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ArribaCanto Décimo

Argumento del Canto Décimo


Convite de Tétis á los descubridores: cancion profética de la ninfa, en que bosqueja rápidamente las principales conquistas y hazañas de los Vireyes, Gobernadores, y caudillos Portugueses hasta don Juan de Castro: sube Tetis con Gama los demas á un monte, desde el cual le muestra las esferas celeste y terrestre: descripcion del orbe, especialmente del Asia y del Africa: salen los navegantes de la Isla, y continuando su viaje, llegan felizmente a Lisboa, y ofrecen al Rey el resultado de sus trabajos: invocacion, consejos y ofrecimiento que le hace el Poeta de cantar sus hechos, si emprende las gloriosas empresas que le vaticina, y que anuncia su espiritu generoso.




I

    De la adúltera, en esto, Lariséa
Guiaba el amador sus animales
Hácia el lago feliz dó señoréa
Tierras Temistiton occidentales:
El grande ardor del sol Fabonio oréa,
Con soplo que en los tanques naturales
Crespa el agua serena, despertando
Lirio y jazmín que yacen dormitando.


II

   Entonces de las manos los amantes
Cogidos, y conformes, y rientes,
Subian á las salas rutilantes,
Ricas de argenterías relucientes,
Dispuestas por la Reina, que abundantes
Mesas de altos manjares escelentes
Les dispone, restauro á la flaqueza
De la cansada al fin naturaleza,


III

   Allí en sillas se sientan cristalinas
Todos, de dos en dos, amante y dama;
Y á su cabeza, en otras de oro finas
Está con la alta diosa, el claro Gama.
Los manjares y especies peregrinas
Que atras dejan de Egipto antigua fama,
Se acumulan en anchos platos de oro,
Venidos del Atlántico tesoro.


IV

   Los vinos odoríferos que encima
De las mesas se ven, no de Falerno,
De la Ambrosía son que tanto estima
Jove en el divo coro sempiterno;
Los vasos de labor dó no entra lima,
Alzan crespas espumas que á lo interno
Del corazon dan súbita alegría,
Saltando misturadas de agua fria.


V

   Mil pláticas alegres se contaban:
Dulce risa sutil, dicho jocundo,
Entre uno y otro plato, despertaban
Apetito y contento sin segundo:
Y acordes instrumentos resonaban,
Que á las desnudas almas del profundo
Hicieran suavizar la eterna pena,
La voz siguiendo de inmortal Sirena.


VI

   Cantaba la deidad, y á los acentos
Que por los altos techos van sonando,
En consonancia igual los instrumentos
Siguen suaves, sus tonos concertando:
Ponen silencio súbito los vientos,
Y hacen ir mansamente murmurando
Las aguas, y en las casas naturales
Aduermen á los fieros animales.


VII

   Con dulce voz levanta al Empiréo
Altos varones que vendrán al mundo,
Cuyas nobles figuras vió Protéo
En vano globo diáfano y rotundo,
En sueño concedido á su deseo
Por Jove, él despues al mar profundo
Lo dijo, en vaticinio, y la memoria
Guardó esta ninfa de la clara historia.


VIII

   Asunto es alto, y de valor no poco,
Lo que aprendió la ninfa en el gran lago,
Como Jopas un tiempo, ó Demodoco
El uno en la Feácia, otro en Cartago.
Hora, Caliópe mia, aquí te invoco
De este trabajo al fin, para que en pago
Me des de lo que escribo (¿qué pretendo?)
El gusto de escribir, que voy perdiendo.


IX

   Van los años corriendo, y del estío
Me queda espacio que pasar pequeño:
La Fortuna mi ingenio torna frio,
Y ya en jactarme de él no pongo empeño:
Los disgustos me van llevando al rio
Del negro olvido y del eterno sueño:
Mas dame tú cumplir, Musa del canto,
Lo que debo á mi patria, que amo tanto.


X

   Cantaba la doncella que vendrian
Del Tajo, por los mares que abrió Gama,
Flotas que las riberas vencerian
Por dó el índico Oceáno se derrama;
Y que los Reyes que negar querrian
Al yugo su cerviz, la ardiente llama
Del valor probarian duro y fuerte,
Hasta rendirse ó recibir la muerte.


XI

   Cantaba de uno, entre altos Malabares,
Gran sacerdote de sus cultos rudos,
Que solo por guardar los singulares
Que estrechó con nosotros caros nudos,
Sufrirá ver sus campos y lugares,
Con incendios, furor y horrores crudos,
Servir de pasto al Samorim potente,
Por odio inmenso hácia la Lusa gente.


XII

   Y canta cómo pronto le llegare
De Belem á este mal remedio sano
Cuando, sin conocerlo, el mar llevare
Al gran Pacheco, Aquiles Lusitano.
Su peso sentirá cuando empujáre,
La vasta móle al férvido Oceáno
Los troncos que en el mar quejas exhalan,
Porque contra natura allí los calan.


XIII

   Y llegado á las playas Orientales,
Y del Rey de Cochim dejando al brio
Ayuda, y á sus pocos naturales
En brazos del salado y corvo rio,
Hará estrago en los Naires infernales,
De Cambál en el paso, dando frio
Miedo al ardor inmenso del Oriente
De ver que tanto obró tan poca gente.


XIV

   Llamará el Samorin más gente nueva:
De Bipúr vendrá el Rey, y el de Tanores:
Vendrán los de Narsinga, que alta prueba
Prometerán de esfuerzo á sus señores:
Hará que todo Naire, en fin, se mueva
Morador de Calcúta á Cananores,
Y que al comun contrario hagan la guerra
Moros por mar, Indianos por la tierra.


XV

   Y por tierra y por mar desbaratando
A todos otra vez Pacheco erguido,
La grande multitud que irá matando,
Entero al Malabar tendrá aturdido;
Y volverá el Gentil de nuevo, dando
Combate tras combate enfurecido,
Injuriando á la paz y haciendo votos
A sus dioses que vé sordos é inmotos.


XVI

   Y no solo en defensas y reparos
Lidiará, mas quemando templos, casas;
É inceso el cán de rabia, al ver preclaros
A los que sus ciudades dejan rasas,
Hará que los de vida poco avaros,
Por dos pasos aun tiempo, con sus masas
Embistan á Pacheco que, corriendo
De una á otra, lo irá todo rompiendo.


XVII

   Canta que el mismo Rey irá en persona
A ver la lid por que á su gente anime:
Mas que un rugir tronante de Belona
Le tiñe en sangre, y su furor reprime;
Que no hay defensa á la imperial corona,
Ni resistencia que Pacheco estime:
Y apresta el Samorin artes, venenos;
Mas Dios lo quiere, y cada vez va á menos.


XVIII

   «Que por séptimo impulso irá (cantaba)
A combatir con el valiente Luso,
A quien ningun esfuerzo pone traba,
Aunque este solo le pondrá confuso:
Que traerá el Rey para la pugna brava
Máquinas de maderos, fuera de usa,
Para romper los barcos y altas trabes,
Hasta allí invictos á las Máuras naves.


