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Los muertos

Florencio Sánchez



PERSONAJES
 

 
AMELIA,   mujer de Lisandro Fuentes.
LISANDRO FUENTES.
LALO,   su hijo.
JULIÁN,   amante de Amelia.
DOÑA LIBERATA,   madre de Amelia.
MARÍA JULIA.
AGUSTÍN,   amigos de Julián.
LUIS,   amigos de Julián.
JORGE,   amigos de Julián.
ANTONIO,   amigos de Julián.
RICARDO,   amigos de Julián.
MOZO.
CAPATAZ.
VIGILANTE.
MOZOS.
PARROQUIANOS.
Músicos.
 

La acción en Buenos Aires.

 




ArribaAbajoActo I

 

Un comedor.

 

Escena I

 

JULIÁN y AMELIA.

 

JULIÁN.-   (Se alza y busca dónde arrojar la colilla de su habano.)  ¿Quieres que te ayude? ¿No has terminado aún?

AMELIA.-   (Desde su habitación.)  Sí, vení... ¡No! ¡No, no, no!... ¡Tené paciencia!... ¡Quiero darte la sorpresa!... Que me veas vestida.

JULIÁN.-  ¡Mujer!... Hace media hora...

AMELIA.-    (Cerrando la puerta.)  No seas loco... No entrarás...

JULIÁN.-  ¡Jesús!... ¡Nunca te habré visto los brazos!...  (Aproximándose y haciendo fuerzas para abrir.)   Vamos... ¡no seas pava!... ¿Qué?... ¡Pero qué tonta!... ¿Será acaso la primera vez que...? Abrime pues... Se me ha antojado. Te alcancé a ver un poquito y... Bueno, vos tenés la culpa... Te pensás que impunemente se tienta la curiosidad de un hombre... ¡Eh!... ¿cómo?...  (Irónico.)  ¡Claro!... ¡A buena hora, candil, te apagás!... pero, dejate de zonceras. ¡Abrí!... Abrime por favor...

AMELIA.-   (Asomándose.)  ¡Vaya!... ¡Aquí estoy!... ¡No, no!... ¡Retírate un poco!... ¡Así no!...

JULIÁN.-  ¿Y cómo?

AMELIA.-  Te vas allá, más lejos... La sorpresa.

JULIÁN.-    (Alejándose.)  ¡Aquí estoy, pues!...

AMELIA.-    (Avanzando majestuosa.)  ¿Qué tal? ¿Me queda bien?

JULIÁN.-  ¡Ya lo creo! ¡Así!... Espléndido. Tenés buen gusto.

AMELIA.-  ¿Recién lo has descubierto?

JULIÁN.-  Lo confirmo una vez más.

AMELIA.-  ¿No tiene un chingue la pollera de este lado?... Parece que arrastra un poquito...

JULIÁN.-  ¡Qué esperanza!... Yo qué sé... Cae muy bien, elegantísimo... ¿A verla espalda?... Date vuelta.

AMELIA.-  No he podido prenderme la bata.Para eso pensé llamarte.

JULIÁN.-  ¡Ah!... Permíteme, soy muy práctico.  (Trabaja inútilmente por abrocharle la bata.) 

AMELIA.-   (Coqueta, moviendo la cabeza.)  ¿Para abrochar... o para...?

JULIÁN.-   (Acertando.) ¡Ah!... ¡Ya entiendo!... Para las dos cosas, hijita. Lo último suele último suele ser más difícil... Bueno... ya está... ¿Y ahora?

AMELIA.-  ¿Qué?

JULIÁN.-   (Remedando.) ¿Qué?... ¿Qué?... ¡Naturalmente!... ¿Crees que trabajo de balde?...¡La changa, pues!...

AMELIA.-  ¡Ah!... ¿Con que... la changa?... ¡Sí... sí... sí!... ¿Me queda bien de espaldas?...

JULIÁN.-  ¡Lindísimo!...

AMELIA.-  Y ahora me verás con sombrero. Precisamente aquí está.  (Saca un sombrero de la caja y se lo pone. Cuadrándoselo.)  ¿Qué me decís?

