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Los áspides de Cleopatra

Francisco Rojas Zorrilla



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PERSONAJES
 

 
CLEOPATRA.
LÉPIDO.
IRENE.
UNA MUJER.
MARCO ANTONIO.
LELIO,   viejo.
CAIMÁN,   gracioso.
UN SARGENTO.
OCTAVIANO.
OCTAVIO.
LIBIA,   criada.
MÚSICOS.





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Salen IRENE y LÉPIDO.

 
IRENE
Cansado, Lépido, estás.
LÉPIDO
Irene, téngote amor.
IRENE
¿No te hiela mi rigor?
LÉPIDO
Desdenes encienden más.
IRENE
¿Y los desaires?
LÉPIDO
También.
IRENE
Confiésote que es verdad,
que a una grande voluntad
la da sazón un desdén;
si cae sobre amor, yo siento
que es el desaire donaire,
mas no si cae el desaire
sobre un aborrecimiento.
Y así, pues tu engaño ignora
que tu amor aborrecí,
lo que te encendió hasta aquí
te puede helar desde ahora.
LÉPIDO
Pues ya que saber merezco
que no me quieres...
IRENE
Detén;
no es que no te quiero bien.
LÉPIDO
Pues di, ¿qué es?
IRENE
que te aborrezco.
LÉPIDO
¿Ese extremo no es igual?
IRENE
Diferente viene a ser:
una cosa es no querer,
y es otra querer muy mal.
LÉPIDO
Y, en fin, me dices aquí...
IRENE
Ya tu oído lo escuchó.
LÉPIDO
Que no me has querido.
IRENE
No.
LÉPIDO
¿Y que me aborreces?
IRENE
Sí.
LÉPIDO
Con la amorosa pasión
no pensarán mis agravios
que lo que hablaban tus labios
dictaba tu corazón.
Mas la causa he de saber
por qué aborreces mi nombre.
IRENE
No puedo querer yo a un hombre
a quien venció una mujer.
LÉPIDO
Aunque Cleopatra cruel
me venció, el ser vencedor
no está en manos del valor,
la fortuna da el laurel.
Venciome, y aún te asegura
esta verdad inclinada
que a no vencerme su espada
me venciera su hermosura:
que es tan bella...
IRENE
Ten, que espero
pedirte, si eres constante,
que te vengues como amante,
pero no como grosero;
que yo no he dicho verás
en este desdén primero
con decir que no te quiero
que a otro amante quiero más.
Y tu venganza procura
tanto encender mi tibieza,
que alabas otra belleza
galanteando mi hermosura.
Pues refrena tu osadía
como amante; que no es bien
satisfacer un desdén
con toda una grosería.
LÉPIDO
Que a ti te alabo verás
si lo miras ingeniosa,
que es hacerte más hermosa
estarte queriendo más.
¿De alabarla sin amor
qué ofensa te puedo hacer,
si esto es darte a ti a entender
que me pareces mejor?
IRENE
Yo aborrezco a Cleopatra, ya lo sabes;
y ni aun poco no quiero que la alabes.
LÉPIDO
Tú me aborreces.
IRENE
Tú me desobligas.
LÉPIDO
Pues ni aun esto no quiero que me digas:
de Marco Antonio tengo estos recelos.
IRENE
Tú eres el que te das a ti los celos.
LÉPIDO
Que le quieres infiero.
IRENE
Cortés soy, no te he dicho que le quiero.
LÉPIDO
Pero tu amor su amor ha preferido.
IRENE
Es galán, es valiente y entendido.
LÉPIDO
Con la voz de la fama militante
tres veces Roma me aclamó triunfante.
IRENE
Y Cleopatra eclipsar tu luz procura.
LÉPIDO
Es hermosa, y venció con la hermosura.
IRENE
De grosero otra vez das testimonio.
LÉPIDO
Y tú, ¿por qué alabaste a Marco Antonio?
IRENE
Dices bien, ya lo veo,
resbalose la voz por el deseo.
LÉPIDO
Pues no te cause enojos
que se fuese mi lengua hacia mis ojos.
IRENE
No me quieras, y alaba a quien quisieres.
LÉPIDO
¡Qué prolijas nacisteis las mujeres!
 

(Toquen.)

 
IRENE
Mas ¿qué clarín esparce poco atento
las raridades que concierta el viento?
 

(Toquen sordinas.)

 
LÉPIDO
Mas ¿qué sordinas, con acentos graves
divierten la capilla de las aves?
IRENE
Triunfante allí un ejército ha ocurrido.
LÉPIDO
Y otro ejército allí marcha vencido.
IRENE
¡Oh si el cielo quisiera
que Marco Antonio el que ha vencido fuera!
que aunque es mi hermano César Octaviano,
Es mi amante primero que mi hermano
LÉPIDO
¿Si el cielo ha permitido
que Marco Antonio sea el que ha vencido?
que aunque de su amistad tanto me obligo,
es mi dama primero que mi amigo.
IRENE
Marco Antonio es aquel, aquel mi hermano.
LÉPIDO
Éste que llega es César Octaviano.
IRENE
Pues supla a mi deseo mi recato;
llega en buen hora, honor del Triunvirato.
LÉPIDO
Llega a mis brazos, toma,
llega en buen hora, libertad de Roma.
IRENE
Mis lazos se prevengan a tus lazos.
LÉPIDO
El corazón traduciré en los brazos.
IRENE
Esta fineza en tu valor se estrene.
 

Salen por dos puertas diferentes, MARCO ANTONIO por el lado de IRENE, y OCTAVIANO por el de LÉPIDO.

