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Los gozos de Nuestra Señora


Fray Íñigo de Mendoza


[Nota preliminar: edición digital a partir de la Edición de Foulché Delbosc, Cancionero castellano del siglo XV, Madrid, Casa editorial Bailly-Baillière, 1912-1915 (Nueva Biblioteca de Autores Españoles; 19-7) pp. 94-97 y cotejada edición crítica de Julio Rodríguez-Puértolas: Fray Íñigo de Mendoza, Cancionero, Madrid, Espasa-Calpe, 1968, pp. 155-163. Seguimos los criterios de actualización ortográfica y puntuación de esta última, cuya consulta recomendamos por ser imprescindible para la correcta apreciación crítica de la obra.]





1    Emperatriz de los dos
imperios del cielo y tierra,
en cuyo vientre por nos
a ser tu hijo el de Dios
tan humilmente se ençierra,
con la qual tanto se dora
tu persona y resplandeçe
que con espanto a desora
la lengua más habladora
enmudeçe.

2    Tú, graciosa Virgen, eres
favor de natura humana,
desculpa de las mugeres;
házese quanto tú quieres
en la corte soberana;
gózate, que si te viste,
sagrada señora mía,
con una causa de triste,
más de mil cuentos toviste
de alegría.

3    Lo primero que te fue
causa de gozo gigante,
fue, Virgen, con esa fe,
puesto que el cómo no sé,
concebir tan alto infante
con tan divinas maneras
que todas las lenguas juntas
deben callar de groseras,
pues que tú mesma te alteras
y preguntas.

4    Lo que en esto, Virgen sancta,
te demuda y desatina,
es que tu seso se espanta
en oir que humana planta
ha de levar flor divina,
por la qual fragosa vía
sabiamente caminaste:
quando el seso no sabía,
la fe tomaste por guía
y acertaste.

5    Pues si quieres contemplarte
en una cumbre tan alta,
no sólo debes gozarte,
mas dar de tus obras parte
a quantos gozos les falta,
que la fuente soberana
que gozo siempre destella,
se te puso tan cercana
que puedes, a quien ha gana,
hartar della.

6    Hízote de gozo llena
tu dulce gozo segundo,
quando tú, en estremo buena,
sin sentir ninguna pena
pariste al señor del mundo,
quel no ronper su salida
tu cerrado encerramiento
fue causa muy conoçida
para que fueses parida
sin tormento.

7    ¡O nuestra perla bendita!,
grand razón hay que nos mueva
a creer que fueste quita
del dolor en que maldita
para en los partos fue Eva;
pues que fue tu engendrar
sin varón y sin pecado,
de aquel antiguo pecar,
tu parir no ha de heredar
ser penado.

8    Si quiere saber quienquiera
tu parto mucho a la clara,
su pensamiento refiera
al sol con la vidriera
que el Vita Christi compara,
porque la carne sagrada
a quien Dios tanto se allega,
de ser con Dios ayuntada
su nacer, sin romper nada,
se le pega.

9    Gózate, gozo del cielo,
de los humanos dulçor,
de los demonios recelo,
del purgatorio consuelo,
de los infiernos dolor,
gózate, que nuestro mal
en tu vientre es guaresçido,
para en señal de lo qual
fue tu parto virginal
sin gemido.

10    Fue plazer muy excelente
el de tu gozo tercero,
quando traxeron presente
los tres magos de Oriente
al tu divino cordero
y por su Dios y Mexías
lo adoraron de hinojos:
¡o, qué dulçor sentirías
quando tú, Virgen, lo vías
con tus ojos!

11    Ellos, puestos de rodillas
todos tres ante tu cara:
¡pues mira qué maravillas,
qué fe los hizo dezillas
ante tí tan a la clara!
Con el encienso primero
te confiesan todos tres
que el tu precioso luzero
eternal Dios verdadero
fue y es.

12    Ofrecen más adelante
el oro por don segundo,
y con gracioso semblante
te dizen será tu infante
eternal señor del mundo:
«por lo qual este metal
que nosotros presentamos,
por una cierta señal
de vasallaje eternal
gelo damos».

