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ArribaAbajoCapítulo X

Palacios y otros edificios notables. Plazas y fuentes públicas


Palacio real. En la parte más occidental de esta villa, sobre una eminencia que domina la campiña regada por el Manzanares, y en el mismo sitio que ocupa hoy el real Palacio, se elevaba en lo antiguo el famoso Alcázar de Madrid. Hay quien le hace subir al tiempo de los moros, otros le suponen fundado por Alfonso VI, y según otros por el Rey don Pedro; pero quemado y arruinado por un terremoto en los reinados de los Enriques II y IV fue reedificado por este. Por último, Carlos V le convirtió de fortaleza en Palacio real, cuyas obras continuó su sucesor96 con la dirección del arquitecto Luis de la Vega. En los reinados posteriores se embelleció con nuevas obras, llegando al extremo de belleza y elegancia con que le pintan algunos contemporáneos en tiempo de Felipe IV y Carlos II. Pero como nada de aquello existe, baste decir que este palacio desapareció en un horroroso incendio en la noche buena del año de 1734. Felipe IV, que reinaba entonces, determinó construir uno nuevo que excediese a aquel en magnificencia. Para ello llamó a su servicio al abate don Felipe Jubara, natural de Mesina, el más

Real Palacio

  —265→   célebre arquitecto de aquella época: ocupose este en la traza del nuevo real Palacio, y la ejecutó según el modelo que se conserva en el museo militar, y que ya se ha descrito; pero como la extensión que debía tener era tan inmensa, eligió Jubara el paraje de los altos de san Bernardino; mas el Rey formó empeño de que fuese edificado sobre el terreno que hoy ocupa, y se sacrificaron a esta idea los grandes planes de Jubara, y la inmensa ventaja de haberse extendido por aquella parte la población de Madrid, como hubiera sucedido con notables mejoras de salubridad, conveniencia y hermosura. Prevaleció, pues, el deseo del Rey, y don Juan Bautista Sachetti, natural de Turín, fue el designado por el mismo Jubara antes de morir, como el más apto para esta empresa. Viose este precisado a trazar otro palacio sobre el sitio del antiguo, aprovechando el declive y desigualdad del terreno con profundos cimientos para las oficinas y real servidumbre, de modo que lo que no pudo ser en extensión y anchura, lo fue en profundidad y elevación. Satisfecho el Rey con este arbitrio, se aprobó la traza y comenzó la obra que hoy existe, poniéndose la primera piedra en 7 de abril de 1737.

Es un cuadrado de 470 pies de línea horizontal, y 100 de altura, con salientes en sus ángulos en forma de pabellones, y dos alas, aún no concluidas, en la fachada principal, que se empezaron en el reinado de Carlos III. Desde el plan terreno hasta la imposta del piso principal se levanta un cuerpo sencillo almohadillado que forma el zócalo o basa del cuerpo superior, hecho de buen granito cárdeno o piedra berroqueña, y las jambas y cornisas de   —266→   las ventanas de piedra blanca de Colmenar. Sobre dicho zócalo se eleva el referido cuerpo superior que inclina al orden jónico en muchas de sus partes, y está adornado de medias columnas y pilastras que sostienen la cornisa superior. Las columnas son doce en los resaltos de los ángulos, y cuatro en el medio de cada una de las fachadas, a excepción de la del norte, que son ocho; en los intervalos hay pilastras cuyos capiteles se diferencian de los de las columnas, pues los de éstas son jónicos, y los de las pilastras dóricos. Todo el edificio está coronado de una balaustrada de piedra que encubre el techo de plomo, sobre la cual estaba colocada, en otro tiempo, una serie de estatuas de los Reyes de España, desde Ataulfo hasta Fernando el VI, y en los resaltes de los ángulos había otras que representaban varios reyes de Navarra, Portugal, Aragón, Méjico, el Perú, y otros soberanos y caciques indios, pero unas y otras se quitaron hace tiempo, y existen en las inmensas bóvedas del Palacio. Todo el edificio tiene seis puertas principales, cinco en la fachada del sur, que es la principal, y una llamada del Príncipe, en la fachada de oriente. Las otras dos fachadas no tienen puertas. El patio es cuadrado, con 140 pies de área poco más o menos, y rodeado de un pórtico abierto de nueve arcos en cada lado. El segundo piso es una galería cerrada de cristales, que da entrada a las habitaciones reales y capilla. Entre los arcos del patio hay cuatro estatuas que representan los emperadores romanos naturales de España: Trajano, Adriano, Honorio y Teodosio, obras de don Felipe de Castro y don Domingo Olivieri: cuyas estatuas estuvieron antes en donde ahora las   —267→   columnas debajo del balcón principal. La escalera grande es muy suave, y consiste en un sólo tiro hasta la meseta o descanso que hay a la media altura, volviendo después otros dos paralelos hasta la puerta de entrada por el salón de guardias: toda la escalera es de mármol manchado de negro; en frente de ella hay una estatua en mármol de Carlos III, y en el descanso intermedio de las balaustradas dos leones de mármol blanco97. Por último, toda la fábrica de este edificio es de una solidez extraordinaria, por el espesor de sus paredes, por la profundidad de sus cimientos, por la solidez de sus bóvedas, y por el número de sus columnas. Todo es de piedra, y en él no se empleó más madera que la necesaria para puertas y ventanas, cuya mayor parte es de caoba: el aspecto de este hermoso palacio es imponente, pero carece del agrado que sin duda tendría si se hubiesen llevado a efecto los jardines que se proyectaron.

