Tercera parte
Las tres rosas
Poema en tres jornadas
A mi invariable y afectuoso amigo el Sr. D. Tomás Pérez Anguita, en prueba de reconocimiento y cariño,
Campoamor
Personajes |
||
ROSA, madre de | ||
ROSAURA, madre de | ||
ROSALÍA | ||
JULIO MONTERO | ||
BLAS, marido de ROSAURA | ||
DANIEL, novio de ROSALÍA | ||
UN AMANTE OLVIDADO POR ROSA | ||
UN MÉDICO | ||
SOR LUZ | ||
TITÁN, perro de Terranova | ||
SATANÁS | ||
Rosa
Jornada primera
Escena primera | |
Los dos miedos | |
(JULIO-ROSA) | |
I | |
Al comenzar la noche de aquel día, | |
ella, lejos de mí, | |
- ¿por qué te acercas tanto?- me decía; | |
- ¡tengo miedo de ti!- | |
II | |
Y después que la noche hubo pasado, | |
dijo, cerca de mí: | |
- ¿Por qué te alejas tanto de mi lado? | |
¡tengo miedo sin ti!- | |
Escena II | |
La última palabra | |
(EL AMANTE OLVIDADO- ROSA) | |
Cuando yo con el alma te quería, | |
¿quién presumir pudiera | |
que a despreciar ¡infame! llegaría | |
en ti y por ti la humanidad entera?... | |
Escena III | |
A rey muerto rey puesto | |
(JULIO- ROSA) | |
Murió por ti; su entierro al otro día | |
pasar desde el balcón juntos miramos; | |
y espantados tal vez de tu falsía, | |
los dos tras el balcón nos refugiamos. | |
Cerrabas con terror los ojos bellos. | |
El requiescat se oía. Al verte triste, | |
yo la trenza besé de tus cabellos, | |
y- ¡traición! ¡sacrilegio!,- me dijiste. | |
Seguía el de profundis y gemimos... | |
el muerto y el terror fueron pasando... | |
y al ver luego la luz, cuando salimos, | |
- ¡qué vergüenza!- exclamaste suspirando. | |
Decías la verdad. ¡Aquel entierro!... | |
¡El beso aquel sobre la negra trenza!... | |
Después ¡la oscuridad de aquel encierro!... | |
¡Sacrilegio! ¡Traición! ¡Miedo! ¡Vergüenza! | |
Escena IV | |
Hastío | |
(JULIO- ROSA) | |
Sin el amor que encanta, | |
la soledad de un ermitaño espanta. | |
Pero es más espantosa todavía | |
la soledad de dos en compañía. | |
Escena V | |
Las dos copas | |
(UN MÉDICO- ROSA) | |
I | |
Le dijo a Rosa un doctor: | |
- «Se curan de un modo igual | |
las dolencias en amor, | |
en higiene y en moral. | |
»Yo, aunque el método condene, | |
lo dulce en lo amargo escondo: | |
esta copa es la que tiene | |
dulce el borde, amargo el fondo. | |
»y por si quiere esa boca | |
cumplir una vez mi encargo, | |
tiene esta segunda copa | |
dulce el fondo, el borde amargo. | |
»Dios, sin duda, así lo quiso, | |
y esto siempre ha sido y es: | |
tomar lo amargo es preciso, | |
bien antes o bien después.»- | |
II | |
Rosa luego, de ansía llena, | |
dice en su amoroso afán: | |
- «Mezclados cual dicha y pena | |
lo dulce y lo amargo van. | |
»Merced a doctor tan sabio, | |
ve, aunque tarde, mi razón, | |
que aquello que es dulce al labio | |
es amargo al corazón. | |
»Yo, que hasta el postrer retoño | |
angosté en mi edad primera, | |
brotar no veré en mi otoño | |
flores de mi primavera. | |
»Fuí dejando, por mejor, | |
lo amargo para el final, | |
y esto, según el doctor, | |
sabe bien, mas sienta mal. | |
»Cumpliré una vez su encargo: | |
tú, copa segunda, ven, | |
pues tomar antes lo amargo, | |
si sabe mal, sienta bien. | |
»¡Oh, cuán sabio es el doctor | |
que cura de un modo igual | |
las dolencias en amor, | |
en higiene y en moral!»- | |
Escena VI | |
Un drama de familia | |
(JULIO- ROSAURA- ROSA(oculta)) | |
I | |
Siendo Rosa Valdés, según mi cuenta | |
(si bien por excepción un poco rara), | |
una mujer hermosa de cuarenta, | |
que no tiene veinte años en la cara, | |
casi es su otoño una estación florida, | |
