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ArribaAbajoDos poemas frente a frente: «La pioggia nel pineto» de Gabriele D'Annunzio y «Lluvia regen pioggia pluie» de Mario Benedetti

Gabriele Morelli (Universidad de Bergamo)


La primera pregunta que nos plantea el título de este trabajo es precisamente ¿por qué acercar un poema como «La pioggia nel pineto» (tan familiar para los estudiantes italianos) del poeta Gabriele D'Annunzio, a éste otro, tan radicalmente distinto, del uruguayo Mario Benedetti, escritor al que aquí en Alicante estamos rindiendo homenaje? En realidad el ambiguo título del poema de este último tiende a desorientar (o a iluminar, según se mire) a su posible lector, ya que no alude a la lluvia caída en un momento determinado o en un paisaje concreto, sino que se limita a pronunciar este sencillo y evocador nombre, lluvia, en tres idiomas distintos: en alemán, italiano y francés, además, naturalmente, de en castellano. En decir, una lluvia cosmopolita o al menos de carácter europeo, da título al texto y lo inicia ocupando todo su primer verso, expresando en su laconismo, si bien enriquecido por la variedad de distintas pronunciaciones, un sentido plural y pluralístico: un espacio no sólo real sino sobre todo simbólico y en el que el yo, como sucede siempre en la poesía de Benedetti, se desdobla identificándose con el tú, hasta llegar a fundirse con la realidad colectiva del nosotros.

Nuestra pregunta inicial encuentra una primera respuesta en la presencia de una serie de elementos estilísticos y sintácticos que connotan el texto, los textos, de ambos poemas. La analogía (en cuanto al tema y a la frecuencia de aparición de algunas voces verbales), aunque justifica nuestro intento de comparación, pone de manifiesto al mismo tiempo cómo el mensaje de los dos poemas difiere profundamente, tratándose además de composiciones que se colocan en geografías distintas y en momentos cronológicos diversos por lo que se refiere a las respectivas trayectorias literarias; se trata de dos escritores que aprovechan un hecho tan cotidiano y sencillo como la caída de la lluvia para expresar visiones y mundos diferentes: sensual y decadente, concentrado totalmente en su yo narcisista, el propuesto por D'Annunzio, y coral y colectivo, igualitario, el afirmado por el escritor uruguayo. Escuchemos el comienzo del poema del poeta italiano, marcado, igual que el texto castellano, por la presencia recurrente de los verbos «llover» y «caer», cuya reiteración crea un entramado sonoro que vibra en la gran orquestación musical con la que está construido el poema:


    Taci. Su le soglie
Del bosco non odo
Parole che dice
Umane; ma odo
Parole più nuove
Che parlano gocciole e foglie
Lontane.
Ascolta. Piove
Dalle nuvole sparse.
Piove su le tamerici
Salmastre ed arse,
Piove su i pini
Scagliosi ed irti,
Piove su i mirti
Divini,
Su le ginestre fulgenti
Di fiori accolti
Su i ginepri folti
Di coccole aulenti,
Piove su i nostri volti
Silvani,
Piove su le nostre mani
Ignude,
Su i nostri vestimenti
Leggieri
Su i freschi pensieri
Che l'anima schiude
Novella,
Su la favola bella
Che ieri
T'illuse, che oggi m'illude,
O Ermione
Odi? La pioggia cade
Su la solitaria
Verdura
Con un crepitío che dura
E varia nell'aria
Secondo le fronde
Più rade, men rade.
Ascolta...

Se trata de versos breves caracterizados por una rima intensa y continua que se apoya en un léxico culto y refinado, de clara ascendencia decadentista en su búsqueda de efectos particulares que aspiran a traducir un sentido panteísta de la naturaleza. En este sentido los vocablos tienden a reproducir, más allá de su significado verbal, la gracia de una línea fónica que une y permea las diversas imágenes, como si fueran gotas de agua cayendo. Además la lluvia es compartida por otra persona, por una figura femenina, la de Hermyón que, junto a la situación sentimental ya implícita, evoca un ambiente sacro al tiempo que introduce una referencia mitológica. El proceso de ósmosis del poeta con la lluvia resulta perfecto: la cara de Hermyón y la del autor se unen y se mojan como los árboles del pinar. Todo es uno: el poeta saborea la fresca sensualidad de la lluvia que cae aliviando el calor del verano. He aquí la armonía de sonidos del concierto de árboles que el poeta evoca bajo la lluvia:


    E il pino
Ha un suono, e il mirto
Altro suono, e il ginepro
Altro ancòra, stromenti
Diversi
Sotto innumerevoli dita.

