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ArribaAbajoLuz

3ª semana de Octubre, 1898. Barcelona. Núm. 2


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ArribaAbajoArte nuevo

Ifigenia


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Cartel de Ifigenia, por M. Utrillo

La representación del día 10 en el Laberinto, fué una série de triunfos; no crean mis lectores (si los hay) que emplee esta palabra como exageración propia de un exuberante entusiasmo, no! con la mayor sangre fría, veo no solo un triunfo, sino lo que es más, toda una série de importantísimos triunfos. El primero, el que alcanzaron los organizadores sobre la suerte y la naturaleza, eludiendo los chubascos y cierzos propios de la melancólica estación que empieza; no quedó limitada la benevolencia de los Dioses, á vestir con sus mejores galas el firmamento, antes bien, hicieron preparativos especiales, sacando de la celestial guardarropía, aquel azul extra-extra, que velado por ardiente soplo primaveral, había ya desesperado los malos deseos de los filisteos, al representarse La Fada en Sitges. Si Napoleón para sus escenas de matadero tenía el Sol de Austerlitz, nosotros, es decir, mis amigos, tienen el Sol que más calienta y por esta sola fuerza va animándose el público, que al fin y al cabo prefiere ponerse al lado de los que hacen algo, abandonando á los que contentísimamente reunidos en grisienta holganza, ni hacen, ni quisieran dejar hacer lo más mínimo. Pero la voluntad tiene mayor fuerza que todas las masas que pueda presentar la inercia y por esto lentamente pero con seguro y firme paso, va luciendo el arte nuevo en esta abatida tierra nuestra, que encontrará en ello el mejor consuelo á la hipertrofia pseudo-utilitaria en que ha vivido dormitando largos años. Buenas ó malas, ya tenemos exposiciones de Bellas Artes; una literatura joven, fresca, que no ha robado sus quilates á los archivos del Parnaso Nacional ni al depósito de clichés con que nos brinda una lengua sin dientes que la protejan; una música, nuestra, muy nuestra, cuyas harmonías escucharan muy pronto, los países que nos han precedido en los caminos de los goces inteligentes;   —015→   finalmente, agonizante la escena tradicional, empiezan á levantar su poderosa voz, obras recomendables, y para que nada falte á los que cultivan esperanzas bien fundadas, se improvisan y resultan, los actores capaces de interpretarlas dignamente.

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Goethe, autor de Ifigenia

Holgaría soberanamente una crítica machacona de Ifigenia; porque los que asistieron á la representación si no tienen opinión propia, se la supongo, y no lograría convencerles con mis pedantismos ó erudita digestión bibliográfica; en cuanto á los que no pudieron ó no quisieron asistir á tan deliciosa sesión, suficientemente castigados están ya, unos porque tendrán que calumniar cosas que no han visto ni oído y otros porque tendrán que mentir diciendo ser de los escogidos; en cuanto á los indiferentes... salud!!

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Maragall, traductor de Ifigenia

Contando con la hermosa tela de fondo prestada por el mejor escenógrafo que pueda imaginarse, la clásica aristocracia de los jardines del Laberinto, era el principal elemento en la parte plástica de la representación. -No por su aspecto más ó menos neo-griego, se escogieron estos jardines, ni por sus templetes y opulentos cipreses grandiosamente henchidos por las savias de cien años; ni por la suntuosidad y demás numerosas cualidades que tan gran sabor artístico imprimen á la señorial heredad de los Marqueses de Alfarrás. Suponemos sencillamente gran devoción artística á los iniciadores de la idea y debió bastarles el querer representar Ifigenia, como lo hizo Goethe al estrenarla en los jardines de Weimar. Mientras el gran genio alemán creaba allí su obra predilecta, en este rincón de Barcelona, asomaban los primeros verdores de un jardín trazado según el mejor gusto de la época, según el gusto que hubiesen motejado como modernista, los pobres de espíritu de entonces, si hubiesen sido tan graciosos como los que nos brinda á borbotones el desnivel actual. -Sea lo que fuere, bien cierto es que el cuadro era digno de las escenas á las que debía servir de marco, siendo justo alabar la parquedad que presidió al arreglo del real escenario, limitándose á acentuar con algunas flores, la aterciopelada masa de los cipreses, que en ancho hemiciclo abrazaban el espacio disponible; por entre las fibras de verde bronce, aparecían las notas rosas, blancas y amarillas de las flores, salpicando con puntos de risueño aspecto, la severa entonación y línea del místico bosque; una sencilla guirnalda entre la columnata, algunos trípodes rigorosamente exactos y las manchas desiguales de un tupido césped salpicado de florecillas concluían el discreto tocado de la escena. -Un anti-estético pabellón, exacerbaba adrede la atención de los espectadores, hacia la representación, velándoles la tentación de los amplios jardines vecinos y la hermosa llanura de Barcelona desde la cual mil chimeneas embadurnan los cielos con el incienso del trabajo. Así, sino lo falso, cuando menos lo convencional, estaba en lo que representaba la sala, y lo verdadero, lo real, lo tangible, veíase en la escena, formando contraste con los follajes de trapo y las artificiosas luces de los teatros.

