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Manuel Cardenal Iracheta: Vida de Gonzalo Pizarro. Ediciones «Cultura Hispánica», Madrid, 1953

Ricardo Gullón





El profesor Cardenal Iracheta acaba de dedicar a Gonzalo Pizarro un libro delicioso. Una breve biografía, escrita primorosamente y narrada con tempo rápido, que hace la lectura más grata, llevando al lector de cima en cima a través de la peripecia casi ininterrumpida que fue la vida del héroe. Héroe, sí, cuando desdichado: «Si es verdad aquello -escribe el autor - que dijeron los griegos de que hay hombres divinos, a nadie mejor que a Gonzalo Pizarro podía aplicarse. Valor, belleza, atractivo, experiencia del mando, hazañas gloriosas, favor popular y rectitud de ánimo, formaban en Gonzalo Pizarro el man[ti]llo en que había de crecer la planta bienhechora del jefe; guía o caudillo del pueblo». Descontando la hipérbole, explicable en quien, a fuerza de frecuentar el trato con la ilustre sombra de Pizarro el menor, ha sentido la atracción de esta gran personalidad, guerrero y gobernador, de vida aventurera y muerte desdichada, el elogio es merecido y las palabras certeras.

A Pizarro le sobró acaso aventura y le faltó grandeza. Cardenal destaca el aire renacentista de la que bien pudiera llamarse su corte de Lima, en los años de esplendor. Hubiera sido deseable que el biógrafo se entretuviese algo más en señalar las costumbres y sucesos de la época, utilizando para el caso con mayor abundancia las referencias y noticias suministradas por los cronistas de entonces mas prefirió mantenerse en las líneas de concisión y dinamismo desde el comienzo trazadas.

La estrella de Gonzalo Pizarro se desvaneció el día que no aceptó entrevistarse y pactar con Lagasca. La rebeldía contra la Corona no podía prosperar, y no prosperó derivándose de ella los males que dieron con él en el cadalso. Toda la historia la cuenta Cardenal apoyándose en testimonios de contemporáneos, y por eso tiene su narración un sabroso gusto, un aroma castellano que se aspira con deleite. El estilo puro, limpio y claro de esta obrita es, sin duda, una de las razones más considerables de la fruición que produce su lectura.





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