De tono y concepción muy distinta es la imagen de la lluvia presente en el poema de Mario Benedetti, agua que cae sobre un yo genérico, ya desde el principio presentado como tantos posibles tú, lejanos en el tiempo y ubicados en diferentes lugares del mundo. Es decir, en el texto del escritor uruguayo la lluvia se nos muestra como punto de encuentro, denominador común de una realidad sentimental y humana vivida en el curso de varias estaciones existenciales; por ello asistimos a un proceso de simultaneidad que sobrepone y sintetiza momentos borrosos en una babel de lenguas: símbolo de experiencias vividas en distintas épocas y en lugares diversos del mundo y que ahora se concentran en el autor. Distancia cronológica y diferencias de lenguas se anulan en la realidad de un tiempo hecho presente, de un yo al que el poeta mira a través de la distancia del tú. Leamos el poema de Benedetti, que reza:


    Lluvia regen pioggia pluie
crea cúpulas vértigos confianzas
sencillamente cae sobre tus hombros
golpea en el paraguas que no puede
sentir que llueve en cuatro en ocho idiomas
se derrama quién sabe en qué mapa de sueños
con bombardeos llantos y sirenas
con recuerdos que empiezan a chorrear
con árboles que piden y no esconden
la mano o rama o pájaro o deseo
con el débil relámpago que nadie
con el trueno que se metió en su nido
llueve con voluntad igualadora
sencillamente cae sobre tus hombros
aquí y en otras tardes otras noches
con estos goterones o con otros
en inviernos en selvas en esquinas
en umbrales en huellas en abrazos
mojando estas caricias o esas muertes
sin escándalo llueve en las palabras
y hasta en el corazón llueve sin ruido
como plomo como alas como labios
llueve besando llueve como grito
en cuatro en seis en ocho en diez idiomas
en veinte o treinta desesperaciones
como cortina llueve o como cielo
sencillamente cae sobre tus hombros

El mensaje poético sigue un flujo continuo de recuerdos e imágenes, guiado únicamente por la sugerencia de las palabras y por su capacidad de aglomeración sintáctica, contenidas apenas en los límites marcados por la línea del verso, no existiendo ningún tipo de puntuación, pausa o signo espacial. Un movimiento de tipo horizontal -verso tras verso-con leves empujes creados por el encabalgamiento que, a veces, más que acelerar la marcha de la lectura lo que hace precisamente es frenarla, abrirla y traducirla en una especie de llamada en torno a la naturaleza de la lluvia que, con su presencia concreta y hasta banal, corrige cualquier posible interpretación subjetiva o ideológica. La lluvia es un fenómeno natural de carácter atmosférico que, inicialmente, no invita a ningún tipo de confidencia sentimental ni la justifica; tampoco es legítimo ver en ella una «voluntad igualadora», pues se limita sencillamente a caer y caer sobre nosotros mojándonos. No es por tanto casual que el verso «sencillamente cae sobre tus hombros» se trasforme en el poema de Benedetti en un verdadero leitmotiv del discurso poético. El endecasílabo se repite tres veces, atravesando por completo la estructura de la composición y marcándola en sus puntos esenciales: al comienzo (v. 3), en la mitad exacta (v. 14) y en el verso final (v. 27). El contraste creado por el adverbio «sencillamente», con su fuerte espesor silábico (5 sílabas) y su oscilante pronunciación, al lado de la rapidez de articulación de «cae», crea efectos particulares como el de romper el dinamismo creado por la serie de las acciones verbales («crea», «golpea», «se derrama») y por las sucesivas asociaciones metafóricas que dan vida a un entramado de imágenes en el que se mezcla y confunde el plano de la inmanencia con el de la memoria; un doble plano en el que la realidad del presente, puesta de manifiesto por la persistente lluvia, cede la voz a la realidad del recuerdo o de la imaginación que pervive en otro lugar, en otra geografía, en otra lengua, es decir «en cuatro en seis en ocho en diez idiomas», como reza un verso del poema.

