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A una tórtola


que lloraba la ausencia de su amante


¿Por qué, tórtola, en cítara doliente
haces que el aire gima con tu canto?
Si alivios buscas en ajeno llanto,
mi dolor te lo ofrece; aquí detente.

Al verte sola, de tu amante ausente,  5
publicas triste en ayes tu quebranto;
yo también ¡ay dolor! suspiro tanto
por no poder gozar mi bien presente.

Pero cese ya, oh tórtola, el gemido,
que aunque es inmenso tu infeliz desvelo,  10
mayor sin duda mi tormento ha sido:

pues tú perdiste un terrenal consuelo
en tu consorte, pero yo he perdido
en mi adorado bien la luz del cielo.

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A una rosa


Sonetos



I

En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuanto en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz activa.

De nacarado incendio es llama viva,  5
que al prado ilustra en fe de que la adora;
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.

Rosas, escarmentad: no presurosas
anheléis a este ardor; que si autoriza,  10
aniquila también el sol ¡oh rosas!

Naced y lucid lentas; no en la prisa
os consumáis, floridas mariposas,
que es anhelar arder, buscar ceniza.
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II

De púrpura vestida ha madrugado  15
con presunción de sol la rosa bella,
siendo sólo una luz, purpúrea huella
del matutino pie de astro nevado.

Más y más se enrojece con cuidado
de brillar más que la encendió su estrella;  20
y esto la eclipsa, sin ser ya centella
la que golfo de luz inundó al prado.

¿No te bastaba, oh rosa, tu hermosura?
Pague eclipsada, pues, tu gentileza
el mendigarle al sol la llama pura;  25

y escarmiente la humana en tu belleza,
que si el nativo resplandor se apura,
la que luz deslumbró para en pavesa.

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Soneto moral


No tienes ya del tiempo malogrado
en el prolijo afán de tus pasiones,
sino una sombra, envuelta en confusiones,
que imprime en tu memoria tu pecado.

Pasó el deleite, el tiempo arrebatado  5
aun su imagen borró; las desazones
de tu inquieta conciencia son pensiones
que has de pagar perpetuas al cuidado.

Mas si el tiempo dejó para tu daño
su huella errante, y sombras al olvido  10
del que fue gusto y hoy te sobresalta,

para el futuro estudia el desengaño
en la imagen del tiempo que has vivido,
que ella dirá lo poco que te falta.

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Soneto moral


¡Basta ya, pecador! No tu malicia
ejercite más tiempo mi paciencia:
harto lugar te da a la penitencia
mi bondad despreciada por propicia.

Hoy mi amor con ternura te acaricia,  5
hoy disimula y sufre tu insolencia;
mas podrá ser que en breve esta clemencia
se convierta en rigores de justicia.

Ea, no tardes más en el pecado;
y si al ver del castigo la tardanza  10
hoy mi misma paciencia te ha obstinado,

adviertan tu descuido y confianza
que, mientras más retiro el brazo airado,
voy doblando el impulso a la venganza.

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Carta a Lisardo


persuadiéndole que todo lo nacido muere dos veces, para acertar a morir una


Liras


   ¡Ay, Lisardo querido!
si feliz muerte conseguir esperas,
es justo que advertido,
pues naciste una vez, dos veces mueras.
Así las plantas, brutos y aves lo hacen:  5
dos veces mueren y una sola nacen.

   Entre catres de armiño
tarde y mañana la azucena yace,
si una vez al cariño
del aura suave su verdor renace:  10
¡Ay flor marchita! ¡ay azucena triste!
dos veces muerta si una vez naciste.

   Pálida a la mañana,
antes que el sol su bello nácar rompa,
muere la rosa, vana  15
estrella de carmín, fragante pompa;
y a la noche otra vez: ¡dos veces muerta!
¡oh incierta vida en tanta muerte cierta!

