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ArribaAbajoLuz

Año I. Barcelona 30 de Noviembre de 1897. Núm. 2


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ArribaAbajoAl publico y á la prensa

La cariñosa acogida que ha dispensado el público á nuestro periódico, nos pone en el deber de manifestar lo agradecidos que quedamos, alentándonos al mismo tiempo para continuar con fe y perseverancia en el camino que de antemano nos trazamos.

Mas como no es el deseo del lucro el que nos anima en nuestro trabajo, sino tan sólo la realización práctica de una idea, todos los beneficios que pudiéramos obtener, se emplearán para mejorar nuestra publicación hasta ponerla a la altura de las mejores en su género.

Muy agradecidos quedamos también a la prensa por la crítica favorable que le ha merecido nuestro periódico, por lo que reiteramos una vez más a nuestros queridos colegas la consideración y el compañerismo que se merecen.

La Redacción.




ArribaAbajoAviso á los señores suscriptores

Todos los señores suscriptores que deseen tener derecho á los regalos y á los números extraordinarios, es necesario que satisfagan la suscripción hasta fin de año.

El primero de Enero próximo podrá normalizarse el pago por meses ó por trimestres, siendo los precios de suscripción, los indicados en la sección de anuncios.




ArribaAbajoMassó Torrents

No me propongo formar juicio crítico de las obras del distinguido poeta catalán cuyo retrato honra la primera página de nuestro periódico, porque no alcanzan á tanto mis fuerzas; tan sólo deseo trazar á grandes rasgos una ligera siluetá de su personalidad literaria, lo bastante conocida y apreciada por sus muchos méritos, para que pretenda decir de ella nada nuevo. ¿Quién, amante de la buena literatura catalana, desconoce el nombre de Massó Torrents,.y quién no se ha deleitado saboreando las poéticas descripciones, tan bien sentidas cuanto mejor escritas de los magníficos paisajes pirenaicos? Él sabe presentarnos las innumerables bellezas de esa Suíza catalana, en sus Croquis Pirinençs, con naturalidad exquisita, desnudo su lenguaje de la forma ampulosa con que para expresar sus pensamientos visten los poetas sus ideas; así es que la poesía que hay en sus descripciones, es la poesía delicada y sencilla que ve en la madre Naturaleza, que admirablemente copia su pluma privilegiada y que sabe comprender su alma de artista.

Massó Torrents se dió á conocer como escritor en el periódico L'Avenç, que dirigía en unión de Perés y del malogrado López Oms, sus inseparables compañeros. Cuando vino á mis manos uno de sus libros, lo Llibre del cor, que leí entonces con gusto, como leo hoy todo lo suyo, me encantó tanto su originalidad, y sus versos me gustaron tanto, que no se borraron de mi memoria muchos de ellos. Entre todos los de este libro, hay una poesía que á menudo me viene á la memoria, inspirada en los mismos paisajes pirenaicos que tan bien sabe describir.


Dalt de la sorra y entre boscall
hi ha una capella que guayta avall
y cuan s'acosta la turbonada,
sa campanada
gayre be espanta tota la vall.  5

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En estos versos, sobre todos los que de él he leído, se ve, á mi juicio, su estilo sencillo, su metro natural y elegante, á la par que su mucha inspiración. Lo Llibre del cor es una colección de notas íntimas, un álbum de suspiros, una serie de poesías cortas arrancadas de su corazón.

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J.M.R.-LA MEDITACIÓ

En su primer libro, Lo Freser, dedicado al Centro Excursionista Catalán, y publicado en 1883, se muestra el espíritu observador que no pasa por alto los más pequeños detalles, y el escritor inteligente que viste con forma bella y agradable la descripción minuciosa y detallada; en su obra La Fada, puesta en música por el maestro Morera, qué todo el mundo conoce y que muchos aplaudimos en su memorable estreno de Sitges, se descubre el genio del poeta, el alma del artista cuyo aliento creador dio calor y vida á una fantasía de la imaginación. De su libro Natura, próximo á publicarse, nos ha dado galantemente la poesía que enaltece el presente número; yo me prometo que será, entre lo bueno, de lo mejor, juzgo la muestra por el botón, y estoy seguro que no me equivocaré.

