Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

61

Esta inclinación excepcional de Fernando hacia Martínez de la Rosa la escuché dos o tres años después de boca de uno de los asiduos áulicos de la camarilla en 1825, que era el teniente de rey de la plaza de Madrid, coronel D. Francisco Mallén, uno de los más furibundos realistas, que había guerreado en Valencia a las órdenes de Sampere.

«Noches pasadas, decía, estábamos en la cámara del Rey el capitán general Liñán, el general Aymerich, y algunos otros conmigo; tratábase con cierta chunga de los sucesos pasados en tiempo de la negra (la Constitución), y cada cual salía con su chiste sobre los sujetos que entonces figuraban, llamándoles por los motes que les daba El Zurriago, como Trabuco a Morillo Tintín a San Martín, El Dómine Lucas a Argüelles, etc. -Y ¿dónde andará ahora, dije yo, Rosita la Pastelera? -¡Alto ahí! (me interrumpió S. M.): Martínez de la Rosa es el hombre más honrado y más caballero que se ha acercado a mí desde que soy Rey, -con lo que me dejó escachifollado y con un palmo de narices».

 

62

A este punto de mi narración, la ilustra mi respetable amigo el Marqués de Molins con un desenfadado soneto, que decía así:


   «Adiós, Madrid, porque vivir no quiero
Donde un borracho liberal se llama,
Y el santo nombre de la ley infama,
Hablando de política, un cochero;
   Donde al dulce sonido del dinero,
En sed de sangre el asesino brama,
Y armado corre de puñal y llama,
Al mando de un farsante comunero;
   Donde una moza en un café sentada,
La muerte de un ministro o dos decreta,
Y extirpar de Borbón la dinastía;
   En fin, donde se compra una asonada,
De treinta soberanos en chaqueta,
¡A diez reales de noche y seis de día!».



«Pues bien; el autor de estos versos, únicos que yo conozco del mismo, era nada menos que el general don Luis Fernández de Córdova, que los escribió al salir para el Pardo, en los primeros días de Julio del 22».

 

63

«Si todos hubieran hecho lo que yo (decía aquel proscrito en la emigración), esa respuesta, que la historia condenará tal vez como insensata, sería, por su feliz éxito, calificada de digna de Roma o de Esparta». Y con efecto, tal podía decir el ilustre General, que abandonando el Ministerio que ocupaba, corrió al ejército de Cataluña a incorporarse a Mina, y combatiendo allí temerariamente contra los franceses, cayó, acribillado de heridas, en el campo de batalla, siendo recogido prisionero por el mariscal Moncey, que le prodigó las mayores atenciones, dignas de su heroísmo.

 

64

«Todas las escenas a que hace V. intervenir a su madre son maestras, se leen con los ojos y llegan al alma. La despedida del miliciano del 23 es digna de Manzoni». Así dice el Sr. de Molins, y luego me recuerda unos versos macarrónicos de aquella ocasión.


    «No le dejan tomar baños
A nuestro buen rey Fernando
Que lo estaba deseando
Para remediar sus daños.
¡Estos son los desengaños!».
      
(¿Qué tal?)




    «Se lo llevan a Sevilla
Pasándolo por la villa
En un coche, pero malo,
Tratándolo como a palo
Que lo arrancan de una silla».
      
(¡Magnífico!)



 

65

El experto y sesudo general escogió este punto, término medio del camino entre Madrid y Sevilla, y teatro de su gloria, para fijarse, ínterin que veía el giro que tomaban los sucesos, y obrar en consecuencia; y como la entrada inmediata del Duque de Angulema con el ejército francés en Madrid, sin resistencia alguna, diérale a conocer lo desesperado de la causa constitucional, deseoso sin duda de serla útil en algún modo, regresó a la capital, donde fue recibido con gran entusiasmo por el Príncipe francés, a quien sin duda empeñaría en favor de la causa que podía considerarse ya vencida.

 

66

A propósito de la intemperancia filarmónica que distinguió a este período constitucional, no puedo menos de estampar una anécdota que me contó un amigo de los que se quedaron en Madrid, y que aún vive, por más señas. -Decíame que después que las tropas extranjeras y las realistas ocuparon la capital, y cuando el pueblo bajo de Madrid, olvidando sus gloriosos antecedentes y el heroísmo del 2 de Mayo, fraternizaba con los franceses, obsequiándolos, entre otros agasajos, con la inmunda y obscena canción de La Pitita, un ciego furibundo, de los que entonces se usaban, hallábase berreando esta canción en la esquina de la calle entonces llamada ¡Ancha! de Peligros, y ahora estrechísima de Sevilla; y llegandose a él mi amigo, poniéndole algunos cuartos en las manos, le decía: «-Pero ¿por qué no cantáis alguna cosa más decente y más bonita que eso?». -«¡Qué tenemos de cantar, señor, le respondió el ciego, si esos... de liberales se han llevado toda la música!!».

 

67

Su hermana era la señora viuda de Moreno, madre del que después fue tan conocido como hombre político, diputado y Ministro de la Corona, D. Manuel Moreno López.

 

68

Yo sólo conozco al Sr. D. Ildefonso Ponte, que fue uno de los heroicos defensores del Trocadero. (Acaba de morir.)

 

69

El cuadro del pintor de cámara D. José Aparicio, que representa este solemne acto, y que existe en el Museo Nacional de Pinturas, aunque en sitio reservado, es muy notable, si no por su mérito artístico, por el parecido y verdad de los diversos grupos y personas que figuraron en aquella escena.

 

70

Palabras textuales de la Gaceta de Madrid.