lo mismo que lo fue su primavera, | |
que es más bella tal vez que la primera | |
la juventud segunda de la vida. | |
De Rosa, la hermosura es tan cumplida, | |
que, cual si fuese un velo, | |
cuando lo suelta al viento, toda entera | |
la oculta la madeja de su pelo; | |
pelo que todavía | |
un torrente sería | |
del ébano más puro, si no fuera | |
porque a veces, si lo ata o lo desata, | |
tiene ¡oh dolor! que eliminar severa | |
unos hilos de plata | |
que matizan su negra cabellera. | |
Lozana como un fruto ya maduro, | |
de buena fe aseguro | |
que si a los quince Abriles encantaba, | |
y a los veinte admiraba, | |
seguía a los cuarenta mereciendo, | |
pues toda la ciudad aseguraba | |
que Rosa (y es verdad) más bien ganaba | |
que solía perder envejeciendo. | |
II | |
Pero la pobre Rosa | |
es más que desgraciada, está celosa; | |
y ya a la languidez de sus miradas | |
se une de día en día | |
en su rostro de madre una sombría | |
palidez de facciones fatigadas: | |
pues de cierta ilusión roto ya el prisma | |
su pena, más que pena, es un martirio, | |
y vive en una especie de delirio | |
en que duda de todo y de sí misma. | |
La idea de su edad la atormentaba, | |
pues aunque nunca se la oyó una queja, | |
por momentos notaba | |
que el amor de los otros la dejaba, | |
aunque el que ella sintió jamás la deja.... | |
¡Nada a madama Sevigné curaba | |
del inmenso dolor de hacerse vieja! | |
III | |
Mas como ya sabemos | |
que los años que cuenta, | |
aunque parecen veinte, son cuarenta, | |
haciendo Rosa de dolor extremos, | |
asegura que Julio es un infame | |
porque la ha olvidando... Mas ¡Dios mío! | |
después de mucho tiempo, aun cuando se ame, | |
en el fondo de todo ¿no hay hastío? | |
¡Sí! y por eso, a pesar de sus traiciones, | |
es, ha sido y será Julio Montero | |
un gentil y cumplido caballero, | |
que vive según Dios y sus pasiones. | |
IV | |
Como es Julio una débil criatura | |
que en sus varios amores, | |
gustaba del amor por sus favores, | |
como hombre que cree sólo en la hermosura, | |
(como se cree en la esencia de las flores), | |
olvida después que ama, | |
y ama después que olvida. | |
Mudar, siempre mudar, ¡ley de los seres! | |
dulce ley que fue el norte de su vida, | |
pues poco escrupuloso en sus deberes, | |
practicando esta máxima sabida | |
de que es fuerza adorar a las mujeres, | |
después que a Rosa amó con fanatismo | |
adoró de Rosaura los encantos. | |
Mas ¿fue en Julio cinismo | |
hacer lo que hacen tantos? | |
No lo creo, sabiendo por mí mismo | |
que a quien más tienta el diablo es a los santos. | |
Por eso, aunque la madre es tan hermosa, | |
ve Julio que es la hija hasta divina, | |
y, en consecuencia, a Rosa | |
con Rosaura reemplaza, | |
pegándose aquel hombre a aquella raza, | |
como se pega el muérdago a la encina. | |
V | |
Rosaura, hija de Rosa, | |
como niña nacida entre las flores, | |
además de ser bella, era graciosa, | |
pues no se en qué botánico he leído | |
que una hermosa mujer, cuando ha nacido | |
en medio de un jardín, es más hermosa. | |
Morena verdadera, | |
¡cuán morena sería, | |
que bien seguro estoy que pasaría | |
por morena en Jerez de la Frontera! | |
Pecando en esta bella criatura | |
(si se peca por eso) | |
por demasiada gracia su hermosura, | |
produce la dulzura | |
de su voz musical tanto embeleso, | |
que el que la oye suspira, | |
y hermosa hasta el exceso, | |
en los labios de todo el que la mira | |
casi se ve cómo palpita un beso. | |
VI | |
