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ArribaAbajoActo II

 

Teruel. -Sala en casa de DON PEDRO SEGURA.

 

Escena I

 

DON PEDRO, entrando en su casa; MARGARITA, ISABEL y TERESA, saliendo a recibirle.

 
MARGARITA
¡Esposo!

 (Arrodillándose.) 

ISABEL
¡Padre!

 (Arrodillándose.) 

TERESA
¡Señor!
DON PEDRO
¡Hija! ¡Margarita! Alzad.
ISABEL
Dadme a besar vuestra mano.
MARGARITA
Déjame el suelo besar
que pisas.
TERESA

 (A MARGARITA.) 

Vaya, señora,
5
ya es vicio tanta humildad.
DON PEDRO
Pedazos del corazón,
no es ese vuestro lugar.
Abrazadme.

 (Levanta y abraza a las dos.)  

TERESA
Así me gusta.
Y a mí luego.
DON PEDRO
Ven acá,
10
fiel Teresa.
TERESA
Fiel y franca,
tengo en ello vanidad.
DON PEDRO
Ya he vuelto por fin.
MARGARITA
Dios quiso
mis plegarias escuchar.
DON PEDRO
Gustoso a Monzón partí, 15
comisionado especial
para ofrecer a don Jaime
las tropas que alistará
nuestra villa de Teruel
en defensa de la paz, 20
que don Sancho y don Fernando
nos quieren arrebatar:
fue don Rodrigo de Azagra,
obsequioso y liberal,
acompañándome al ir, 25
y me acompaña al tornar;
mas yo me acordaba siempre
de vosotras con afán.
Triste se quedó Isabel;
más triste la encuentro.
TERESA
Ya.
30
MARGARITA
¡Teresa!
ISABEL
¡Padre!
DON PEDRO
Hija mía,
dime con sinceridad
lo que ha pasado en mi ausencia.
TERESA
Poco tiene que contar.
MARGARITA
¡Teresa!
TERESA
Digo bien. ¿Es
35
por ventura novedad
que Isabel suspire, y vos

 (A MARGARITA.)  

recéis, y ayunéis a pan
y agua, y os andéis curando
enfermos por caridad? 40
Es la vida que traéis,
lo menos, quince años ha...
MARGARITA
Basta.
TERESA
Y hace seis cumplidos
que no se ha visto asomar
en los labios de Isabel 45
ni una sonrisa fugaz.
ISABEL

 (Aparte.) 

¡Ay mi bien!
TERESA
En fin, señor,
del pobrecillo don Juan
Diego de Marsilla nada
se sabe.
MARGARITA
Si no calláis,
50
venid conmigo.
TERESA
Ir con vos
fácil es; pero callar...
 

(Vanse MARGARITA y TERESA. DON PEDRO se quita la espada y la pone sobre un bufete.)

 


Escena II

 

DON PEDRO, ISABEL.

