandas. |
|
Permite en recompensa que te
estrechen |
|
mis brazos una vez, y que su
estampa |
|
deje en tu frente cándida mi
labio. |
245 |
|
|
ISABEL |
No es posible, Marsilla: soy
casada. |
|
|
|
|
ISABEL |
¿No tienes
|
|
piedad de una mujer enamorada? |
|
|
|
MARSILLA |
¡Oh!, tenla tú de
mí. Será el abrazo |
|
de un hermano dulcísimo a su
hermana, |
250 |
cual mi fe tierno, cual tu frente
puro. |
|
|
|
|
|
ISABEL |
¡Dios eterno!
¡Salvadme! Deteneos, |
|
Marsilla, o grito a don
Rodrigo... |
|
|
MARSILLA |
Llama,
|
|
llámale, fementida; mas no
creas |
255 |
que tu voz oiga y a tu grito
salga. |
|
No lisonjeros plácemes
oyendo, |
|
su vanidad en el estrado
sacia, |
|
no; lejos de los muros de la
villa |
|
muerde la tierra que su sangre
baña. |
260 |
|
|
ISABEL |
¡Qué horror!
¿Le has muerto? |
|
|
MARSILLA |
¡Pérfida! ¿Te
afliges?
|
|
Si lo sospecho,
¿quién le libra? ¡Oh rabia! |
|
|
|
|
MARSILLA |
Merced a mi clemencia loca,
|
|
vive: apenas cruzamos las
espadas, |
|
ya en su costado se clavó la
mía: |
265 |
un momento después postrado
estaba |
|
su orgullo en tierra, en mí
poder su acero. |
|
¡Oh maldita destreza de las
armas! |
|
¡Maldito el hombre que
virtudes siembra |
|
si ha de coger cosecha de
desgracias! |
270 |
No más humanidad,
crímenes quiero. |
|
A ser cruel tu crueldad me
arrastra, |
|
y en ti la he de estrenar. Al
punto, ahora |
|
vas a salir conmigo de esta
casa. |
|
|
|
ISABEL |
No, no... ¡Dios mío!
¡Quítame la vida! |
275 |
|
|
|
|
|
|
MARSILLA |
A todo.
|
|
Si es ya preciso. ¿Sabes que
se trata |
|
de tu vida, infeliz? ¿Sabes
qué dijo |
|
el cobarde que lloras desolada |
280 |
al caer en la lid? «Tuyo es
el triunfo, |
|
pero medios me quedan de
venganza.» |
|
|
|
ISABEL |
¿Qué dijo?
¿Qué? |
(Aterrada.)
|
|
|
MARSILLA |
«Me vengaré en don
Pedro,
|
|
en Margarita, en Isabel; un
arma |
|
a los tres
herirá.» |
|
|
ISABEL |
¡Santos del cielo!
|
285 |
Corramos, estorbemos...
-¿Dónde se halla? |
|
Dilo. |
|
|
MARSILLA |
Esposa leal, deja el cuidado:
|
|
ya a tu padre dispuse que
avisaran, |
|
y a su lado estará. |
|
|
ISABEL |
(En la mayor
desesperación.)
|
¡Tú me has
perdido!
|
|
La desventura sigue tus
pisadas. |
290 |
|
|
MARSILLA |
Va con tu padre el juez; nada
receles. |
|
|
|
|
|
|
MARSILLA |
Tu traición revelas.
|
|
¡Impostora! -¡Y
decía que me amaba! |
|
|
|
ISABEL |
¡Hombre de maldición!
¡Ojalá nunca |
295 |
de Teruel las almenas
avistaras! |
|
¡Cruel! ¿Amor a
reclamar te atreves |
|
de una mujer por ti
despedazada? |
|
Ya te aborrezco. |
|
|
MARSILLA |
¡Oh Dios! ¡Ella lo
dice!
|
|
(Cae en un escaño como
herido de un rayo.)
|
No puedo más. |
|
|
ISABEL |
¡Qué miro! Se
desmaya.
|
300 |
Perdóname un momento de
despecho... |
|
|
|
MARSILLA |
Isabel me aborrece... ¡Me
engañaba! |
|
Aquí siento...
¡qué angustia! Yo la adoro... |
|
y ella me aborrecía... ella
me mata. |
|
(Muere.)
|
|
|
ISABEL |
¡Madre mía!
¡Favor! Marsilla... ¡Cielos! |
305 |
Parado el corazón, la frente
helada... |
|
|
|