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Metodología y técnica de una traducción literaria: los juegos de palabras en el «Martín Fierro»1

Giovanni Meo Zilio





Martín Fierro es un poema que se ubica dentro del rioplatense y representa, más precisamente, el lenguaje de los gauchos (gente del campo dedicada a la cría del ganado en los llanos del Plata) en la segunda mitad del siglo pasado: un lenguaje, pues, de tipo eminentemente popular. Este carácter se manifiesta en sus peculiaridades fonéticas y morfológicas, su sintaxis inmediata, paratáctica y simplificada, sus máximas y sentencias que reflejan la antigua sabiduría del campo, sus tecnicismos léxicos relacionados con la civilización del caballo: todo sobre un fondo arcaico y rural. En lo fonético, cfr., por ejemplo: [hedèr] por [edèr]; [pahuera] por [para afuera]. En lo morfológico: la calor por el calor; vos debés por tú debes. En lo sintáctico: recién se fue por acaba de irse; media desnuda por medio desnuda, etc. Es sabido que modismos gauchesco-rurales abundan todavía en el rioplatense contemporáneo: sopa 'e chumbo; estirar la pata; duro 'e boca; hinchar el lomo; hacerse el perro rengo, etc. Algunos fueron difundidos por el mismo Martín Fierro: «El que nace barrigón es al ñudo que lo fajen»; «Cada lechón en su teta, es el modo de mamar»; «Siempre es güeno tener palenque ande ir a rascarse», etc.

Más aún: se puede decir, en general, que la base arcaica o arcaizante, tanto léxica como sintáctica, morfológica y fonética del gauchesco permanece en parte, mutatis mutandis, en el rioplatense moderno; y no sólo en el campo sino también, entre el pueblo, en las ciudades.

El primer problema que se plantea es el de establecer cuál puede ser un nivel lingüístico posible y aceptable en italiano para expresar, de alguna manera, un lenguaje como el de Martín Fierro y, una vez elegido, cómo se lo puede mantener evitando la mezcla elocutiva que caracteriza, en general, las varias traducciones al italiano2. Hay que buscar, por supuesto, un lenguaje lo más posible equivalente para los italianos, tan ajenos a la civilización de la pampa, del caballo, de la cría del ganado vacuno, etc. Pero ¿cuál es hoy, en Italia, un nivel lingüístico que pueda, de algún modo, aproximarse al lenguaje del gaucho? No puede ser el de la épica clásica, aunque se trata también de un poema, a su manera, épico (que canta precisamente la epopeya del gaucho); ni el de los poemas burlescos que imitan a los de la épica clásica, porque Martín Fierro es fundamentalmente serio aun teniendo, aquí y allá, algunas vetas burlescas; ni el de los poetas italianos contemporáneos, puesto que el gaucho no usa una lengua culta como lo hace, en cambio, la poesía contemporánea; ni la lengua normal de las personas cultas, a nivel escrito, porque no se trata de la lengua escrita de las personas cultas. Habrá que recurrir, entonces, a un tipo de lengua hablada. ¿Cuál? No puede ser un dialecto porque éste sería comprensible sólo por una limitada comunidad de hablantes, ni un habla rural de tipo regional (incluyendo la de los bútteri maremmani de antaño que son los que más se asemejan, en Italia, a los gauchos) por los mismos motivos. ¿Qué queda? La lengua nacional comúnmente hablada por los italianos, con su substrato dialectal (cada uno de nosotros, cuando habla italiano, lo hace manteniendo su propia base dialectal: fonética y léxica). Pero, más precisamente, ¿cuál nivel de habla nacional? Es sabido que cuando hablamos la lengua nacional actuamos por lo menos en tres niveles lingüísticos: ante todo, el formal, es decir, el de la comunicación objetiva, funcional, dirigida a determinadas relaciones burocráticas, administrativas, sociales, religiosas, etc., en el que hay algo ceremonioso, de censura y selección lingüística; mas no es el nivel de Martín Fierro el cual, por el contrario, se caracteriza justamente por lo popular e inmediato. Quedan los otros dos niveles. El de la comunicación coloquial que usamos cuando hablamos corrientemente con personas de nuestro mismo ambiente y capa socio-cultural con las que, sin embargo, no tenemos mucha familiaridad: es un nivel lingüístico sin ceremonias pero todavía con cierto control y no del todo despreocupado. En cambio, cuando hablamos con personas con las que tenemos bastante, familiaridad, nuestro lenguaje, justamente de tipo familiar, se vuelve más libre, menos cuidado; llamamos pan al pan y vino al vino; dejamos un amplio rol a la fantasía, a la inventiva. Estos dos últimos niveles tienden a sobreponerse entre ellos más que al primero; existe una osmosis continua entre uno y otro y no es posible separarlos por un corte neto. De cualquier forma, al tener que adoptar un nivel de lengua hablada, lo más verosímil parece ser el último, el familiar, si se quiere acercarse a un estilo más que nada coloquial como lo es el de Martín Fierro, precisamente por ser aquel más rico en elementos populares, más pintoresco y despreocupado, justamente como lo es el gauchesco. En fin, una especie de koiné itálica, familiar y dialectal, que incorpora, naturalmente, unos cuantos dialectalismos, vulgarismos, jergalismos ya difundidos en la Península y que todos los italianos, hoy en día, están en condiciones de comprender: cuando decimos prendere per fesso, aunque es locución procedente de los dialectos meridionales, todos entendemos que significa «tomar por bobo»; así como fetente (que procede del lenguaje militar, el cual, a su vez, lo tomó de los dialectos meridionales) no tiene el significado etimológico de «hediondo» (lat. fetere) sino el metafórico-despectivo de «ruin»; y ciàcole (palabra véneta) corresponde a «charlas»; sfòttere (voc. romanesco) a «tomar el pelo»; schiaffare (vulgarismo) a «meter con fuerza o prepotencia»; grana (jergalismo) a «dinero», etc.