XIX

   «Que llevará por mar artes de fuego,
Para abrasarle cuanta armada tenga:
Mas que del Luso la pericia luego
Hará vanas las furias con que venga.
Que ningun varon claro en marcial juego,
Que en alas de la fama se sostenga,
Á este alcanza, que el puesto á todos toma
Y perdonen ilustres Grecia y Roma.


XX

   «Porque tantas batallas sustentadas
Por él, con pocos más de cien soldados,
Contra tantas malicias inventadas:
Tantas gentes y pueblos dominados,
Parecerán, ó fábulas soñadas,
O que los altos coros invocados
Bajaron y le dieron compañía,
Esfuerzo y fuerza, ingenio y valentía.


XXI

   «Que ni aquel que en los campos Maratonios
De Darío el poder destroza y hiende,
Ni el que con cuatro mil Lacedemonios
Las estrechas Termópilas defiende:
Ni el jóven Cocles, prez de los ausonios,
Que con el Tusco ejército contiende
El puente al sostener, ni Quinto Fabio
Fue cual este en la guerra fuerte y sabio.»


XXII

   Mas la ninfa el acento aquí canoro
Apaga y muda en ronco, entristecido,
Cantando en baja voz, envuelto en lloro,
El esfuerzo inmortal no agradecido;
Y dice: «¡Oh Belisario, que en el coro
De las Musas serás siempre aplaudido!
Si en tí viste abatir al bravo Marte,
Tienes ya con quien puedas consolarte.


XXIII

   «Compañero aquí ves, así en los hechos,
Como en el galardon injusto y caro:
En tí y en él veremos altos pechos
Bajar á estado de vileza raro.
¡En hospicios morir y humildes lechos
Los que al Rey y á la ley sirven de amparo!
Esto los Reyes hacen, cuyo gusto
Manda más que lo digno y que lo justo.


XXIV

   «Esto los Reyes hacen que sumidos
En falso bien estan que los contenta:
¡Dar los trofeos de Áyax merecidos,
De Ulises á la lengua fraudulenta!
Y los bienes así mal repartidos,
Por quien solo de halagos se alimenta,
No otorgados á sabios caballeros,
Van á parar á torpes lisonjeros.


XXV

   «Mas tú, por quien quedó tan mal pagado
Tal hombre ¡oh Rey! inicuo en esto solo,
No fuiste para darle honroso estado
Al que un reino te dió de polo á polo.
Mientras el mundo fuere circundado
(Yo te lo afirmo) por la luz de Apolo,
Él será entre las gentes grande y claro,
Y tú tenido por cruel y avaro.


XXVI

   «Mas ve otro (cantaba) que va honrado
Con nombre real, y que llevó consigo
Un hijo, que en el mar será ilustrado
Tanto como el mayor Romano antigo:
Ambos darán, con fuerte brazo armado,
A Quíloa fértil áspero castigo,
Lanzando fuera á pérfido tirano,
Y Rey estableciendo fiel y humano.


XXVII

   «Y tambien á Mombaza, que se arrea
De nobles casas, de altos edificios,
Deshecha dejará, quemada y fea,
Por mor de sus antiguos maleficios:
Y despues en la costa que campea
De barco, enemigos y artificios,
Contra el Luso, con velas y con remos,
Hará Lorenzo de valor estremos.


XXVIII

   «En altas naos del Morim potente,
Que llenan aire y mar de férrea pella
Que despide tronando el bronco ardiente,
Hará en mástil y borda estrago y mella:
Y echando garfios luego osadamente
En la enemiga Capitana, en ella
Saltará y dejarála á arpon y espada,
De cuatrocientos Moros despejada.


XXIX

   «Mas de Dios la escondida providencia,
Que sabe sola á quien el bien reserve,
Le pondrá dó ni esfuerzo ni prudencia
Podrá haber que la vida le conserve.
En Chaúl, donde en sangre y resistencia
El mar todo con fierro y fuego hierve,
Le harán que á vida mas dichosa vaya,
Las armadas de Egipto y de Cambaya.


XXX

   «De enemigos sin fin que allí acudieron,
De la mar que contraria les ofende,
Del viento que faltó rendir se vieron,
Que solo así tanto valor se prende.
Alcense aquí los héroes cuantos fueron:
Vengan á ver virtud, que aquí se aprende:
Scévola nuevo es este que, rompido,
Antes quiere ser muerto que rendido,


XXXI

   «Con todo un muslo roto, que en pedazos
Lo lleva un ciego tiro que pasaba,
Se sirve aún de los valientes brazos,
Y del gran corazon quo le quedaba:
Hasta que otro fatal rompe los lazos
Con que el ánima al cuerpo se ligaba,
Y ella, suelta y felice, sube ahora
A dó libre se encuentra y vencedora.


XXXII

   «Vete, alma, en paz de guerra turbulenta,
En la cual mereciste luz serena,
Que el cuerpo que en pedazos se presenta
A aquel que le engendró venganza ordena,
Y oigo ya que retumba la tormenta
Que trae la dura indeclinable pena
De esperas, basiliscos y trabucos,
A cambáicos y atroces Mamelucos.


XXXIII

   «Ved ya al padre venir con brio horrendo,
Pena y furor trayendo por antojos,
Con que el paterno amor le está moviendo
Fuego en el corazon, llanto en los ojos:
Ya su espada le viene prometiendo
Mares de sangre y bárbaros despojos
De la flota gentil; la siente el Nilo:
La escucha el Indo, el Ganges ve su filo.


XXXIV

   «Como el ocioso toro, que se ensaya
A la pelea, el cuerno esperimenta
En el tronco de duro roble ú haya,
Y al viento hiriendo así las fuerzas tienta;
Tal, antes que en el seno de Cambaya
Entre Francisco airado, en la opulenta
Dabúl afila su cuchilla impía,
Humillando su túmida osadía.


XXXV

   «De Dío entrando luego en la ensenada,
Ilustre en cerco y lides por estremo,
Dispersará la grande y flaca armada
De Calcut, que por lanza tiene el remo;
Y á la del Yaz Melique acautelada,
Con los que forja Múlciber supremo,
La echará al frio y devorante fondo,
Duro lecho y secreto del mar hondo.


XXXVI

   «Mas la de Mir-Hocem, que bravoneando
Aguardará á los fuertes vengadores,
Verá brazos y piernas ir nadando
Sin cuerpos, por la mar, de sus señores;
Rayos de fuego irán representando,
En su inmenso furor, los domadores:
Cuanto allí sentirán ojos y oidos,
Será llamas, y estruendos, y alaridos.


XXXVII

«Mas ¡ah! que de esta próspera victoria
Que llegará despues al patrio Tajo,
Casi le robará la insigne gloria
Un suceso fatal que triste atajo!
El Tormentorio cabo la memoria
Guardará con sus huesos, sin trabajo.
Apagando aquel ánimo terrible
Que á India toda y Egipto fue invencible.


XXXVIII

   «Allí Cafres podrán sin artificios
Lo que diestros contrarios no pudieron,
Y harán, con fuego y palos, maleficios
Que flecha y globos férvidos no hicieron.
¡Oh del cielo qué ocultos son los juicios!
Los que, vanos, jamás los comprendieron,
Signo suelen llamar, desdicha oscura,
La que solo es de Dios voluntad pura.