La asistencia tan escogida (y aún más), como ha dicho la prensa diaria, constituyó otro de los triunfos, acudiendo en imprevista abundancia; pero el buen deseo de la mayoría, suplió las forzosas deficiencias de la instalación, salvando el insuperable escollo del nivel, que era el mismo dentro y fuera la escena, acudiendo con gran anticipación los más sedientos de arte y colocándose cerca el escenario, desde donde pudieron ver y oir, mejor que en el más cómodo teatro; pedir más, hubiese sido arruinar la naciente empresa ó bastardear los jardines, puesto que se escogieron sencillamente por sus condiciones de escenario sin atender si servía ó no para platea.

La lampistería estuvo soberbiamente servida por la Compañía universal del viejo Helios, apagando las celestiales candilejas, á medida que la acción, de grandilocuente, trocábase en dulce y humana ternura; este efecto, es indescriptible, pero bien exacto, ajustándose el final, al momento del crepúsculo, hora la más sugestiva, según saben todos los que son capaces   —016→   de sentirlo. -Como la escena final es la culminante de la obra, por encerrar el triunfo de las razones que Goethe pone en juego para resolver la tésis, el efecto fué de los que no pueden olvidarse repercutiendo con redoblada fuerza, porque para entonces, los espectadores estaban completamente identificados con aquella representación de una artística realidad pasmosa.

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Lugar de la representación

Quienes estuvieron identificados con la acción desde el comienzo, fueron los aficionados que se revelaron consumados artistas; en efecto: Gual, Pujol y Vilaregut, bien merecen aquél nombre, pues demostraron cuánta inclinación sienten hacia el arte que han escogido, circunstancia tan poco común entre los profesionales, pero que poseen en sumo grado la Srta. Domus y el Sr. Jimenez; por esto, si son dignísimos de alabanza los acertados esfuerzos de los tres primeros, conviene alentar con las más francas y sinceras felicitaciones á los dos modestos artistas catalanes que por su labor, buen deseo y feliz inspiración en la realización de sus papeles, se han colocado completamente, en primer lugar entre los actores catalanes. Jimenez, dió á su Thoas, todo el vigor heróico del rey ercita, haciendo palpable la lucha de sus pasiones y creencias con los buenos impulsos del corazón y de la razón, que al fin dominan en la obra de Goethe, principal problema que resolvió este gran poeta, enmendando la partida á Eurípides, que daba término á la obra con la fuga astuta de los griegos y de Ifigenia. Al final, la encarnación de la gran figura, tomó toda la intensidad artística apetecible, pintando con inspirado gesto, en que desolado desierto quedaba el corazón de Thoas, habiendo sido el propio causante de tanta aflicción, otorgar el permiso de partida á Ifigenia, á la misma Ifigenia que había dulcificado tan fuertemente el alma bárbara del déspota, gracias al amor destrozado para siempre en sus deseos é ilusiones. Para dejar traslucir este difícil estado de alma, hízolo de tal suerte el actor, que sin gestos de relumbrón, mas por la sola comprensión de la idea artística creada por Goethe, despojóse en un instante de su aspecto legendario, desapareciendo el héroe capaz de luchar con los mismos dioses, sustituyéndole el sér desolado, sufriendo las profundas penas que lloran y arrastran los hombres más tenazmente agarrotados por la fatalidad.

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Ifigenia. Srta. C. Domus

Clotilde Domus, joven actriz cuya carrera artística cuenta apenas dos años, llenó la imagen de Ifigenia de la suavísima gracia que respiran todos los pensamientos que Goethe y su fiel intérprete Maragall, han puesto en boca del personaje, creciéndose hasta las más altas regiones de la tragedia, en el último acto, que encierra la tésis que se propuso Goethe.

