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ArribaAbajoMario Benedetti y la lagartija erótica

Mario Paoletti (Fundación Ortega y Gasset)


Hace unos años escribí una biografía de Mario Benedetti, El Aguafiestas, que se publicó en Buenos Aires y en Madrid y que espera turno para su publicación en México. Si se descuenta algún despecho uruguayo por la condición de argentino del biógrafo y el inevitable fastidio causado en algún predicador neoliberal, se puede decir que el libro mereció una generosa acogida de la crítica. Hubo sin embargo una queja bastante compartida: ésa que se lamentaba de que el autor, o sea yo, no hubiese indagado suficientemente en los amores y amoríos del biografiado, conformándose con la renuncia y la renuencia (que son dos cosas distintas) de Benedetti a suministrar datos sobre ese costado de su vida. Y utilizaban como argumento, que reconozco como de mucho peso, una frase del propio Benedetti en El cumpleaños de Juan Ángel, cuando escribe que entre un hombre y una mujer nunca existirá una camaradería físicamente pura «porque al menor descuido corre entre las piedras la lagartija erótica».

Debo decir, sin embargo, que la crítica no es del todo justa. Mucha gente podría testificar sobre mis esfuerzos por sonsacar a amigos y amigas de Benedetti, e incluso a algún enemigo, en Buenos Aires, en Montevideo y en Madrid, sin ningún éxito. En todos los casos me encontré con negativas corteses, de un género similar a las negativas del propio Benedetti o con declaraciones, aparentemente sinceras, de ignorancia absoluta. La conclusión obvia fue que si Mario Benedetti ha tenido una vida sentimental y/o sexual no oficial, se trata del secreto mejor guardado del mundo.

Por pura responsabilidad de investigador he decidido, no obstante, agotar el último recurso posible: el expurgamiento sistemático de la producción lírica de Benedetti. Si es cierto que la obra de un poeta es su única verdadera biografía, allí tendrá que estar la clave secreta, me dije, y procedí en consecuencia. Esta ponencia, precisamente, es el resultado del estudio de todos los «poemas con mujer» que Mario escribió entre 1950 y 1985158.

En 1980, ante la necesidad de preparar su poesía completa (que saldría al año siguiente bajo el título de Inventario), Mario Benedetti decide eliminar todas las piezas de su primer libro, La víspera indeleble, y espigar rigurosamente en su segundo, Sólo mientras tanto, que reunían la totalidad de su producción hasta 1950, es decir hasta que cumplió sus 30 años. Pues bien: el primero de los poemas de Sólo mientras tanto al que Mario Benedetti le permitió continuar con vida era, precisamente, un «poema con mujer». Se titulaba «Asunción de ti», está dedicado a Luz López Alegre --que aún no era su mujer-- y profetizaba el proceso de sincretismo que suele darse en las parejas inmutables. Aquel Mario Benedetti escribía que


    Eras sí pero ahora
suenas un poco a mí.
Eras sí pero ahora
vengo un poco de ti.

para luego concretar:


    No demasiado, solamente un toque
acaso un leve rasgo familiar
pero que fuerce a todos a abarcarnos
a ti y a mí cuando nos piensen solos.

Hay más poemas con mujer en este libro dominado por los últimos coletazos de su sed de Dios, pero son mujeres vigorosas, indescifrables, que se parecen más a un recurso lírico que a una fantasía de carne y hueso.

Los Poemas de la oficina (1953-1956), su siguiente libro, son más bien «poemas de esposo», o al menos «poemas con varones», porque la oficina de la que trata este libro es la de la rutina rancia y el fracaso impotente, que son deportes masculinos. (La oficina femenina, la de Laurita Avellaneda, Mario Benedetti la guardará para La tregua). Hay en este libro, en cambio, una de las últimas oraciones que escribirá el cada vez más lejano ex-secretario de Raumsol. Es uno de los mejores poemas del libro:


    Déjame este zumbido de verano
y la ausencia bendita de la siesta
déjame este lápiz
este block
esta máquina
este impecable atraso de dos meses
este mensaje del tabulador
déjame solo con mi sueldo
con mis deudas y mi patrón
déjame
pero no me dejes
después de la siete menos diez
Señor,
cuando esta niebla de ficción
se esfume
y quedes Tú
si quedo Yo.

