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La canción de flor de mayo




ArribaAbajoLa canción de Flor de Mayo


ArribaAbajo    Flor de Mayo, como un rayo
de la tarde, se moría...
Yo te quise Flor de Mayo,
tú lo sabes; ¡pero Dios no lo quería!

   Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, cantando irán.

   Flor de Mayo ni se viste
ni se alhaja ni atavía,
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¡Flor de Mayo está muy triste!
¡Pobrecita, pobrecita vida mía!

   Cada estrella que palpita,
desde el cielo le habla así:
«Ven conmigo, Florecita,
brillarás en la extensión igual a mí».

   Flor de Mayo, con desmayo,
le responde: «¡Pronto iré!»
. . . . . . . . . . . . . . . . . . .
se nos muere Flor de Mayo,
Flor de Mayo, la Elegida, ¡se nos fue!

   Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, llorando irán...

   «¡No me dejes!» yo le grito,
«No te vayas, dueño mío,
el espacio es infinito
y es muy negro y hace frío, mucho frío!»
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    Sin curarse de mi empeño,
Flor de Mayo se alejó
y en la noche, como un sueño,
misteriosamente triste se perdió.

   Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, ¡ay! ¡cómo irán!

   Al amparo de mi huerto
una sola flor crecía:
Flor de Mayo, y se me ha muerto...
¡Yo la quise, pero Dios no lo quería!


Envío

La canción que me pediste,
la compuse y aquí está:
cántala bajito y triste;
«Ella» duerme, (para siempre) ¡la canción la arrullará!
cántala bajito y triste,
cántala...

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Vaguedades




ArribaAbajoVaguedades


ArribaAbajo    Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

    El té canta en la tetera;  5
fuego dentro, hielo fuera,
que resbala por la vidriera.

    Paso llegan o sonoras,
resonando turbadoras,
las procesiones de las horas.  10
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    Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

    -¿Por qué llora ese piano  15
bajo el nácar de tu mano?
-Llora en él mi dolor, hermano

    -¡Eh! ¡quién va! ¿quién gime o reza
en la sombra de la pieza?
-Es mi madrina la Tristeza.  20

   Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

    -¿Y qué libro lees ahora  25
a la luz vaciladora
de la pálida veladora?

   ¿Alguna bella conseja
de flamante moraleja?
-Es una historia ya muy vieja...  30
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    Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

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Los difuntos viejos




ArribaAbajoLos difuntos viejos


ArribaAbajo    Yo no amo a los que viven, «putrefacción andante»,
yo busco a los que moran de la ciudad muy lejos,
bajo la tierra, y amo la calva deslumbrante
de los bruñidos cráneos de los difuntos viejos.

   ¡Cadáveres amigos, qué calma semejante  5
hallar a vuestra calma! Ni compasión, ni dejos
de las antiguas penas mostráis en el semblante,
que alumbra en los osarios la luz agonizante
del sol, dándoles nimbos de cárdenos reflejos.

    ¡Oh muerte! ¡oh paz!... ¡Yo adoro la calva deslumbrante  10
de los bruñidos cráneos de los difuntos viejos!

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El metro de doce




ArribaAbajoEl metro de doce


ArribaAbajo    El metro de doce son cuatro donceles,
donceles latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro corceles;
el metro de doce galopa, galopa...

   Eximia cuadriga de casco sonoro  5
que arranca al guijarro sus chispas de oro,
caballos que en crines de seda se arropan
o al viento las tienden como pabellones,
pegasos fantasmas, los cuatro bridones
galopan, galopan, galopan, galopan...  10
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    ¡Oh metro potente, doncel soberano
que montas nervioso bridón castellano
cubierto de espumas perladas y blancas,
apura la fiebre del viento en la copa
y luego galopa, galopa, galopa,  15
llevando el Ensueño prendido a tus ancas!

   El metro de doce son cuatro garzones,
garzones latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro bridones,
el metro de doce galopa, galopa...  20