En cuanto á los Sres. Pujol, Vilaregut y Gual, solo cabe decir que estuvieron á la altura de la obra, cabiendo por ello alentar especialmente á Gual, que como director del «Teatre íntim» ha logrado componer una pequeña cohorte de actores capaces de representar bien, una obra buena. Por esto, nosotros que solo deseamos que salga nuestro país del estupor imbécil en que parece yace, le incitamos á que continúe y menudée tales éxitos, ya que puede contar con el aprecio altamente laudable de un público hasta hoy poco atento á las cosas del Arte escénico, arte que tanto puede regenerar la empobrecida sangre de un pueblo indiferente.

Antes de concluir, conste, que tanto se lo deseamos á él, como á todos aquellos que sacudan las soñolientas musas de esta querida tierra, que no es tan prosáica como ha convenido presentarla hasta ahora. Y para que se vea que el buen público responderá á cuantos esfuerzos generosos se hagan en pró de la cultura, no queremos más prueba que el entusiasmo verdaderamente joven, ardiente y sentido que ha infiltrado la sola representación de Ifigenia, en el estilo crítico que según nuestro leal saber y entender, es el más discreto de todos cuantos pontifician en esta ciudad; influencia que deseamos mantenga luengos años.

A. L. DE BARÁN.



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ArribaAbajoLa Ifigenia de Goethe por J. Maragall

La Ifigenia de Goethe té axò de gran: que'l poeta agafa el drama antich, tot en pès, el penetra del espiritualisme dels dos mil anys qu'han passat, y, aquell mateix drama, ab el mateix assumto, els mateixos personatjes, la mateixa acció, y'l mateix desenllás, es tot nou. S'en podria dir: la transfiguració d'Ifigenia.

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Pilades y Orestes. Sres. Gual y Pujol

Es tant modern, que cambiant els noms, el medi, els antecedents, els trajos, es un drama d'avuy y de demá, el triomf de la pietat en boca de dona. Tot axò qu'en diuen el feminisme cau aterrat y resolt devant de la Ifigenia de Goethe qu'ella sola, essent no mes que intenssísimament dona, venç á la fatalitat (qu'are en diriam lley d'herencia), transforma un poble, y domina y rendeix á un home fort fentli renunciar justament al amor que sentía per ella mateixa, y al seu orgull y als seus odis. Y tot ho logra no mes que ab el suau persuadí incansable: es dir, obrant com á Femení eternal.

Per xó el drama de Goethe, tot plé de tant gros sentit, es una tragedia en el mes alt significat de la paraula: ella, sense el torb de l'amor sensual, sense materials catástrofes, omple el cor del auditori del sant terror de lo etern. La catástrofe muda es en l'ánima del rey Thoas vençut per la pietat. Per axó brollan las llágrimas cuan, al dexarlo ella sol y desamparat, li diu aquellas paraulas qu'acaban la tragedia:


No, mon rei, no d'aquest modo,
no séns benedicció, ni com per força
nos hem de separar; no com desterro.
   Tu am l'amigable dret de l'hoste regnes
sobre nosaltres i no és pas per sempre  5
que prenem comiat. T'estimo i preo
com el meu: aixi te tinc en l'ánima.
Del més humil dels teus vasalls si un dia
ve a mes orelles eixa parla vostra
que'l temps m'ha fet aqui tant coneguda;  10
si en ell, encar que humil, veig vostres trajos,
vull acullir-lo com un déu que fóra,
vull fer-li'l llit jo sola de mans propries,
a vora'l foc al meu costat fé-l seure
i fer-li dir de tu tot lo que sapiga.  15
   Els déus te pagaran la pietat teva.
Salut, mon rei! Oh, gira-t vers nosaltres
i digues-me un darrer mot de ternura,
que ja'l vent infla suaument les veles
i llisquen ja les llagrimes com balsem,  20
dels ulls dels que sen van... Salut tres voltes!
   I en prenda d'amistat dó-m la má dreta.
THOAS Salut!




ArribaAbajoGoethe



De todos sus secretos te hizo ofrenda la vida,
Júpiter inmortal de mirada serena:
       la realidad vencida
vivió en tu esclavitud y arrastró tu cadena.