XXXIX

   «Mas ¿qué fulgor tan grande allí distinto
(Decia, y la voz clara levantaba)
De Melinde en el golfo, en sangre tinto,
Aparece, y en Lamo, y Hoja, y Brava,
Y por Cuña tambien -que nunca extinto
Verá su fuego -ni en el mar que lava
Islas del Austro, y playa á que da nombre
Lorenzo, y todo el Sur alto renombre?


XL

   «El brillo de esa luz son las potentes
Armas con que Alburquerque irá amansando
De Ormuz los Párseos, por su mal valientes,
Que rechazan el yugo honroso y blando.
Allí verán las flechas estridentes
En el aire chocarse, revirando
Contra quien las tiró; que Dios peléa
Por el que de su Iglesia en pro campea.


XLI

   «Allí de sal los montes no defienden
De corrupcion los muertos en combate,
Que cuerpos por la playa y mar se tienden
De Gerum, de Mascate, y Calayate;
Y á bajar la cerviz tan solo aprenden
Por la fuerza, y es bien que se les ate
Con la carga de dar el Indio astuto
De perlas de Barem rico tributo.


XLII

   «¡Oh qué gloriosas palmas tejer miro
Que en ofrecerle la ocasion no tarda,
Cuando sin miedo y sin perder respiro,
De Goa rinde la ínsula gallarda!
Cediendo luego de la guerra al giro,
La deja, y ocasion mejor aguarda
De tomarla otra vez, que al mismo Marte
Vencerán y á la suerte esfuerzo y arte.


XLIII

   «Y ya vuelve sobre ella, y va rompiendo
Por muros, fuego y tiros mil sonoros,
Abriendo con la espada el tan tremendo
Ejército de indios y de Moros;
E irán los Lusos ínclitos haciendo
Más que hambrientos leones y que toros,
Dando honor á esa luz, que es la divina
De la Santa Egipciaca Catalina.


XLIV

   «Ni evitar tú podrás tu suerte triste,
Aunque rica te encuentres y asentada
De la Aurora en el gremio dó naciste,
Opulenta Malaca celebrada:
Las flechas veneníferas que hiciste,
Los crisos de que ya te miro armada,
Y amorosos Malayos, Faos valientes,
Todos al Luso doblareis las frentes.»


XLV

   Aun cantando siguiera esta sirena
En loor del clarísimo Alburquerque:
Mas le asaltó un sentir que le condena,
Aunque su nombre al mundo todo cerque.
El grande Capitan que el hado ordena
Que gloria eterna con trabajos merque,
Más que juez á los suyos duro, entero,
Ha de serles benigno y compañero.


XLVI

   Pues en tiempos que males y aspereza,
Hambres, flechas, dolor, globos ardientes,
Y el cielo y la estacion hacen crudeza
En soldados bizarros y obedientes,
Parece de selvática fiereza,
De pechos inhumanos é insolentes
Penas estremas imponer por culpa
Que flaca humanidad, que amor disculpa.


XLVII

   Que el mal, no siendo abominable incesto,
Ni estupro de violencia en virgen pura.
Ni tampoco adulterio deshonesto,
Sino en esclava vil lascivia oscura:
Entonces si el varon, por mal dispuesto,
O dado á crueldad soberbia y dura,
El furor con los suyos no escasea,
Pone en su limpia fama tacha fea.


XLVIII

   Vió á Apeles Alejandro enamorado
De su Campaspe, y diósela riente,
No siendo su fielísimo soldado,
Ni viéndose en temor duro y urgente.
Conoció Ciro que era devorado
Araspe por Pantéa en fuego ardiente,
Cuando en guarda teniéndola, ofrecia
Que no deseo vil le venceria.


XLIX

   Mas viendo el persa insigne que vencido
Fué por amor, que todo lo atraiciona,
Fácil perdon le otorga y fue servido
Dél, salvándole en pago la corona.
De Judit á la fuerza fue marido
El férreo Baldovino, y lo perdona
Su padre Cárlos, puesto en cosas grandes,
Dejándola que viva y pueble á Flandes.


L

   La ninfa prosiguiendo el largo canto,
A Suarez ensalzó, que sus banderas
Haria tremolar, llevando espanto
A las rojas Arábigas riberas.
Que de el Medina infiel temblará tanto,
Cuanto Meca y Gidá, con las postreras
Playas de Abásia; y no del mal se exime
Barberá, de que el Zeile emporio gime.


LI

   Que tambien la noble isla Taprobana,
Ya por el nombre antiguo tan famosa,
Cuanto soberbia ahora y soberana
Con su corteza cálida, olorosa,
Dará tributo de ella á la Lusiana
Bandera, cuando escelsa y victoriosa
Alla en Columbo flotará en la erguida
Torre, que es de los suyos tan temida.


LII

   Que Sequeira, las ondas Eritrenas
Dividiendo, abrirá nuevo camino
Al imperio, que cuenta corno arenas
Los que en Subá y Candáx plegan su lino.
A Macuá, con cisternas de agua llenas
Verá y al puerto Arquico, allí vecino;
Y haciendo descubrir islas remotas,
Maravillas al mundo dará ignotas.


LIII

   «Y tú, Meneses (canta), cuyo fierro
Más que en India fue en Africa probado,
Castigarás de Ormuz soberbia el yerro,
Con hacerla tributo dar doblado;
Y tú, gran Gama, en pago del destierro
En que una y otra vez fuiste apartado,
Con título de Conde irás ¡Ay triste!
La tierra á gobernar que descubriste.


LIV

   «Mas el forzoso término venido,
Que no conjuran suplicas y amaños,
Con regia dignidad esclarecido
Te sacará del mundo y sus engaños.
Otro Meneses luego, más crecido
Ea razon y prudencia, que no en años,
Gobernará: tú harás, dichoso Enrique,
Que glorioso tu nombre se publique.


LV

   «No solo doma tercos Malabares,
Destruyendo á Panáne y á Coulete,
Y vence daños y artes militares,
Que solo el pecho hieren que acomete,
Sino que con virtudes singulares
Vence del alma á los contrarios siete,
Y á la codicia y viva incontinencia,
Que es por cierto, en su edad, alta escelencia.


LVI

   «Mas despues que los astros le llamaren,
Tú obtendrás, Mascareñas, su respeto;
Y aunque injustos el mando te quitaren,
Que tendrás fama eterna te prometo;
Y que tus mismos émulos declaren
Tu valor; que del hado es el decreto
Que gobiernes de palmas coronado,
Más que de suerte justa acompañado.


LVII

   «En Binton, cuyo reino se gloría
De daños tantos á Malacas hechos,
Injurias de años mil en solo un dia
Vengarás, con valor de ilustres pechos:
Trabajos duros, riesgos, muerte impía,
De fuego y fierro ardid, pasos estrechos,
Trincheras, foso, y lanzas, y saetas,
Todo espero que rompas y sometas.


