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Los Prados de León

Comedia

Lope de Vega

[345]

Nota preliminar

     Es ésta una de sus obras dramáticas de las que más se enorgullecía Lope. En el prólogo dialogístico de la Parte XVI de sus comedias, habla Lope por boca del Teatro y dice: «Mirad a quién alabáis, El Perseo, El Laberinto, Los Prados, El Adonis y Felisarda, están de suerte escritas, que parece que se detuvo en ellas.» Y añade Menéndez y Pelayo: «Respecto de Los Prados, tal predilección es justa si se atiende a la frescura poética con que la obra está concebida, y ejecutada, y al prestigio irresistible de la versificación.» Y Schack corrobora que nadie como Lope ha sabido pintar y cantar tan hermosamente los tiempos del primer renacimiento de la monarquía hispanocristiana.

     La famosa comedia Los Prados de León está situada en la segunda lista de El peregrino en su patria e impresa en la Parte XVI -Madrid, 1621- de las comedias de Lope. En este volumen va dedicada la obra al duque de Huéscar.

     Realmente apenas hay una parte histórica en Los Prados de León. Sí hay unos personajes históricos: los reyes don Bermudo y don Alfonso II, «el Casto». Pero las acciones de estos dos únicos históricos personajes nada tienen que ver con la historia. De cuento popular y genealógico ha sido calificada también esta historia.

     Los Prados de León iniciaron su genealogía en un don Nuño de Prado, llamado así por haber sido hallado, de recién nacido, por el rey don Bermudo, en un prado «de flores lleno». El rey lo entregó para su crianza a unos labradores, y cuando renunció don Bermudo a la corona en don Alfonso «el Casto», recomendolo muy encarecidamente que recogiese y favoreciese a Nuño del Prado, cuyo misterioso hallazgo le refirió. Nuño, ya mancebo y viviendo aún la existencia patriarcal de los campesinos, se enamoró de la hermosísima Nise, pastora igualmente hallada en abandono, de niña. Nuño de Prado llega a ser el brazo derecho del rey, excitando así las envidias y falsedades de los cortesanos. Se enamora de él la infanta doña Blanca, a la que él desdeña siempre, fiel a su Nise. Infanta despechada y cortesanos envidiosos lo gran persuadir al rey de que Nuño le engaña con los musulmanes. Don Alfonso destierra a Nuño. Pero al cabo todo se arregla. Nise resulta una princesa, hija natural de doña Leonor, tía del rey, y de un conde de Castilla. Y Nuño de Prado, según declara a tiempo el labrador Mendo, que le crió cariñosamente, es nada menos que hermano del rey, hijo del rey Fruela, que lo tuvo con una hermosa aldeana de un pintoresco pueblecillo de poético nombre: Flor.

     Como fácilmente se entiende, el argumento es una pura invención, con ciertos anacronismos sumamente graciosos, como el uso en pleno siglo VIII de grandes carrozas barrocas y ciertos giros y modismos de un renacentismo decaído.

     Delicioso de poesía lírica es el primer acto, que se desarrolla en una aldea donde viven felices los campesinos, [346] y entre ellos los platónicos enamorados Nise y Nuño Tello. Acto en que Lope ensalza la vida rústica, ni más ni menos que un fray Luis de León...



NISE.    Bajar, Nuño querido,
contigo destos montes a estas huertas,
en el abril florido,
a ver las rosas a la aurora abiertas...
Ver al junio la fruta
colgar de aquestas ramas sazonada,
en el invierno enjuta
la verde pera y carmesí granada,
a tu dichoso lado,
no es envidioso bien, sino envidiado...


     En este primer acto, el cortesanísimo Lope nos descubre toda la reacción que producía en su sensibilidad la descansada y sencilla vida del campo, toda la fuerza con que sabe pintar -joyante- los amores y los celos rústicos, los bailes y canciones campesinos, el hechizo íntimo de cada hora en un ambiente limpio en el que el tiempo se desvive con éxtasis, las gracias y los chistes que delatan su ingenio debajo de las palabras torpes. Resulta sumamente interesante el cotejo de los finales del primero y del segundo actos. Al fin de aquél, el rey transforma al villano Nuño en cortesano. Al fin de éste, el rey destierra al cortesano, no sin antes haberle reducido a su condición de rústico.



              Deja ese traje villano,
y toma el de caballero;
ceñirte la espada quiero,
Nuño, de mi propia mano...


     Declama don Alfonso «el Casto» al fin de la primera jornada. Y, declama, al fin de la segunda:



              ¡Vuelve, villano y perjuro,
al azadón y al arado!
Pon a tus bueyes el yugo...
Yo, que te ceñí la espada,
te la desciño, y renuncio
la nobleza que te di.


     Los Prados de León es una de las obras de Lope con más quilates de oro lírico. Apenas hay una escena donde no nos sorprenda una imagen incomparable engastada en la música más inolvidable de una melodía infinita. Ciertas cancioncillas con reminiscencias populares excitan la emoción más viva:



              Dadme vuestra mano;
vámonos, mi vida,
a la mar, que tengo
cuatro naves mías.
   ¡Ay Dios, que me fuerzan!
¡Ay Dios, que me obligan!
Tómala en los brazos,
y a la mar camina. [347]


Comedia

dedicada a don Fernando Jacinto de Toledo,

Duque de Huéscar



     ¿A quién se podían dirigir unos Prados, como a un hijo del Alba, pues tantos poetas de la antigüedad dieron este nombre al rocío, mayormente siendo tan estériles y incultos, como labrados de mi rudo ingenio? Pero, pues ningunos dan flores sin el beneficio del cielo en el principio del día, ¿qué cosa pude hacer más acertada para que las tengan, que dirigirlos a Vueseñoría, en cuyo nacimiento, como del Sol en Alba (sirviendo a su Excelentísimo padre), escribí versos? Dios guarde a Vueseñoría.

