Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Los «tribunos de la igualdad». La imagen de los liberales en los artículos periodísticos de Pereda1

Raquel Gutiérrez Sebastián





Cuando un autor tiene convicciones firmes, puede expresarlas de dos maneras: censurando lo que le desagrada y alabando lo que le gusta. Así ocurre con Pereda. Usa todas las armas que tiene a su disposición para atacar las ideas que le son repulsivas: la burla, la ironía, la sátira, todas ellas armas legítimas para un novelista, que Pereda emplea con destreza mortífera, pues no en balde, -como observa José María de Cossío-, no era un mero diletante de la tradición, sino un militante de ella.


(Acedo Castilla, 1991, 74)                


Con estas sencillas palabras explica José Acedo Castilla el modo en el que José María de Pereda (1833-1906), escritor de firmes ideas católicas, militante confeso del carlismo y defensor de la tradición, emplea su pluma al servicio de su ideología ultraconservadora.

La consideración de Pereda como un novelista de tesis que utiliza su narrativa en defensa de sus intereses ideológicos ha sido recurrente en la valoración crítico-literaria posterior del escritor y un lastre considerable para la evaluación ponderada de la calidad de sus escritos ficcionales (Acedo Castilla, 1991, 73-90; Laureano Bonet, 1983, 112-220; González Herrán, 1995, 383-392; Gutiérrez Sebastián, 2000, 403-415; Le Bouill, 1976, 311-328; Madariaga de la Campa; 1992, 23-24; Miralles, 1997, 197-229; Suárez Cortina, 1995, 317-334).

También ha sido motivo de algunos trabajos el estudio de la dedicación a la política de Pereda, su defensa del tradicionalismo y su militancia en el partido carlista desde 1870, partido por el que fue diputado a Cortes por el distrito de Cabuérniga en las elecciones del año 1871. En esas investigaciones se explica su discreta experiencia en la Corte como diputado de segunda fila, pues sus intervenciones en el Congreso consistieron únicamente en una interpelación al Ministro de Fomento y en una proposición de Ley para que continuase por cuenta del Estado la conservación y mantenimiento del puerto de Santander2.

Es evidente que desde sus primeros años y a pesar de su vinculación con el partido carlista, los neocatólicos y los sectores más conservadores de La Montaña, el novelista de Polanco siempre fue muy crítico con la actividad política y en cuanto le fue posible se retiró de ella. Su propio conservadurismo le llevaba a desconfiar de los partidos políticos y en ocasiones intentaba únicamente defender intereses de clase o firmes convicciones religiosas, haciendo gala en la mayor parte de su obra periodística y narrativa de su descrédito hacia la política y recreando con tintes satíricos y caricaturescos a quienes a ella se dedicaban (Gutiérrez Sebastián, 2012, 149-168).

La caricatura de los políticos y sus quehaceres se manifiesta desde los primeros textos en la prensa del escritor de Polanco, y se toma especialmente virulenta en novelas como Los hombres de pro (1876), que presenta el proceso de ascenso social de Simón Cerojo, que deja de ser un tabernero de aldea para convertirse en diputado, Don Gonzalo González de la Gonzalera (1879), una novela de tesis que relata la llegada de la revolución liberal del 68 a la aldea montañesa de Coteruco, recrea el alzamiento de los liberales corruptos y caciquiles contra el poder de los benéficos hidalgos patriarcales y concluye con el fracaso de esta tentativa revolucionaria, El sabor de la tierruca (1882), que pinta la vida bucólica en el pueblo de Cumbrales bajo la égida de un patriarca rural y en el que se producen algunos enfrentamientos entre los carlistas y el liberal don Valentín, y Pedro Sánchez (1883), una de las grandes novelas del escritor en la que la voz narradora rememora la juventud del protagonista en Madrid en el momento de la Vicalvarada, 1854, recreando los acontecimientos políticos más relevantes de ese período (González Herrán, 1995, 383-392 y Gutiérrez Sebastián, 2012, 149-168).

Junto con esa imagen distorsionada del ambiente político y sus protagonistas, otra constante en la escritura del polanquino en lo que se refiere a la política es la repetición de los temas tratados y el peculiar modo en el que este autor traslada las filias y fobias ideológicas de sus primeros escritos en prensa al mundo literario de sus grandes novelas, en un proceso de reiteración y actualización de temas, personajes y motivos que fue constante en toda la obra de este escritor y que nos permite hablar de la circularidad de la misma como uno de sus caracteres más significativos (García Castañeda, 2004: 13 y Gutiérrez Sebastián, 2006, 22).