 
OCTAVIANO
¡Oh Lépido!
LÉPIDO
¡Oh Octaviano!
MARCO ANTONIO
¡Oh bella Irene!
IRENE
¡Oh dulce dueño mío!
móvil que arrastra todo mi albedrío.
¿Cómo vienes?
MARCO ANTONIO
Vencí.
LÉPIDO
¿Cómo te ha ido?
¿No me responderás?
OCTAVIANO
Vengo vencido.
IRENE
Marte lo ha permitido soberano.
MARCO ANTONIO
Déjame ver a César Octaviano.
OCTAVIANO
A Antonio quiero hablar.
LÉPIDO
A mi enemigo.
MARCO ANTONIO
¿Lépido?
IRENE
¿hermano?
OCTAVIANO
¿Irene? ¿amigo?
MARCO ANTONIO
¿Amigo?
OCTAVIANO
¿Qué tristeza a tus ojos ha ocurrido?
MARCO ANTONIO
De hallarte con insignias de vencido,
¿qué alegría se ofrece a tu semblante?
OCTAVIANO
De mirarte con señas de triunfante.
MARCO ANTONIO
Como hoy a tu valor tu ruina estrena,
se equivocó mi gloria con tu pena.
OCTAVIANO
Y como tú has logrado una victoria
se moderó mi pena con tu gloria.
MARCO ANTONIO
Agradezco la fe de tu cuidado.
OCTAVIANO
Cuéntame, Antonio, el triunfo que has gozado
MARCO ANTONIO
Cuéntame aquesa lid sangrienta y fiera.
OCTAVIANO
Fue desta suerte.
MARCO ANTONIO
Fue desta manera.
OCTAVIANO
Ya te acuerdas, Antonio, de aquel día,
que armados de ambiciosa bizarría
fuimos los tres a conquistar el mundo.
MARCO ANTONIO
Y que tocó a mi acero sin segundo
El Asia.
OCTAVIANO
A mi la Europa dilatada.
LÉPIDO
El África a los filos de mi espada.
OCTAVIANO
Y que los tres con amigable trato
hicimos este heroico Triunvirato.
Júpiter quiera que felice goce.
La tierra austral que el rumbo desconoce.
LÉPIDO
Ya sabes que por suerte o por estrella
me venció por el mar Cleopatra bella.
MARCO ANTONIO
Y que sabiendo tu infelice suerte
volví del Asia solo a socorrerte.
OCTAVIANO
Que echamos los dos suertes.
MARCO ANTONIO
Ya lo digo.
OCTAVIANO
Que le tocó a mi brazo este castigo,
que por la mar con ira y osadía
fui a rendir a Cleopatra a Alejandría.
MARCO ANTONIO
Que al Asia me volví.
LÉPIDO
Que yo corrido
en Roma entonces me quedé vencido.
MARCO ANTONIO
¿Es esto ansí?
LÉPIDO
Mi indignación lo llora.
MARCO ANTONIO
Pues oye agora.
OCTAVIANO
Pues escucha agora:
cuando el alba y aurora, entonces bellas,
salen a reconocer a las estrellas;
cuando el tardo lucero, sin decoro,
murmurando está el sol bostezos de oro,
y el pájaro de verdes plumas rico
afila al tronco el argentado pico,
retoza el can, y la que ruge fiera
muestra la presa con que al tigre espera;
chupa el clavel el líquido rocío
azota el pez las márgenes del río,
y en repetido tálamo dichoso
la tórtola se pica con su esposo,
y la culebra sola
hondeando la arena con su cola,
y al asomar del sol temprano el coche
muda la piel con que esperó la noche;
partí cortando al mar la verde bruma
en trescientos centauros de la espuma,
pues volar y correr cada cual sabe,
medio cuerpo cristal y medio nave.
MARCO ANTONIO
La reina, entre las flores peregrinas,
encargó su custodia a las espinas,
y Clicie, que por Febo se desvela,
era del campo fija centinela;
roció el viento con agua destilada
a la luna, hasta entonces desmayada,
y ella con animosa cobardía
del desmayo volvió que la dio el día;
y a una estrella se sale desunido,
por acecharle al sol dónde se ha ido,
y porque vuelen graves
les dio la sombra luz a tardes aves,
cuando marché con treinta mil soldados,
seguros todos, porque son pagados.
OCTAVIANO
Y apenas con descuido diligente
encargamos las velas al Poniente
cuando vapores del cristal sediento
tramaron nubes que vistiese el viento,
el día oscureció, bramó el Siroco,
tejiose el sol de nieblas poco a poco
erizósele al mar la estéril bruma,
que es el verde caballo de la espuma,
variaron descontentos a bramidos
todos cuatro elementos desunidos;
sólo la vista a solo el riesgo vía,
de mucho armada el oído no oía;
ya no acierta el gobierno el timonero,
no encuentra con la escolta el marinero;
el más hallado es el que más se ofusca,
da en el fogón el que la bomba busca;
el padre allí del hijo es enemigo,
no se acuerda el amigo del amigo;
cual hubo que a la sombra agradecía,
por no ver todo el mal que se entendía;
cual hubo que el relámpago deseaba,
por ver aquel espacio que duraba;
toda mi hueste en una voz se queja,
pero a ninguno aprovechó la queja;
y cuál hubo, que al ver no bien mirados,
cubierto el mar de árboles troncados;
tan ciego acierta, y tan despierto yerra,
que al mar saltó pensando que era tierra.
MARCO ANTONIO
A mí me ayudó tanto la fortuna,
que el imán de las aguas, que es la luna,
influyendo por todas las estrellas,
me señaló serenidades bellas.
A la sed que fatiga a mis soldados
arroyos se desangran por los prados;
ardiente estío me ofreció a racimos
ociosa fruta en árboles opimos,
árbol allí más grato
ofreció calambucos al olfato,
y con sonoro y ajustado ruido
las aves consonancias al oído,
selva y prados en líquidos despojos
dieron amenidades a los ojos;
y como estrella nos influye amiga,
el ocio fue nuestra mayor fatiga;
y, en fin, como suaves
nos saludaron las pintadas aves;
el prado, el arroyuelo,
la selva, el monte, luna, sol y cielo,
sin inconstancia alguna,
no se halló quien creyese que hay fortuna.
OCTAVIANO
Salió el arco de paz, serenó el día,
y en la playa me hallé de Alejandría;
salté en Egipto, que es donde idolatra
el sol los otros soles de Cleopatra;
desembarcamos en la playa apenas;
el llanto se rió con las arenas
y aunque en la playa estaba,
la planta aún no creyó lo que pisaba;
cuando con ira ardiente
me acomete Cleopatra de repente;
por la márgen de un río, clara y pura,
¿quién ha visto con maña la hermosura?
resistirla procuran mis soldados,
y moverse no pueden de cansados,
allí con ira extraña
se aprovechó de la ocasion la saña;
el alarido y confusión crecía:
lo que antes fue cristal, ya es sangre fría,
aquel, herido y fiero,
lidiaba con su mismo compañero;
desesperado aquel, cuando embestía,
no por matar, que por morir reñía;
uno allí desangrado
sangre bebe que aquel ha derramado:
pero si aquella le desmaya, en breve
vuelve a alentar con la que el otro bebe;
aquel que ni se anima ni acobarda,
esperando la lid la muerte aguarda;
huye un soldado sin que el riesgo aguarde,
y le alcanza la muerte de cobarde;
uno acomete allí más diligente,
y se busca su muerte de valiente,
que no se libran de la muerte fiera
ni el que huye, ni el que embiste, ni el que espera.
MARCO ANTONIO
Yo, con valor, enojo y osadía
al reino de los Partos llegué un día;
salió su rey, su vestidura era
de pieles remendadas de pantera;
sacó eminentes, pero no constantes,
castillos sobre espaldas de elefantes;
tal ejército el joven acaudilla
que ocupa más espacio de una milla;
son sus altas trincheras baluartes,
al sol encubren rojos estandartes;
mas, dije, como el mundo no me asombra,
«no importa, pelearemos a la sombra.»
De noble ira, de ardimiento armada,
mi gente la embistió desbaratada;
mis tropas se dividen una a una,
pero las concertaba la fortuna,
si en proporción el Parto acometía,
su mesma ceguedad le dividía;
de emboscada miré salir airados
sobre veinte elefantes, mil soldados,
y aunque iban fijos antes,
tienen tal propiedad los elefantes
que si tropiezan, sea del peso o pena,
no pueden levantarse del arena;
y es preciso, si quieren ir delante
que el mismo que los guía, los levante;
pues cuando me buscaron
en un reducto que hice, tropezaron,
y como el que primero acometía
levantarse a sí mismo no podía,
quedaba entre el arena sepultado
a un tiempo el elefante y el soldado.
OCTAVIANO
Sobre un caballo, pájaro sin pluma,
que a nado pasó el golfo de su espuma,
que cuando al freno su altivez sujeta,
irritado a la voz de la trompeta,
alzó tanto al pisarlas peñas duras
que él mismo se miró las tierra duras,
salió Cleopatra, más divina aurora,
animando su hueste vencedora,
retirarme otra vez al mar procuro
y menos de las aguas me aseguro;
el soldado, que auxilios procuraba,
por saltar en el barco en el mar daba;
y cual entre uno y otro grave empeño,
se arroja al mar sobre tronchado leño;
recojo algunos que morir quisieron,
y de ser desdichados no murieron.
MARCO ANTONIO
Al Parto venzo, y viéndome triunfante,
su rey me llama el Asia militante.
OCTAVIANO
Surco el Mediterráneo, a Roma llego
Rendido de Cleopatra.  (Aparte. ¡Ah dulce fuego!)
MARCO ANTONIO
. Las aves me repiten la vitoria,
los bronces la dedican a la historia.
OCTAVIANO
Acuérdanme entre aquellas peñas fieras
mi ruina negras aves agoreras.
MARCO ANTONIO
Llego a verte, y hallándote vencido,
yo me parece que el vencido he sido.
OCTAVIANO
Hállote, y como elAsia has sujetado,
yo presumo que soy el que he triunfado.
MARCO ANTONIO
Tu voz por todo el orbe se derrama.
OCTAVIANO
Tú eres el que da lenguas a la fama.
MARCO ANTONIO
Para que las edades sean testigos
de que somos los dos fieles amigos.
OCTAVIANO y LÉPIDO
Y al rendir sus provincias una a una,
préstanos, Marco Antonio, tu fortuna.
MARCO ANTONIO
Si haré, César Octaviano,
y vive el móvil primero,
a cuyo natural curso
se arrastran estotros cielos,
que ha de estrenarse Cleopatra
en las iras de mi acero,
aunque embotados de herir
tenga sus filos sangrientos.
Marchad otra vez, soldados;
ea, a vengar, compañeros,
la sangre de los romanos
que ha teñido el mar Tirreno.
Ea, a Alejandría, soldados,
y pésame que es empeño
en vencer una mujer,
cuando a tantos reinos venzo.
Lépido, si tu desdicha
te ha vencido, y no tu esfuerzo:
Octaviano, si tu estrella
te ha vencido, y no tu aliento;
yo, que soy vuestra fortuna,
vengar a los dos prometo
antes que al ocio le encargue
este no vencido acero.
Sólo descanso en la lid;
ea, a descansar marchemos;
alto, a embarcarnos, amigos;
aten al mar con sus remos
para sembrarte de sangre
esos inconstantes leños;
ea, a vencer a Cleopatra,
este encanto descifremos,
que no ha podido el valor
ver, siendo mucho, estar ciego.
Adiós, César Octaviano.

