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Los proyectos narrativos de Salvador Rueda: las novelas que nunca escribió

María Isabel Jiménez Morales


Universidad de Málaga



Salvador Rueda fue un escritor fecundo, ejerciendo gran parte de su oficio en el interesante período de entresiglos. Como tantos otros literatos del XIX, precisa una revisión bibliográfica urgente (Montesa Peydro, 2008) y una reedición de sus textos, pues son escasísimas las versiones modernas de sus obras. La producción de Salvador Rueda, que abarcó todos los géneros literarios, solo cuenta hoy día con muy pocas reediciones: la parcial de su libro de viajes Granada y Sevilla (1989), El ritmo (Palenque, 1993), El gusano de luz (Jiménez Morales, 1997) y La bacanal (Llopesa, 1997). Son, sin embargo, algo más numerosas las antologías de su obra poética, entre las que destacan la de C. Cuevas García (1986) y la reciente de A. A. Gómez Yebra (2007).

Entre su producción narrativa, el malagueño publicó ocho novelas de diversa extensión, desde 1889 hasta 1922, pudiendo dividirse en dos grandes etapas que, no obstante, comparten numerosas peculiaridades. El primer período novelesco del autor malagueño abarca sus obras escritas hasta 1892 y está integrado por sus novelas regionalistas. El regionalismo, corriente muy cultivada en el último tercio del XIX, reflejaba una ideología conservadora, numerosos usos, ambientes y costumbres rurales y resultaba prolongador de modelos narrativos decimonónicos (González Herrán, 1998: 454). De este período son sus tres «novelas andaluzas»: El gusano de luz (1889), La reja (1890) y La gitana (1892). Menos la última, todas fueron reeditadas en tres ocasiones diferentes; llenando, de este modo, el vacío narrativo del autor en el período de entresiglos. Tras el escaso éxito de La gitana, Salvador Rueda permaneció catorce años alejado del género, hasta que en 1906 publicó La cópula, y, tras ella, El salvaje (1909), Donde Cristo dio las tres voces (1919), La Virgen María (1920) y El secreto de una náyade (1922)1. Todas estas obras conformarían un extenso segundo momento narrativo donde seguía predominando el sensualismo y las notas costumbristas, siendo publicados algunos de estos títulos en las colecciones de novela corta que tanto proliferaron en el primer tercio del siglo XX.

Al margen de estas narraciones que Salvador Rueda dio a la imprenta, el autor de Benaque fue fraguando a lo largo de su extensa vida literaria diversos proyectos narrativos, lo que nos adentra en el tema de este artículo. Al no conservarse manuscritos, esquemas o resúmenes de estas obras, nunca podremos tener la completa certeza de si, realmente, Rueda llegó a tomarse en serio esos planes -redactando buena parte de estas obras- o, si, simplemente, solo fueron eso: proyectos a la espera de su materialización, ideas que fue dándoles publicidad, sin estar realmente maduras. El escritor malagueño hizo mención a sus proyectos literarios siempre que tuvo oportunidad y se sirvió de medios diferentes, pues era una forma más de darse a conocer y de seguir estando presente en los cenáculos literarios del momento2. El primer cauce empleado por Salvador Rueda fue la correspondencia privada, donde hacía partícipes a sus destinatarios de sus planes y confidencias. Y, con un carácter más público, se sirvió de anuncios breves insertos en los periódicos y revistas de moda y de las cubiertas y contraportadas de los libros que iba publicando. Este último hábito, adquirido desde sus inicios literarios, se consolidó cuando su hermano José, el tipógrafo de la familia, comenzó a publicar en 1892 sus obras en la «Biblioteca Rueda».

Salvador Rueda editó ocho novelas; pero, al menos, pensó escribir otras siete. Estos proyectos, al igual que sus narraciones publicadas, pueden repartirse en dos grandes momentos. El primero coincide con su etapa regionalista y, en lo que respecta a sus planes, es el período más fecundo de los dos. Abarcó los años 1889 a 1893, época en que Salvador Rueda anunció, reiteradamente, la futura redacción de «Novelas madrileñas» y de «Novelas madrileñas de costumbres». Estos cinco años fueron de intensa producción para el autor, pues alcanzó el reconocimiento literario en Madrid; cuando publicó sus novelas más extensas, comenzó su carrera en el teatro, con el poema escénico El secreto, y editó poemarios de la relevancia de Estrellas errantes, Himno a la carne, Cantos de la vendimia o La bacanal.

