Oíd.
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De todos los trabajos que he pasado, | |
experiencia tendréis
por lo soldado; | |
sucesos de la guerra no los digo, | 85 |
porque no hay novedad; y así, prosigo. | |
Dejar de
Flandes la marcial campaña | |
me fue forzoso, y el
partirme a España; | |
porque si no lo fuera, | |
toda
mi vida en Flandes estuviera; | 90 |
que ya tan hecho estaba
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al estallido que el mosquete daba, | |
que al valle más
vecino agradecía | |
cuando el fin de los truenos repetía.
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No me quise venir sin ver primero | 95 |
de Italia las grandezas;
que es grosero | |
quien no mira curioso | |
de las tierras
extrañas lo famoso. | |
De Nápoles noté
la gentileza, | |
de Roma la grandeza, | 100 |
de Milán
lo aseado, | |
y de Venecia, en fin, lo concertado. | |
Visité
el sacro templo de Loreto; | |
quien tal cosa no admira,
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o tan bruto se mira, | 105 |
o bárbaro sin fe ni ley
constante, | |
puede prestar durezas de diamante. | |
De Italia,
en fin, me despedí contento, | |
confiando la vida
al elemento | |
cuyo centro Neptuno señorea | 110 |
cuando
en carro argentado se pasea. | |
Pero como del mar a la inconstancia
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hay tan poca distancia, | |
cruel el Noto en uno y otro
exceso | |
(que por incorregible estaba preso), | 115 |
de tal
modo asaltó nuestra galera, | |
que despojo marcial
sin duda fuera, | |
si el cielo, de nosotros lastimado, | |
no le hubiera enfrenado. | |
Aún mi valor aquí
se maravilla, | 120 |
porque tal vez barriendo con la quilla
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las profundas arenas, zozobraba, | |
y tal vez con el árbol
ajustaba | |
las más fijas estrellas, | |
siendo barreno
de sus luces bellas. | 125 |
Pero como, a pesar de mi desdicha,
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esperándome estaba aquesta dicha, | |
toqué
la playa alegre, besé el suelo, | |
dile gracias al
cielo, | |
porque escapando de peligros grandes, | 130 |
la
vida me dejó escapar de Flandes. | |
Entré en
Madrid, y con mis pretensiones | |
estudié de palacio
las lecciones. | |
Y estando una mañana entretenido,
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viéndome exento y libre de Cupido, | 135 |
desprecio
haciendo de su arpón dorado, | |
pisaba alegre el Prado;
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mas ¡ay!, que amor activo, | |
viéndome tan esquivo,
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una flecha tiró; pero tan cierto, | 140 |
que, cuando
libre me juzgaba, advierto | |
que el rigor de mi pecho endurecido,
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del sol quedó a la vista derretido. | |
En un coche
salían | |
dos deidades, que vida repartían
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al campo y a las flores; | |
y solo yo de amores | |
tan absorto quedé de la una dellas, | |
que aunque
a la vista de sus luces bellas | |
la vida se perdía,
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en mi opinión hallé que la seguía,
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juzgando a mejor suerte | |
tener en su presencia dulce
muerte, | |
que ausente de su luz, vida penosa; | |
tomando
ejemplo de una mariposa, | 155 |
que temeraria y ciega, | |
a la llama se llega, | |
y en humo convertida, | |
yace ceniza
allí lo que fue vida. | |
Paró el coche, llegué,
pero no quise | 160 |
hablar yo propio a Nise | |
con tan poco
decoro | |
(Nise es nombre supuesto; el propio ignoro). | |
Y así, dije a su hermana | |
(Que de mi Venus era
la Diana): | 165 |
«Infeliz sois, señora, | |
pues vais
después del sol, siendo la aurora.» | |
Referiros de
Nise la hermosura | |
fuera imposible en mí, fuera
locura; | |
porque tanta deidad, y beldad tanta, | 170 |
da
envidia a Venus y a Cupido espanta. | |
Sólo diré
que a la naturaleza | |
no costó poco estudio su belleza.
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Mirela en este tiempo, y ella (¡ay cielos!), | |
conociendo
en mis ojos mis desvelos, | 175 |
los suyos en mí aplica,
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con que de amor mil penas significa; | |
que amor, aunque
vendado, | |
siempre los ojos pone en su cuidado; | |
porque
en tan dulce calma | 180 |
son la mayor retórica del
alma. | |
Quiero saber quién es, el coche sigo, | |
y de mi intento la mitad consigo; | |
pues solamente alcanzo,
por notorio, | |
cómo don Pedro Osorio | 185 |
tiene
dos hijas nobles cuanto hermosas. | |
Discretas como airosas:
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la una se nombra Blanca, la otra Elvira; | |
y así,
el sujeto a quien mi amor aspira, | |
con aquestos dos nombres
confundido, | 190 |
de mí sólo en lo hermoso
es conocido. | |
Prosigo desta forma el galanteo, | |
resístese
al principio a mi deseo; | |
pero al curso continuo de un
suspiro | |
consigue que mi amor no yerre el tiro. | 195 |
Acércome
una tarde, codicioso | |
de ser su Clicie, y luego más
dichoso, | |
aliento cobro, presumiendo ufano | |
que quien
un guante da, dará una mano. | |
En efecto, el amor,
mas declarado, | 200 |
nos junta varias veces en el Prado;
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y al paso que repito mis amores, | |
mil venturas alcanzo,
mil favores; | |
y el continuarlos llega a tanto agrado,
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que hoy para el mismo sitio estoy citado, | 205 |
donde iré
a ver si puedo, | |
con aliento y sin miedo, | |
obligando
cortés, rogando suave, | |
hacer que dure firme y no
se acabe | |
este feliz principio que he tenido. | 210 |
Pero
ya he presumido | |
que el hado, a su despecho, | |
mayor mi
dicha ha hecho, | |
pues la de haber llegado a vuestra vista,
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bien juzgo que no dista | 215 |
de la mayor que sucederme
puede. | |
Y así, pues la ventura me concede | |
presagio
tan dichoso habiéndonos visto, | |
no hay duda que
bienquisto | |
con la fortuna quedo; | 220 |
y asegurarme puedo
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de que tras esta dicha, | |
he de perder el miedo a la
desdicha; | |
que aunque sea importuna, | |
sin duda he de
burlar a la fortuna. | 225 |