Perdidas y enterradas | |
en Rosa sus primeras emociones, | |
en la joven Rosaura recobradas | |
volvió Julio a encontrar sus ilusiones. | |
Mas cuando Rosa vio que él tiernamente | |
a Rosaura miraba embelesado, | |
casándola de pronto honradamente, | |
la eliminó con honra de su lado; | |
así fue, la infeliz casada en frío | |
con un joven galán de mucho brío, | |
que, como un Lord, de sus haciendas vive; | |
que aunque se llama Blas, es muy celoso; | |
que toca, baila, canta y hasta escribe | |
muy poco y mal como cualquier esposo; | |
y con tal casamiento, | |
Rosa. Aunque buena madre, amante artera, | |
puso por el momento | |
entre Julio y Rosaura una barrera. | |
VII | |
De todos los encantos | |
que Rosaura tenía | |
era el mayor, aunque tenía tantos, | |
que a través de sus ojos todavía | |
sólo cruzaban pensamientos santos; | |
y por eso, entregada | |
a nobles expansiones, | |
aunque mujer casada, | |
es una niña grande tan honrada, | |
que no piensa en las malas intenciones; | |
y de Julio Montero, que la amaba, | |
ella el amor oía | |
con un cierto candor que enamoraba, | |
pues, casada de prisa, se creía | |
libre en su amor, si en su deber esclava. | |
VIII | |
Estando Julio de Rosaura al lado | |
en una noche, al acabarse el día, | |
bajo el fresco rincón de un emparrado | |
que entre la casa y el jardín había, | |
Rosa, aunque enferma, alzándose del lecho, | |
poniendo en no ser vista un gran cuidado, | |
se arrastró del jardín hasta la puerta, | |
y dejándola a oscuras y entreabierta, | |
se puso a oír en alevoso acecho. | |
IX | |
Y mientras Julio, que a Rosaura adora, | |
con los ojos devora | |
lo hermoso que nos causa calentura, | |
muestra Rosaura, de abandono llena, | |
aquel rostro en la flor de su hermosura, | |
y ¡lo que es el amor! aunque es morena, | |
salta de ella una especie de blancura. | |
¡Noche de amor en que el amor rebosa, | |
en la cual las ideas son pasiones, | |
en que ostentan las flores sus botones | |
con toda su turgencia misteriosa! | |
¡Noche clara, lo mismo que la aurora, | |
en la que en sombras, en rumor y flores, | |
y en cánticos de amor de ruiseñores, | |
se agota todo un Mayo en una hora! | |
Y cuando así los dos gozan unidos | |
de una dicha sensual y candorosa, | |
encienden el ardor de sus sentidos | |
los magnéticos ruidos | |
que, electrizando la campiña toda, | |
en blando movimiento, | |
pasando por los nidos, | |
los va arrastrando y dispersando el viento, | |
¡cantor eterno de la eterna boda! | |
X | |
Entre la sombra de la noche aquella | |
en que ambos frente a frente se miraron, | |
y sus almas los dos se derramaron, | |
ella en el pecho de él, y él en el de ella, | |
se dijeron amores, | |
como se abren las flores, | |
como un ave es cantora, | |
como lo quiere, cuando se ama, el cielo, | |
como en todo lugar y a cualquier hora | |
alegre y bullidora | |
coge el placer la juventud al vuelo; | |
mientras Rosa, escondida y desalada, | |
oía cada frase | |
cual si sintiese el frío de una espada | |
que su pecho a traición atravesase. | |
XI | |
Como hace amar a prisa, muy a prisa, | |
el ardor que circula por las venas, | |
cuando se aspira una templada brisa | |
que es en lo dulce un céfiro de Atenas, | |
Julio ciego y Rosaura placentera, | |
bajan enamorados | |
la pendiente hechicera, | |
por la cual nos empuja arrebatados | |
la noche, nuestro amor, la primavera... | |
¡Aquel dosel tan bello | |
que forma lo gentil del emparrado!... | |
¡La bruma de un lugar poco alumbrado!... | |