La primera referencia a esas novelas que nunca escribió es de 1889, año en que el malagueño inicia su andadura narrativa. En la contracubierta de El gusano de luz, Salvador Rueda anunciaba la «preparación» de El hombre honrado. Novela madrileña, no volviendo a encontrar en ninguna otra fuente noticias relativas a esta obra. La segunda alusión a otra narración en proyecto la hallamos justo al año siguiente. El país de los toros apareció citada, primero en Himno a la carne, obra de 1890 -en esta ocasión, el subtítulo solo indicaba su condición de «Novela»-; y, en segundo lugar, en el poema escénico El secreto, de 1891, donde se explicitaba su condición de «Novela madrileña». En 1892, en la contracubierta de La gitana, Salvador Rueda indicaba que estaba preparando Las batallas modernas. Nuevamente otra «Novela madrileña». Y en 1893, en un breve anuncio de La Unión Mercantil, del jueves 1 de junio, encontramos la primera referencia a La decadente, el último proyecto narrativo de esta etapa: «Nuestro querido amigo y paisano el eximio escritor malagueño D. Salvador Rueda, prepara una nueva novela con el título de La decadente». El carácter público dado a esta información quizá animó a Rueda a confirmarla en una carta dirigida a Manuel Altolaguirre el 6 de septiembre del mismo año (Quiles Faz, 2004: 115). En ella, hacía balance de su fecunda tarea:

Conque adiós, querido Manuel. Acaso pronto te envíe unos cuantos libros míos nuevos; en este invierno me propongo yo publicar (están ya acabados) La bacanal (desfile antiguo) Camafeos, Acuarelas; La decadente, (novela madrileña); un tomo de cuentos que aún no tiene título; un grueso volumen de poesías titulado De varias cuerdas donde van varias sátiras, costumbres, religión y naturaleza; y además daré a luz El ritmo, (tomo de crítica contemporánea, que asimismo está terminado).


De las obras mencionadas en la carta, solo dio a la estampa en meses sucesivos La bacanal y El ritmo. Las demás nunca se publicaron o se aplazaron, cambiándoles su autor el título, algo que, por otra parte, era práctica habitual en el malagueño. La decadente volvería a ser anunciada a los pocos meses en la propia cubierta de La bacanal, donde apareció citada como «Novela de costumbres madrileñas».

De todas estas referencias a los proyectos narrativos de Salvador Rueda, La decadente fue la más citada y parecía la única obra terminada o a punto de concluir, pues en La bacanal se comunicaba a los lectores que se encontraba «en vías de publicación» y, en la carta a Altolaguirre, su autor la daba por acabada, pretendiendo publicarla a lo largo del invierno de 1893. Sin embargo, nunca llegó a ver la luz. Tal vez influyeran en el ánimo del titubeante novelista las críticas adversas de Pereda a El gusano de luz en 1888 (Jiménez Morales, 1997: 22-37) y el fracaso que supuso el año anterior La gitana (Jiménez Morales, 2008: 179-183). Las restantes novelas proyectadas en esta primera etapa simplemente fueron mencionadas como obras «en preparación», expresión de amplio y ambiguo significado, que permitía a un autor demorarse o avanzar en la redacción de su obra, según le conviniera.

De estos proyectos, que, lamentablemente, quedaron reducidos a meros títulos, pueden extraerse rasgos en común de cierto interés, que ayudan a conocer mejor la obra de Salvador Rueda. En primer lugar, debemos señalar el carácter costumbrista de algunas de ellas. La decadente, por ejemplo, explicita en el subtítulo su condición de «novela de costumbres» y, aunque no se manifiesta expresamente en El país de los toros, dicho enfoque parece implícito. Otras obras manifiestan un evidente contenido moral, tales son los casos de su proyecto más temprano: El hombre honrado y de La decadente. Estas obras, de haberse redactado, tal vez estarían próximas a las novelas de tesis que tanto gustaban al público burgués de entonces, siendo ambos títulos exponentes de temas similares, pero desde planteamientos opuestos: la honradez del protagonista en la primera novela frente a la decadencia de ciertos valores en la heroína de la segunda.

