Las
historias del corazón están siempre cercanas
o no están, simplemente. Y cuando las historias cordiales
se ven imbricadas en las propias de la poesía, miel
sobre hojuelas, que suelen decir en mi tierra castellana.
El colmo puede acercarse a su expresión cabal cuando
de Mario Benedetti se trata, así sean prosas lo que
se considere o sus muy sentidos versos, incluso aquellos
que pudieran parecer más desganados y distantes, como
poco humanos
No tengo ganas de
escribir
pero la letra avanza sola
forma palabras y relevos
que reconozco como míos
en
la ventana que llueve
tantas
veces la calle
brilló
sin fundamento
no tengo ganas de escribir
por eso queda
el tiempo en blanco
y no es un blanco de inocencia
ni de
palomas ni de gracia
en
la ventana llueve
tantas
veces la calle
se
anegó de presagios
no tengo ganas de escribir
pero
la lluvia llueve sola.
Ése
es Benedetti, con tantas resonancias de Antonio Machado,
tan cercanos ambos a mis propios deseos y quehacer. No tener
ganas de algo y salir todo a pedir de boca. Y la lluvia en
los cristales. Y la letra que avanza. Y las palabras que
nos aguardan siempre, a la vuelta de cualquier esquina que
el autor de La tregua nos reserva para la sorpresa y la solidaridad
física, metafísica e intelectual, no habrá
que olvidarlo, pues que sus palabras son potencias cargadas
de presente, para que el futuro resulte también alentador.
Nuestras historias con Mario Benedetti han devenido siempre
soplos de aliento para vivir la vida con más intensidad,
y para no ser egoístas un poco ridículos, para
entender que las ideas y los sentimientos y todos los vehículos
capaces de transmitirlos apuntan siempre al hondón
del alma propia proyectada en los demás. Que así
se escribe literatura, así se hace poesía sin
aspavientos ni pecaminosas arias solipsistas de obsoleta
torre de marfil, porque a la postre lo que de verdad cuenta
es la oculta sabiduría de la elección sensible.
sin intenciones
misteriosas
sé que voy a elegir de buena gana
de
mi viejo jardín sólo tus rosas.
Cabe
observar que el vocablo gana se repite, contrapuesto su sentido
y pretensiones, en ambos ejemplos, con el amor al fondo.
Que sea un «Soneto kitsch» o «Variaciones sobre un tema de
Heráclito», es lo de menos. Lo importante viene a
ser el gusto y la delicia del vivir, ejemplar siempre, para
nada patético y umbrío.
Son
historias de amor, luminosas incluso en los errores. Como
la que hoy traigo a colación, tras estos distractivos
prolegómenos, referida con precisión a una
memorable lectura de sus versos, llevada a cabo en el Paraninfo
de la Universidad de Murcia, una tarde de olorosa primavera
en esta tierra de naranjos y limoneros, donde los aromas
nunca son suaves ni diluidos. Más de cuatrocientos
estudiantes abarrotaron la sala y otros tantos tuvieron que
permanecer fuera escuchando, de lejos, como podían.
Los versos de este hombre, sus presencia menuda y su palabra
pausada, con trémolos, así como el gesto entre
burlón y amable más la sonrisa con travesura,
constituyen algo especialmente atractivo y subyugante. Parece
haber nacido para los jóvenes. Y es muy de agradecer
que sus escritos se manejen e intercambien como preciosas
monedas apetecibles, incluso, por su templado contacto revelador
de tantas cosas. Aquella tarde se desgranaron algunas prosas
y bastantes versos de manera jubilar y excitante: desde breves
poemas burlones y aún satíricos sin exceso,
hasta poemas amplios de gran aliento, estimación y
pretensiones, todas cumplidas.
Al
final, nos quedamos con tres inéditos por aquellas
calendas y que resultan dolorosos, a la vez que estimulantes
para salir siempre a la superficie y encontrar la luz. Son
«Sombras nada más», «Otherness» y «Aquí lejos»,
el más extenso de los tres y uno de los más
cumplidos que jamás haya escrito Benedetti. Después
aparecerían publicados en Las soledades de Babel,
soberano y sobrecogedor título, que abarca tanto la
realidad existencial que preocupa al poeta, cuanto las resonancias
literarias, históricas y de mitología de tiempos
lejanos que pueden convivir a diario en estos días.