La descripción interior de esta real Casa llenaría por sí sola un gran volumen, si hubiéramos de hacer no más que la enumeración de las infinitas preciosidades que contiene; pero hay que sacrificar el placer que de ello nos resultaría en obsequio de la concisión; sólo se dirá en general que en sus magníficas salas se encierran de cuantos objetos de lujo y buen gusto han producido más perfectos las manufacturas españolas y extranjeras, teniendo el curioso   —268→   que detenerse a cada paso a contemplar las primorosas obras del arte: cuadros de los primeros pintores antiguos y modernos (aunque muchos de los que había han sido enviados por S. M. al Museo); muebles magníficos, arañas de cristal de roca admirablemente trabajadas; espejos de la fábrica de la Granja de una extensión asombrosa; relojes primorosos; colgaduras costosísimas y del mejor gusto; salas cubiertas de mármol, de estuco, una toda de porcelana; todos los caprichos en fin que puede inventar la imaginación están puestos por obra para hacer este palacio digna morada de sus augustos dueños. Estos adornos varían en ocasiones (tal se ha verificado últimamente, reformándose con inmensas mejoras con motivo del real enlace de SS. MM.); y así solamente se hablará de las magníficas pinturas al fresco ejecutadas en las bóvedas de las salas, en lo cual se distingue notablemente este palacio, y que por su mérito artístico, y no estar sujetas a variación, parece oportuno indicar.

La alegoría pintada en la bóveda de la escalera principal es una de las mejores obras en su género; fue pintada por don Conrado Giaquinto, y representa en su cuerpo principal el triunfo de la Religión y de la Iglesia, a quienes España, acompañada de sus virtudes características, ofrece sus producciones, trofeos y victorias. Hay además varias medallas de claro oscuro, y otras coloridas con otros adornos, todos alegóricos a la pintura principal. En la sobrepuerta del salón de guardias se representa el triunfo de España sobre el poder sarraceno; y en el corredor llamado camón se ve a Hércules arrancando las columnas, a pesar del poder de Neptuno, aludiendo   —269→   a los descubrimientos y navegaciones de los españoles.

Principiando por la fachada de oriente, en la bóveda de la sala primera se representa el Tiempo descubriendo la Verdad, obra ejecutada por don Mariano Maella.

En el techo de la sala segunda se ve a Apolo premiando los talentos; y en cuatro compartimentos sobre la cornisa están los Genios de las artes y las ciencias, representados con sus atributos. Todo es obra de don Antonio González Velázquez.

La tercera sala consta de una pintura principal en que se ha representado la caída de los Gigantes que atentaron contra el Olimpo, y de cuatro cuadros fingidos de claro oscuro, representando fábulas mitológicas. Es obra de don Francisco Bayeu.

En un gabinete interior, pintado por don Mariano Maella, se representa a Juno mandando a Eolo que suelte los vientos contra Eneas.

Sala quinta, representa la apoteosis de Hércules; es obra de Bayeu, acaso la mejor que de este profesor hay en palacio. Tiene además cuatro óvalos en sus extremos que representan la Filosofía, la Pintura, la Música y la Poesía.

La sexta sala también es de Bayeu, y representa en el fondo la institución de las órdenes de la monarquía española, y en los extremos cuatro bajos relieves representando las cuatro partes del mundo con sus respectivos atributos. Es obra muy digna de atención.

En la sala séptima se ve a Hércules entre la Virtud y el Vicio. Es obra de las mejores de Maella.

La sala octava (que es la primera de la fachada   —270→   de mediodía) representa la apoteosis de Adriano. A los extremos hay cuatro medallas de claro obscuro en representación de los Elementos. El todo es obra del mismo Maella.

En la sala novena está pintada una alegoría alusiva a la orden del Toisón de Oro, que trae su origen de la fábula del Vellocino. Esta pintura es de don Domingo Tiépolo.

La alegoría de la sala décima es de don Juan Bautista Tiépolo, y representa la grandeza y poder de la Monarquía española.

La sala undécima (que es la principal y magnífica, llamada de Embajadores) fue pintada por don Juan Bautista Tiépolo, y representa en la parte principal la Majestad de la monarquía española ensalzada por los seres Poéticos, asistida por las Virtudes y rodeada de sus diversos estados. En la misma bóveda, y en la parte más alta del trono de la Monarquía se ve un elogio del gran monarca que entonces le ocupaba, compuesto de diferentes pinturas alegóricas de Virtudes, y en una pirámide está escrita la siguiente inscripción: Ardua quae attollis monumenta et flectier aevo nestia te celebrant, Carole, magnanimum. En la cornisa representó los diferentes estados y provincias de la monarquía española con los respectivos trajes de sus naturales, y las producciones de su suelo, en lo cual lució el pintor su fecunda imaginación. Finalmente, en los ángulos se ven medallas doradas contenidas en grandes conchas adornadas con festones y cariátides, y sostenida cada una por dos estatuas de estuco en representación de ríos, obra del escultor don Roberto Michel. Toda la pintura es la más vasta que hay en palacio, y da   —271→   al salón un aspecto verdaderamente regio. Añádase a esto la riqueza de su colgadura bordada de oro; el magnífico dosel del trono de terciopelo carmesí con fleco de oro, a cuyos pies están dos leones de bronce; la suntuosidad de los espejos, mesas y demás adornos; y la gran extensión del salón; y se podrá formar idea de una de las primeras salas regias de Europa.

