Escena I
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JULIÁN y
AMELIA.
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JULIÁN.-
(Se alza y busca dónde arrojar la
colilla de su habano.) ¿Quieres que te ayude? ¿No has
terminado aún?
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AMELIA.-
(Desde su habitación.)
Sí, vení... ¡No! ¡No, no, no!... ¡Tené
paciencia!... ¡Quiero darte la sorpresa!... Que me veas vestida.
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JULIÁN.-
¡Mujer!... Hace media hora...
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AMELIA.-
(Cerrando la puerta.) No seas
loco... No entrarás...
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JULIÁN.-
¡Jesús!... ¡Nunca te habré visto los
brazos!...
(Aproximándose y haciendo fuerzas
para abrir.) Vamos... ¡no seas pava!... ¿Qué?...
¡Pero qué tonta!... ¿Será acaso la primera vez
que...? Abrime pues... Se me ha antojado. Te alcancé a ver un poquito
y... Bueno, vos tenés la culpa... Te pensás que impunemente se
tienta la curiosidad de un hombre... ¡Eh!... ¿cómo?...
(Irónico.)
¡Claro!... ¡A buena hora, candil, te apagás!... pero, dejate
de zonceras. ¡Abrí!... Abrime por favor...
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AMELIA.-
(Asomándose.)
¡Vaya!... ¡Aquí estoy!... ¡No, no!...
¡Retírate un poco!... ¡Así no!...
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JULIÁN.-
¿Y cómo?
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AMELIA.-
Te vas allá, más lejos... La sorpresa.
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JULIÁN.-
(Alejándose.)
¡Aquí estoy, pues!...
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AMELIA.-
(Avanzando majestuosa.)
¿Qué tal? ¿Me queda bien?
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JULIÁN.-
¡Ya lo creo! ¡Así!... Espléndido.
Tenés buen gusto.
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AMELIA.-
¿Recién lo has descubierto?
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JULIÁN.-
Lo confirmo una vez más.
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AMELIA.-
¿No tiene un chingue la pollera de este lado?... Parece
que arrastra un poquito...
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JULIÁN.-
¡Qué esperanza!... Yo qué sé... Cae
muy bien, elegantísimo... ¿A verla espalda?... Date vuelta.
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AMELIA.-
No he podido prenderme la bata.Para eso pensé
llamarte.
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JULIÁN.-
¡Ah!... Permíteme, soy muy práctico.
(Trabaja inútilmente por
abrocharle la bata.)
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AMELIA.-
(Coqueta, moviendo la cabeza.)
¿Para abrochar... o para...?
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JULIÁN.-
(Acertando.) ¡Ah!...
¡Ya entiendo!... Para las dos cosas, hijita. Lo último suele
último suele ser más difícil... Bueno... ya está...
¿Y ahora?
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AMELIA.-
¿Qué?
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JULIÁN.-
(Remedando.) ¿Qué?...
¿Qué?... ¡Naturalmente!... ¿Crees que trabajo de
balde?...¡La changa, pues!...
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AMELIA.-
¡Ah!... ¿Con que... la changa?...
¡Sí... sí... sí!... ¿Me queda bien de
espaldas?...
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JULIÁN.-
¡Lindísimo!...
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AMELIA.-
Y ahora me verás con sombrero. Precisamente aquí
está.
(Saca un sombrero de la caja y se lo
pone. Cuadrándoselo.) ¿Qué me decís?
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JULIÁN.-
Digo... digo que estoy esperandoque me paguen mi trabajo...
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AMELIA.-
¡Miren qué cosa!... Y yo que aguardaba que lo
cobrases adelantado.
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JULIÁN.-
(Besándola.)
¿Así?
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AMELIA.-
Debías haberlo hecho al principio...
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JULIÁN.-
¡Perdóname, soy tan corto de genio!...
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AMELIA.-
¡Angelito!... ¡La inocencia!... Bueno; supongo que
ahora tus amigos no dirán que paseas con una cursi...
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JULIÁN.-
¡Oh!... Verás esta noche... Nos vamos al Casino...