Para concluir, ya que he procurado al menos, aunque no lo he conseguido, presentar algo su personalidad literaria, no quiero pasar por alto una de las cualidades de su carácter, una de sus virtudes, que por lo rara entre los hombres de hoy, hace que sea doblemente simpático: es la modestia, quizás excesiva para un hombre que, como él, vale tanto. Trabajador infatigable, á pesar de que la fortuna le ha sonreído siempre, él, en unión de sus amigos antes citados, sostenía, pagando de su peculio, el periódico L'Avenç que vivió muchos años, y en donde se inició, según he podido leer en uno de sus artículos, la reforma lingüista del catalán, tan discutida por algunos, pero que al fin ha triunfado con el triunfo de las grandes ideas.

Sólo me resta darle en nombre de mis compañeros y en el mío, las gracias más expresivas por la poesía que nos ha cedido de su libro, prometiéndonos de su amabilidad exquisita, que no será la última que tendremos el gusto de publicar.

J. P. y LL.

Noviembre de 1897.




ArribaAbajoEl primer beso

I

Muy grande fué mi alegría al unirme el sacerdote con Rosita por el sagrado lazo del matrimonio.

¡Con qué decisión pronuncié el «sí» de reglamento!

Pero más grande, si cabe, fué aún mi dicha, cuando en la estación nos despedimos de parientes y amigos, que siempre resultan importunos en tales casos.

El tren partió.

¡Por fin iba á realizarse mi sueño dorado! Pasar la noche de novios en un vagón de primera.

II

Mi corazón latía con violencia. Apoyado en la ventanilla, veía pasar ante mí árboles, casas, prados, montañas, todo como una exhalación eléctrica.

No sé cuánto tiempo permanecí de este modo; pero al final comprendí lo ridículo de mí conducta.

¿Por qué aquella timidez extemporánea, si, al fin y al cabo, aquella mujer que se hallaba a solas conmigo, era mi esposa?

Avergonzado, volví el rostro, y pude verla sentada al otro extremo del vagón.

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Estaba más pálida que la cera. Clavé mis ojos en los suyos de cielo, y nuestras miradas se encontraron.

Sus hermosas mejillas tiñéronse entonces de carmín, y algo así como un temblor convulsivo agitó su cuerpo.

Enamorado y anhelante, dirigime hacia ella, que en aquel instante, más que mujer, parecía la alegoría del pudor y de la virginidad.

Aprisioné entre las mías su blanca mano; pero continuó con la mirada fija en el suelo y temblando convulsivamente.

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Santiago Rusiñol.-RETRATO DE ENRIQUE MORERA

Con mi brazo rodeé su talle, y acercando mi rostro al suyo, aspiraba su aliento embriagador, y no me cansaba de contemplar aquel ángel que el cielo me deparó por compañera.

Pero ella seguía temblando, cual si tuviese mucho frío.

Haciendo un gran esfuerzo para hablar, pude balbucear á su oído:

- ¿Tienes frío, vida mía?

-Al contrario,-repuso con voz casi imperceptible;-el calor me ahoga.

-¿Te ahoga el calor, y tiemblas?

-Tiemblo de emoción, tiemblo de dicha.

Pero no era ella tan sólo la que de dicha temblaba. Extraños escalofríos agitaban mi cuerpo, y fascinado ante tal felicidad, levanté con mis manos aquella frente inmaculada, que se inclinaba, por el rubor, hacia el suelo.

No me había engañado. Sus mejillas virginales ardían más que el fuego, y ebrio de gozo, exclamé:

-¡Cuánto te adoro! ¡Cuánto te quiero!...