En la sala duodécima hay una magnífica composición alegórica pintada por el célebre Mengs, que representa la apoteosis del emperador Trajano, a quien sus virtudes y victorias conducen al templo de la Inmortalidad.

La bóveda de la sala decimatercera representa la aparición del Sol y alegría de la Naturaleza; y en la sobrepuerta está pintada la Majestad de España acompañada de sus atributos. Es obra de Conrado.

En la sala decimacuarta pintó don Juan Bautista Tiépolo a Eneas conducido al templo de la Inmortalidad por sus virtudes y victorias.

La bóveda de la sala decimaquinta, pintada por Mengs, es la apoteosis de Hércules, y en los extremos hay medallas de bajo relieve que representan las hazañas de aquel héroe, y son obra de don Felipe de Castro.

La sala decimasexta representa las Virtudes que deben adornar a los que ejercen empleos públicos. Es obra de don Luis López, la primera que ha pintado a fresco en 1825 y en que manifiesta sus felices disposiciones.

En la sala decimaséptima, la primera de la fachada de poniente, pintó en 1825 su padre don Vicente López, primer pintor de cámara de S. M., la   —272→   Potestad soberana en el ejercicio de sus facultades, bella composición.

La sala decimaoctava, pintada por don Juan Ribera, representa al santo rey don Fernando en la gloria. En la sala decimanovena se representa la institución de la real y distinguida orden de Carlos III, composición diestramente ideada y ejecutada por don Vicente López: en la cornisa debajo del testero hay una inscripción latina hecha por don Félix Reynoso, que en letras doradas dice así: CAROLUM. III. REG. PIENTISS. ORDINEM. HISPANUM. VIRGINE. SOSPITE. CVSTODE. INSTITVENTEM. VIRTUTI. ET. MERITO. DECORANDIS THOLO. QVO. DECESSIT. IN. CAELUM. VIRTUTIS. ET. MERITI. MERCEDEM. AMPLIOREM. ADITVRVS FERDINANDVS. VII. NEPOS DEPICTVM. VOLVIT. ANN. MDCCCXXVIII. Hay además en los extremos de la cornisa los símbolos de la real orden esculpidos y dorados, y en las fachadas tres bajos relieves alusivos a la misma.

La fábula de la sala vigésima representa la diosa Juno en la mansión del Sueño, y está pintada por don Luis López.

En la sala vigesimaprimera hay una magnífica alegoría ejecutada por Mengs, que representa la Aurora acompañada de las Horas y del Lucero de la mañana que aparece anunciando la proximidad del Sol, al mismo tiempo que la Verdad ahuyenta al Vicio, que disfrazado se aprovechaba de las tinieblas de la noche. A los extremos hay medallas representando los Elementos, y en las fachadas las Estaciones del año, y el friso está adornado con diversos adornos de escultura. Sobre las cuatro puertas hay cuadros alegóricos pintados por el mismo Mengs que representan las Cuatro partes del día.

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La bóveda de la sala vigesimasegunda representa a Colón ofreciendo un nuevo mundo a los Reyes Católicos, y está pintada por don Antonio González Velázquez.

En la de la sala vigesimatercera se representa la rendición de Granada a los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, y es obra de Bayeu.

La alegoría de la sala vigesimacuarta es la Benignidad acompañada de las Virtudes cardinales. Está pintada por don Luis González Velázquez.

La sala vigesimaquinta representa el poder de la España en las cuatro partes del mundo, y parece obra del mismo Velázquez.

La sala vigesimasexta, pintada por Bayeu, representa la Providencia presidiendo a las Virtudes y a las Facultades del hombre.

En la sala vigesimaséptima se ve la Recompensa del mérito y la Fidelidad, y parece de don Antonio Velázquez.

La sala vigesimaoctava, pintada por don Mariano Maella, ofrece la unión de las Virtudes cardinales.

La sala vigesimanovena, la primera de la fachada del norte, tiene por argumento la Felicidad pública.

La sala trigésima representa a la Virtud y al Honor bajo otras figuras alegóricas.

Pasando a la biblioteca de S. M. consta de varias salas, de las cuales hay pintadas cinco. En la primera una bellísima joven muestra la sala principal, y está acompañada de varios genios con esta inscripción: Ducit ad magna Themis. Rodean la pintura ocho medallas que representan las cabezas de los más célebres capitanes de la antigüedad. En la segunda sala se representa el Triunfo de la virtud;   —274→   en la tercera la verdadera Gloria, y ambas son de Maella; en la cuarta Apolo protegiendo las ciencias, obra de Bayeu, como los bajos relieves alegóricos. Está adornado el todo con caprichos de escultura. La quinta sala, pintada por Maella, representa la Historia escribiendo sus memorias sobre el Tiempo, y está adornada de grupos alegóricos de esculturas y medallas que representan algunos hombres eminentes. Esta magnífica biblioteca es muy rica, en especial en libros españoles útiles y raros, y lo mejor de lo que se ha publicado modernamente en Europa, que S. M. ha reunido; las encuadernaciones son de gran lujo, como también la colección de manuscritos, de estampas, y precioso monetario. Los señores infantes poseen también colecciones muy apreciables.