Con la intención de avanzar en este territorio un tanto inexplorado, me propongo realizar en estas páginas el análisis de las opiniones sobre la política3 y en especial sobre el liberalismo que el joven José María expone en sus comienzos como periodista en la publicación satírica que él mismo creó, El Tío Cayetano, pues como acabo de señalar estas convicciones ideológicas serán la base de la pintura de la política y particularmente de los liberales en sus novelas posteriores4.

En efecto, la política fue uno de los temas predilectos del primer Pereda, diletante en el mundo de las letras como articulista de prensa y autor teatral hasta los comienzos de una carrera literaria de éxito gracias a sus textos costumbristas primero, y a sus novelas posteriormente.

El escritor de Polanco inició su primera empresa periodística con la fundación de El Tío Cayetano (1858-1859), un modesto periódico dominical de cuatro páginas en dos hojas cuya historia, colaboradores y contenido han sido convenientemente estudiadas por García Castañeda (2004, 97-156)5. En esta publicación, Pereda escribió fundamentalmente reseñas de obras dramáticas y textos costumbristas que después pasarían a formar parte de sus libros de artículos de costumbres. Tras la desaparición de este periódico debida a problemas económicos, tres meses después de su fundación, el joven escritor continuó colaborando en la prensa, en La Abeja Montañesa (1861-1865), en la que colaboró fundamentalmente con críticas teatrales, El Almanaque de las dos Asturias (1865-66), publicación fundada por don Gumersindo Laverde y encaminada a la exaltación del sentimiento regionalista y al hermanamiento entre Asturias y La Montaña; o La Tertulia (1876-77), revista literaria dirigida por Francisco Mazón en la que se dieron a conocer muchos escritores montañeses y a través de la que se consolidó la carrera literaria de otros (García Castañeda, 2004, 99-156).

Mientras ejercía estas tareas periodísticas llegaban a Santander noticias inquietantes sobre los acontecimientos políticos. Pereda y su círculo de amistades estaban alarmados por el sesgo que iban tomando estos, y cuando se produjo la sublevación de Topete en Cádiz, el triunfo de Serrano en Alcolea, el derrocamiento de Isabel II y el estallido de la Revolución de 1868 se vieron impelidos a defender el orden derribado que ellos representaban y a pasar a la acción6. Como arma más conveniente para el combate contra los hechos y las nuevas ideas acordaron resucitar El Tío Cayetano (Gullón, 1944, 82) y Pereda fue el encargado de redactar el artículo de presentación de la nueva etapa de la publicación, que se caracterizó por su combatividad política y por la perspectiva crítica y satírica que mostró con respecto a las nuevas ideas revolucionarias.

El escritor de Polanco, en ese artículo-manifiesto a modo de prólogo titulado significativamente «¡Loado sea Dios!» a través de la voz de Cayetano, salido de su tumba y movido por su espíritu cristiano, clama contra el nuevo orden que pretende imponerse:

Donde dejé el silencio y la apatía, encuentro la ebullición y el entusiasmo; donde estaba la fuerza, la debilidad; los municipales, mi eterna pesadilla7, sin sable, y los paisanos con carabina; el trono vacante y el pueblo soberano; los curas en la calle y la filosofía en el púlpito; las letras dormitando, y las masas en las urnas pidiendo a gritos escuelas y ateneos...


(Pereda, 2009, X, 502)                


Desde este texto fundacional que constituye el inicio de la liza entre la revolución triunfante y la tradición que defiende Pereda usando como máscara a Cayetano, se hace patente la ironía del escritor hacia las nuevas ideas y la caricaturización y descalificación a la que el escritor somete al lenguaje revolucionario. Así don Cayetano indica que «contra la moda reinante, ni siquiera me anuncio echando el sombrero al aire entre un centenar de vivas con los indispensables mueras y consabidos abajos» (Pereda, 2009, X, 503) y proclama que aprovecha la libertad de opinión y el poder de la prensa que ha instaurado ese nuevo orden para desde esa palestra defender el antiguo.

En los artículos de política interior, Pereda intentó desmontar el programa revolucionario de las Juntas y atacar con su pluma al sufragio universal, la libertad de cultos, de imprenta, de reunión y asociación o de industria. Asimismo su voz se alzó contra la descentralización administrativa y la reforma fiscal y censuró agriamente las distintas acciones emprendidas por el nuevo gobierno. Resultaron relevantes por su número y su combatividad los textos del polanquino dedicados a la censura de los desmanes revolucionarios, a la búsqueda del nuevo rey, que en la publicación se calificó de feria, a la visión negativa de los candidatos al Trono, especialmente al duque de Montpensier, a desacreditar a los partidos políticos, y a la crítica a políticos concretos, generalmente ministros de renombre como Olózaga, Martos, Ruiz Zorrilla, Romero Ortiz, López de Ayala o Prim.