Éste será el último «poema con Dios» que Mario Benedetti escribirá en mucho tiempo, si se exceptúa aquel otro, tan vallejiano, del «padrenuestro latinoamericano», de Poemas del hoyporhoy en el que un desilusionado Mario Benedetti llega a la conclusión de que en algún momento «Dios se quedó dormido». Poemas del hoyporhoy, con versos que van desde el año 58 al 61, es un libro que marca el primer cambio esencial en la poesía de Mario Benedetti. Si en sus dos primeros libros se había ocupado de su corazón y de Dios, y en el tercero de la Oficina y de Dios, en éste, en cambio, empieza a dar entrada a los prosaicos asuntos que en el futuro serán los invitados contumaces de mucha de su poesía y de casi toda su prosa: reflexiones sobre los pobres y los ricos, la justicia y la injusticia, los pitucos, la coima, la Reforma y la Revolución, el paisito de la cola de paja y el corazón de oro. Hace una opción, en fin, por lo que la crítica de su tiempo llamará «poesía social», que en el caso de Mario Benedetti toma la forma, además -puesto que es un hijo del Río de la Plata- de la ironía y del sarcasmo, que suele ser la mejor estrategia para descargar a esta clase de poesía de posibles y no deseadas solemnidades.

En el poema «Monstruos», por ejemplo, Mario Benedetti hace su autorretrato y halla, entre otras características merecedoras de crítica, que no fuma en pipa frente al horizonte, que su nariz -qué vergüenza- no es como la de Goethe, y que no le gusta Ionesco. Pero también halla, y eso interesa a nuestro trabajo, que


    me encantan las mujeres
sobre todo si son consecuentes y flacas
y no confunden sed con paroxismo.

(No queda claro si estas mujeres que confunden la sed con el paroxismo son, también, consecuentes y flacas).

En «Interview», que es otro autorretrato, el poeta empieza a perfilar más nítidamente los contornos de la mujer ideal cuando escribe que de la mujer le gusta su alma y su corazón, pero sobre todo las piernas, y que nada le complace más que «alzar la mano y encontrarla a la izquierda, tranquila o intranquila, sonriendo desde el pozo de su última modorra». También dice que le gustan mucho las mujeres «cuando miran como a veces se mira un rato antes del beso».

En Poemas del hoyporhoy está también «Ella que pasa», que es una elegía al amor de tres minutos, que se presenta como un amor prohibido (pero no sólo por adúltero sino sobre todo por turbador, por desordenador de confortables rutinas):



    Paso que pasabas
rostro que pasabas
qué más quieres

después me olvidaré
después y solo
solo y después
seguro que me olvido.

Paso que pasas
rostro que pasabas
qué más quieres
te quiero
te quiero sólo dos
o tres minutos.
Para quererte más
no tengo tiempo.

Paso que pasas
rostro que pasabas
qué más quieres
ay no
ay no me tientes
que si nos tentamos
no nos podremos olvidar
adiós.

Más tarde, en 1962/1963 -nuestro hombre ya tiene 40 años largos- en el poema que da título al libro Noción de patria, aparece un diario artístico-literario de sus dos primeros viajes a Europa y los Estados Unidos que es también un «poema con mujer» porque en el lugar dedicado a Roma, Mario se ocupa de rescatar especialmente el doloroso recuerdo de aquella vez que vio


    a las mujeres más lindas del planeta
caminando sin mí por la Vía Nazionale

mientras que en «Esta ciudad es de mentira», se quejará también («no puede ser», dice, taxativamente) que cuando en Montevideo sopla el viento y levanta las polleras «todas las piernas son lindas». Tiene razón Benedetti: no puede ser.

Y en «Allí enfrente» Mario Benedetti nos sirve una sabrosa instantánea de su ciudad en la que por primera vez aparecen juntas en un mismo poema su mujer, en particular, y las mujeres, en general. Es un poemita muy eficaz:



    Aquí
en esta vereda
impecables
lujosos
los Grandes Almacenes
el Banco y sus Billetes
el Diario y sus Pizarras
dos Curas
un Impala

allá enfrente
distintos
el farol
una escuela
dos hombres en campera
ciruelos y duraznos
las muchachas
su risa
un frente con balcones
tres negritos mirando.

te ofrezco el brazo
vamos a cruzar la Avenida.

Seguimos. Sólo cinco años después de aquel «Ella que pasa» en el que se asustaba de las consecuencias de los amores de más de tres minutos, nuestro poeta ha decidido cambiar de recomendación, al menos cuando se trata de los demás. Ahora propone:


    Varón urgente
hembra repentina
no pierdan tiempo
quiéranse

porque el tiempo pasa, dice este nuevo Mario Benedetti, está pasando, ya ha pasado para esos dos que, si no se dan prisa, pronto empezarán a ser «urgente viejo / anciana repentina». Y también de estos años y de este libro es la primera versión de su poema «No te salves», que aún se llama «Entre estatuas», pero que ya está muy cerca de la que será su forma definitiva159. En «Balance» -que no alude a la idea de equilibrio sino a la de idea de inventario- Mario Benedetti coloca entre sus activos (junto a los libros, los viajes, tres corbatas que nunca se arrugaron «y esas tardes mágicas en que uno escribe de un tirón»),


    (la) memoria y (el) tacto de cinturas
(los) labios
y las cosas que se dicen cuando se ama.

