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Los nombres del arado en el Pirineo

(Ensayo de geografía lingüística)

Manuel Alvar



A Tomás Buesa, fraternalmente.






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En España, las fronteras dialectales vienen trazándose con criterio fonético-morfológico. Es necesario tentar también el lexicográfico. Algo de esto hicieron Griera en La Frontera del català occidental (BDC, VI, 17-37, y VII, 69-79) y Menéndez Pidal1 al estudiar las designaciones del otero o de la comadreja; ahora nosotros vamos a procurar fijar fronteras léxicas aprovechando la concurrencia de designaciones del arado. Se sabe: cada palabra hace referencia a un objeto; pero la palabra no se encierra en el estrecho molde de su significado, sino que busca relaciones, se encadena también, se aísla.

No hace mucho tiempo, P. Scheuermeier, el colaborador del Atlas Italo Suizo, ha publicado un bello estudio que pudiera pertenecer a este tipo2. Nos ofrece una Italia dividida según sus métodos de trilla: en el valle del Po, predomina el trillo en forma de rodillo estriado de piedra; sólo a la desembocadura del viejo Erídano hay una región, la llanura, que usó el trillo provisto de raíles, procedimiento hoy casi abandonado; el Centro de la Península lo ocupa la trilla llevada a cabo por los cascos herrados de los solípedos (al pie del gran Sasso, en las aldehuelas de los Abruzzos, todavía trilla el lento pasar del ganado vacuno); por último, el Sur de la Península usa de una pesada losa de piedra arrastrada por una bestia (el procedimiento se usó en la Italia Superior, en los Apeninos). Scheuermeier se reduce a la etnografía: pensemos que cada una de las formas de un menester común estará vinculada a un vocabulario diferente y pensemos la íntima unión que ofrecerán el léxico y la cultura material. Nosotros vamos a intentar algo semejante, pero nos fijaremos casi exclusivamente en las «palabras», las «cosas» no serán sino ilustraciones para nuestra investigación y trataremos de caracterizar los distintos dominios lingüísticos según la terminología que empleen para designar el arado.

Reduciré mi estudio a los nombres del arado en los Pirineos; como centro mi trabajo en consideraciones fundamentalmente lingüísticas, aprovecharé poco, nada, algún análisis de tipo etnográfico como el valioso del matrimonio Aitken, El arado castellano: estadio preliminar (Anales del Museo del Pueblo Español, I, 1935, 109-138).




2

El latín conocía el aratru como útil para hacer surcos. Virgilio en su Geórgica I nos ha legado una preciosa descripción.


Continuo in siluis magna ni flexa domatur
in burim et curui formam accipit ulmus aratri.
Huic a stirpe pedes temo protentus in octo,
binae aures, duplici aptantur dentalia dorso;
caeditur et tilia ante iugo leuis altaque fagus
stiuaque, quae currus a lergo torqueat imos,
et suspensa focis explorat robora fumus.


(V. 169-175).                


Este es un instrumento típicamente mediterráneo. Pero junto a él ha empezado a desarrollarse un nuevo ingenio de origen celta, la carruca. Las referencias que poseemos de esta voz son, naturalmente, tardías. La Ley Sálica (siglo VI) nos ofrece dos citas «si quis per aliena (m) messe (m) [...] carrugam traxit» (34, 2); «si quis caballum qui carraca (m) trahit, involaverit» (38, 1)3.

Originariamente el arado era de una sola pieza Inscripción para construirlo bastaba un tronco de árbol provisto de dos ramas opuestas. Más tarde se creó una reja independiente, cuya forma de palanca inclinada se atestigua numerosamente4. Entre los romanos la «reja» recibía el nombre de vomer. El vomer tenía diversas formas: textos poéticos sirven para ilustrarnos: «Sarcula nunc durusque bidens et vomer aduncus, Ruris opes, niteant» (Ovidio, Fastorum, IV, v. 927-928); «glebam prono convellit vomere taurus» (Catulo, 64, 40). A veces estas formas variadas recibían nombres distintos: «vomerum plura genera: culter vocatur inflexus praedensam, priusquam proscindatur, terram secans futurisque sulcis vestigia praescribens incisuris, quas resupinus in arando mordeat vomer»5.