De los tres pienso escribir,
aunque sea poco. Pero ahora interesa la particular historia
de «Aquí lejos»203. En cuanto al tema, a la historia
que se cuenta y canta -Machado siempre al fondo- es competencia
total del autor, porque cuenta su vida y lo que desea para
un futuro cercano y no exiliado. Para todos los demás,
viene a ser la misma vida traslaticia y trasladada, a tenor
de las circunstancias de cada uno, que bien pudieran ser
las de todos, por la globalidad en la que siempre terminamos.
Vengamos al recuerdo de unos ejemplos clarificadores
He sido en tantas tierras extranjero
Y así
fui construyendo la pasarela
de mi regreso terminal
Soledad no es libertad...
Con la palabra enlazo signos
identidades de mi país secreto.
Algún
día aquí lejos
se llamará aquí
cerca.
La vida, los deseos,
las remembranzas, la lejanía, toda la nostalgia del
mundo encerrada en versos lapidarios, chorreantes de sangre
del espíritu, con el síndrome de Ulises gravitando
en su frente que es la de todos.
Así
terminó la tarde, con este poema profundo, sentimental
y compartido, en el que se revela muy actualizado el espíritu
de aquel otro de Bertolt Brecht, que así termina:
«Hay los que combaten toda la vida. Esos son los imprescindibles».
«Aquí lejos» es el poema de la lucha eterna, del combate
sin fin que nos aguarda, incluso cuando se vislumbran las
puertas del paraíso.
Pues
bien, a la noche y a la hora mágica de los conjuros,
cuando sorbíamos café y otros licores y la
conversación recorría los meandros más
comprometidos del espíritu, me atreví a solicitarle
una donación valiosa: que nos dejara el poema inédito,
para publicarlo en el Departamento de Literatura Hispanoamericana
como anticipo y editio princeps de cualquier futura publicación.
Generoso como siempre, nos lo dejó con amable, amistosa
dedicatoria personal y colectiva.
Y
como era valiosa la dádiva, le buscamos un marco adecuado.
El encuentro que cerró su recital lo pusimos en letra
impresa, con lo que apareció un pequeño hermoso
libro único titulado El Escritor y su Sombra con textos
de varios profesores, amigos y especialistas al principio
del volumen, como introducción auténticamente
preparatoria. La segunda parte la ocupan los 219 versos,
exactamente, del magnífico poema. Y desde entonces,
aquellos versos tuvieron la virtud de transmutar el agorero
y protervo aquí lejos, en el esperanzado y jubilar
aquí cerca.
Transcurrido
un cierto tiempo, en el año 1991 aparece el libro
Las soledades de Babel que se abre, precisamente, con el
poema que nos ocupa. Resultó conmovedora la nueva
lectura, iniciada por el inquietante endecasílabo
«He sido en tantas tierras extranjero», heroico, incluso,
en su acentuación rítmica y musical, de apretados
acentos convergentes a partir del perfecto pretérito
que, parece, habrá de durar toda la vida para que
se cumpla, biselada y al sesgo, la exclamación de
Peter Handke recordada por el propio Benedetti al principio
del libro: «Feliz aquel que tiene sus lugares de permanencia».
Trilogía Hegeliana
También
pudiera considerarse una pareja conceptual, de Wellflin,
por la doble posibilidad de dialéctica. En efecto,
el exilio y el regreso significan los dos pivotes de apoyo
y rotación, para establecer los términos definitivos
en el triste camino de ida y vuelta. Sucede que, en ocasiones,
el regreso supone una cierta alegría compensadora.