LOPE FÉLIX DE VEGA CARPIO.



PERSONAS
 
                        EL REY BERMUDO DOÑA JIMENA
ARIAS BUSTOS ORDOÑO, soldado
TRISTÁN GODO VELA, capitán
NUÑO DE PRADO MENDO, labrador
NISE FERNÁN NÚÑEZ, embajador
SILVERIO, labrador DÓRIDA
BATO MARCIA
LUCINDO UN PORTERO
EL CONDE DON SANCHO Músicos
EL REY DON ALFONSO EL CASTO Acompañamiento
DOÑA BLANCA


La escena es en León, en sus cercanías y en las de una aldea.



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Acto primero

 
Escena I
 
Sala en el real alcázar de León.
 
EL REY BERMUDO, DON ARIAS, TRISTÁN.
 
REY        Vasallos, no hay que tratar:     
yo envío por mi sobrino;
mi sobrino ha de reinar.
DON ARIAS Señor, don Alfonso es dino
de ocupar vuestro lugar: 5
pero mientras vos vivís,
¿por qué razón?, ¿por qué ley?
REY Don Arias, ¡vos me argüís!
DON ARIAS Tenemos en vos buen rey.
No os espantéis.
REY                           Bien decís; 10
pero si estoy ordenado
de Evangelio, y por la muerte
de Mauregato he dejado, [348]
aunque la ocasión es fuerte,
aquel hábito sagrado; 15
si con la reina Emilena
me casé por vuestro gusto,
que a veces lo injusto ordena,
bien sabe Dios mi disgusto,
y es buen testigo mi pena. 20
Ya que dos hijos os dejo,
y ella queda en religión,
¿paréceos que es mal consejo
que reine Alfonso en León,
de virtud heroica espejo? 25
Alfonso, como sabéis,
fue hijo del rey Fruela,
y su reino le volvéis;
no porque a mí por cautela
en su lugar me tenéis, 30
pues que Mauregato ha sido
quien el reino le ha quitado,
y por quien siempre ha vivido
en Navarra desterrado,
y sin razón perseguido. 35
Dos años reiné en León;
a Ramiro y a García
os dejo de bendición;
pero, de un año y un día,
muy pequeños reyes son: 40
fuera de que a mi sobrino
le toca el reino, y no a ellos.
TRISTÁN Es un hecho peregrino
en Alfonso, en ti y en ellos,
y más que humano, divino: 45
y ansí no será razón
ir contra la tuya en esto.
REY Si Alfonso en esta ocasión,
por ser tan casto y honesto
como se tiene opinión, 50
hijos no tuviere, creo
que os será bueno Ramiro,
aunque de un año le veo;
porque de velle me admiro,
si no me engaña el deseo. 55
Un moro ayer me decía
que Ramiro y don García
serán reyes; mas yo sé
que no es conforme a la fe
tenerla en astrología: 60
Dios da reinos, Dios vitorias.
Hidalgos, Alfonso es bueno:
reine Alfonso.
DON ARIAS                            A tantas glorias,
de que está tu nombre lleno
con inmortales memorias, 65
ésta faltaba no más.
¿Quién mandas vaya por él?
REY Arias amigo, tú irás;
que yo sé bien que con él
no poco alegre vendrás. 70
Y vaya Tristán contigo,
pues es tu deudo y amigo,
si te parece.
DON ARIAS                       Señor,
de tu virtud y valor
es todo el mundo testigo. 75
Seis batallas has vencido
en dos años que has reinado.
El reino hallaste perdido;
porque como fue comprado,
andaba también vendido. 80
Grandes desdichas causó
el tirano Mauregato,
que con los moros trató;
porque de aquel falso trato
todo este daño nació. 85
Contra los justos decoros
de cristianos, dio a los moros
nuestras hijas (¡feudo y parias
injustas!) y en partes varias
distribuyó sus tesoros. 90
Mucho en poco tiempo has hecho;
más se esperaba de ti;
pero pues tu santo pecho
quiere proceder ansí
y dar a Alfonso el derecho, 95
no me parece razón
replicar a tu intención
justa, santa, noble y cuerda;
pues ya que un Bermudo pierda,
gana un Alfonso León. 100
TRISTÁN Si él es tal como el primero,
que Católico se llama,
gran bien de su reino espero.
REY A no ser cierta la fama
de que es tan gran caballero, 105
no os quiero, amigos, tan mal,
que os diera un rey desigual
al que decís que tenéis;
pero en Alfonso hallaréis
vivo un sujeto real. 110
Yo desde aquí me resuelvo
en que a mis órdenes vuelvo.
Dios es Rey sobre los reyes:
adoro sus santas leyes,
y de su ofensa me absuelvo. 115
Quien piensa en el bien que encierra
ser rey en el mundo, yerra;
querer es más justo celo
reinar con Dios en el cielo,
que no sin Dios en la tierra. 120
 
(Vanse.) [349]
 
Escena II
 
Campo y fuente en las inmediaciones de una aldea.
 
NUÑO, de labrador, solo.
 
