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El parentesco de estos cuentos, trazados sobre el esquema de un viaje de aventuras con el propósito de hacer el bien más o menos manifiesto, es evidente con los libros de caballería. Para la relación entre ambos, sin embargo, ha de tenerse en cuenta lo que se advierte bajo el epígrafe «Los cuentos populares en Hispanoamérica».

 

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En realidad la definición de Propp es acumulativa y no se encuentra completa en ningún lugar de su libro. Parte de la definición empírica que sitúa esta clase de relatos entre los números 300 al 479 del índice de Aarne-Thompson (Propp dice que es una definición «preliminar», «artificial»; op. cit., p. 31); continúa en la definición esencial de función, como «acción de un personaje definida desde el punto de vista de su significación en el desarrollo de la intriga» (p. 33); el verdadero núcleo de la definición es, por consiguiente, el conjunto de las treinta y una funciones que el mismo autor propone, en el orden en que las presenta y no otro, más las diversas cualidades estructurales de ese conjunto (por ejemplo: aunque no aparezcan todas las funciones en un cuento, el orden se mantiene; etc.). Entre las páginas 115-116 propone la siguiente definición: «El cuento maravilloso es un relato construido según la sucesión regular de las funciones citadas en sus diferentes formas, con ausencia de algunas de ellas en tal o cual relato, y repeticiones de otras en tal otro». Le preocupa a continuación que se haya podido perder el valor de la palabra «maravilloso», y añade: «Los cuentos maravillosos podrían ser designados como cuentos que siguen un esquema con siete personajes [...] Si se define a estos cuentos desde un punto de vista histórico merecen su antiguo nombre, en la actualidad abandonado, de cuentos míticos».

Las siete aclaraciones que hacemos a nuestra definición constituyen de hecho un desarrollo de la definición de Propp, absolutamente imprescindible si se quiere entender en toda su pureza lo que para el científico ruso tal vez no precisaba de más explicación, dada la evidencia de determinados rasgos diferenciales en la rica y bien conservada tradición de los cuentos maravillosos rusos. Tanto más nos parece necesario a nosotros, cuanto que la expresión «de hadas» no significa prácticamente nada en español -tal nombre ni siquiera aparece en nuestros cuentos. «De encantamiento» ha sido la denominación convencional de los folkloristas, pero los hay de muy diversa naturaleza, como hemos venido explicando. En el área lingüística del catalán sí tiene uso el término «maravilloso», como en francés.

 

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La colección más sobrecargada de una dosis artificial de moralidad es la de Sánchez Pérez.

 

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Los cuentos donde hemos advertido mayor franqueza en esta cuestión son los gaditanos de Arcadio de Larrea Palacín, aunque los cuentos de esta colección están bastante deteriorados.

 

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Ed. Losada, Buenos Aires, 1976. El original es de 1941.

 

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Espinosa, I, XXVIII.

 

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Ed. Gredos, Madrid, 1975.

 

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Así, José Asunción Silva en «Crepúsculo» atribuye a esos cuentos un nacimiento entre «los potentes arios primitivos/hasta las enclenques razas del futuro», y habla de duendes y hadas, con claro desconocimiento de la propia tradición española, tan arraigada en Hispanoamérica. El propio Martí escribió dos versiones libres de cuentos famosos... uno del francés Lefèvre de Laboulaye, y otro de Andersen.

 

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Véase la bibliografía del libro de Terence Leslie Hansen: The types of the folktale in Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo and Spanish South América, Berkeley, U. P., 1957, y la nuestra en este trabajo.

 

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Espinosa, I, XXVIII.

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