 (Hace que se va.) 

OCTAVIANO
Espérate, que primero
te he de cumplir la palabra
que te he prometido. Al tiempo
que al Asia fuiste, ya sabes
que fue de los dos concierto,
que si vienes de la guerra
vencedor, te dé por dueño
a Irene, mi hermosa hermana;
tú has vencido ya, y supuesto
que haces tú por mí lo más,
que es vengarme, yo pretendo
darte, pues me está tan bien,
a mi hermana, que es lo menos.
Irene, dale la mano.
LÉPIDO
Echas a perder con eso
nuestra venganza, Octaviano.
¿Vesle que airado y sangriento
se irrita de nuestro agravio,
y a tu ruina desatento,
cuando le hallas diligente
le solicitas suspenso?
Déjale vencer ahora,
que estorbar es desacierto
las atenciones de Marte
con las delicias de Venus.
MARCO ANTONIO
Los dos decís bien, amigos
y así, tomando el consejo
de Lépido y Octaviano,
el favor agradeciendo,
doy la mano y no la doy.
Bella Irene, ya soy vuestro;
pero antes que en esos lazos
se suspenda este ardimiento,
y antes que pague amoroso
deudas de consorte al lecho,
he de vencer a Cleopatra,
con que cumplo a un mismo tiempo,
quedando por dueño suyo
y yendo a vengaros luego
con el duelo de amistad
y de mi amor con el duelo;
tuyo soy, Lépido, amigo.
LÉPIDO
¿Qué dices? ¡De celos muero!
MARCO ANTONIO
Que avises a mis soldados
que a marchar estén dispuestos,
que al África he de embarcarme.
LÉPIDO
Tus órdenes obedezco;
Véngueme el cielo de ti.

 (Vase.) 

OCTAVIANO
¿Bella Irene?
IRENE
¿César nuevo?
OCTAVIANO
Déjanos solos, que hablar
a Marco Antonio en secreto
conviene a un cuidado mío.
IRENE
Si tanto importa ya os dejo;
menos valiente quisiera
y más amante a mi dueño.