NUÑO Verdes y ásperas sierras,
montañas de León, claros testigos
de aquellas fieras guerras,
inmensas peñas, árboles amigos,
que fuistes barbacanas 125
contra tantas banderas africanas:
selvas, profundos valles,
arroyos cristalinos, que corriendo
por arenosas calles
hacéis un dulce y agradable estruendo, 130
y no como algún día
que humor sangriento ese cristal teñía:
claras, músicas aves,
que al órgano del agua sonorosa
cantáis versos suaves, 135
entonando sus ondas la amorosa
mano del vago viento,
que forma en ellas tan acorde acento:
¿cuál labrador del campo
desta pequeña aunque dichosa aldea 140
en la arena que estampo,
hoy puede ser que tan dichoso sea?
Pero agravio mi gloria
si mis iguales traigo a la memoria.
Entren los altos reyes 145
que en cerco de oro sus cabezas ponen,
dando y quitando leyes
(los príncipes, los césares perdonen):
oro vista, oro pise
el rey, y a mí no más me quiera Nise. 150
Baja la blanca aurora
por la escala de lirios y azucenas
al suelo, y borda y dora
los prados de sus lágrimas, y llenas
las parvas, la ribera 155
en tapetes de plata al sol espera.
Entonces Nuño a Nise,
más bella, más florida y más gallarda,
sin que el alba me avise
que viene el sol del alma que la aguarda, 160
y en la mañana fría
me parece su luz sereno día.
Viene la noche oscura,
vase a bañar el sol al mar de España;
y el mío alumbra y dura 165
la vida en mí la noche en la montaña;
y cuando no la veo,
en sueños me la muestra mi deseo.
 
Escena III
 
NISE, sin ver a NUÑO, que tampoco la ve.
 
NISE Si de mi traje humilde
piensa igualarme desta sierra alguna, 170
verdes montes, decilde
que soy a quien ha dado la fortuna
el bien de mayor gloria
que cupo en majestad, ni sabe historia.
No causan el contento 175
del alma altos palacios, paños de oro;
no el arca al avariento
que no puede moverla del tesoro,
ni los jardines bellos,
ni las fuentes de jaspe y bronce en ellos. 180
No la espléndida mesa,
no ardiendo el ámbar que a los cielos sube,
ni confusa y espesa
alrededor la bulliciosa nube
de idólatras criados, 185
de envidia y de lisonja acompañados;
que en la humildad habita
tal vez el gusto, y en amor pagado:
amor, que facilita
el curso de la vida más cansado. 190
Sobre al príncipe el oro,
mientras a un labrador del alma adoro.
Bajar, Nuño querido,
contigo destos montes a estas huertas
en el abril florido 195
a ver las rosas a la aurora abiertas,
¿qué reino igualar puede?
Todos los bienes de la tierra excede.
Ver al junio la fruta
colgar de aquestas ramas sazonada, 200
en el invierno enjuta
la verde pera y carmesí granada,
a tu dichoso lado,
no es envidioso bien, sino envidiado.
Caen los chopos altos 205
en el fuego el invierno, y de su adorno
los secos fresnos faltos,
y estamos dellos a la lumbre en torno
con nuestros padres viejos,
ya escuchando consejas, ya consejos. 210
Pues ¿qué mayor ventura
pueden allá tener los cortesanos,
que de oro y plata pura
hinchen, no el alma, las sedientas manos?
Mas a tanta alegría 215
falta, ¡ay de mí!, de nuestra boda el día.
NUÑO (Aparte.)   Parece que las flores
me están diciendo que mi Nise hermosa
las hurta las colores. [350]
NISE (Aparte.)   Paréceme que el agua bulliciosa 220
a mi Nuño me nombra.
NUÑO Aquí está Nise, porque el sol es sombra.
NISE ¡Nuño del alma mía!
NUÑO ¡Hermosa prenda destos brazos!
NISE                                                       Tente.
Demos esta alegría, 225
mas, poco a poco, al alma.
NUÑO                                              En esta fuente
te miré retratada,
o fuiste de mis penas dibujada.
NISE Ya de tu voz los ecos
que resurtían a mi alegre oído, 230
y el ver los prados secos,
la capa al hombro del abril florido,
me avisaban que estabas
donde esta primavera al campo dabas.
¿Cómo, Nuño, pasaste 235
esta noche sin mí?
NUÑO                                Cual pasar suele,
hasta que en rojo engaste
la cara asoma el sol para que vuele,
el pájaro escondido,
que estaba solo en el desierto nido. 240
No suele el solitario
llorar la ausencia del hermoso día,
ni de su acento vario
cesar del ruiseñor el armonía,
cual yo las tristes horas 245
que esperé de tus ojos dos auroras.
Mas como del barbecho
parda calandria alegre se levanta,
y con vuelo derecho
se sostiene en el aire, silba y canta 250
mil requiebros al día,
ansí viendo tu sol mostré alegría.
NISE Pues ¿ves la oscura sombra
que al partirse del sol hace a estos prados
este monte que asombra 255
la plata a estos arroyos delicados?
La misma el alma cubre
hasta que el alba de tu sol descubre.
Y como duerme el preso
entre la oscuridad y las prisiones 260
esperando el suceso,
estoy entre dudosas confusiones
y entre hierros de celos
hasta que traigan tu beldad los cielos.
NUÑO ¿Podría, Nise hermosa, 265
la fortuna mudable hacer de suerte
que fueses de otro esposa?
NISE Ninguna cosa contra amor es fuerte;
porque si le importuna,
arrastra del cabello a la fortuna. 270
Mas, tú si en otro estado
te pusiese el discurso de los cielos,
esta fe que me has dado,
¿podría faltar en ti?
NUÑO                                 Solos los celos
podrán, al amor mío, 275
volver atrás, y de su curso el río;
no las varias mudanzas
que el tiempo hace en las humanas cosas.
NISE Mejores esperanzas
te da mi amor.
NUÑO                          Las dudas temerosas 280
de celos me atormentan.
NISE Pues yo pienso que entonces le acrecientan.
 
Escena IV
 
SILVERIO, NUÑO, NISE.
 
