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ArribaJornada tercera

 

(Al ruido de guerra tocan al arma, y dicen dentro.)

 
LIBIA
Muera César Octaviano.
IRENE
La reina Cleopatra muera.
CLEOPATRA
Dad la muerte a Irene fiera.
MARCO ANTONIO
Muera Lépido, el romano.
OCTAVIANO
Hoy probará mi castigo.
IRENE
Monte y prado y ciudad arda.
OCTAVIANO
No huyas, soldado, aguarda.
CAIMÁN
No puedo yo más conmigo.
IRENE
Vuelve a la batalla pues.
OCTAVIANO
Si no quieres embestir,
haz fuerza para no huir.
CAIMÁN
Señor, se me van los pies.
OCTAVIANO
Lépido va derrotado.
 

Sale CAIMÁN.

 
CAIMÁN
A socorrerle me arrojo;
en no siendo un hombre cojo,
muy bien puede ser soldado;
el monte mi abrigo es,
un ave soy por mi mal
que nadie la ha visto tal,
que soy gallina montés;
callando aquí como un monje
la lid sangrienta veré,
no hay mayor contento que
ver una batalla a longe;
del que embiste y se retira
aquí daré testimonio;
lindo tahúr es Antonio,
con todo el mundo se tira;

 (Tocan.) 

Octaviano, airado y ciego,
tira, aunque más la idolatra
a la gente de Cleopatra
cuchillada de manchego;
mas Irene el suyo atiza,
y Cleopatra, ¡mal osados!
con dos mil huevos soldados
ha de dar en la ceniza,
Lépido volcanes fragua,
en el mar, Alcides nuevo,
también es soldado huevo,
que anda pasado por agua
Antonio en su capitana,
porque su gente se aburra,
les da una famosa zurra
encima de la badana;
yo rabio, yo me endemonio,
que ya no tengo temor
por ir, pues va vencedor,
a ayudar a Marco Antonio;
pero Caimán, ten sosiego,
oye agora, mira y calla,
que es vinagre una batalla
y suele torcerse luego;
pero súplanme este error
por esta verdad divina;
verdad es que soy gallina,
mas para eso soy traidor;
pues ser gallina no dudes,
Caimán, sigue tu ejercicio,
que no te importa este vicio
teniendo estotras virtudes;
de Irene allí la crueldad
ninguna crueldad iguala,
y sin pagar alcabala
se va entrando en la ciudad
la vitoria tiene cierta;
Antonio, y Cleopatra, airada,

 (Tocan.) 

pienso que la ha hecho cerrada,
y Octaviano la ha hecho abierta;
y en la ciudad con tal brío
entra, y tal resolución,
como juez de comisión
en lugar de señorío;
ya está echado el primer fallo;
famosa ocasión perdí;
la reina Cleopatra allí
viene huyendo en un caballo
hacia este monte: recelo
que huye también como yo;
el caballo tropezó;
matose.
 

Sale CLEOPATRA, tropezando con arco y flechas.

 
CLEOPATRA
¡Válgame el cielo!
CAIMÁN
Levanta, Reina, si quieres
librarte.
CLEOPATRA
¿Quién eres, di?
CAIMÁN
Un hombre que estaba aquí
esperando a que cayeras.
CLEOPATRA
Di en la arena: más dichosa
no ha podido ser mi suerte.
CAIMÁN
Por poco das con la muerte.
CLEOPATRA
No soy yo tan venturosa;
dejadme, cielos, que pene
con sentimiento inhumano,
no que me venza Octaviano,
sino que me venza Irene;
mas si Antonio con rigor
aborrece tu beldad,
triunfa tú de mi ciudad
y triunfe yo de su amor.
¿Hombre?
CAIMÁN
Caimán soy.
CLEOPATRA
¿Tú eres?
¿Dónde está Antonio?
CAIMÁN
En el mar,
y a tu lado me has de hallar
para huir donde quisieres.
CLEOPATRA
Di si ha vencido, si sabes
dar a mi mal un remedio.
CAIMÁN
A Lépido abrió por medio
una docena de naves.
CLEOPATRA
De sangre el campo se baña
CAIMÁN
Mis enemigos mayores
hoy se han vuelto corredores,
no de lonja, de campaña.
CLEOPATRA
Ya parece que triunfante
le está el prado obedeciendo
CAIMÁN
Si no es los que van huyendo,
nadie se pone delante.
CLEOPATRA
Pues irme con él espero
a templar esta pasión,
pues tan dichosa ocasión
me ha querido dar el cielo;
no pudo la suerte agora
trocar su curso enemigo;
Antonio, ya voy contigo.
CAIMÁN
Oye, espérate, Señora.
CLEOPATRA
No se pase mi fortuna;
tenerme piensas en vano.
CAIMÁN
Las escuadras de Octaviano
le acometen una a una.
CLEOPATRA
Pues yo le voy a ayudar
que así mi vida remedio.
CAIMÁN
Irene se ha puesto en medio
y ya no puedes pasar.
CLEOPATRA
Yo voy.
CAIMÁN
Detente, Señora,
que es ya tu muerte precisa,
y no es la vida camisa
que se muda cada hora.
CLEOPATRA
¡Oh fortuna, cómo irritas
con lo que obligado estás!
Si has de quitar lo que das,
¿para qué das lo que quitas?
Mi deseo, dulce esposo,
es quien malogra tu suerte,
¡quien pudiera aborrecerte
para hacerte venturoso!
La fortuna se ha trocado,
¡oh cielos, siempre enemigos!
MARCO ANTONIO

 (Dentro.) 