JULIÁN.-  Digo... digo que estoy esperandoque me paguen mi trabajo...

AMELIA.-  ¡Miren qué cosa!... Y yo que aguardaba que lo cobrases adelantado.

JULIÁN.-    (Besándola.)  ¿Así?

AMELIA.-  Debías haberlo hecho al principio...

JULIÁN.-  ¡Perdóname, soy tan corto de genio!...

AMELIA.-  ¡Angelito!... ¡La inocencia!... Bueno; supongo que ahora tus amigos no dirán que paseas con una cursi...

JULIÁN.-  ¡Oh!... Verás esta noche... Nos vamos al Casino... Gran palquete grillé... Después a Palermo en automóvil y a cenar por ahí...

AMELIA.-  ¡Eso no!... No quiero exhibirme. Para ti, para ti solito, todo este lujo... Llévame donde quieras con tal que no haya mucha gente...

JULIÁN.-  ¡Tonta!... Sería tu revancha...

AMELIA.-  ¡No, no, no!... Lisandro anda por todas partes y podría vernos...

JULIÁN.-  ¡Vaya un escrúpulo!... ¡Como si tu marido no estuviese bien enterado!... En todo caso, vas conmigo y se guardaría muy bien.

AMELIA.-  ¿Y el escándalo?  (Llamando.)  ¡Mamá!... ¿Quieres ver quién llama?... Bien sabes que no le tengo miedo, pero me disgustaría ponerlo más en ridículo...



Escena II

 

JULIÁN, AMELIA y DOÑA LIBERATA.

 

DOÑA LIBERATA.-    (Saliendo.)  ¿Se puede entrar?

AMELIA.-  Sí, señora... ¡Caramba!... ¿Desde cuándo precisa usted permiso?... ¡Está echando un aire de sirvienta usted!...

DOÑA LIBERATA.-   (Seca.)  No me gusta ver ciertas cosas...¡Y ya está!

AMELIA.-  ¿Qué cosas?...¡Jesús!...¡Se está poniendo muy delicada!

DOÑA LIBERATA.-  Siempre lo he sido... ¿sabés?... Y además, no tengo que darte cuenta...Ahí mandan ese paquete de «La Especial»...

AMELIA.-  ¡Ah!... El trajecito para Lalo...Verán qué monada...

DOÑA LIBERATA.-  El hombre aguarda el recibo...

AMELIA.-  Es verdad. ¿Quiere firmar usted, Julián?

JULIÁN.-  Sí, señora.  (Firma y lo entrega a DOÑA LIBERATA que hace mutis.) 

AMELIA.-  ¡Mirá qué ricura! ¡Qué alegría para mi Lalo!... ¡Pobrecito!... Andaba hecho un conventillero y con lo que pude economizar del vestido, fíjate, hasta botincitos le compré...

JULIÁN.-  ¡Che!... La vieja sigue estrilada conmigo...

AMELIA.-  Contigo, no. No hay que hacerle caso. Está chocha...

JULIÁN.-  Pues que se deje de pavadas. ¡Si anda fastidiando mucho la espiantás, qué diablos!... Bueno. Hasta luego. Si no vengo te mando un coche. Quizás te invite a comer... ¡Ah!... mi whisky.  (Toma la copa servida.) 

AMELIA.-  ¡No, Julián! No tomés más...

JULIÁN.-  ¡Mujer!... ¡Qué zoncera!  (Bebe.) 

AMELIA.-  ¿Si supieras cuánta repugnancia me causa verlos beber así?...

JULIÁN.-  ¡Bah!... Esto no hace daño...

AMELIA.-  Mi marido decía lo mismo, y ya ves en lo que paró...

JULIÁN.-  Sin embargo, el vicio de tu marido fue causa de que nos conociéramos...Sos una ingrata con el alcohol... Vamos, no se enoje... Chao, ¿eh?

 

(Se va por el foro. AMELIA lo acompaña.)