SILVERIO (Aparte.)   ¡Que nunca quiere mi suerte
¡que esté sola la ocasión
de mi celosa afición 285
y de mi temprana muerte!
¡Que siempre tengo de verte
como vid que al olmo enlaza!
¿Qué vano edificio traza
esta esperanza engañosa, 290
que ve el morir, y celosa
el ligero viento abraza?
Dolores habrá probado
algún enfermo y sufrido,
la medicina el herido, 295
y el fuego ardiente el soldado;
pero todo, comparado
a cuidados que dan celos,
no hay dolor, fuego ni hielos
que tenga tanto rigor 300
como este infierno de amor
a que condenan los cielos.
Primero pienso que pise
flores al prado en diciembre,
y que por agosto siembre, 305
que divididos divise
a Nuño y su bella Nise.
Mas, pues amor me fastidia,
y como toro me lidia,
yo venceré su rigor, 310
porque dos que junta amor
suele dividir la envidia.
NUÑO (Aparte a NISE.)
Éste es Silverio: deténte,
pues que sus celos conoces.
NISE Gritos, relinchos y voces 315
suenan Nuño, de la gente
que va por agua a la fuente.
NUÑO Sin duda, hay baile esta tarde. [351]
NISE ¿Quieres tú, mi bien, que aguarde?
NUÑO Aguarda; que aunque los cielos 320
hacen cobardes los celos,
nunca el amor fue cobarde.
 
Escena V
 

DÓRIDA y MARCIA, con cantarillos; BATO, LUCINDO, MÚSICOS, NUÑO, NISE, SILVERIO.

 
BATO Deja, Dórida, por Dios,
la cantarilla.
DÓRIDA                   No haré.
BATO O suelta, o la quebraré. 325
MARCIA Pesados estáis los dos.
LUCINDO Más vosotras, pues queréis
salir sin bailar del prado.
DÓRIDA ¡Ah Bato!, no seas pesado.
BATO ¡Donaire, por Dios, tenéis! 330
O quiebro, o bailen.
MARCIA                                Espera;
que Nise está allí también.
LUCINDO Nadie bailará más bien.
MARCIA Pues como ella bailar quiera,
hoy habrá baile en la fuente. 335
BATO Nise, a la fuente ha llegado
todo lo mejor del Prado.
NISE A fe que hay honrada gente.
BATO Si tú bailas, bailarán.
NISE Por mí, Bato, no dejéis 340
la fiesta; pero ¿no veis
a Silverio?
LUCINDO                 ¡Hola, bausán!
¿Qué haces fuera de ti?
SILVERIO ¡Oh Lucindo!, daba al viento
las alas del pensamiento, 345
que va volando sin mí.
LUCINDO Vuelve los ojos al prado,
verás la flor de la aldea.
SILVERIO Para bien de todos sea
el haberos hoy juntado. 350
Ea, no cese por mí
el baile y conversación.
BATO ¿Bailarás?
SILVERIO                 Bailaré al son
de la mudanza que vi.
NISE (A ÑUÑO.)
¿Quieres que baile?
NUÑO                                    Pues ¿no?, 355
¿si de no querer bailar,
darías que murmurar
que te lo mandaba yo?
UN MÚSICO ¿Qué son habemos de hacer?
LUCINDO Uno que andemos en corro. 360
MÚSICO Va de letra.
BATO                    Ya me ahorro.
NUÑO Advertid que esto ha de ser
con la justa honestidad,
y no ha de abrazar ninguno.
SILVERIO Y cuando abrazase alguno, 365
¿no se usa en la ciudad?,
¿lleva el rey deso alcabala?
NUÑO Si alguno la diese abrazos
a bien sé yo quién, mis brazos
se la darán noramala. 370
BATO Para los que han de bailar
es eso helarles los pies.
LUCINDO Baila, Bato; que después
lo podéis averiguar.
SILVERIO (Aparte.)   ¿Que esto tengo de sufrir? 375
Mas ¿cuándo, celos, no ha sido
cobarde un aborrecido?
MARCIA Esto ¿es bailar o reñir?
Tocá, y dejaos de razones.
 
(Pónese en el puesto.)
 
BATO Comer, bailar y rascar, 380
Marcia, todo es comenzar.
¡Presto en el puesto te pones!
Músico me has parecido;
que para helle cantar,
de rodillas se han de hincar, 385
y él se está tieso y erguido;
mas en comenzando el canto,
Dios lo puede remediar;
que para helle callar
es menester otro tanto. 390
MÚSICO Ya va de canción.
LUCINDO                               Comienza
que de celos mal sufridos
están los montes corridos
y las fuentes con vergüenza.
MÚSICO (Cantan y tocan.)
Reverencia os hago, 395
linda vizcaína;
que no hay en Vitoria
doncella más linda.
Lleváisla del alma
que esos ojos mira, 400
y esas blancas tocas
son prisiones ricas.
Más preciara haceros
mi querida amiga,
que vencer los moros 405
que a Navarra lidian.
   Id con Dios, el Conde:
mirad que soy niña,
y he miedo a los hombres
que andan en la villa. 410
Si me ve mi madre,
a fe que me riña.
Yo no trato en almas,
sino en almohadillas.
   Dadme vuestra mano; [352] 415
vámonos, mi vida,
a la mar, que tengo
cuatro naves mías.
   ¡Ay Dios, que me fuerzan!
¡Ay Dios, que me obligan! 420
Tómala en los brazos,
y a la mar camina.
 
(Bailando, cáesele a NISE una liga.)
 