   En poca agua muriendo
nace el arroyo, y ya soberbio río  20
corre al mar con estruendo,
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en el cual pierde vida, nombre y brío:
¡Oh cristal triste, arroyo sin fortuna!
muerto dos veces porque vivas una.

   En sepulcro süave,  25
que el nido forma con vistoso halago,
nace difunta el ave,
que del plomo es después fatal estrago:
Vive una vez y muere dos: ¡Oh suerte!
para una vida duplicada muerte.  30

   Pálida y sin colores
la fruta, de temor, difunta nace,
temiendo los rigores
del noto que después vil la deshace.
¡Ay fruta hermosa, qué infeliz que eres!  35
una vez naces y dos veces mueres.

   Muerto nace el valiente
oso que vientos calza y sombras viste,
a quien despierta ardiente
la madre, y otra vez no se resiste  40
a morir; y entre muertes dos naciendo,
vive una vez y dos se ve muriendo.

   Muerto en el monte el pino
sulca el ponto con alas, bajel o ave,
y la vela de lino  45
con que vuela el batel altivo y grave
es vela de morir: dos veces yace
quien monte alado muere y pino nace.

   De la ballena altiva
salió Jonás y del sepulcro sale  50
Lázaro, imagen viva
que al desengaño humano vela y vale;
cuando en su imagen muerta y viva viere
que quien nace una vez dos veces muere.
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   Así el pino, montaña  55
con alas, que del mar al cielo sube;
el río que el mar baña;
el ave que es con plumas vital nube;
la que marchita nace flor del campo
púrpura vegetal, florido ampo,  60

   todo clama ¡oh Lisardo!
que quien nace una vez dos veces muera;
y así, joven gallardo,
en río, en flor, en ave, considera,
que, dudando quizá de su fortuna,  65
mueren dos veces por que acierten una.

   Y pues tan importante
es acertar en la última partida,
pues penden de este instante
perpetua muerte o sempiterna vida,  70
ahora ¡oh Lisardo! que el peligro adviertes,
muere dos veces porque alguna aciertes.

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Canción heroica


en que con algunas semejanzas expresa el autor sus infortunios


Nace el clavel en púrpura teñido
dejando presuroso su clausura,
a ser Narciso de las otras flores
o Adonis de su sangre producido;
y dividida en hojas su hermosura,  5
ufano se deleita en sus primores
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .  10
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
toda aquella belleza  15
que pródiga le dio Naturaleza.
¡Oh flor desvanecida,
verdadero retrato de mi vida!

El ruiseñor que amante al aire gira,
iris de plumas o vergel viviente,  20
mira un arroyo, y luego que lo asesta,
trinando endechas, animada lira,
con música saluda su corriente
en que canoro el gusto manifiesta;
baja a gustarla con ligero vuelo,  25
rozando aljófar y rizando hielo,
y con pico de grana
gustoso liba de la espuma cana.
May ¡ay! suerte enemiga,
que el ruiseñor se aprisionó en la liga  30
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que en su margen, por uso,
el cazador para prenderle puso;
y luego lo encarcela
donde no tiene libertad ni vuela.
¡Oh avecilla cautiva,  35
de mi fortuna semejanza viva!

Por tras cortinas de jazmín y grana,
hermoso globo de zafir luciente,
se asoma el sol en brazos de la aurora,
y arrebolada en luces la mañana,  40
con brillante candor viste el oriente
y con destellos nacarados dora
cuanto el orbe atesora;
la tierra como a padre lo recibe,
los pájaros se alegran, la flor vive,  45
el hombre se recrea,
y todo con sus rayos lo hermosea.
Mas ¡ay! que noche oscura
es de tanto monarca sepultura,
y ve su luz ocaso,  50
con que llora la tierra su fracaso:
el pájaro enmudece,
la flor se encoge y todo se entristece.
¡Oh sol, oh luz, oh día,
símbolo propio de la dicha mía!  55