No huyáis, soldados amigos.
CAIMÁN
Sí huyáis, amigos soldados
alguna flecha veloz
mira no te encuentre acaso.
IRENE

 (Dentro.) 

Atajad a Antonio el paso.
CLEOPATRA
¿Qué flecha como esta voz?
CAIMÁN
Entrarme en la lid prevengo,
si antes corrí como galgo,
y ahora que ha escampado salgo,
que yo con quien vengo vengo.
¡Viva Irene y Octaviano!
CLEOPATRA
¡Quién te pudiera matar!
Irene quiere atajar
en la orilla del mar cano
a Antonio; ¡fuerte pasión!
¡Oh cielos, quién la matara!
¡Oh si esta flecha acertara
al blanco del corazón!

 (Dispara una flecha al vestuario.) 

Mas la indignación erró
de mi ira mal satisfecha
a Irene tiré la flecha,
y a Marco Antonio acertó.
¡Mayor pena, más dolor!
¿Que permitiesen los cielos
que la tirase a los celos,
y me diese en el amor?
En el suelo cayó herido,
y Irene matarle quiere,
y no le halla; si valiere
desta leona el bramido,
más amorosa, más fiera
le voy a resucitar,
o he de arrojarme en el mar
si le ha dado muerte.
 

Al entrarse sale MARCO ANTONIO, con la espada quebrada y herido con una flecha.

 
MARCO ANTONIO
Espera,
el llanto y la pena deja,
que tu dolor aconseja,
dulce y airada homicida,
que si enfermé de tu herida,
ya he sanado de tu queja.
¿Tú eres quien me heriste?
CLEOPATRA
Sí,
primero muriera aquí.
MARCO ANTONIO
Pues cuándo, si lo reparas,
las flechas que tú disparas
no me han penetrado a mí?
CLEOPATRA
Venciome Octaviano airado.
MARCO ANTONIO
Irene de mí ha triunfado.
CLEOPATRA
¡Oh fortuna rigurosa!
tú me has hecho más hermosa,
y yo a ti más desdichado.
MARCO ANTONIO
¡Airado el cielo maldiga
la cruel mano enemiga
del villano labrador
que no perdonó la flor
yendo a castigar la espiga
CLEOPATRA
Pues mi fortuna no medra,
no tenga en la suya medra
el que degolló arrogante
al olmo verde gigante
por las culpas de la hiedra.
MARCO ANTONIO
Mátele otra fiera ardiente
al que cautelosamente
estorbó fiero animal
la fatiga del panal
a la abeja diligente.
CLEOPATRA
En fin, ¿por mi causa mueres?
MARCO ANTONIO
Tú mi suerte y mi luz eres;
esa es, Cleopatra, mi dicha.
CLEOPATRA
En que tienes mi desdicha
echo de ver que me quieres.
OCTAVIANO

 (Dentro.) 

Buscadla en el monte.
IRENE

 (Dentro.) 

Al llano.
MARCO ANTONIO
Escaparnos es en vano.
OCTAVIANO

 (Dentro.) 

Antonio entró en la espesura.
CLEOPATRA
Allí Irene te procura.
MARCO ANTONIO
Allí te busca Octaviano.
CLEOPATRA
Pues desde esta roca quiero
arrojarme al mar primero,
porque mi valor me esfuerza
a no rendirme a una fuerza,
ya que me rendí a un acero.
MARCO ANTONIO
Pues para que mi enemigo,
cuando tus dos soles sigo,
no pruebe en su amor sus lazos,
esposa, dame los brazos,
que voy a morir contigo.
CLEOPATRA
La mar nos guarda espumosa.
MARCO ANTONIO
¡Suerte hay más rigurosa!
CLEOPATRA
¡Amor el más inhumano!
ea, ¿no me das la mano?
MARCO ANTONIO
Y el alma con ella, esposa.
CLEOPATRA
Di, ¡quién puede ser aquel
que estorbe amor tan fiel?
MARCO ANTONIO
¿Quién impedirá este amor?
 

(Vanse a abrazar.)

 
 

Salen por dos puertas IRENE y OCTAVIANO, y toma IRENE de la mano a MARCO ANTONIO, y OCTAVIANO a CLEOPATRA.