 (Vase.) 

OCTAVIANO
Ya estamos solos.
MARCO ANTONIO
Sí, amigo.
OCTAVIANO
Ninguno nos oye.
MARCO ANTONIO
Es cierto.
OCTAVIANO
Pues salga al oído tuyo
todo en voces mi silencio.
MARCO ANTONIO
¿Qué dices? Dime tu mal.
OCTAVIANO
¡Oh, pluguiera a mi deseo
que en mi lengua y en su voz
cupiera mi sentimiento!
MARCO ANTONIO
No esté cobarde tu pena.
OCTAVIANO
. ¿Cómo quieres tú que a un tiempo
de una grande cobardía
se informe tu atrevimiento?
MARCO ANTONIO
¿Cobardía? ¿Qué? ¿Has huido?
¿Volviste la espalda al riesgo?
OCTAVIANO
Mayor mal.
MARCO ANTONIO
No puede ser.
OCTAVIANO
Oye y sabrás el suceso.
amigo, yo vi a Cleopatra...
MARCO ANTONIO
Tente, que has dicho más presto
de lo que explicarlos quieres
a todos tus pensamientos.
¿Te aficionó su hermosura?
Responde.
OCTAVIANO
¡Pluguiera al cielo!
que la aficion no es amor.
MARCO ANTONIO
¿Qué es?
OCTAVIANO
Un tibio deseo,
que está pintado en el alma
al temple de los afectos,
a quien cualquiera accidente,
sea de tibieza o celos,
con ser los que le hacen más
le templan en ser lo menos.
MARCO ANTONIO
¿Pues qué tienes?
OCTAVIANO
Tengo amor,
que está al olio tan impreso
en el corazón, adonde
fue toda afición bosquejo,
que no le podrá borrar
el pintor más sabio y diestro,
ni de los celos las sombras,
ni de la ausencia los lejos;
yo vi a Cleopatra divina
(como te dije primero),
y mis ojos navegaron
las ondas de su cabello;
anegueme en su hermosura,
y dije al ver sus luceros:
¿cómo causan la borrasca
los que influyen tan serenos?
¡Ay de mí! que ya no soy
ni puedo ser aquel mesmo
que burló como dormido
lo que lloró como ciego;
venciome, y enamoreme,
pero no hizo mucho en eso,
que me rindió el corazón
y es él el que da el esfuerzo;
tú eres mi amigo y mi hermano,
tú partes agora al reino
de Cleopatra a conquistar
los imposibles de un cielo;
tú eres dichoso, yo soy
el más infeliz extremo
de la fortuna inconstante;
tanto, que en las lides echo
a perder con mi fortuna
cuanto emprendo con mi acero,
a ti todas las estrellas
te favorecen; yo tengo
por tres enemigos míos
a Júpiter, Marte y Venus;
y, en fin, soy tan infeliz
que me he enamorado: en esto
conocerás mi fortuna;
y así, noble amigo, puesto
que eres dichoso, hazme tú
feliz: conquístame el cetro
de Cleopatra, sol de Egipto;
ve a conquistarme el imperio
de sus ojos, a quien paga
el dios de la venda feudo;
si la vences con tu dicha;
quédate tú con su cetro,
y parte luego conmigo
su hermosura; yo no puedo
lograrme por mí esta dicha,
tenme lástima, que llego
a hacer las lágrimas voces,
y hacer ojos sus acentos;
vence, y logre yo sus rayos,
y pues ha sido concierto
partir los dos, como amigos,
del mundo todos los reinos,
tómate tú todo el mundo,
y dame a Cleopatra en premio,
porque vale más Cleopatra
que el mundo, aunque entren los cielos.
MARCO ANTONIO
Con sentir verte vencido,
no es eso lo que más siento,
sino que pueda en ti más
tu amor que un vencimiento;
tú que das voz a la fama,
a las edades ejemplo,
¿has de ser de un ciego dios
indigno y extraño objeto?
Templa, templa esas pasiones.
OCTAVIANO
Amigo Antonio, no puedo.
MARCO ANTONIO
¿Tú con ojos en las lides?
¿Y tú en las delicias ciego?
¿Tú enamorado?
OCTAVIANO
¿Pues tú
no tienes amor?
MARCO ANTONIO
Confieso
que a Irene, tu hermana, adoro,
ya por mi esposa y mi dueño;
pero es amor tan templado
que a vengarte voy resuelto
por no embarazar mi ira
con mi amor; luego es primero
todo este valor que irrito,
que todo este amor que templo.
OCTAVIANO
Como ya es Irene tuya
estás templado.
MARCO ANTONIO
No es eso,
sino que es ofensa mía
la que es de los dos, y quiero,
en dos extremos tan grandes,
valor y amor, que sea menos,
amor, que es extremo y vicio,
que valor, virtud y extremo.
Convéncete.
OCTAVIANO
No es posible.
MARCO ANTONIO
Indigna el valor.
OCTAVIANO
No acierto.
MARCO ANTONIO
¿Y la adoras?
OCTAVIANO
No es humana.
MARCO ANTONIO
¿No hay remedio?
OCTAVIANO
No hay remedio.
MARCO ANTONIO
Pues supuesto que te miro
incapaz de mi consejo,
y pues tú no puedes más
contigo, y tampoco puedo
faltar a mi obligación
que a mi fe y mi sangre debo,
yo te entregaré vencido
ese aparente portento
que le han fingido imposible
los entes de tus deseos.
Partid al puerto, soldados;
Octaviano, yo prometo
de no volver a la Europa
sin que a ti, rey verdadero
de la otra mitad del mundo
que con mi espada granjeo,
traiga para eterna fama
la gran Cleopatra por feudo
OCTAVIANO
¿Eres mi amigo?
MARCO ANTONIO
Y tu hermano.
OCTAVIANO
Y, en fin, ¿prometes de nuevo
que será mía Cleopatra
si la vences?
MARCO ANTONIO
Al sol mesmo
pondré a tus plantas.
OCTAVIANO
Mis brazos
son de tus lealtades premio.
MARCO ANTONIO
Quédate.
OCTAVIANO
El cielo te guarde.
Mira, amigo, que recelo...
MARCO ANTONIO
Fortuna tengo y valor.
OCTAVIANO
Recelo...
MARCO ANTONIO
No tengas miedo.
OCTAVIANO
Que Cleopatra...
 