 
DON PEDRO
Mucho me aflige, Isabel,
tu pesadumbre tenaz;
pero, por desgracia, yo 55
no la puedo remediar.
Esclavo de su palabra
es el varón principal;
tengo empeñada la mía,
la debo desempeñar. 60
En el honor de tu padre
no se vio mancha jamás:
juventud honrada pide
más honrada ancianidad.
ISABEL
No pretendo yo...
DON PEDRO
Por otra
65
parte, parece que están
de Dios ciertas cosas. Oye
un lance bien singular,
y di si no tiene traza
de caso providencial. 70
ISABEL
A ver.
DON PEDRO
En Teruel vivió
(no sé si te acordarás)
un tal Roger de Lizana,
caballero catalán.
ISABEL
¿El templario?
DON PEDRO
Sí. Roger
75
paraba en Monzón. Allá
es voz que penas y culpas
de su libre mocedad
trajéronle una dolencia
de espíritu y corporal, 80
que vino a dejarle casi
mudo, imbécil, incapaz.
Pacífico en su idiotez,
permitíanle vagar
libre por el pueblo. Un día 85
sobre una dificultad
en mi encargo y sobre cómo
se debiera de allanar,
don Rodrigo y yo soltamos
palabras de enemistad. 90
Marchóse enojado, y yo
exclamé al verle marchar:
¿Ha de ser este hombre dueño
de lo que yo quiero más?
Si la muerte puede sola 95
mi palabra desatar,
lléveme el Señor, y quede
Isabel en libertad
ISABEL
¡Oh padre!
DON PEDRO
En esto, un empuje
tremendo a la puerta dan, 100
se abre, y con puñal en mano
entra...
ISABEL
¡Virgen del Pilar!
¿Quién?
DON PEDRO
Roger. Llégase a mí,
y en voz pronunciada mal:
Uno (dijo) de los dos 105
la vida aquí dejará.
ISABEL
¿Y qué hicisteis?
DON PEDRO
Yo, pensando
que bien pudiera quizás
mi muerte impedir alguna
mayor infelicidad, 110
crucé los brazos, y quieto
esperé el golpe mortal.
ISABEL
¡Cielos! ¿Y Roger?
DON PEDRO
Roger,
parado al ver mi ademán,
en lugar de acometerme 115
se fue retirando atrás,
mirándome de hito en hito,
llena de terror la faz.
Asió con entrambas manos
el arma por la mitad, 120
y señas distintas hizo
de querérmela entregar.
Yo no le atendí, guardando
completa inmovilidad
como antes: y él, con los ojos 125
fijos, y sin menear
los párpados, balbuciente
dijo: Matadme, salvad
en el hueco de mi tumba
mi secreto criminal. 130
ISABEL
¡Su secreto!
DON PEDRO
En fin, de estarse
tanto sin pestañear,
él, cuyos sentidos eran
la suma debilidad,
se trastornó, cayó, dio 135
la guarnición del puñal
en tierra, le fue la punta
al corazón a parar
al infeliz y a mis plantas
rindió el aliento vital. 140
Huí con espanto: Azagra,
viniéndose a disculpar
conmigo, me halló; le dije
que no pisaba el umbral
de aquella casa en mi vida; 145
y él, próvido y eficaz,
avisó al rey y mandó
el cadáver sepultar.
Ya ves, hija: por no ir
yo contra tu voluntad, 150
por no cumplir mi palabra,
quise dejarme matar,
y Dios me guardó la vida:
su decreto celestial
es sin duda que esa boda 155
se haga por fin... y se hará,
si en tres días no parece
tu preferido galán.
ISABEL

 (Aparte.) 

¡Ay de él y de mí!


Escena III

 

TERESA, DON PEDRO, ISABEL.

 
TERESA
Señor,
acaba de preguntar 160
por vos don Martín, el padre
de don Diego.
ISABEL

 (Aparte.) 

¿Si sabrá?...
TERESA
Como es enemigo vuestro
le he dejado en el zaguán.
DON PEDRO
A enemigo noble se abren 165
las puertas de par en par.
Que llegue.
 

(Vase TERESA.)

 
Ve con tu madre.
ISABEL

 (Aparte.) 

Ella a sus pies me verá
llorando hasta que consiga
vencer su severidad. 170

 (Vase.) 



Escena IV

 

DON PEDRO.

 
Desafiados quedamos
al tiempo de cabalgar
yo para Monzón: el duelo
llevar a cabo querrá.
Bien. Pero él ha padecido 175
una larga enfermedad.
Si no tiene el brazo firme,
conmigo no lidiará.


Escena V

 

DON MARTÍN, DON PEDRO.

 
DON MARTÍN
Den Pedro Segura, seáis bienvenido.
DON PEDRO
Y vos, don Martín Garcés de Marsilla, 180
seáis bien hallado: tomad una silla.

 (Siéntase DON MARTÍN, mientras DON PEDRO va a tomar su espada.) 

DON MARTÍN
Dejad vuestra espada.
DON PEDRO

 (Sentándose.) 