Por último consideremos la voz regula, que habremos de tener en cuenta más adelante. Entre los textos latinos que he consultado no he podido documentar la voz con el valor de «reja».




3

Vamos a ejemplificar los usos medievales. Admitiré en mi documentación formas castellanas que, aun fuera de nuestras áreas dialectales, servirán para poder fijar eslabones y relacionar la tradición medieval con la realidad de hoy. Con la terminología catalana, haremos grupo aparte.

En la edad media aratrum continúa con su significación latina y con los derivados que han de pervivir en los dialectos actuales.

aladro.- Me faltan testimonios de las regiones dialectales orientales. Poseo un par de referencias: «que lauor con aladro o con legon que fuere fecha...» (Fuero de Plasencia, edic. Benavides, pág. 138); «toda la cubierta está llena de yugos y de aladros» (Villalba) El Pelegrino Curioso, t. I, Bibliof. esp. XXIII, pág. 247; este testimonio valenciano rebasa ya la Edad Media).

Arado.- «un onbre araua una vegada e ato dos escarauacos al arado» (Libro de los gatos, Bib. Aut. Esp., LI, pág. 553 b); «e de que abajó el sol, el aldeano soltó sus buex del arado e vino a él el lobo» (Libro de los enxemplos, Bib. Aut. Esp., LI, pág. 520 b) y así en otros textos castellanos: Partida V (edic. Acad. Historia, t. III, pág. 298); el Cartujano (Nueva Bib. Aut. Esp., XIX, pág. 290 a); Diego de Valera (Bibliof. esp., XVI, pág. 187); Alonso de Palencia, Vocabulario univ., f. 410 v. No insisto en la voz por ser la forma castellana y nuestra documentación no ofrecer carácter dialectal.

Aradro.- Es la evolución directamente etimológica. Se documenta en textos leoneses y aragoneses. He aquí algunos ejemplos: «e que dexe enna casa un iugo de bues con so aperamiento de que seamos pagados, o VIII mr. e dos aradros» (Índice doc. Sahagún, pág. 436); «e si sea trahido en el aradro» (Alfonso el Sabio, Lapidario, edic. Vollmüller, pág. 22); en los Fueros de Plasencia (edic. Benavides, pág. 103) y de Soria (edic. Galo Sánchez, págs. 10, 72, 160) y en escritores del siglo XV (Rodríguez de la Cámara6 y Diego de Valera7 se documenta la voz. Textos de la región navarro aragonesa, o de zonas próximas a ella, nos permiten verificar las siguientes citas: «un aradro» (Menéndez Pidal, Docs. lingüísticos, pág. 169, 37, año 1289, doc. de Alfaro, Rioja Baja); el Fuero General de Navarra ofrece algunos ejemplos que aprovecharemos más adelante, s. v. cuytre; «dos aradros con sus rellas» (Invent. arag. de Serrano y Sanz, BAE, II, pág. 709); «un aradro con su rella e dos villortas de fierro» (Ib., IV, pág. 346).

Aradro figura en nuestras compilaciones lexicográficas desde los diccionarios de Rosal (1601) y Palet (1604), (Vid. Gili y Gaya, Tesoro lexic., s. v.).

De carruca hemos obtenido las siguientes notas: «e las charrúas e las barcas van e vienen de allí a París» (Victorial, edic. Ramón Iglesia, pág. 92); «el obispo envió a llamar un marinero, que le llevase en su charrúa para Flandes. El charruero lo aceptó (Pineda, Monarquía eclesiástica, apud Mir, Rebusco de voces castizas, pág. 193). En todas estas citas el valor es claro «barcaza»8.