Salen IRENE y LÉPIDO por dos puertas.

 
IRENE
Ya otra vez
al ruido del metal hueco
se conciertan tus soldados.
LÉPIDO
Ya al son de Marte sangriento
templadas las cajas tocan
a marchar.
MARCO ANTONIO
Ea, marchemos,
hijos míos. -Bella Irene,
dame los brazos.
IRENE
En ellos
quisiera dejarte el alma.
 

(Abrázanse.)

 
MARCO ANTONIO
Yo vendré a adorarte.
IRENE
El cielo
te vuelva a Europa.
MARCO ANTONIO
Él querrá
que goce tus brazos presto. -
Lépido, adiós.
LÉPIDO
Él te traiga
tan presto como deseo.
OCTAVIANO
Mira que me das palabra...
MARCO ANTONIO

 (A la puerta.) 

No acuerdes lo que te ofrezco;
la lealtad tiene memoria.
IRENE
Advierte, esposo, que temo...
MARCO ANTONIO
No temas.
IRENE
Quiérote bien.
MARCO ANTONIO
Pues advertid, que si dentro
de un año no hayan venido
señas de mi vencimiento,
es que el valor y fortuna
se han trocado tan adversos
que él la ha influido desdichas
y ella amenaza los riesgos.
¿Y me iréis a socorrer?
LÉPIDO
Yo lo juro.
OCTAVIANO
Yo lo ofrezco.
IRENE
Y yo he de ir a acompañarlos.
MARCO ANTONIO
Esto admiro.
OCTAVIANO
Esto concierto.

  (Ap. 

Dale laureles, fortuna.)
IRENE
Volvedle a Europa, deseos.
MARCO ANTONIO
Tráigame el cielo triunfante.
LÉPIDO

 (Aparte) 

No vuelvas ruego a los cielos.
 

(Vanse.)

 
 

Sale CAIMÁN.

 
CAIMÁN
Yo soy un pobre romano,
que vino sin cobardía
al reino de Alejandría
con el César Octaviano;
y en la batalla después,
viendo que con los gitanos
no me valían las manos,
ne aproveche de los pies;
pero yo estoy satisfecho,
que huir, como hombre mortal
luego, luego, hace gran mal,
después, después, gran provecho;
que queda un hombre corrido
dice el vulgacho malvado;
mas al huir me he quedado
como si no hubiera ido;
díjome Octaviano fiero
de su ruina en el afán:
-Dí, ¿por qué huyes, Caimán;
y yo dije: -Porque quiero;
-Si mueres, dijo, es muy cierto
que tu fama el orbe aclama;
-¿y qué he de hacer con la fama,
le dije, después de muerto?-
Señores, ¿no es necedad
que haya hombre de tal suerte
que se deje dar la muerte
por tener posteridad?
¿Por dar líneas a la historia
haya quien llegue a lidiar?
¿Que se entre un hombre a matar
por dejar grande memoria?
Hombre, a tu valor incierto
el engaño te apercibo;
¿no hay quien se acuerde de un vivo,
y quiere memoria un muerto?
Ahora volvamos al caso:
en la lid sangrienta y dura,
deste monte en la espesura
me escapé paso entre paso;
volviéronse los romanos,
pero aunque en Alejandría
se quedó mi cobardía,
no me conocen gitanos;
pues estoy pobre, yo quiero,
ya que no soy buen soldado,
buscar un oficio honrado
que me valga algún dinero;
¿Seré sastre? es devoción
ser sastre muy abatida,
que he de andar toda la vida
a cuestas con el pendón.
¿Aljebista? voy errado;
desconcertaré costillas,
venderé lindas pastillas
de ámbar siendo pan mascado;
esto no se disimula,
y aún no sé fraguarlas yo.
¿Hareme médico? no,
sé mucho, y no tengo mula.
Con ropón seré letrado,
que libros no es menester;
boticario quiero ser,
que es oficio redomado;
pues con vender cada vez
que ocasión precisa halle
cuatro piedras de la calle
molidas en almirez,
con cuatro rótulos sólo,
con vender a tontos mil
el aceite del candil
por aceite de vitriolo;
con que venda a cuantos ven
que en mi tienda se trabaja
el agua de la tinaja
por el agua de llanten;
y por jarabe después
vender miel de letuario,
queda un hombre boticario
y queda rico en un mes;
pero no quedarán salvas
honra y fama que he guardado:
que dirán que un hombre honrado
ha nacido entre las malvas.
¿Seré alcahuete? No inquiete
mi codicia, que es mi fama.
No le dan nada a una dama
¿qué darán a un alcahuete?
¿Pues a qué oficio idolatra
mi codicioso desvelo?
LIBIA
 

Sale LIBIA.

 
Justicia venga del cielo
sobre la reina Cleopatra.
Apelaré del rigor
con que al precepto me irrito,
¿que haya mandado en Egipto,
que no haya quien tenga amor?
¿Que con su casta pureza
la cruel Cleopatra intente
derogar por accidente
lo que obra naturaleza?
Si con ser irracionales
en la tierra y mar mejor,
se tienen también amor
peces, plantas y animales.
Desde que ha que todos ven
este precepto importuno,
no encuentro hombre ninguno
que no me parezca bien.
Con dos mil faltas escojo
a todos, tan torpe soy,
que tras un tuerto me voy
porque me hace del ojo.
Y cuando llegue a faltar
un tuerto, que querré advierto
a un calvo, con ser bien cierto
que no le puedo pelar.
A un lindo mi tema rara
le pone ducientos nombres;
si es feo, digo: los hombres
no han de tener buena cara.
Si un chiquito hallo en la calle,
digo: aqueste me merece;
si un largo: ¡qué bien parece
en los hombres un buen talle!
Y de tal suerte se ven
mis ansias, porque me asombre,
que me vengo tras este hombre
porque me parece bien.
¡Que nuestra reina aperciba,
porque su virtud se crea,
que la que adúltera sea
la saquen a quemar viva!
¡Y que otra ley nos advierta,
porque el riesgo se repare,
que la que se descuidare
la saquen a quemar muerta!
Señores míos, protesto
que me endiablo o enquillotro,
¿qué les queda para esotro
si queman aquí por esto?
Esta sujeción cansada
más a mi deseo aumenta;
viva yo agora contenta
y muera después quemada
pero tengo tal estrella
que no ha de quererme creo
CAIMÁN

 (Aparte.) 