 
IRENE
Yo le impediré, traidor.
OCTAVIANO
Yo lo estorbaré, cruel.
MARCO ANTONIO
¿Hay más riesgos en que pene?
CLEOPATRA
Siempre un mal tras otro viene.
MARCO ANTONIO
Quejareme a amor tirano.
CLEOPATRA
Suéltame, César, la mano.
MARCO ANTONIO
Suéltame la mano, Irene
OCTAVIANO
Ingrata, a la luz que bella,
si en tu mano está mi estrella,
con ella me he de vengar.
 

(Sacan las dagas IRENE y OCTAVIANO.)

 
IRENE
Mi mano te he de dejar
para matarte con ella.
OCTAVIANO
Muera un amigo que fue.
IRENE
Muera este traidor que ha hecho...
OCTAVIANO
Detén, Irene, el puñal.
IRENE
Suspende, hermano, el acero.
OCTAVIANO
Yo he de dar la muerte a Antonio,
cobrar la venganza debo
de una traición y un agravio
de mi amor.
IRENE
Yo de un desprecio.
MARCO ANTONIO
Dadme a un tiempo los dos muerte,
que aunque os indignéis, sospecho
que no me podréis matar
sólo porque lo deseo.
CLEOPATRA
Pues ya que darle una muerte
intentéis, yo os aconsejo,
que Irene dé muerte a Antonio,
y a mi Octaviano, que es cierto,
que quien a mí me dé muerte,
da muerte a Antonio, supuesto
que son mi vida y la suya
una vida en dos sujetos;
pues en las dos vuestras vidas
aprovechen el acero;
en él, porque te ha ofendido,
y en mí porque te aborrezco.
OCTAVIANO
Tú, Cleopatra, me aborreces
por estrella, y yo no puedo
hacer que me quieras bien;
pero puedo, por lo menos,
dar muerte a un traidor amigo
que al fiarle mis secretos
traidor del alma usurpó
los tesoros de mi pecho;
si le doy la muerte airado,
de mí es de quien más me vengo,
pues dándote a ti la muerte
me doy la muerte a mí mesmo:
pues él muera y vive tú,
pues desta suerte aprovecho
a mi amor esta experiencia
y a su traición este ejemplo
muere, infame.
IRENE
Tente, aguarda.
Mi esposo es este y mi dueño,
y pues de su amor te acuerdas,
acuérdate de mis celos;
Cleopatra muera y él viva,
quítale tú este contento
de ver que vive quien quiere,
y déjame este consuelo,
que con quitarle la vida
no me evitas el desprecio;
muera de mí despreciado
el falso Antonio viviendo,
perdona tú su traición.
Que no estarás satisfecho
tanto en matar un traidor
como en que conozca el pueblo
que hiciste, como quien eres,
si él como traidor ha hecho.
MARCO ANTONIO
Dareme yo a mí la muerte.
OCTAVIANO
Traidor, falso compañero,
ya que hiciste la traición
no confieses que la has hecho.
CLEOPATRA
¿Pues qué traición hizo Antonio
en quererme? ¿puede él mesmo
hacer violencia a su estrella?
OCTAVIANO
No; mas puede hacer esfuerzos
para no amarte, y Antonio
te adora con tanto exceso
que sacrifica a tu oído
las víctimas del silencio.
IRENE
Y di, contra mi belleza,
¿cómo atreviste el desprecio
de procurar estos lazos,
que tú procuraste estrechos?
MARCO ANTONIO
El ejemplo está a los ojos,
si quieres ver el ejemplo;
nace ciego un hombre y oye
decir que hay sol en el cielo,
cobra de noche la vista,
y al cobrarla, lo primero
que ve en el cielo es la luna;
este es el sol, dice luego,
que tan hermoso le tuve
presumido en mi concepto;
sale luego el sol hermoso,
y al mirar sus rayos bellos
todo un sentido le deja
de admiraciones suspenso;
olvídase de la luna,
y al ver sus rayos primeros
repudia como confusos
los que idolatró serenos;
ciego fui, cobré la vista,
luna fuiste de mi cielo,
juzguete sol por entonces,
salió otro sol más perfecto;
yo te admiré, no lo dudo,
rayos tienes, no lo niego,
tiénelos el sol más claros;
y así, Irene, ten por cierto
que he de adorar este sol
o he de volverme a ser ciego.
IRENE
Yo te quitaré los ojos.
OCTAVIANO
Tente, que vengarme espero
con la más nueva venganza,
con el más raro tormento
que puede humana pasión
aconsejar al desprecio;
en ese hermoso castillo,
antes de Egipto, y ya nuestro,
de ti el más cruel alcaide
será Antonio el prisionero;
yo a la tienda de campaña
que en ese monte soberbio
la defienden de la vista
las murallas de esos fresnos,
quiero llevarme a Cleopatra,
donde a los cielos prometo
hacerla posible mía,
a la violencia o al ruego;
tú harás que segunda vez
te solicite tu dueño
dando en decentes disculpas
amorosos escarmientos;
si él, negado a tus pasiones,
si ella, esquiva a mis afectos.
ni él reduce su inconstancia
ni ella templare mi incendio,
mueran ausentes los dos
al cuchillo de los celos,
pues ve ella que tú le adoras
y él sabe que yo la quiero;
no hay amante que no sea
desconfiado, y así es cierto
que Cleopatra ha de pensar,
si tiene el amor atento,
que es fácil volver a amar
lo que se adoró primero;
y él presumirá también,
si como es amante es cuerdo,
que hará tal vez la porfía
lo que no hiciera el deseo
su desconfianza los hiera,
no el puñal los mate luego,
que tiene muy embotados
la sospecha los aceros;
y ya que esto no se logre
no se gocen por lo menos
la dolencia de no verse
escarmiente su amor ciego;
limite tiene el amor,
término tiene su imperio,
mudanza hay en sol y luna,
variedad en los luceros
mañana aborrecerá
Lo que agora está queriendo,
y él podrá ser que se acuerde
de la que le quiso un tiempo;
con que vendremos los cuatro
yo a vivir con el consuelo
de procurar dueño mío
al que he consultado ajeno;
tú a vengarte de una ofensa,
él a adolecer de un miedo,
yo a sanar de una esperanza
y ella a morir de unos celos.
IRENE
Bien dices, ven al castillo.
CLEOPATRA
Échaste a perder con eso,
que le tengo más amor
en viendo que no le tengo.
OCTAVIANO
Ven a mi tienda.
MARCO ANTONIO
¿Qué importa
querer apartar el fuego,
si el quererle hacer menor
es hacerle más inmenso?
OCTAVIANO
Eres traidor.
MARCO ANTONIO
Soy amante.
IRENE
Eres mi esclava.
CLEOPATRA
No puedo,
que Antonio, que es dueño mío,
me ha puesto en el alma hierros.
OCTAVIANO
¿Qué se ha hecho tu fortuna?
IRENE
¿Tu honestidad qué se ha hecho?
MARCO ANTONIO
¿Pues cómo he de ser dichoso
si he confesado que quiero?
CLEOPATRA
¿Cómo ha de tener templanza
quien tiene conocimiento?
OCTAVIANO
Mía serás.
CLEOPATRA
Soy de Antonio.
IRENE
Sígueme.
MARCO ANTONIO
Morir deseo.
CLEOPATRA
Adiós Antonio.
OCTAVIANO
No le hables.
MARCO ANTONIO
¿Cleopatra?
IRENE
Quéjaste al viento.
OCTAVIANO
Yo rendiré su valor.
IRENE
Yo sabré templar su incendio.
CLEOPATRA
No dudes de mi constancia.
MARCO ANTONIO
No tengas de mí recelos.
IRENE
Cuchillo hay para esa injuria.
OCTAVIANO
Puñal hay para este esfuerzo
CLEOPATRA
Tuya soy, esposo mío.
MARCO ANTONIO
Tuvo soy, infeliz dueño.
 