Vomer se cita sólo en documentos aragoneses: «dos huambres sblasidos» (año 1429); «I huembre; I cueytre» (año 1465)9; «buembres» (año 1437)10.

Culter abunda más. Su derivado cultellu traspone el campo que nos hemos limitado, aunque, semánticamente, muy próximo a él. Con valor de «arado» hemos recogido:

Cueytre.- Vid. vomer. Llamo la atención hacia el resultado ult > ueyt no desacostumbrado en aragonés (vid. Kuhn, Hocharag. Dialekt, pág. 18).

Figura 1

Fig. 1.- Representación del mes de octubre en ña Catedral de Pamplona

(Foto Archivo J. E. Uranga)

Cuytre.- En Alfaro, año 1289 (Menéndez Pidal, Docs. ling., pág. 16830), en el Fuero General de Navarra y en los Inventarios aragoneses (II, 709). Queremos insistir en estas formas navarras del siglo XIV. Induráin11 en su Glosario, s. v., cita la forma que acabamos de transcribir y su derivada bueyes acuytrados «uncidos al cuytre». El mismo texto nos facilita otras referencias: «et si convinent faz por aradro, con el buy del aradro; si convinent faz pora en cuytre, con el buy de cuytre»; «et buy ninguno debe paszer daquia que de primer aradro sia, maguer, sea del primer aradro non debe paszer daquia que aya acuytrado o sempnado»12.

Figura 2

Fig. 2.- Representación del mes de junio. Misal del siglo XVI. Catedral de Toledo

(Foto A. Mas)

Este texto del Fuero General de Navarra acaso puede ilustrarse iconográficamente con el menologio de la catedral de Pamplona13: en la bóveda, el mes de Octubre se representa con dos «bueyes acuytrados» (fot. 1)14. En mi gráfico 2 reproduzco una escena del calendario miniado de un misal toledano: a pesar de la distancia en el tiempo, el procedimiento y la forma son concurrentes.

Para regula hemos documentado siempre el único valor de cuchillo del arado, nunca el de arado mismo. Las referencias abundan: Berceo (Milagros, edic. Solalinde, 270 b); Docs. ling. de Menéndez Pidal (pág. 16830, año 1289, localizado en Alfaro, Rioja Baja); Fueros leoneses de Castro y Onís (pág. 333); Cortes de León y Castilla (edic. Acad. Historia, II, pág. 811), etc.




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En catalán he obtenido la siguiente documentación15:

Aladrigue.- «arado». En antiguo rosellonés (Fouché, Phon. hist. du roussillonnais, pág. 116) se encontraba *aratrica (del clásico aratrum) > aladriga (Alart: docs., pág. 181, año 1308), aladrigues (ib., pág. 76, mitad del siglo XIII). En el artículo arada del Dicc. Cal. Val. Bal. se indica cómo el valle de Aneu conserva hoy la misma terminología que el antiguo rosellonés; he aquí la ejemplificación medieval: «De qualibet saumata de dentals, un dental; de qualibet saumata de stevis, una stevam; de qualibet saumata de aladrigues, una aladriguam» (Lleudes de Parpinyà, de mitad del siglo XIII, en RLR, IV, 368). Para soluciones modernas, vid. Moll, Supl. cat. REW, n.º 264.

Aper.- «arado». Del Dicc. Cal. Val. Bal.: «manech, denials e autres asines d'aper» (doc. rosellonés de 1306, RLR, VII, 51); «Calpas many posar l'apè davant dels bous» (Begues, Prov. y ad., 13).

Aradre.- Del Dicc. Cal. Val. Bal. extraigo algunos ejemplos antiguos: «mes val lo ferre en la aradre que l'aur ni l'argent en la caxa» (Llull, Felix, VI, cap. I); «en aquella ylla se troba primerament aradre qui tallàs la terra» (Eiximenis, II Reg., cap. 39); «hun aradre ab sa rella bo et endreçat» (doc. año 1395, public. por Miet), etc., etc.