En el Pasivo de este «Balance» no aparecen mujeres, lo que podría ser una pista sino fuese porque tanto en el Activo como en el Pasivo, y yo diría que casi de contrabando, se repite un verso misterioso: «los ojos de alguien en un gran silencio». ¿Por qué los ojos de alguien en un gran silencio pueden ser a la vez una riqueza y una miseria? No menos evanescente es la mujer de «Corazón coraza», el primer poema de Mario Benedetti en el que estalla la pasión, aunque sólo podamos saber de ella que «es linda desde el pie hasta el alma», y que es pequeña, y dulce, y orgullosa. Y que Mario la tuvo, y no.

Seguimos. En Próximo prójimo (un libro que Mario puso bajo la advocación de unas palabras de Sebastián Salazar Bondy según las cuales «la poesía es una habitación a oscuras») que es del año 64-65, Mario Benedetti parece revelarnos un amor infantil, inaugural:


    qué maga
qué sin trenzas viniste
ah prójimo-muchacha la primera
a instalarte delante de mis ojos de niño

¿Quién será esta destrenzada? Quizás aquella esquiva Teresa de la Deutsche Schule («chiquilina a obligatoria distancia / la teresa rubia de ojos alemanes y sonrisas para otros / ... / futura pobre gorda cargada de deudas y de hijos») o quizás aquella muchacha de Capurro, de ojos verdes y pelo negro (de cuyo nombre Mario se ha olvidado) o, quién sabe, Blanca la vecinita de Tacuarembó, la que puso al borde del colapso, con la invalorable ayuda de Marito, al matrimonio Benedetti-Farrugia. Pero al final de este mismo libro aparece un «poema con mujer» de factura mucho más adulta:


    rostro herido heridor
ojos que lo supieron
aduana de la dulce simetría
olvidada presencia inolvidable
...
yo pienso en ti cuando la noche clava
para siempre qué suerte para siempre
otra lanza-nostalgia en mi costado

y es en este mismo poema en el que Mario Benedetti trata a su corazón de embustero, de piadoso y de mesías160.

Hay que esperar hasta Quemar las naves, que es un libro del año 68-69, para encontrar una mujer con nombre propio, que viene así a agregarse al de Margaret Sullavan entre los amores oficialmente reconocidos por Benedetti. Es un poema refractario a toda duda y especialmente a la posibilidad de cualquier derrota. Un poema muy poco profético (al menos dentro de este milenio). Mario está hablando de la Revolución, de su inminente triunfo y de lo que vendrá después del triunfo:


    es bueno que se sepa desde ahora
que no habrá posibilidad de remar nocturnamente
hasta otra orilla que no sea la nuestra
ya que será abolida para siempre
la libertad de preferir lo injusto
y en ese solo aspecto
seremos más sectarios que dios padre
no obstante como nadie podrá negar
que aquel mundo arduamente derrotado
tuvo alguna vez rasgos dignos de mención
por no decir notables
habrá de todos modos un nuevo museo de nostalgias
donde se mostrará a las nuevas generaciones
cómo eran
parís
el whisky
claudia cardinale.

Su libro con más cantidad de «poemas con mujer» es, precisamente, Poemas de otros, el libro que coincide con su primer exilio en la Argentina. Allí, en «Hombre que mira sin sus anteojos», Mario Benedetti declara taxativamente que


    las buenas mujeres de esta vida
se yuxtaponen se solapan se entremezclan
la que apostó su corazón a quererme
con una fidelidad abrumadora
la que me marcó a fuego
en la carvernamparo de su sexo
la que fue cómplice de mi silencio
y comprendía como los ángeles
la que imprevistamente me dio una mano
en la sombra y después la otra mano
la que me rindió con un solo argumento de sus ojos
pero se replegó sincera en la amistad
la que descubrió en mí lo mejor de mí mismo
y linda y buena y tierna amó mi amor

(Seis mujeres, si no he contado mal, aunque una se repliega en la amistad y otra se limita a comprender como los ángeles). En esta misma línea, aunque escrito en tercera persona, aparece también «Apenas y a penas», en el que Mario Benedetti dice de alguien a quien parece conocer muy a fondo, que


    con el deseo más tierno que otras noches
tentó las piernas de la mujer nueva
que afortunadamente no eran de carrara
posó toda su palma sobre la hierbabuena
y sintió que su mano agradecía

