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Ibíd., p. 1046.

 

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Vid., por ejemplo la carta que Valera escribió a Juan Moreno Gueto -Madrid, 14 de diciembre de 1897- comunicándole la publicación del cuento El cautivo de Doña Mencía en la Ilustración Española y Americana y la redacción del relato Garuda: «Ahora estoy escribiendo otra novelita, que me parece mejor y de la que estoy bastante contento. Pasa la acción en Viena y en los Estados Unidos aunque al fin no he podido resistir al amor de la patria y mi ciudad natal, Cabra, figura también en la novela. En fin ¿qué le hemos de hacer? Yo estoy muy enclenque y casi ciego y me paso el día entero encerrado en casa. En algo me he de entretener para distraer mis melancolías y olvidarme de las tristezas y amarguras de la vida real, con ficciones más agradables y regocijadas. Yo espero que en nuevo cuento mío que está en el telar y que se titula Garuda o la cigüeña blanca ha de agradar e interesar a usted», en Cyrus C. DeCoster, Correspondencia de Don Juan Valera (1859-1902). Cartas inéditas, publicadas con una introducción de..., Madrid, Castalia, 1956, p. 257.

 

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Serían, por ejemplo, sus ensayos «De la naturaleza y carácter de la novela», en Crónica de ambos mundos, I, pp. 8-11, 42-22 y 58-60; Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas, publicado en la Revista de España, n. CXI-CXV y reeditado con un prólogo inserto en Dafnis y Cloe o el estudio que figura al frente de la colección Cuentos y chascarrillos andaluces, tomados de la boca del vulgo, coleccionados y precedidos de una introducción erudita y algo filosófica por Fulano, Zutano, Mengano y Perengano, Madrid, Fe, 1896.

Para una visión bibliográfica y de crítica literaria de Valera Cfr. M. Bermejo Marcos, Don Juan Valera. Crítico literario, Madrid, Gredos, 1968, y Cyrus C. DeCoster, Bibliografía crítica de J. Valera, Madrid, Cuadernos Bibliográficos, CSIC, 1970, capítulo Ensayos, pp. 75-106.

 

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Con anterioridad a la publicación de Parsondes suele figurar el cuento La sacerdotisa de Irminsul, cuento firmado con las siglas J. V. y publicado en La Alhambra, III, 6 de diciembre, pp. 430-431. Dicho cuento figura en las sucesivas ediciones de la editorial Aguilar, apartado Miscelánea, vol. III, pp. 1261-1263. Nicolás Marín cree, con acierto, que las siglas J. V. corresponden a la escritora Joaquina Vera (Venera). El estilo del cuento denota claramente que no es obra de Valera. Vid., Nicolás Marín, La Alhambra. Época romántica (1839-1843). Índices, Granada, 1926, p. 46.

 

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Juan Valera, Persondes, El Estado, 15 de febrero de 1859. Más tarde apareció en El Contemporáneo, 19 de mayo de 1861, con el título Cuento sonado.

 

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La presencia de dicho motivo se puede ver tanto en composiciones poéticas, como en relatos breves o novelas. Recordemos la poesía La mano de la sultana, o los cuentos y leyendas tales como La aventura de Cide Yahye, Usinar y Santa Firdusi, Gopa, Lo mejor del tesoro, Elisa la malagueña, El pájaro verde, El Bermejino prehistórico, Lulú, Zarina, El espejo, El pescador Urashima, Garuda o la cigüeña blanca, Morsamor, etc. El pasado vago y legendario atraían enormemente a Valera, tal como confiesa el joven conde de Alhedin el Alto en Pasarse de listo, alter ego del autor, cuando afirma que encontraba mil veces más poéticas las historias antiguas que las modernas.

 

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F. Blanco García, en La literatura española en el siglo XIX, Madrid, 1910, vol. II, pp. 485-486, afirmará que «a la reputación que goza Valera como novelista han contribuido algo sus maliciosos y originalísimos cuentos, en que emula la intención de Swift y la gracia de Voltaire, procurando encerrar bajo las elegancias de la forma algún aforismo de lo que compone el evangelio de sus opiniones». Influencias señaladas por E. Gómez de Barquero en su obra El renacimiento de la novela en el siglo XIX, Madrid, 1924, p. 74.

El mismo Valera fue tal vez el culpable de esta posible influencia pues en numerosas ocasiones había invocado el nombre de Voltaire para censurar las nuevas corrientes naturalistas. Más de una vez Valera confesará a don M. Menéndez y Pelayo que la afinidad con el autor francés es sólo temperamental, negando cualquier posible influencia o magisterio.

 

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Para la influencia e interés de J. Valera por el oriente, cf. Sherman Eoff, Juan Valera's interest in the Orient», Hispanic Review, vol. VI, July, 1938, n. 3, pp. 193-205. La clasificación de los cuentos realizada por dicho crítico se basa, precisamente, por la presencia e influencias del mundo oriental, de ahí la clasificación en dos grandes bloques. Frente a los relatos de marcado contenido oriental aparecerán las narraciones breves en las que se prescinden de dicha ambientación, como en El hechicero, La muñequita, La buena fama, El caballero del Azor, El último pecado, San Vicente Ferrer de talla, El cautivo de doña Mencía, El duende beso, El doble sacrificio y El maestro Raimundico.

 

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Con acierto apunta Montesinos tales rasgos, afirmando a continuación que «el detalle lujoso, la pompa descriptiva no proceden de Voltaire ciertamente, y yo me atrevería a sugerir en este punto la influencia de Estébanez, tan allegado a Valera por índole y letras», op. cit., p. 54.

 

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Tal como apunta M. Baquero Goyanes en El cuento español en el siglo XIX, Madrid, CSIC, Revistas de Filología Española, Anejo L, 1949, p. 250.