La última analogía común a todos estos proyectos -y la más importante- se relaciona con su orientación urbana, insólita hasta el momento en el escritor de Benaque. Su supuesta trama se desarrollaría, según los subtítulos, en la gran ciudad que era Madrid, abandonando el escenario rural que cultivó en todas las novelas publicadas de su primera etapa. Es obvio que Rueda planeaba cambiar la orientación de su producción narrativa para evitar el encasillamiento como escritor colorista; o, al menos, parecía buscar dos tendencias diferentes y simultáneas: la regionalista y la de costumbres urbanas. En la elección de ese nuevo escenario ciudadano, contribuiría el interesante componente de actualidad de las novelas de costumbres contemporáneas, que tenían en Galdós, desde que publicó La desheredada, a su mejor representante. Por tanto, en la primera etapa narrativa de Rueda, comprobamos cómo el escritor solo publicó novelas andaluzas, regionalistas; pero planeó redactar novelas de costumbres urbanas, con un unánime escenario madrileño.

A través de estos planes, que no llegaron a fraguar, se evidencia que pesó más en él su aprendizaje en el costumbrismo andaluz y en el colorismo, cuyo bagaje quedaba perfectamente demostrado con obras como El cielo alegre y El patio andaluz, de 1886 y 1887, respectivamente. Sin olvidar tampoco que José María de Pereda, su mejor interlocutor crítico en lo concerniente a su prosa, le fue llevando por la senda del regionalismo, como puede comprobarse por los juicios favorables emitidos en varias cartas acerca de las dos colecciones costumbristas mencionadas, de Granada y Sevilla -libro de viajes «de colores brillantes»- y de su segunda novela: La reja. En todas estas epístolas (Sánchez Reyes, 1957: 190-197), el santanderino destacó la calidad del pintor que había en Salvador Rueda, su corrección del dibujo, la brillantez del colorido y el poder de observación, indicando que era una frecuente «desgracia» encontrar malos e insípidos escritores de costumbres en el país.

Tras la última referencia a La decadente en La bacanal, de 1893, transcurrieron trece años sin que Rueda volviera a hacer mención a otro proyecto narrativo. Esta ausencia de planes corrió en paralelo a la inexistencia de novelas publicadas por el malagueño, pues desde 1892, tras La gitana, Rueda no daría a la estampa ninguna novela hasta 1906, fecha de aparición de La cópula. Curiosamente, el escritor volvió a retomar sus proyectos narrativos ese mismo año, concluyéndolos definitivamente en 1908. Estos nuevos planes coincidirían tan solo con los primeros años de su segunda etapa narrativa, desarrollada de 1906 a 1922.

En la contracubierta de su poemario Fuente de salud, publicado en 1906, Salvador Rueda anunciaba «en preparación» una obra de título muy sugerente, que parecía entroncar con la novela erótica de las primeras décadas del siglo XX: Opio. (Novela voluptuosa). Al año siguiente, en una carta de Salvador Rueda a Emilio Suardi (Quiles Faz, 1996: 100), donde abordaban la posible traducción al italiano de La reja, hallamos la segunda referencia a otra novela en proyecto. En dicha epístola, el malagueño resumía los títulos de sus obras publicadas hasta entonces y mencionaba dos inéditos: un tomo de poesías -La lira policorde- y una novela: El ruiseñor. Ésta volvería a ser anunciada ese mismo año -1907- en la contracubierta de Trompetas de órgano, aunque, en esta segunda fuente, ampliaba la información al incluir un subtítulo: «Novela de toreros y cantadores».

En 1908, localizamos varias menciones de Rueda a su último proyecto narrativo. Se trata de la novela La corrida de toros. Sin indicación genérica alguna, fue citada, en primer lugar, en una carta sin fecha que Salvador Rueda remitió a Felipe Trigo. Casi al final de la epístola, Rueda le preguntaba al escritor pacense: «¿Cuándo nos vemos?», para explicarle a continuación:

Yo he preparado esta serie de cosas:

Vaso de rocío. Idilio en tres actos, en llano romance (Para leerlo).

Lenguas de fuego (Tomo de poesías).

El arpa universal (Tomo de poesías).

La procesión de la naturaleza (Poesía) y

La corrida de toros (Novela). (Está sin acabar).

Adiós, adiós, adiós.

Suyo devotísimo.