¡Lo oscuro y lo nupcial de todo aquello!... | |
¡Allá suspiros, ramas y dulzura, | |
y acá fe y esperanza!... | |
¡A una parte deseos y ternura, | |
por otro lado el odio y la venganza; | |
y aquí y allí los débiles quejidos | |
que murmuran los pájaros dormidos!... | |
¡Oh, imagen de la vida, | |
la dicha siempre a la desdicha unida!... | |
¡Vértigo que formaron combinados, | |
la tierra, los abismos y los cielos, | |
eternos remolinos encontrados, | |
bien y mal, luz y sombra, amor y celos!... | |
XII | |
Viendo Rosa llegar el gran instante | |
en que a su fin camina | |
la audacia habitual de todo amante | |
que conoce la ciencia femenina, | |
a un ruido de suspiros que hizo el viento, | |
como el vago rumor de una arboleda, | |
exhaló un rudo acento | |
cual si en aquel momento | |
se hallase en el suplicio de la rueda; | |
y cuando Rosa con furor repara | |
que ya llega el instante de la hora | |
en que se hunde aquel puente que separa | |
a Eva inocente de Eva pecadora, | |
al pie de la vidriera | |
de la puerta que daba a la terraza | |
mira más... mira más... se desespera, | |
y cae desmayada, cual si fuera | |
una estatua que el rayo despedaza. | |
XIII | |
Cuando Rosa caía sin sentido, | |
cual si hubiese sufrido | |
un fuerte martillazo en la cabeza, | |
Rosaura ante la culpa, con nobleza | |
casta, retrocedía, | |
pues cuando ya perdía | |
su corazón la calma | |
de un modo que no sé cómo aquel día | |
sin saber lo que hacía, | |
no añadió el don del cuerpo al don del alma, | |
al corazón venció con su cabeza, | |
pues, aún envuelta en fuego, | |
sabía con certeza | |
que el mismo Dios vuelve la vista a un ciego, | |
pero no vuelve a un alma la pureza. | |
Y siempre decidida | |
a hacer guardar del deshonor su vida, | |
y sabiendo además que es más seguro | |
que arrostrar las pasiones | |
poner en ocasiones | |
entre el deber y el corazón un muro, | |
se lanzó hacia la estancia, | |
santuario de los juegos de su infancia. | |
Del jardín a la puerta se avecina, | |
y, viendo que no cede, empuja airada, | |
y encendida, jadeante, fatigada, | |
pisa un bulto, se inclina, | |
vuelve a erguirse, y camina | |
como si el bulto aquel no fuese nada; | |
y la enferma, que a su hija huyendo mira, | |
siente, al verse pisada, | |
unas ráfagas de ira | |
de toda madre al corazón extrañas; | |
y, más rival que madre, entonces Rosa | |
al tocarla aquel pie, sintió celosa, | |
el demonio del odio en sus entrañas. | |
XIV | |
Cuando ve Julio que Rosaura, | |
huyendo del fuego que la abrasa, | |
corre ciega, y corriendo | |
sobre su madre moribunda pasa, | |
al umbral de la puerta, | |
de sorpresa y terror petrificado, | |
- ¡Rosa!...- exclama espantado. | |
Mas Rosa, medio muerta, | |
la cabeza, que a intervalos levanta, | |
como cortada con un hacha gira; | |
va a contestar, pero su angustia es tanta, | |
que entre sus labios la respuesta espira; | |
vuelve a querer hablar y se atraganta; | |
y al fin, más que decirlo, así suspira: | |
- Me asesinaste, adiós; duerme si...- Muere, | |
y el «si puedes», que apenas lo profiere, | |
se le heló con la vida en la garganta. | |
XV | |
¡La luna indiferente entonces muestra | |
su disco ensangrentado, | |
y una espantosa lividez siniestra | |
echó sobre aquel cuadro desolado! | |
Escena VII | |
Mal de muchas | |
(EL MÉDICO- ROSAURA) | |
- ¿Qué mal, doctor, la arrebató a la vida!- | |
Rosaura preguntó con desconsuelo. | |
- Murió, dijo el doctor, de una caída. | |
- Pues ¿de dónde cayó?- Cayó del cielo.- | |