SILVERIO Esta liga se ha caído,
y no sé a cuál de las tres.
MARCIA No es mía.
DÓRIDA                   Ni mía es. 425
NUÑO Luego, Nise, tuya ha sido.
Los claveles de tu cara
se anticipan a tu lengua.
NISE No callo porque fue mengua.
NUÑO Para el son, el baile para. 430
Dame esa liga, Silverio.
SILVERIO En sabiendo cúya es,
la daré al dueño, y después
te diré que tanto imperio
como tienes en el prado 435
ya no se puede sufrir.
NUÑO ¿Tú me lo osarás decir!
SILVERIO Lo dicho es haber osado.
NUÑO Dale la liga a su dueño.
SILVERIO A su dueño es gran razón; 440
que otra más fuerte prisión
me liga y me quita el sueño.
Díganme cuál de las tres
es el dueño.
NUÑO                        Eso no es justo.
Yo lo soy: hazme este gusto 445
de que la liga me des.
SILVERIO ¡Tú el dueño! Vete con Dios.
NUÑO ¿No bastará que te avise
que es de Nise?
SILVERIO                           Si es de Nise,
también será de los dos. 450
NUÑO ¿Tuya, por qué?
SILVERIO                            Porque yo
pretendo lo que pretendes.
NUÑO Mira que su honor ofendes.
SILVERIO Ninguno amando ofendió,
por humilde que naciese. 455
Demás que bien puede ser
de otra serrana, y querer
que yo, Nuño, te la diese:
y si no es viendo el lugar
de donde falta la liga, 460
nadie en el mundo me diga
que se la tengo de dar.
NUÑO (Aparte a SILVERIO.)
Hazme un placer.
SILVERIO                            Que me place.
NUÑO Hoy quiero ser muy prudente
por Nise y por esta gente 465
que estorbo a mis brazos hace.
Mañana, en el olivar
que está al salir de la aldea,
me aguarda.
SILVERIO                    En buen hora sea.
Yo gusto que haya lugar. 470
NUÑO ¿Tienes tú espada?
SILVERIO                              Yo no.
NUÑO Esta noche te daré
una de las mías.
SILVERIO                          No sé
si sabré jugarla yo.
Lleva tú lo que quisieres; 475
que yo llevaré un bastón.
NUÑO Villano, en fin.
NISE (A NUÑO.)       No es razón
que ansí dejéis las mujeres.
Mirad que es descortesía.
NUÑO Volvámonos a la aldea. 480
NISE (Aparte a NUÑO.)
¿Qué te ha dicho?
NUÑO                               Que no crea
que es tuya.
NISE                     La liga es mía,
y yo se la pediré.
NUÑO No harás; que es darme pesar.
Volvamos, Nise, al lugar. 485
NISE Pues di: ¿cómo sufriré
que éste se lleve mi liga,
donde por dicha se alabe
que yo se la di?
NUÑO                         Bien sabe,
Nise, que tu honor le obliga. 490
Ea, si es que habéis henchidor,
volved a cantar, y vamos.
BATO (Aparte a LUCINDO.)
Cuenta con los dos tengamos.
LUCINDO Nuño va descolorido.
MÚSICO (Cantan.)   De vencer a los maricos 495
volvía el rey de León...
 
(Vanse.)
 
Escena VI
 
Campo a vista de León.
 
EL REY BERMUDO, EL CONDE DON SANCHO.
 
REY Qué, ¿viene ya tan cerca mi sobrino?
DON SANCHO Alguna gente de su gente ha entrado,
y dícenme que viene el rey muy cerca.
REY En venir don Alfonso tan seguro, 500
sin guarda, sin defensa, sin pedirme
otro pleito homenaje ni escrituras,
conozco la bondad de sus entrañas. [353]
DON SANCHO Bien dices, gran señor, porque pudiera
pensar Alfonso que, pues tienes hijos 505
que si él falta te heredan justamente,
podrías con engaño persuadirle
que viniese a León para matarle;
mas él, que considera tus virtudes
y sabe la intención con que le llamas, 510
te paga en la debida confianza
con que viene sin guarda; que la tuya
es la mayor que Alfonso agora tiene.
REY Pagara mal Alfonso mis deseos,
aunque agradezco que sin guarda venga, 515
si de mi voluntad no se fiara.
DON SANCHO Las coronas del mundo a mucho obligan.
REY No hay corona mayor que las verdades.
Quien no lo trata, Sancho, no la tiene.
DON SANCHO A muchos el reinar obliga a mucho. 520
REY Para perder la fama todo es poco.
DON SANCHO Las historias nos dicen de mil césares
que fueron homicidas de su sangre.
REY Por eso los infaman las historias,
y a los que procedieron como buenos 525
no se cansa la fama de alabarlos.
D. SANCHO El rey es éste.
REY                         Bien venido sea
para que mi virtud conozca y vea.
 
Escena VII
 
ALFONSO EL CASTO, TRISTÁN, DON ARIAS, DICHOS.
 