La capilla real, en la fachada del N. y al mismo piso de los aposentos reales, aunque no muy espaciosa, es magnífica por su ornato. Es de figuras elípticas; una grande que forma el cuerpo, otra menor el pie, y otra mediana la cabeza, con nichones a los extremos del mayor diámetro, en uno de los cuales está el altar mayor, y en el otro la tribuna de S. M. Sobre los machones que forman los ángulos entre elipse y elipse, voltean cuatro arcos que, uniéndose con las pechinas y anillo, sostienen un ático con cuatro grandes claraboyas, encima de las cuales se eleva la cúpula sobre el cubierto del palacio. El interior de la capilla está adornado de columnas de mármol mezclado de negro y blanco, que inclinan al orden corintio. Todas las partes de la arquitectura que se elevan por encima de la cornisa están cubiertas de adornos de estuco dorado, y de figuras y   —275→   estatuas de estuco imitando al mármol blanco. La cúpula, pechinas y bóvedas están pintadas al fresco por don Conrado Giaquinto. En la primera se representa a la Santísima Trinidad, nuestra Señora, y varios coros de santos, particularmente españoles. En las cuatro pechinas san Dámaso, san Hermenegildo, san Isidro y santa María de la Cabeza; en la bóveda, sobre la puerta, la batalla de Clavijo, y Santiago peleando en ella; en la del coro una gloria, y en la de la tribuna del rey varias figuras alegóricas. Por último, el adorno en cuadros, efigies y alhajas de esta capilla y su sacristía, es correspondiente a su magnificencia. Posteriormente se pensó en construir otra capilla, mayor que la actual, para lo que se levantaron sólidos cimientos fuera de la fachada del norte, pero se quedó en tal estado.

Por último, concluiremos el artículo del palacio real, diciendo que en su guardajoyas se conservan alhajas raras y preciosas, en sus inmensas bóvedas multitud de estatuas y otros objetos; y contiguo a él se admiran las suntuosas caballerizas, obra del reinado de Carlos III.

Cochera de la real casa. En la actualidad se está construyendo una obra magnífica que se destina para cochera general de la real casa Regalada: dicha obra está situada en el campo del Moro a la espalda del real palacio; ocupa una superficie de 34.800 pies en un paralelogramo de 116 pies por 300, y sólo consta de una sola pieza de 100 pies de luz con 28 puertas sumamente espaciosas.

Esta obra singular en su clase llama la atención general, y mucho más de los inteligentes por la calidad de su grande armadura de formas, que siendo de tres   —276→   pendolones cada una, constituyen con sus largos tirantes una techumbre plana sin ningún punto de apoyo intermedio. El carácter de esta obra es elegante y sencillo, y cual corresponde a su destino y al lugar que ocupa.

El arquitecto director, que lo es don Custodio Teodoro Moreno, ha sabido combinar las fuerzas de la armadura, presentando en ella un modelo de lo mejor que puede hacerse en su clase, tanto en los exquisitos y bien estudiados cortes cuanto en los herrajes que los aseguran. El público espera con ansia la conclusión de dicha obra, la cual por su forma, calidad y magnificencia, y por su disposición, hará honor a dicho profesor.

Armería real. La armería real, que está en frente de la fachada del sur del palacio, cerrando con él una espaciosa plaza, es un edificio sencillo, sin ornato, aunque de una extensión considerable. En uno de sus ángulos hay un grandioso arco de piedra almohadillado que da entrada a la plaza de palacio, y todo el edificio participa del carácter de seriedad del tiempo de Felipe II, en cuyo reinado se construyó por Gaspar de la Vega, su arquitecto, colocándose en él la armería real, que se trajo de Valladolid en 1565. Todo el piso principal es una galería, cuya longitud de oriente a poniente contiene 227 pies castellanos, con 36 de latitud y 21 de profundidad. En esta magnífica galería se guardan colocadas con mucho orden, muy aseadas y limpias, una multitud de armas antiguas y modernas, primorosas algunas, y de invenciones raras, con otras preciosidades. Merecen citarse una armadura completa de san Fernando en una efigie del Santo Rey, varias   —277→   otras figuras a caballo de Carlos V, Felipe II y Felipe III, vestidas con sus propias armaduras, siendo la de Carlos V la que usó en la expedición a Túnez; otras de los Reyes Católicos Fernando e Isabel. De esta última hay dos, compuestas de peto y espaldar, brazaletes y morrión, en cuyas viseras dice Isabel. Varias otras de reyes de España, una del rey Chico de Granada, y otra regalo de Luis XIV a Felipe V. También hay armaduras que pertenecieron al Gran Capitán, a don Juan de Austria, Hernán Cortés, y otros muchos hombres célebres. Es inmenso el número de espadas, y entre ellas las hay del rey don Pelayo, de san Fernando, del Rey Católico, de Carlos V, de Felipe II, del rey Chico de Granada, del Cid, del Gran Capitán, de Bernardo del Carpio, de García de Paredes, de Hernán Cortés, otra petrificada hallada en el Tajo, y otras muchas. También hay multitud de montantes pertenecientes a varios, diversos sables, entre ellos el de Alí-bajá, general de los turcos en la batalla de Lepanto; otros de lujo de regalo de los turcos al rey de España; muchas gumías, cimitarras, puñales, cuchillos, bayonetas, dagas, partesanas, alabardas, picas y lanzas (una de estas del rey don Pedro) venablos, dardos, hachas, clavas y mazas; varias bardas y cubiertas de hierro para caballos, sillas de todos tiempos y gustos, varios cañones de distintos calibres e inventos, algunos muy antiguos; como también muchos mosquetes, arcabuces, pistolas, trabucos y cerbatanas. Varios estandartes y banderas de Carlos V, las que sirvieron en la batalla de Lepanto, otras de varias naciones, colas de caballos de los bajás turcos, arcos de americanos traídos por Hernán Cortés; varios trozos de   —278→   ropajes y cotas de malla de personas distinguidas, una litera y cuatro platos de hoja de lata del emperador Carlos V, una carroza que sirvió a la reina doña Juana, mujer de Felipe I, y dicen fue el primer coche que se vio en Madrid en 1546; un modelo de navío de dos puentes hecho en 1593; una magnífica carroza de hierro trabajada en Vizcaya y regalada a S. M. por el señorío en 1828, y otra multitud de curiosidades dignas de atención, ya por su antigüedad, su riqueza o su trabajo primoroso. Para ver esta armería hay que proporcionarse esquela del señor caballerizo mayor o del veedor.