   Tu palabra, fecunda como un Fiat divino,  5
pasó , haciendo la luz, sobre todo lo humano;
penetraste en la Grecia y regresaste ufano
       portador del oculto Vellocino.

   Todas tus criaturas viven eterna vida
y hablan la lengua doble que hablan los inmortales:  10
misterioso Neptuno, sujetaste á medida
de las grandes pasiones las ondas desiguales.

   Fuiste el animador de la belleza griega,
Prometeo moderno, cuya mano valiente
hiere á Zeus tenebroso la envanecida frente  15
       y con el fuego de los dioses juega.

   Fuiste el evocador de lo desconocido,
       vibra en tus lieds la fórmula expresiva
que del sombrío Espíritu revela lo escondido
y hace que la callada naturaleza viva.  20

   Cantor de la Belleza, Sacerdote del arte,
todo lo que es humano en tu Templo se encierra;
siempre tendrás creyentes que vengan á escucharte:
tu doctrina es hermosa y hace hermosa la tierra.

EDUARDO MARQUINA.



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ArribaAbajoCançons populars catalanes armonisades per Joan Gay

El comte Arnau


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Tota sola feu la vetlla, -muller lleial?
Tota sola feu la vetlla, v[...]a igual?
-No la faig jo tota sola, -comte l'Arnau,
no la faig jo tota sola -[...]a'm Déu, val!
-Qui teniu per company [...]-muller lleial?
qui teniu per companyi[...] viudeta igual?
-Déu y la Verge Maria, -comte l'Arnau,
Déu y la Verge Maria -[...]a'm Déu, val!
-Aon ne teniu les filles, -muller lleial?
aon ne teniu les filles, -viudeta igual?
-A la cambra son que [...]n, -comte l'Arnau,
a la cambra son que bro[...], -seda y estam.
-Me les deixerieu veure, -muller lleial?
me les deixarieu veure, -viudeta igual?
-Massa les espantarieu, -comte l'Arnau,
massa les espantarieu, -[...] ga'm Déu, val!
-Aon teniu les criades, -muller lleial?
aon teniu les criades, -viudeta igual?
-A la cuina son que re[...], -comte l'Arnau,
a la cuina son que rente[...] valga'm Déu, val!
Aon ne teniu els moç[...], -muller lleial?
aon ne teniu els moços, -viudeta igual?
-an el llit són que repo[...], -compte l'Arnau,
an el llit son que repos[...], -valga'm Déu, val!
Pageu.los bé la soldad[...], -muller lleial,
pageu.los bé la soldada, -viudeta igual.
-Tan prest com l'haur[...]nyada, -comte l'Arnau,
tan prest com l'hauran [...]nyada, -valga'm Déu, val!
-Per ont heu entrat vo[...]a, -comte l'Arnau?
per ont heu entrat vos [...], -valga'm Déu, val?
-Per la finestra enreixa[...], -muller lleial,
per la finestra enreixad[...], -viudeta igual.
-Ai que me l'haureu c[...]da, -comte l'Arnau!
ai que me l'haureu cre[...], -valga'm Déu, val!
-Solament no l'he toc[...], -muller lleial,
solament no l'he tocad[...], -viudeta igual.
-Que es lo que us ix per [...] boca, -comte l'Arnau?
que es lo que us ix per [...] boca, -valga'm Déu, val?
-Males paraules qu'he [...]s, -muller lleial,
males paraules qu'he d[...], -viudeta igual.
-Qu'es aixó qu'us ix pels ulls, -comte l'Arnau?
qu'es aixó qu'us ix pels ulls, -valga'm Déu, val?
-Males mirades qu'he [...]es, -muller lleial,
males mirades qu'he d[...], -viudeta igual.
-Y que us ix per les orelles, -comte l'Arnau?
y que us ix per les orelles, -valga'm Déu, val?
-Son flames de foc que cremen, -muller lleial,
son flames de foc per l[...] ans, -comte l'Arnau?
Y qué us-e surt per les mans, -valga'm Déu, val?
-Les coses mal manejades, -muller lleial,
les coses mal manejades, -viudeta igual.
-Qu'es aixó que us surt pels peus, -comte l'Arnau?
Qu'es aixó que us surt pels peus, -valga'm Déu, val?
-Els mals passos que donava, -muller lleial,
els mals passos que donava, -viudeta igual.
-Qu'es aixó que hi ha a la entrada, -comte l'Arnau?
Qu'es aixó que hi ha a la entrada, -valga'm Déu, val?
-Es el cavall que m'espera, -muller lleial,
es el cavall que m'espera, -viudeta igual.
-Baixeu-li grana y civada, -comte l'Arnau,
baixeu-li grana y civada, -valga'm Déu, val!
-No menja gra ni civada, -muller lleial,
sinó ánimes comdemnades, -viudeta igual.
-On vos han donat posada, -comte l'Arnau?
On vos han donat posada, -valga'm Déu, val?
-Al infern me l'han donada, -muller lleial.
al infern me l'han donada, -viudeta igual.
-Per qué alli vos l'han donada, -comte l'Arnau?
Per qué alli vos l'han donada, -valga'm Déu, val?
-Per pagar mal les soldades, -muller lleial.
per pagar mal les soldades, -viudeta igual.
Feu-ne tancâ aquella mina, -muller lleial.
que dóna al convent de monjes -de Sant Joan.
Quina hora és, que'l gall ja canta, -muller lleial?
Quina hora és, que'l gall ja canta, -viudeta igual?
-Les dotze hores són tocades, -comte l'Arnau,
les dotze hores són tocades, -valga'm Déu, val!
-Vos dic que no'm feu l'oferta, -muller lleial,
que com més me feu l'oferta, -més pena'm dau.
Ara, per la despedida, -muller lleial,
ara, per la despedida, -dem-nos les mans.
-Massa me les cremarieu, -comte l'Arnau,
massa me les cremarieu, -valga'm Déu, val!

