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ArribaAbajoI. Cuestiones generales


ArribaAbajoPregunta al azar: ¿por qué Benedetti?

José Carlos Rovira (Universidad de Alicante)


Imagino que todos supondrán el tono de interrogación retórica que tiene la segunda parte de mi título. Si me dedicara a responder a la pregunta -¿por qué Benedetti?- realizaría un ejercicio de estupidez ante las personas que están en la sala y que saben por qué están aquí. El título me surgió en una relectura de Preguntas al azar1, libro que, como intentaré señalar a continuación, marca una ruptura y una continuidad dentro de la obra del autor. Escrito entre 1984 y 1985 es, como dice su dedicatoria a Luz, un «brindis por el regreso» y coincide, al final de la dictadura militar iniciada en 1973, con el nuevo afincamiento de Mario y Luz en Uruguay. Hay un poema que me llama la atención. Se llama «Botella al mar» y es continuidad, ampliación, desarrollo de otro también titulado «Botella al mar» que el autor había publicado con una forma mucho más breve en 1979, dando título además a una sección de Cotidianas. El libro Preguntas al azar aparece publicado en 1986. Siete años por tanto median entre las dos versiones.

La primera es muy concisa, y está precedida por una cita del Altazor de Huidobro, «El mar un azar», y el texto dice:


    Pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.

La segunda, la que se publica en 1986, es mucho más amplia y está recorrida por un estribillo formado a partir del mencionado verso de Huidobro:


    El mar es un azar
qué tentación echar
una botella al mar.

Los cuarenta y ocho versos del segundo poema van recorriendo lo que Benedetti pondría en su botella-tentación: un grillo, un barco sin velamen, una espiga, sobrantes de lujuria, algún milagro, un folio rebosante de noticias, un verde, un duelo, una proclama, dos rezos, una cábala indecisa, el cable que jamás llegó a destino, la esperanza pródiga y cautiva, un tango, promesas como sobresaltos, un poquito de sol, un olvido, el rencor que nos sigue como un perro, un naipe, el afiche de dios, el tímpano banal del horizonte, el reino de los cielos y las nubes, recortes de un asombro inútil, un lindo vaticinio, una noche, un saldo de veranos y de azules... pero, desechados todos los elementos de una enumeración no tan caótica como para que no sepamos que responde a elementos de su mundo poético y lingüístico, el escritor anula el posible envío afirmando:



    pero en esta botella navegante
sólo pondré mis versos en desorden
en la espera confiada de que un día
llegue a una playa cándida y salobre

y un niño la descubra y la destape
y en lugar de estos versos halle flores
y alertas y corales y baladas
y piedritas de mar y caracoles.

Responden efectivamente, como habrán notado, a la misma idea con una dosis inicial de elementos posibles en el interior de la botella. El niño encontrará al final lo mismo, a través de palabras que garantizan la ternura de la acción y del poema. Los dos libros, las dos botellas, son además contiguas, aunque medien siete años entre la escritura de una y otra. Entre Cotidianas y Preguntas al azar hay otros dos libros de poesía, Viento del exilio de 1981, y Geografías -los poemas que abren cada uno de los relatos del libro homónimo- en 1984. Sin embargo, son Cotidianas y Preguntas al azar los dos libros que aparecen fuertemente vinculados. En la estructura de ambos, secciones de variada extensión de poemas se cierran o con una «Cotidiana», numerada hasta cuatro veces, o con una «Preguntas al azar» numerada también hasta cuatro veces.