D. ALFONSO Déme los pies, señor, tu señoría.
TRISTÁN (Aparte a ARIAS.)
Don Arias, señoría le ha llamado. 530
REY La tu merced, Alfonso, sea mil veces
bien venido a mis brazos y a su reino.
D. ARIAS (Aparte a TRISTÁN.)
De merced le llamó como a sobrino.
D. SANCHO Yo apostaré que llaman a los reyes
señoría, Tristán, de aquí adelante. 535
REY ¿Cómo venís, sobrino?
D. ALFONSO                                         A tu servicio.
Y tú, señor, ¿cómo te sientes?
REY                                                  Bueno,
gracias al que reparte tantos bienes
de aquella santa y generosa mano.
Ya que te ven mis ojos, decir puedo 540
que he visto el día de mi gran deseo;
y ansí de aquí a León atento escucha
las cosas que por mí quiero que hagas,
por si allá nos faltare tiempo, Alfonso;
que principios de reyes son confusos, 545
y ocuparán los días y las noches
hasta que pongas el gobierno en práctica,
que suele diferir de la teórica.
D. ALFONSO Yo soy tu hechura: aquí, señor, me tienes.
REY Óyeme un poco, Alfonso.
D. ALFONSO                                              Ya te escucho; 550
que poco del que sabe importa mucho.
REY Sobrino, el rey Mauregato,
tu bastardo hermano fiero,
con armas y tiranía
te pudo quitar el reino. 555
Al rey de Navarra huiste,
y los leoneses sufrieron
el yugo de Mauregato
hasta que su muerte vieron,
después de la cual a mí, 560
que, como sabes, profeso
órdenes sacras, Alfonso,
y que cantaba Evangelio,
me hicieron su rey por fuerza,
y con Emilena hicieron 565
que casase. Al fin, dos años
fui casado y rey: ya es hecho.
El Papa tiene poder
después de Dios en el suelo,
pero no para quitar 570
a la justicia el derecho.
Casarme pudo, sobrino,
el sucesor de San Pedro;
pero no me da licencia
para que te quite el reino. 575
Yo he dejado a mi mujer,
y a mis órdenes me vuelvo;
porque mañana me pongo
la sotana y el manteo.
Tú reina; que el reino es tuyo; 580
sola una cosa te ruego
entre algunas encomiendas
que como amigo te dejo:
que mires por mis dos hijos,
Ramiro y García, haciendo 585
cuenta que son tuyos propios,
pues que te los doy tan tiernos.
Cuando te envié a llamar, [354]
tenían, si bien me acuerdo,
Ramiro un año, y García 590
un día.
D. ALFONSO               Señor, no quiero
que te enternezcas ansí;
que es poner duda en mi pecho:
y si la pones, señor,
goza mil años el reino. 595
REY No pongo, por Dios, Alfonso;
porque sólo me enternezco
de nombrar que son mis hijos,
y de añadir tan pequeños.
De lo que yo he de comer, 600
pues ha de ser tan honesto,
no quiero darte cuidado,
pues bastará, por lo menos,
que satisfagas las misas
que por tus padres y abuelos 605
diré como capellán;
que este nombre al de rey trueco.
No le faltará a Emilena,
también para su sustento:
que para ti sabrá hacer 610
labor en el monasterio.
Lo que te encomiendo mucho
es aquestos caballeros,
especialmente a don Arias,
que sabes que es nuestro deudo. 615
En lo demás, has de hacerme
una merced.
D. ALFONSO                         Si de nuevo
me queda que te ofrecer,
hasta el corazón te ofrezco.
REY A lo que te digo agora 620
quiero que estés muy atento;
que lo mismo que en mis hijos
puedes obligarme en esto.
Yo y mi hermano, el que llamaron
el Católico guerrero, 625
íbamos de Ardain y Muza
la retaguarda siguiendo
una víspera de Pascua
de flores, y entre unos fresnos
oímos quejas, Alfonso; 630
pasaron todos con miedo,
y yo con piedad; que siempre
fue virtud de que me precio.
A las quejas me acerqué,
puesto que siempre eran menos. 635
Cruzaba un arroyo manso
un prado de flores lleno,
cuya margen unos juncos
ceñían de trecho en trecho.
En lo más espeso de unos 640
las quejas escucho y siento,
y como ya estaban roncas,
algún espanto me dieron.
Pensando que era culebra
o algún otro animal fiero. 645
lirios y juncos desvío
de la lanza con el cuento,
y veo desnudo un niño
que estaba arrojado en ellos,
que ansí como vio la lanza, 650
asió con la mano el hierro,
y con su fuerza tan débil
me la apartaba risueño,
como si dijera: «Mira
que me está aguardando el cielo.» 655
Apéome del caballo,
y como puedo le envuelvo
en lo que pude romper
de la camisa; tras esto,
en la casaca de tela, 660
que sobre las armas llevo,
a los leones bordados
el cordero niño entrego.
Ellos lo hicieron tan bien,
que sin llorar le pusieron 665
en una aldea, sobrino,
que no está de aquí muy lejos.
Allí le dejé a criar.
Su nombre y el de sus dueños
os diré, para que vaya 670
por él algún escudero.
Lo que os suplico, mi Alfonso,
es que le honréis, presumiendo
que nunca supe quién es
por la cruz que hoy ciño y beso. 675
Bien podéis, si os pareciere,
rey, armarle caballero;
que Dios, que me trajo allí,
le guarda para algún hecho.
Esto os encargo no más. 680
D. ALFONSO Señor, vos veréis que tengo
tan gran cuidado en serviros
que conozcáis satisfecho
que cumplo mi obligación.
Ramiro será heredero 685
de aquestos reinos, si vive;
que casarme no pretendo.
La reina lo será mía,
vos mi padre, y el mancebo
que me encargáis, tan mi hermano, 690
que hasta la sangre le ofrezco.
Vaya don Sancho por él.
REY Ve, Sancho, tráele corriendo.
D. SANCHO Al punto parto, señor.
REY Pues, Sancho, entre estos soberbios 695
montes está Flor, aldea
de las mejores que tengo.
Nuño es allí labrador,
su amo se llama Mendo.
Llámale Nuño de Prado, [355] 700
pues en el prado que cuento
le hallé, cuando me tomó
la lanza, y miró riendo.
D. SANCHO Yo le iré luego a buscar.
D. ALFONSO Sancho, llevad gente luego, 705
porque a don Nuño de Prado
le deis acompañamiento;
que yo le quiero estimar
por hombre que ampara el cielo,
y que me encarga mi tío. 710
D. ARIAS Ya de León van saliendo
a recibirte, señor.
REY    Da, Alfonso, contento al pueblo;
que al rey que no ve no ama,
y al que ve quiere en extremo. 715
 
(Vanse.)
 
Escena VIII
 
Un olivar.
 
NUÑO, con dos espadas, solo.
 
NUÑO Aún no ha venido el villano
que me prometió venir
a ser honrado en morir
de mi hidalga y noble mano.
Dos espadas he traído: 720
la una le quiero dar;
no digan en el lugar
que fue con ventaja herido;
que donde no es conocida
la espada, sino el bastón, 725
presumirán que es traición
en el corte de la herida.
¡A mí traidor! ¡Vos a mí!
¡Vos liga de Nise! ¡Vos?...
Deshágome, ¡vive Dios!, 730
en ver que no viene aquí.
Mas ya parece, o me engaño,
que baja destos enebros,
por donde dice requiebros
este arroyo o aquel castaño. 735
¿Si viene solo? No hará.
Mas venga con quien viniere.
 