Con pena he sabido
la grave dolencia que habéis padecido.
DON MARTÍN
Al fin me repuse del todo.
DON PEDRO
No sé...
DON MARTÍN
Domingo Celladas...
DON PEDRO
¡Fuerte hombre es, a fe!
185
DON MARTÍN
Pues aun a la barra le gano el partido.
DON PEDRO
Así os quiero yo. Desde hoy, elegid
al duelo aplazado seguro lugar.
DON MARTÍN
Don Pedro, yo os tengo primero que hablar.
DON PEDRO
Hablad en buen hora; ya escucho. Decid. 190
DON MARTÍN
Causó nuestra riña...
DON PEDRO
La causa omitid:
sabémosla entrambos. Por vos se me dijo
que soy un avaro, y os privo de un hijo.
De honor es la ofensa, precisa la lid.
DON MARTÍN
¿Tenéisme por hombre de aliento?
DON PEDRO
Sí tal.
195
Si no lo creyera, con vos no lidiara.
DON MARTÍN
Jamás al peligro le vuelvo la cara.
DON PEDRO
Sí, nuestro combate puede ser igual.
DON MARTÍN
Será por lo mismo...
DON PEDRO
Sangriento, mortal.
Ha de perecer uno de los dos. 200
DON MARTÍN
Oid un suceso feliz para vos...
feliz para entrambos.
DON PEDRO
Decídmele. ¿Cuál?
DON MARTÍN
Tres meses hará que en lecho de duelo
me puso la mano que todo lo guía.
Del riesgo asustada la familia mía, 205
quiso en vuestra esposa buscar su consuelo.
Con tino infalible, con próvido celo
salud en la villa benéfica vierte,
y enfermo en que airada se ceba la muerte,
le salva su mano, bendita del cielo. 210
Con vos irritado no quise atender
al dulce consejo de amante inquietud.
No cobre (decía) jamás la salud,
si mano enemiga la debe traer.
Mayor mi tesón a más padecer, 215
la muerte en mi alcoba plantó su bandera.
Por fin una noche... ¡Qué noche tan fiera!
Blasfemo el dolor hacíame ser;
pedía una daga con furia tenaz,
rasgar anhelando con ella mi pecho... 220
En esto a mis puertas, y luego a mi lecho,
llegó un peregrino, cubierta la faz.
Ángel parecía de salud y paz.
Me habla, me consuela; benigno licor
al labio me pone; me alivia el dolor, 225
y parte, y no quiere quitarse el disfraz.
La noche que tuve su postrer visita,
ya restablecido, sus pasos seguí.
Cruzó varias calles, viniendo hacia aquí,
y entró en esa ruina de gótica ermita, 230
que a vuestros jardines términos limita.
Detúvele entonces: el velo cayó,
radiante la luna su rostro alumbró...
Era vuestra esposa.
DON PEDRO
¡Era Margarita!
DON MARTÍN
Confuso un momento, cobréme después, 235
y viome postrado la noble señora.
Con tal beneficio, no cabe que ahora
provoque mi mano sangriento revés.
Don Pedro Segura, decid a quien es
deudor este padre de verse con vida, 240
que está la contienda por mí fenecida.
Tomad este acero, ponedle a sus pies.

  (Da su espada a DON PEDRO, que la coloca en el bufete.) 

DON PEDRO
¡Feliz yo, que logro el duelo escusar
con vos, por motivo que es tan lisonjero!
Si pronto me hallasteis, por ser caballero, 245
cuidado me daba el ir a lidiar.
Con tal compañera, ¿quién no ha de arriesgar
con susto la vida que lleva, dichosa?
Ella me será desde hoy más preciosa,
si ya vuestro amigo quereisme llamar. 250
DON MARTÍN
Amigos seremos.

 (Danse las manos.) 

DON PEDRO
Siempre.
DON MARTÍN
Siempre, sí.
DON PEDRO
Y al cabo, ¿qué nuevas tenéis de don Diego?
En hora menguada, vencido del ruego
de Azagra, la triste palabra le di.
Si antes vuestro hijo se dirige a mí, 255
¡cuánto ambas familias se ahorran de llanto!
No lo quiso Dios.
DON MARTÍN
Yo su nombre santo
bendigo, mas lloro por lo que perdí.
DON PEDRO
Pero ¿qué?
DON MARTÍN
Después de la de Maurel,
donde cayó en manos del conde Simón, 260
de nadie consigo señal ni razón,
por más que anhelante pregunto por él,
cada día al cielo con súplica fiel
pido que me diga qué punto en la tierra
sostiénele vivo, o muerto le encierra: 265
mundo y cielo guardan silencio cruel.
DON PEDRO
El plazo otorgado dura todavía.
Un hora, un instante le basta al Eterno:
y mucho me holgara si fuera mi yerno
quien a mi Isabel tan fino quería. 270
Pero si no viene, y cúmplese el día,
y llega la hora... por más que me pesa,
me tiene sujeto sagrada promesa:
si fuera posible, no la cumpliría.
DON MARTÍN
Diligencia escasa, fortuna severa 275
parece que en suerte a mi sangre cupo:
quien a la desgracia sujetar no supo,
sufrido se muestre cuando ella le hiera.
A Dios.
DON PEDRO
No han de veros de aquesa manera.
Yo quiero esta espada; la mía tomad 280

  (Dásela.) 

en prenda segura de fiel amistad.
DON MARTÍN
Acepto: un monarca llevarla pudiera.
 