En Preguntas al azar hay además otra reconstrucción de un poema anterior, éste muy antiguo. Se vuelve a escribir «Ésta es mi casa», basándose en algunos versos del que tenía el mismo título en Solo mientras tanto, el primer libro de poemas aceptado -en el 45 había aparecido La víspera indeleble que el autor no volverá a editar - publicado en 1950. El título, que recuerda un sintagma nerudiano de Tentativa de hombre infinito, forma parte de la misma actitud de reconocimiento de un espacio que en Preguntas al azar se convierte en ampliación también desde «mi casa» a «mi región / o el laberinto de mi patria». Si releen los dos poemas notarán profundas modificaciones entre la versión de 1950 y la de 1986. Las que generan treinta y seis años de distancia y escritura. En síntesis rápida les diré que el segundo es un poema inequívocamente de regreso. He indicado sintagma nerudiano y quiero hacer un apunte rápido sobre esto. El poema de 1950 es un texto dependiente del «Ésta es mi casa» de Neruda y por este motivo me gustaría recordar un ensayo de Mario Benedetti que se titula «Vallejo y Neruda: dos modos de influir»2: en síntesis nos dice que Neruda ahoga por su caudal poético, y sólo tendrá imitadores por ello, mientras Vallejo libera la palabra y abre por eso una dinámica posible de originalidad para sus lectores-poetas. En el segundo poema, en cambio, Benedetti es vallejiano en el sentido que analiza el autor en su ensayo, en cuanto libera su palabra, sin dejar de ser Benedetti. Pero regresaré a otro tema, puesto que me estoy dando cuenta de que, al introducir éste sobre Neruda, estoy transitando ahora no por los cerros de Úbeda, sino por el cerrito, el de Montevideo.

Resultan significativas las dos reconstrucciones de poemas anteriores en Preguntas al azar. La de «Botella al mar» es una ampliación de una voluntad de comunicarse con el futuro -con ese niño que encontrará la botella- de un náufrago imaginario que llena su mensaje de elementos, lo amplía, para que al final sólo quede la naturaleza y la ternura. La modificación de «Ésta es mi casa» se nutre de un clima emocional de regreso no solamente al espacio inicial del hogar familiar, sino al más amplio y necesario de la patria abandonada. La atención y ampliación hacia los dos mensajes anteriores resultan significativas del sentido global inaugurado con la obra de 1986.

Seguimos con Preguntas al azar. Sylvia Lago se ha planteado en un capítulo que se titula «La pregunta reveladora» de su libro reciente sobre Benedetti3

, la interrogación en el autor, centrándose precisamente en Preguntas al azar, y analizando que ésta forma parte de su manera de indagar en el universo, en sus estructuras secretas, en definitiva en su búsqueda de la verdad. La pregunta benedettiana es además generalmente una insinuación de la respuesta. Estando totalmente de acuerdo con el excelente análisis de la profesora uruguaya, quisiera abrir ahora otra posibilidad interpretativa sobre la interrogación basada en las épocas de ésta y, sobre todo, en su intensificación a partir del libro de 1986. Si recorren las páginas de Inventario Uno, es decir de los libros poéticos que van de 1950 a 1984, encontrarán en contadas ocasiones el recurso a la interrogación. Existe a veces la fórmula indirecta y pocas veces alguna interrogación breve, en secuencia de una frase, y ninguna vez la construcción nuclear de un poema sobre el recurso. «Cosas de uno» en Poemas de la oficina y «A ras de sueño» en el libro homónimo, mantienen formas interrogativas directas, pero sobre todo es en el último poema, en el que se establece un diálogo sobre la muerte lejana, tema que va a ser frecuente luego en el sentido de las preguntas de Benedetti. Cotidianas, en 1979, introducía ya tres poemas interrogativos en su núcleo de construcción: «Esa batalla», «País inocente» y «De árbol a árbol». «Esa batalla» sobre todo construye un espacio esencial de interrogaciones sobre el vivir, que nutre todo el espacio posterior de su escritura, que describo rápidamente: las preguntas en el poema surgen como temas esenciales de debate entre la vida y la muerte:


    ¿Cómo compaginar
la aniquiladora
idea de la muerte
con este incontenible
afán de vida?