Casa de ministerios. Esta casa fue construida en el reinado de Carlos III, bajo los planes de Sabatini, para habitación de los primeros secretarios del despacho, y pasando después a ser palacio del príncipe de la Paz, la adornó este con una profusión y buen gusto singulares. Después de la guerra de la independencia estuvo allí el consejo del Almirantazgo; después de la extinción de este se colocó en esta casa la biblioteca real; y últimamente se han fijado en ella las secretarías del despacho. Su arquitectura es sencilla, y su fachada principal de poca apariencia, y defectuosa por el declive del terreno y hallarse encallejonada; pero el interior de la casa, su elegante escalera de un tiro, que se subdivide en dos ramales a derecha e izquierda, perfectamente iluminada y decorada con columnas y un bajo relieve muy grande en la meseta principal que representa un triunfo, la espaciosidad y bella distribución de sus salas, aunque cortadas muchas de ellas para las oficinas que las ocupan, el fresco de sus bóvedas pintadas por los mejores profesores de aquella época, las columnas,   —279→   mármoles, puertas primorosas y demás objetos de gusto que la embellecen, son todas cosas dignas de la mayor atención, aunque por el alto destino que hoy tiene este palacio no puede verse con la detención que merecía. Está situada junto al convento de doña María de Aragón.

Los consejos. Fue edificado este palacio en el reinado de Felipe III por el arquitecto Francisco de Mora, y para casa de los duques de Uceda, a quienes posteriormente le tomó la real hacienda a censo reservativo, destinándole en 1917 para morada de los consejos. Es de figura cuadrada, y de altura igual por todas partes; tiene de piedra el zócalo general; las dos portadas son compuestas cada una de dos columnas dóricas estriadas debajo, y otras dos jónicas las ventanas que están encima, rematando con escudos de armas de Sandoval y Padilla sostenidos por leones, los cuales se repiten encima de las ventanas de las esquinas. Los frontispicios de todas las ventanas son semicirculares en el piso principal y triangulares en el bajo. Esta fachada principal está al norte mirando a la iglesia de santa María. Las fachadas del oriente y mediodía no ceden a la primera en sencillez y elegancia, y en la última llega a tener cinco pisos por el descenso del terreno. Pero el interior de este palacio no corresponde a la idea que desde luego se forma de su excelente arquitectura; pues no habiendo llegado a concluirse, y faltando el ornato en vestíbulo y escalera, y las galerías de los dos patios, que la tienen en medio, y debían estar adornados de dos órdenes de columnas; y habiéndose atajado las salas por infinitos tabiques para dar lugar a las muchas oficinas que allí hay, carece todo de la   —280→   regularidad que debió tener, y que, así como en el exterior, haría conocer el buen gusto del arquitecto.

Real aduana. Este hermoso edificio es obra del reinado de Carlos III, bajo la dirección del célebre Sabatini, y fue concluido en 1769. Es uno de los primeros edificios de Madrid, y su fachada principal, que da a la calle de Alcalá, se funda sobre un zócalo almohadillado de piedra berroqueña hasta el piso principal, con tres puertas en medio, y encima de ellas un gran balcón con balaustrada de piedra sostenido de ménsulas o repisas que rematan en cabezas de sátiros y cariátides. Las puertas son en todas cinco, y otros tantos las órdenes de ventanas, contando las de los sótanos; las del piso principal adornadas con frontispicios triangulares y circulares alternativamente, y sobre la de en medio un escudo real sostenido por dos famas, obra del acreditado Michel. La cornisa, que es del gusto de la compuesta de Vignola, da mucha magnificencia a todo el conjunto de la fachada, que es el primer ornamento de la calle de Alcalá. Todo el edificio es un cuadrilongo; y es por cierto lástima que esté intercalado con otras casas, careciendo de fachadas por las partes de oriente y poniente, y presentando sólo las de mediodía y norte por las calles de Alcalá y angosta de san Bernardo. El interior corresponde al objeto a que está destinado, y tiene tres grandes patios, uno mayor en medio con un vestíbulo cubierto que lo circunda, y una galería encima que es de lo más magnífico de todo el edificio. Hay también muchos sótanos espaciosos para el almacenaje de los frutos. La escalera principal es de piedra, muy ancha   —281→   y suave, y la distribución de las piezas análoga al objeto de su instituto.