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ArribaAbajoRamon Pichot en la ilustracion de «Fulls de la vida»

Pichot es artista ya muy conocido; sus cuadros han hecho comprender á los que visitan los salones de París que Cataluña despierta, que su regeneración ha comenzado ya; en nuestra Exposición ha sido premiado. Sus cuadros, de una factura libre, de una tonalidad desconocida, parecen clichés en los que se haya impresionado, no las figuras, sino el sentimiento que las hace mover.

Cada vez que veo un cuadro de Pichot me queda una tristeza en el alma, como si viese una mujer sufriendo, una cuna vacía, una flor deshojada, un sol que se va.

El me ha hecho sentir lo que me han hecho sentir pocos, él me ha hecho pensar en lo que quizás no hubiera jamás pensado, en que á través de una tela se moviese el alma del artista transparentando en los cuadros un movimiento de vida que en vano buscan los prosaicos cinematógrafos.

Y lo más digno de encomio que tiene Pichot es que para llegar á donde   —019→   ha llegado, que para buscar el Ideal de Arte que él busca, no se ha servido de ningún camino abierto, no ha seguido ninguna huella de las que han dejado impresas los que le precedieron, sino que teniendo su arte por guía, su alma por compañera, viendo solo allí, al fondo de la ruta un ideal que él soñó, con sus propias fuerzas se ha sabido abrir un camino vírgen que ha dejado tras sí para los que con menos fuerzas pero igual ideal puedan seguirlo.

Por esto cuando supe que Pichot ilustraba los «Fulls de la vida» de Rusiñol, esperé ansioso para poder apreciar el trabajo de dos almas que piensan y sienten de igual modo.

El ambiente de que Rusiñol rodea sus obras es el mismo ambiente que se mueve al rededor de los cuadros de Pichot; por esto los artículos de Rusiñol, se ven condensados en las ilustraciones de Pichot; por esto Pichot siente con Rusiñol cuando recuerdan las hojas pasadas, y sonríe al vislumbrar alguna esperanza, en las que les faltan recorrer; por esto deploran juntos que haya un progreso mal entendido que destruye las ilusiones sin dejar paso á las esperanzas.

Cada nota de Rusiñol halla eco en un dibujo de Pichot y no citaremos ninguno porque todos, todos merecerían citarse.

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Rey. Sr. Gimenez

Las decoraciones, el fondo que Pichot ha puesto en el libro de Rusiñol lo avaloran, haciendo resaltar sus filigranas.

El lector va siguiendo una á una las hojas, uno á uno los dibujos y su alma va pasando de las hojas de primavera á las hojas de invierno, llegando por fin als «Derrers fulls» con el corazón impregnado de un sentimiento extraño al que en vano quiere sustraerse.

