Muy emotivas son las cartas que comentan el desastre ocurrido en Santander en el año 1893, novelado por Pereda en su novela Pachín González. Como es bien sabido, Pereda cierra la serie de tema montañés con el trágico incendio del vapor Cabo Machichaco que provocó el desastre en Santander. Don Marcelino (carta fechada el 28 de noviembre de 1893 y 6 de abril de 1894) comenta los incidentes de la explosión y daños ocurridos en la ciudad. Lamentos por la pérdida de amigos, dolor por los daños materiales ocurridos en Santander, aunque feliz por la no destrucción de su biblioteca, pues la «pérdida hubiera sido verdaderamente grave y en parte irreparable, porque solo de manuscritos españoles anteriores al siglo XVI tengo cerca de cuarenta, varios de ellos inéditos» (Artigas y Sáinz, 1946: 472).

M. Menéndez Pelayo, desde Santander (7 de agosto de 1887), le confiesa a Valera sus resquemores sobre el nacionalismo y su oposición a los políticos nacionalistas: «El catalanismo, aunque es una aberración puramente retórica, contra la cual está el buen sentido y el interés de todos los catalanes que trabajan, debe ser perseguido sin descanso, porque puede ser peligroso si se apoderan de él los federales, como Almirall, que ya ha comentado a torcerle y a desvirtuar el carácter literario que al principio tuvo» (Artigas y Sáinz, 1946: 396).

Las referencias a la Real Academia de la Lengua Española son numerosísimas. Por regla general Valera y Menéndez Pelayo suelen coincidir en sus criterios para la elección de nuevos académicos. Valera es quien aconseja y argumenta la necesidad de incorporar a la Academia determinados críticos o escritores de prestigio, sin importarle la ideología o credo político. Menéndez Pelayo, por el contrario, suele guardar un equilibrio entre el credo ideológico y el buen quehacer crítico y literario del aspirante a académico. Tras la muerte de Hartzenbusch, Valera le propone apoyar la candidatura de Marros o Echegaray, para ello le indica los apoyos con que cuenta. Insta a don Marcelino a que escriba a los académicos a fin de apoyar estas candidaturas. Le comenta también la candidatura del propio Menéndez Pelayo, brindándose a ser su mentor desde el principio y a escribir el Discurso de contestación (cartas escritas desde Pau 2, 9, 14 y 20 de enero de 1881).

Menéndez Pelayo le indica a Valera su deseo de «hacer entrar» a Camus, al Padre Mir y a Pérez Galdós, a lo cual le contesta que cuente con su apoyo (carta escrita desde Cabra el 18 de octubre de 1883). Si por regla general coinciden en la elección de candidatos, en otras discrepan. Por ejemplo, Menéndez Pelayo le propone a Valera el 5 de julio de 1898 lo siguiente: «Como supongo que ya habrán empezado a presentarse candidatos para la vacante académica de Tamayo, no quiero ser perezoso en recomendar a usted con especial ahínco el nombre de Cotarelo, cuyos trabajos de historia literaria [...]» (Artigas y Sáinz, 1946: 536). Valera le contesta que ya tiene un compromiso, el poeta Ferrari (6 de julio de 1898). Con diplomacia, astucia y no poco conocimiento de los entresijos de la Academia, Valera es un excelente testigo del complicado mundo de dicha institución.

Sirva de botón de muestra la carta escrita por Valera desde Washington, 14 de diciembre de 1885, a Menéndez Pelayo: «El trato de las mujeres es, además, muy fácil y ameno aquí, porque una soltera, apenas tiene veinte años, se emancipa, es como un hombre, y a pie, a caballo, en coche, de noche o de día, en ferrocarril y en barco, se va con el que le gusta a donde le da la real gana» (Artigas y Sáinz, 1946: 242). Como es bien sabido, Valera siempre gustó de introducir en su mundo de ficción mujeres independientes, orgullosas y que llevan la iniciativa amorosa y sobreviven con astucia y largueza en un mundo regido por el hombre. E. Pardo Bazán reivindicará en sus escritos el papel de la mujer en la sociedad, especialmente en su novela Memorias de un solterón, cuya heroína se identifica con la descripción que de la mujer americana lleva a cabo Valera.