Entonces, sus ojos buscaron los míos, y en vez de bajarse, se complacían en mirarme, sus manos me estrechaban con frenesí magnético, nuestros rostros se aproximaron y nuestros labios, palpitantes de pasión, sellaron nuestro amor con el primer beso.

III

No he besado más con tanto placer y con tanta emoción.

Huyó, por no volver, la inocencia del primer beso.

Cayó con él el velo del pudor, y al caer, arrastró consigo las primeras ilusiones.

Y estas ilusiones y aquellos placeres, ya no volverán.

No volverán, porque tampoco volverá el primer beso.

CARLOS M. SERRAT



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ArribaAbajoEls abets



Molt tristos són els abets
am la caiguda brancada,
molt orgullosos i drets
am la punta al cel clavada.

En la congesta de neu  5
sinistres marquen la serra;
és l'unic enemic seu
que un die ls colga o aterra.

Sovint am sos tela lascius
els amanyaga la broma,  10
ells s'hi refresquen, i altiua
a la vall omplen d'aroma.

Semblen gegants esglaiats
devallant de la carena
amb ela braços desmaiata  15
fent tenebrosa cadena;

que s'enfonza al vall pregon
a sentir remor de vida
per tornà a la calma d'on
a malgrat n'era sortida.  20

Per a combatre amb el vent
hardida aixequen la testa;
rumbejen am gran caient
llur cabellera feresta;

ferrenya tenen l'arrel;  25
sa alterosa silüeta
damunt la volta del cel
es destaca altiva i nèta.

A prova de tempestat,
i am llur soca que nos torça,  30
en l'immensa soletat
són l'emblema de la força.

J. MASSÓ TORRRENTS




ArribaAbajoHedalina

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Legado de mis abuelos, entre otros polvorientos y casi ilegibles manuscritos, encontré el que fielmente copio, después de haber descifrado sus borrosos caracteres á costa de no pocos esfuerzos. Helo aquí:

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«Ella era rubia, blanquísima como la nieve que corona nuestras montañas... aquellos brazos esculpidos parecían en mármol blanco puro... sus ojos negros y brillantes, grandes y rasgados, tenían en su mirada una expresión tal de dulzura y de pasión, que enloquecía; fijos en el horizonte, parecía que adoraban los últimos rayos del sol poniente.

»¡Aquella tarde la vi por primera vez en mi vida, cruzando el prado del castillo que era su morada solitaria!... ¡Cuán hermosa, apoyada con su codo en la ventana ojiva, inmóvil, fija la vista en lontananza, cubierta por pálida gasa azul el torneado busto, al aire los esculturales brazos, ceñidos por ricos brazaletes; cayendo las rizadas crenchas en áureas cascadas por la suave onda de los hombros hasta perderse con la flexible cintura tras el muro!... ¡cuán hermosa!... me detuve ante la verja de aquel castillo y abrí desmesuradamente los ojos... No era alucinación, no era vana sombra, ni efecto de la luz del sol que se ocultaba lentamente, enviando sus últimos rojizos rayos al morir el día... era realidad... en su mano pequeñísima, medio abierta, tejiendo entre sus dedos el cabello, apoyaba su divina cabeza... El tiempo que estuve contemplándola en su inmovilidad, en su abstracción, no lo sé. Al separarme de aquella verja, ya era entrada la noche; la amaba locamente; hubiera deseado tenerla junto á mí, muy cerca, para adorarla como una imagen.

»Al día siguiente, volví temprano, muy temprano. El sol ardiente alumbraba la ventana ojiva que ahora tenía corrida una cortina... ¡desdicha!... En vano estuve frente á la verja todo el día; la cortina no se alzó ni aquél ni los días siguientes. Yo estaba casi loco; las facciones, la gallardía de aquella mujer, vistas al caer de una tarde inolvidable, no se borraban ni de mi pensamiento, ni de mi corazón.