y entre la nada que vendrá y el amor como invasora alegría. Surgen por tanto abriendo un amplio campo de activación interrogativa que, como he dicho, irá creciendo en el ciclo que comienza en Preguntas al azar. Cuatro «Preguntas al azar» se convierten en el libro del 86 en un rotundo núcleo interrogativo de una obra que contiene múltiples caminos enunciativos y afirmativos pero que esparce el espacio de interrogación en cuatro poemas que cierran conjuntos poéticos subtitulados, teniendo el último además la condición de cerrar la obra con la indicación precisa de «Final». Si repasamos los cuatro núcleos interrogativos nos encontraremos los siguientes temas:

-La primera «Pregunta al azar» es un poema de regreso en el que 93 versos se sostienen absolutamente por períodos interrogativos. Es la extrañeza del exiliado que se pregunta «¿Dónde está mi país?» y reconstruye en más de cincuenta secuencias la posibilidad de que esté en un lugar nutrido por la memoria, la historia reciente, los nombres queridos que han desaparecido, el horror que acaba de vivir la sociedad, las restituciones cotidianas, el amor, la esperanza, aunque por último la tensión de la búsqueda se articule en el interior del propio poeta, quien se interroga sobre la posibilidad del país interior, que viaja con uno mismo,


    ¿que al fin llega conmigo
a mi país?, se pregunta.

El espacio interrogativo cierra los enunciados también repletos de dudas de la sección «Expectativas», la primera de la obra, donde los poemas «Viajo», «Todo está lejos», «Expectativas», «Cosas a hallar», «El puente» son preanuncios de ese regreso que se cumple y por lo tanto el poema interrogativo que cierra responde a los núcleos que afirmativamente, mediando sin embargo la duda, han sido establecidos antes.

-«Pregunta al azar» (2) es un diálogo con un verdugo de la época reciente. Diálogo sobre la huida, sobre los fantasmas del pasado, sobre la culpa, sobre la frágil seguridad,


    ¿a dónde irás verdugo
si no hay cielo?

Esta pregunta cierra la sección «Rescates» y «País después», donde la sensación de regreso se aúna a recorridos por espacios cotidianos, por nombres desaparecidos como el poema a Zelmar Michelini, con encuentros con «los liberados», o con un impresionante «Diálogo con la memoria» en el que un poema inicial, en cursiva, se despliega luego en secciones de ocho versos que se abren por cada uno de los del poema: de «Las calles están muertas padecidas» a «¿No se tropieza por segunda vez?» la intensidad emotiva se desarrolla en enfoques de una cotidianidad que recorre calles, soledades, identidades, gargantas enrejadas, primavera con olor a invierno, pasado con gemidos, etc. Nuevamente la clausura de la serie, las preguntas al azar en el diálogo con el verdugo, construyen una preocupada emergencia sobre la sociedad que se ha transitado.

-«Pregunta al azar» (3) cierra las secciones «La nariz contra el vidrio» y «La vida ese paréntesis». El poema es un diálogo con la muerte a la que, al nombrarla, al interrogarla, caeremos fatalmente en la fosa común o el lugar común. El diálogo personal cierra ahora un largo recorrido en el que el tiempo, la ironía, las propias ruinas personales, la afirmación del futuro -«Lento, pero viene»- forman un cuadro de desactivación social directa del libro. Reemerge un sujeto lírico que juega entre los años, lo perdido, la extrañeza sobre uno mismo, los tiempos de ocio, la vida como paréntesis, la dicha clandestina, la muerte que es una sorpresa inútil, ese Benedetti definitivamente íntimo que quiere también protagonizar su tiempo personal.

-La última «Pregunta al azar», la número cuatro, cierra tres secciones: «Lugares», «Odres viejos» y «El sur también existe» -las letras arregladas para Serrat- y es un poema de clausura de la obra planteado inicialmente como un diálogo sobre el tiempo que queda por vivir. El diálogo es con el azar, que no responde. Quizá se haya muerto el azar, nos termina aventurando interrogativamente. Otra vez el tono personal de interrogación sobre el tiempo cierra un conjunto en el que nuevamente ha habido elementos de activación social, en una síntesis de la conjunción habitual de lo personal con la realidad.

