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Magistral y sombría

Javier Villán



  • El verdugo
  • Autores: Berlanga-Azcona.
  • Versión: Bernardo Sánchez.
  • Dirección: Luis Olmos.
  • Escenografía: Gabriel Carrascal.
  • Intérpretes: Juan Echanove, Luisa Martín, Alfred Lucchetti, Vicente Díez y otros.
  • Escenario: La Latina.




Joven pareja sin posibles y con embarazo prematuro, busca piso y estabilidad económica; España a caballo entre los 50 y los 60: el paro, la moralidad, la emigración. Y, en medio de todo, una intención irrevocable de felicidad. Que la cabeza de familia sea un verdugo es, en principio, apenas un dato; constata la existencia de la pena de muerte: garrote vil común. Pero este dato crece. Y pasa, de simple identidad sociológica, a conciencia; a mala conciencia personal. Amadeo (Lucchetti) ve los hierros como instrumento laboral; José Luis, el heredero del cargo (Echanove), los mira como un signo trágico de venganza.

Este tránsito de comedia a tragedia vertebra esta formidable versión de Bernardo Sánchez que descubre los fundamentos dramáticos, la esencia teatral de una película ejemplar. Este verdugo, pese a la amenaza de sociología costumbrista que le sobrevuela a veces, mantiene su fuerza universal porque es un alegato contra la pena de muerte. En una España como aquélla, la mitad verdugo de la otra mitad y familiarizada con la muerte, José Luis se niega a matar. Y se niega porque no quiere ser un asesino.

En ese momento alcanza el seco y escueto montaje de Olmos su más sombría poética; aquí, la fuerte expresividad del realismo se aquilata y depura; y se prepara el final desolador: un bello contraluz de fondo enfrentado a una escena cotidiana y vulgar en primer término del escenario. El realismo queda trascendido a un expresionismo amargo y pesimista: el inocente acaba matando.

Sin ese tránsito de comedia apacible a tragedia convulsa, ni Lucchetti hubiera sido el apacible y conmovedor funcionario de la muerte, ni Echanove hubiera sido el grandioso Echanove de la segunda parte, cuando pasa de verdugo temeroso a víctima incontrolada. Esa transustanciación marca el momento cumbre de El verdugo y de Echanove: José Luis, el neófito del garrote arrastrado al lugar de la ejecución más como reo que como ejecutor.

Carmen es un personaje bisagra y Luisa Martín se sitúa entre la naturalidad pragmática de Lucchetti y la bondad idealista de Echanove. Su ternura, su resignación, su insumisión o su complicidad -según trate con uno u otro- resultan imprescindibles: en la trama y en el desarrollo actoral. Por otra parte, el trío principal está muy reforzado por excelentes secundarios; por ejemplo, el agrio y castizo cura de Fernando Ransanz; Vicente Díez, que hace esencial y principal cualquier papel; de las Heras, Gámez, Burgos, Lorente.





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