LVIII

   «Mas la ambicion en India y la codicia
Que enseñan sin reparo el rostro adusto,
No podrán contra Dios y la justicia
Torcerte, mas causarte, sí, disgusto.
Quien obra sin razon y maleficia
Con fuerzas del poder que ejerce augusto,
No es vencedor: la palma verdadera
En la justicia está desnuda, entera.


LIX

   «Mas no niego, con todo, que Sampayo
Será, por su valor esclarecido,
Mostrándose en el mar tremendo rayo,
De contrarios sin número oprimido.
Hará en el Malabar horrible ensayo
En Bancanor, con que despues vencido
Cutial, espantado á verse venga
Con cuanta gente y cuantas naves tenga.


LX

   «Y no menos de Dío la impia flota,
Que Chaul temerá por grande, osada,
Con la vista no más quedará rota
Por Héctor de Silveira, y destrozada:
El Héctor Portugués, de quien se anota
Que, en la costa Cambáica con su armada,
Será á los Guzarates tan insano,
Cuanto ha sido á los Griegos el Troyano.


LXI

   «De Sampayo feroz, Cuña, mas pío,
Tiempo largo el poder tendrá sublime;
Hará las altas torres con que á Dío
Chale desde sus muros la reprime,
Y á Basáin ganará su fuerte brío,
No sin sangre en verdad; que de ella gime
Melique, porque solo de la espada
La trinchera á la fuerza ve tomada.


LXII

   «Viene tras él Noroña, cuyo brazo
A los Ramos de Dío bravo ahuyenta:
Dío, que con marcial desembarazo
Antonio de Silveira bien sustenta.
Á Noroña de muerte llega el plazo,
Y un ramo tuyo ¡oh Gama! esperimenta
Del imperio el gobierno, cuyo brillo
De miedo al Rojo mar pondrá amarillo.


LXIII

   «De manos de tu Estéban irá el mando
A un varon que ya se hizo distinguido
En el Brasil, venciendo y castigando
Al pirata Francés, del mar temido.
En el índico luego comandando
Cual Mayor de Dalmáo, el muro ardido
Escala, y antes rompe por la puerta
Que fuego y flechas mil tienen cubierta.


LXIV

   «Darále el Rey Cambáico soberbioso
Fortaleza en la noble y rica Dío,
Porque contra el Mogor tan poderoso
Le ayude á defender su señorío:
Irá despues con pecho valeroso
Á impedirle que pase al Rey impío
De Calecut, que así como á su gente,
Entre sangre correr le hará tremente.


LXV

   «Destruirá la ciudad de Repelimo
Viendo á su Rey con muchos en huida,
Y despues junto al cabo Comorimo
Acabará proeza esclarecida;
Que á la flota imperial del Samorimo,
Que juzga al mundo perdonar la vida,
Vencerá con furor de fierro y fuego,
En sí viendo Badála el marcio fuego.


LXVI

   «Así, limpia la India de enemigos,
Gobernarla ya en paz tiene por gala
Sin que halle la traicion campo, ni abrigos,
Que todos tiemblan del que nadie iguala.
Solo probar los ásperos castigos
Quiso Baticalá que vió Badála:
Mas fue por fierro y fuego destruida,
Y de sangre y de muertos quedó henchida.


LXVII

   «Esto Martiño hará, que del gran Marte
Con razon lleva el nombre derivado,
Tanto en armas ilustre en cualquier parte,
Cuanto sabio en consejos y acordado:
Castro, que le sucede, el estandarte
Portugués tendrá siempre levantado:
Uno le yergue otro le guarda erguido:
Propio es del sucesor el sucedido.


LXVIII

   «Persas, Abásis, Rumos, con sus lumbres,
Pues del Romano imperio el nombre tienen,
Varios de aspectos, varios en costumbres
(Que mil pueblos al cerco horribles vienen),
Lanzan á tierra y cielo sus quejumbres
Porque unos pocos sus comarcas llenen;
Y en sangre Lusa juran descreidos
Empapar sus bigotes retorcidos.


LXIX

   «A horrendos basiliscos y leones,
Trabucos fieros, minas encubiertas
Resisten Mascareña y sus varones,
Que sus muertes sin miedo ven ya ciertas:
Hasta que, de tan duras opresiones,
Castro, libertador, abre las puertas;
Y que allí por su Dios se sacrifican
Las vidas de sus hijos testifican.


LXX

   «Fernando el uno, ramo de gran planta,
Allá dó el fuego horrible concentrado
Los muros en pedazos mil levanta,
Será á los cielos súbito elevado.
Álvaro, cuando Enero al hombre espanta,
Y el camino del mar tiene cortado,
Le abre, y rompe las ondas, y el castigo
Del viento vence, y luego al enemigo.


LXXI

«Llega el padre despues, á mar abierta,
Con el resto de gente Lusitana,
Y con fuerza, y conciencia, que es más cierta,
Da batalla feliz y soberana:
Unos, muros subiendo, escusan puerta:
Se la abren otros por la escuadra insana;
Y hechos se hacen tan dignos de memoria,
Que en verso no cabrán, ni en larga historia.


LXXII

   «Luego él mismo en el campo se presenta.
Vencedor fuerte, intrépido, al pujante
Rey Cambayo, y a vista le amedrenta
De su gran multitud cuadrupedante.
Tampoco el Hidalcham mejor sustenta
Sus tierras contra el brazo triunfante;
Y Dabúl castigada es en la costa,
Y á Pondal no valió su entrada angosta.


LXXIII

   «Este y otros así por varias partes,
Dinos todos de loa no sencilla.
Paseando invencibles estandartes
Por los mares que corta aguda quilla,
Mostrándose en el mundo nuevos Martes,
Gozarán de este Eden la maravilla,
Y hallarán estas ninfas y estas mesas,
Que pago y honra son de altas empresas.»


LXXIV

   Así canta la ninfa, y no hay ninguna
Que no responda al eco que sonaba,
Las bodas celebrando en oportuna
Dulce cancion que de placer llenaba.
«Por más que anden las ruedas de Fortuna
(El coro de las ninfas entonaba)
Nunca os ha de ha de faltar timbre gloriosa,
Y renombre, y honor gente famosa.»


LXXV

   Despues que con los goces aplacada
La corporal necesidad se siente,
Y en la celeste armónica tonada
Suenan los hechos de la Lusa gente;
Tétis, de gracia y majestad ornada,
Para que con deleite más se aumente
La fiesta de tan ledo y claro dia,
Vuelta á Gama feliz, así decia:


LXXVI

   «Te hace ¡oh varon! la celestial sapiencia
Merced de que con ojos corporales
Veas lo que jamás la vana ciencia
Podria ver de míseros mortales.
Por este áspero monte con prudencia
Sígueme, y firme, y vengan tus parciales.»
Dice, y vale guiando por sendero
Duro y á humana planta arduo y severo.