Pese al tono beligerante general de todos los textos a los que me he referido anteriormente, si hubiera que destacar un tema que preocupaba más al novelista de Polanco, sin duda sería el asunto religioso. La libertad de cultos fue objeto de ataques frecuentes y acerados por parte de Pereda, quien en sus textos censura su instauración a la vez que señala los desmanes del anticlericalismo. No cabe duda de que la condición de «cristiano viejo» del polanquino fue determinante en el interés por este tema, pero tampoco hemos de olvidar que precisamente el artículo de la nueva constitución que fue discutido con más ardor fue este de la libertad de cultos, pues en más de nueve mil escritos con tres millones de firmas se pidió que la religión católica fuera la única tolerada, aunque finalmente triunfara la propuesta gubernamental y se incluyera en la nueva constitución el texto que reconocía la libertad de cultos en público y en privado el 1 de junio de 1869 (Aguado Bleye y Alcázar Molina, 1969, 711).

La mayor parte de los artículos que abordan este asunto han sido elaborados con esa técnica del periodismo de tijera tan frecuente en la prensa decimonónica, es decir, se limitan a recoger fragmentos de artículos de otros periódicos de diferentes sectores ideológicos para finalizar con la exposición de las ideas de Pereda. Sin embargo, desde el punto de vista literario me resultan de mayor interés aquellos en los que se sirve de otros elementos como la fórmula epistolar, de raigambre costumbrista, para mostrar diferentes perspectivas8. Concretamente en el texto titulado «Para la historia» utiliza tres cartas supuestamente dirigidas a Romero Ortiz, el ministro de Gracia y Justicia que promulgó la ley de la libertad de cultos, epístolas escritas por dignatarios de tres grandes confesiones religiosas para arremeter contra esa nueva ley. Se trata de las cartas del Reverendo Williams Ínguilis Mánguilis9, del Mocín10 de los creyentes de la mezquita de la Meca y de Geroboan11, rabino de Fráncfort. Simplemente los nombres simbólicos de estas supuestas autoridades religiosas revelan la lente caricaturesca que el periodista ha empleado, pese a que indique que se trata de «tres comunicaciones cuyas fidelísimas copias ofrezco a continuación a mis lectores» (Pereda, 2009, X, 542). Cada una de esas misivas, escritas en un lenguaje inventado, pastiche lingüístico que pretende recoger el modo de hablar de un inglés, un árabe y un judío respectivamente, plantea algunos interrogantes sobre la libertad religiosa que preocupaban al propio Pereda y sus correligionarios: los ataques a los templos católicos, la dificultad de que personas de distintos credos religiosos convivieran pacíficamente o la pérdida de la idiosincrasia de España si el catolicismo dejaba de ser una de sus señas de identidad.

Bastante menos interés que el asunto religioso tuvo para el joven periodista cántabro la política internacional. Escribió artículos acerca de la insurrección cubana y los problemas en las nacientes repúblicas hispanoamericanas y, además, como era lógico en un carlista confeso, vio con malos ojos el risorgimento italiano, por lo que tenía de liberal y manifestó también su malestar por el eco que la prensa internacional se hizo de la decapitación de Monti y Tognetti12 por Pío IX, a quienes consideraba: «dos pillastres de la ínfima escoria social» (Pereda, 2009, X, 578).

La economía fue otro de los temas abordados en las páginas de esta publicación. Desde su posición burguesa y carlista el joven Pereda censuró la crisis económica que desde 1866 venía atenazando al país, pues en su opinión era la clase acomodada la que tuvo que asumir las pérdidas económicas derivadas de la mala gestión gubernamental de los dineros públicos. Nunca deja pasar la ocasión de censurar la ineptitud del Ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, ni de recordar la ignorancia sobre asuntos económicos de la que hizo gala el propio Prim. Por otro lado, Pereda abordó en El Tío Cayetano la situación de militares y burócratas. La politización de los militares fue un asunto que le preocupó seriamente, así como la dependencia del ejército de los vaivenes políticos. En cuanto a la burocracia fue también tema recurrente en sus escritos, en los que se alude al oportunismo, a los cesantes, a la arbitrariedad en la asignación de puestos políticos y a la corrupción.