Contrariamente a la visión planteada por D'Annunzio en la que el elemento musical -y se trata de una música que aspira a competir con la de la naturaleza- el poema de Benedetti, más que un ritmo sonoro, restituye un flujo de emociones caracterizadas y englobadas por un sentido de dolor y laceración. Hay versos en los que tal situación se representa de modo claro con imágenes que aluden a acciones violentas de las que es víctima el hombre, bajo esta misma lluvia, en tantas otras partes del mundo. Como muestran estos versos:


    sentir que llueve en cuatro en ocho idiomas
se derrama quién sabe en qué mapa de sueños
con bombardeos llantos y sirenas
con recuerdos que empiezan a chorrear

Frente a la expresión suntuosa de D'Annunzio, basada en la preeminencia del adjetivo, Benedetti muestra una casi exclusiva presencia del sustantivo, utilizado además en forma trimembre, en grado de ocupar por tanto todo el espacio verbal del verso, lo que parece agotar, en la gama de distintas situaciones postulada, toda posibilidad de desarrollo del motivo. Así, por ejemplo, la lluvia crea «cúpulas vértigos confianzas», cae «en inviernos en selvas en esquinas/ en umbrales en huellas en abrazos», y llueve silenciosamente «como plomo como alas como labios». La heterogeneidad de las acciones y situaciones postuladas, expresión de una visión de la realidad conflictiva que encierra un agudo sentimiento de dolor y denuncia, encuentra su correlativo lingüístico en la presencia de una serie de vocablos de especial relevancia estilística, como son las palabras esdrújulas -cuales «cúpulas», «vértigos», «árboles», «pájaro», «relámpago» y «escándalo»- que connotan el texto de arriba a abajo, dotándolo de una fuerte expresividad. A la línea suave y mimética de la composición dannunziana, creada por sutiles cadencias y delicados suspiros, Benedetti contrapone un ritmo explosivo, disonante, rico de contrastes y sonidos estridentes, de palabras cargadas de fuerza plástica y fónica: verbos como «golpear», «chorrear», «derramarse»; sustantivos cuales «bombardeos», «goterones», «desesperaciones», etc. La tensión creada por esta escritura que utiliza todos los materiales léxicos a su alcance se traduce en el uso abundante de la anáfora, la cual funciona como eje ordenador del entramado sintáctico en el que el yo experimenta un doble movimiento, una continua fuga que va del interior al exterior, de la imagen de la lluvia presente a una lluvia paradigmática que cae sobre varias latitudes, mojando distintas historias, empapando y uniendo los destinos del hombre, destinos en su mayor parte cargados de dolor y sufrimiento, destinos de los muchos, innumerables «yo» del hombre moderno. He aquí algunas de estas lineas anafóricas y aliterativas que caracterizan la escritura del poema de Benedetti:


    con bombardeos llantos y sirenas
con recuerdos que empiezan a chorrear
con árboles que piden y no esconden
la mano o rama o pájaro o deseo
con el débil relámpago que nadie
con el trueno que se metió en su nido
llueve con voluntad igualadora.

Como puede apreciarse, la preposición «con» y la conjunción «o» se presentan como una especie de cal y cemento que unen y sueldan los distintos elementos que sostienen la armazón en la que se apoya el frágil edificio del poema de nuestro autor.

Más adelante, otra partícula, la preposición «en», se trasformará en la verdadera célula lingüística de dos segmentos narrativos del texto, que así rezan:


    en inviernos en selvas en esquinas
en umbrales en huellas en abrazos
...................................................
en cuatro en seis en ocho en diez idiomas
en veinte o treinta desesperaciones

Es interesante notar cómo, debido a la profusión de imágenes y sentimientos provocados por la presencia de la lluvia, el poeta tiende a eliminar todo elemento léxico o estilístico en su opinión inútil o gratuito, optando por una serie de sustantivos o acciones verbales cuyo espesor reconduce a la esencialidad del lenguaje vivo, oral y coloquial, lo que genera un modelo temporal sin fin, sin pausas, sin puntuación, fiel solamente al fluir del pensamiento. La alteridad del otro que el poeta evoca, es restituida, además de por una explícita referencia a la misma, mediante la serie de deícticos («aquí») y adjetivos indefinidos («otro») o demostrativos («esto»), que sirven para acercar y comparar una realidad con otra lejana en el tiempo y en el espacio; ambas presentes y confundidas gracias a la emotividad que resulta del paso del yo al tú en el modo siguiente:


    sencillamente cae sobre tus hombros
aquí y en otras tardes otras noches
con estos goterones y con otros
en inviernos...