Efectivamente, Preguntas al azar ha abierto con más fuerza el espacio de indagación en la obra del poeta, y ha sido la fórmula interrogante la que nutre un nuevo juego retórico que se acrecienta en la poética benedettiana, a partir de esta obra. Poemas interrogativos como «La fe», «Escondido y lejos», «Quimera», de Yesterday y mañana de 1988, «Utopías» -con fórmula de interrogación indirecta-, «Certificado de existencia», «Sembrándome dudas», «Lo dice Fukuyama», «Llave oscura», «Las campanas», «Desfiladero», «Somos la catástrofe», «Pero vengo», «De olvido siempre gris», «Aquí lejos», de Las soledades de Babel de 1991. Es, sobre todo, en el último libro El olvido está lleno de memoria, donde parece rotundo el espacio interrogativo como núcleo total o fragmentario de muchos poemas: «¿Cosecha de la nada?», «Te acordás hermano», «El porvenir de mi pasado», «Solazarte en ellas» -en las palabras-, «El autor no lo hizo para mí», «¿Nacido cuándo, dónde, por qué?», «Penúltimo mensaje del suicida indeciso», «Bellas pero», «Eurovisión 1994», «Si dios fuera mujer»- éste con un amplio espacio de resolución afirmativa e irónica-, «Júpiter y nosotros», «Quién sabe».

En el breve recorrido que he trazado les he llevado a algo que es fácil de compartir como afirmación, puesto que salta a primera vista. 1986 marca un tiempo de construcción interrogativa que no ha parado de incrementarse hasta ahora. Cabría, a tenor de lo dicho, apuntar algunas explicaciones para esta cuestión.

La primera, que sería imperdonable, es que yo jugara aquí a uno de los espacios habituales de la crítica llamada postmoderna. Algo así como intentar una lectura postmoderna de Mario Benedetti, que creo que Mario no me perdonaría, ni yo tampoco. Parece evidente que podríamos en cualquier caso afirmar el amplio panorama de incertidumbre que abriría la actitud interrogativa y decir luego cosas con el siguiente argumento: si Mario Benedetti intensifica en 1986 la incertidumbre, y ésta es uno de los paradigmas transitados -y trillados- por la postmodernidad, si Mario Benedetti olvida en 1986 su tono habitual de afirmación, de seguridad, a lo mejor es que este uruguayo se nos ha hecho un poco postmoderno. Es una tontería, pero les puedo prometer que este tipo de argumentación se ha utilizado para varios autores, por ejemplo para Pablo Neruda, y algún crítico, por otra parte riguroso generalmente, se ha sentido satisfecho al hacerlo. Las opiniones del propio Mario sobre la cuestión postmoderna evitan este juego como camino posible.

Lo que parece es que el tiempo de la obra de 1986 abre en Mario Benedetti una dialéctica de interrogaciones que transforma el espacio afirmativo en el que su obra se había desarrollado. En el regreso a Uruguay podríamos hablar de un tiempo de menos seguridades, quizá. Son los años, la historia vivida, no sólo por el sujeto poético, sino por el mundo, por sus contemporáneos, es además sobre todo -y éste es el núcleo central de la pregunta benedettiana- una forma de interrogarse sobre el tiempo y uno mismo. En los dos libros que forman el tránsito de Cotidianas y Preguntas al azar, hay ya fórmulas interrogativas esenciales. En Viento del exilio sólo en dos poemas: «Happy birtdhay» y «Cuestionario no tradicional». En el primero se inaugura una forma constructiva que resuelve la interrogación como algo definitivamente personal -y los que estén por aquí el viernes, por la Universidad digo, podrán comprobarlo en algo que todavía desconocemos-. En ese cumpleaños feliz se da quizá la mejor clave interpretativa para su mundo de interrogaciones:


    ¿qué será del amor y el sol de las once
y el crepúsculo triste sin causa valedera?
¿o acaso estas preguntas son las mismas
cada vez que alguien llega a los sesenta?