Este somero recorrido por las páginas de la segunda época de El Tío Cayetano muestra las preocupaciones políticas de Pereda y puede ser interesante por lo que tiene de rescate de los primeros años de actividad periodística y literaria del escritor. Considero más relevante, sin embargo, el estudio de los textos de este periódico en los que se dedica a presentar de un modo caricaturesco al liberalismo y los liberales porque en esos artículos se recogen ideas, personajes y técnicas narrativas que se reiterarán en sus novelas posteriores y porque en ellos apreciamos claramente que el periodismo fue para Pereda el taller en el que aprendió el arte de narrar. Esta es la razón por la que mi análisis se centrará en cinco textos de este periódico: el artículo titulado «Lo que a mí me falta», las tres cartas que el cacique aldeano Patricio Rigüelta dirige a Don Cayetano Noriega y el artículo titulado «Arqueología» en el que presenta la caricatura de un viejo liberal esparterista13.

El artículo «Lo que a mí me falta», publicado el 22 de noviembre de 1868, expone esa crítica al liberalismo tan frecuente en Pereda a través de la fórmula literaria de la creación de personajes que concreten diferentes visiones ideológicas. En el texto se recoge el diálogo entre un joven que se define como «Amante del progreso, y de la idea liberal en su más...» (Pereda, 2009, X, 531) y el ranciote y reaccionario tío Cayetano. En él ambos discuten sobre la necesidad de usar un estilo grandilocuente y patriótico en la prensa para defender el ideario revolucionario y ambos personajes exponen puntos de vista dispares sobre ese asunto: mientras Cayetano critica la jerga revolucionaria de la prensa española de la época citando pasajes de la misma, especialmente fórmulas estereotipadas que habían utilizado los periódicos para referirse a la Gloriosa y sus logros, el muchacho cita o completa esos mismos pasajes considerándolos el modelo que debe seguirse en los textos periodísticos en aras de la libertad, el progreso y la dignidad del pueblo. En definitiva, se retratan en el texto dos imágenes contrapuestas de la política, España y el liberalismo: la de quien abomina contra los excesos de los nuevos tiempos y la del que se ha dejado arrastrar por la marea revolucionaria, en cuya difusión y defensa tanta importancia tuvo la prensa y el lenguaje político empleado en ella. En este sentido resultan reveladoras las palabras de Cayetano14 cuando resume las ideas del liberal:

Ha dicho V. y permítamene que me ponga un tantico grave, en gracia siquiera del asunto, que me concede patriotismo, inmejorable deseo hacia los verdaderos intereses del pueblo y amor al progreso y a la honra nacional; en lo que, sin inmodestia, no me hace más que justicia: pero que mi lenguaje no está en el tono de esos sentimientos. ¿Por qué? Porque no grito a cada paso ¡Viva la libertad!; porque pospongo la razón humana a la divina, porque no alardeo sin cesar de escéptico [...]; porque no fulmino rayos y centellas contra los pasados errores; porque no hablo a cada triquitraque, y venga o no a pelo, de los encubiertos enemigos de la libertad, ni de las gloriosas conquistas de la Revolución, [...] De manera que según su parecer de V., habrá que dar patente de buen liberal, y sin otras averiguaciones, al que más recio grite lo que yo no he gritado, al que más atropelle lo que yo venero; al que más anatematice lo que quiero yo olvidar; al que más glose y preludie lo que no quiero manosear ociosamente.


(Pereda, 2009, X, 534-535)                


Un paso más en ese proceso de encarnación de las ideas en personajes, primero de la prensa y posteriormente de la ficción narrativa, lo encontramos en las cartas de Patricio Rigüelta a don Cayetano. Patricio, un «Maquiavelo de campanario», como lo definió Menéndez Pelayo, representa al arquetipo del caciquillo local que se aparecerá frecuentemente en los artículos costumbristas y novelas de Pereda. Su primera aparición en un texto de este autor es como firmante de tres epístolas escritas en un lenguaje vulgar, pastiche de la jerga revolucionaria e inventado por el propio escritor en las que Patricio relata a don Cayetano los pormenores de sus servicios a la patria como consumado liberal.