Establecido, pues, este nivel lingüístico, ya se puede recurrir a expresiones coloquiales y familiares que podrían chocar en una traducción literaria corriente. He aquí una muestra de las que hemos utilizado en nuestra traducción3: bailamme «quilombo» (gran confusión); battere la fiacca «ser un atorrante» (ser haragán); cazzarola! «¡carajo!» (interjección eufemística de enojo o asombro); conciare per le feste «dejar a uno como un trapo» (dejarlo en malas condiciones); crepare «reventar» (morir); essere al verde «estar seco» (estar sin dinero); fottuto «embromado» (fastidiado, hundido); fregato «jodido» (engañado); fregatura «engrupe» (engaño); impacchettare «engayolar» (llevar preso); incavolarsi «calentarse» (enojarse); in gamba «fiera» (muy capaz); lavativo «atorrante» (indolente); mica fesso «piola» (nada bobo); non fa una grinza «no movérsele un pelo» (quedar impasible); palanche «guita» (dinero); per un pelo «por un pelo» (faltó poco, de casualidad); puttaniere «calavera» (mujeriego); rimetterci la pelle «estirar la pata» (morir); ruffiano «cafisho» (rufián); sacramento «¡a la pucha!» (¡maldición!); sbobba «bodrio» (sopa incomible); sbolognare «mandarse mudar» (irse); sfottitore «jodón» (tomador de pelo); sganciar quattrini «aflojar plata» (conceder dinero); squagliarsi «hacerse humo» (desaparecer); starsene a pancia piena «quedarse rechoncho» (quedar repleto con la panza al aire); stiamo freschi «estamos fritos» (estamos perdidos); tener duro «no aflojar» (no ceder); un fottío «una barbaridad» (una gran cantidad).

De cualquier forma, huelga recordar que toda traducción representa una tentativa de aproximación. Quedará, pues, siempre insuperable el salto cualitativo entre la lengua del texto, que era una koiné popular o rural de la época, y la lengua adoptada que es una koiné urbana dirigida a los lectores urbanos contemporáneos. En cambio, Martín Fierro iba dirigido, más que nada, a los lectores del campo, a pesar de que también los ciudadanos de entonces lo sintieran como propio precisamente porque la lengua era mucho más rural que hoy en día (en la misma Buenos Aires, así como también en Montevideo). En fin, no queda más que intentar verter (con todas las dificultades y los riesgos del caso) esa koiné rural pampeana del siglo pasado a una koiné itálica, familiar y urbana de nuestros días (en este caso, de tinte septentrional por ser el traductor un septentrional).

Para que todo lo dicho hasta acá, en términos programáticos y metodológicos, pueda resultar concretamente, veamos unos cuantos ejemplos, limitándonos a la traducción de los juegos de palabras que se hallan en Martín Fierro.

Empecemos con la conocida estrofa de la «mamajuana» en que se describe al gaucho prendido de la botella de aguardiente. Difícilmente un hispanófono no-rioplatense la entendería del todo.


Pues vivía la mamajuana4
siempre bajo la carreta,
y aquel que no era chancleta,
en cuanto el gollete vía,
sin miedo se le prendía
como güérfano a la teta.


(Ida, vv. 229-234)5                


Hay que tener en cuenta que mamajuana es forma festiva y alusiva para decir damajuana; en ella se condensan la imagen de la damajuana, la de mamar y la de la «mama» (mamá) que alimenta con su pecho al ñiño, además del nombre de pila Juana. ¿Cómo traducirla? ¿Dónde encontrar, en italiano, una palabra que contenga, a la vez, todas estas imágenes? No queda otra solución que la de desintegrar la totalidad léxico-icónica en dos unidades:


Stava mamma-damigiana
Sempre sotto la carretta:
chi non era un pastafrolla,
se il suo collo intravvedeva,
si attaccava avidamente
come un orfano alla tetta.


Conseguimos así acoplar la imagen de la damajuana y la de la madre yuxtaponiéndolas y alejándonos así, lo menos posible, de la imagen sintética del texto.