 


Escena III

 

DOÑA LIBERATA, LALO y luego AMELIA.

 

DOÑA LIBERATA.-   (Saliendo, con el niño de la mano.)  ¡Venga, venga!... ¡Ya verá!

LALO.-    (Resistiendo.)  No, mamá nata, yo no fui... Fue el chiruso que puso mi cobre en la vía para que lo achatara el trangua...

DOÑA LIBERATA.-  ¡Jesús!... ¡Así ocurren las desgracias!... ¡Ah!... ¡Usted no sale más a la puerta!... ¿Me ha oído?...

LALO.-  No fui, le digo, abuelita... Pregúntele a papá y verá cómo es cierto. Yo estaba sentadito...

DOÑA LIBERATA.-  ¿Tu padre? ¿Dónde lo has visto?

LALO.-  En la vereda... Siempre viene allí al almacén... Y cuando me ve, me llama...

DOÑA LIBERATA.-  Y vos vas, ¿no?... ¿No te he dicho que no tenés que hacerle caso?

LALO.-  Yo no le hago caso, pero él viene ande estoy y... Hoy me dio este níquel, y me dijo que de aquí a un rato me iba a traer un lindo regalo... Y dispués, sabés... dispués me preguntó si quería irme a vivir con él...

DOÑA LIBERATA.-  ¿Ah, sí?... ¡Pues cuidadito con que me vuelva a pisar la calle!... ¡No faltaba otra cosa!... ¡Ya lo había maliciao!...

LALO.-  Y esto ¿pa quién es?... ¿Pa mí?...¡Ay, qué lindo!... Y botines nuevos...¡Ay!... ¡Pongameló abuelita!... Pa probarlo no más... Dispués me lo saco...

DOÑA LIBERATA.-  Sí, hijo... venga acá.

LALO.-  ¡Ay, qué lindo!... ¡Qué lindo!... Lo mandó papá, ¿verdad?

DOÑA LIBERATA.-   (Desnudándolo.)  Este... sí... digo, no... Se lo ha comprado su madre...

LALO.-  ¡Ah!... ¿Y con qué plata? ¿Se la dio papá?

 

(AMELIA regresa alegremente, se saca el sombrero, que vuelve a colocar en la caja, se mira al espejo con coquetería y vase desprendiendo el vestido.)

 

DOÑA LIBERATA.-  No sé, curioso... ¡Vean cómo tiene las piernas este puerco!... Venga acá... Los zapatos... así... ¡Pero estese quieto! Ajajá... Ya tiene para corretear bastante, hasta que los rompa... Este pantaloncito le queda muy ancho... muy ancho... habrá que devolverlo...

LALO.-  ¡No... mentira!... ¡Me queda lo más bien! ¡Ay, con bolsillos!  (Mete las manitas en los bolsillos, muy orondo.) 

DOÑA LIBERATA.-  Esto es para guardar porquerías...

AMELIA.-  ¡Caramba, qué paquete!... ¡Parece un hombrecito!... ¡Cuánto lujo!...A ver, déjeme... Le pondré yo la blusa... ¡Así!... Meta aquí el brazo...no se apure... Así... Lo más mono,¿verdad?

LALO.-  Los monos están en Palermo, ¿sabés? ¿Y ahora me llevarás a pasear en coche?

AMELIA.-  Ya lo creo...

LALO.-  ¿Con don Julián?

AMELIA.-  No, señor.

LALO.-  ¿Y con papá, sí?

AMELIA.-  Ya le he dicho que no se acuerde más de él. Su papá no es su papá,¿sabe?

LALO.-  ¿Y quién es mi papá, entonces?

AMELIA.-  Bueno, se acabó... Múdese esa ropa y vayasé a jugar...

LALO.-  ¡No!... Dejemé un ratito... No lo ensucio...

AMELIA.-  Está bien... ¡Largo de acá!

DOÑA LIBERATA.-   (Deteniendo al chico.)  ¡No a la calle! ¡Qué esperanza! Al patio, si quiere...  (Lo conduce hacia la izquierda.) 