La primera de estas cartas bajo el título «Comunicado Sr. D. Cayetano de Noriega» es el relato pormenorizado de Patricio de cuáles han sido sus servicios a la patria, en ese lenguaje vulgar, creación del propio escritor, que surge del pastiche de la jerga política y el sociolecto de los aldeanos montañeses. El programa de actuación que Rigüelta explica a don Cayetano resulta una parodia que explica el modo de implantación de la Gloriosa en los pequeños núcleos rurales españoles. El caciquillo aldeano alude a su tardanza en conocer el nuevo orden, a la violencia con la que lo implantó en su aldea: «prenunciamos la situación alumbrando ca garrotazo que cantaba la insucordia a too el que se quiso surrecionar contra nosotros» (Pereda, 2009, X, 569); y explica sus actuaciones: la recogida de las armas de quienes no compartían su credo, la lucha contra el cura y la propuesta de derribar la iglesia, que no prosperó por la oposición de las mujeres, la desamortización de terrenos comunales de los que se apropia Patricio, el despido del maestro y la colocación en su plaza de su propio hijo, a la sazón tesorero y secretario del nuevo ayuntamiento, y la instauración de la libertad de cultos, en cuyo retrato paródico se ceba Pereda haciendo decir a Patricio que: «Tocante a la libertá de encultos, nunca llegué a entenderlo bien; pero como no me mamo el deo, a buena cuenta de lo resultante en su día sobre aclaratoria que pedí, mandé soltar cinco presos que había en la cárcel por garrotazos de mayor cuantía» (Pereda, 2009, X, 570).

En definitiva, un retrato paródico del liberalismo encarnado en un irredento cacicón aldeano, inculto, violento y corrupto que al proponerse como «ensalzao de lo más liberal» (Pereda, 2009, X, 569) promueve una imagen degradada de la ideología a la que dice representar.

La segunda comunicación epistolar entre don Cayetano y Patricio constituye el texto más conocido y difundido por la crítica de las tres cartas del cacique (Escalante, 1952, 99-105; Miralles, 1991, 22, en Pereda, Obras completas, 1991; y García Castañeda, 2009, X, 571, nota 1, en Pereda, Obras completas, 2009) pues en el cuerpo central del mismo se reproduce el manifestó electoral de este. Entre las razones de la importancia y difusión de este escrito está el hecho de que el personaje de Patricio apareció, ya como criatura literaria, en la novela Don Gonzalo González de la Gonzalera (1871) y el contenido de su manifestó electoral se colocó como apéndice en la primera edición de este relato, aunque fue suprimido de la edición de esa novela en el tercer volumen de las Obras completas en 1884 (Miralles, 1991, 347, nota 291 en Pereda, Obras completas, 1991). También se cita como uno de los caciques más nombrados de La Montaña en El sabor de la tierruca15 (1882) así como en Pedro Sánchez16 (1883) y en 1892 el novelista le hizo firmante póstumo (el personaje murió en Don Gonzalo) de un cuarto comunicado fechado el 28 de febrero de 1882 titulado «De Patricio Rigüelta (redivivo) a Gildo "el letrado su hijo", en Coteruco», texto que fue leído en una comida celebrada el domingo de Carnaval en casa de Sinforoso Quintanilla y en el que Patricio refiere a su hijo su participación en un banquete al que acuden gentes de variados estratos sociales como caciquillos locales, marqueses y señorones con los que se codea (Pereda, Obras Completas, 2009, X, 571, nota 1). Estas sucesivas reapariciones de un personaje que había aparecido en las páginas de una publicación periódica y que resurge periódicamente en textos ficcionales del polanquino en fechas tan distantes cronológicamente, muestra no solo la inmutabilidad de las convicciones ideológicas antiliberales de Pereda, sino que su universo narrativo es circular y en él muchas criaturas surgidas en sus primeros años como escritor reaparecen en la madurez creadora.

Esta segunda carta, cuyo núcleo está constituido por el manifestó electoral de Patricio al que acabo de referirme, va precedida de una introducción en la que el cacique local recuerda los buenos réditos que su anterior misiva a don Cayetano Noriega le han rendido y habla de los problemas en las votaciones, del pucherazo electoral y de su deseo de amañar el resultado de las elecciones. Respecto al manifiesto propiamente dicho, todo un ejemplo de retórica aldeana vulgar, uno de esos «prediques liberales que no tienen güelta» (Pereda, 2009, X, 619) resulta toda una caricatura de quien lo emite, que se presenta como: «mayor de edá, nutrío de carnes y no mal aparecío; desanimao en sus infancias en ortografía gramatical y cuentas hasta medio-partir y partir por entero, hoy día albitrante y con otras industrias saludables, pudientes y de arraigo» (Pereda, 2009, X, 618). Patricio expone su biografía política, de la que se destaca sus tempranas convicciones liberales y cuyo credo tiene como bases el anticlericalismo y la delincuencia, y propone como máximas la abolición de la milicia, del clero, del comercio y las contribuciones y como programa concreto el cobro ilegal de comisiones y el desorden social y político:

Si por vusotros llego a entrar en el Congreso de las Cortes, por darbos gusto seré capaz de votar por el mismo Pateta si le queréis. Posupuesto ná de quintas, ná de curas, ná de Papa, ná de rey, ná de enseñanza, ná de mortalización, ná de hipotecas, ná de comercio, ná de trabajo, ná de garrote vil, y ná de contribución ¡Abajo con ellos! ¡Viva la libertad! [...] Me comprometo a no pedir sustipendios nacionales, si no es pa mi persona, pa el letrado hijo mío, pa mis parientes cercanos, pa los ensalzaos de esta vecindá y pa los que me voten en el ufragio, que bien lo merecemos si triunfamos.