Gran palquete grillé... Después a Palermo en automóvil y a
cenar por ahí...
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AMELIA.-
¡Eso no!... No quiero exhibirme. Para ti, para ti solito,
todo este lujo... Llévame donde quieras con tal que no haya mucha
gente...
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JULIÁN.-
¡Tonta!... Sería tu revancha...
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AMELIA.-
¡No, no, no!... Lisandro anda por todas partes y
podría vernos...
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JULIÁN.-
¡Vaya un escrúpulo!... ¡Como si tu marido no
estuviese bien enterado!... En todo caso, vas conmigo y se guardaría muy
bien.
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AMELIA.-
¿Y el escándalo?
(Llamando.)
¡Mamá!... ¿Quieres ver quién llama?... Bien sabes
que no le tengo miedo, pero me disgustaría ponerlo más en
ridículo...
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Escena II
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JULIÁN,
AMELIA y
DOÑA LIBERATA.
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DOÑA LIBERATA.-
(Saliendo.) ¿Se puede
entrar?
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AMELIA.-
Sí, señora... ¡Caramba!... ¿Desde
cuándo precisa usted permiso?... ¡Está echando un aire de
sirvienta usted!...
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DOÑA LIBERATA.-
(Seca.) No me gusta ver ciertas
cosas...¡Y ya está!
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AMELIA.-
¿Qué cosas?...¡Jesús!...¡Se
está poniendo muy delicada!
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DOÑA LIBERATA.-
Siempre lo he sido... ¿sabés?... Y además,
no tengo que darte cuenta...Ahí mandan ese paquete de «La
Especial»...
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AMELIA.-
¡Ah!... El trajecito para Lalo...Verán qué
monada...
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DOÑA LIBERATA.-
El hombre aguarda el recibo...
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AMELIA.-
Es verdad. ¿Quiere firmar usted, Julián?
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JULIÁN.-
Sí, señora.
(Firma y lo entrega a
DOÑA LIBERATA que hace mutis.)
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AMELIA.-
¡Mirá qué ricura! ¡Qué
alegría para mi Lalo!... ¡Pobrecito!... Andaba hecho un
conventillero y con lo que pude economizar del vestido, fíjate, hasta
botincitos le compré...
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JULIÁN.-
¡Che!... La vieja sigue estrilada conmigo...
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AMELIA.-
Contigo, no. No hay que hacerle caso. Está chocha...
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JULIÁN.-
Pues que se deje de pavadas. ¡Si anda fastidiando mucho
la espiantás, qué diablos!... Bueno. Hasta luego. Si no vengo te
mando un coche. Quizás te invite a comer... ¡Ah!... mi
whisky.
(Toma la copa servida.)
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AMELIA.-
¡No, Julián! No tomés más...
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JULIÁN.-
¡Mujer!... ¡Qué zoncera!
(Bebe.)
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AMELIA.-
¿Si supieras cuánta repugnancia me causa verlos
beber así?...
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JULIÁN.-
¡Bah!... Esto no hace daño...
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AMELIA.-
Mi marido decía lo mismo, y ya ves en lo que
paró...
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JULIÁN.-
Sin embargo, el vicio de tu marido fue causa de que nos
conociéramos...Sos una ingrata con el alcohol... Vamos, no se enoje...
Chao, ¿eh?
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(Se va por el foro.
AMELIA lo acompaña.)
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Escena III
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DOÑA LIBERATA,
LALO y luego
AMELIA.
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DOÑA LIBERATA.-
(Saliendo, con el niño de la
mano.) ¡Venga, venga!... ¡Ya verá!
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LALO.-
(Resistiendo.) No, mamá
nata, yo no fui... Fue el chiruso que puso mi cobre en la vía para que
lo achatara el trangua...
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DOÑA LIBERATA.-
¡Jesús!... ¡Así ocurren las
desgracias!... ¡Ah!... ¡Usted no sale más a la puerta!...
¿Me ha oído?...