LXXVII

   Mucho no van, sin que á la erguida cumbre
No lleguen, donde un campo se esmaltaba
De esmeralda y rubí, cuyo relumbre
Celeste suelo anuncia que se hollaba.
Globo ven en el aire, en el que lumbre
Clarísima por dentro fulguraba,
De modo que su fondo está evidente,
Como su superficie transparente,


LXXVIII

   Cuál su materia es, no se adivina,
Mas se comprende bien que lo formára
De varios orbes la bondad divina,
Y un centro solo á todos les fijára:
Suba ó baje la rueda cristalina,
Nunca sube ni baja, y de igual cára
Se le halla por doquier: por cualquier parte
De comienzo ó de fin se oculta el arte.


LXXIX

Uniforme, en sí mismo sostenido,
Y digno, en fin, del Constructor Maestro,
Viendo Gama aquel globo, conmovido
Quedó, y de asombro á razonar no diestro.
Y la diosa: «El trasunto reducido
En volúmen pequeño aquí te muestro
Del orbe todo, porque claro veas
Por dó vas, y á dó irás, y qué deseas.


LXXX

   «Vé aquí la insigne máquina del mundo,
Etérea, elemental, que fabricada
Así fue de saber alto y profundo,
Sin principio ni meta limitada.
Quien cerca en rededor este rotundo
Globo y su superficie tan labrada
Es Dios; mas lo que es Dios nadie comprende,
Que ingenio humano á tanto no se estiende.


LXXXI

   «Este orbe que primero va cercando
Los otros más pequeños que en sí tiene,
Y con tan viva luz está radiando,
Que ciega, y que la mente mal contiene,
Empiréo se llama, dó morando
Toda alma pura está que á gozar viene
De bien cuyo tamaño nadie alcanza,
Pues no hay dél en el mundo semejanza.


LXXXII

«Aquí los verdaderos y gloriosos
Divos están; pues yo, Saturno, y Jano,
Y Jove, y Juno, somos fabulosos,
Fingidos de invencion y de humo vano:
Solo para hacer versos deleitosos
Servimos; y si más el arte humano
Nos dió, fue solo que el ingenio vuestro
Á esos astros pusiera el nombre nuestro.


LXXXIII

   «Y en Júpiter, que aquí se representa,
La sapiencia eternal pone sucinta,
Que á todo el orbe rige y le sustenta
Con especie de númenes distinta.
En los ejemplos muchos que presenta,
Así la docta antigüedad lo pinta;
Y que el buen númen guia y favorece,
Y el malo, en cuanto puede, al hombre empece.


LXXXIV

   «Luego quiere el pincel, que asaz varía,
Ora deleite siendo, ora enseñando,
Nombres dar, que la antigua poesía
Los tiene por de dioses, fabulando.
Mas sacra Musa, á la alta compañía
De los ángeles solo así llamando,
Si sufre dar tal nombre preeminente
A los falsos, ficcion es solamente.


LXXXV

   «Es, en fin, siempre Dios, aunque segundas
Causas dispone, quien el orbe manda.
Y volviendo á narrar de las profundas
Obras de su potencia veneranda,
Debajo de ese cerco dó las mundas
Almas divas están (el cual no anda)
Otro corre tan rápido, que estimo
Que no le ves; y es ese el móvil primo.


LXXXVI

   Y con su andar veloz, grande y seguro
Van todos los que dentro hay en su seno.
Por obra suya, atento Febo y puro,
Dia y noche nos da, de impulso ajeno:
Debajo de este leve anda otro duro,
Tan lento y subyugado al firme freno,
Que mientra el sol, de lumbre nunca escaso,
Doscientas vueltas hace, él anda un paso,


LXXXVII

   «Mira ese otro debajo, embellecido
Por otros cuerpos lisos y radiantes,
Que tambien curso en él tienen ceñido,
Y corren en sus ejes rutilantes:
Mira bien cuál se adorna y va vestido
Con ancha banda de oro, que brillantes
Doce animales cuenta figurados,
Aposentos á Febo reservados.


LXXXVIII

   «Mira de esa otra parte la figura
Que los astros fulgentes van haciendo:
Mira el Carro, y patente á Cinosura,
Á Andromeda, á su padre, al Drago horrendo,
Y ve de Casiopéa la hermosura,
Y de Orionte el gesto ve tremendo,
Y muriendo y llorando al Cisne mira:
La Náo, la Liebre, el Can, la dulce Lira.


LXXXIX

   «Debajo de este inmenso firmamento
El cielo es de Saturno, dios antigo;
Júpiter sigue luego el movimiento,
Y abajo Marte., bélico enemigo:
Y es, cual ojo del sol en cuarto asiento,
Vénus, que los amores trae consigo:
Mercurio, el de elocuencia soberana
Sigue, y debajo la trifáz Diana,


XC

   «En cada globo curso á varia mano
Verás, y en unos grave, en otros leve:
Ora el centro al huir dejan lejano,
Ora están de la tierra á trecho breve,
Como lo quiso el Padre soberano,
Que hizo el fuego y el aire, y viento y nieve:
Y verás que aun se mueven más adentro
Tierra y mar, y que ocupan allá el centro.


XCI

   «Y en la triste mansion de los humanos,
Que no con sufrir solo se contentan
De la tierra los males tan insanos,
Sino que los del mar instable tientan,
Verás las varias partes que Oceános
Cortan, donde naciones se aposentan
Varias, y que dominan varios Reyes,
Con sus varias costumbres y sus leyes.


XCII

   «A la cristiana Europa ve, mas clara
Que ninguna en cultura y fortaleza:
Al África, del bien mundano avara,
Inculta y llena toda de impureza,
Con el cabo que de antes se os negara
Que hácia el Austro asentó naturaleza:
Mira esa tierra toda, que se habita
De esa gente sin ley, casi infinita.


XCIII

   «Ve de Monomotapa el grande imperio,
De selvática grey, negra y desnuda,
Dó sufrirá Gonzalo vituperio
Por la fe santa, y luego muerte, cruda.
Nace por este incógnito hemisferio
El metal por que más la gente suda:
Mira el lago, de donde allí derrama
El Nilo su caudal, y ve á Cugama.


XCIV

   «Y ve, allí de los negros la techumbre
Sin puertas, y confiados sus destinos
Á la justicia Real, en servidumbre,
Y en la lealtad no más de sus vecinos:
Mira de ellos la bruta muchedumbre,
Cual banda espesa y negra de estorninos,
Que de Sofála asaltará la alteza,
Defendida por Naya con destreza.


XCV

   «Mira allí las lagunas de dó el Nilo
Nace, que no supieron los pasados:
Vé regar, criando al cocodrilo,
Los pueblos Abasis, de Cristo amados:
Mira cómo sus muros (nuevo estilo)
Se defienden mejor de impios soldados:
Ve á la isla Meróe, de antigua fama,
Que ora, del natural, Noba se llama.


XCVI

   En tan remota tierra un hijo tuyo
Contra el Turco en las armas se hará claro,
Cristóbal ha de ser el nombre suyo,
Mas contra el fin postrero no hay reparo.
Mira la costa allí que yo circuyo,
Donde te dió Melinde hospicio caro,
Y mira el rio Rapto, que el romance
Del pais llama Oby, que entra en Quilmance.