(Quiles Faz, 1996: 107.)                


La segunda mención a La corrida de toros aparece en la cubierta de Vaso de rocío. Idilio griego, poemario de 1908, y la última alusión a esta novela se localiza en un folleto publicado sobre el autor ese mismo año (Martínez Olmedilla, 1908). El biógrafo de Rueda volvía a mencionar La corrida de toros «en preparación», al tiempo que variaba el subtítulo: «Novela poemática», aludiendo a un género muy en boga entonces y que sería elegido por Rueda para una novela publicada al año siguiente: El salvaje (1909). El título de este último proyecto recuerda al que se anunció en 1891 en El secreto: El país de los toros. Al no haberlo concluido en la década final del siglo XIX, pudo retomarlo diecisiete años después con la intención de finalizar la obra.

En la segunda etapa narrativa de Salvador Rueda, los proyectos son menos numerosos que en la primera. Se mantiene el componente costumbrista, tal y como se aprecia en el subtítulo de El ruiseñor y en La corrida de toros. Y, lo más destacable, se percibe una mayor diversidad de los géneros narrativos: desde la mera alusión a la condición de «Novela» de algunos títulos, hasta el erotismo implícito en una «Novela voluptuosa», pasando por un género inexistente: «Novela de toreros y cantadores». Son subtítulos con los que su autor no buscaba definir el género de la obra que estaba escribiendo, sino aludir a su argumento y, de paso, llamar la atención de los lectores, por las sugerencias implícitas de algunos de ellos. En estos últimos ejemplos de Rueda, encontramos una muestra más de la variedad genérica de la novela en las primeras décadas del siglo XX. Son éstos años de cambio en literatura, de creación de géneros híbridos, que se verán reflejados también en sus proyectos narrativos. Rueda se apunta a las nuevas modas -como lo hiciera con las novelas de costumbres urbanas décadas antes- y, de ese modo, idea «novelas poemáticas», donde debería predominar la interiorización por encima de la descripción realista, o novelas que hacían recordar el erotismo fin de siglo.

Estas reflexiones sobre los proyectos novelescos de Salvador Rueda dejan entrever el elevado número de nuevos planes narrativos, forjando de él una imagen de novelista inquieto, que quería probar fortuna en subgéneros muy diferentes. Pero se me antojan también como una muestra más de los generalizados titubeos que el malagueño solía presentar en toda su producción literaria. Tenemos constancia de cómo, a lo largo de su extensa labor, Rueda cambiaba en el último momento el título de una obra que había estado publicitando con otro totalmente diferente durante meses. Éste es el caso de su tercera novela. En las once entregas previas que aparecieron en La Correspondencia de España, de junio a octubre de 1891, presentó la obra con el título de Idilio en la sierra, al igual que en la cubierta de El secreto y, al publicarla a principios de 1892, el título fue cambiado por el de La gitana, con el que reafirmaba el carácter regionalista de esa «novela andaluza».

Otro ejemplo de menor relevancia, pero digno de comentario, lo encontramos en el hecho de cambiar los subtítulos. En 1887, en la contracubierta de El cielo alegre, anunciaba El gusano de luz como «Novela de costumbres», cuando la publicó a los pocos años como «Novela andaluza». Pero existe un caso mucho más sorprendente en El salvaje. Rueda cambió el subtítulo de esta novela en cada reedición. En la príncipe, apareció con la aclaración de «Poema campestre»; veinticuatro años después la reeditó como «Novela poética» y, en su tercera edición, se publicó sin subtítulo.

Sus naturales indecisiones le inducían a efectuar cambios de última hora, eliminando, por ejemplo, capítulos de una novela con los que, probablemente, no habría quedado satisfecho, pero lo hacía con precipitación, como lo comprobamos también en La gitana. Apenas unas semanas antes de su publicación, el autor malagueño (Rueda, 1891) publicó en La Ilustración Ibérica de Barcelona un capítulo inédito de lo que después sería su novela La gitana. Por su contenido, debería haberlo ubicado tras «La cueva de Jeremías. Capítulo XIX», pero, sorpresivamente, no fue incluido, dos meses después, en la edición de la novela. Una muestra más de su natural indecisión se contempla en La cópula, novela que publicó en 1906, en la imprenta de su hermano José, pero que no puso a la venta hasta 1908, en espera de encontrar opiniones favorables que la respaldasen con firmeza, tal y como puede leerse en su «Epístola íntima», dirigida en septiembre de 1907 a Gregorio Martínez Sierra, director de la revista Renacimiento:

Ésta, desde hace dos años, está impresa [se refiere a La cópula] y no me he atrevido darla a la luz hasta que juicios altísimos de amigos leales y francos la han conocido y la han declarado, no solamente no pecaminosa, sino hasta casi, casi, un libro sagrado».