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LALO.-
No fui, le digo, abuelita... Pregúntele a papá y
verá cómo es cierto. Yo estaba sentadito...
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DOÑA LIBERATA.-
¿Tu padre? ¿Dónde lo has visto?
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LALO.-
En la vereda... Siempre viene allí al almacén...
Y cuando me ve, me llama...
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DOÑA LIBERATA.-
Y vos vas, ¿no?... ¿No te he dicho que no
tenés que hacerle caso?
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LALO.-
Yo no le hago caso, pero él viene ande estoy y... Hoy me
dio este níquel, y me dijo que de aquí a un rato me iba a traer
un lindo regalo... Y dispués, sabés... dispués me
preguntó si quería irme a vivir con él...
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DOÑA LIBERATA.-
¿Ah, sí?... ¡Pues cuidadito con que me
vuelva a pisar la calle!... ¡No faltaba otra cosa!... ¡Ya lo
había maliciao!...
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LALO.-
Y esto ¿pa quién es?... ¿Pa
mí?...¡Ay, qué lindo!... Y botines nuevos...¡Ay!...
¡Pongameló abuelita!... Pa probarlo no más...
Dispués me lo saco...
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DOÑA LIBERATA.-
Sí, hijo... venga acá.
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LALO.-
¡Ay, qué lindo!... ¡Qué lindo!... Lo
mandó papá, ¿verdad?
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DOÑA LIBERATA.-
(Desnudándolo.) Este...
sí... digo, no... Se lo ha comprado su madre...
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LALO.-
¡Ah!... ¿Y con qué plata? ¿Se la dio
papá?
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(AMELIA regresa
alegremente, se saca el sombrero, que vuelve a colocar en la caja, se mira al
espejo con coquetería y vase desprendiendo el vestido.)
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DOÑA LIBERATA.-
No sé, curioso... ¡Vean cómo tiene las
piernas este puerco!... Venga acá... Los zapatos... así...
¡Pero estese quieto! Ajajá... Ya tiene para corretear bastante,
hasta que los rompa... Este pantaloncito le queda muy ancho... muy ancho...
habrá que devolverlo...
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LALO.-
¡No... mentira!... ¡Me queda lo más bien!
¡Ay, con bolsillos!
(Mete las manitas en los bolsillos, muy
orondo.)
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DOÑA LIBERATA.-
Esto es para guardar porquerías...
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AMELIA.-
¡Caramba, qué paquete!... ¡Parece un
hombrecito!... ¡Cuánto lujo!...A ver, déjeme... Le
pondré yo la blusa... ¡Así!... Meta aquí el
brazo...no se apure... Así... Lo más mono,¿verdad?
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LALO.-
Los monos están en Palermo, ¿sabés?
¿Y ahora me llevarás a pasear en coche?
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AMELIA.-
Ya lo creo...
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LALO.-
¿Con don Julián?
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AMELIA.-
No, señor.
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LALO.-
¿Y con papá, sí?
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AMELIA.-
Ya le he dicho que no se acuerde más de él. Su
papá no es su papá,¿sabe?
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LALO.-
¿Y quién es mi papá, entonces?
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AMELIA.-
Bueno, se acabó... Múdese esa ropa y
vayasé a jugar...
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LALO.-
¡No!... Dejemé un ratito... No lo ensucio...
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AMELIA.-
Está bien... ¡Largo de acá!
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DOÑA LIBERATA.-
(Deteniendo al chico.) ¡No
a la calle! ¡Qué esperanza! Al patio, si quiere...
(Lo conduce hacia la
izquierda.)
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LALO.-
¿Solito?... En el patio nadie me ve el traje... Deje. Me
via portar bien...
(DOÑA LIBERATA lo
lleva y regresa.)
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Escena IV
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AMELIA y
DOÑA LIBERATA.
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DOÑA LIBERATA.-
Ahí anda ése.
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AMELIA.-
¿Lisandro?... ¿Todavía?... ¿Y
qué quiere? Es tan sinvergüenza que sería capaz de venirme a
ver otra vez. Digalé que se deje de fastidiarme...
