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Halima. Con este nombre se conoce a un personaje de El amante liberal que, además del apelativo, tienen puntos de contacto con esta dama mora que requiere de amores a Lisandro. De esta forma Martínez Colomer recurre también a otra novela cervantina que ofrece rasgos de libro de aventuras peregrinas, cfr. Stanislav Zimic, «Hacia una nueva novela bizantina: El amante liberal», Anales cervantinos, XXVII, 1989, pp. 139-165, puesto que en el Persiles el episodio del cautiverio no existe, aunque sí se documenta en la mayoría de las obras que componen el género. Halima participa todavía, con rasgos casi diluidos, de la Mélite de Aquiles Tacio, que daría origen a la Isea de Núñez de Reinoso y a determinadas figuras de la producción cervantina; cfr. Stanislav Zimic, «El amante celestino y los amores entrecruzados en algunas obras cervantinas», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, XL, 1964, pp. 361-387.



 

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Trizo tirano. No he localizado al personaje al que se refiere el autor.



 

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Alcides. Con ese nombre se designa al héroe Hércules que, según la mitología, dio muerte a numerosos monstruos, como el león de Nemea, la hidra de los lagos de Lerma, etc. En cuanto a la reina de Lidia, Onfale, es otro personaje conocido que somete por amor al héroe y le ordena sentarse a sus pies a hilar lana. Las referencias que siguen pertenecen igualmente al mundo clásico y mitológico y sus historias, en la mayoría de los casos, proceden de las Metamorfosis de Ovidio. Es posible que Martínez Colomer tuviese a la vista, al igual que al recordar la terapia musical del amor, alguna poliantea o calepino que ofreciese cierta ordenación temática.



 

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en brazos de una desesperación. Otra vez la reprobación del suicidio, cfr. nota 58 del Libro I. Con todo, aparecen en esta obra algunos personajes, Isabela y su padre, que se suicidan.



 

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verdugo. La marginalidad de este personaje fue considerable a lo largo de la historia, hasta tal punto que Espronceda, al hacer del verdugo el héroe de su poema de igual título, continúa recordando el desprecio de que la sociedad le hace objeto:


«De los hombres lanzado al desprecio,
de su crimen la víctima fui;
y se evitan de odiarse a sí mismos,
fulminando sus odios en mí.
      Y su rencor
al poner en mi mano, me hicieron
      su vengador;
      y se dijeron:
"Que nuestra vergüenza común caiga en él;
se marque en su frente nuestra maldición;
su pan amasado con sangre y con hiel,
su escudo con armas de eterno baldón
      sean la herencia
      que legue al hijo
      el que maldijo
      la sociedad"»,



José de Espronceda, Poesías líricas y fragmentos épicos, ed. Robert Marrast, Madrid, Castalia, 1970, pp. 240-241.



 

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Parnaso. Siguen nuevas referencias mitológicas, en esta ocasión al mundo de las musas y su entorno, que, como los que se insertan más adelante acerca de diversos tormentos, ponen de manifiesto un amplio conocimiento del tema por parte del autor.



 

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El comienzo de este capítulo evoca el comienzo del Quijote, I, 1: «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme».



 

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decorar. En el sentido de declamar en voz alta para memorizarlas.



 

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las voluntades de sus hijos. Gran tema de controversia en el siglo XVIII; baste recordar El sí de las niñas, de Moratín.



 

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Cuando estaba ya poniendo en limpio este capítulo, supe las objeciones que se me hacían acerca del poema, y para darles tal cual satisfacción, eché mano del ardid de que se valió Cervantes para el mismo efecto, en los capítulos 3 y 4 de la segunda parte de su ingenioso Don Quijote. (N. del A.)



 
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