En el verso 327 encontramos el juego de palabras Inca-la-perra por Inglaterra que, por intermedio de la pronunciación popular Ingalterra, aquí se descompone picarescamente en hinca («monta») y la perra («cagna»). No pudiendo jugar de la misma manera con el italiano Inghilterra, podemos utilizar el equivalente Gran Bretagna y descomponerlo festivamente en Gran Bre-cagna, manteniendo así la imagen de la perra, más aún, de una gran perra:


Hasta un inglés sanjiador
que decía en la última guerra
que él era de Inca-la-perra
y que no quería servir [...]


(vv. 325-328)                



Un inglese sterratore,
che durante l'altra guerra
invocava Gran Bre-cagna
per non essere arruolato [...]


Pasemos ahora a un juego eufemístico tan frecuente en el poema así como en toda la poesía gauchesca: «¡barajo!» por ¡carajo! (cfr. español general ¡caray! y sim.):


Al principio nos dejaron
de haraganes, criando sebo;
pero después... no me atrevo
a decir lo que pasaba...
¡Barajo!... si nos trataban
como se trata a malevos.


(vv. 403-408)                


En este caso, no podemos utilizar el italiano cazzo! porque usaríamos una forma directa, cruda, inmediata, en lugar de la eufemística. Pero, ¿cuál puede ser entonces un eufemismo correspondiente? Podría ser, por ejemplo, cacchio! o cavolo! Pero en el verso en cuestión, por razones métricas, necesitamos una palabra de cuatro sílabas. Recurrimos entonces al eufemismo cazzeruola o cazzarola! (cuyo significado literal es, por supuesto, «cacerola»):


In principio ci lasciarono
nel piú bel dolce far niente
però poi... non ho il coraggio
di narrare certe cose ...
Cazzarola!... ci trattavano
comme fossimo banditi!


Un caso análogo, es el del verso 455 en que aparece la exclamación «¡bruta!» en lugar de ¡puta! (elipsis de ¡hijo de puta!). En italiano no podría funcionar bruta! con este valor, puesto que el equivalente del español puta es puttana. Pero sí podemos utilizar la usual elipsis alusiva figlio di...! (< figlio di puttana!):


con un estrutor... qué... bruta!
Que nunca sabía su oficio.



l'istruttore...figlio di...
Manco lui le conosceva! [le armi]


En los versos 581-582, Martín Fierro imita el español macarrónico del indio que lo ataca con su lanza


gritando: «Acabau, cristiano,
metau el lanza hasta el pluma!»


(téngase en cuenta que la lanza de los indios solía llevar un adorno de plumas en la base de la hoja). Para mantener el efecto cómico mediante recursos lingüísticos no queda más remedio que tratar de imitar aquel tipo de italiano aproximado que suelen emplear los turistas extranjeros en Italia y que los mismos italianos emplean cuando quieren, a su vez, imitarlos con intenciones festivas. Podemos emplear, pues, el infinitivo en lugar del verbo conjugado y eliminar todas las consonantes dobles que los extranjeros suelen desconocer:


«Cristian èsere fotuto ["jodido"]
lancia métere infilata!»


Un caso más complejo, realmente arduo de traducir, es la metáfora con que Hernández quiere decir que los gauchos estaban llenos de deudas con el bolichero y éste las tenía anotadas en un cuaderno:


Nos tenía apuntaos a todos
con más cuentas que un rosario.


(vv. 709-710)                


Si tradujéramos [l'oste] ci teneva annotati tutti con piú conti che un rosario, esto resultaría incomprensible para un italiano. Pero cuenta es palabra bisémica que significa, a la vez, «nota de la deuda» y «bolita del rosario». ¿Cómo se puede expresar en italiano esta bisemia? Al no poder traducir con piú grani che un rosario, ya que esto no tendría nada que ver con las deudas, hay que buscar, aquí también, un equivalente real, efectivo, aunque se aleje formalmente del sintagma español; lo importante es que corresponda semánticamente y pertenezca al mismo nivel lingüístico del contexto. Sabemos que en la lengua coloquial italiana las deudas pueden llamarse chiodi («clavos»): en efecto, piantar chiodi (literalmente «clavar») puede corresponder también a «hacer deudas»; sabemos, además, que Cristo fue crucificado con clavos. Podemos entonces recurrir a la siguiente equivalencia de imágenes:


Nos tenía apuntaos a todos
con más cuentas que un rosario.



Avevamo certi chiodi...
come Cristi sulla croce.


Veamos el episodio del «gringo enganchao» («el italiano mercenario»), basado en un divertido qui pro quo lingüístico. Martín Fierro narra cómo el centinela italiano que no hablaba más que cocoliche6, al no reconocerlo una noche, mientras regresaba al fortín, le disparó un fusilazo que casi lo mata:


Cuando me vido acercar:
-«¿Quén vívore?» - preguntó;
-«¡Qué vívoras!» - dije yo;
-«¡Haga arto!» - me pegó el grito,
y yo dije dispacito:
-«Más lagarto serás vos».