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DOÑA LIBERATA.-
No me preocupa eso... Tengo miedo de...
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AMELIA.-
¿Miedo?... ¿Miedo de qué?
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DOÑA LIBERATA.-
El nene... Me parece que anda tramando algo por sonsacarlo.
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AMELIA.-
¿Qué?... ¿A mi hijo?
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DOÑA LIBERATA.-
Es su hijo también.
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AMELIA.-
¿A mi hijo? ¿Con qué derecho? ¡Se
guardará muy bien... ese perdido! ¡No faltaría otra cosa!
Vamos a ver... ¿Qué ha pasado?
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DOÑA LIBERATA.-
Lo busca... le habla... trata, en fin, de atraerlo con
cariños... Cualquier día no le vemos más...
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AMELIA.-
¡Ah! ¡Canalla!... ¡Eso será lo que
tase un sastre!... ¡Lalo! ¡Lalo!
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DOÑA LIBERATA.-
Dejá en paz a la criatura... ¿Qué entiende
el pobrecito?
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AMELIA.-
Quiero prohibirle que salga a la puerta y enseñarle lo
que debe hacer cuando Lisandro le hable.
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DOÑA LIBERATA.-
¡No hagas locuras, mujer!
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AMELIA.-
Usted también podría cuidarlo un poco mejor... Lo
deja andar suelto y claro está...
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DOÑA LIBERATA.-
¡Eso es!... ¡Échame la culpa ahora!
¿Pa qué sos madre?
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AMELIA.-
No puedo estar en todo...
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DOÑA LIBERATA.-
¡Para lo que hacés!... Si te dedicaras un poco
más a tu hijo.
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AMELIA.-
Retemé si le parece...
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DOÑA LIBERATA.-
¡Qué esperanza!... ¡Sos muy libre! Pero estoy
viendo que el día menos pensado, Lisandro nos saca el chico con todo
derecho...
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AMELIA.-
¿Qué dice? ¡Hable claro, claro!...
|
DOÑA LIBERATA.-
Antes, la razón hubiera estado de tu parte; ahora si se
presenta a la justicia, ¡quién sabe!...
|
AMELIA.-
No entiendo. Hágame el favor de no andar con tantos
rodeos. Hace días que la veo muy misteriosa.
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DOÑA LIBERATA.-
Digo que si vos te portaras bien...
|
AMELIA.-
¿Cómo me porto? ¡Hable!...
¿Cómo me porto?... ¡Se le ha aparecido un difunto a usted!
¡Y no es nuevo!... Desde que Julián viene a casa anda usted tan
torcida; me hubiera advertido si no le gustaba, y santas pascuas... Yo... no la
engañé... Se lo dije bien claro. «Julián es un buen
mozo, lo quiero y antes que seguir pasando miseria estoy dispuesta a
aceptarlo»... ¿Es cierto o no es cierto?
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DOÑA LIBERATA.-
¡Sí, sí!... ¡No te alteres!...
Acepté todo, me resigné a tolerarlo, porque no había otro
remedio... Pero... pero... ¿Querés que te hable con franqueza?...
Bueno, hija... ¡No me gusta ese hombre.... Es muy joven para vos y medio
tarambana...
|
AMELIA.-
Es bueno y generoso y me quiere.¡Y eso basta!... Usted le
tiene inquina de balde, no más...
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DOÑA LIBERATA.-
¡Qué esperanza, hija!... Si algo te digo es por tu
bien... Ya que en esta vida es preciso transar con ciertas cosas, hubiera sido
preferible una persona más seria, más reservada, un hombre de
edad que pudiese ofrecerles un porvenir a vos y a tu hijo...
|
AMELIA.-
¡Claro está!... Un gran señor, un fuerte
comerciante, un apellido ilustre, uno de esos respetables ancianos... No,
señora... ¡Muchas gracias! Demasiado estropeó mi juventud
ese cretino de mi marido para que pueda resignarme ahora a tolerar una nueva
esclavitud. Si se siente molestada me lo dice y trataré de buscarle un
acomodo... Buenamente... tan cariñosas...
|
DOÑA LIBERATA.-
No. Ya sabés que no podría separarme del nene...