En fin, Pichot ha interpretado á Rusiñol en «Fulls de la vida» como Rusiñol interpretó á la Naturaleza, como Utrillo interpretó las oraciones.

No será esta la última vez que nos ocupemos de Pichot. Para los artistas de su talla siempre tienen los periódicos una hoja en blanco para llenarla con las exclamaciones salidas del corazón de los que ven sus obras, y del pensamiento de los que lo critican.

JOSÉ M.ª ROVIRALTA.




ArribaAbajoEl primer paso por Marcel Lheureux

I

El joven se paseaba por el puente del paquebot. Tenía apenas diez y seis años, estaba delgado, pálido y melancólico. Por primera vez viajaba solo; su padre lo había enviado á Inglaterra á pasar un mes con unos amigos y volvía á Dieppe, en donde debía permanecer hasta fin de vacaciones.

Era por la mañana; el mar estaba en calma; el steamer se deslizaba en medio de una niebla que todo lo envolvía. No se divisaba ni una nube en el horizonte. El aire era frio y era muy poca la gente que se paseaba por el puente. Solamente algunos ingleses envueltos en largos macferlans y llevando la cabeza cubierta con casquetes de doble visera, fumaban sus pipas en silencio.

El joven observaba el mar; su corazon rebosaba ternuras y deseos. Pensaba en el Amor.

La mujer era para él una obsesión contínua, porque no la conocía todavía; tan tímido que le asustaban los besos fáciles, tan delicado que le repugnaba el contacto de las mujeres viciosas.

Sin embargo, envidiaba á sus camaradas más animosos y menos refinados, que se habían arrojado sobre la primera carne que se ofreció á sus jóvenes apetitos. Sufría por su virginidad lo mismo que si fuese un defecto físico; sentía una especie de vergüenza secreta; se reprochaba no haberse nunca atrevido, y por nada del mundo habría confesado este exceso de inocencia.

Pensaba pues, en el Amor; en una mujer que había vuelto á ver la víspera en el tren; en una niña cuyos dedos había aprisionado bailando; en su profesora de piano á la cual había por ventura rozado los labios el día en que le dijo: ¡adiós!

Un repentino calambre del estómago le sacó de este sueño; recordó que aun estaba en ayunas y se apresuró á bajar al comedor.

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Arkas9. Sr. Vilaregut

Cuando estaba cerca de la escalera una joven apareció bruscamente. Fué una emoción agradable; se le escapó un grito:

-¡Julia!

Ella levantó la cabeza.

-Cómo, Jacobo -exclamó- ¿es V.?

...Hacía dos años que no se habían visto. Amigos de la infancia -ella era un poco mayor que él- se veían todos los veranos en los baños. Habían jugado juntos, primero en la plaza en donde construían castillos de arena, después en las rocas en donde con las piernas desnudas iban á chapuzar so pretexto de cojer langostinos. Una tarde habían bailado en el casino: su amistad se hizo más tierna, mezcla de estimación y de coqueteo, llena de riñas y de reconciliaciones, de besos á hurtadillas en las casetas de baños y de conversaciones en que el uno instruía al otro.

Ella había estado muy mal educada en otros tiempos y tan poco vigilada que un día, precisamente el último año que él la vió, huyó con un joven al extranjero sin que sus padres tuvieran noticias de lo que le sucedió. Esto fué orígen   —021→   de un escándalo enorme que un año después no había sido olvidado.

En aquella época él estaba embargado de cierta desazón, semejante á la primera punzada de unos celos nacientes.

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Acto 3.º. Escena última

Ella rompió la primera el silencio.

-Ha crecido V. -dijo; -ya es V. un hombre.

-Sí -respondió él; -no soy el niño de antes.

Este «antes» evocó recuerdos...

Ella continuó:

-No volví á Francia hasta después... después... Vd. sabe á qué me refiero. Tenía un deseo loco de volver; aproveché un momento de libertad y me embarqué. Contaba con ocho días de tiempo.

-¿No es V. libre? -pregunto él con naturalidad.

Ella le miró riendo:

-¡Tonto! qué curioso eres!

Este tuteo, reminiscencia de otro tiempo, le hizo perder su timidez. Julia apretó su mano.

La costa apareció á lo lejos; ella dió un grito de alegría y se apretó contra él.

-¡Oh! mi joven amigo, si supieras cuán grande es mi dicha al volverte á ver!... ¡Me recuerdas tan buenos tiempos!