(vv. 859-864)                


En el texto, el juego de palabras se produce en «quén vívore» que, en la boca del italiano, está por ¿quién vive? mientras Martín Fierro interpreta, en cambio, como qué víbora; y en «¡Haga arto!» con que aquél quiere decir ¡Haga alto! mientras éste interpreta como ¡lagarto! (que equivale a «ladrón»). Por ello le contesta: «Más lagarto serás vos». En italiano no sería comprensible aquí un juego semántico vívore = vìpera, pero sí el juego fonológico alto = arto (por la proximidad acústica entre l y r). Por lo tanto, podemos utilizarlo. Pero, como en el texto se suman, a la vez, dos juegos de palabras, hay que inventar uno más. Pensando en una pronunciación meridional del centinela italiano podemos imaginar un juego de palabras basado en el italiano meridional accà («acá»): chi va accà? (pron. ki va kka) el cual, a su vez, contiene un posible semantema vacca que, atribuido a la hermana del interlocutor, adquiere valor ofensivo:


Al vedermi avvicinare:
«Arto là!» quello gridò;
«Quale arto?», gli risposi.
«Chi va accà? gridò di nuovo;
sottovoce replicai:
«Sarà vacca tua sorella!»


He aquí el famoso episodio del negro y la negra en el cual Martín Fierro se dirige a la mujer con unas pesadas alusiones al tamaño de sus senos y ella le contesta duramente (el negro luego meterá mano al cuchillo):


Al ver llegar la morena,
que no hacía caso de naides,
le dije con la mamúa:
«Va...ca...yendo gente al baile».


(vv. 1151-1154)                


Acá el juego de palabras radica realmente en va...ca. Al no poder decir va cadendo gente al ballo porque cadere no tiene en italiano el significado de «llegar» que, en cambio, tiene el español caer, se puede utilizar la locución usual va cadendo la sera la cual también contiene el elemento va...ca:


Nel veder passar la mora,
quella stava sulle sue,
mezzo sbronzo sussurrai:
«Va...ccadendo giá la sera».


Téngase en cuenta que, por el así llamado refuerzo consonantico inicial, el italiano suele pronunciar, en fonética sintáctica, aquella c- inicial como cc-.

Martín Fierro insiste con sus pesadas alusiones:


«Negra linda» - dije yo -
«me gusta... pa la carona».


(vv. 1163-1164)                


La carona es aquel cuero de vaca que el gaucho colocaba bajo la silla del caballo y que utilizaba también como colchón o almohada cuando dormía en el suelo. Aquí se juega, pues, con su doble sentido. En italiano no queda más remedio que recurrir a una imagen insinuante de otro tipo y también semánticamente ambigua como starci, que puede significar tanto «caber» como «aprovechar la oportunidad»:


«Negra bella», dissi ancora,
«quasi quasi ci starei...».


El negro que la acompañaba interviene furioso y Martín Fierro lo insulta también con un juego de palabras:


Lo conocí retobao;
me acerqué y le dije presto:
«Por...r...udo que un hombre sea
nunca se enoja por esto».


(vv. 1175-1178)                


Porrudo, pronunciado seguido, es derivado de porra, la cola del caballo cuando, sucia, se endurece y se vuelve como un todo sólido; la misma se asocia aquí a los cabellos crespos y tupidos de los negros; por consiguiente, representa una ofensa. Para justificar, pues, la reacción del negro, tenemos que encontrar, a la fuerza, una imagen ofensiva que nos permita el juego de palabras. Se puede recurrir, por lo tanto, a la de finocchio (literalmente «hinojo»), empleado en su sentido metafórico de «marica» (ofensa bien hiriente para un negro):


Io capii che era infuriato.
Lo abbordai e gli dissi svelto:
Mamma mia, che denti bianchi!
Veri bulbi di... finocchio!


(literalmente: «[blancos como] verdaderos bulbos del hinojo»).


Corcovío el de los tamangos
y creyéndose muy fijo:
«Más porrudo serás vos,
gaucho rotoso», me dijo:


(vv. 179-1182)                



Barcollò sulle scarpacce
e, credensdosi sicuro:
«Il finocchio sarai tu,
sporco gaucio!» mi rispose.


Con esta imagen ambigua del finocchio aparece, pues, el juego de palabras y, por ende, el mecanismo ofensa-reacción contenido en el contexto. Si lo tradujéramos al pie de la letra resultaría, de todas formas, heterogéneo e inexplicable con respecto al contexto.

En los versos 1576-1578, Martín Fierro, al relatar su pelea con el grupo de policías que lo rodeó para detenerlo, cuenta cómo mató a uno de los tantos:


[...] Sin dejarlo resollar;
Pero ya empezó a aflojar
Y a la pu...n...ta disparó.