(Quiles Faz, 2004: 158.)                


Estos variopintos ejemplos dan prueba de los titubeos en la producción novelesca de Rueda. Si todo lo expuesto sucedía con las novelas publicadas, qué no ocurriría con sus proyectos narrativos. No resulta, por tanto, sorprendente que ideara tal variedad de novelas y que luego no se materializaran en ninguna edición, porque de idéntica manera procedía en otros géneros literarios.






ArribaReferencias bibliográficas

  • Cuevas García C. (ed., 1986), S. Rueda, Canciones y poemas. Antología concordada de su obra poética, Madrid, Fundación Ramón Areces.
  • Gómez Yebra, A. A. (ed., 2007), S. Rueda, Selección poética, Málaga, Universidad de Málaga.
  • González Herrán, J. M. (1998), «La novela regional en la literatura española del último tercio del siglo XIX», en Romero Tobar, L. (coord.), Historia de la literatura española. Siglo XIX (II), Madrid, Espasa-Calpe, pp. 452-456.
  • Jiménez Morales, M. I. (ed., 1997), «Prólogo» a S. Rueda, El gusano de luz. Novela andaluza, Málaga, Arguval, pp. 13-61.
  • —— (2008), «Las novelas andaluzas de Salvador Rueda (1889-1892)», en Montesa Peydro, S. (ed.), Salvador Rueda y su época. Autores, géneros y tendencias. Actas del XVIII Congreso de Literatura Española Contemporánea, Málaga, AEDILE, pp. 149-183.
  • Llopesa, R. (ed., 1997), S. Rueda, La bacanal, Valencia, Instituto de Estudios Modernistas.
  • Martínez Olmedilla, A. (1908), Salvador Rueda. Su significación, su vida, sus obras, Madrid, Gregorio Pueyo.
  • Montesa Peydro, S. (ed., 2008), Salvador Rueda y su época. Autores, géneros y tendencias. Actas del XVIII Congreso de literatura Española Contemporánea, Málaga, AEDILE.
  • Palau y Dulcet, A. (1966), Manual del librero hispanoamericano, Barcelona, Librería Palau, vol. XVIII.
  • Palenque, M. (ed., 1993), S. Rueda, El ritmo, Exeter, University of Exeter Press.
  • Quiles Faz, A. (1996), Epistolario de Salvador Rueda. 1. Ciento treinta y una cartas autógrafas del poeta (1880-1932), Málaga, Arguval.
  • —— (2004), Salvador Rueda en sus cartas (1886-1933), Málaga, AEDILE.
  • Rueda, S. (1889), El gusano de luz. Novela andaluza, Madrid, Imprenta de El Crédito Público.
  • —— (1890), La reja. Novela andaluza, Madrid, Tipográfica de Manuel G. Hernández.
  • —— (1891), «Idilio en la sierra. Novela andaluza. Capítulo XX (inédito). Un pastor sin poesía», La Ilustración Ibérica, Barcelona, 462 (7 noviembre 1891), p. 710.
  • —— (1892), La gitana. (Idilio en la sierra). Novela andaluza, Madrid, Imprenta de Luis Aguado.
  • —— (1906), La cópula. Novela de amor, Madrid, Imprenta de J. Rueda.
  • —— (1909), El salvaje. Poema campestre, Madrid, Los Contemporáneos.
  • —— (1919), Donde Cristo dio las tres voces, Madrid, Prensa Popular.
  • —— (1920), La Virgen María. Boceto de una obra teatral, Madrid, La Novela Corta.
  • —— (1922), El secreto de una náyade, Buenos Aires.
  • —— (1989), Granada, Córdoba, Virgilio Márquez.
  • Sánchez Reyes, E. (1957), «Mementos de actualidad», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, XXXIII, 1-2 (1957), pp. 188-207.


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