(Vase DON MARTÍN, y DON PEDRO le acompaña.)

 


Escena VI

 

MARGARITA, ISABEL.

 
MARGARITA

 (Aparte, siguiendo con la vista a los dos, que se retiran.) 

Aunque nada les oí,
deben estar ya los dos
reconciliados.
ISABEL

 (Que viene tras su madre.) 

Por Dios,
285
madre, haced caso de mí:
MARGARITA
No, que es repugnancia loca
la que mostráis a un enlace,
que de seguro nos hace
a todos merced no poca. 290
Noble sois; pero mirad
que quien su amor os consagra
es don Rodrigo de Azagra,
que goza más calidad,
más bienes: en Aragón 295
le acatan propios y ajenos,
y muestra, con vos al menos,
apacible condición.
ISABEL
Vengativo y orgulloso
es lo que me ha parecido. 300
MARGARITA
Vuestro padre le ha creído
digno de ser vuestro esposo.
Prendarse de quien le cuadre
no es lícito a una doncella,
ni hay más voluntad en ella 305
que la que tenga su padre.
Hoy día, Isabel, así
se conciertan nuestras bodas:
así nos casan a todas,
y así me han casado a mí. 310
ISABEL
¿No hay a los tormentos míos
otro consuelo que dar?
MARGARITA
No me tenéis que mentar
vuestros locos amoríos.
Yo por delirios no abogo. 315
Idos.
ISABEL
En vano esperé.

 (Sollozando al retirarse.) 

MARGARITA
¡Qué!, ¿lloráis?
ISABEL
Aún no me fue
vedado ese desahogo.
MARGARITA
Isabel, si no os escucho,
no me acuséis de rigor. 320
Comprendo vuestro dolor
y le compadezco mucho;
pero, hija... cuatro años ha
que a nadie Marsilla escribe.
Si ha muerto...
ISABEL
¡No, madre, vive...
325
Pero ¡cómo vivirá!
Tal vez, llorando, en Sión
arrastra por mí cadenas,
quizá gime en las arenas
de la líbica región. 330
Con aviso tan funesto
no habrá querido afligirme.
Yo trato de persuadirme,
y sin cesar pienso en esto.
Yo me propuse aprender 335
a olvidarle, sospechando
que infiel estaba gozando
caricias de otra mujer.
Yo escuché de su rival
los acentos desabridos, 340
y logré de mis oídos
que no me sonaran mal.
Pero ¡ay!, cuando la razón
iba a proclamarse ufana
vencedora soberana 345
de la rebelde pasión,
al recordar la memoria
un suspiro de mi ausente,
se arruinaba de repente
la fortaleza ilusoria, 350
y con ímpetu mayor,
tras el combate perdido,
se entraba por mi sentido
a sangre y fuego el amor.
Yo entonces a la virtud 355
nombre daba de falsía,
rabioso llanto vertía,
y hundirme en el ataúd
juraba en mi frenesí
antes que rendirme al yugo 360
de ese hombre, fatal verdugo,
genio infernal para mí.
MARGARITA
Por Dios, por Dios, Isabel,
moderad ese delirio;
vos no sabéis el martirio 365
que me hacéis pasar con él.
ISABEL
¡Qué! ¿Mi audacia os maravilla?
Pero estando ya tan lleno
el corazón de veneno,
fuerza es que rompa su orilla. 370
No a vos, a la piedra inerte
de esa muralla desnuda,
a esa bóveda que muda
oyó mi queja de muerte,
a ese suelo donde mella 375
pudo hacer el llanto mío,
a no ser tan duro y frío
como alguno que le huella,
para testigos invoco
de mi doloroso afán 380
que, si alivio no le dan,
no les ofende tampoco.
MARGARITA

 (Aparte.) 

¿Quién con ánimo sereno
la oyera? -El dolor mitiga;
de una madre, de una amiga 385
ven al cariñoso seno.
Conóceme, y no te ahuyente
la faz severa que ves;
máscara forzosa es
que dio el pesar a mi frente; 390
pero tras ella te espera,
para templar tu dolor,
el tierno, indulgente amor
de una madre verdadera.
ISABEL
¡Madre mía!

 (Abrázanse.)  