Mujer es esta, y deseo
parecer hombre con ella.
LIBIA

 (Aparte.) 

Yo me llego.
CAIMÁN

 (Aparte.) 

¡Hay tal menguado!
¿Qué tardo? Quiero llegar.
LIBIA

 (Aparte.) 

Aunque me hayan de quemar.
CAIMÁN
Sea Júpiter alabado.
LIBIA
Por siempre, y pase adelante;
pues ya en la ocasión me veo.
CAIMÁN
¿Habrá un poquito de empleo
para un amor vergonzante?
LIBIA
No faltará.
CAIMÁN
¡Qué piedad!
LIBIA
Llegue y no tenga recelo;
acérquese, hermano.
CAIMÁN
El cielo
le pague la caridad.
LIBIA
Tome.

 (Dale la mano.) 

CAIMÁN
Págueoslo Cupido;
de hambre sólo la tomo,
tres meses ha que no como
bocado de lo que pido;
ya que en amoroso lazo
tan piadosa os alargáis
que un poco de mano dais,
dadme un bocado de un brazo.
LIBIA
Tómele

 (Abrázale.) 

CAIMÁN
¡Qué alma tan pía!
LIBIA
Yo soy una pecadora;
óyeme, hermano.
CAIMÁN
¿Señora?
LIBIA
Véngaseme acá otro día.

 (Ap. 

Más a quererle me incito.)
CAIMÁN
Dígame, ¿por qué razón?
LIBIA
Hermano, la privación
es causa del apetito.
CAIMÁN
Su fineza he de estimar,
seré su amante muy fiel.
LIBIA
Ruego al cielo que por él
no me saquen a quemar.
CAIMÁN
¿Quemar?
LIBIA
Es ley promulgada
contra el humano apetito.
CAIMÁN
Si ello es después del delito,
quémente, no importa nada.
¿Y en el castigo se encierra
el hombre también?
LIBIA
No.
CAIMÁN
Di,
¿sólo a las mujeres?
LIBIA
Sí.
CAIMÁN
No me voy yo desta tierra.
LIBIA
Con pasiones tan erradas,
¿cómo a amarme te acomodas?
respóndeme.
CAIMÁN
Porque a todas
las deseo ver quemadas.
Y el quererte ahora, es
según de la ley confío...
LIBIA
Dime, ¿por qué? Caimán mío!
CAIMÁN
Porque te quemen después.
VOCES

 (Dentro.) 

¡Plaza, plaza!
CAIMÁN
Al anfiteatro
que está del mar a la orilla,
la Reina entra.
LIBIA
Maravilla
del mundo es este teatro.
Ya digo que no te quiero.
CAIMÁN
Yo desde hoy te he de querer,
que espero que te he ver.
LIBIA
¿Adónde?
CAIMÁN
En el quemadero.
 

Salen CLEOPATRA, LELIO, de barba, soldados y acompañamiento de hombres.

 
LELIO
Reina de Egipto, sol de Alejandría,
luz que escribe en la luz que pauta el día.
Comparación tú sola a tu grandeza,
símbolo sola tú de tu pureza
que el ser tan generosa
te hace que parezcas más hermosa;
excepción de la regla, aún no creída,
pues no eres fea y eres entendida,
que del amor burlaste los engaños,
prudente sin la costa de los años.
Hoy, que de escamas rústicas plateados
los peces de tus luces deslumbrados
salen del mar, que tu verdad serena
hasta quedarse en seco en el arena.
Hoy, pues, que al permitir tus rayos rojos
las águilas peligran en tus ojos,
cuando hidrópicos llegan sus desmayos
a beberse el concurso de tus rayos;
hoy, que conoce la teñida rosa...
CLEOPATRA
Detente, no me alabes por hermosa;
en vano, Lelio, a mi beldad prefieres;
alaba mi valor, si alabar quieres,
y no antepongas cuando yo te asombre
indicios de mujer a señas de hombre.
¿Yo no he vencido a Lépido el romano?
¿Yo no teñí de espumas el mar cano?
¿Yo de sus popas, árboles y quillas,
no he fabricado túmulos de astillas?
¿Yo no vencí a Octaviano en esa playa,
que aunque se enoje, el mar le tiene a raya?
¿Yo no dejo grabada
en la testa de hueso flecha alada
al venado, que es, sin dar engaños,
rústico coronista de sus años,
pues para que los lea el que los cuente
se imprimen los instantes en la frente?
¿Yo a Marco Antonio, a quien el Asia aclama,
ese, de quien es voz toda la fama,
a que venga no espero
a estrenarse en los filos de mi acero?
¿Pues este vencimiento, esta grandeza,
débese a mi valor o a mi belleza?
¿No los venció mi espada? Sí, ella ha sido;
pues si mi espada es la que ha vencido
y mi hermosura no, que no es segura,
no alabes desde hoy más a mi hermosura.
¿Quién puede haber que sea tan osado
que diga que a mis ojos se ha inclinado?
¡Que si alguno me diera esos enojos,
yo misma me sacara a mí mis ojos!
Si esta alma que a mí me anima rara,
del sol, con ser deidad, se aficionara
del mismo al contemplarle
me dejara cegar por no mirarle.
¡Oh, quién trocara el sexo recibido!
De una mujer me pesa que he nacido,
por ser mujer, que a ser flaqueza toca;
¡Oh, si hubiera nacido de una roca!
LELIO
Sentarte agora puedes,
que pues es día hoy de hacer mercedes
pues con aplauso, que serán tus glorias,
celebra Alejandría tus vitorias,
que renueves te digo
al perdón los preceptos del castigo.
CLEOPATRA
Cualquier delito mis piedades crea,
como el romper la castidad no sea.

 (Siéntase.) 