Por él es que hago esto. Escuchame: tratá de ser más
reservada, de no exhibirte tanto. Mañana tu marido consigue probar ante
los tribunales que llevas una vida así, medio alegre, y nos saca el
chico.
|
AMELIA.-
Es decir, que debo seguir tiranizada por mi señor marido.
Se guardará muy bien de intentar algo. Y si lo intenta... ¡Hum!
Vamos, señora, tranquilícese y...
(Viendo a
LISANDRO, quien aparece por la puerta.)
¿Qué quiere usted en esta casa?
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Escena V
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DOÑA LIBERATA,
AMELIA y
LISANDRO.
|
LISANDRO.-
(Desde la puerta.) Nada...
Venía a traer estos botincitos para el nene...
|
AMELIA.-
¿No le he prohibido que se ponga ante mi vista?
¡El nene no precisa regalos de nadie! ¡Puede marcharse!...
|
LISANDRO.-
(Avanzando tímidamente.)
No te enojés, Amelia... Me voy...Me iré en seguida... no pienso
incomodarte... ni decirte nada. ¿Sabés?...Un amigo que me
debía unos pesos... Rovira, ¿te acordás?... Bueno, me
debía unos pesos y lo que me vio, se acordó de lo que me
debía y me los pagó... veintisiete pesos que yo le había
prestado...
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AMELIA.-
Acabe de una vez...
|
LISANDRO.-
Yo entonces le compré estos zapatos a Lalo y no te
enojés... Aquí te traigo lo que sobró por si te hace
falta...
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|
(AMELIA, abrumada, baja la
cabeza.)
|
DOÑA LIBERATA.-
¡Infeliz!...
(Igualmente impresionada hace un gesto
compasivo.)
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LISANDRO.-
¡Son veinticinco!... justitos... Para algo sirven...
|
AMELIA.-
(Dulcemente.) ¡No, no
Lisandro!... ¡Guárdalos!... No me hacen falta...
|
LISANDRO.-
¿Es porque yo te los traigo? ¡A mí tampoco
me hacen falta! Tomalos... Vine yo porque... porque tenía ganas de verlo
y regalarle los botincitos... ¿No está?... Si no querés
que me vea aquí en casa, digo, aquí en tu casa, me lo
mandás a la puerta con la abuela. ¿De veras no te hacen falta
esos pesitos?
|
AMELIA.-
Mamá... traigaló...
(DOÑA LIBERATA
vase.)
Sentate.
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LISANDRO.-
¿Está muy travieso? ¿No te da mucho
trabajo? ¡Pobrecito! Hoy le di diez centavos y se puso
contentísimo... Dijo que pensaba guardarlos para juntar muchos y
comprarse un traje de pantalón largo... ¿Pensás mandarlo a
la escuela después de las vacaciones? Yo que vos, mirá, le
enseñaría a leer en casa... Es mucho mejor... En la
escuela...
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Escena VI
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DOÑA LIBERATA,
LALO,
LISANDRO y
AMELIA.
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DOÑA LIBERATA.-
(Regresa con el niño.)
Aquí lo tiene.
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LALO.-
(Extrañado.) ¡Oh, en
casa!... ¡Ah! ¡Ya sé!... ¡Viniste a traerme el
regalo!... ¿A verlo?...
|
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(Corre hacia
LISANDRO que lo alza en brazos besándolo
con efusión.)
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LISANDRO.-
¿Y vos?... ¿No quieres besarme?... Vamos, un beso
a tu papá...
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LALO.-
(Lo besa en la boca y vuelve la cara con
repugnancia.) ¡Uf... qué olor feo!
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LISANDRO.-
(Impresionado, limpiándose con el
dorso de la mano.) ¡Ah!, el cigarrillo... Es el cigarro... Los
cigarros de hoja que fuma su papá...
|
LALO.-
¿Y mi regalo?