Ronda a la luz la amante mariposa,
y en giros de oro, en óvalos de plata,
galantear a la llama solicita:
ya la festeja en torno presurosa,
ya se retira de la luz ingrata,  60
ya se le acerca, ya se precipita,
porque su amor la incita
a adorar aquel globo de luz breve,
donde su muerte en poca llama bebe,
cuando a besarla llega  65
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de su hermosura enamorada y ciega.
Mas ¡ay! infeliz suerte,
que en cenizas su gala se convierte,
hallando su inocencia
mucho castigo a poca inadvertencia,  70
sin que en la pira unida
Fénix renazca para nueva vida.
¡Oh costosos intentos,
imagen de mis locos pensamientos!

Yo clavel bello un tiempo me miraba  75
desdén hermoso de plebeyas flores;
mas de la envidia el huracán airado
marchito me ha dejado.
Yo en métricos primores
fui ruiseñor que libre gorjeaba;  80
pero ahora en grillos de oro
de Venus bella prisionero lloro.
Yo fui sol; mas mis rayos
con las tinieblas que el rencor exhala,
eclipsados los miro entre desmayos.  85
Fui mariposa, en fin; pero mi gala
se convirtió en pavesa
a los incendios de una cruel belleza.
Y así por varios modos
sufro de todos los tormentos todos,  90
siendo a mi vida imagen lastimosa
la flor, el ave, el sol, la mariposa.

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Llanto de la naturaleza humana


después de su caída por Adán


(Liras premiadas en primer lugar en un certamen cuyo asunto era el nacimiento del Niño Jesús)


De su infelice suerte
naturaleza humana congojada,
del árbol de la muerte
al yerto tronco estaba recostada;
y si el curso del llanto suspendiera,  5
aun más helados tronco pareciera.

¿Hasta cuándo, hasta cuándo
(clamaba triste) el mal que me atormenta
su fuerza irá aumentando,
que, aunque infinita, por mi mal se aumenta?  10
¿hasta cuándo querrá mi mal supremo
mostrar que admite más y más lo extremo?

Mas si suele en el llanto
hallar tal vez consuelo un afligido,
arroje mi quebranto  15
ayes del alma con mortal gemido,
canten mis ojos, y sus melodías
tan tristes suenen que parezcan mías.

Pero ¡ay! ¡ay! que son tales
las crueles penas que en el alma siento,  20
que a publicar mis males
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de mis ojos no basta el instrumento;
y así, por dar el lleno a mis enojos,
en vez de llanto lloraré los ojos.

Yo fui aquella dichosa  25
formada a esfuerzos de un milagro, aquella
criatura venturosa,
copia de Dios y copia la más bella;
yo fui ¡ay dolor! aquella peregrina
centella hermosa de la luz divina.  30

Yo fui la que al esmero
del más sublime numen delineada,
en mi instante primero
de mil prodigios me miré formada;
mas ¡ay! que si esto fui, todo ha pasado,  35
y en mí, de mí, la sombra no ha quedado.

Mi antigua llamarada
tan breve se apagó, con tal presteza,
que, convertida en nada,
antes que llama se miró pavesa;  40
pues sólo ardió mi luz aquel instante
que a dar ser a mi nada fue bastante.

Esta mi pena ha sido,
y esta pena importuna de tal suerte
con el alma se ha unido,  45
que aun no la puede separar la muerte,
pues cuanto a mitigarla se apercibe
en ella muere, y ella en todo vive.