El juego de palabras se basa en la locución disparó a la puta [madre que lo parió] que aquí se convierte eufemísticamente en disparó a la pu...n...ta. Al no disponer de esta posibilidad en italiano, podemos utilizar la locución popular «andare a prenderlo in saccoccia», que literalmente corresponde a «ir a tomarla en el bolsillo» pero, en el uso corriente, significa «ir a tomar por saco» (saccoccia < sacco):


[...] Senza fargli prender fiato.
Quello perse l'equilibrio
e andò a prenderlo... in saccoccia.


En los versos 1823-1824 el sargento Cruz, en su pelea con el viejo comandante que le insidiaba la mujer, le grita:


«Cuidao no te vas a pér...tigo,
poné cuarta pa salir»


lo cual significa «cuidado no te caigas del carro». Pértigo es la pértiga o lanza del carro de los bueyes en la cual el boyero solía estar sentado y de la cual podía también caerse. Pero, si partimos la palabra mediante una pausa picaresca, tenemos en pér el equivalente fonético de peer «arrojar ventosidades del vientre». He ahí el juego de palabras. En italiano tenemos que imaginar otro juego como, por ejemplo, vatti a far fo...rtificare, basada, a su vez, en la locución vulgar vatti a far fottere [«joder»]:


«Vatti a far fo...rtificare
se vuoi batterti con me».


Continúa la escena y Martín Fierro, al olfatear el mal olor soltado por el asustado Comandante que no pudo detener su diarrea, le dice:


[...] «Pa su agüela
han de ser esas perdices».
Yo me tapé las narices
y me salí estornudando,
y el viejo quedó olfatiando,
como chico con lumbrices.


(vv. 1861-1866)                


en donde se juega con la palabra «perdices» asociándola, acá también, con peer (cfr. del español oler a perdices: Ac.). En italiano podemos tan sólo recurrir a la locución che profumo! que usualmente se emplea también (por antífrasis) con el valor de «¡qué mal olor!»:


[...] Alla salute
di tua nonna! Che... profumo
Le narici mi tappai
ed uscii fra gli sternuti,
mentre il vecchio si annusava
come un bimbo sul pitale.


Pasemos ahora a La vuelta de Martín Fierro.

En los versos 806-808, Martín Fierro imita, una vez más, el español macarrónico de los indios:


Los indios desesperaos
gritaban alborotaos:
«Cristiano echando gualicho».


El último verso está por «los cristianos echan gualicho», y «gualicho» es «mal de ojo» («aojo»). Tratemos de emplear, nosotros también, un italiano aproximado imitando a los extranjeros e imaginando el sintagma «malo ochio di cristiano» en lugar de malocchio di cristiano:


Quegli indiani disperati:
«Malo ochio di cristiano
essi urlavano infuriati.


Asimismo, en el verso 1100, el indio enfurecido contra la cautiva blanca que no quería confesar su supuesta brujería:


[...] le gritó muy furioso:
«Confechando no querés».


Quiso decir «no querés confesar»; y nosostros podemos alterar el verbo utilizando el infinitivo en lugar de la forma conjugada, como justamente suelen hacerlo los extranjeros, y sustituyendo la v- de volere con la sorda f:


Lui gridò fuori di sé:
«Non folere confesare


(en lugar de non vuoi confessare).

En los versos 2447 y sigs., el hijo segundo de Martín Fierro narra cómo la «culandera» (festivo por curandera: nosotros podemos decir, análogamente, culatrice por curatrice) ya da por despachado al viejo Vizcacha por haberle salido, debajo del brazo, un «tabernáculo» (por «tubérculo»). Puesto que en italiano, tratándose de un pequeño tumor debajo del brazo, se suele decir bubbone, podemos crear un juego fonológico con bullone (español bulón):


Muy poco le doy de plazo [...]
porque, debajo del brazo,
le ha salido un tabernáculo.



Ha le ore già contate [...]
perché, giusto sotto il braccio,
gli é spuntato un gran bullone.


Pocos versos más adelante, al mismo hijo de Martín Fierro, en lugar de literatos, se le escapa un «liberates». Como en italiano no funcionaría fonológicamente una oposición letterati/liberati, podemos recurrir a la oposición letterati/lettorati que hasta puede resultar más eficaz justamente por ser homosemantemática:


y diré que ese barato
ha tomao de entremetido
que no créia haber venido
a hablar entre liberatos.



a quel tipo che nel gioco
si è intromesso gli dirò
che ignoravo di trovarmi
a parlar con lettorati.


En los versos 3025 y sigs. Picardía, hijo del famoso sargento Cruz, considerado huérfano de ambos padres, fue recogido por unas tías que le obligaban a rezar junto con ellas todas las noches. A su lado solía colocarse una mulata provocativa, una mulata de fuego, y él se quedaba como embobado por causa de aquella mujer tentadora. Ya llegaba a decir una cosa por otra y, en lugar del texto correcto de las oraciones, le salían barrabasadas:


Tenía al lao una mulata,
que era nativa de allí;
se hincaba cerca de mí
como el ángel de la guarda.
Pícara y era la parda
la que me tentaba ansí.
«Rezá» me dijo mi tía,
«Artículos de la Fe»
Quise hablar y me atoré;
la dificultad me aflije;
miré a la parda y ya dije
«Artículos de Santa Fe».