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»Al fin decidí hacer una locura. Me enteré que el dueño del castillo, el anciano duque de Bourneville veraneaba en él; supe también que casi nunca se le veía, encerrado entre aquellos muros de piedra que, según la gente del pueblo, eran guardadores de riquísimas obras de arte que constituían su pasión favorita. De los pormenores de su familia no pude inquirir noticia; sólo había visto alguna que otra vez salir del castillo un criado que, según supuse, iría á hacer diligencias.

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»Desesperado por no poder verla, me decidí á presentarme al duque, confiando en su bondad. Al efecto, mi amigo Ramiro Dubois me ofreció una tarjeta de presentación y una tarde subí, agitado y tembloroso, la vetusta escalera de piedra. Al tirar del cordón de la campanilla, una oleada de sangre subió á mi cabeza, casi me ahogaba. Abrióse la puerta.

»¿El señor duque de Bourneville?-dije con voz entrecortada por la emoción,-¿está?...

»-Sí, señor,-me respondió el criado, vestido con larga librea verde;-pase adelante, caballero, y tom usted asiento.

»Describir las innumerables bellezas de aquel salón no me propongo, pues que tarea difícil sería bosquejar siquiera los mil riquísimos objetos que lo adornaban. Después de mirarlo rápidamente, mi pensamiento se desbordó; en todos aquellos muebles veía la mano cuidadosa del hada fascinadora que venía buscando... el aire, al pasar por entre los cristales, me hacía oír el roce de sus faldas; á cada momento me parecía que iba á entrar por aquellos arcos de piedra á darme la mano sonriendo... las macizas puertas de madera ricamente labrada, que sumidas en la semiobscuridad de aquel salón le prestaban majestuosa severidad, creía que se abrirían en un momento, dando paso à su gentil figura...

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»Mi imaginación volaba, y la presencia del anciano duque que se dirigía lentamente hacia mí, la detuvo. Temblando como un azogado, le entregué la carta de presentación.

»¿Qué se os ofrece de mí, caballero? Mandad, -dijo, después de haber leído.

»El momento más amargo de mi vida fué aquel, ¿Cómo decirle que yo amaba á su hija, á su parienta, á su mujer tal vez?...

»¡Señor duque!- articulé pálido y sin poderme sostener,- ¡señor duque, perdonadme!... pero yo no puedo guardar por más tiempo la violenta pasión que arde en mi pecho... me abrasa el corazón, me acaba la vida... ¡yo amo á la mujer que tenéis aquí!... ¡la adoro!...

»Sudaba, la cabeza se me iba, la emoción era tan fuerte, que no pude tenerme en pie, y me senté.

»El duque me miró de hito en hito, abrió con extrañeza los ojos, y dijo:

»-En verdad, caballero, no os comprendo. ¿Quién os ha dicho que yo tengo aquí mujer alguna, si sólo somos mis criados y yo?

»-¿Quién?-dije, casi gritando, -¿quién?... ¡nadie!... yo la he visto con mis ojos... ¡la he visto!... ¡cuán hermosa es! No me lo neguéis, por favor, no me lo neguéis, ¡aunque sea verla un momento no más!

»¿Os habéis vuelto loco, caballero? ¿Dónde, cuándo la visteis?

»¿Dónde?... asomada á la ventana que da á la verja del camino, bellísima, angelical, magnifica, inmóvil, contemplando al atardecer la puesta   —7→   del sol, de ese sol que, más dichoso que yo, pudo besarla con sus últimos rayos!... ¡Una tarde inolvidable, la vi una vez sola!...

»-¡Ja, ja, ja!...

»Mis palabras fueron cortadas por una estrepitosa carcajada del duque. Me quedé estupefacto. ¡Cruel! parecía burlarse de mi desdicha...