Y así en tales enojos
apelo sólo por remedio al llanto.  50
Lloren tristes los ojos
mi imposible dolor, y lloren tanto,
que al ver absorto mi dolor profundo,
valle del llanto se apellide el mundo.
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Lloraré eternamente  55
la antigua dicha de que fui halagada,
aun más que el mal presente;
pues, porque fui feliz soy desdichada.
Dijo, y rendida al grave sentimiento,
en el dolor se destempló el acento.  60

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A la inconstancia del mar


Uno que había padecido naufragio habla en estas décimas


Ayer en rocas de nieve
dragón de plata te vi,
tan soberbio que temí
ser sorbo a sus ondas leve;
y hoy tan humilde se mueve  5
tu resaca, que dudé,
a ese peñasco que ve
de tu soberbia la mengua,
si lo lames como lengua,
si lo adoras como pie.  10

Bien tus engaños expresas,
mar, que dividido en cascos,
ayer bravo herías peñascos,
y hoy humilde arenas besas:
a qué mudables empresas  15
te expones, monstruo arrogante,
hoy callado, ayer bramante,
advirtiendo así al prudente
que jamás hubo creciente
que no parase en menguante.  20

¿Para qué fue amenazar
con tantas furias ayer,
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si tu soberbio crecer
ha sido para menguar?
Bien te pudiste acordar,  25
cuando sierpe embravecida
amenazabas mi vida,
de este cobarde reposo:
pero ¿cuándo el poderoso
se acuerda de su caída?  30

Si no es que tu engaño intenta
dar mentirosa esperanza,
disimulando bonanza
para crecer en tormenta,
piadoso se representa  35
tu golfo a aquel que lo mira,
hasta verlo de tu ira
un despojo lastimoso;
que siempre es del ambicioso
propio centro la mentira.  40

Ea, pues, golfo inconstante,
altivo mar impaciente,
o volverte a tu creciente,
a quedarte en tu menguante.
Cierre el paso al caminante  45
tu cólera enardecida;
mas no lo harás, que, advertida,
es tu condición variable
imagen de lo mudable
de las cosas de esta vida.  50

Y nace esta conjetura
de la experiencia mayor,
pues ayer vi tu furor,
y hoy admiro tu blandura:
aquella y esta pintura  55
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tan diversas en ornato,
te hacen con diverso trato,
aunque no son en ti unas,
un teatro de fortunas
y de Fortuna un retrato.  60

Qué me canso en persuadir,
¡oh monstruo de variedad!
que en firme estabilidad
mudes tu instable vivir;
si aunque me puedes oír  65
el bien a que te provoco,
está tu discurso poco
sujeto a variar fortuna,
pues quien anda con la luna
no puede ser sino loco.  70

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Descripción del mar de Venus


(Ficción Poética y Moral)


De Memnón en el reino floreciente,
donde entre rosas, llama brilladora,
con bostezos de nácar al oriente
se asoma el sol en brazos de la aurora,
cuando, risueño, la estación luciente  5
del celeste zafir purpúreo dora,
y, fogoso bajel, trasmonta bellas
ondas de luz en piélagos de estrellas,

el Mar de Venus yace, que encendido,
encrespando los rizos de su frente,  10
ondas eleva que formó Cupido
de adusto aljófar, de cristal ardiente.
En llamas hierve el golfo, y convertido
en torpe hoguera su voraz torrente,
risueñas brillan con incendio ciego  15
espumas rojas en un mar de fuego.

Abrasado en el golfo es un cometa
cada brillante pez, y con iguales
rayos que emulan al mayor planeta
los escollos se cambian en fanales:  20
nada de Venus el ardor respeta,
escollos, peces, ondas ni cristales;
y, luceros del mar, arden serenas
de Cupido en el fuego aun las arenas.
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Este, pues, golfo habitación profunda  25
de halagüeñas sirenas siempre ha sido,
arqueros del amor, en quienes funda
su imperio Venus, su poder Cupido;
que dulces vibran con acción fecunda
de apacible veneno arpón teñido,  30
y a los esfuerzos de su acero impuros
arrojan sangre aun los peñascos duros.

¡Oh a cuántos necios el mentido halago
de este mar enamora sin sosiego,
y, mariposas de su mismo estrago,  35
la muerte beben en un dulce fuego!
¡Oh cuántas naves, de este obsceno lago
despojo fueron al impulso ciego,
revelando su ruina a las orillas
sangrientos trozos de deshechas quillas!  40

Aquí la madre del Amor navega,
que si riza las ondas o el mar bruma,
con lo halagüeño de su vista anega
en luz el aire y en ardor la espuma:
Venus, divina Venus a quien llega  45
de las tres Gracias la belleza suma
confusa al verla, matizando ufano
arpón dorado su nevada mano.

