Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

31

Baste recordar los pliegos en folio a tres y cuatro columnas de la Biblioteca Menéndez y Pelayo de Santander, probablemente crombergerianos (c. 1513) citados por A. Rodríguez-Moñino, Los pliegos poéticos de la colección del Marqués de Morbecq (siglo XVI), Madrid: Estudios Bibliográficos, 1952, págs. 51-52, y estudiados por F. J. Norton, que los denomina «short-lived experiment», en Printing in Spain 1501-1520, Cambridge: Cambridge University Press, 1966, pág. 11; y, en otro género (¿es otro género?), la adecuación de los textos hasta encontrar las precisiones de M.ª C. García de Enterría en Literaturas marginadas, Madrid: Playor, 1983, págs. 32 y ss.

 

32

Vid. A. Rodríguez-Moñino, Los cancionerillos de Munich (1589-1602) y las series valencianas del romancero nuevo, Madrid: Estudios Bibliográficos, 1963; C. Romero de Lecea, La imprenta..., op. cit., págs. 59-141, y la «Introducción» de G. Di Stefano a los Pliegos Poéticos Españoles de la Biblioteca Universitaria de Pisa, Madrid: Joyas Bibliográficas, 1974, págs. 13-29.

 

33

Vid. los que recoge J. Simón Díaz, «Algunos carteles poéticos del Siglo de Oro», en Cuadernos Bibliográficos, 44 (1982), págs. 201-203, y, antes, particularmente, Poesía mural en el Madrid del Siglo de Oro, Madrid: Ayuntamiento, 1977.

 

34

Así se conservan, como ejemplo y caso singular, los de The Hispanic Society of America vistos in situ; el resto ha llegado al abrigo de valiosas encuadernaciones o descuidadas misceláneas. Es testimonio curioso el del inventario de 1583 antes citado (I. A. Leonard, Los libros del conquistador, págs. 347-348): «... y librillos otros diferentes para muchachos tales estos an de ser asta veinte rresmas y que sean de alcala o de otra ynpresion buena encoadernados todos en pergamino escrito al de [sic] menos los grandes que las coplas basta benir plegadas y cosidas...».

 

35

Sobre la lectura contamos hoy con la significativa aportación de M. Frenk en tres valiosos trabajos: «Lectores y oidores. La difusión oral de la literatura en el Siglo de Oro», en Actas del Séptimo Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Roma: Bulzoni, 1982, I, págs. 101-125; «Ver, oír, leer», en Homenaje a Ana María Barrenechea, Madrid: Castalia, 1984, págs. 235-240; y «La ortografía elocuente (Testimonios de lectura oral en el Siglo de Oro)», en Actas del Octavo Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid: Istmo, 1986, II, págs. 549-556. Recientemente, puede añadirse, M.ª C. García de Enterría, «Romancero ¿cantado-recitado-leído?», Edad de Oro, 7 (1988), págs. 89-105, en un volumen dedicado a La literatura oral.

 

36

De asunto tan crucial se ocuparon F. J. Norton y E. M. Wilson en Two Spanish Verse Chap-Books..., Cambridge: Cambridge University Press, 1969, págs. 55-60; pero pueden sumarse más referencias (K. Whinnom, A. Rodríguez-Moñino, etc.) en casos concretos.

 

37

Lo ¿aseguramos? con A. V. de Paredes, Institución y origen..., op. cit., fol. 27r; pero lo corroboramos con testimonios, tan raros como singulares: el pliego n.º IV (La vida del estudiante pobre, Valladolid, 1584) de la colección descrita por J. Moll, «Noticia de nuevos pliegos poéticos del siglo XVI», Anuario de Filología Española, 1 (1984), págs. 915-920, o el Diálogo de dos religiosos editado por nosotros en «Iglesia y Corte en dos Diálogos renacentistas desconocidos» en 1616, 5 (1983), págs. 55-67, en particular, pág. 62.

 

38

Son una isla los trabajos que han abordado -en pliegos sueltos- estas cuestiones; valga citar el de D. Cardillac, «Sobre un pliego suelto de principios del siglo XVI: texto e imagen», en Teoría semiótica: lenguajes y textos hispanos, Madrid: CSIC, 1984, I, págs. 751-760 (nada, en cambio, aporta el de L. Corrales de Prada, «La ilustración en los pliegos sueltos del siglo XVI. Relación entre imagen y texto», Goya, 101-102 [1984], págs. 21-22). Hace tiempo que sospechamos que ilustración y obra forman en los inicios una estructura unitaria, que más tarde se separa por la carestía de los grabados ad hoc y la transmisión asegurada de ciertas series; sólo ocasionalmente se vuelven a grabar tacos nuevos de tan larga vida como su hechura. Son afirmaciones que requieren más tiempo y espacio que una nota.

 

39

Valga lo dicho antes y obsérvese la cubierta del propio Diccionario. (Es curioso un divertido cartel editado por la Librería París-Valencia [Valencia, 1980], donde se reproducen seis Farsas que recogen personajes tradicionales de pliegos sueltos; Floriana sive Rosalinda, Lorenzo sive Mateo, etc.).

 

40

Hoy está asegurada la tirada diaria, adecuada con un jornal de imprenta: vid. todo lo expuesto por J. Moll, «Problemas bibliográficos del libro del Siglo de Oro», Boletín de la Real Academia Española, 59 (1979), págs. 49-107.