MARGARITA
Mi ternura
395
te oculté... porque debí...
¡Ha quince años que hay aquí
guardada tanta amargura!
Yo hubiera en tu amor filial
gozado, y gozar no debo 400
nada ya, desde que llevo
el cilicio y el sayal.
ISABEL
¡Madre!
MARGARITA
Temí, recelé
dar a tu amor incentivo,
y sólo por correctivo 405
severidad te mostré;
mas oyéndote gemir
cada noche desde el lecho,
y a veces en tu despecho
mis rigores maldecir, 410
yo al Señor, de silencioso
materno llanto hecha un mar,
ofrecí mil veces dar
mi vida por tu reposo.
ISABEL
¡Cielos! ¡Qué revelación 415
tan grata! ¡Qué injusta he sido!
¿Qué tanto me habéis querido?
¡Madre de mi corazón!
Perdonadme... ¡Qué alborozo
siento, aunque llorar me veis. 420
Seis años ha, más de seis,
que tanta dicha no gozo.
Mi desgracia contemplad,
cuando como dicha cuento
que mis penas un momento 425
aplaquen su intensidad.
Pero este rayo que inunda
en viva luz mi alma yerta,
¿dejaréis que se convierta
en lobreguez más profunda? 430
Madre, madre a quien adoro
el labio os pongo en el pie:
mi aliento aquí exhalaré
si no cedéis a mi lloro.

 (Póstrase.)  

MARGARITA
Levanta, Isabel; enjuga 435
tus ojos; confía... Sí:
cuanto dependa de mí...
ISABEL
Ya veis que en rápida fuga
el tiempo desaparece.
Si pasan tres días, ¡tres!, 440
todo me sobra después,
toda esperanza fallece.
Mi padre, por no faltar
a la palabra tremenda,
le rendirá por ofrenda 445
mi albedrío en el altar.
Vuestras razones imprimen
en su alma la persuasión:
en mí toda reflexión
fuera desacato, crimen. 450
Y yo, señora, lo veo:
podrá llevarme a casar;
pero en vez de preparar
las galas del himeneo,
que a tenerme se limite 455
una cruz y una mortaja;
que esta gala y esta alhaja
será lo que necesite.
MARGARITA
No, no, Isabel; cesa, cesa;
yo en tu defensa me empeño: 460
no será Azagra tu dueño,
yo anularé la promesa.
Me oirá tu padre, y tamaños
horrores evitará.
Hoy madre tuya será 465
quien no lo fue tantos años.


Escena VII

 

TERESA, MARGARITA, ISABEL.

 

TERESA.-  Señoras, don Rodrigo de Azagra pide licencia para visitaros.

MARGARITA.-  Hazle entrar. A buen tiempo llega.  (Vase TERESA.) 

ISABEL.-  Permitid que yo me retire.

MARGARITA.-  Quédate en la pieza inmediata, y escucha nuestra conversación.

ISABEL.-  ¿Qué vais a decir?

MARGARITA.-  Óyelo, y acabarás de hacer justicia a tu madre. (Vase ISABEL.) 



Escena VIII

 

DON RODRIGO, MARGARITA.

 

MARGARITA.-  Ilustre don Rodrigo...

DON RODRIGO.-  Señora... al fin nos vemos.

MARGARITA.-  Honrad mi estrado, ya que la prisa de venir a mi casa no os ha dejado sosegar en la vuestra.

DON RODRIGO.-  Aquí vengo a buscar el sosiego que necesito.  (Siéntase.)  ¿Qué me decís de mi desdeñosa?

MARGARITA.-  ¿Me permitiréis que hable con franqueza?

DON RODRIGO.-  Con franqueza pregunto yo. Hablad.

MARGARITA.-  Mi esposo os prometió la mano de su hija única; y, por él, debéis contar de seguro con ella. Pero la delicadeza de vuestro amor y la elevación de vuestro carácter, ¿se satisfarían con la posesión de una mujer cuyo cariño no fuese vuestro?

DON RODRIGO.-  El corazón de Isabel no es ahora mío, lo sé; pero Isabel es virtuosa, es el espejo de las doncellas: cumplirá lo que jure, apreciará mi rendida fe, y será el ejemplo de las casadas.

MARGARITA.-  Mirad que su afecto a Marsilla no se ha disminuido.

DON RODRIGO.-  No me inspira celos un rival cuyo paradero se ignora, cuya muerte, para mí, es indudable.