Coltellina.- «ganiveta gran i ampla de fulla». Griera, La casa catalana, BDC, XX, 292, cita: «sengles coltellines genoveses» < cultellu; el valor de «reja de arado» no se adquiere -o se documenta- hasta el siglo XVI (nota de don F. de B. Moll).

Rella.- En un «usatge» publicado en el AIEC, I, 305, se ordena que «als pageses le vestidures no sien toltes ne les reyles, ne los cáuecs» (la traducción catalana es del siglo XIII. Ésta y la referencia siguiente me las facilitó el ya citado Sr. Moll). En el archivo parroquial de Santa Coloma de Queralt hay un caso de «yeísmo» en un documento latino de 1260: «nisi nos uolebamus laborare dictam terram ad nostram reyam». No hace falta señalar la etimología, regula.




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Las formas actuales para designar el «arado» en los dialectos pirenaicos son:


a) Vasco-románico

Apeio.- Con valor de «arado» se documenta en el valle del Roncal16. Sin embargo, lo frecuente son los derivados de culter: goldarapo, goldrapo, goldabuztan todos con el valor de «esteva»; goldabearri «orejeras». Fonéticamente, la forma apeio se explica por solución y del grupo ry (cfr. Mária > Mai, apud Caro Baroja, Sobre religión antigua y calendario del pueblo vasco, Trabajos del Inst. «Bernardino de Sahagún», t. VI, 1948, pág. 62).

Colde. - «especie de arado en el que la reja rodea por completo al dental». La justificación de este procedimiento es fácil: el dental se desgasta lateralmente por el continuo roce17; para evitarlo se procede a su defensa rodeándolo totalmente. En otros sitios se le protegía con piedrecillas preparadas al efecto (vid. Dauzat, Le village et le paysan de France, 1941, pág. 80). Recogí esta forma en Oroz-Betelu.

Cutre.- como el anterior. En la misma localidad y en Aézcoa.

Cutriar.- «labrar con el cutre»; es la segunda operación que se realiza con anterioridad a la siembra. Cutre y cutriar son derivados románicos y heredan la tradición medieval que hemos apuntado en el § 3. Frente a ellos colde y

Golde.- como cutre. Localizado en la Aézcoa. Es la forma vasca generalizada. Su evolución manifiesta rasgos típicos de la fonética euzkera: k-> g- (cfr. cruce > gurutz, cardu > gardua) y -lt- > -ld- (cfr. altare > aldare; vid. García de Diego, Dialectología, pág. 212).

Los arados de que tratamos se usaron en buena parte de Navarra, recuérdese Caro Baroja, La vida rural en Vera del Bidasoa, Madrid, 1944, pág. 51: «el arado -goldia- que se usó en Vera hasta las postrimerías del siglo XIX es el arado timonero que todavía se ve en otros pueblos más incomunicados de la montaña navarra».

Conviene notar cómo culter ha sufrido una metonimia y lo que originariamente no era sino «reja» ha pasado a ser el instrumento completo. Hemos de insistir en el cambio semántico.




b) Alto-aragonés18

Aladrí.- De aratru (Meyer-Lübke, REW b, 602); la -l- por disimilación de vibrantes. Se documenta en Sopeira «arada», «rella»19.

Aladro.- En Capella, Roda, Ferrerías, Benasque, Plan, Gistain, Escalona, Vió, Fanlo, Cenarbe (H, pág. 112); en Fablo (KS, pág. 564), en el Campo de Jaca; en Ayerbe, en Biscarrués y Los Anglís, aquí en vías de desaparición (Buesa); voz anticuada en Biescas. Abunda en el Aragón oriental (cfr. apartado c)20, vid. gráfico 5.

Aladro de espata.- «arado de madera» (Ainelo, KS, pág. 564), Yésero, en Linás, Gésera, Gillué, Agüero y Ayerbe (todos en E, pág. 54). (Véase fot. núm. 2 bis).

Figura 2 bis

Fig. 2 bis.- aladro de Ayerbe

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