(Pereda, 2009, X, 619)                


La tercera carta de Patricio publicada en las páginas de El Tío Cayetano es la que presenta un tono más humorístico. Se trata de la solicitud del cacique al Ministro de Fomento, «Menestra de jomento» en el artículo, para que se dé sepultura en el Panteón Nacional de hombres ilustres17, lo que Rigüelta llama «Pantaleón de hombres de lustre» (Pereda, 2009, X, 214) a los restos de un antepasado suyo, reconocido liberal. Al producirse la inhumación de los supuestos restos se descubre que en realidad pertenecen a un rocín del maestro, pero las añagazas y trucos del cacique hacen posible el traslado de los mismos a la capital como si fueran los de su pariente. Resulta muy curioso el modo en el que Pereda se hace eco de un tema de actualidad, como la creación de ese Panteón y le da un toque irónico acercándolo a los lectores montañeses a través de un personaje ya conocido por ellos como Patricio.

Para finalizar este análisis voy a abordar brevemente el estudio de un artículo titulado «Arqueología», publicado el 6 de diciembre de 1868. En él se describe un viejo miliciano esparterista descrito con tintes quijotescos, con su arcaico uniforme de liberal y su idealismo, que le lleva a pensar que han vuelto a triunfar quienes profesan sus mismas ideas. Conversa con el narrador del texto, encargado de retratarlo como una antigualla arqueológica (de ahí el título del artículo) y de desengañarlo acerca de las transformaciones sufridas por el pensamiento liberal, que, en opinión de Cayetano, se ha radicalizado, porque en los años 60 propone la instauración de la república y una patria sin religión como principales pilares, frente a aquellos viejos liberales antiabsolutistas que lucharon contra Fernando VII bajo la bandera de la Constitución de 1812 y el acatamiento de la religión católica. El cervantino desengaño del personaje al final del texto lo hace simpático al lector, pues asistimos a la muerte de los ideales de un individuo que el narrador considera el único superviviente de unas ideas ya caducas y cuyo declive nos presenta muy plásticamente, de modo semejante a la escena final de un drama:

Dijo: Rodándole dos lagrimones por las rugosas mejillas, desplomóse el chacó sobre el pavimento, que tembló, arrancó del penacho la cinta verde y de sus hombros las dragonas, guardólo todo junto, y después de besarlo, en el pecho, púsose en la cabeza una cachucha que sacó de un bolsillo de la levita, dióme un estrecho abrazo, díjome con voz trémula -«hasta el Valle de Josaphat»- y salió como un cohete dejándome la herrada, no sé si por olvido o como un recuerdo.


(Pereda, 2009, X, 560)                


En este artículo se produce el proceso de concreción en un personaje de mía idea abstracta, elemento que ya hemos apreciado en algunos de los textos periodísticos anteriormente comentados. En efecto, en varios de los que integraron El Tío Cayetano Pereda se hizo eco de la idea de que los liberales de nuevo cuño, surgidos al albur de la Gloriosa, no tenían nada que ver con los aguerridos liberales vencedores de las tropas francesas, con los seguidores de Espartero y Riego, y para mostrar su idea ante los lectores, con un tono humorístico, los encarna en una caricatura de esos antiguos liberales.

Este miliciano, lleno de buena fe, confiado en sus ideales de lucha por la Constitución de 1812, que aboga por la destrucción del absolutismo pero sin caer en el anticlericalismo que está presidiendo la ideología liberal de la década de los 60, es, como ya indicó Cossío, un boceto de uno de los personajes secundarios más interesantes de la novela El sabor de la tierruca, Don Valentín (Cossío, 1973, 209). En efecto, la fisonomía, vestimentas y discurso ideológico de ambos personajes son similares y estas semejanzas son una prueba más de la idea de la reiteración de motivos y personajes en la obra de Pereda18.

