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1

Entre las personas que recuerdo haber visto en mis primeros años en casa de mis padres, y contrayéndome sólo a los que más adelante figuraron en la política o en las letras, citaré a los señores D. José Cafranga y D. José Pando (ambos salmanquinos), oficiales entonces de una Secretaría del Despacho (covachuelistas), y que llegaron años después a ser ministros; así como también al celebérrimo D. Tadeo Francisco de Calomarde, agregado entonces a la Secretaría de Gracia y Justicia de Indias; los abogados D. Martín González de Villalaz, D. Wenceslao de Argumosa y D. Tiburcio Hernández, gallitos del Foro matritense, y que tan diversos rumbos en política siguieron después; los Reverendísimos PP. agustinos Fr. Domingo González Salmón, autor de la primera y menguada Historia de la guerra de la Independencia, y Fr. Miguel Huerta, afamado predicador después, y los célebres abates D. Juan Antonio Melón y D. Cristóbal Cladera, amigo inseparable aquel y protector del insigne Moratín, y reconocido y confesado modelo, el segundo, que sirvió a este esclarecido ingenio para pintar el personaje de D. Hermógenes, aquel delicioso pedante de la «Comedia Nueva» que hablaba en griego para mayor claridad, y que, si viviera hoy, adoptaría la jerigonza filosófico-alemana, que viene a ser lo mismo para el caso de darse a entender.

 

2

Esta casa acaba de ser derribada para construir otras en su solar.

 

3

Según el testimonio de la escritura de donación de este palacio y sus accesorios, que se halla en el Archivo de la villa, otorgada en 16 de Mayo de 1807, consta que fue comprado en la cantidad de 9.800.000 reales, pagando además Madrid, por las cargas que sobre él gravitaban, 367.669 reales. Total, más de diez millones de reales.

 

4

Este arco o pasadizo, que asombraba la entrada de la calle del Barquillo, desapareció en 1846, en la reforma de aquel extenso distrito, propuesta por mí, entre otras muchas, en el Proyecto general de mejoras de Madrid, que presenté como concejal del Ayuntamiento, y que se ha llevado a cabo en casi todas sus partes.

 

5

Este cuerpo constaba de tres compañías, española, americana, e italiana, y se distinguían entre sí por los cuadretes de la bandolera, que en la primera eran rojos, morados en la segunda, y azules celestes en la tercera.

 

6

En la primera edición de esta obra reproduje, en efecto, los dos tercetos últimos; pero honrado después con una entusiasta e interesante carta de mi antiguo amigo el ilustre Marqués de Molins, fecha en París a 20 de Febrero de 1880; adoptando agradecido sus preciosas notas, inserto aquí el soneto entero tal como lo conservaba en su memoria mi bondadoso y simpático corresponsal.

Helo, pues, aquí:



   «En daros excelencia, o bien alteza,
La pública opinión no se ha fijado:
Dúdase, gran señor, si sois casado,
Y cuál es vuestra esposa con certeza;

   Si son vuestros honores y riqueza
La gloria o el ludibrio del Estado,
Y si de guerra debe ser llantado
El título de Paz, que os dio grandeza.

    Últimamente, al ver los veteranos
Tercios marchar, a cuyo frente brilla
La doncella tizona en vuestras manos,

   Nos ocurre, señor, una dudilla:
¿Irán a Portugal los castellanos,
O vendrán portugueses a Castilla?».

«Sobre su autor... oí decir que era Beña».

 

7

Este D. Clemente Cavia, cuyos balcones daban frente los a los de mi casa, era el tronco de la famosa familia de este apellido que, andando los años, produjo tan acendrados defensores al despotismo de Fernando VII, ya en la persona de D. Juan, obispo de Osma y regente del reino en la regencia de Urgel, ya en la de D. Alfonso, celebérrimo alcalde de Casa y Corte; de D. Mariano, diplomático en varias Cortes y en el Ministerio de Estado, y de D. Vicente, apasionado jefe de voluntarios realistas en 1823.

 

8

Histórico

 

9

De esta canción y de las demás que recordaré más adelante retengo perfectamente la música o tonillo, que siento no saber estampar en el papel.

 

10

Histórico. -Este impresor, Eusebio Álvarez, que tenía su imprenta en el Postigo de San Martín, era el mismo de que se valía mi padre para imprimir las Relaciones de méritos, títulos y grados que acostumbraban a presentar los pretendientes a judicaturas y piezas eclesiásticas, y pocos años después oí de la misma boca del impresor este ruidoso acontecimiento, de que hace mención el Conde de Toreno. Casualmente en esta imprenta hice yo mis primeras armas literarias en 1822, y del mismo Álvarez conservo algunos folletos de aquella época, de que haré mención en su lugar.