XCVII

   «Mira el cabo, Aromáta antes llamado,
Que hoy dicen Guardafú los moradores,
Donde la boca está del mar nombrado,
Que toma al rojo fondo los colores.
Este está como límite lanzado
Entre el África y Asia; y las mejores
Ciudades que en la parte hay Africana,
Son Sanaquem, Arquico, y Macüana.


XCVIII

   «Ve el estremo Suéz, antiguamente
Por pueblo de los Héroas conocido:
De otros por Arsinóe, y al presente,
Puerto de Egipcias naves poseido.
Ve las aguas por donde á la potente
Voz de Moisés camino abierto ha sido:
El Asia empieza aquí, que se presenta
En tierras grande, en reinos opulenta.


XCIX

   «Mira el monte Siná, que se ennoblece
Con el sepulcro y fe de Catalina:
Mira á Toro, y Gidá, la cual carece
De agua de fuentes dulce y cristalina:
La entrada del estrecho, que fenece
De Adem seca en el suelo, que confina
Con la sierra de arcira, viva roca
A dó lluvia del cielo nunca toca.


C

   «Ve las Arabias tres, dó tanta tierra
Con parda turba errante aun se embaraza:
Que produce corcel para la guerra,
Sobrio, enjuto, veloz, de insigne raza:
Ve la costa que sigue hasta que cierra
Otro estrecho de Persia, que allí traza
El cabo que del nombre se apellida
De la ciudad Fartaque bien sabida.


CI

   «A Dofar ve, preciada porque manda
Para el altar aromas deliciosas;
Pero ve atento, acá de esta otra banda,
De Rosalgat las playas codiciosas
Dó el reino está de Ormuz, que todo se anda
Por las riberas que se harán famosas
Cuando la armada atroz del Turco fiero
Vea de Castel-Branco el limpio acero.


CII

   «Mira el cabo Asobóro, hoy nominado
Mozandon de los duros navegantes:
Entra por aquí el lago derivado
De Arabia y Persas, tierras abundantes.
Ve la Isla Barem, que el fondo ornado
Lleva de ricas perlas, imitantes
Del alba en la color; y en la salada
Mar, del Tigris y Úfrates ve la entrada.


CIII

   «Ve el grande imperio de la Persia, sobre
Las armas levantado y el caballo;
Que precia de no usar fundido cobre,
Y de llevar del fierro siempre callo.
Mas ve la Isla Gerúm ¡cuánto hace pobre
La existencia del Rey la del vasallo!
¿Qué queda ya de Armuza, que allí estuvo?
¿Qué ha de durarle lo que de ella tuvo?


CIV

   «Aquí don Felipe de Meneses
Lucirá la virtud, en armas clara,
Cuando con reducidos Portugueses
Los muchos Párseos vencerá de Lara;
Que vendrán a sufrir golpes, reveses,
De don Pedro de Sousa, que probara
En Ampaza su ardor, pues conquistóla
Por tierra, á esfuerzos de la espada sola.


CV

   «Mas el estrecho deja y conocido
Cabo de Jasque, y antes de Carpella,
Con todo su terreno, mal querido
De la natura y de los dones de ella,
Que llevó de Carmania el apellido;
Y mira el lado hermoso, que de aquella
Altura brota, y junto al cual, naciendo
De otra, el Ganges aquí viene corriendo.


CVI

   «Ve la tierra de Ulcinde fertilísima,
Y de Jaquete la íntima ensenada:
La plea-mar, de súbito grandísima,
Y la que baja huyendo apresurada.
La tierra de Cambaya ve riquísima,
Donde el seno del mar hace una entrada;
Aquí ciudades mil, que voy pasando,
Para vosotros hoy se están guardando.


CVII

   «Ve la costa seguir célebre Indiana,
Que al Sur el cabo Camorí contiene,
Hoy llamado Corí, que á Taprobana
(Hora Ceilan) enfrente de sí tiene.
Por este mar la gente Lusitana
Que irá tras tí, con armas que previene,
Victorias ganará, tierras, ciudades,
En las que ha de vivir largas edades.


CVIII

   «Las provincias que, entre uno y otro rio,
Ves, son naciones varias, infinitas:
Mahometano ó Gentil es su gentío,
A quien da leyes el demonio escritas.
Mira cuál de Narsinga el señorío
Tiene (¡reliquias santas y benditas!)
El cuerpo de Tomás, varon sagrado,
Cuya mano á Jesus tocó el costado.


CIX

   «Aquí fue la ciudad que se llamaba
Meliapór, muy hermosa, grande y rica:
Los ídolos antiguos adoraba,
Como el culto aun de ahora nos lo indica:
Lejos del mar en aquel tiempo estaba,
Cuando la ley, que la verdad predica,
Tomás vino á esplicar, antes corriendo
Pueblos mil, que á la fe va convirtiendo.


CX

   «Y predicando aquí, y á un tiempo dando
Al enfermo salud y al muerto vida,
Trajo un dia el acaso, el mar sulcando,
Un leño de grandeza desmedida:
Desea el Rey, que andaba edificando,
Util hacerlo, y piensa de seguida
Poder sacarlo á tierra con pujantes
Fuerzas de ingenio, y de hombres, y elefantes.


CXI

   «Era tan grande el peso del madero,
Que no hay fuerza á moverlo tan potente:
Mas el Nuncio de Cristo verdadero
Menos trabajo aplica al caso urgente:
El cordon, de su túnica atadero,
Ata al tronco y lo arrastra fácilmente
Para donde ha de hacerse templo y gloria,
Que quede á los futuros por memoria.


CXII

   «Sabia bien que el que con fe inspirada
A escelso monte ordena que se mueva,
Le verá obedecer la voz sagrada;
Que así lo enseña Cristo, y él lo aprueba.
Quedó la gente de esto alborozada,
Y lo tiene el Brahamen por cosa nueva,
Temblando que á estinguir va su prestigio
De santidad tan grande aquel prodigio.


CXIII

   «Estos Brahamenes son de los Gentiles
Los en que más entró la envidia fea:
Buscan astucias é invenciones miles
Con que Tomás vencido ó muerto sea.
El jefe, á quien le asaltan los más viles,
Inventa crimen con que el mundo vea
Que es el culto falaz, del verdadero
El contrario más grande, y el más fiero,


CXIV

   «A un hijo suyo mata y luego acusa
De homicidio á Tomás, que era inocente:
Falsos testigos pone, cual se usa,
Y á muerte le condenan brevemente.
El Santo que no ve mas cierta escusa
Quo apelar á aquel Juez Omnipotente,
Quiere, á vista del Rey y los señores,
Un milagro ejercer de los mayores.


CXV

   «Manda que sea el cuerpo allí traido,
Que él le dará la vida; y demandado,
Dirá su matador, y así creido
Será por testimonio el más probado;
Y al mozo vieron todos vivo, erguido,
En nombre de Jesus sacrificado,
Dar gracias á Tomás que le dió vida,
Y decir que es su padre el homicida.