El juego de palabras, insolente, radica en la oposición semántica artículos de la fe /artículos de Santa Fe [la ciudad]. No existiendo en italiano la posibilidad de decir [la città] di Santa Fede, puesto que no se conoce ninguna ciudad con este nombre, la dificultad puede resolverse jugando con la sola palabra «articoli», que justamente es bisémica («artículos» y «mercadería en venta»):


Mi era accanto una mulatta
che era nata nella zona;
si chinava accanto a me
come l'angelo custode.
Era scaltra quella mora,
Era lei che mi tentava.
La mia zia mi disse: «Recita
questi articoli di fede».
Nel parlare mi ingolfai,
mi trovai in difficoltà;
guardai fïsso la mulatta:
«Ma che articolo!» esclamai.


El sintagma señalado se vuelve a repetir al final de la estrofa siguiente como remachando la escena. Esta vez, al no poder reiterar el verbo (que ya se halla en el verso anterior), si repitiéramos simplemente «Ma che articolo!», tendríamos un verso quinario en lugar de octosílabo. Necesitamos, pues, una palabra de relleno, cuya función sea únicamente la de reforzar estilísticamente la imagen sin agregar otras connotaciones arbitrarias. Lo más normal para un italiano es remarcar, en estos casos, la frase exclamativa con un lexema interjectivo que, dado el contexto supuestamente piadoso, bien puede ser Gesù!


Me acomodó el coscorrón
que estaba viendo venir.
Yo me quise corregir;
a la mulata miré,
y otra vez volví a decir:
«Artículos de Santa Fe».



Mi arrivò lo scapaccione
che vedevo già venire,
e cercai di dire meglio;
riguardai quella figliola,
e di nuovo balbettai:
«Ma che articolo, Gesù!»


La escena continúa y se acrecienta lo arduo de la traducción:


Una noche de tormenta,
vi a la parda y me entró chucho;
los ojos (me asusté mucho)
eran como refocilo.
Al nombrar a San Camilo,
le dije San Camilucho.


Camilucho es propiamente diminutivo de Camilo, pero, si se tradujera por el italiano «Camilluccio», la expresión no tendría sentido en el contexto. En la realidad lingüística local, Camilucho era el nombre que el gaucho aplicaba a los cobardes, los pusilánimes; se sentía, por lo tanto, como una ofensa (el italiano Camilluccio, en cambio, no es más que un inocente diminutivo). Aquí también se necesita buscar, pues, otra imagen que contenga, de alguna forma, un juego de palabras equivalente. Habrá que cambiar santo e inventar uno que tenga un semantema el cual, desde el punto de vista acústico, sea asociable a un término ofensivo. Puede imaginarse un San Fottenzio (< italiano fòttere, < latín filtere, equivalente al español joder) como posible alteración jocosa de San Fulgencio:


Una notte di tempesta
quella negra mi fissò:
ebbi un brivido; i suoi occhi
sprigionavano dei lampi
Nominando San Fulgenzio,
San Fottenzio mi scappò.


Más abajo se concluye la escena con otro juego de palabras igualmente arduo de traducir:


Aquella parda maldita
me tenía medio afligido;
y ansí me había sucedido
que, al decir extirpación,
le acomodé entripación
y me cayeron sin ruido.


Entripación procede de tripa «entraña»; pero, metafóricamente, corresponde también a «miembro masculino». Es una palabra, pues, imaginada por el poeta jugando con el doble sentido de «tripa» (la cual puede sugerir además, por el prefijo en, la idea de «penetrar»). En italiano sería incomprensible si se inventara una intrippazione, puesto que trippa no tiene el valor metafórico mencionado. Imaginemos, por lo tanto, un juego fonológico affosseremo/affotteremo que puede entenderse inmediatamente por cualquiera sin ser heterogéneo al contexto narrativo:


Quella negra maledetta
mi teneva in mano sua.
E così, invece di dire:
eresie vi affosseremo,
mi scappò vi affotteremo,
e mi presero a ceffoni.


En el verso 3231, el vendedor ambulante napolitano, que se ha jugado toda su mercadería, se queja contra Picardía, el ganador, diciendo cocolichescamente «Ma gañao» (< español ganao + italiano guadagnato):


«Ma gañao con picardía»,
decía el gringo y lagrimiaba.


Tratemos, pues, de alterar, nosotros también, el italiano vincere («ganar») e imaginemos que el pobre napolitano utilice erróneamente vinciuto (< vincere) en lugar de vinto (por analogía con venduto < vendere; fottuto < fottere etc.):


«M'ha vinciuto con malizia»,
disse il gringo e lagrimava.


Téngase en cuenta que el autor juega también con la palabra «picardía» que es, a la vez, el nombre del personaje que ha ganado el juego. En italiano, al decir «malizia», puede funcionar el mismo juego.