»«Se paró, y tomando el cordón de la campanilla, riéndose siempre, lo agitó fuertemente.

»-Ya veréis, ¡ja, ja, ja!... vuestra adorada... ¡ahora os diré quién es y cuál su alcurnia!...

«El criado se presentó.

»-Trae el libro grande del gabinete azul,- ordenó el duque.

»En tanto, yo estaba sin saber qué pensar. ¿Qué significaba el mandar á buscar un libro? ¿Qué jeroglífico era aquel que se presentaba ante mis ojos? ¿soñaba acaso?... La aparición del criado, con un gran libro rojo, me sacó de mis pensamientos.

»«El duque buscó la P en el índice, y luego leyó en alta voz: «Paul Dorechti, página 322». Hojeó nuevamente, y al encontrar la citada página, se detuvo; siguió con el dedo índice varios párrafos, y señalando uno, dijo, entregándome el libro:

»-Leed.

Leí, azorado, lo siguiente:

»Hedalina. Estatua de cedro tallado. Una de sus primeras y mejores obras, barnizada en la casa de Fiosi é hijo, de Florencia, adquirida en dicha ciudad en 18 de Enero, etc...»

»Volví á repetir la lectura, y no entendiendo nada, miré al duque, diciéndole:

»-¿Y bien?...

»El se había puesto de pie.

»Seguidme,-dijo.

»Le seguí como un beodo, cruzamos varias habitaciones y entramos en una, cuyas ventanas ojivas tenían tirada una cortinilla que evitaba la luz. El duque alzó las cortinillas... lo que pasó por mí, es indescriptible. Apoyada de codos en una columnata de la misma altura que el muro, una magnífica estatua de cedro pintada, contemplaba melancólicamente el sol que descendía á su ocaso.»

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

J. ODARP

Noviembre de 1897

Ilustraciones de Pahissa




ArribaAbajoMis tres niñas

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Louis Oury.-CARTEL ARTÍSTICO



Por tres niñas, Consuelo,
yo peno y muero;
por las tres yo suspiro,
y á las tres quiero
con tal anhelo,  5
que al perder una de ellas,
perdiera un cielo.

Mas no llores, mi vida,
ni estés celosa,
que el amar á tres niñas  10
es poca cosa,
y orgullosa, no muestres
conmigo enojos,
pues que son tus rivales...
las de tus ojos.  15

F. de A. S.



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ArribaAbajoNaturaleza enferma

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El sol huyó á lo lejos; el aire sopla más fuerte entre las hojas; de las cúspides de las montañas empiezan á bajar las nieblas de la tarde; todo es silencio, el viento no murmura, los pájaros no cantan... viene la noche.

Absorto en vais pensamientos, no he reparado en el paisaje que me rodea; acostumbrado á ver por todas partes el verdor de las praderas, me asombra el encontrarme en medio de una tierra seca, casi sin árboles. En pocos momentos, el cielo siempre azul de Italia, se ha trocado en una mancha gris; la naturaleza se muestra anémica, raquítica, enferma; sólo se ve á lo lejos una línea azulada que se pierde en el cielo; son las montañas; los primeros términos se confunden en una mancha parduzca. Me parece extraño que entre aquella muerte exista la vida, y sin embargo, existe, pues entre los pocos árboles que se divisan, se levanta, escondida, una casita, blanca. Me fijo en ella, y creo oir como un suspiro eterno, como un ¡ay! largo, muy largo. Impresionado por el paisaje, me dejo llevar por la fantasía, y ésta me lleva lejos, muy lejos; me siento arrastrado hacia la casita, y me parece que allí debe vivir una mujer hermosa; un vértigo extraño se apodera de mí y me forjo mil ilusiones acerca de la mujer que habita la casita blanca. Hago atención, y el suspiro, el ¡ay! que antes oía, parece que modula notas y más notas, siguiendo un compás rítmico extraño; aquélla no es la música que yo acostumbraba á oír; aquello no es un canto; es más bien un pensamiento, una idea arrancada por el viento de la lira de un poeta.