(Vanse ANTONIO y IRENE por una parte, y los dos por otra.)

 
SARGENTO

 (Dentro.) 

Vaya el gallina a la playa,
que en el rancho no ha de estar;
váyase el galgo a cazar.
 

Salen SARGENTO y CAIMÁN.

 
CAIMÁN
Vaya norabuena.
SARGENTO
Vaya,
vaya el que huyó en la presencia
de todos.
CAIMÁN
Señores, quedo;
tomé por purga ruimiedo,
y diome luego correncia.
SARGENTO
La liebre se vaya al prado,
que allí hay bien donde correr.
CAIMÁN
Por eso no puede ser
un hombre de bien soldado;
señores, no huí de vicio,
y culparme no es razón,
estaba un poco holgachón
y fuime a hacer ejercicio.
SARGENTO
¿Ha señor soldado brioma?
CAIMÁN
Señores soldados nuevos.
SARGENTO
Póngame aquí un par de huevos.
CAIMÁN
Sí haré, como se los coma.
SARGENTO
Huya usted.
CAIMÁN
Ya tengo cuenta;
desta playa quiero irme.
SARGENTO
Señor Caimán, ¿quieres huirme
una batalla a las treinta?
¿Saltamontes?
CAIMÁN
¿Qué me quieres?
SARGENTO
¿Saltamontes?

 (Vase.) 

CAIMÁN
Bueno está;
éste mi nombre será
para mientras yo viviere;
con muy honrado renombre
desta batalla he quedado.
¡Desdichado del soldado
a quien le ponen un nombre!
Pan un soldado pidió,
y a un amigo muy seguro
le dijo: ¿tenéis pan duro?
y pan duro se quedó;
dio con un chuzo un soldado
a otro un golpe, y otro habló,
¿con la punta? y dijo él, no,
con la porra le ha pegado
y fue tan grande la zorra
que todos con él tomaron,
que desde allí le llamaron
a una voz, daca la porra.
Entro por aquí, por ver
si aquí no soy conocido;
gente viene y hay gran ruido

 (Escóndese.) 