MARGARITA.-  ¿Y si volviese aún? ¿Y si antes de cumplirse el término se presentara tan enamorado como se fue, y con aumentos muy considerables de hacienda?

DON RODRIGO.-  Mal haría en aparecer ni antes ni después de mis bodas. Él prometió renunciar a Isabel, si no se enriquecía en seis años; pero yo nada he prometido. Si vuelve, uno de los dos ha de quedar solo junto a Isabel. La mano que pretendemos ambos, no se compra con oro; se gana con hierro, se paga con sangre.

MARGARITA.-  Vuestro lenguaje no es muy reverente para usado en esta casa y conmigo; pero os le perdono, porque me perdonéis la pesadumbre que voy a daros. Yo, noble don Rodrigo, yo que hasta hoy consentí en vuestro enlace con Isabel, he visto por último que de él iba a resultar su desgracia y la vuestra. Tengo, pues, que deciros, como cristiana y madre; tengo que suplicaros por nuestro señor y nuestra señora, que desistáis de un empeño, ya poco distante de la temeridad.

DON RODRIGO.-  Ese empeño es público, hace muchos años que dura, y se ha convertido para mí en caso de honor. Es imposible que yo desista. No os opongáis a lo que no podréis impedir.

MARGARITA.-  Aunque habéis desairado mi ruego, tal vez no le desaire mi esposo.

DON RODRIGO.-  Mucho alcanzáis con él: adora en vos, y lo merecéis, porque ha quince años que os empleáis en la caridad y la penitencia... Pero... ¿Os ha contado ya la muerte de Roger de Lizana?

MARGARITA.-  ¡Cómo! ¿Roger ha muerto?

DON RODRIGO.-  Sí, loco y mudo, según estaba; desgraciadamente según merecía; y a los pies de don Pedro, como era justo.

MARGARITA.-  ¡Cielos! Nada sabía de ese infeliz.

DON RODRIGO.-  Ese infeliz era muy delincuente, era el corruptor de una dama ilustre.

MARGARITA.-  ¡Don Rodrigo!

DON RODRIGO.-  La esposa más respetable entre las de Teruel.

MARGARITA.-  Por compasión... Si Roger ha muerto...

DON RODRIGO.-  Casi expiró en mis brazos. Yo tendí sobre el féretro su cadáver, y yo hallé sobre su corazón unas cartas...

MARGARITA.-  ¡Cartas!

DON RODRIGO.-  De mujer... cinco... sin firma todas. Pero yo os las presentaré, y vos me diréis quién las ha escrito.

MARGARITA.-  ¡Callad! ¡Callad!

DON RODRIGO.-  Si no, acudiré a vuestro esposo: bien conoce la letra.

MARGARITA.-  ¡No! ¡Dádmelas, rompedlas, quemadlas!

DON RODRIGO.-  Se os entregarán; pero Isabel me ha de entregar a mí su mano primero.

MARGARITA.-  ¡Oh!

DON RODRIGO.-  Dios os guarde, señora.

MARGARITA.-  Deteneos, oídme.

DON RODRIGO.-  Para que os oiga, venid a verlas.  (Vase.) 

MARGARITA.-  Escuchad, escuchadme.  (Vase tras DON RODRIGO.) 



Escena IX

 

ISABEL, después TERESA.

 

ISABEL.-  ¡Qué es lo que oí! No lo he comprendido, no quiero comprender ese misterio horrible: sólo entiendo que de infeliz he pasado a más.  (Sale TERESA.) 

TERESA.-  Señora, un joven extranjero ha llegado a casa pidiendo que se le dejara pasar a descansar un rato...

ISABEL.-  Recíbele y déjame.

TERESA.-  Ya se le recibió, y le han agasajado con vino y magras, por señas que nada de ello ha probado, como si fuera moro o judío. Aparte de esto, es muy lindo muchacho: he trabado conversación con él, y dice que viene de Palestina.

ISABEL.-  ¿De Palestina?

TERESA.-  Yo me acordé al punto del pobre don Diego. Como os figuráis que debe estar por allá...

ISABEL.-  Sí. Llámale pronto.  (Vase TERESA.)  ¡Virgen piadosa! ¡Que haya sido sueño lo que pienso que oí! ¡Oh! Pensemos en el que viene de Palestina.



Escena X

 

ZULIMA, en traje de noble aragonés; TERESA, ISABEL.

 
ZULIMA
El cielo os guarde.
ISABEL
Y a vos
también.
ZULIMA

 (Aparte.) 