Pero también ocurre lo contrario, aunque sólo
sea porque el país y las gentes que se abandonaron
se parecen poco a los que se encuentran al regresar. Incluso
el propio cambio personal del exiliado introduce un factor
modificador importante. De ahí que Benedetti inventara,
muy adecuadamente, el concepto de desexilio como complemento
y actor fundamental en la dialéctica. En todo caso
y sin llegar al extremo de José Donoso -Donde van
a morir los elefantes, recurso último y término
previsible de los exiliados ya cansados de su propio peregrinar-
cabe aceptar que las tres ideas y acciones se interinfluencian
y condicionan profundamente, de manera que el sujeto protagonista
se halla como diría Heidegger, «arrojado en el mundo
y perdido entre las cosas». Exilio-Regreso-Desexilio son
los simétricos términos. Y esto se refleja
perfectamente en el poema de nuestro comentario.
He sido en tantas tierras extranjero
La pasarela
de mi regreso terminal
Me consta que no debo serlo
aquí
Son versos distribuidos
del principio al fin del poema que hablan bien a las claras
de lo apuntado. Con la nostalgia como telón de fondo,
con la amargura de ser ciudadano del mundo sin haber elegido
serlo, pese al optimismo de Dickens, con el temor siempre
imperante de no saber si, al cabo, seremos los que fuimos
para nosotros y para los demás. Y sin embargo, todo
será un secreto a voces cuando culmine. Es el final
del poema e ignoro si allí se confunden realidad y
deseo. El caso es que escrito queda.
Entre
ambos extremos se produce una reflexión y un sentimiento
múltiples, que son a la vez expresión del propio
yo creador del poeta que escribe y una extrapolación
previsible a la universalidad de las categorías no
sólo literarias. De ahí que el poema mezcle,
continuamente, la experiencia personal vivida -un realismo
a veces desolador, en ocasiones esperanzado- con la extensión
a todas las criaturas de la tierra, igualmente exiliadas
en algún sentido. En tal sentido, la propuesta y el
propósito son claros.
no
dejé de cavilar
en mi español de alivio
aunque
me rodearan lisboetas o bávaros
ucranianos o tesalonicenses.
Sería una isla rodeada
de otras islas, aunque los demás creyeran estar en
la tierra de promisión alcanzada. Es un juego muy
existencial, personalísimo, pero también muy
universal. El eterno juego de la literatura, de la poesía
cruel y concentrada.
El poema
está claramente dividido en seis partes, con una primera
y una sexta más breves y condensadas, para comprimir
e impresionar más y mejor, como se pretende. Cabe
destacar en la primera los versos inicial y final
He sido en tantas tierras extranjero
Hay nubes entre el
sol y los presagios
Por lo
tanto, buenas llaves de apertura y cierre: lo particular
(Poeta, Mario Benedetti) aunado con lo general (todos los
lectores posibles, la humanidad entera). El alfa y el omega
de un proceso revelador y terrible, con la esperanza de encontrar
un claro en el bosque.
La
sexta parte potencia idéntica realidad, pues que comienza
con lo estrictamente personal e intransferible
pero voy descubriendo
otros destierros de otros
y
termina con el aleluya musical, esperanzado y glorioso
y entonces el país
este
país secreto
será un secreto a voces
todo
precedido de una declaración que es casi un apotegma,
sobre la base inocente de un elemental retruécano
Algún día aquí
lejos
se llamará aquí cerca
¿Y
qué ha sucedido en el intermedio, a lo largo y ancho
de las otras cuatro partes más extensas y problemáticas?
Pues el camino de siempre, un peregrinar laborioso y punzante
con la mirada fija en Canaan. Para lo cual se insiste mucho
en lo simbólico, alegórico y traslaticio, como
corresponde a un poema mezcla de lírico y épico,
de personal y colectivo, de solista que canta y coro que
acompaña. Al cabo, el centro metafórico -en
el sentido de cambiar, con movimiento, la significación
precisa de las palabras y los sintagmas, para realizar la
mágica fusión de lo unívoco y lo múltiple-supone
el punto de partida y la palanca de Arquímedes -que
los poetas continuarán siendo siempre augures, presocráticos
y medidores del mundo que nos ha correspondido vivir- para
mover y transfigurar el universo, habitáculo final
y pretendido siempre del hombre, de todos y cada uno de los
seres humanos.