Su nave es una concha brilladora
que de nácar y púrpura formada,  50
o es, constelado, el llanto de la aurora
o es la risa del cielo congelada:
su proa argenta, si su popa dora
de luz y aljófar copia enamorada;
y si gira las ondas, es en ella  55
Venus la perla de esta concha bella.

Aquí Cupido, de este mar pirata,
del arco ebúrneo fatigando el seno,
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en suaves dardos de bruñida plata
dispara dulce su mortal veneno;  60
y tanto el ciego flechador maltrata
del convexo marfil la cuerda o freno,
que, siendo el blanco humanos corazones,
anega al mundo en piélagos de arpones.

En esta, pues, galera de Cupido  65
se miran muchos del amor forzados,
que en dulce llanto y apacible ruido
gimen al remo, de una flecha atados,
y del numen rapaz, terror de Gnido,
siendo azote su cuerda, amenazados,  70
con eco alterno, con clamor profundo,
juran a Venus por deidad del mundo.

Enamorados de sus graves penas,
de un dardo y otro al golpe repetido,
forman del nácar que latió en sus venas  75
víctima a Venus de carmín vertido;
y de las bellas de su amor sirenas
al fatal silbo dulcemente oído,
sulcan gustosos con trabajo sumo
golfos de fuego en remolinos de humo.  80

En copas de oro que el amor propina,
un néctar liban de dulzuras lleno,
en el cual Venus a su sed destina
veneno dulce, pero cruel veneno;
y el dios vendado, que áspid se reclina  85
en el catre florido de su seno,
en suave llama su ponzoña miente
para entrañarles hasta el alma el diente.

A estos cautivos cada ninfa ingrata,
Circe hechicera, brinda dulcemente  90
en manos de cristal prisión de plata,
y en labios de carmín ponzoña ardiente;
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cadena de oro con que amor los ata
es el pelo, desdén de ofir luciente,
que en las costas de amor estas sirenas  95
son causa hermosa de un Argel de penas.

En el purpúreo rosicler sediento
que risueño en sus labios liba grana,
tiñe sus dardos de carmín sangriento
el lince, nieto de la espuma cana.  100
Y de amor los cautivos, al violento
fogoso impulso de la flecha insana,
ríen y lloran, porque están de modo
que nada sienten y lo sienten todo.

¡Oh infelices forzados de la impura  105
madre del numen faretrado y ciego!
¿este tormento lo juzgáis dulzura?
¿refrigerio fingís que es este fuego?
¿por acierto tenéis esta locura?
¿esta inquietud amáis como sosiego?  110
¡Oh, cuánto os ciega vuestro amor! ¡oh, cuánto
la copa un día colmaréis con llanto!

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A la rebelión y caída de Luzbel y sus secuaces


Viose Luzbel de estrellas coronado,
plumas de fuego y resplandor vestido,
de los astros al ápice encumbrado,
entre querubes adalid lucido,
de Dios portento, a esmeros fabricado,  5
perfecto en todo, en todo esclarecido;
y soberbio de verse en tanta alteza,
dijo lleno de rabia y de fiereza:

¿En lóbrego no puedo, ardiente, horrendo
desorden, espantoso a la fortuna,  10
el universo todo confundiendo,
ahogar al sol en su dorada cuna?
¿En pavesas cambiar, si lo pretendo,
no me es posible el globo de la luna?
¿Qué espera, pues, mi enojo sin segundo,  15
que no hundo al cielo sepultando al mundo?