 

Salen LÉPIDO, LELIO y OCTAVIO.

 
LÉPIDO
Desta manera ha de ser,
atentamente escuchad.
OCTAVIO
¿Lo que intentas no sabré?
LELIO
Habla.
LÉPIDO
Yo os lo contaré,
pisad quedo y escuchad
ya sabéis que Marco Antonio
me venció en el mar salado,
y ya sabéis que por tierra
triunfó de Antonio Octaviano;
ya sabéis que quise a Irene.
LELIO
Fue influencia de los astros.
LÉPIDO
Pues viendo que ella desprecia
un amor que ha tantos años
que es roca a su residencia,
a su constancia peñasco;
vengo a hacer el mayor hecho
que en hojas de bronce y mármol
a la memoria esculpieron
Scipiones y Alejandros.
OCTAVIO
¿Vienes a robar a Irene?
LÉPIDO
Ya mi amor está templado,
y no quiero yo mujer
que solicita otros brazos,
que cuando llegue a los míos,
si se acuerda del que ha amado,
será forzoso el cariño
y violento el agasajo.
LELIO
¿Qué intentas?
LÉPIDO
Vengarme della,
y vengarme de Octaviano;
dél, porque le dio a su hermana,
della porque ha despreciado
mis finezas.
OCTAVIO
¿De qué suerte?
LÉPIDO
Pisad quedo, y venid.
LELIO
Vamos.
LÉPIDO
Yo he de librar a Cleopatra
y Marco Antonio, si el hado
me permitiere benigno
ver mis intentos logrados.
OCTAVIO
¿De qué suerte?
LÉPIDO
A ese castillo,
donde Irene está apostando
un ruego a una resistencia,
y una confianza a un agrado,
envié un soldado esta noche
que atrevidamente cauto
le diese a Antonio un papel
donde digo que le aguardo
en el mar con una nave
en que le ofrezco el amparo
de un amigo, si hay amigos
para un hombre desdichado;
joyas le envié también,
por si con ellas acaso
pudiese doblar las guardas,
y otro papel he enviado
a Cleopatra, y un vestido
de hombre, con que disfrazando
la voz y el traje, podrá
huir desde el monte al prado.
OCTAVIO
¿Qué intentas con eso?
LÉPIDO
Intento,
que ni Irene ni Octaviano,
ni él logre aquel Etna ardiente,
ni ella aquel volcán helado;
para que todos a un tiempo
una experiencia tengamos
del fuego ella en que me quemo,
él del hielo en que me abraso,
yo de una venganza honrosa,
y porque no sean entrambos,
Cleopatra tan infeliz
ni Antonio tan desdichado.
LELIO
¿Sabe Cleopatra que a Antonio
avisaste?
LÉPIDO
Ya han llegado
las dos espías, y dicen
que ya a los dos avisaron.
LELIO
¿Saben el sitio en que aguardas?
LÉPIDO
Sí saben; con cien soldados
tú a Antonio en aquel margen
que riega ese arroyo manso,
y tú puedes a Cleopatra
esperar con otros tantos,
que yo parto a prevenir
la nave.
OCTAVIO
¿Pues qué esperamos?
LELIO
A obedecerte partimos.
OCTAVIO
Ley es en mí tu mandato.
LELIO
Débate Egipto ese triunfo.
OCTAVIO
Débate Roma ese aplauso.
LÉPIDO
De Irene me he de vengar.
LELIO
Vengaraste de Octaviano.
 

(Vanse LELIO, LÉPIDO y OCTAVIO.)

 
CAIMÁN
¿Qué he de hacer deste secreto,
que le tengo atravesado
en el corazón, y está
dando en el pecho mil saltos
por salirse? ¿pero yo
había de ser silbato?
ser ladrón, vaya, que en fin
es oficio aprovechado
ser gallina no es peor,
que como un hombre sea sano,
aunque ande con mil valientes
vivirá ducientos años;
pero soplón, eso no,
allá se lo haya Octaviano,
con sus celos se lo coma,
huyan los amantes caros,
que todo lo que es huir
cuando sea necesario
me parece a mí de perlas,
de diamantes y topacios;
ahora bien, en este suelo,
pues que la noche ha cerrado,
presumo dormir agora
tan rendido como largo;
que mi sargento me ha dicho
que he de hacer la posta al cuarto
postrero, y yo quiero agora
dormir en todo este ochavo;
aquí en la playa del mar
tengo de asentar mi rancho,
que corre aquí un vientecillo
tanto como yo, y es harto
sueño de marido pobre
tengo; ahora bien, durmamos,
que yo he cobrado ya fama
para estar durmiendo un año.
 