En los versos 3279 y sigs. Picardía, al encontrar a un policía mulato con el que estaba reñido, sentado en un boliche tocando la guitarra y cantando, aprovecha la oportunidad para provocarlo mandándole una indirecta:


Sentao en el mostrador
lo hallé una noche cantando,
y le dije: Co...mo-quiando
con ganas de óir un cantor.


El juego de palabras resulta de una pausa intencional después de la primera sílaba y de la sinéresis de las demás sílabas: como que ando > co...moquiando (< moquear < moco); lo cual significa tratarlo de mocoso. Pero el equivalente italiano moccicando < moccicare no puede asociarse al presente del verbo andare, puesto que éste es vado (y no ando). Busquemos, pues, por otro camino. Tengamos presente que el mulato está cantando y acudamos a la ocurrencia vulgar cantare come un culo («cantar de una manera horrible») a partir de la cual se puede construir el siguiente juego picaresco:


Lo trovai all'osteria
una sera che cantava
e gli dissi: canti come
un cu...stode della Legge.


Poco más abajo, Picardía se halla de visita en casa de doña Toribia, cuando llega el mulato. Con el objeto de provocarlo, aquél se dirige a la mujer (para que éste entienda) llamándola, a lo criollo, Ña Toribia y jugando así con el adjetivo ñato («chato») resultante también de una pausa intencional que, en el contexto, adquiere valor ofensivo:


y, para darle un mal rato,
dije juerte: «Ña... Toribia
no cebe [el mate] con la agua tibia».
Y me la entendió el mulato.


(vv. 3291-3294)                


¿Cómo encontrar un juego de palabras análogo, puesto que en italiano no disponemos de la palabra ñato ni de Ña («doña»)? Podemos recurrir a una ocurrencia popular basada en el sintagma alusivo va ffa (< va a fa < va a fare) en el que interviene el natural refuerzo de f en fonética sintáctica: «va ffa un mate ("va a fare un mate") a quello là!», que un italiano inmediatamente asocia a la locución vulgar vaffanculo! (< va a fare in culo!) «¡Ve a tomar por saco!»:


Io, per fargli un altro sgarbo,
dissi forte: «Su, Toribia,
va ffa... un mate a quello là!».
E il mulatto capì al volo.


Continúa la escena y el mulato le contesta con otra frase de doble sentido:


ahi no más me contestó:
«Cuanto el caso se presiente,
te he de hacer tomar caliente
y has de saber quién soy yo».


(vv. 3297-3300)                


«Te he de hacer tomar caliente»: mientras parece ingenua respuesta a la frase anterior de Martín Fierro («No cebe [el mate] con la agua tibia»), con la promesa de hacerle tomar mate caliente la próxima vez, en realidad alude a la amenaza de hacerle pasar calor, de hacérselas pagar en la primera oportunidad. El italiano, por lo general, desconoce la manera de preparar («cebar») el mate. A lo sumo, sabe que el mate es una especie de té que, entre nosotros, se vende en las farmacias por sus propiedades diuréticas. Tenemos que renunciar, pues, al juego de la oposición semántica cebar frío / tomar caliente, que se basa justamente en la preparación del mate, e imaginar una oposición ofrecer un mate / recibir un mate en la que la palabra mate puede adquirir, en el contexto, el valor genérico de porción, ración en el sentido metafórico de la dosis de castigo que te mereces:


[...]
«L'occasione ha da arrivare!
Così avrai anche tu il tuo mate
e saprai chi sono io».


Otra escena sigue, de inmediato, en la que Picardía vuelve a encontrar al mismo mulato en lo de otra apetitosa mujer a la que éste cortejaba. Ahí no más se entremete ofreciéndose a ayudarla en sus quehaceres con «arrimar los huesos» (de vaca, al fuego del horno para quemarlos como leña, según la costumbre gauchesca):


Y le dije: «Me intereso
en aliviar sus quehaceres,
y ansí, señora, si quiere,
yo le arrimaré los güesos».


(vv. 3309-3312)                


Ahora bien, «arrimar los huesos» puede significar también, en rioplatense, «arrimar sus propios huesos», «acercar su propio cuerpo» (al de la mujer, con intenciones eróticas). Ya que la costumbre de utilizar los huesos como combustible tampoco es conocida entre nosotros, se puede recurrir al doble sentido de la palabra italiana forno («horno») que contiene, a la vez, una alusión sexual:


Io le dissi: «Sono qua
per servirla, mia signora;
e così se ne ha la voglia,
il suo forno scalderò


La imagen del horno, por otra parte, es bien homogénea al contexto puesto que se halla, poco más abajo, en la misma respuesta final de la mujer:


ella, al ver que [el mulato] se dijusta,
me contestó: «si usté gusta,
arrimelós junto al horno».


(vv. 3316-3318)                



e, vedendo la sua faccia,
mi rispose indifferente:
«Se volete il forno è là».


En los versos 3817-3818, al describirse los robos que los oficiales solían hacer en las raciones de los soldados, se asoma un antiguo adagio español basado en el doble sentido de la palabra arañar que corresponde también a «robar»:


Araña, ¿quién te arañó?
Otra araña como yo.