LELIO
En estos dos empecemos
que has de sentenciar agora.
CLEOPATRA
¿Quién son esos dos?
LELIO
Señora,
dos prodigios, dos extremos;
uno está preso, porque
es tan tierno o es tan blando,
que está siempre enamorando
a cuantas mujeres ve;
y otro quiere pretender
premios, que es justo que pida,
y es de que en toda su vida
nunca ha hablado con mujer;
éste pide que te obligues
desta obediencia.
CLEOPATRA
Está bien.
LELIO
Y el otro pide también...
CLEOPATRA
¿Qué pide?
LELIO
Que le castigues.
CLEOPATRA
¡Extremo notable ha sido!
LELIO
Que esto está probado infiere.
CLEOPATRA
En fin ¿uno a todas quiere,
y otro a ninguna ha querido?
LELIO
El premio y castigo libre
igual de justicia el peso.
CLEOPATRA
Pues soltadme al que está preso
y prendedme al que está libre;
que si ese quiere una a una
a todas juntas, se infiere,
que, pues a todas las quiere,
no tiene amor a ninguna;
y por evidente ten,
aunque tu engaño lo ignora,
que ese que a ninguna adora,
es que a alguna quiere bien
pues perdone mi grandeza,
y castigue mi porfía
del uno la hipocresía
y del otro la flaqueza.
LELIO
Prosigo por éste.
CLEOPATRA
Di.
LELIO
Un hombre de baja suerte
está condenado a muerte,
porque dice mal de ti.
CLEOPATRA
¿Qué dice?
LELIO
Ahora lo sabrás:
que eres, dice el maldiciente,
generosa solamente
porque se diga que das;
y después desta malicia,
con nueva temeridad,
que sólo es en ti crueldad
lo que parece justicia;
que eres soberbia, impaciente;
que eres vana, codiciosa,
y que el nacer tan dichosa
te hace parecer valiente.
CLEOPATRA
¿Hay atrevimiento igual?
Y dime, Lelio, también
si dice de alguno bien.
LELIO
No hay de quien no diga mal.
CLEOPATRA
. Pues yo revoco esa pena
por lo que a todos me iguala,
que era señal de ser mala
si dijera que era buena.
Soltadle, y logre esta suerte,
pero en esto se repare,
que al punto que me alabare,
mando que le den la muerte.
Porque en un extremo tal
no me estaba bien aquí
que hable sólo bien de mí
quien de todos habla mal.
CAIMÁN
Señora, si así libráis
el perdón para la ofensa,
si cuando el castigo piensa
al que murmura premiáis;
por Júpiter, vuestro dios,
os suplica mi cuidado,
que me admitáis por criado,
que yo diré mal de vos:
que me recibáis confío.
CLEOPATRA
¿En qué oficio?
CAIMÁN
Si es razón,
pido que me hagáis bufón.
CLEOPATRA
¿Por qué?
CAIMÁN
Porque soy muy frío.
CLEOPATRA
¿De dónde sois?
CAIMÁN
Soy romano,
y ser gitano querría.
CLEOPATRA
¿Quién os trujo a Alejandría?
CAIMÁN
¿Quién? el César Octaviano.
CLEOPATRA
Y en la batalla se ve
que os perdisteis.
CAIMÁN
Reina sí,
al principio me perdí,
pero a la postre me hallé.
Huí de ti, y en Egito
escondido he estado.
CLEOPATRA
Pues
¿Cómo huiste?
CAIMÁN
Con los pies.
CLEOPATRA
¿Seréis gallina?
CAIMÁN
Un poquito.
 

Sale UNA MUJER tapada.

 
LELIO
La mujer que ves está
sentenciada a quemar.
CAIMÁN
¡Palo!
LELIO
Con un hombre, su amor ciego
tus preceptos ha violado;
el delito está probado.
CLEOPATRA
Pues ejecútese luego.
MUJER
Si estas lágrimas que lloro
pueden templar tu rigor,
sabe, que él me tiene amor
al paso que yo le adoro.
Y acúsele tu piedad
este error escandaloso,
que con palabra de esposo
le entregué mi voluntad.
A que me la cumpla aguarde
la piedad que en ti se espera.
CLEOPATRA
¿No aguardarais que os la diera?
MUJER
Ya me la ofrece.
CLEOPATRA
Ya es tarde.
LELIO
Que la perdonéis os digo,
que ha de parecer muy mal
por ser mujer principal,
la infamia deste castigo.
Otro castigo, otra pena
moderad, reina piadosa.
CLEOPATRA
De esa campaña espaciosa
de flores y áspides llena
dos áspides aplicad,
y en sus alevosos brazos
tengan ponzoñosos lazos
que indicios de mi crueldad
la aflijan con tal dolor,
que se reduzga mortal
en ponzoña irracional
la ponzoña del amor.
Esta sangre de amor ciego
este tormento desangre,
sea mi castigo la sangre,
pues no queréis que sea a fuego.
MUJER
El cielo, puesto que muero,
con justicia soberana,
permita, reina tirana,
que te mate un áspid fiero.
Y también llego a pedir,
que por más sangrienta espada
mueras tan enamorada
como yo voy a morir.
CLEOPATRA
Esa desdicha no espero
pues con justa causa mueres.
MUJER
Y si algún hombre quisieres,
se dé muerte con su acero.
CLEOPATRA
Vete.
MUJER
El cielo te maldiga,
véngueme el cielo de ti.
CLEOPATRA
Yo vivo segura en mí.
MUJER
Y otra vez pido, enemiga,
que pruebes tanto el dolor,
que antes que yo en esta suerte
pruebe efectos de la muerte,
pruebes efectos de amor;
de ti seas escarmiento,
y tengas como yo el fin.

 (Vase.) 

 (Tocan.) 

CLEOPATRA
¿Mas qué sonoro clarín
rompe la región del viento?
LELIO
Vuelve los ojos a la mar serena,
verás su playa de bajeles llena,
ducientas y más naves,
peces del aire y de la espuma aves,
con no seguro paso
vienen cortando al mar el azul raso;
un pájaro de pino en vez de pluma
hace de azul cristal nevada espuma,
son sus flámulas bellas carmesíes,
sus árboles se engastan de rubíes;
del ébano que al sol la cara empache,
la popa trae relieves de azabache;
de bronce el espolón que le asegura,
a quien supo bordar la arquitectura;
y trae, porque la tenga el sol decoro,
palamenta de plata y timón de oro.
CAIMÁN
Ya en el mar cristalino
las abatió de enfermo lino.
LELIO
Ya el áncora a su curso alado enfrena,
fiada a la constancia de la arena.
CLEOPATRA
Ya un hombre en nuestra orilla se ha arrojado;
¡llega a mis iras, infeliz soldado!
LELIO
De paz es la bandera que despliega;
llega, infeliz soldado.
CLEOPATRA
Llega, llega,
y pues de tu valor das testimonio,
di, ¿quién eres, soldado?
MARCO ANTONIO

 (Dentro.) 