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LISANDRO.-
¡Ah!... El regalo.
(Se interrumpe sorprendido al ver el
traje flamante del chico y mira alternativamente a los
circundantes.)
|
LALO.-
¡Ahí lo tenés!... ¡Abrilo!...
|
LISANDRO.-
¡No, no! No es esto... No pude traerlo...
|
LALO.-
¡Mentira!... Es para engañarme...Trae... trae no
más.
(Le arrebata el paquete y lo desenvuelve
rápidamente.) ¡Qué pavada!... Unos botines...
(Los deja caer.) Mirá lo
que tengo... ¡Éstos sí que son lindos!...
(LISANDRO oculta la cabeza
entre las manos.)
Te dio rabia porque son más lindos...
¿Eh?... ¡Míralos!
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DOÑA LIBERATA.-
Nene, venga. Déjese de fastidiar a la gente...
(Se lo lleva.)
|
Escena VII
|
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LISANDRO y
AMELIA.
|
LISANDRO.-
(Después de un momento,
reaccionando.) ¡Amelia!... ¿Querés que hagamos las
paces?... ¡No puedo, no puedo vivir así!...
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AMELIA.-
No, Lisandro... Me has prometido no tocar más este
asunto... Andate...
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LISANDRO.-
Ahora me van a dar un empleo... el nuevo gobierno... Tengo
muchos amigos... Trabajaré... Pienso portarme bien... cambiar...
¡Te lo juro!... cambiar completamente...
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AMELIA.-
No insistas porque no es posible. Entre nosotros no podrá
existir nada más...
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LISANDRO.-
Ya sé, lo haría por él... No tiene la culpa
el pobrecito. Ya me está perdiendo hasta el cariño... ¡No
beberé más... ni vino en la mesa!...
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AMELIA.-
¡No y no!... ¡No añadas una palabra!
(Señalándole la
puerta.) ¡Hemos concluido!...
|
LISANDRO.-
Sé que has tenido razón... Me porté mal...
no pude contenerme... estaba enviciado ya... No me daba cuenta de lo que
hacía. Cuando un hombre se emborracha pierde el sentido. ¿No es
verdad?... Bueno; yo también perdí el sentido. Ahora, no... Mira;
te prometo tomar ese remedio que hay... Yo no quiero perder el cariño de
mi hijo... ¡Esa criatura es para mí, más que mi madre,
más que Dios, más que todo el mundo!...
|
AMELIA.-
Juras no beber más y estás ebrio ya...
(Se le acerca y le toma por un
brazo.) Vamos... Andate, que será mejor. ¡No insistas!
|
LISANDRO.-
¿Yo ebrio? ¿Yo borracho? Sólo he bebido un
cognac para animarme a venir
acá... Nada más... Ni una sola copa más...
Déjame... No quiero irme... Si me voy me pego un tiro...
Déjame... Hagamos las paces... Si querés te pido perdón de
rodillas... Prometo ser bueno... Te daré toda la plata que gane; me
iré al centro a pie sin un centavo en el bolsillo. Más...
todavía; te dejaré en libertad absoluta... Yo todavía te
quiero, te quiero mucho... Yo tuve la culpa...
|
AMELIA.-
¡No!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Basta!...
¡Mándate mudar!... ¿Pensás repetir la comedia
acostumbrada? ¡Andando!
(Quiere conducirlo.)
|
LISANDRO.-
¡No me voy!... ¡No!... Quiero quedarme...
¡Ésta es mi casa!
|
AMELIA.-
(Severa.) ¿Cómo?
¡Fuera de acá! ¡Ni a buenas ni a malas! ¡Te
irás!...
|
LISANDRO.-
¡No te enojés!... Sí, me iré...
Pero... quisiera quedarme, a buenas...
|
AMELIA.-
¡No!... Pues... Si no te vas en el acto, nunca, nunca
volverás a ver a tu hijo... ¡Elegí!...
|
LISANDRO.-
¿Eh?... ¡Jajá!... ¿A mi hijo?...