El italiano ragno («araña») no es asociable, de ninguna manera, al robo; y el graffiare («arañar») tampoco (podría serlo evantualmente graffignare o sgraffignare, mas sin relación ninguna con ragno); pero sí lo es grattare («rascar») que, metafóricamente, equivale a «robar». Podemos imaginar, pues, el siguiente adagio que no se aleja demasiado del texto:


Gratta l'uno, gratta l'altro,
e grattiamo tutti quanti.


Gfgtta l'uno, gratta l'al tro, e grattiamo tutti quanti.

De esta manera respetamos, por un lado, la imagen del robo expresada metafóricamente y a nivel popular y, por otro lado, la reiteración ternaria del verbo que, en el contexto, tiene un preciso valor estilemático.

Hay casos, por supuesto, en que determinados juegos de palabras del texto gauchesco funcionan tal cual, también en la traducción literal italiana:



«A la Justicia Ordinaria
voy a mandar a los tres».
Tenía razón aquel Juez,
y cuantos ansí amenacen:
ordinaria... es como la hacen,
lo he conocido después.

Nos remitió, como digo,
a esa Justicia Ordinaria
y fuimos con la sumaria
a esa cárcel de malevos
que por un bautismo nuevo
le llaman Penitenciaria.

El porqué tiene ese nombre
naides me lo dijo a mí,
mas yo me lo explico ansí:
le dirán Penitenciaria
por la penitencia diaria
que se sufre estando allí.


(vv. 1791-1808)                




Vi consegno alla Giustizia
ordinaria, tutti e tre».
Non aveva tutti i torti,
Quello, insieme ai pari suoi:
ordinaria... è la parola;
me ne accorsi poco dopo.

Deferiti alia Giustizia
Ordinaria, vi dicevo,
si finì, con l'istruttoria,
nelle carceri comuni;
ma ora hanno un nome nuovo:
Ora c'è il Penitenziario!

Il motivo di quel nome
non me l'hanno ancora dato,
ma per me risulta chiaro:
la parola è penitenza,
penitenza quotidiana
che si sconta stando lì.

en donde, también en italiano, podemos jugar con el doble significado de la palabra ordinaria así como con la etimología de la palabra penitenziario (< penitenza).

En el verso 2462, encontramos la citada palabra festiva «culandera» por curandera («le decía la culandera»). Lo mismo podemos hacer en italiano con la deformación de curatrice en culatricelo chiamò la culatrice»).

Asimismo, en los versos 3452-3454, hallamos «candilato» por candidato, y en el 3354, "comiqué" por comité. Igualmente en italiano podemos transformar candidato en «candelato» y comitato en «comicato»:



Cuando se riunió la gente
vino a ploclamarla el ñato
diciendo con aparato
«que todo andaría muy mal,
si pretendía cada cual
votar por su candilato».

Y quiso al punto quitarme
la lista que yo llevé;
mas yo se la mezquiné
y ya me gritó: «Anarquista,
has de votar por la lista
que ha mandato el comiqué»


(vv. 3349-3360)                




Alla gente lì riunita
lui, riempiendosi la bocca,
ci parlò, quel brutto muso:
«qui le cose vanno male
se ciascuno ha la pretesa
di votarsi un candelato».

Lì per lì tentò di togliermi
la mia lista dalle mani,
io però glielo impedii.
Lui gridò: «Pezzo di anarchico,
qui si vota per la lista
che ha ordinate il Comicato»


En los versos 3508-3509, la locución tradicional lavarse las manos, en el sentido metafórico de «desentenderse», se convierte festivamente en lavarse los pies, así como en italiano podríamos convertir festivamente lavarsene le mani en lavarsene i piedi:


Ante aquella autoridá,
permanecían suplicantes;
y después de hablar bastante,
«yo me lavo», dijo el Juez,
«como Pilatos los pies:
esto lo hace el Comendante».


(vv. 3505-3510)                



Quelle intanto continuavano
a implorare il magistrate.
Dopo aver pontificato,
«me ne lavo», disse il Giudice,
«questi piedi, alla Pilato!
Se la veda il Comandante».


En los versos 4509-4510, hallamos un caso más complicado:


Yo he conocido a toditos
los negros más peliadores;
había algunos superiores
de cuerpo y de vista ¡Ahijuna!
si vivo, les daré una...
historia de las mejores.


(vv. 4505-4510)                


El juego de palabras radica en el cruce tácito entre los dos sintagmas les daré una lección y les cantaré una historia: del cual resulta «les daré una... historia». Pero dar una historia no es locución de uso rioplatense y el mismo juego parece, por lo tanto, algo forzado. Igualmente puede parecerlo el juego análogo en italiano; con todo, si se quiere, se puede mantener de la siguiente manera:


Quanti negri ho conosciuto,
che hanno facile il coltello!
Certi proprio eccezionali:
colpo d'occhio e agilità...
Ma, se vivo, gli darò...
una storia a non finire7.





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