Heterogeneidad esencial poética
Dicho quedó más
arriba que recordaría dos poemas como ideal marco
de «Aquí lejos», por cuanto hacen referencia y alusión
a una idea fundamental en la poesía contemporánea:
la machadiana esencial heterogeneidad del ser, filosófico
bergsoniano y poético-creador. Y recurren a la definición
de la poesía, en general, así como a la propia
poesía en particular.
El
primero de ellos es el titulado «Otherness» y es el machadiano.
Poema breve, aunque no demasiado, con unos puntos de apoyatura
esperados -habituales en la poesía de Benedetti- que
funcionan perfectamente a la hora de ahormar y definir el
poema, cuyo mensaje nunca será inocuo ni cerrado,
antes al contrario, muy abierto para los demás.
Repito
lo de machadiano para insistir en ello. El recuerdo y reflejo
del poeta español está de principio a fin,
pese al título en inglés. El ser es uno y lo
mismo, como pretendía Parménides. Y, al propio
tiempo, es cambiante y distinto siempre. Aquí la filosofía
queda perpleja y necesita de un Jano bifronte que ayude un
poco. No así la poesía, para quien la solución
de contrarios es una de sus columnas básicas, uno
de los trabajos más normales de su taller. Así
que, ser uno y lo mismo, ser uno y lo otro vienen a coincidir
en la esencia de lo poético, incluso discursivo. Lo
que contrapone la filosofía, la poesía lo unifica
sin problemas ni remedio. Porque hay que leer el final del
poema para entender lo que con la sola razón sería
imposible
y eso tal vez ocurra
porque no sé ser otro
que ese otro que soy para los
otros
sucede, por otra parte, que en esos versos endemoniados
aparece la voz irónica y magistral de un escritor
no precisamente grato a Benedetti, alejado a miriadas de
sus postulados poéticos y vitales, el gran Jorge Luis
Borges. Bastaría recordar, como ejemplo a título,
el poema que dedica a Heráclito, tan dialéctico,
tan comprensivo y denso de poesía. Los versos finales
de este «Otherness» lo confirman y aseguran, de donde también
cabe deducir, con la Rochefoucauld, que todo está
dicho y tan sólo permanecen las formas distintas de
decir aquello que ya nunca será nuevo bajo el sol,
tan clásico.
Pero el
poema comienza con un verso lapidario -¿ha reparado el avisado
lector, que los principios siempre son más rotundos
que los finales en los textos de Mario Benedetti?- que plasma
la síntesis de la historia futura y es una espléndida
llamada de atención para quien lee
Siempre me aconsejaron que escribiera distinto
A
las mientes viene de inmediato un texto famoso de Julio Cortázar,
aquél en que el desvalido y frágil unicornio
se queja de estar aislado, de no encontrar ni siquiera un
corralito donde expresar su solidaridad con todo el mundo.
Las gentes lo rechazan para que sea distinto, como los otros
quieren que sea. El unicornio se queja y sigue siendo unicornio.
Benedetti se queja y continúa siendo Benedetti. Porque
esos demás pretenden, sobre todo, modificar sus códigos
de conducta, sus esquemas mentales, sus presupuestos estéticos,
para
que mi cristal no fuera transparente
sino prolijamente esmerilado
y sobre todo que si hablaba
del mar
no nombrara la sal.
El
poema resulta espléndido en su versión global
de pensamiento, sensibilidad despierta y mensaje comprensivo
para los lectores. Es una valiosa declaración de principios
personales y literarios. Una postura ético-estética
frente al mundo, afirman su personalidad diferenciada, escuchadora,
pero no sumisa, receptora de consejos, pero sin traicionar
sus propias convicciones.
Así,
del cortazariano «escribir distinto» se pasa a la normal
segunda proposición, que humanamente debió
ser la primera, por lo que de nuevo el pensamiento poético
se superpone, adelanta al pensamiento racional
siempre me aconsejaron que fuera otro
Y
el tercer punto de referencia cierra el silogismo de las
dos primeras estrofas: juego cabalístico donde los
haya, barajando el dos y el tres en función del uno
Siempre me aconsejaron que escribiera
distinto,
siempre me aconsejaron que fuera otro,
por lo
tanto continué siendo el mismo.