Marco Antonio.
CLEOPATRA
Temor de oír su nombre he recibido,
y esta es la vez primera que he temido;
pero es valor este temor primero;
echar el velo a mi hermosura quiero;
que pues mi espada el triunfo me asegura,
no quiero que le venza mi hermosura.
LELIO
Llega, romano.
CLEOPATRA
¡Toda soy de hielo!

 (Échase el velo en la cara.) 

 

Sale MARCO ANTONIO.

 
MARCO ANTONIO
Guarde, Cleopatra, tu hermosura el cielo.
CLEOPATRA
Vete, Caimán.
CAIMÁN
Obedecerte intento.

 (Vase.) 

CLEOPATRA
Vete, Lelio.
LELIO
Sí iré.

 (Vase.) 

CLEOPATRA
Tomad asiento.
 

(Siéntanse sin mirarse.)

 
MARCO ANTONIO
Cleopatra valerosa,
según dice la fama, muy hermosa,
que es lo que agora menos te asegura,
pues yo no he de rendirme a tu hermosura;
reina de Egipto, no como solía,
porque hoy ha de ser mía Alejandría,
Yo vengo, así una ofensa restituyo,
a llevarte a mi reino por el tuyo.
CLEOPATRA
Marco Antonio imprudente,
para con los cobardes muy valiente.
Y según el clarín armonioso
para con infelices venturoso;
no rey del Asia ya como solía,
porque el Asia también ha de ser mía;
vuélvete al mar salado,
si no quieres, quedando aprisionado
en mi reino, que llama Europa suyo,
que vaya luego a conquistar el tuyo;
que a Lépido he vencido, ¿no lo sabes?
MARCO ANTONIO
Diole sepulcro el mar a ochenta naves.
CLEOPATRA
A Octaviano venció mi brazo airado.
MARCO ANTONIO
Él se dejó vencer de enamorado;
tus ojos, me contó que le rindieron.
CLEOPATRA
Pese a mis ojos si ellos le vencieron;

 (Levántanse.) 

¡Viven ellos, que al sol causan enojos,
que no te he de enseñar a ti mis ojos,
porque al verte vencido,
no digas que mis ojos te han rendido!
MARCO ANTONIO
Pues yo bien sé cuando a tu luz me llego,
que no puede rendirme el amor ciego.
CLEOPATRA
Aunque verme deseas,
soy mucho yo para que tú me veas
ni he de verte, por no darte indignado
los méritos de haberte yo mirado.
MARCO ANTONIO
Aunque eso dices, responderte puedo.
Que no me ves, por no tenerme miedo.
CLEOPATRA
Y tu valor mirarme no procura,
porque teme rendirse a mi hermosura.
MARCO ANTONIO
Y aunque mirara de tu luz el fuego...
CLEOPATRA
¿Qué hicieras si me vieras?

 (Descúbrese, y míranse.) 

MARCO ANTONIO
Morir luego.
CLEOPATRA
Vete, apártate, joven, porque al verte
estoy viendo la imagen de mi muerte
MARCO ANTONIO
No te apartes, dulcísima homicida,
que en ti miro la imagen de mi vida.
CLEOPATRA
No sé lo que contemplo al contemplarte,
que me infunde temor para mirarte.
MARCO ANTONIO
No sé qué estrella a mi infelice suerte
le ha influido valor para quererte.
CLEOPATRA
¿Qué haré para templarme?
quiero inclinarme y no puedo inclinarme.
MARCO ANTONIO
¿Qué contrario es al tuyo mi destino?
no quisiera inclinarme, y más me inclino.
CLEOPATRA
Di, si eres tan galán, Antonio airado,
¿porqué hablabas con iras de soldado?
MARCO ANTONIO
Si eras divina, porque amor te crea,
¿porqué hablabas con señas de ser fea?
CLEOPATRA
Hombre, que templas cuantos das enojos,
no turbes las quietudes de mis ojos.
MARCO ANTONIO
Hiena, que así me obligas con gemidos,
no turbes la atencion a mis oídos.
CLEOPATRA
Antonio, vete, tarde me resisto,
yo me voy a morir de haberte visto.
MARCO ANTONIO
¡Oh quién de sí se huyera!

 (Hace que se va.) 

CLEOPATRA
No te vayas, Antonio, aguarda, espera,
mas ¿cómo el culto a mi deidad profano?
MARCO ANTONIO
¿Mas yo rendido del amor tirano?
CLEOPATRA
¡Ah soldados! lograd feliz la suerte,
prended a Marco Antonio, dadle muerte.
MARCO ANTONIO
En la ocasión aprovechad los bríos,
dad la muerte a Cleopatra, amigos míos.

 (Tocan cajas.) 

CLEOPATRA
Mas tened, no me deis a mí esa herida.
MARCO ANTONIO
Mas no la deis la muerte, que es mi vida.
¡Ay Octaviano amigo,
qué igual es tu castigo a mi castigo!
No he de tener amor.
CLEOPATRA
No soy amante;
Vete, Antonio.
MARCO ANTONIO
No puedo,
que me infundiste valeroso miedo;
mas ya obedezco; voyme al mar salado
vencido, por estar enamorado.
CLEOPATRA
¿Te vas?
MARCO ANTONIO
A Roma vuelvo.
CLEOPATRA
¡Oh pena mía!
no te vayas, ya es tuya Alejandría;
hazte señor de su elevado muro.
MARCO ANTONIO
No es esa la ciudad que yo procuro.
CLEOPATRA
¿Qué reino?
MARCO ANTONIO
El de tus ojos por quien veo.
CLEOPATRA
Tuya es el alma, patria del deseo;
Mas, ¡oh, pese a mi voz! ¡Pese al Dios ciego!
MARCO ANTONIO
¿Mas, yo inclinado al amoroso fuego?
CLEOPATRA
Dadle la muerte a Antonio, mi enemigo.
MARCO ANTONIO
Estrenad en Cleopatra mi castigo;
mas tened, no me deis a mi esa herida.
CLEOPATRA
Mas no le deis la muerte, que es mi vida.
MARCO ANTONIO
Quédate.
CLEOPATRA
Ya me voy.
MARCO ANTONIO
¡Infeliz suerte!
CLEOPATRA
¿No has de volver a verme?
MARCO ANTONIO
No he de verte.
CLEOPATRA
¡Oh cuanto duda amor!
MARCO ANTONIO
¡Cuánto amor yerra!
LOS DOS
Guerra contra el amor, alarma, guerra.

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