13    La otra nueva tercera
que el tercero don figura,
aunque parece muy fiera,
si bien la mira quienquiera
agena va de tristura,
porque la mirra ofrecida
de su carne nos confiesa
no su muerte dolorida,
mas tú ser no corronpida
en la fuesa.

14    ¡O, quánta gloria sentiste
quando después de adorado
de tales personas viste
el hijo que tú pariste
tan en estremo loado,
y del infante nascido,
preciosa Virgen y madre,
quedaba por concluido
que te daban por marido
a Dios Padre!

15    Venga tu quarto dulçor,
pues te dio gozo sobrado
quando después del dolor
aparesció el Redemptor
ante tí resucitado;
¡O Virgen, quán dulce cosa
a tu pena dolorida
fue ver su carne preciosa
tras muerte tan dolorosa
tan garnida!

16    Viste tan claras y bellas
sus cinco plagas, señora,
que el claror que sale dellas,
como el sol a las estrellas
Él al sol le descolora,
con lo qual, de gozo llena,
aunque estabas medio muerta,
tornaste luego serena,
como quien sueña grand pena
y despierta.

17    ¡O sacra resurreción,
galardón de gran estima!,
tu dulce contemplación
al más flaco coraçón
a sufrir penas anima,
porque el ser galardonado
con gloria tan soberana
pone fuerça al desmayo
para ser martirizado
muy de gana.

18    Así que por esta vía
del quarto gozo, concluyo
que el plazer de su alegría
debe ser, Virgen María,
tanto nuestro como tuyo,
porque, virgen sin escoria,
es tu quarto gozo tal
que nos da con su memoria
grand esperança de gloria
inmortal.

19    Muy soberano consuelo
el quinto gozo te dio,
al tiempo que deste suelo
ante tus ojos al çielo
tu sacro Hijo subió,
quando su carne sagrada
por lo que sufrió por nos
fue a ser aposentada
en la más junta posada
cabe Dios.

20    ¡Qué gozo tan esmerado
te fue saber que subía
para ser de Dios privado,
para ser nuestro abogado,
para sernos cierta guía,
y tanbién para enviarnos
el espíritu divinal
a que venga a consolarnos,
dotrinarnos y esforçarnos
contra el mal!

21    ¡Qué gloria tan soberana,
qué plazer tan singular
te fue ver su carne humana
asentarse tan ufana
cabe Dios casi a la par!
¡O, qué causas tan estrañas
tienes de gozo creçido,
pues en grandezas tamañas
el hijo de tus entrañas
es subido!

22    El sesto gozo te ruego
que contemples, Virgen Madre:
en son de lenguas de fuego
envió tu Hijo luego
el amor suyo y del Padre
a poblar de siete dones
aquella sancta compaña,
por dar a sus coraçones
contra las persecuçiones
fuerça y maña.

23    Desta gracia repartida
que el amor de Dios reparte,
¡o Virgen no corrompida!,
es verdad muy conocida
que a tí dio la mayor parte,
porque son en tantos grados
sus gracias en tí sculpidas
que en tí todos los estados
pueden fallar los dechados
de sus vidas.

24    Gózate, madre de Dios,
con tan alta dignidad,
que tú, viviendo entre nos,
de tres personas, las dos
te envió la Trinidad:
la una dentro encarnada
en el tu vientre bendito;
la otra fuera mostrada
y de dentro debuxada
en tu espíritu.

25    La tu setena alegría,
toda gloria muy más fina,
¡quán dulce te fue aquel día,
quando tu alma sobía
a ver la cara divina,
a sellar dentro en tus ojos
para siempre su presencia,
a nunca sentir enojos,
a ganarnos de hinojos
su clemencia!


Cabo

26    Tu cuerpo, tenplo sagrado
do puso Dios su tesoro,
cuerpo sin culpa engendrado,
cuerpo sin ningún pecado
carne más limpia que el oro,
porque conozca la gente
que jamás nunca pecó,
¡o gozo tan excelente!,
con tu alma juntamente
se sobió.





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