El
yo y sus circunstancias adventicias. El yo esencial y el
tú fundamental. La esencia heterogeneidad del ser.
Del ser humano y del ser poético.
Como las aguas del río que van a dar con la mar
seguiré
escribiendo
igual a mi o sea
de un modo obvio irónico
terrestre
rutinario tristón desangelado
Todos
los caminos, en efecto, conducen a Roma. Y estos del «Otherness»
desembocan en la definición precisa de la poética
personal, como ya indicaba más arriba a propósito
de las apoyaturas básicas que utiliza Benedetti para
la expresión cabal de su emocionante y profundo «Aquí
lejos».
El nuevo poema se
titula «Sombras nada más o Cómo definiría
usted la poesía». No puede ser más propio de
este uruguayo irónico y zumbón, que dice las
mayores verdades con apariencia de ligera beatitud. De un
lado está el conocido bolero que habla de la existencia
de «sombras nada más, entre tu vida y mi vida; sombras
nada más entre tu amor y mi amor». El binomio amor-vida
en el centro de la atención posible. Y la sombra como
nube que puede oscurecer la dialéctica intelectual
sensible, amén de lo popular, el lenguaje que todo
el mundo entiende, aunque tenga otros niveles reservados
a los mejor entendidos.
Pero,
además, la pregunta manida que suele hacerse. ¿Cómo
definiría usted la poesía, el universo, el
amor, la muerte, la guerra de la Martinica, cualquier cosa
que se lo ocurra al poco ocurrente preguntador? Incluida
la suave perfidia léxica del usted, para mayor apariencia
de seriedad y transcendencia.
Benedetti
responde con todo afecto, en forma de poema explicativo,
que es una de la mejores maneras de responder, con el ejemplo
vivo de lo que se hace y siente. Con la sorpresa inicial
de la perplejidad dubitante
La
verdad es que nunca
se me había ocurrido definirla
Y a partir de ahí,
las hipótesis, los condicionales, la posibilidad de
ser, las virtualidades todas, no para la ceremonia de la
confusión, sino para centrar el tema y suscitar posibles
respuestas, que bien pudieran ser otras, incluso inciertas,
con lo que los ecos machadianos afloran de nuevo a superficie.
Invirtamos, pues, la situación, lleguemos al extremo
contradictorio: definir lo que no es poesía. Y entonces,
el poeta aprovecha la ocasión para la enumeración
caótica, Cohen al fondo, teorizador de lo moderno,
de las grandes o pequeñas tragedias de lo humano,
a cuyo sesgo aparecen palabras como espectro, muerte, admonitorio,
eróstratos, rencor, defoliadores, gángster,
mezquinos y prescindentes. ¿Dónde quedó la
lírica pura, para no tocarla más, que así
es la rosa? Y sin embargo, adviene la duda. Dice: «Pero no
estoy seguro». Y entonces aparece Dios con toda seriedad.
Las alturas de lo divino como territorio de la poesía,
con toda emoción y respeto, con toda seriedad. Porque
la poesía utiliza
como
dicen que usa dios
sendas inescrutables e infinitas
Ya
estamos en lo que no es y en lo que es. El infierno y el
cielo salvador, con sus caminos que es preciso transitar.
En el inicio dos definiciones complementarias, casi paradójicas
la poesía como sombra de
la memoria
también como memoria de la sombra
y
no es tan sólo un juego de palabras, lo que ya sería
suficiente. Sombra y memoria son la sustancia de lo poético,
en relación de complementarios, repito, para llegar
a la conclusión posible, que se revelará nueva
premisa mayor de la siguiente tríada
con la memoria de esas sombras
damos alcance
en ciertas
ocasiones
a la blindada frágil poesía
o quizá
a la memoria de la sombra
de la poesía...
Sombra.
Memoria. Y Poesía. Bastan las tres palabras para lo
que he pretendido transmitir de aquella tarde memorable,
de aquel poema conmovedor, de aquella misteriosa atmósfera
poética difícilmente repetible. La poesía
proyectando su creadora sombra para que la memoria recuerde
lo que somos y cómo existimos.