Sale CLEOPATRA, con un vestido de hombre debajo del brazo, en lo alto de un peñasco.

 
CLEOPATRA
Con lo oscuro de la noche
desta tienda de Octaviano
sin que su oído me atienda
he salido a este peñasco
a ponerme este vestido
de hombre, que Lépido ha enviado.
¡Qué callada está la noche!
¡El inquieto mar qué manso!
¡Esta maleza qué oscura!
¡Todo aquel monte qué opaco!
¿Cómo me podré librar?
Si irme en este traje aguardo,
no podré, que está cubierto
de centinelas el campo;
si aquí me estoy, es posible
que si despierta Octaviano
se malogre mi esperanza.
¿Qué haré, cielos soberanos,
pues tan cerca de la dicha,
tan lejos del bien me hallo?
 

Sale EL SARGENTO.

 
SARGENTO
Aquí pienso que bajó
Caimán, y aunque le he avisado
que ha de hacer posta, sospecho
que se habrá ido; roncando
está en la playa. ¿Ha Caimán?
CAIMÁN
¿Quién me llama?
SARGENTO
Yo le llamo;
venga a hacer la posta.
CAIMÁN
Posta,
tan bien como todos la hay
cuando me importa.
SARGENTO
Así es;
pero venga a hacer el cuarto
de la modorra.
CAIMÁN
¿Qué nombre
es el que me da?
SARGENTO
Octaviano.
CLEOPATRA
¿Octaviano dio por nombre?
CAIMÁN
Vamos, señor sargento.
SARGENTO
Vamos.
CAIMÁN
Si a hacer la modorra voy,
yo me dormiré en llegando.
 

(Vanse el SARGENTO y CAIMÁN.)

 
CLEOPATRA
Parece que más propicio
quiere socorrerme el hado,
pues sé el nombre, sin mudarme
en el traje de hombre bajo,
y probaré esta fortuna;
sedme favorables, astros;
el sueño a Octaviano ocupa,
pues con este nombre, en tanto,
he de libertar un alma;
noche, infundidle letargos.

 (Vase.) 

 

Sale MARCO ANTONIO.

 
MARCO ANTONIO
Venció a las guardas el oro
salí del castillo al campo,
que el oro es llave que ha abierto
los alcázares más altos;
en este monte ha de estar
con cien soldados Octavio
esperando a que yo logre
este ardid, valor, huyamos.
¡Qué oscura yace la noche!
si leer procuro, los rayos
de la luz que escribió el sol,
no se ve en el aire un rasgo;
en el mar, el prado, el monte
lo sombra se ha amontonado,
y el concurso de las sombras
busca su primero caos.
¿Por dónde podré pasar
a aquel monte, que he pensado
que las centinelas mudas
han de corregir el paso?
Buscar por aquí procuro
una senda.

 (Vase.) 

 

Sale CLEOPATRA por el monte.

 
CLEOPATRA
Mar salado,
acógeme en tus espumas,
halle en tus aguas amparo
una infelice mujer;
bajé con el nombre al prado,
diéronme paso dos postas,
y a la tercera llegando
pidió el nombre; yo, que apenas
voy a pronunciarle, tardo,
y respondo Marco Antonio,
yendo a decir Octaviano;
que como este nombre estaba
en mi memoria grabado,
me olvidé del que aborrezco
y repetí el que idolatro;
en el puerto la esperanza,
que cuando el fuego disfrazo
la calentura de amor
saliese en voces al labio.
OCTAVIO

 (Dentro.) 

Cleopatra ha salido al monte,
seguidla todos, soldados.
CLEOPATRA
Todo el campo me ha sentido,
y ya despierto Octaviano
sale de la selva al monte;
éste el hecho más extraño
ha de ser que hayan oído
los egipcios y romanos;
vaya esta para la mar.

 (Arroja la ropa y una basquiña a la mar.) 

Ya arrastro un amor profano;
vaya a la mar este adorno
instrumento de mis daños;
sea este puñal aquí,

 (Clava el puñal en el arena.) 

de mi ruina el aparato,
y oiga el mundo mi constancia;
desta manera, tirano,
no podrás lograr tu amor,
recibame el mar salado
en sus salobres entrañas
y no me goce Octaviano.

 (Hace como que se arroja, y éntrase.) 

OCTAVIANO

 (Dentro.) 

Cleopatra al mar se arrojó;
bajad todos.
 

Sale MARCO ANTONIO.

 
MARCO ANTONIO
¡Ay de mí!
la voz de Cleopatra oí,
o el oído me engañó.
¿Si su amor constante o ciego
le quiso precipitar
porque apague todo un mar
lo que encendió todo un fuego?
ciertos como son mis males
mis evidencias serán,
que sin que haya viento están
moviéndose los cristales.
OCTAVIANO

 (Dentro.) 