II

Se encontraron otra vez la noche de este mismo día en la terraza del Casino. La noche era admirable; el cielo azul, sin una nube, cuajado de estrellas; no hacía viento; el aire era de una pureza incomparable.

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Acto 5.º Escena10

El le había cojido dulcemente la mano. Le contaba su vida, sus estudios, sus esperanzas. Su cerebro se exaltaba, le abrió su corazón que un placer loco y una emoción intensa habían trastornado.

-Y Vd.? -replicó él, interrumpiéndose súbitamente,-¿es Vd. feliz?

-Ni feliz ni desgraciada -respondió ella.

El la cogió de nuevo la mano y se la apretó fuertemente; le estrujó los dedos; le parecía que sus dos almas se comunicaban por entre las manos unidas; creía volverse loco.

-Julia -dijo, -es preciso ser feliz.

Ella se levantó bruscamente.

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-Vámonos, hace frío.

Jacobo rodeó con su brazo el de su amiga.

Ella le miró sonriendo.

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Acto 5.º. Escena 3.ª

Cuando llegaron al extremo de la terraza, sitio en donde se colocaban las casetas los días de fuertes mareas, dijo Jacobo:

-Julia, ¿te acuerdas de las casetas?

Ella enrojeció.

-¡Jesús! y qué tontas somos cuando niñas, -respondió.

-No lo creas, Julia; ¿quieres besarme como otras veces?

Ella le miró con estupor.

-¡Pero, estás loco!

-¡No! ¡No! -dijo pateando como un chiquillo- no estoy loco. Nadie nos observa; bésame, te lo suplico. ¡Qué pena me darás si rehusas!...

Y se le llenaron los ojos de lágrimas. Entonces ella acercó sus labios.

-¡Toma! -dijo, y le besó.

La acompañó Jacobo hasta el hotel. Delante de la puerta se detuvieron; él permanecía callado, pero no podía resolverse á marchar.

Julia le miraba mordiéndose los labios para no reir: «¡Oh! te suplico que no te burles de mí.» Esto era muy tonto, pero casi lloraba. «¡Vamos! -dijo ella, -no me abandones puesto que te causa pena...»

El cojió su mano y la cubrió de besos. Julia le dió un golpecito en la mejilla...

Ya en su habitación Jacobo no sabía por dónde empezar y se preguntaba: «¿Es preciso confesarlo?» Pero temía que ella se burlase.

Julia estaba sentada cerca de Jacobo y él apoyó su cabeza sobre el hermoso pecho de la entretenida. Entonces acercó sus labios al oido de ella y bajo, muy bajito, le confió su secreto...

A medida que hablaban Julia le apretaba su mano febrilmente. «¿Es cierto, querido Jacobo; no me engañas?...» Y, cuando él se atrevió á levantar los ojos para mirarla, notó que los de ella se habían cubierto de lágrimas.

III

Cinco días después Jacobo acompañaba á su amiga al paquebot; ella partía sola para Inglaterra.

Los dos estaban tristes; él aparentaba sin embargo un dolor más grande del que realmente sentía... En el fondo no se amaban; sin embargo, habían sido dichosos unos momentos...

Lo que Julia amaba en Jacobo era ella misma; ella misma en su pasado: la niña, la chiquilla, el ambiente en que había vivido... Todo esto rebrotó en su corazón al abrazar á Jacobo.

Y, Jacobo no amaba á Julia, sino que amaba á la mujer sueño y deseo de la juventud, cuya forma real y tangible había estrechado entre sus brazos.

Vagamente sentían estas cosas, y emocionados, no atreviéndose á formular los pensamientos que les agitaban, permanecieron en silencio.

-Jacobo mío, -dijo Julia, -quizás es mejor que esto acabe así...

-¡No digas eso! Bien sabes que te quiero.

Julia sonrió como dudando.

-Hay muchas mujeres en el mundo; te divertirás, la vida pasará...

-¿Crees pues que puedo olvidarte?

-No, pero ya eres un hombre.

La hora de la partida se aproximaba y fué necesaria la separación. Un silbido ronco rasgó el aire y Jacobo subió el muelle.

El steamer levó anclas; Julia agitaba su pañuelo. Muy pronto desapareció.

El joven caminaba por la orilla del muelle. Frente al Casino vió una mujer que le pareció joven y hermosa.

