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21

«Ruiz de Alarcón y las fiestas de Baltasar Carlos», Revue Hispanique, XXXVI (1916), p. 174.

 

22

Pasajero, alivio VI.

 

23

Según el acta matrimonial de los padres de Alarcón, el vecino de la Nueva España era el abuelo materno, Mendoza como el primer Virrey y tal vez su pariente, quien pudo trasladarse a las Indias buscando el apoyo del gobernante.

 

24

Alarcón recibió dinero de México alguna vez (Pérez Pastor, Bibliografía Madrileña, documento I); pero no hay que dar a este hecho demasiada importancia.

 

25

L. F. G., pp. 1 y siguientes y 267.

 

26

Quevedo, Premáticas y aranceles generales, Rivadeneyra, XXIII, 436 b: «Asimismo, que los Mendozas, Enríquez, Guzmanes y otros apellidos semejantes que las putas y moriscos tienen usurpados, se entienda que son suyos como la "Marquesilla" en las perras, "Cordobilla" en los caballos y "César" en los extranjeros».

 

27

Rivadeneyra, LII, 588 b.

 

28

Véase también Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, edición Bonilla en la Sociedad de Bibliófilos Madrileños, pp. 26-28 y 31-32. Aunque cita el apellido Mendoza, no creo que aluda a Alarcón, que ya había muerto. Véase también Quevedo, en la Visita de los chistes, Rivadeneyra, XXIII, 336 a: «Yo he visto sastres y albañiles con Don»; y en la Premática y aranceles generales (ídem 436 b) «... advertido de la multitud de dones que hay en nuestros reinos y repúblicas, y considerando el cáncer pernicioso que es, y cómo se va extendiendo, pues hasta el aire ha venido a tenerle y llamarse don-aire».

 

29

Edición Barry (La Verdad sospechosa, Colección Merimée, p. XX, N.º 24); supone que se alude a Francisco Guzmán de Mendoza y Feria, gentilhombre del Marqués de Montes-claros en México, a quien, en Las paredes oyen, llama «Narciso», por alusión a su poema de este nombre (Flores de varia poesía, México, 1577).

 

30

Respecto al supuesto hábito de Alcántara concedido a Alarcón, se trata de una mera confusión de nombres en que incurrió Pérez Pastor; ver Ruiz de Alarcón, Teatro, Madrid, «La Lectura», 1923, pp. 253-254. Véase también Revista de Filología Española, IV, p. 209, reseña de la edición de No hay mal que por bien no venga, de A. Bonilla.