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Corro, buscando la casa, y oigo más claras las modulaciones; detiene mi paso una pared sin puertas; de arriba parece que vienen las notas; levanto la cabeza, y, apoyada en la baranda de una terraza, distingo una mujer, ¡mujer!... sólo al verla me estremezco; doy la vuelta á la casa, buscando la puerta, y llamo... ¡quizás yo que busco mi ideal por todos partes, lo encontraré allí, en medio de aquella naturaleza sin vida! Se abre la puerta, y una pobre anciana me hace entrar, ¡que triste es la casa!

Pido hospitalidad, y la mujer aquélla, amable como las campesina italianas, me hace sentar cerca de la lumbre. En todo esto la música no cesa, las notas se suceden, y al unísono de ellas, llevándome cada modulación un mundo de ideas, de recuerdos, de ilusiones; pregunto á la anciana de quién es aquella voz, y llorando me dice:-¡De mi hijita!-y comprendiendo que tengo ganas de conocerla, se acerca á la puerta de la terraza, y grita:-¡Cesarina!

Cesó la música, y al poco rato entra una mujer... busco su mirada para imprimir en ella todo un poema de pasión, y... veo sus ojos sin brillo, sin expresión; ¡es ciega!...

Mi sangre no circula, cierro los ojos, y continúo teniendo aún dentro de mí aquella imagen en que se trocó mi ilusión; su voz es del timbre del laud,   —9→   dulce como el rodar del viento entre las apagadas florecillas, tenue como la brisa al levantarse el día; me confunden sus palabras, parece que continúa cantando.

Todo lo comprendo; ¿para qué necesita ella un cielo azul ni un rayo de luna ni el cimbrear de las flores?... ¿no era ciega, no era ella también una naturaleza enferma? ¿pues á qué vivir entre cantos y gorjeos, si le recordarían más su triste suerte? Feliz era allí, entre aquella muerte; nada turbaba sus pensamientos; allí, en la terraza, fija su inmóvil pupila en un punto ideal, allá á lo lejos ella elevaba sus pensamientos á otros mundos y quizá vivían sus ideas en regiones más elevadas, mientras su cuerpo seguía arrastrándose por este suelo, por esta naturaleza enferma...

Solicito permiso para retirarme, pretextando prisa, y al marchar hacia el pueblo próximo, oigo aún como la ciega en su canto me dice:

-Addio signore, addio.

Aprieto el paso, y me encontraba muy lejos de allí, y todavía conservaba el recuerdo de aquella mujer para exclamar: ¡Pobre ciega, feliz ella!...

J. M. R.




ArribaAbajoArte y literatura

Nos escribe nuestro corresponsal de Sitges, comunicándonos que el día 19 del corriente mes leyó Rusiñol en el «Prado Suburense» algunos trabajos literarios de su obra próxima á publicarse, Páginas de la vida. Dichos escritos están admirablemente concebidos y desarrollados con mucho arte, resultando ser verdaderamente cuadros llenos de luz y arrancados de la vida real.

El primero de Enero próximo se publicará el primer número de un periódico quincenal, titulado Catalonia en el que, según nos dicen, colaborarán los Sres, Rusiñol, Massó Torrents, Utrillo, Riquer, Gual y otros distinguidos representantes del modernismo.

Hemos recibido el número 41 de la magnífica revista madrileña España Artística que contiene notables trabajos literarios de reputados escritores y una completa información teatral.

Establecemos gustosos el cambio con nuestro estimado colega.