En definitiva, el conjunto de artículos periodísticos de Pereda en la segunda época de El Tío Cayetano constituye un ejemplo de uno de los vehículos de expresión de los intereses de los sectores más reaccionarios de la sociedad española en la década de los 60 ante el triunfo de la Gloriosa y las nuevas ideas que traía aparejado. Esta publicación responde al modelo de periódico combativo de uno de los polos de la geografía bipolar del final del Sexenio revolucionario, con una España dividida entre los revolucionarios levantinos, catalanes y sureños y los reaccionarios carlistas en el norte a los que representaba Pereda. Pero además de su sesgo político claramente ultraconservador, que añora una España católica en la que rijan los valores del viejo orden y que promueve la descalificación paródica de quienes gobiernan en esos momentos contra el viejo orden establecido, además de su importancia en el rescate de los postulados de un sector de la sociedad española de su época, estos textos periodísticos del polanquino presentan ciertos elementos que los hacen interesantes más allá del debate ideológico. Me refiero a la utilización de técnicas narrativas frecuentemente utilizadas por el costumbrismo, como la creación de tipos que concreten abstracciones ideológicas, el uso de fórmulas epistolares, el humor o el empleo de un lenguaje reinventado al servicio de la parodia y la ridiculización de los nuevos principios liberales. Estos elementos y otros muchos pusieron los cimientos del modo de novelar de Pereda en sus grandes creaciones ficcionales, como lo prueba el hecho de que esos tipos, entre los que hemos destacado el del cacique Patricio Rigüelta y el del liberal don Valentín, la fórmula epistolar o el empleo del pastiche lingüístico reinventado se repitieran una y otra vez en las novelas ele Pereda. Por tanto, estos textos periodísticos combativos de un joven carlista provinciano tienen un valor añadido, pues en ellos ensaya un escritor en ciernes personajes y procedimientos que cuajarán en sus grandes novelas y que serán definitorios de la singularidad de la obra perediana en el panorama de la novela española del XIX.