LALO.-  ¿Solito?... En el patio nadie me ve el traje... Deje. Me via portar bien...

 

(DOÑA LIBERATA lo lleva y regresa.)

 


Escena IV

 

AMELIA y DOÑA LIBERATA.

 

DOÑA LIBERATA.-  Ahí anda ése.

AMELIA.-  ¿Lisandro?... ¿Todavía?... ¿Y qué quiere? Es tan sinvergüenza que sería capaz de venirme a ver otra vez. Digalé que se deje de fastidiarme...

DOÑA LIBERATA.-  No me preocupa eso... Tengo miedo de...

AMELIA.-  ¿Miedo?... ¿Miedo de qué?

DOÑA LIBERATA.-  El nene... Me parece que anda tramando algo por sonsacarlo.

AMELIA.-  ¿Qué?... ¿A mi hijo?

DOÑA LIBERATA.-  Es su hijo también.

AMELIA.-  ¿A mi hijo? ¿Con qué derecho? ¡Se guardará muy bien... ese perdido! ¡No faltaría otra cosa! Vamos a ver... ¿Qué ha pasado?

DOÑA LIBERATA.-  Lo busca... le habla... trata, en fin, de atraerlo con cariños... Cualquier día no le vemos más...

AMELIA.-  ¡Ah! ¡Canalla!... ¡Eso será lo que tase un sastre!... ¡Lalo! ¡Lalo!

DOÑA LIBERATA.-  Dejá en paz a la criatura... ¿Qué entiende el pobrecito?

AMELIA.-  Quiero prohibirle que salga a la puerta y enseñarle lo que debe hacer cuando Lisandro le hable.

DOÑA LIBERATA.-  ¡No hagas locuras, mujer!

AMELIA.-  Usted también podría cuidarlo un poco mejor... Lo deja andar suelto y claro está...

DOÑA LIBERATA.-  ¡Eso es!... ¡Échame la culpa ahora! ¿Pa qué sos madre?

AMELIA.-  No puedo estar en todo...

DOÑA LIBERATA.-  ¡Para lo que hacés!... Si te dedicaras un poco más a tu hijo.

AMELIA.-  Retemé si le parece...

DOÑA LIBERATA.-  ¡Qué esperanza!... ¡Sos muy libre! Pero estoy viendo que el día menos pensado, Lisandro nos saca el chico con todo derecho...

AMELIA.-  ¿Qué dice? ¡Hable claro, claro!...

DOÑA LIBERATA.-  Antes, la razón hubiera estado de tu parte; ahora si se presenta a la justicia, ¡quién sabe!...

AMELIA.-  No entiendo. Hágame el favor de no andar con tantos rodeos. Hace días que la veo muy misteriosa.

DOÑA LIBERATA.-  Digo que si vos te portaras bien...

AMELIA.-  ¿Cómo me porto? ¡Hable!... ¿Cómo me porto?... ¡Se le ha aparecido un difunto a usted! ¡Y no es nuevo!... Desde que Julián viene a casa anda usted tan torcida; me hubiera advertido si no le gustaba, y santas pascuas... Yo... no la engañé... Se lo dije bien claro. «Julián es un buen mozo, lo quiero y antes que seguir pasando miseria estoy dispuesta a aceptarlo»... ¿Es cierto o no es cierto?

DOÑA LIBERATA.-  ¡Sí, sí!... ¡No te alteres!... Acepté todo, me resigné a tolerarlo, porque no había otro remedio... Pero... pero... ¿Querés que te hable con franqueza?... Bueno, hija... ¡No me gusta ese hombre.... Es muy joven para vos y medio tarambana...

AMELIA.-  Es bueno y generoso y me quiere.¡Y eso basta!... Usted le tiene inquina de balde, no más...

DOÑA LIBERATA.-  ¡Qué esperanza, hija!... Si algo te digo es por tu bien... Ya que en esta vida es preciso transar con ciertas cosas, hubiera sido preferible una persona más seria, más reservada, un hombre de edad que pudiese ofrecerles un porvenir a vos y a tu hijo...