ArribaAbajoNuestros grabados

Santiago Rusiñol.-Retrato de Enrique Morera.-No pretendemos hablar aquí de la personalidad artística de Enrique Morera; merece otro sitio y más espacio. Al dar la reproducción del cuadro de Rusiñol, sólo nos movió la idea de mostrar á Rusiñol en el género de retratos. Pocos artistas se pueden vanagloriar de saber rodear al retrato de aquellos objetos que más pueden demostrar sus caracteres y sus tendencias. Rusiñol, en el cuadro que hoy reproducimos, ha colocado, por decirlo así, á Morera en su círculo, le ha rodeado de aquella aureola popular que le acompaña en todos sus actos.

J. M. R.-«La meditació,» plafón decorativo.- Este plafón, junto con otros tres, titulados La poesía, la música y la inspiració, constituyen cuatro páginas arrancadas del arte moderno.

Louis Oury.-Cartel artístico.- Hoy publicamos el segundo cartel artístico de la serie que nos proponemos reproducir. Como podría ver nuestros lectores, es anunciador de la exposición de Bruselas y de un mérito extraordinario por el buen gusto y la inspiración que respira.

Dibujos de Pahissa.- El distinguido dibujante Sr. Pahissa ha ilustrado el cuento de J. Odarp, titulado Hedalina. No nos detendremos en elogios, pues que serían pocos los que tributáramos al genial paisajista y porque nuestros lectores los harán con creces al fijarse en las mencionadas ilustraciones.



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ArribaAbajoTeatros

Principal

En dicho coliseo se ha estrenado durante la presente quincena la comedia en tres actos, de don Teodoro Baró, titulada Lo señor Balle.

Aunque su argumento nada tiene de nuevo, parecees se parece á muchísimas otras, la citada producción contiene situaciones muy cómicas siendo chispeante el diálogo.

La escena se desarrolla en una casa de campo, en la cual vive el dueño don Juan con su hija Carmen. Esta tiene relaciones con un joven médico, presentándose en la casa un usurero, que dejó dinero á don Juan en calidad de préstamo, á reclamar el capital y unos fabulosos intereses por haber vencido el plazo, o bien á que le entregue su hija para contraer matrimonio con ella. Durante los tres actos se desarrolla el conflicto entre el deber y el amor, triunfando por fin este último, gracias á la intervención de un tío de don Jaime, que regresa rico de América y lo arregla todo.

La interpretación buena, escuchando aplausos todos los actores.

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Liceo

La inauguración de dicho gran teatro fué un verdadero acontecimiento. La platea y palcos presentan cada noche brillante aspecto, ocupados en su mayoría por señoras y señoritas que lúcen elegantes trajes.

Aunque no ha estado acertada la junta del Liceo al escoger óperas tan antiguas como Don Carlo, de Verdi, no fué mal recibida por la selecta concurrencia, aplaudiendo con frecuencia al bajo señor Navarrini, al igual que al tenor Sigaldi y señora Piontelli.

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Romea

Animadísimo estuvo dicho teatro durante la noche del estreno del drama original de don Antonio Ferrer y Codina, titulado Matrimonis fi de sigle.

Dicha producción es muy parecida á otras del mismo señor, y resultan muy convencionales y falsos los personajes que intervienen en el drama, sobre todo, Elvira, que no razona con lógica ni hay nada en ella que sea firme. No obstante, en diferentes escenas interesa, en especial al final del segundo acto, que es de intensa fuerza dramática.

La Interpretación fué bastante buena por parte de todos los actores.

La obrita en un acto de don Teodro Baró, titulada L'apotecari de Malgrat, ha sido entrenada también durante esta quincena, con agrado del público, que ríe de buena gana las agudezas que los personajes dicen.

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Novedades

Con interés esperaba el estreno de Los dos pilletes (Les deux gosses) que la compañía del distinguido actor señor Cepillo tenía desde muchos días anunciado, para poder dar una información completa á nuestros lectores, pues había de ser, según noticias, de lo mejor entre lo bueno, y á mi entender, se equivocaron los que así afirmaban.

Es un drama en dos partes, dividido en siete actos y ocho cuadros, traducción hecha del francés por don Juan P. Enseñat.

