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«Afirmar que la Historia de don Quixote es obra original, seria afirmar lo que no se niega, mayormente después que el mismo autor la declaro por tal, diciendo que su arte inventó un nuevo estilo para contar las nuevas proezas del nuevo Paladino Manchego». (pág. XXXV)

 

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En la reedición de la edición de la Real Academia Española publicada en 1819, a cargo de Martín Fernández de Navarrete y Diego Clemencín, se defiende la prioridad de la edición de 1608, que se tomará como texto base. Véase, F. Rico, «Historia del texto», art. cit., págs. CCXIX-CCXX.

 

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Sobre la vida y obra de Diego Clemencín, veáse López Ruiz, Antonio y Eusbeio Aranda Muñoz, D. Diego Clemencín (1765-1834): ensayo bio-bibliográfico, 2.ª ed., Murcia: Real Academia de Alfonso X el Sabio, D.L, 1994, con numerosas referencias bibliográficas actualizadas, así como el El Comentario de Clemencín, [Barcelona: s.n., 1944] (Imp. Escuela Casa Provincial de Caridad).

 

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El tomo V comprende la Vida de Cervantes de Navarrete, el Análisis del Quijote por Vicente de los Ríos, y al fin, con paginación aparte y nueva portada, el Elogio de Cervantes por Mor de Fuentes. Por su parte el VI, compilado por los hijos de Diego Clemencín, contiene «Nuevas anotaciones al ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes». Citamos, como ya se ha indicado, por el ejemplar conservado en la Biblioteca del Centro de Estudios Cervantinos (Alcalá de Henares).

 

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Así se expresa Clemencín: «Cervantes al escribir su Quijote entraba en una carrera enteramente nueva y desconocida. Halló el molde de su héroe en la naturaleza hermoseada por su fecunda y feliz imaginación: creó un nuevo género de composición para el que no habia reglas establecidas, y no siguió otras que las que le sugería naturalemente y sin esfuerzo su própio discurso. De Cervantes puede decirse lo mismo que Veleyo Patérculo dijo de Homero: ni tuvo antes á quien copiar, ni después ha tenido quien le copie: y este es el único paralelo que cabe entre el poeta griego y el fabulista castellano» (pág. XXIII), con un crítica final a Vicente de los Ríos, como parece evidente.

 

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Además de las notas de su edición, así como las incluidas en el tomo 6º, puede consultarse su Biblioteca de Libros de Caballería (Año 1805), Barcelona: s.n., 1942] (Imp. Casa Provincial de Caridad), en donde se recogen las notas que durantes años fue tomando para redactar sus comentarios.

 

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Gracias a Julián Martín Abad encontramos el texto manuscrito hace unos años, lo que dimos a conocer en el trabajo, «Catálogo descriptivo de libros de caballerías hispánicos. XI. El último libro de caballerías castellano: Quinta parte de Espejo de príncipes y caballeros». Nueva Revista de Filología Hispánica, XLVI/2 (1998), págs. 309-356.

 

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«Así es la verdad. Cualquiera que lea con atención las históricas de Esplandián, Amadís de Grécia, Belianís, Florisel de Niquea, el Caballero del Febo y otas, advertirá un fondo de semejanza en sus amores, combates, encantamentos, florestas, castillos, jayanes y aventuras, que no puede menos de producir el fastídio y cansar la constáncia del lector mas aficinado á esta clase de vaciedades» (tomo 3, pág. 373).

 

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«y ciñéndonos por ahora á quimeras y monstruosidades de otro género, nacidas de la confusion y mezcla desconcertada, no de miembros, sino de tiempos, lugares y personas, solo citaremos como ejemplo notable el del castillo de la sábia Medea, de que habló Toríbio Fernández en la historia de D Belianís de Grecia [...]» (lib. 1, cap. 63; lib. 2, cap. 50; y lib. 3, cap. 23 y s.) (tomo 3, págs. 386-387).

 

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«¿Quién seria capaz de reducir al breve espácio de una nota las pruebas de esta asercion del Canónigo de Toledo, y los casos de hazañas increibles que se hallan á cada paso en los libros caballerescos? En las notas anteriores hemos visto hombres cubiertos de hierro, partidos de arriba abajo como si fueran de alcorza ó de alfeñique, y ejércitos vencidos por un solo caballero: añadamos ahora, que el del Febo de tres puñaladas mató tres caballeros armados contra quienes se desdeñó de sacar la espada (part. 1, lib. 2, cap. 43); Rugero mataba cinco y mas de un solo golpe (Ariosto, canto 26, est. 22); Belianís quitó la vida por su mano en una sola batalla á mas de cincuenta caballeros y doce gigantes (lib. 1, cap. 11); Amadís de Grecia mató en otra ocasion á quince gigantes y diez Reyes coronados (Esferamundi, cap. 126). El lector que quiera mas ejemplos, acuda á las crónicas caballerescas, donde los hallará de sobra» (tomo 3, pág. 387).