Mi rival es ésta.
ISABEL
Mejor podéis descansar
en esta sala que fuera. 470
TERESA
Este mancebo, señora,
viene de lejanas tierras,
de Jerusalén, de Jope,
de Belén y de Judea.
ISABEL
¿Cierto?
ZULIMA
Sí.
TERESA
Y ha conocido
475
allá gente aragonesa.
ZULIMA
Un caballero traté
de Teruel.
ISABEL
¿Cuál? ¿Quién? ¿Quién era?
Su nombre.
ZULIMA
Diego Marsilla.
ISABEL
¡Os trajo Dios a mi puerta! 480
¿Dónde le dejáis?
TERESA
Entonces
¿era ya rico?
ZULIMA
Una herencia
cuantiosa le dejaron
allí.
ISABEL
Pero, ¿dónde queda?
ZULIMA
Hace poco era cautivo 485
del rey moro de Valencia.
ISABEL
¡Cautivo ¡Infeliz!
ZULIMA
No tanto.
La esposa del rey, la bella
Zulima, le amó.
ISABEL
¿Le amó?
ZULIMA
¡Sí! ¡Mucho!
TERESA
¡Qué desvergüenza!
490
ISABEL
¡Y qué! ¿No viene por eso
Marsilla donde le esperan?
TERESA
¿Se ha vuelto moro quizá?
ZULIMA

 (Aparte.) 

Ya que padecí, padezca.
Finjamos.
ISABEL
Hablad.
ZULIMA
No es fácil
495
resistir a una princesa
hermosa y amante: al fin
Marsilla, para con ella,
era un miserable.
TERESA
Pero
vamos, acabad...
ISABEL

 (Aparte.) 

¡Apenas
500
vivo!
ZULIMA
El rey llegó a saber
lo que pasaba; la reina
pudo escapar, protegida
por un bandido, cabeza
de la cuadrilla temible 505
que hoy anda por aquí cerca;
y Marsilla...
ISABEL
¿Qué?
ZULIMA
Rogad
a Dios que le favorezca.
ISABEL
¡Ha muerto! ¡Jesús, valedme!

 (Desmáyase.)  

TERESA
¡Isabel! ¡Isabel! ¡Buena 510
la habéis hecho!
ZULIMA

 (Aparte.) 

Sabe amar
esta cristiana de veras;
yo sé más, yo sé vengarme.
TERESA
¡Señora! ¡Paula! ¡Jimena!

  (A ZULIMA.) 

Buscad agua, llamad gente. 515
ZULIMA

 (Aparte.) 

Salgamos. Con esta nueva,
se casará.

 (Vase.) 

TERESA
¡Dios confunda
la boca ruin que nos cuenta
noticia tan triste!... Pero
un prójimo que no prueba 520
cerdo ni vino, ¿qué puede
dar de sí?
 

(Salen dos criadas que traen agua.)

 
Pronto aquí, lerdas.
¿Dónde estabais? A ver: dadme
el agua.
ISABEL
¡Ay Dios! ¡Ay Teresa!


Escena XI

 

MARGARITA, ISABEL, TERESA, criadas.

 
MARGARITA
¿Qué sucede?
ISABEL
¡Ay madre mía!
525
Ya no es posible que venga.
Murió.
MARGARITA
¿Quién? ¿Marsilla?
TERESA
¿Quién
ha de ser?
ISABEL
Y ha muerto en pena
de serme infiel.
TERESA
Una mora,
que dicen que no era fea, 530
la esposa del reyezuelo
valenciano, buena pieza
sin duda, nos le quitó.
ISABEL
¡En esto paran aquellas
ilusiones de ventura 535
que alimentaba risueña!
Conmigo nacieron, ¡ay!
se van, y el alma se llevan.
Ese infausto mensajero,
¿dónde está? Dile que vuelva. 540
MARGARITA
Sí: yo le preguntaré...
TERESA
Pues como nos dé respuestas
por el estilo... Seguidme.
 

(Vanse TERESA y las criadas.)

 


Escena XII

 

MARGARITA, ISABEL.