Casa de correos. Construida de orden de Carlos III en 1768, bajo los planes del arquitecto don Jaime Marquet, que fueron preferidos a los que presentó para el mismo objeto don Ventura Rodríguez, que parece eran dignos de tan célebre arquitecto. El edificio es un gran cuadrado, aislado absolutamente, de construcción sólida y un conjunto noble. Tiene en medio dos grandes patios rodeados de un pórtico con arcos. El suelo está bastante elevado sobre la puerta del Sol, por donde se halla su fachada principal, de modo que ha habido que darle unos escalones para subir, lo que no deja de ser chocante. Sobre los demás detalles de su arquitectura se ha criticado bastante, y es lástima que la idea de tan suntuoso edificio no corresponda al sitio principal que ocupa.

Casa de ayuntamiento. Fue construida a mediados del siglo XVII, y es un edificio cuadrilongo con cuatro torres a sus ángulos, dos pisos bajo y principal, y dos puertas que dan a la plazuela llamada de la Villa. Estas puertas están adornadas con hojarascas98, que parece fueron añadidas, así como también lo fue modernamente y con mejor gusto por el arquitecto Villanueva el peristilo que da a la calle de la Almudena, adornado de columnas de piedra. El interior es sencillo con un buen patio decorado con pilastras. La escalera es buena, y la repartición interior también. En esta casa se guarda una de las más preciosas alhajas que hay en Madrid, que es la custodia que sirve para la procesión del Corpus. Es obra de Francisco Álvarez, platero, concluida en 1588, y su   —282→   construcción del mejor gusto y de un trabajo delicado; es digna de la atención de los inteligentes; y de una descripción minuciosa, como una de las más notables obras de su género.

Otros edificios notables. Hay en Madrid, además de todos los dichos anteriormente y en el ingreso de esta obra, multitud de edificios notables, ya por su buena arquitectura como por su extensión y magnificencia; pero como sería molesto hablar de todos en particular, sólo se citarán algunos, tales son la real casa de postas, detrás de correos, obra de don Pedro Arnal; la casa llamada de los Heros, en la calle de Alcalá, y que hoy sirve de almacén de cristales y loza de las reales fábricas; la casa de la inspección de Milicias en la misma calle de Alcalá, demasiado baja con relación a la anchura de la calle; la casa llamada de la Solana en la calle ancha de san Bernardo; la del consejo de Inquisición en la calle de Torija; la del nuevo rezado en la calle de León; una en la calle de la Cruzada; otra en frente de san Martín; la casa del Saladero a la puerta de santa Bárbara, trazada por don Ventura Rodríguez, y de una noble sencillez; el palacio de los duques de Liria, junto a la puerta de san Bernardino. Este palacio, construido por el mismo arquitecto Rodríguez, es un cuadrilongo con dos fachadas, adornadas con columnas dóricas en el medio y con pilastras en los lados del segundo cuerpo con friso, cornisa y arquitrabe, pues el primero es rústico. Tiene otro cuerpo ático encima, que se eleva algún tanto en el centro, con escudos de armas en la fachada principal y con cifras en la del jardín, donde hay dos planos, uno en el piso del cuarto bajo y otro   —283→   al segundo con escaleras bien ordenadas. Delante de este palacio hay una plazuela rodeada de terrados con sus antepechos y rejas de hierro en semicírculo interpuesta de pilares coronados de esfinges de piedra que le dan defensa y decoro. Este palacio es el más notable entre los de los grandes de España. También lo son el del conde de Altamira en la calle ancha de san Bernardo, empezado a reedificar bajo un suntuoso plan por el mismo arquitecto Rodríguez; el del duque de Villahermosa, edificado por el arquitecto mayor que fue de Madrid don Antonio Aguado, y situado a la salida del prado por la carrera de san Gerónimo; el del duque de Medinaceli, en frente de este, y de una extensión asombrosa; la casa del duque Hijar, en la misma carrera de san Gerónimo; la del marqués de Alcañices; la llamada de Negrete, y la de la duquesa de Abrantes en la calle de Alcalá; la de Oñate en la calle Mayor, aunque con mal gusto en la portada; la de la condesa de Benavente en la puerta de la Vega; la del marqués de Camarasa en la calle de la Almudena, de buena arquitectura; la del duque del Infantado en las Vistillas; la del conde de Miranda en la plazuela de su título; la del conde de Tepa en la calle del Viento; y otras muchas, en las cuales se encierran tesoros en muebles preciosos y del mejor gusto, bibliotecas escogidas, colecciones magníficas de pinturas, estatuas, monedas, armas, antigüedades, y otros objetos dignos de los personajes que las habitan, y cuya descripción sería imposible hacer, y más en esta obrita.



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Plazas principales

Madrid es escaso de plazas, y las que hay no corresponden en general al lustre de la capital, ni por la simetría de los edificios, ni por los monumentos que las decoran; se indicarán sin embargo las más principales.

Plaza del mediodía del real palacio. Esta plaza es muy grande y casi cuadrada. La forman de un lado la fachada principal de palacio; del opuesto la armería, y de los otros dos un cuartelillo bajo y mezquino para la guardia de palacio, y una balaustrada con vista al campo. Esta plaza sería magnífica si se reformase de un modo correspondiente al palacio la fachada de la armería y el cuartelillo; pues el cuarto lado en forma de balcón sobre las campiñas regadas por el río, es de un aspecto muy agradable. A pesar de todo, la plaza es tan grande, que aún quedaría como desnuda, si no se acompañaba con una fuente o un monumento en el medio.