Referencias de obras citadas

  • ACEDO CASTILLA, José F., «La tesis política en las novelas de Pereda», Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, XIX, 107, (1991), págs. 73-90.
  • AGUADO BLEYE, Pedro y ALCÁZAR MOLINA, Cayetano, Manual de Historia de España. Tomo III. Casa de Borbón (1700-1808)-España contemporánea (1808-1955), 1969, Madrid. Espasa-Calpe, 10.ª edición, 1969.
  • AGUINAGA ALFONSO, Magdalena, «El pensamiento político-social y religioso de Pereda en los años 1868-1869», Historias de Cantabria, 6, (1993), págs. 64-78.
  • BRADLEY. H. A., Pereda y Galdós: una comparación de sus ideas religiosas y políticas, Universidad de Southern, California. Tesis doctoral, 1966. Ejemplar microfilmado disponible en la Biblioteca Municipal de Santander.
  • COSSÍO, José María de, La obra literaria de Pereda. Su historia y su crítica. Santander. Sociedad Menéndez Pelayo, 1934. Recogido en Estudios sobre escritores montañeses. Volumen III. Santander. Institución Cultural de Cantabria, 1973, págs. 133-292.
  • ESCALANTE, Luis, «El manifiesto electoral de Patricio Rigüelta», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1952, págs. 99-105.
  • ESTRADA SÁNCHEZ, Manuel, «La aventura electoral de José María de Pereda en 1871 y sus contradicciones políticas», en Libro homenaje in memoriam Carlos Díaz Rementería. Huelva. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva, 1996, págs. 285-296.
  • FERNÁNDEZ CORDERO Y AZORÍN, María Concepción, «La Gloriosa vista por Pereda», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 44, (1968), págs. 355-414.
  • GARCÍA CASTAÑEDA, Salvador, «La primera empresa periodística de Pereda: El Tío Cayetano de 1858-1859», en Homenaje a José María Martínez Cachero, Investigación y crítica, II. Oviedo, Universidad de Oviedo, 2000, págs. 644-656.
  • ——. Del periodismo al costumbrismo. La obra juvenil de Pereda (1854-1878). Alicante. Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2004.
  • GONZÁLEZ HERRÁN, José Manuel, La obra de Pereda ante la crítica literaria de su tiempo. Santander. Concejalía de Cultura del Excelentísimo Ayuntamiento de Santander y Ediciones Librería Estvdio. Colección Pronillo. Número 2, 1983.
  • ——. «La Revolución de 1854 en la novela: José María de Pereda. Pedro Sánchez (1883). Benito Pérez Galdós, La Revolución de Julio (1903)», en Actas del V Congreso Internacional de Estudios Galdosianos. Volumen I. Las Palmas de Gran Canaria. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria. 1995, págs. 383-392.
  • ——. «"Érase un muchacho (de la corte) que emprendió un viaje (a la aldea)...", Pereda: Peñas arriba», en Clarke, Anthony H. (ed.), «Peñas arriba»: cien años después. Santander. Sociedad Menéndez Pelayo, 1997, págs. 63-86.
  • GULLÓN, Ricardo, Vida de Pereda. Madrid. Editora Nacional. 1944.
  • GUTIÉRREZ SEBASTIÁN, Raquel, «El Patriarcaismo perediano como forma peculiar de regeneracionismo». Altamira. Santander. LIV, (1999), págs. 125-139.
  • ——. «Hidalgos frente a caciques: El Regeneracionismo avant la lettre de la primera narrativa perediana», en Congreso Internacional Literatura Modernista y Tiempo del 98. Universidad de Santiago de Compostela, 2000, págs. 403-415.
  • ——. Estudio preliminar a Escenas Montañesas de José María de Pereda. Prólogo de Antonio de Trueba. Colección Cuentos y cuentistas de Cantabria. Número 9. Santander, Editorial Cantabria Tradicional, 2006.
  • ——. «Poder, deseo y política en dos novelas de Pereda, Don Gonzalo y Pedro Sánchez», en Deseo, poder y política en la cultura hispánica. Edición de Ricardo de la Fuente Ballesteros y Jesús Pérez-Magallón. Universitas Castelae. Colección Cultura Iberoamericana. Valladolid, 2007, págs. 85-96.
  • ——. «El primer problema. Política en la narrativa de José María de Pereda». Crítica Hispánica. Volumen 34. Número 1, 2012. págs. 149-168.
  • LAUREANO BONET, «José María de Pereda y el periodismo: los caminos hacia la novela». Ínsula, 702 (2005), págs. 2-3.
  • LE BOUILL, Jean, El propietario ilustrado o patriarca en la obra de Pereda (un ejemplo de las relaciones entre el contexto histórico y ficción literaria en la 2.ª mitad del siglo XIX). Separata de la obra La Cuestión agraria en la España contemporánea. Madrid. Edicusa, 1976, págs. 311-328.
  • MADARIAGA DE LA CAMPA, Benito, «Pensamiento político y xenofobia en Pereda», Ínsula. Números 547-548 (1992), págs. 23-24.
  • MIRALLES, Enrique, «Pereda y los nacionalismos (regionalismos) peninsulares», en Peñas arriba, cien años después. Editado por Anthony H. Clarke Santander. Sociedad Menéndez Pelayo, 1997, págs. 197-229.
  • PEREDA, José María, Obras completas, tomo IV, Don Gonzalo González de la Gonzalera. Edición de Anthony H. Clarke, introducción y notas de Enrique Miralles. Santander. Editorial Tantín, 1991.
  • ——. Obras completas, tomo V, El sabor de la tierruca, edición, introducción y notas de Anthony H. Clarke; Pedro Sánchez, edición de José Manuel González Herrán, introducción y notas de Francisco Pérez Gutiérrez, Santander. Editorial Tantín, 1992.
  • ——. Obras completas, tomo IX. Miscelánea. Edición, introducción y notas de Salvador García Castañeda. Santander. Editorial Tantín, 2009.
  • ——. Obras completas, tomo X. Miscelánea II. Edición, introducción y notas de Salvador García Castañeda. Santander. Editorial Tantín, 2009.
  • ——. Obras completas, tomo XI. Miscelánea III. Edición, introducción y notas de Salvador García Castañeda. Santander. Editorial Tantín, 2009.
  • PRIETO PÉREZ, Santiago, «El Panteón de Hombres Ilustres de Madrid». Dendra Médica. Revista de Humanidades, 11 (1), 2012, págs. 26-42.
  • ROMERO TOBAR, Leonardo, «La novela regeneracionista en la última década del siglo», en Estudios sobre la novela española del siglo XIX. Mercedes Etreros, María Isabel Montesinos y Leonardo Romero Tobar (ed.). Madrid. C. S. I. C., 1977, págs. 137-209.
  • SUÁREZ CORTINA, Manuel, «José María de Pereda: Tradición, regionalismo y crítica de la modernidad», en Estudios sobre la sociedad tradicional cántabra. Continuidades, cambios y procesos adaptativos. Antonio Montesino González Antonio, (ed.). Santander. Universidad de Cantabria y Asamblea Regional de Cantabria, 1995, págs. 317-334.


 
Indice