Dicha obra resulta en conjunto muy inverosímil, pues en la misma hay á granel, robos, asesinatos, escalamientos, cambios de hijos, adulterios, etc., etc., que, aunque en algunas ocasiones están con oportunidad presentados, en otras sobran, y más que nunca, en el último acto, porque el público está cansado ya de tanto robo y asesinato.

Los dos pilletes ha sido puesto en escena con esmero, distinguiéndose las señoras Bardo y Valdivia y los señores Muñoz, Colom, Gil, Cepillo y Rausel.

La decoración que representa el puente Austerlitz es obra del escenógrafo señor Moragas, quien tuvo que presentarse á escena al terminar la representación, al igual que el traductor, señor Enseñat.

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Tívoli

El sainete Un cel obert, que se ha estrenado en este teatro, es muy chistoso y fué bien recibido por el público.

La zarzuela Flor de té continúa proporcionando buenos llenos y muchos aplausos á la compañía del Tívoli y á su autor señor Colomé.

No registra otro estreno la crónica teatral de esta quincena, y así, me despido hasta el próximo número.

A. C.




ArribaAbajoFatalidad



¿Qué más pude anhelar? Siempre á tu lado,
en secreto te amaba, prenda mía,
y por tímido acaso ó por confiado,
pudíéndolo decir, no lo decía.

*  *  *


   Y hoy que llora mi pecho amargamente  5
esta ausencia fatal, que causa miedo,
te adoro, vida mía, inmensamente,
y lo quiero decir; pero no puedo.

E. S.




ArribaAbajoCarta

Al señor Miquel Badía

(crítico de los más tercos).


   Muy señor mío: Dispense
si llega mi atrevimiento
á poner la pluma en ristre
y á engarzarle algunos versos
contestando aquel artículo  5
que dió el Brusi hace algún tiempo
referente á modernismo,
porque me parece serio
contestar y refutar
los raciocinios diversos  10
que soltó usted, sin creer
que yo podía leerlo.
   Sí, señor, lei el escrito
soporífero y malévolo,
y me convencí que usted  15
no conoce lo que es bueno.
   La Prosa de Enrique Fuentes
es una prosa modelo 20
y es el álbum de Regoyos
de lo mejor de estos tiempos.  20
   ¿Qué usted no es impresionista?
yo tampoco, pues es cierto
que nada me impresionó
el escrito que comento.
   Dice usted que el modernismo  25
no tiene nada de nuevo,
es verdad, porque en el mundo
del arte todo se ha hecho;
también los republicanos
dicen que es un gran progreso  30
la República, y resulta
que Grecia y Roma la hubieron.
   Sin embargo reconoce
destreza, ingenio y talento
en el autor de la Prosa  35
y destreza y mucho ingenio
al dibujante Regoyos
el autor del álbum. Bueno,
pues esta es la mejor crítica
que de los mismos ha hecho,  40
porque el artista que es listo
sus obras en todo tiempo
han de salir á la altura
en que está su entendimiento,
ya que con él se concibe  45
y sin él el arte es cero.
   Ya ve usted como si quiso
quitar á los dos su mérito,
le salió á usted una cosa
que no se había propuesto.  50
¡Y guay de aquel que no sabe
escribir sus pensamientos!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
   Esta es mi opinión,
que la expongo sin rodeos.  55
   Adiós y disponga usted
   de su servidor.

FLOCELO


   Me consta que esta carta
recibió el crítico serio
señor Miquel y Badía
hace muy poquito tiempo;
y que al leerla furioso,  5
arrojóla contra el suelo
y con cara feroce
haciendo un extraño gesto
dijo dos ó tres palabras
que los presentes no oyeron  10
porque aquellos bigotazos
tan terribles y tan recios
impiden que pase el aire
por entre aquel mar de pelos.

P. de SANMARTÍN

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