En el mar está, sin duda;
de la tienda se ha arrojado.
MARCO ANTONIO
¡Oh quién se hubiera quedado
solamente con la duda!
 

Salen OCTAVIANO y OCTAVIO, con un hacha encendida.

 
OCTAVIANO
Venid a la playa.
OCTAVIO
Vamos.
OCTAVIANO
Que aún no habrá mucho imagino.
MARCO ANTONIO
Segunda vez me destino
al abrigo destos ramos;

 (Escóndese.) 

desde aquí escuchar podré
o mi victoria o mi muerte.
OCTAVIANO
¡Hay más infelice suerte!
Sobre la espuma se ve
su vestido y el cendal
que fue nube a su hermosura.
OCTAVIO
Sobre esta lancha procura
manifestar el cristal
del abismo.
OCTAVIANO
Pues entremos;
déjate esa antorcha aquí;
muerta es Cleopatra ¡ay de mí!
pon a la lancha seis reinos,
busquémosla desta suerte.
OCTAVIO
Pues entra en la lancha.
 

(Vase, y dejan una hacha de tea arrimada a un peñasco.)

 
OCTAVIANO
Ven.
MARCO ANTONIO
Tuve un bien, y fue aquel bien
una señal de mi muerte;
ya murió Cleopatra bella,
ya el mar la habrá sepultado,
ya no soy más desdichado
que ya falleció mi estrella,
un bulto en el agua miro,
y agora es fuerza templar,
porque no se inquiete el mar,
el viento con que suspiro;
olas, mi amor ayudad,
haga mi piedad su oficio,

 (Entra al vestuario, y saca una ropa de CLEOPATRA.) 

iba a buscar un indicio,
y encontré con la verdad;
sólo me dio la mar pura
por seña de que murió
este adorno que sobró
a su infelice hermosura.
OCTAVIANO

 (Dentro.) 

No parece ya.
MARCO ANTONIO
¡Oh dolor,
imposible de escuchar!
más feliz que yo es el mar
pues la ha guardado mejor;
busqué en el mar despojos
de una desdicha tan cierta;
ya sé que si ella está muerta,
que no la errarán mis ojos.

 (Mira al vestuario, entra y saca unos cabellos.) 

¡Ay mi Cleopatra, ay luz mía!
No parece en el abismo,
estatua soy de mí mismo.
¡Oh ejemplo de Alejandría!
¡Oh prodigio varonil
del más portentoso amor,
anegada y mustia flor
a las lluvias del Abril!
otro ejemplo soy igual,
y pues vivir es morir,
contigo voy a vivir
en el salobre cristal;
pero más mi pasión yerra,
yo propio me he de matar;
da tú un ejemplo a la mar,
y yo le daré a la tierra.
¡Ay esposa, ay firme amor!
Ea, darme la muerte quiero,
no traigo conmigo acero,
pero ya traigo dolor;
un sudor me cubre helado
y antes que muera, pues muero,
ir a que me maten quiero
los áspides deste prado.

 (Va a entrar, y topa la daga de CLEOPATRA.) 

El prado un acero fiero
ha producido a mi pena,
lágrimas sembré en la arena,
y ella produjo un acero.

 (Toma el acero.) 

Esta es la dicha primera
que dio mi estrella importuna,
no es poco que la fortuna
me haya dado con qué muera;
Cleopatra, luz a quien sigo,
aunque yo soy mi homicida,
hoy ha de empezar mi vida,
pues voy a morir contigo.

 (Escribe en el arena.) 

Dé la arena testimonio
de mi más felice suerte,
mi vida escribió en mi muerte;
aquí vive Marco Antonio.
Peñasco azul, parda arena,
cielo, aire, mar espumosa,
clavel, galán de la rosa,
jazmín, que amas la azucena;
Clicie, que al sol enamoras,
águila, que al sol te atreves,
garza, que los vientos bebes,
tórtola, que tu amor lloras;
peces, que el mar discurrís,
fieras, que el monte habitáis,
nubes, que el aire ocupáis,
peñas, que mi mal sufrís;
todos daréis testimonio
al que este amor no creyere
que aquí Marco Antonio muere
y aquí vive Marco Antonio.

 (Dase una puñalada y cae muerto.) 

 

Sale CLEOPATRA medio desnuda.

 
CLEOPATRA
Fingí que al mar me arrojaba,
y en una gruta silvestre
(bostezo que dio la tierra
de perezosa o estéril)
he estado hasta ahora oculta;
y porque todos creyesen
que di en el mar, un peñasco
para que las aguas suenen
arrojé del monte al mar;
y para que me creyesen,
esta seña de mi vida
para indicios de mi muerte;
esta defendida playa
de tantos árboles verdes,
a mi libertad deseada
seguridades ofrece;
porque los soldados todos,
y Octaviano, que los mueve,
buscan por el mar indicios
de mi ruina aparente;
«aquí Marco Antonio vive,»
dijo el aire, o es que quieren
lisonjear el oído
los vientos que al alba crecen.
IRENE

 (Dentro.) 