Plaza de oriente del mismo real palacio. Esta inmensa plaza, aumentada disparatadamente en tiempo de los franceses con el derribo de cincuenta y seis casas que formaban varias manzanas, calles y plazas, jardines, iglesia, biblioteca, teatro y juego de pelota, ha permanecido desde entonces con el aspecto de un desierto árido, donde los pobres viajeros (que tales pueden llamarse los que emprenden su travesía) no encuentran un punto de apoyo para librarse de los ardientes rayos del sol canicular, o de los penetrantes aires del Guadarrama. S. M., desde su vuelta al trono, pensó en decorar dignamente esta plaza con una galería de columnas y un teatro   —285→   en frente del palacio; para ello se derribó el antiguo de los Caños del Peral, se igualó la plaza, y se empezó la galería, pero con tan mezquinas proporciones, aunque de arquitectura totalmente griega, que muy luego hubo de suspenderse la obra. También se empezó el teatro, el cual se ha vuelto a continuar bajo los planes del arquitecto mayor don Antonio Aguado, y después de la muerte de este le ha reemplazado don Custodio Teodoro Moreno. Igualmente se han comenzado las casas desde la calle del Arenal formando semicírculo, y es de creer que en breves años, y con un sencillo adorno, llegue esta plaza a ser lo que debe por su ventajosa situación, capacidad y la presencia del palacio real.

Plaza mayor. Fue construida en 1619 reinando Felipe III, bajo los planes y dirección del arquitecto Juan Gómez de Mora, quien la acabó en dos años. Tiene 434 pies de largo, 334 de ancho y 1536 de circuito. Está fundada sobre pilastras de piedra que forman soportales muy capaces, y tiene cinco suelos hasta el tejado y 71 pies de altura. Antes de los deterioros que ha padecido constaba de 466 ventanas con balcones de hierro, y un gran número de boardillas, y era capaz de cuatro mil moradores en 136 casas o habitaciones; y en las funciones reales, que se celebraban en ella con todo el lujo y la magnificencia de la antigua corte de España, se acomodaban cincuenta mil personas. Esta plaza sufrió un violento incendio el 10 de agosto de 1672 por el lado de la Panadería; que fue reconstruido; pero en la noche del 16 de agosto de 1790 se incendió de nuevo y se consumió todo el lienzo de los portales   —286→   de Guadalajara y gran parte del arco de Toledo, quedando desde entonces desfigurada la plaza, la cual se va reconstruyendo paulatinamente por el ayuntamiento, habiéndose además reedificado de nuevo la casa que hace frente a la Panadería, y el arco de Toledo, y cerrado el ángulo de los portales de Guadalajara y calle de la Amargura, construyéndose otros dos arcos iguales en solidez y arquitectura a aquel en las entradas de las calles de la Amargura y Mayor; también va muy adelantada la reedificación por el extremo de la fachada nueva del norte, el lienzo de la zapatería, y el ángulo entre el arco de botoneras y los portales de provincia, siguiéndose siempre el mismo orden de arquitectura y bajo la dirección del arquitecto mayor, con arcos a las entradas de las demás calles, con lo cual quedará la plaza muy elegante, aunque con los defectos de la irregularidad y poca simetría que presta a los arcos o entradas la dirección torcida de las calles, y además la distinta altura de los pisos, por lo que no puede pasearse por los soportales sin bajar y subir escalones. Finalmente, verificada la conclusión de la plaza, faltará siempre en medio algún objeto que llame la atención, por estar absolutamente desnuda. Esta plaza sirvió de mercado general de comestibles hasta hace pocos años.

Puerta del sol. Esta plaza, más famosa por su concurrencia y situación central, que por su belleza, se llama así por una imagen del Sol que había pintada encima de la puerta de un castillo que se fabricó en aquel sitio en 1520 para defender a Madrid de las correrías de bandoleros y forajidos que infestaban sus inmediaciones, habiéndose abierto también   —287→   un foso al rededor del hospital del Buen-Suceso; pero este y el castillo desaparecieron después con el aumento de la población por aquella parte, y sólo quedó el nombre de la puerta del Sol. Esta plaza es una especie de estrella irregular, a donde vienen a desembocar varias calles, y entre ellas las seis principales, Mayor, Carretas, carrera de san Gerónimo, Alcalá, Montera y del Carmen. El ornato de este sitio no corresponde en gran manera a su celebridad, a pesar de que las casas en general son bastante buenas, teniendo también el suntuoso edificio de correos, y las vistas que presentan a lo largo todas aquellas calles, las más brillantes y animadas de Madrid. En el centro de la puerta del Sol hay una fuente circular de muy poco gusto e indigna del sitio que ocupa. Fue trazada por el extravagante arquitecto Ribera, y la estatua de mármol que tiene encima representa a Venus, pero en el vulgo de Madrid es conocida bajo el nombre de Mariblanca99.

Plazuela de la Villa. Delante de la casa de ayuntamiento está esta plaza, que es regular y casi cuadrada, abierta por el lado de la calle Mayor y cerrada por los demás con las casa consistoriales, la que ocupa el consejo de la Guerra y la casa de los Lujanes. Tiene en medio una fuente que representa las armas de Castilla y de León. Tres leones arrojan agua por la boca, y sobre ellos se sienta un castillo, encima del cual hay una figura de mujer en   —288→   traje militar con estandarte en la mano, cuyo pensamiento fue de don Domingo Olivieri.