Escena IX
 
SILVERIO, con un bastón; NUÑO.
 
SILVERIO (Dentro.)   Yo sé que cuando me espere,
su muerte esperando está.
No venga nadie conmigo; 740
no me tenga Nuño en poco;
que no hay enemigo loco,
que tenga cuerdo enemigo.   (Sale.)
NUÑO (Aparte.)   Ya viene aquí el ignorante,
cargado de su bastón. 745
SILVERIO (Aparte. ¡Con qué extraña confusión
me espera Nuño arrogante!)
¿Para qué, di, labrador,
con armas de cortesano
me esperas?
NUÑO                       No soy villano 750
más que en el trato y labor;
en lo demás, soy tan bueno
como el que mejor hidalgo.
SILVERIO Yo como villano salgo,
y por traidor te condeno. 755
Deja, labrador, la espada
de acero y agudo corte
para los hombres de Corte,
con la guarnición dorada.
Reñir con espada y capa 760
se dice en común refrán,
no con espada y gabán.
NUÑO ¡Con lindo achaque se escapa!
Toma esa espada, villano.
No por ti, sino por mí, 765
te quiero matar ansí
como hidalgo cortesano.
SILVERIO Que no soltaré el bastón,
te aseguro, por la espada.
Andemos a la puñada, 770
si te basta el corazón.
Poco de tus fuerzas fías.
NUÑO Sí fío; pero repara
que no ha de tocar mi cara
hombre nacido en mis días. 775
Alza la espada del suelo,
o mataréte.
SILVERIO                    ¿A ver? Llega.
 
Escena X
 
NISE, BATO y LUCINDO, que se ponen en medio de NUÑO y SILVERIO.
 
NISE ¿Qué desatino te ciega!
NUÑO Vino en tu favor el cielo.
BATO Teneos enhoramala. 780
LUCINDO ¡Espada, Nuño! ¿Eso más!
NISE ¿Estos disgustos me das!
NUÑO    Nadie en quererte me iguala.
 
Escena XI
 
DON SANCHO, MENDO, DICHOS.
 
MENDO Aquí pienso le hallaréis.
NUÑO Mi amo, Nise.   (Aparte a ella.) [356]
NISE                        ¡Qué de gente 785
baja con él a la fuente!
D. SANCHO Todos en buena hora estéis.
¿Quién es Nuño de vosotros?
NUÑO Yo, señor.
D. SANCHO                    El rey os llama.
NUÑO ¡El rey a mí!
D. SANCHO                        Sí, que os ama 790
y que os iguala a nosotros.
Los brazos, Nuño, me dad...
-Mas llamaros me ha mandado
el rey don Nuño del Prado.
Venid luego a la ciudad; 795
que os aguarda y quiere ver.
NUÑO ¿A mí, señor? ¿Qué decís?
D. SANCHO Don Nuño, aquesto que oís.
NUÑO ¡Don Nuño!
MENDO                       Bien puede ser;
que si el principio supieses 800
de tu vida, es milagroso,
y ansí parece forzoso
que el fin, don Nuño, tuvieses.
NUÑO ¡Vos don Nuño me llamáis!
MENDO Yo te llamo como el rey. 805
D. SANCHO Mirad que es hidalga ley
que al rey, don Nuño, sirváis.
No me detengáis aquí.
NUÑO Mi ropa habré menester.
D. SANCHO Antes no, pues ha de ser 810
diferente.
NUÑO                     ¿Cómo ansí?
D. SANCHO Venid, y sabréis de espacio
vuestra dicha.
NUÑO                        Nise mía,   (Aparte a ella.)
no estaré sin verte un día,
si me da el rey su palacio. 815
¿Qué mandas para León?
¿Qué quieres de allá?
NISE                                     No sé.
NUÑO No te entristezcas; mi fe
te ha dado satisfación
de que serás mi mujer. 820
NISE Dios te me vuelva.
NUÑO                                 Sí hará.
D. SANCHO Adiós, Mendo. Vamos ya.
NUÑO (Aparte a SILVERIO.)
Silverio, lo que has de hacer
es venir aquí mañana
con término más de bien. 825
SILVERIO Con honda o con palo ven,
reñiré de buena gana;
con espada, no me entiendo.
 
(Vanse DON SANCHO, NUÑO y MENDO.)
 
Escena XII
 
NISE, SILVERIO, LUCINDO, BATO.
 
BATO ¡Válasme, Dios! ¿Qué será
llamarle el rey?
SILVERIO (Aparte.)           Triste está 830
Nise, y yo en celos ardiendo.
LUCINDO El rey debió de saber
que este Nuño es caballero.
NISE (Aparte.)   Si él es caballero, hoy muero.
SILVERIO Por Dios, que debe de ser 835
hijo de algún hidalgote;
que en su término se ve.
LUCINDO Algo puede ser que esté
debajo de aquel capote.
BATO Yo he dado en lo que será. 840
Éste es grande cazador,
y este Nuño el que mejor
del monte informado está.
Querrále el rey para guía.
SILVERIO Bato ha dicho la verdad. 845
NISE (Aparte. Si hoy se queda en la ciudad,
¡ay de la ventura mía!)
Bato, ¿conmigo no irás?
BATO Y ¡cómo que iré contigo!
SILVERIO Oye, Nise.
NISE                    Di, enemigo. 850
SILVERIO Que me mires, y no más.
 
(Vanse.)
 
Escena XIII
 
Sala en el alcázar de León.
 
DOÑA JIMENA, DOÑA BLANCA.
 