Y también de esta época son sus poemas de amor militante, esos que desde hace muchos años han sido elegidos como sus preferidos por muchedumbres de jóvenes en todo el mundo que ama en español. Por ejemplo, el famoso «Hagamos un trato» («Compañera / usted sabe / que puede contar conmigo / no hasta dos o hasta diez / sino contar conmigo») o el no menos famoso «No te salves», ya en su forma definitiva, y el igualmente popular «Te quiero», que es el preferido de los músicos («si te quiero es porque sos / mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos») poemas todos ellos que serán de consulta obligatoria de futuros historiadores que quieran conocer cuál era el talante de un joven -y de muchos maduros de corazón reverdecido- en aquellos felices y terribles años en los que algunos creímos entrever las Puertas del Paraíso.

A partir de este libro se abrirá en la vida de Mario Benedetti el áspero paréntesis del destierro, que dará paso a poemas tristes, indignados, perplejos, pero casi totalmente vacíos de mujeres, porque el exilio, como su nombre lo indica, es repugnantemente masculino. Serán quince años de versos atravesados por la soledad (histórica, geográfica, física) y por el ardor de la lucha contra una dictadura brutal y mediocre. Sólo de vez en cuando -como esos días de primavera que se meten de vez en cuando en medio del invierno- aparecerá un aire de mujer, como en cierto «Testamento de miércoles» del año 78, en el que Mario desea dejar constancia de tres muchachas que le sonrieron, o la mención de un inquietante sueño recurrente (casi un sueño de preso) que aparece en Geografías:


    Ay del sueño
si lo sobrevivo es ya borrándome
ya desconfiado y permanente
y tantas veces me hundo y sueño
muslo a tu muslo
boca a tu boca
nunca sabré quién sos

También de esta etapa es el largo y emotivo poema dedicado a su esposa, Luz, como regalo de bodas de perlas, que comienza con una inquietante comparación:


    Después de todo qué complicado es el amor breve
y en cambio qué sencillo el largo amor
digamos que éste no precisa barricadas
ni contra el tiempo ni contra el destiempo
ni se enreda en fervores a plazo fijo

Y también de esta etapa es aquel poema impresionista en el que Mario Benedetti decidió elevar a rango de tesis científicamente comprobada que


    Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
de modo que si sobreviene
un apagón o un desconsuelo
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.

Estamos en 1985. En septiembre Mario Benedetti va a cumplir 65 años.

Hasta aquí todos los «poemas con mujer» que hemos encontrado. No se puede decir que sean muchos ni demasiado orientativos pero, como dicen los castellanos, «menos da una piedra». El próximo paso, si estuviésemos hablando de gente normal, debiera ser el análisis riguroso de estas pistas y de estos rastros con la esperanza de que nos conduzcan hasta la identificación de los seres reales que los suscitaron. Pero Benedetti, que es muy astuto, también había previsto esta posibilidad y, curándose en salud, escribió -hacia esa misma época de su primer exilio argentino- una serie de poemas contenidos en el libro Poemas de otros, que invalidarán por adelantado toda posible especulación sobre esos rastros y esas pistas y estableciendo una garantía de su inimputabilidad. La teoría es muy sencilla: él, Mario Benedetti, es Mario Benedetti, pero también es todos los hombres que no ha sido, y por lo tanto es justo y necesario que haya escrito los poemas de todos esos hombres que pudo ser y no fue. Sus poemas, dice, sin que se le caiga la cara de vergüenza,


    son mentiras de a puño
son verdades piadosas
...
son otros que están fuera de mi reino
claro pero además estoy en ellos
a veces tienen lo que nunca tuve
a veces aman lo que quise amar
a veces odian lo que estoy odiando

Dicho de otro modo, que los poemas de amor escritos por Benedetti pueden corresponder a la realidad-real o a la fantasía. Y no sólo a la fantasía a secas, sino a alguna de las fantasías de los múltiples Benedetti potenciales que deambulan por su inconsciente uruguayo. Y entonces, para mayor recochineo, como también diría un castellano, Mario Benedetti escribe su poema «Respuesta con segunda» en el que se interroga, con una apariencia de candor que no es de este mundo:


    por qué será que mis Otros
escriben casi siempre
       poemas de amor
con esperanza o desolación
con plenitud o soledad pero
       poemas de amor
a una muchacha o a mujeres varias
al hijo o al paisito pero
       poemas de amor
por qué será
(...)
a vos
lector mi prójimo
qué te parece

A mí me parece, Don Mario, que por segunda vez me ha engañado y que he vuelto a quedarme con una biografía inconclusa entre las manos.