Plazuela de santa Ana. Esta plaza se formó al principio de la calle del Prado con el derribo hecho en tiempo de la dominación francesa del convento de carmelitas de santa Ana; y habiéndose plantado árboles, y puesto bancos de piedra y una fuente en medio, ha resultado un sitio agradable de recreo, el único de su especie que hay en el interior de la población. Falta sin embargo para concluir el proyecto de esta plaza el que se quiten las casas de la manzana 215, que impiden la vista del teatro del Príncipe desde la plazuela, la cual daría a aquel una avenida vistosa y cómoda; y a la plazuela la necesaria extensión. La fuentecita del medio, trazada por don Silvestre Pérez, tuvo en su principio una estatua en bronce de Carlos V, que ahora está colocada en la galería de escultura del museo, pero últimamente se le ha sustituido una aguja de piedra de forma sencilla.

Plazuela de la Cebada. Está situada en la calle de Toledo, y es muy grande, de piso desigual y rodeada de casas particulares poco notables y sin simetría. Contribuye a desfigurarla más el servir de mercado de granos y comestibles, por lo cual está llena de cajones y puestos para la venta. En el medio tiene una fuente, con una figura alegórica que representa la Abundancia. Esta plaza es célebre por ejecutarse en ella las sentencias de los condenados al último suplicio, levantándose en ella el cadalso la víspera de la ejecución.

Plazuela de san Miguel. Esta plazuela es grande y espaciosa, y sirve de mercado de comestibles, el   —289→   más abundante de Madrid, para lo cual hay multitud de cajones alineados en forma de calles. Tuvo hasta hace pocos años una estatua en el medio que representaba a Fernando V. Está situada esta plazuela en la calle de las Platerías.

Plazuela del Carmen. Esta plazuela fue ideada por don Antonio Regás, bien conocido por sus constantes trabajos en utilidad pública; y habiendo propuesto su idea y planes al excelentísimo ayuntamiento, dispuso éste la realización de tan útil proyecto, comprando una casa ruinosa que se derribó para ello. Últimamente en 1830, y a indicación del mismo Regás, se dispuso la traslación de los cajones que afeaban la red de san Luis.

Otras plazuelas. Además de estas hay otras muchas plazuelas de menos importancia, destinadas varias al mercado de comestibles, adornadas algunas con fuentes. Pueden citarse las de santo Domingo, que, aunque irregular y costanera, es el mercado más desahogado que tiene Madrid, de san Ildefonso, del Ángel, de las Descalzas Reales, del conde de Miranda, de Celenque, de Provincia, de santa Cruz, de Puerta Cerrada, y otras muchas. Hay otras plazuelas llamadas así, aunque en realidad no son más que ensanches de las calles en que están, como es la de Antón Martín en la calle de Atocha, la red de san Luis en la de la Montera, la de los Capuchinos en la de las Infantas, y otras.

En la mayor parte de estas plazuelas hay fuentes, cuyas formas no son en general correspondientes al buen gusto de la capital. La de la plazuela de Antón Martín es una obra tan disparatada del arquitecto Ribera, que ha quedado como emblema   —290→   del gusto churrigueresco, y como tal y documento histórico, sería de desear que no se demoliese para que se vea a donde puede llegar un gusto caprichoso cuando no está dirigido por las sencillas reglas de la razón. La de la plazuela de Provincia tiene una estatua representando a Orfeo, la de la Cebada tiene otra muy deteriorada representando a Diana partiendo a la caza, la de Puerta Cerrada representa también a Diana, y la de Puerta de Moros a Endimión; las más sencillas y mejores son la de los Galápagos en la calle de Hortaleza, obra del arquitecto Rodríguez, y la de Capuchinos en la plazuela de este nombre.

Por último, el excelentísimo ayuntamiento de esta capital, deseoso de dar un testimonio de su alegría por el feliz natalicio de la serenísima señora infanta doña Isabel Luisa, y siempre consecuente en proporcionar la mejora del ornato público de la corte, dispuso sustituir a la mezquina fuente existente en la red de san Luis otra de mejor gusto y correspondiente al sitio principal que ocupa, y habiendo admitido para ello los proyectos que se le presentaron, los elevó a SS. MM., quienes se dignaron escoger el formado por don Francisco Javier Mariátegui, actual arquitecto mayor de Madrid, el cual dio principio a la ejecución, y es en la forma siguiente.

Sobre un gran zócalo de sencillas formas, en el que resulta una especie de cascada, se eleva una gran taza de piedra berroqueña tallada de hojas de agua, y acompañada a su pie de cuatro delfines enroscados por la cola de dos en dos, y sujetos por cuatro geniecillos en diferentes actitudes. En medio de la taza hay un surtidor que arroja el agua por   —291→   medio de una caracola colocada sobre un terrazo. La destinada al servicio público la arrojan dos ranas y dos galápagos, cuyas cuatro piezas están vaciadas en bronce lo mismo que la caracola. Los delfines arrojan agua por la boca, y ésta, lo mismo que la de la taza que es alimentada por la caracola, baja arrastrando por la cascada a recogerse en el pilón, que es un perímetro compuesto de bellas formas. El agua de la caracola es gruesa, y para proporcionarla ha habido que hacer varias obras de minado tomándola por encima del pueblo de Chamartín. Los delfines y niños que los sujetan son de piedra de Colmenar, siendo toda la escultura ejecutada por don José Tomás, quien ha hecho el vaciado en bronce de los galápagos, ranas y caracola.