AMELIA.-  ¡Claro está!... Un gran señor, un fuerte comerciante, un apellido ilustre, uno de esos respetables ancianos... No, señora... ¡Muchas gracias! Demasiado estropeó mi juventud ese cretino de mi marido para que pueda resignarme ahora a tolerar una nueva esclavitud. Si se siente molestada me lo dice y trataré de buscarle un acomodo... Buenamente... tan cariñosas...

DOÑA LIBERATA.-  No. Ya sabés que no podría separarme del nene... Por él es que hago esto. Escuchame: tratá de ser más reservada, de no exhibirte tanto. Mañana tu marido consigue probar ante los tribunales que llevas una vida así, medio alegre, y nos saca el chico.

AMELIA.-  Es decir, que debo seguir tiranizada por mi señor marido. Se guardará muy bien de intentar algo. Y si lo intenta... ¡Hum! Vamos, señora, tranquilícese y...  (Viendo a LISANDRO, quien aparece por la puerta.)  ¿Qué quiere usted en esta casa?



Escena V

 

DOÑA LIBERATA, AMELIA y LISANDRO.

 

LISANDRO.-   (Desde la puerta.)  Nada... Venía a traer estos botincitos para el nene...

AMELIA.-  ¿No le he prohibido que se ponga ante mi vista? ¡El nene no precisa regalos de nadie! ¡Puede marcharse!...

LISANDRO.-    (Avanzando tímidamente.)  No te enojés, Amelia... Me voy...Me iré en seguida... no pienso incomodarte... ni decirte nada. ¿Sabés?...Un amigo que me debía unos pesos... Rovira, ¿te acordás?... Bueno, me debía unos pesos y lo que me vio, se acordó de lo que me debía y me los pagó... veintisiete pesos que yo le había prestado...

AMELIA.-  Acabe de una vez...

LISANDRO.-  Yo entonces le compré estos zapatos a Lalo y no te enojés... Aquí te traigo lo que sobró por si te hace falta...

 

(AMELIA, abrumada, baja la cabeza.)

 

DOÑA LIBERATA.-  ¡Infeliz!...  (Igualmente impresionada hace un gesto compasivo.) 

LISANDRO.-  ¡Son veinticinco!... justitos... Para algo sirven...

AMELIA.-   (Dulcemente.)  ¡No, no Lisandro!... ¡Guárdalos!... No me hacen falta...

LISANDRO.-  ¿Es porque yo te los traigo? ¡A mí tampoco me hacen falta! Tomalos... Vine yo porque... porque tenía ganas de verlo y regalarle los botincitos... ¿No está?... Si no querés que me vea aquí en casa, digo, aquí en tu casa, me lo mandás a la puerta con la abuela. ¿De veras no te hacen falta esos pesitos?

AMELIA.-  Mamá... traigaló...

 

(DOÑA LIBERATA vase.)

 

Sentate.

LISANDRO.-  ¿Está muy travieso? ¿No te da mucho trabajo? ¡Pobrecito! Hoy le di diez centavos y se puso contentísimo... Dijo que pensaba guardarlos para juntar muchos y comprarse un traje de pantalón largo... ¿Pensás mandarlo a la escuela después de las vacaciones? Yo que vos, mirá, le enseñaría a leer en casa... Es mucho mejor... En la escuela...



Escena VI

 

DOÑA LIBERATA, LALO, LISANDRO y AMELIA.

 

DOÑA LIBERATA.-   (Regresa con el niño.)  Aquí lo tiene.

LALO.-   (Extrañado.)  ¡Oh, en casa!... ¡Ah! ¡Ya sé!... ¡Viniste a traerme el regalo!... ¿A verlo?...

 

(Corre hacia LISANDRO que lo alza en brazos besándolo con efusión.)

 

LISANDRO.-  ¿Y vos?... ¿No quieres besarme?... Vamos, un beso a tu papá...

LALO.-   (Lo besa en la boca y vuelve la cara con repugnancia.)  ¡Uf... qué olor feo!

