En ese caso, alma mía, | |
brindemos y echarlo
tierra. | |
Brindaron ambos a un tiempo, | |
y las amistades hechas, | |
más estrepitosa y franca | |
a ser empezó la fiesta. | |
Bebe don Juan sin cuidado, | |
que el vino jamás le altera; | |
bebe don Gonzalo poco, | |
mas se turba su cabeza, | |
y su mano hondos secretos | |
sin
rebozo manifiesta, | |
que el daño de los licores | |
por
la alegría comienza. | |
Crujen los brindis sin número, | |
crece orgía sin reserva | |
y ya ni voces ocultas | |
ni
pensamientos se dejan. | |
De amor loco está don Juan, | |
y entre el son de las botellas | |
crujen los besos perdidos | |
y los requiebros penetran. | |
De amor loco está don
Juan, | |
prendada de él está ella, | |
don Gonzalo
bebe y toma | |
la callada por respuesta. | |
Don Juan improvisa
y canta, | |
y al compás de su vihuela | |
gira en danza
voluptuosa | |
la bellísima Sirena, | |
y en su sillón
don Gonzalo, | |
sentado y tendido a medias, | |
como una sombra
fantástica | |
embebido la contempla. | |
Ella, sutil como
el aire | |
y como el aire ligera, | |
gira enredor, pasa y huye | |
como aparición risueña. | |
Flota su falda plegada, | |
sus cabellos se destrenzan, | |
radian sus ojos ardientes | |
luz más viva a cada vuelta. | |
Y cuanto del baile rápido | |
más los círculos estrecha, | |
más los
mágicos hechizos | |
de sus perfecciones muestra; | |
y
el velo con que sus manos | |
primorosamente juegan, | |
la variedad
de sus formas | |
y sus encantos aumenta | |
y según rápidamente | |
le recoge o le despliega, | |
le anuda, enlaza y con él | |
o se cubre, o se rodea, | |
la alegoría que finge | |
graciosamente
renueva. | |
Ya es una Náyade errante, | |
ya una Venus
hechicera, | |
ya la Aurora fugitiva | |
flores derramando y perlas, | |
ya el Iris tornasolado | |
y ya la Fortuna inquieta. | |
Y su
flotante figura | |
en el ambiente desecha, | |
confundidos sus
contornos | |
por su rapidez aérea, | |
ante los ojos parece | |
mágica ilusión que vuela, | |
sobre el rumor
que producen | |
sus vestiduras de seda | |
y el perfume que despiden, | |
a merced del aire sueltas, | |
cuando en los muebles pasando | |
ligerísimas tropiezan. | |
Y gira y cruza y resbala | |
y los sentidos no aciertan | |
si de ello nace su impulso | |
o el aire sutil la lleva. | |
Hasta que al fin fatigada | |
sobre
un almohadón se sienta, | |
más seductora que
nunca | |
y más que nunca halagüeña. | |
Y mientras
don Juan de besos | |
y de caricias la llena, | |
don Gonzalo les
aplaude, | |
trastornada la cabeza. | |
-Bravo -exclamó-,
sólo falta | |
Margarita. A cuya necia | |
exclamación
levantóse | |
como una tigre Sirena, | |
y con don Juan
encarándose, | |
desencajada y colérica. | |
-¿Quién
es esa Margarita? | |
-le dijo de rabia trémula. | |
Quedóse
un punto don Juan, | |
sin acertar la imprudencia, | |
a componer
de su amigo, | |
quien a carcajada suelta, | |
sin ver el fuego
que atiza, | |
les añadió por respuesta: | |
-¡A
fe que es linda muchacha! | |
Y ahora que se me acuerda, | |
pues
en casa estará sola, | |
su compañía me
peta. | |
Y asió su capa esto dicho, | |
corroborando la
idea. | |
-Gonzalo -exclamó don Juan- | |
a no mirar que la lengua | |
os entorpece el jerez, | |
ya os
encontrarais sin ella. | |
-Pues os digo que me agrada, | |
y pues
su merced la deja, | |
pido, como prenda antigua, | |
para tomarla
licencia. | |
-Eso sí, si la pedís, | |
lleváosla norabuena; | |
mas cuando al fin os fastidie, | |
a su convento volvedla. | |
-¿Conque es monja? ¡Vaya un lance! | |
Tengo yo una hermana lega | |
en un convento metida | |
para birlarla
una herencia, | |
y aunque en mi vida la he visto, | |
sólo
por recuerdo de ella | |
lo haré como lo decís. | |
¿Y a qué convento? |
-A
Palencia, | |
y a las monjas de Jesús, | |
de donde es. |
-Jesús
me tenga! | |
-¡Calla!, ¿qué os da,
don Gonzalo? | |
-Decidme, por vida vuestra, | |
don Juan, ¿cuál
es su apellido? | |
-Cosa, don Gonzalo, es ésa | |
que jamás
la he preguntado. | |
Mas ¡voto va!... ¡Lance fuera! | |
¿No es
Bustos vuestro apellido? | |
-Sí. |
-Pues
Bustos es el de ella. | |
Quedó tal
oyendo Bustos | |
inmóvil como una piedra, | |
y en carcajada
ruidosa | |
rompió la infame Sirena. | |
Siguióla
don Juan a poco, | |
diciendo: -¡Cosa como ella! | |
¿Quién
demonios lo pensara? | |
Pero, en fin, ya es cosa hecha. | |
Y
dobló las carcajadas | |
con la bailarina, mientras | |
de don Gonzalo se iban | |
coordinando las ideas. | |
El vapor
al fin de la orgía, | |
disipado con la fuerza | |
de su
deshonra, arrojóse | |
sobre don Juan con fiereza; | |
mas
sentóle éste los puños | |
en el pecho,
y con la mesa, | |
la lámpara y la vajilla | |
vino don
Gonzalo a tierra. | |
La bailarina se puso | |
por medio de ellos
resuelta, | |
diciendo a tiempo: -¡Señores, | |
que están
en mi casa vean! | |
-Don Juan, a la calle vamos. | |
-Vamos, don
Gonzalo, fuera, | |
que es cosa que ya no tiene | |
mejor compostura
que ésa. | |
Alborotóse la casa, | |
hubo lágrimas y quejas, | |
y el aposento asaltaron | |
los pajes y las doncellas. | |
Mas don Juan les tuvo a raya, | |
añadiendo con firmeza: | |
-¡Atrás, canalla,
y silencio! | |
Y tú, amiga, ten paciencia, | |
que como
escape con vida, | |
volveré cuanto antes pueda. | |
-Si
sois valiente, don Juan, | |
cuando gustéis dad la vuelta. | |
-Advierte que no te pido | |
ni consejos ni licencia, | |
que
yo te sigo la pista | |
por voluntad o por fuerza. | |
-Pues volved
sin compañía | |
y encerrad a la manceba. | |
-Ten
esa lengua de víbora | |
y no te pases en cuenta, | |
que
de rendirse a venderse | |
hay una distancia inmensa. | |
Y
así diciendo don Juan, | |
tiró un bolsillo en
la mesa, | |
y dejó el puesto, encajándose | |
el
sombrero hasta las cejas. | |