Antonio huyó del castillo,
seguidle todos, no quede
senda por todo ese monte
que el cuidado no penetre;
Lépido le habrá amparado.
CLEOPATRA
La voz es esta de Irene,
Antonio huyó del castillo,
pidanme albricias las fuentes;
viva mi esposo y yo muera,
veré si la arena tiene
de sus plantas estampada
la señal; aquí parece
que varias plantas pisaron
ese nunca hollado albergue;
él huyó con los soldados
que le esperaban; hoy quiere
mi ya marchita esperanza
volverse a vestir de verde;
volverlas quiero a mirar,
esta playa a quien rebelde
en la brevedad de un día
el mar castiga dos veces:
sobre la no seca arena
grabada una línea tiene
que conserva la humedad
que le dejó la creciente.

 (Lee.) 

«Aquí Marco Antonio vive,»
dice, seas segundo Fénix,
que cuando en mi llama mueras,
tu misma vida te herede.»
albricias me pedís, flores,
estos funestos cipreses,
en vez de estériles frutos
produzgan flores alegres.
Callad, agoreras aves,

 (Topa con MARCO ANTONIO.) 

pero en esta margen verde,
a quien este manso arroyo
de tanto aljófar guarnece,
yerto un cadáver distingo;
la sangre aún corre caliente,
para que la seca arena
de rojo coral se riegue.
Ver quiero si con la antorcha,
o bien yace o bien fallece.

 (Toma la antorcha y mírale.) 

¡Válgame el cielo! ¿Qué he visto?
¡Infelice yo mil veces,
que para herir con los males
me han amagado los bienes
¿Mi bien? ¿Mi esposo? ¿Señor?
¡Mal haya el acero aleve
que tu pecho de jazmines
le matizó de claveles!
Al sol que hermoseó la tierra
o por claro o por ardiente,
de la luna le eclipsaron
las turbias amarilleces.
Éste es mi acero, ¡ay de mí!
tú te has dado a ti la muerte;
mi queja al monte lastime;
mi voz en sus ecos quiebres.
y de mi fatal estrella
fieras y hombres se lamenten

 (Échese en la arena.) 

leona soy, que a bramidos
dar otra vida pretende
al hijuelo que en la gruta
toda la arena enrojece;
quebrado espejo, en quien ya
verse mis ojos no pueden,
leona soy, oye mi voz,
si tiene oídos la muerte;
desde mi pecho a mi labio
mi queja se desconcierte,
porque a este roto instrumento
todas mis voces disuenen;
contigo quiero morir,
Antonio, que es muy decente,
pues nos dio un aliento vida,
que un sepulcro nos celebre;
hermosa corte del Mayo
que de piadosa o de fértil
porque entre flores descansen
áspides sangrientos meces,
permite una de tus flores;

 (Toma una flor, y quita della un áspid) 

flor, permite que despierte
un áspid sólo de cuantos
a su encanto se adormecen
áspid, si hambriento te nombran,
en mis rojas venas prende,
porque hijo de mis iras
de mi sangre te alimentes.

 (Pónese un áspid en un brazo y otro en otro.) 

Cúmplase la maldición
de aquella mujer, y lleguen
a apasionar mis lamentos
los oídos más rebeldes.
¿Lépido, Irene, Octaviano?
 

Salen LÉPIDO, IRENE, OCTAVIANO, LELIO, CAIMÁN y todos.

 
OCTAVIANO
¿Quién me llama?
IRENE
¿Qué nos quieres?
CLEOPATRA
Ya Marco Antonio murió,
y ya Cleopatra fallece
en el jazmín de mis brazos

 (Corre sangre de los brazos.) 

ya el áspid rústico muerde;
Antonio fue la luz mía,
y al soplo del austro leve
se quedó en negra pavesa
la que era reliquia ardiente.
Irene, ya te has vengado;
aves, fieras, montes, peces,
ved este extremo de amor,
la edad esperada cuente
el ejemplo más constante
que dio el bronce a los pinceles.
Tuya soy, Antonio mío,
con parasismos anhele
esta llama a quien le falta
materia en que se alimente;
yo muero, y muero de amor,
volved a llorar, cipreses,
háganme exequias los mares,
corran lágrimas las fuentes,
y todos a una voz digan,
cuando mi ruina cuenten,
que aquí murió Marco Antonio
y que aquí Cleopatra muere.
 

(Cae muerta sobre MARCO ANTONIO.)

 
LÉPIDO
¡Oh amante el más infeliz!
IRENE
En él mi amor escarmiente.
OCTAVIANO
Y aquí la comedia acaba;
si acaso perdón merece
el ingenio que la ha escrito,
hacedle el favor que siempre.