LISANDRO.-   (Impresionado, limpiándose con el dorso de la mano.)  ¡Ah!, el cigarrillo... Es el cigarro... Los cigarros de hoja que fuma su papá...

LALO.-  ¿Y mi regalo?

LISANDRO.-  ¡Ah!... El regalo.  (Se interrumpe sorprendido al ver el traje flamante del chico y mira alternativamente a los circundantes.) 

LALO.-  ¡Ahí lo tenés!... ¡Abrilo!...

LISANDRO.-  ¡No, no! No es esto... No pude traerlo...

LALO.-  ¡Mentira!... Es para engañarme...Trae... trae no más.  (Le arrebata el paquete y lo desenvuelve rápidamente.)  ¡Qué pavada!... Unos botines...  (Los deja caer.)  Mirá lo que tengo... ¡Éstos sí que son lindos!...  

(LISANDRO oculta la cabeza entre las manos.)

  Te dio rabia porque son más lindos... ¿Eh?... ¡Míralos!

DOÑA LIBERATA.-  Nene, venga. Déjese de fastidiar a la gente...  (Se lo lleva.) 



Escena VII

 

LISANDRO y AMELIA.

 

LISANDRO.-    (Después de un momento, reaccionando.)  ¡Amelia!... ¿Querés que hagamos las paces?... ¡No puedo, no puedo vivir así!...

AMELIA.-  No, Lisandro... Me has prometido no tocar más este asunto... Andate...

LISANDRO.-  Ahora me van a dar un empleo... el nuevo gobierno... Tengo muchos amigos... Trabajaré... Pienso portarme bien... cambiar... ¡Te lo juro!... cambiar completamente...

AMELIA.-  No insistas porque no es posible. Entre nosotros no podrá existir nada más...

LISANDRO.-  Ya sé, lo haría por él... No tiene la culpa el pobrecito. Ya me está perdiendo hasta el cariño... ¡No beberé más... ni vino en la mesa!...

AMELIA.-  ¡No y no!... ¡No añadas una palabra!  (Señalándole la puerta.)  ¡Hemos concluido!...

LISANDRO.-  Sé que has tenido razón... Me porté mal... no pude contenerme... estaba enviciado ya... No me daba cuenta de lo que hacía. Cuando un hombre se emborracha pierde el sentido. ¿No es verdad?... Bueno; yo también perdí el sentido. Ahora, no... Mira; te prometo tomar ese remedio que hay... Yo no quiero perder el cariño de mi hijo... ¡Esa criatura es para mí, más que mi madre, más que Dios, más que todo el mundo!...

AMELIA.-  Juras no beber más y estás ebrio ya...  (Se le acerca y le toma por un brazo.)  Vamos... Andate, que será mejor. ¡No insistas!

LISANDRO.-  ¿Yo ebrio? ¿Yo borracho? Sólo he bebido un cognac para animarme a venir acá... Nada más... Ni una sola copa más... Déjame... No quiero irme... Si me voy me pego un tiro... Déjame... Hagamos las paces... Si querés te pido perdón de rodillas... Prometo ser bueno... Te daré toda la plata que gane; me iré al centro a pie sin un centavo en el bolsillo. Más... todavía; te dejaré en libertad absoluta... Yo todavía te quiero, te quiero mucho... Yo tuve la culpa...

AMELIA.-  ¡No!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Basta!... ¡Mándate mudar!... ¿Pensás repetir la comedia acostumbrada? ¡Andando!  (Quiere conducirlo.) 

LISANDRO.-  ¡No me voy!... ¡No!... Quiero quedarme... ¡Ésta es mi casa!

AMELIA.-    (Severa.)  ¿Cómo? ¡Fuera de acá! ¡Ni a buenas ni a malas! ¡Te irás!...

LISANDRO.-  ¡No te enojés!... Sí, me iré... Pero... quisiera quedarme, a buenas...

AMELIA.-  ¡No!... Pues... Si no te vas en el acto, nunca, nunca volverás a ver a tu hijo... ¡Elegí!...