CXVI

   «Causó tan gran milagro tal espanto,
Que quiso el Rey bañarse en la agua santa
Y otros muchos con él: quién besa el manto,
Quién de Tomás las maravillas canta;
Y es el furor á un tiempo y el quebranto
De los Brahamenes y la envidia tanta,
Que persuadiendo al fin al pueblo rudo,
Matarle quieren con tormento crudo.


CXVII

   «Un dia que exhortando al pueblo estaba,
Fingen entre la ente alarma y ruido:
Ya en este tiempo Dios le decretaba
Ser al cielo entre palmas ascendido.
La multitud de piedras que volaba
Da en el Santo, de hinojos ofrecido;
Y uno, por acabarle más de priesa,
Con fiera lanza el pecho le atraviesa.


CXVIII

   «Indo y Ganges, Tomás, te están gimiendo:
Te lloró todo el suelo que pisaste,
Y las almas aun más que ibas vistiendo
Del color de la fe que las mostraste.
Mas cantando los coros y riendo
Te admiten en la gloria que ganaste:
Rogámoste que á Dios pidas ferviente
Por la salud de tu Lusiana gente.


CXIX

   «Y vosotros que el título quisísteis
De ser, como Tomás, por Dios mandados,
Si eso es cierto, decid, ¿cómo vivísteis
Sin llevar la fe santa á esos Estados?
Aunque os tengáis por puros, no cumplísteis,
Que en la patria en que no hay profetas dados,
¿Con qué se limpiarán en nuestros dias
(No hablo de infieles) tantas herejías?


CXX

   «Mas dejemos materia peligrosa,
Y á la costa volvamos dibujada.
Ya con esa ciudad rica y hermosa,
Se encorva la Gangética ensenada:
Baña á Narsinga noble y poderosa,
Y á Orixa, por sus telas afamada:
De esa ensenada al fondo, el santo rio
Se lanza en el salado señorío.


CXXI

   «El Gánges es, y en él sus pobladores
Se lavan al morir, con la certeza
Que por más que se juzguen pecadores
Esta agua celestial les da pureza.
Ve á Cathigon, ciudad de las mejores
Del Bengalés, que de abundante ampleza
Se precia, pero puesta aquí la mira,
Donde al Austro la costa se revira.


CXXII

   «Mira á Tavay, ciudad en donde empieza
De Sion el imperio dilatado:
Tenassári, y Quedá, que es la cabeza
De las que la pimienta han cultivado.
Más adelante hareis de esa riqueza
Centro á Malaca, emporio celebrado,
Dó toda la provincia del mar grande
Sus esquisitas mercancías mande.


CXXIII

   «Dicen que de esta tierra la potente
Furia del mar entrante dividiera
La noble isla Samátra, y que la gente
En más remota edad juntas las viera.
Llamose Quersoneso, y del luciente
Oro en filon que el suelo produjera,
El epíteto de áureo le pusieron,
Y algunos que el Ofir fuese creyeron.


CXXIV

   «En la punta verás de Singapura.
Que paso más estrecho al mar se fije:
De allí la costa, vuelta á Cinosura,
Se encorva y recta hacia la Aurora rige.
Ve á Pantane y á Pám, y la largura
De Sion, que á esos reinos los dirige:
Mira el rio Menon, que se derrama
Del grande lago, que Quiamái se llama.


CXXV

   «Ve, en esta gran region, los diferentes
Nombres de mil naciones no sabidas:
Los Laos, en tierra y número potentes,
Bramas y Avas, con sierras estendidas.
Ve en los montes lejanos otras gentes
Llamadas Guéos, de salvajes vidas,
Que comen carne humana (bestial yerro)
Y ornan la suya con ardiente fierro.


CXXVI

   «Ve pasar por Camboya al Mecom, río
Que de las aguas capitan se siente:
Tantas de otro recibe en el estío,
Que inunda el campo, fiero en su creciente:
Igual en eso imita al Nilo frio:
Cree en su bruta ignorancia aquella gente
Que tiene pena y gloria, así que pase,
Todo animal de toda suerte y clase.


CXXVII

   «Acogerá ese suelo pio y blando,
En su regazo, el canto humedecido
En el naufragio triste y miserando,
De escollos procelosos perseguido,
De grandes hambres y peligros, cuando
El Mandato cruel será cumplido
Contra aquel, cuya lira sonorosa
Será más afamada que dichosa.


CXXVIII

   «Ve allí la costa que Campá se llama,
De olorosas maderas revestida,
Y á Cauchichina ve, de oscura fama,
Y de Ainon la ensenada no sabida.
Aquí es el grande imperio, que se afama
Con tierras y riqueza que mal cuida,
De la China, que ocupa el señorío
Desde el trópico ardiente al Cinto frio.


CXXIX

   «Ve la muralla inmensa no creida,
Que un gran imperio de otro ha separado,
Cierta señal y prueba conocida
De muy rica potencia y regio Estado.
La real progenie en esos no es nacida
Para reinar, ni el trono es heredado,
Sino que á aquel eligen que es famoso
Por caballero, sabio y por virtuoso.


CXXX

   «Aun mucha tierra á tu mirar se esconde
Hasta que el tiempo venga de mostrarse:
Mas no dejes del mar las islas, donde
Quiso naturaleza señalarse:
Esta, medio escondida, corresponde
A la China, y de allí viene á buscarse:
Es Japon, que produce plata fina,
Y á la que ha de ilustrar la ley divina.


CXXXI

   «Mira allí por los mares del Oriente
Las infinitas islas derramadas:
Ve á Tidor y Ternate, con su hirviente
Cumbre, que arroja llamas onduladas;
Y las plantas verás del clavo ardiente
Con sangre Portuguesa conquistadas:
Las áureas aves viven en su cielo,
Y se ven, solo muertas, en el suelo.


CXXXII

   «Ve las islas de Banda, que se esmaltan
De la color que pinta el rojo fruto,
Y las variadas aves que allí saltan,
Cobrando á la nuez verde su tributo:
Ve á Borneo tambien, donde no faltan
Lágrimas del humor cuajado, enjuto,
Del árbol que Camphor es nominado,
Que de la Isla el suelo hace afamado.


CXXXIII

   «Tambien allí es Tidor, que el palo manda
Saludable de sándalo oloroso:
A Sunda ve, tan lejos, que una banda
Esconde paso al Sur dificultoso:
La gente activa que las tierras anda
Dice que un rio tiene milagroso,
Que por dó el agua propia suya trae,
Convierte en piedra el palo que en él cae.


CXXXIX

   «Ve la que tornó en isla el tiempo iroso,
Que tambien llama trémula evapora:
La fuente que óleo da, y el prodigioso
Balsámico licor, que el tronco llora
Más que cuanto destila de oloroso
Ciniras en la Arabia donde mora;
Y ve que de las otras el tesoro
Tiene junto, y añade seda y oro.


CXXXV

   «Ve, en Ceilan, cómo el monte se levanta
Que de las nubes hiende el aire vano,
Y cuál muestra pasar por cosa santa
La piedra que desgasta el paso humano:
En las Islas Maldivas ve la planta,
En el fondo del agua árbol galano,
Cuyo fruto, al veneno más urgente
Se tiene por antídoto escelente.