Falsear haré con ira fulminante
del alto cielo, en un vaivén ruidoso,
azul muralla, y subiré triunfante
a ser señor del reino luminoso;  20
si son estorbo a mi ímpetu arrogante
aire, mar, tierra o firmamento hermoso,
haré que sientan mi furor violento
el mar, la tierra, el aire, el firmamento78.
-484-
Igual a Dios seré, pues se dilata  25
mi poder tanto, y sellaré mi huella
donde el ártico polo en hielos ata
al Aquilón, perezas de su estrella.
Dijo, y al punto en iras se desata
de celestes garzones tropa bella,  30
que marchando con brava bizarría
luz, por guerrero polvo, daba al día79.

¡Al arma! ¡al arma! ya el clarín sonoro
grita con ecos agrios, resonantes;
y al aire vieras del metal canoro  35
blandir los astros picas de diamantes;
serpeaba undosa sobre yelmos de oro
turba de airones vivos, tremolantes;
nunca vio el aire, en pavoroso anhelo,
poblado de astros, tan turbado el cielo80.  40

Con rabia extraña, con coraje horrendo
de Lucifer los lúgubres pendones,
seguían, de sombras su escuadrón vistiendo,
prófugos de la luz, ciegos dragones;
con tal soberbia, confusión y estruendo  45
marchaban estos hórridos campeones,
que del antro al cenit el polo helado
tembló confuso, palpitó turbado.

No de otra suerte cuando intenta el noto
teñir feroz el vulto de la esfera:  50
el aire entonces duramente roto
con serpientes de fuego al mundo altera;
pálido el sol al fúnebre alboroto
ceniza peina en vez de cabellera:
todo es horror, el cielo se anochece,  55
el polo cruje, el mundo se estremece81.
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Del testamento sobre el monte ardiente
Luzbel estaba respirando saña,
dos hogueras por ojos, y por frente
negra noche que en sierpes enmaraña;  60
altivo aturde al mundo fieramente,
este bastardo horror de la montaña,
pues, trueno el silbo, el eco terremoto,
confunde al orbe en hórrido alboroto82.

El divino Miguel espiritoso,  65
que fiel se opone al ángel atrevido,
las rubias hebras apremió garboso
al yelmo de oro en soles guarnecido;
y al encuentro primero pavoroso,
al caos le arroja, donde el fementido,  70
de expirante tizón eterna llama,
blasfemo truena, corajudo brama83.

No tan furioso nubes despedaza
el sulfúreo turbión, no tan violenta
con ráfagas de luz montes arrasa  75
del huracán la rápida tormenta,
como arrojado de la etérea casa
Luzbel cayó con ira tan sangrienta
que, en humo envuelto y en coraje eterno,
de espíritus de luz ondeó un infierno84.  80

Al caer Luzbel con su escuadrón tremendo,
un polo y otro, el vulto demudado,
palpitaron violentos, confundiendo,
el giro de ambos orbes prolongado;
turbose luego al estallido horrendo  85
del cielo y tierra el orden barajado,
y que bajaban pareció al profundo
la esfera en polvo, en átomos el mundo.
-486-

¿Viste nocturna llama presurosa
encendida ilusión, que en pronto vuelo,  90
rasgo de luz, exhalación hermosa,
con brillante destello argenta el cielo?
¿y que al correr la esfera luminosa,
desliz lucido, con fogoso anhelo,
tan presto acaba luces y carrera  95
que no miras lo que es sino lo que era?

Así Luzbel, planeta rutilante,
que a la madre de amor dio lucimiento,
lucero hermoso entre ángeles brillante,
del sol envidia, de beldad portento,  100
fanal celeste que intentó arrogante
establecer al aquilón su asiento,
fue en el estado de su luz primera
llama que pasa, exhalación ligera85.

Estudiad, oh mortales, escarmiento  105
en esa imagen necia de Faetonte,
que quiso remontarse al firmamento,
y el báratro fue tumba a su remonte:
así pagó su loco atrevimiento
este atezado embrión del Flegetonte,  110
y así padece, aún más que en el abismo,
horrible infierno dentro de sí mismo.

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