LISANDRO.-  ¿Eh?... ¡Jajá!... ¿A mi hijo?... ¿Que no lo veré?... ¡Jajá! ¡Estás loca, loca!... ¿A mi Lalo?... ¡A mi Lalo!... ¡No me muevo!  (Se sienta.) 

AMELIA.-  ¡Lisandro!...

LISANDRO.-  No me muevo... ¡Ésta es mi casa!... ¡Sí, mi casa!... ¿Has entendido?... ¡Yo mando!... ¡Soy el marido!... ¡Creías que me hubiera olvidado!...

AMELIA.-  ¡Oh! ¡Qué infame! ¿Querés que llame a la policía?

LISANDRO.-  Podés llamarla. Mientras no haya divorcio, yo seré quien gobierne... el dueño de esta casa.

AMELIA.-  Eso, nunca... Ya verás...  (Llamando.)  ¡Mamá!... Ma...

LISANDRO.-  No; no la llamés... Podría venir él... Perdóname... No soy nada aquí... Vos mandás...

AMELIA.-  ¡Se habrá visto cosa igual!...

LISANDRO.-  Hagamos las paces... a buenas...Amelia...

AMELIA.-  Te repito que no insistas. Por otra parte, sería tarde.

LISANDRO.-  Ya lo sé... Julián Álvarez es tu...

AMELIA.-  Entonces, si lo sabes... se acabó.

LISANDRO.-  ¿Él te da la plata?

AMELIA.-  Él.

LISANDRO.-  ¿Y le regaló el traje y los botincitos?

AMELIA.-  Y los botincitos.

LISANDRO.-   (Exasperado.)  ¡Dios!... ¡Dios!...  (Después de una pausa.)  Decime... ¿Y si yo te matase?

AMELIA.-  ¡Mátame!... Sería lo único que te quedara por hacer; completar la obra... ¡Estarías en tu derecho, desde que sos el marido!... A ustedes les permite todo la ley, la sociedad y qué sé yo, hasta la religión. Nadie, nadie sin haberlo pasado, puede imaginarse toda la miseria de nuestra vida conyugal. A la mujer más santa, más sufrida, la pondría en mi caso, para demostrar la abnegación con que te soporté siempre. Te quería cuando me casé, te quise más cuando me hiciste madre, a pesar de que ya empezaba a conocerte. Después manoseaste mi amor propio de mujer, me abandonaste y te fuiste abandonando y perdiendo poco a poco los escrúpulos, hasta presentarte ante mis ojos como el más vulgar, como el más indigno y repelente de los seres. Todavía me oprime acá el recuerdo de la náusea con que noche a noche me obsequiaba tu borrachera asquerosa... y las privaciones y el oprobio de la mentira y de la embrolla, porque ni el coraje les queda de tratar con los acreedores... Y el hambre y la mendicidad vergonzante...todo es poco. Encima el marido se abroga el derecho, amparado por la ley y la sociedad, de matar a la infeliz mujer que ha tenido el coraje de emanciparse... y reclamar su parte de dicha en esta vida... ¡Mátame!... ¡Mátame! ¡y mátate!... Tal vez sea mejor! Así le ahorraremos a nuestro hijo el mal ejemplo de nuestras vidas pervertidas.

LISANDRO.-  ¡Tenés razón!... ¡He sido un infame!... ¡Ya no hay remedio!... ¡Soy un desgraciado!... ¿No es cierto?... ¡Completamente perdido!... Te dejo... ¡Se acabó! Pero, me vas a prometer una cosa. Cuídalo mucho... El pobrecito no es culpable. Adiós. Vendré a verlo alguna vez...  (Alejándose.)  ¡Cuando no esté borracho!...

AMELIA.-   (Compasiva, viéndolo salir.)  ¡Qué infeliz!

LISANDRO.-   (Volviéndose después de un breve mutis.)  ¡Ah!... ¿Querés darme los zapatitos?... De todos modos ya... ¿para qué?...




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