CXXXVI

   «Mira al frente del Rojo mar confusa
Socotorá con sus Alóes famosa,
Y otras más islas de la gente Lusa,
En la costa del África arenosa:
De dó sale de aroma la profusa
Masa, á todos incógnita y preciosa:
De San Lorenzo ve la Isla afamada,
Madagascar de algunos nominada.


CXXXVII

   «Ve aquí las nuevas partes del Oriente,
Por las que el mundo ahora os viene estrecho,
La puerta abriendo al vasto mar patente,
Que navegais con tan heróico pecho.
Mas tambien es razon que en el Poniente,
De un Lusitano conozcais un hecho,
Que al darse de su Rey por agraviado,
Un camino ha de abrir jamás sulcado.


CXXXVIII

   «Mira la grande tierra que contina
Va de Calixto á su contrario polo,
Que hará soberbia la luciente mina
Del metal, del color del rubio Apolo.
Castilla, vuestra amiga, será dina
De someterla á su coyunda solo:
Provincias tiene de diversas gentes,
En costumbres y ritos diferentes.


CXXXIX

   «Pero tendreis tambien, allí en su anchura,
Tierra, por el bermejo palo, nota:
El nombre la pondreis de la cruz pura,
Pues ha de descubrirla vuestra flota:
Si bien al largo de esa costa dura
Buscando irá la parte más remota
Magallanes que, Luso por la gloria,
Mas no por la lealtad, dirá la historia.


CXL

   «Cuando pasar más que mi concha vea,
Que de línea al Antártico declina,
Hallará de estatura gigantéa
Hombres en la alta tierra allí vecina;
Y más allá el estrecho, que se arrea
Hoy con su claro nombre, el cual camina
Para otro mar y tierra, que está donde
Austro en sus alas frígidas la esconde.


CXLI

   «Hasta aquí, Portugueses, concedido
Os ha sido el saber futuros hechos,
Que por el mar, que ya dejais vencido,
Vendrán á hacer varones de altos pechos.
Y ahora, pues, lograis, por el sufrido
Árduo trabajo, uniros tan estrechos
A las ninfas y cándidas esposas
Que coronas os tejen muy gloriosas:


CXLII

   «Embarcaros podeis, que teneis viento,
Y blando el mar, para la patria amada.»
Así les dice: y luego en movimiento
Se ponen en la alegre isla encantada:
Amplios llevan refrescos y alimento:
Y, en fin, la compañía deseada
De aquellas que consigo eternamente
Vivirán, mientra al mundo el sol caliente.


CXLIII

   Fueron así cortando el mar sereno
Con viento siempre manso y nunca airado,
Hasta que á ver volvieron del terreno
Patrio el cielo, y el nido siempre amado.
Entran por el bocal del Tajo ameno.
Y á su patria y su Rey muy venerado
La gloria y premio dan, pues él la manda,
Y con títulos nuevos hoy la agranda.


CXLIV

   Musa, no más; que ya la lira tengo
Destemplada, y la voz enronquecida;
Y no del canto, mas de ver que vengo
A cantar á una gente ensordecida.
No da la patria, no (yo lo sostengo),
Al ingenio favor; que está sumida
En el lucro no más, y en la aspereza
De apagada, y sombría, y vil tristeza.


CXLV

   Y no sé por qué influjo del destino
No goza esa alegría altiva y clara
Que los ánimos alza de contino,
Y hace dar al trabajo leda cara.
Por eso vos ¡oh Rey! á quien divino
Querer el regio solio vos depara,
Mirad que sois (y ved las otras gentes)
Monarca de vasallos escelentes.


CXLVI

   Ved cuán contentos, por tan varias vías,
Como leones van, y bravos toros,
Dando el cuerpo á las penas más impías,
Al ruego, y fierro, y flechas, y Peloros:
A caliente region, y á playas frías:
A los golpes de idólatras y Moros:
A peligros incógnitos del mundo,
A naufragios, á peces, al profundo.


CXLVII

   A todo, en el servicio vuestro, listos,
Y tan lejos de vos, siempre obedientes
A los mandatos vuestros imprevistos,
Sin dar respuesta, alegres y pacientes:
Con saber solo que de vos son vistos,
Por vos embestirán hornos ardientes,
Demonios del infierno pavoroso,
Y os sacarán de todo victorioso.


CXLVIII

   Favorecedlos luego y alegradlos
Con vuestro halago y vuestra real presencia;
De rigorosas leyes aliviadlos,
Que así se abre el camino á eterna ciencia:
A los ejercitados levantadlos,
Si hermanan la virtud con la esperiencia,
Hasta el consejo vuestro, pues que saben
Cómo, y cuándo, y á dó las cosas caben.


CXLIX

   Segun es su valer en sus oficios,
Que á todos sostengais es bien presumo:
Háganse religiosos ejercicios
Por vuestra vida y regimiento sumo:
Y ayuno y disciplina por los vicios,
Y porque la ambicion tengan por humo;
Que el católico bueno y verdadero,
No busca gloria vana, ni dinero.


CL

   Tened á los de guerra en mucha estima,
Pues con su sangre y su virtud ferviente,
No la ley sola, que de todo es cima,
Mas las vuestras sostienen igualmente:
Pues los que van á tan remoto clima
A serviros con paso diligente,
Vencen á más de los contrarios vivos,
Lo que es más, los trabajos escesivos.


CLI

   Haced, señor, que nunca los pasmados
Germanos, Galos, Ítalos é Ingleses,
Puedan decir que son para mandados,
Más que para mandar, los Portugueses:
Consejo solo oid de ejercitados
Que vieron largos dias, hartos meses;
Que aunque en talento grande mucho cabe,
Mas, en los casos, el esperto sabe.


CLII

   A Formion el filósofo elegante,
Cómo Anníbal, sabeis, escarnecia,
Cuando del arte bélica, él delante,
O daba esplicaciones, ó leia.
El órden de la guerra militante
No se aprende, señor, de fantasía,
Estudiando, soñando ó discurriendo,.
Sino entrando, mirando y combatiendo.


CLIII

   Mas yo, que humilde y rudo trato de esto,
De tí no conocido ni soñado,
Sé que del más pequeño y más modesto
Sale el loor á veces acabado:
Ni del vivir me falta estudio honesto,
Con esperiencia larga misturado,
Ni este ingenio que viendo estás presente,
Cosas que se hallan juntas raramente.


CLIV

    Para servirte, brazo á guerras hecho.
Para cantarte, tengo mente incesa:
Solo me falta hallarte satisfecho,
Pues solo es tu poder quien mide y pesa:
Si eso Dios me concede, y si tu pecho
Toma de ser cantada digna empresa,
Cual, viendo en tí la inclinacion divina
Ya la présaga mente vaticina,


CLV

   Ora haciendo que más que de Medusa
Tema la vista tuya el monte Atlante,
Ora rompiendo en campos de Ampelusa
Al Moro de Marruecos y Trudante;
A mi apacible y ya estimada musa
La haré que á todo el mundo de tí cante;
De suerte que Alejandro en tí se vea,
Sin que la dicha envidies Aquilea.




 
 
FIN