D.ª JIMENA Esto dicen que trataban,
y fue don Sancho por él.
D.ª BLANCA Y ¿cuándo vendrá con él?
D.ª JIMENA Esta tarde le esperaban. 855
D.ª BLANCA Muy sospechosos están
de que de Bermudo es hijo.
D.ª JIMENA Lo contrario a todos dijo.
D.ª BLANCA Vendrá don Nuño, galán.
D.ª JIMENA No dejará de venir 860
a ver al rey como es justo.
D.ª BLANCA ¿Es gentil hombre o robusto?
D.ª JIMENA Gentil hombre oí decir,
aunque lo más ha pasado
de su vida en un aldea; 865
pero, cualquiera que sea,
va las damas te han casado.
D.ª BLANCA A ti, Jimena, que en fin
eres hermana del rey,
¿no sería justa ley? [357] 870
D.ª JIMENA No, cuando fuera el Delfín
de Francia o el sucesor
del Imperio; que ya sabes,
como quien tiene las llaves
del alma en que está mi amor, 875
el que a don Sancho le debo.
D.ª BLANCA Es el conde de Saldaña
la mejor sangre de España,
y este caballero nuevo
aún no sabemos quién es. 880
D.ª JIMENA Yo te juro, Blanca amiga,
que presto el tiempo lo diga:
y porque avisada estés,
sospecho que les oí
que te casabas con él. 885
D.ª BLANCA Ni sé lo que saben dél,
ni lo que piensan de mí,
el rey es éste.
D.ª JIMENA                      Aguardemos,
porque a don Nuño veamos.
 
Escena XIV
 

EL REY DON ALFONSO, DON ARIAS, TRISTÁN, DOÑA JIMENA, DOÑA BLANCA; después, DON SANCHO y NUÑO.

 
D. ALFONSO Los amigos preguntamos 890
cosas con que no ofendemos.
No me dijo más Bermudo.
D. ARIAS Por hijo suyo se tiene.
TRISTÁN Pienso que don Nuño viene.
D. ARIAS Él te dijo cuanto pudo. 895
 
(Salen NUÑO y DON SANCHO.)
D. SANCHO (A NUÑO.)   Llega, bésale las manos.
D. ALFONSO ¿Quién es?
D. SANCHO                    Don Nuño, señor.
NUÑO Nuño soy, un labrador
de los campos asturianos.
Allí, señor, he vivido 900
desde que sentido tengo;
que agora que a verte vengo,
no sé si traigo sentido.
Mendo, un pobre labrador,
en su labranza y cortijo, 905
con sospechas de su hijo,
me ha sustentado, señor.
Esto sólo sé de mí;
mas no entiendo la razón
de venir a tu León, 910
ya que entre ovejas nací.
D. ALFONSO Nuño, mi tío Bermudo,
rey como yo, me contó
que en unos prados te halló
niño, en sus yerbas desnudo. 915
Como el reino me ha dejado,
entre otras cosas, me deja
tu persona; que él se aleja
del mundo a mejor estado.
No me ha dicho más de ti 920
de que criarte mandó;
mas por lo que pienso yo,
igualarte quiero a mí.
Deja ese traje villano,
y toma el de caballero: 925
ceñirte la espada quiero,
Nuño, de mi propia mano.
Mucho he holgado de verte.
Besa a mi hermana la mano.
NUÑO Lo que en ser tu hechura gano, 930
mi imaginación me advierte.
D. ALFONSO Para armarte caballero
conforme al fuero de España,
has de hacer alguna hazaña,
Nuño de Prado, primero. 935
Muza dicen que ha venido
con más gente, y yo querría
resistir tanta osadía
como cuentan que ha tenido,
porque no entiendan que vive 940
quien les daba los tesoros
y las hijas a los moros
por quien arrogante escribe.
Irás conmigo; que quiero,
en prueba de tu valor, 945
darte con debido honor
las armas de caballero.
Hermana Jimena, haced
mucha merced a este hidalgo.
Y vos, Blanca, honralde en algo. 950
 
(Habla el REY bajo con DON SANCHO.)
NUÑO (A D.ª JIMENA.)
Déme los pies tu merced.
D.ª JIMENA Alzaos, don Nuño; que yo
os estimo, como es justo.
D.ª BLANCA (Aparte a DOÑA JIMENA.)
¡Qué villano tan robusto!
Asco de velle me dio. 955
D.ª JIMENA ¿No te agrada en borrador?
D.ª BLANCA Ni aun en limpio; que este prado
es mejor para el ganado
que para gustos de amor.
D.ª JIMENA Mírale bien; que sospecho 960
que ha de ser tuyo.
D.ª BLANCA                              Ese día
se cuente la muerte mía,
y un áspid me abrase el pecho.
NUÑO (Aparte.)   Esta dama me murmura,
y se burla de mi traje. 965
D.ª BLANCA ¡Yo casar con un salvaje!
Mejor me dé Dios ventura. [358]
D.ª JIMENA Calla, Blanca; que lo entiende.
NUÑO (Aparte.)   Todo lo que dijo oí,
el rey se va.
D. ALFONSO (A DON SANCHO.)
                             Haceldo así. 970
D.ª BLANCA Sólo en mirarme me ofende.
D.ª JIMENA Sancho, hablar quiero contigo.
(Aparte a él.)
D. SANCHO Esta noche habrá lugar.
 
(Vanse todos, menos NUÑO.)
 
Escena XV
 
NUÑO, solo.
 
NUÑO El rey debe de tratar
casar a Blanca conmigo; 975
que sin duda hay algo en mí,
que yo no entiendo, encubierto,
y que se ha burlado, es cierto,
la dama de verme así.
Pues de una cosa, se avise: 980
que cuando fuera más rara
que el fénix, no la trocara
por una cinta de Nise.

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