¿Que no lo veré?... ¡Jajá! ¡Estás loca,
loca!... ¿A mi Lalo?... ¡A mi Lalo!... ¡No me muevo!
(Se sienta.)
|
AMELIA.-
¡Lisandro!...
|
LISANDRO.-
No me muevo... ¡Ésta es mi casa!...
¡Sí, mi casa!... ¿Has entendido?... ¡Yo mando!...
¡Soy el marido!... ¡Creías que me hubiera olvidado!...
|
AMELIA.-
¡Oh! ¡Qué infame! ¿Querés que
llame a la policía?
|
LISANDRO.-
Podés llamarla. Mientras no haya divorcio, yo
seré quien gobierne... el dueño de esta casa.
|
AMELIA.-
Eso, nunca... Ya verás...
(Llamando.)
¡Mamá!... Ma...
|
LISANDRO.-
No; no la llamés... Podría venir él...
Perdóname... No soy nada aquí... Vos mandás...
|
AMELIA.-
¡Se habrá visto cosa igual!...
|
LISANDRO.-
Hagamos las paces... a buenas...Amelia...
|
AMELIA.-
Te repito que no insistas. Por otra parte, sería
tarde.
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LISANDRO.-
Ya lo sé... Julián Álvarez es tu...
|
AMELIA.-
Entonces, si lo sabes... se acabó.
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LISANDRO.-
¿Él te da la plata?
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AMELIA.-
Él.
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LISANDRO.-
¿Y le regaló el traje y los botincitos?
|
AMELIA.-
Y los botincitos.
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LISANDRO.-
(Exasperado.) ¡Dios!...
¡Dios!...
(Después de una pausa.)
Decime... ¿Y si yo te matase?
|
AMELIA.-
¡Mátame!... Sería lo único que te
quedara por hacer; completar la obra... ¡Estarías en tu derecho,
desde que sos el marido!... A ustedes les permite todo la ley, la sociedad y
qué sé yo, hasta la religión. Nadie, nadie sin haberlo
pasado, puede imaginarse toda la miseria de nuestra vida conyugal. A la mujer
más santa, más sufrida, la pondría en mi caso, para
demostrar la abnegación con que te soporté siempre. Te
quería cuando me casé, te quise más cuando me hiciste
madre, a pesar de que ya empezaba a conocerte. Después manoseaste mi
amor propio de mujer, me abandonaste y te fuiste abandonando y perdiendo poco a
poco los escrúpulos, hasta presentarte ante mis ojos como el más
vulgar, como el más indigno y repelente de los seres. Todavía me
oprime acá el recuerdo de la náusea con que noche a noche me
obsequiaba tu borrachera asquerosa... y las privaciones y el oprobio de la
mentira y de la embrolla, porque ni el coraje les queda de tratar con los
acreedores... Y el hambre y la mendicidad vergonzante...todo es poco. Encima el
marido se abroga el derecho, amparado por la ley y la sociedad, de matar a la
infeliz mujer que ha tenido el coraje de emanciparse... y reclamar su parte de
dicha en esta vida... ¡Mátame!... ¡Mátame! ¡y
mátate!... Tal vez sea mejor! Así le ahorraremos a nuestro hijo
el mal ejemplo de nuestras vidas pervertidas.
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LISANDRO.-
¡Tenés razón!... ¡He sido un
infame!... ¡Ya no hay remedio!... ¡Soy un desgraciado!...
¿No es cierto?... ¡Completamente perdido!... Te dejo... ¡Se
acabó! Pero, me vas a prometer una cosa. Cuídalo mucho... El
pobrecito no es culpable. Adiós. Vendré a verlo alguna vez...
(Alejándose.)
¡Cuando no esté borracho!...
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AMELIA.-
(Compasiva, viéndolo
salir.) ¡Qué infeliz!
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LISANDRO.-
(Volviéndose después de un
breve mutis.) ¡Ah!... ¿Querés darme los
zapatitos?... De todos modos ya... ¿para qué?...
|