El discurso del tiempo, convertido aquí en discurso de la edad, nos puebla de incertidumbres mayores que muchas veces se resuelven en un espacio formidablemente divertido de bromas, como en las preguntas del «Cuestionario no tradicional» de Viento del exilio, donde la broma


    ¿qué opina del diptongo en general?
¿o de algún diptongo en particular?
[...]
¿podría nombrar dentro de su última obra algún caso
de analepsis interna heterodiegética?
¿curable o incurable?

os conduce a la pregunta esencializada que cierra el poema:


y por último ¿quién cree que no es?
¿de dónde no viene? ¿a dónde no va?

También en Geografías algún brote interrogativo esencializaba el ámbito personal, como en la hermosa evocación de la avenida montevideana que le dicen que quedó sin árboles, ante lo que podrá preguntarse:


    ¿acaso yo no estoy sin árboles
y sin memoria de esos árboles...?

o la interrogación sobre la memoria y la historia reciente en el poema «Ceremonias», o la bellísima pregunta sobre el momento, el antes y el después, en uno de los más bellos poemas contemporáneos sobre el regreso, «Quiero creer que estoy volviendo»:


    en qué momento consiguió la gente
abrir de nuevo lo que no se olvida
la madriguera linda que es la vida
culpable o inocente

Un discurso personal por tanto es el que se nutre del ámbito de la interrogación, resolviendo en ese mismo discurso la vida en toda su complejidad. Acrecentado por los años, por las incertidumbres del regreso, por la historia contemporánea, por la necesidad del recuerdo, etc., esta forma discursiva es efectivamente -y aquí citaré nuevamente a Sylvia Lago- una forma de acceso al conocimiento.

Como he dicho: se acrecentó en el tiempo posterior a 1986 y se hizo más sistemática. Pero quisiera hacerme una pregunta ahora que tiene que ver con cosas ya dichas e incluso con la tontería de la incertidumbre postmoderna.

Les estoy hablando de la interrogación y, para comenzar a concluir, me gustaría preguntarme a mí ahora si no es la totalidad de la obra de Benedetti la que está sujeta a un ámbito de interrogaciones, al margen de lo que les he contado de esta forma de enunciado poemático y su ampliación a partir de 1986. La idea sería bastante clara y tendría como núcleo la totalidad de su obra ensayística, por ejemplo. Incluso, esa forma de escritura habitual que es el artículo periodístico. Plantearía en relación a la voluminosa obra ensayística y cronística de Mario Benedetti que surge en más de cincuenta años de escritura como respuestas a preguntas de alcance inmediato o de largo alcance que el autor se ha ido planteando y que forman la crónica de más de medio siglo nuestro. Pero eso nos ocuparía un tiempo muy amplio de fijación y diferenciación. La única diferencia que quiero trazar es que estas respuestas a interrogaciones acuciantes se identifican en el terreno cultural y social, mientras que las preguntas poéticas responden de una forma más general al terreno personal, a las incertidumbres de uno mismo cada día, a las grandes interrogaciones sobre el tiempo de uno mismo, sobre la vida, sobre lo que se está viviendo en un espacio de intimidad abierto a todo, a las pequeñas y grandes cuestiones que pueblan el mundo del autor.

Al concluir esta intervención, me doy cuenta que no he respondido a la pregunta al azar que les lancé al principio: ¿por qué Benedetti? Yo tengo que explicarlo explícitamente en la laudatio que debo realizar el próximo viernes y, por tanto, dejo todavía la pregunta abierta, pero en cualquier caso estoy seguro de que el sentido que tiene que estemos todos aquí, que vayan a intervenir y debatir a partir de ahora en los próximos días sesenta y cinco ponentes, es responder a esta pregunta al azar que, como les digo, lancé al principio sabiendo que no tiene más valor que el de ser una interrogación retórica.