La miró fijamente y ella sonrió...

Entonces recordó las últimas palabras de Julia: «Jacobo, eres un hombre...»

Y siguió á la mujer.




ArribaAbajoTrabajo inutil por Fran.co de A. Soler

I

El filósofo estudió durante muchos años á la mujer. Cuando creyó conocerla, recopiló todos sus estudios, todas sus observaciones y quiso publicar una obra.

Un día, á pesar de contar más de cincuenta años, se enamoró de   —023→   una joven muy hermosa, una niña casi, una niña pura, sencilla, inocente.

Fiel á sus principios y puro observador de sus teorías, quiso estudiar el corazón de aquella mujer que logró enamorarle y vió con alegría que su adorada poseía un corazón virgen sin un átomo de impureza.

Y el filósofo convencido de haber dado con el ideal, procuró agradar á la niña y la niña correspondió ó fingió corresponderle, pero es el caso que un día el viejo sabio conocedor del corazón de la mujer, se unió para siempre con la hermosa niña virgen é inocente.

A la niña, sin duda, le cansaron pronto las filosofías del viejo. La ciencia no satisfacía sus instintos juveniles, su corazón de fuego mal podía avenirse con el cansado corazón del filósofo; su imaginación viva y exaltada desdeñaba las escabrosidades de la ciencia para ir en busca de fantasías, ligeras sí, pero más agradables y más en armonía con su temperamento.

Y sucedió que un día la niña encontró un corazón que sentía lo que sentía el suyo, una imaginación que pensaba lo que la suya pensaba, y se abandonó á este amor, se abandonó sin poder resistir la tentación, sin luchar apenas.

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Portada por C. Schlvmberger.

No, la niña no luchó, no procuró apartar de su cerebro la imagen de su ideal, se recreaba pensando en él entes de encontrarlo, y el hallarle natural era que se abandonase risueña y confiada, sin pensar que faltaba á su deber, en brazos de una pasión que era la primera que sentía.

Y el viejo filósofo seguía estudiando, estudiando mucho, y casi tenía terminada su obra. En ella hacía un estudio profundísimo del corazón de la mujer, de sus caprichos, de sus aspiraciones, hasta se atrevía á sentar reglas, reglas que él afirmaba ser infalibles, para conocer si una mujer dadas sus inclinaciones y su caracter será fiel esposa y cariñosa madre.

II

Mientras el viejo estudia y escribe, los amantes nada respetan. Para ellos su pasión lo es todo y es tanto su amor y su ceguera que no han notado que la deshonra del filósofo se ha hecho pública.

Nadie ignora ya que la niña virtuosa é inocente es infiel al sabio; solo lo ignora él, el interesado, el marido.

Un día, sin embargo, le dijeron algo, pero él no quiso creerlo; otro día le hablaron más claro y le dieron algunos detalles y aunque tampoco lo creyó, por tranquilidad propia quiso convencerse de que le habían engañado.

Quiso verlo; y lo vió todo; se convenció de su deshonra, pero nada dijo á la esposa infiel, nada dijo al amante; se encerró en su gabinete, contempló con tristeza los pliegos de cuartillas próximas á imprimirse y dijo:

-Veinte años de estudio, de trabajos, de privaciones. Creía conocer á la mujer y mi propia esposa á quien creí un angel me ha demostrado que ni conocimientos vagos tengo de ella. Yo senté en estas cuartillas no reglas generales, sino reglas absolutas, reglas que no admiten excepciones. ¡Cuánto trabajo inútil!... ¡Maldita la mujer, que nunca deja conocerse!...

Y, cogiendo los manuscritos los arrojó al fuego y contempló impasible como las llamas consumían aquellas cuartillas que le habían costado tanto estudio, tanto trabajo, tantos desvelos.




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En el número próximo publicaremos el retrato del conocido artista Alejandro de Riquer y un trabajo inédito de su obra Crisantemas, próxima á publicarse, además de algunos carteles é ilustraciones. La portada será del distinguido dibujante Sr. Torent.

El «Teatre íntim» tiene preparada una sesión en la que se representará el «Silenci» de Gual, y «L'alegria que passa» letra de Rusiñol y música de Morera. Dado el impulso que la representación de «Ifigenia» ha impreso al «Teatre íntim», no dudamos se verá concurrida, y creemos que muy pronto podremos hablar de este nueva sesión.

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