 
ISABEL
¿Quién figurarse pudiera
que me olvidara Marsilla? 545
¡Qué sonrojo! ¡Qué vileza!
Pero, ¿cómo ha sido, cómo
fue que no lo presintiera
mi corazón? No es verdad;
imposible que lo sea. 550
Se engañó si lo creyó
la Sultana de Valencia.
Sólo por volar a mí,
quebrantando sus cadenas,
dejó soñar a la mora 555
con esa falaz idea.
Mártir de mi amor ha sido,
que desde el cielo en que reina,
de su martirio me pide
la debida recompensa. 560
Yo se la daré leal,
yo defenderé mi diestra:
viuda del primer amor
he de bajar a la huesa.
Llorar libremente quiero 565
lo que de vivir me resta
sin que pueda hacer ninguno
de mis lágrimas ofensa.
No he de ser esposa yo
de Azagra: primero muerta. 570
MARGARITA
¿Tendrás valor para?...
ISABEL
Sí,
mi desgracia me le presta.
MARGARITA
¿Y si te manda tu padre?...
ISABEL
Diré que no.
MARGARITA
Sí te ruega...
ISABEL
No.
MARGARITA
Si amenaza...
ISABEL
Mil veces
575
no. Podrán en hora buena,
de los cabellos asida
arrastrarme hasta la iglesia,
podrán maltratar mi cuerpo,
cubrirle de áspera jerga, 580
emparedarme en un claustro
donde lentamente muera:
todo esto podrán, sí; pero
lograr que diga mi lengua
un sí perjuro, no.
MARGARITA
Bien,
585
bien. Tu valor... me consuela.

  (Aparte.) 

Nada oyó: mas vale así.
La culpa, no la inocencia
debe padecer. Ten siempre
esa misma fortaleza, 590
y no te dejes vencer,
suceda lo que suceda.
Matrimonio sin cariño
crímenes tal vez engendra.
Yo sé de alguna infeliz 595
que dio su mano violenta...
y... después de larga lucha...
desmintió su vida honesta.
Muchos años lleva ya
de dolor y penitencia... 600
y al fin le toca morir
de oprobio justo cubierta.
ISABEL
¡Ah madre! ¿Qué dije yo?
Me olvidé, con esa nueva,
de otra desdicha tan grande 605
que a mi desdicha supera.
MARGARITA
¡No te cases, Isabel!
ISABEL
Sí, madre: mi vida es vuestra:
dárosla me manda Dios,
lo manda naturaleza. 610
MARGARITA
¡Hija!
ISABEL
Por fortuna mía,
Marsilla al morir me deja
el corazón sin amor
y sin lugar donde prenda.
Por más fortuna, Marsilla 615
de mí se olvidó en la ausencia,
y puso en otra mujer
el amor que me debiera.
Por dicha mayor, Azagra
es de condición soberbia, 620
celoso, iracundo: así
mis lágrimas y querellas
insufribles le serán;
querrá que yo las contenga,
no podré, se irritará, 625
y me matará.
MARGARITA
¡Me aterras,
hija, me matas a mí!
ISABEL
Tengo yo cartas que lea:
puede encontrármelas.
MARGARITA
¡Oh!
¡Si como las tuyas fueran 630
otras!...
ISABEL
Y tengo un retrato
en esta joya.

 (Saca un relicario.) 

¿Son ésas
sus facciones? Pues sabed
que, sin estudio ni regla,
de amor guiada la mano, 635
al primer ensayo diestra,
yo supe dar a ese rostro
semejanza tan perfecta.
Me sirvió para suplir
de Marsilla la presencia; 640
no le necesito ya:
mas vale que no le vea.
¡Ah!, dejadme que le bese
una vez... la última es ésta.
Tomad. ¿Veis? el sacrificio 645
consumo, y estoy serena,
tranquila... como la tumba.
Imitad vos mi entereza,
mi calma... y no me digáis
una palabra siquiera. 650
De mí vuestra fama pende:
la conservaréis ilesa.
Yo me casaré: no importa,
no importa lo que me cuesta.

 (Vase.)  



Escena XIII

 

MARGARITA.

 
¿Y debo yo consentir 655
que la inocente Isabel,
por mi egoísmo cruel,
se ofrezca más que a morir?
Pero, ¿cómo he de sufrir
que, perdida mi opinión, 660
me llame todo Aragón
hipócrita y vil mujer?
Mala madre me hace ser
mi buena reputación.
A todo me resignara 665
con ánimo ya contrito,
si al saberse mi delito,
yo sola me deshonrara.
Pero a mi esposo manchara
con ignominia mayor. 670
¡Hija infeliz en amor!
¡Hija desdichada mía!
Perdona la tiranía
de las leyes del honor.



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