En cambio, el poema de D'Annunzio crea una atmósfera de intimidad pánica, alcanzada gracias a un esfuerzo orientado en dirección del ritmo y del sonido, cuyos dulces acordes marcan profundamente el nivel del contenido. La lluvia baña las manos y los vestidos del poeta y de su Hermyón, transformándolos en seres silvanos; ambos participan de la sustancia y la vida arbórea del bosque: el tiempo presente se trasforma en tiempo mítico. Hoy vuelve a ser ayer: la bella Hermyón hace revivir al poeta la realidad de una antigua ilusión:


    E piove su i nostri volti
Silvani,
Piove su le nostre mani
Ignude,
Su i nostri vestimenti
Leggieri,
Su i freschi pensieri
Che l'anima schiude
Novella,
Su la favola bella
Che ieri
M'illuse, che oggi t'illude,
O Ermione.

En el poema de D'Annunzio la lluvia, percibida como esencia inmaterial, llega a condicionar el pensamiento que, por tanto, se impregna de su elementalidad y frescura; en Benedetti el proceso es el contrario: el autor menciona la lluvia que cae silenciosamente «en las palabras/ y hasta en el corazón», pero se trata de una lluvia triste que ha borrado cualquier elemento externo, cualquier referencia paisajística, o, si ésta existe, no aparece, según sucedía en D'Annunzio, como motivo estético o sensual, pues evoca en un sólo caso la imagen de los árboles, pero son «árboles que piden y no esconden/ la mano o rama o pájaro o deseo», lo que es como decir que son árboles que no ostentan su belleza, ni tampoco protegen o amparan, sino que «piden», revelando una misma actitud humana de angustia y pena, signo de una profunda y acuciante necesidad.

En este poema de Benedetti asistimos a la supresión del yo, el cual huye de su esfera subjetiva ocultándose tras la imagen de una lluvia real y universal: una lluvia atemporal que pone en comunión a una multitud de seres, en este u otro momento, en esta u otra estación del año, unidos por el mismo vestido de gotas que los visten y los mojan. De tal manera la lluvia se trasforma en una imagen que traduce un acto de solidaridad humana, en la cual el yo se confunde y disfraza en tantos otros yo. El estado de hermanamiento que la lluvia, con su manifestación ecuménica tiende a crear, está demostrado por la naturalidad de su ser que más que despertar sensaciones particulares, como sucedía en el poema de D'Annunzio, se muestra indiferente frente a las distintas realidades del vivir humano: ésta, como escribe el poeta, al caer sobre las caricias o sobre las muertes, llueve «sin escándalo» o «sin ruido» hasta en lo profundo del corazón. Es también interesante observar cómo si en el cuadro evocado por el poeta italiano la lluvia era una imagen preciosa que invitaba, con su estado de vida elemental, a la participación de los sentidos, gracias a la ilusión de una eterna juventud, en el poema de Benedetti siempre la lluvia, como hemos visto, se representa en general a través de una intención plural y colectiva («llueve con voluntad igualadora»), o cae incluso evitando provocar cualquier tipo de alteración. La presencia de la doble preposición negativa «sin», lo demuestra ampliamente. Es decir, en D'Annunzio asistimos a un continuo proceso de metamorfosis de los dos amantes, quienes, gracias a la presencia de la lluvia, viven un momento de vida arbórea renovando el mito del dios Pan, como recitan estos versos del poema:


    E tutta la vita è in noi fresca
Aulente,
Il cuor nel petto è come pesca
Intatta,
Tra le pàlpebre gli occhi
Son come polle tra l'erbe,
I denti negli alveoli
Son come mandorle acerbe.

Mientras que en la breve composición de Mario Benedetti este mismo proceso será en mayor medida de ósmosis, y no tanto con la materia líquida y sensual de la lluvia cuanto con el otro hombre, con la gran cantidad de hombres esparcidos por el mundo y que a través del yo del poeta, mojados por esta lluvia persistente, llegan a juntarse, a poner bajo estas innumerables gotas de agua sus momentos de alegría y sobre todo de dolor; contrariamente a la fragante musicalidad suscitada por la lluvia de D'Annunzio, aquí la lluvia cae silenciosamente, pero en su silencio oímos llantos, risas, gritos, pronunciados en idiomas distintos: por eso Lluvia regen pioggia pluie.