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Miel, Pysché y ritmo universal: fundamentos de la poesía para Herrera y Reissig

Enrique Marini Palmieri





El poeta uruguayo Julio Herrera y Reissig1 en un ensayo intitulado «Psicología literaria» expone sus reflexiones sobre el quehacer literario2. Lo poético, dice, nace de las profundidades de la psyché del escritor. La naturaleza poética, tal y como parece aclarar la sinécdoque que la humaniza con el substantivo «psicología», es almística, interiorizada, espiritual. Poética de conocimiento, la literatura revela relaciones analógicas regidas por la inteligencia íntima entre lo creado y el sujeto sensible. Tal relación, intrínseca a la vida misma, a la experiencia existencial, psicológica, es empírica y metafísica a la vez, relación de total unidad del yo con el universo. Ejercicio de «introspección», primero, de un volcarse hacia el universo, luego3. Dinámica de introspección y extraversión que sintetiza opuestos, que pitagoriza, como dijo Darío. El ensayo discurre, pues, sobre la Psyché -el alma- de la función poiética que, partiendo de la sensibilidad del aedo, -su mismidad, el ipse-, se vuelca hacia el otro -la alteridad, el alter-. La versión a la que iré refiriéndome, seguido al título del ensayo, lleva la siguiente entradita que deletrea el contenido en trece puntos:

-Exégesis de introspección. -Modos del inconsciente. -El Esfumino y la luz en el arte. -Moldes de sensibilidad. -Rejuvenecimiento de la poesía. -Lo intraducible en la sensación. -El Alma de las palabras. -Jano del pensamiento. -Dos teorías de estética que son una misma. -El Sentido evocatorio. Lo simple y lo sutil. -Lo antiguo en lo moderno. -Platón y el siglo XIX.



Con total originalidad este ensayo del escritor uruguayo propone el concepto de una poesía nacida de la observación, del análisis de lo observado, y de la palabra creada, desde el alma del poeta. Además, afirma que escritor, lector, y crítico literario poseen igual importancia en la cadena creativa. Cadena que le debe todo a la empatía y a la sensibilidad finisecular, matizada de la tradición filosófica y poética griegas y de la ideología simbolista francesa. Herencia filosófica y estética según el poeta adquiere la dimensión central, paradígmica, profética y reveladora acorde al progresismo decimonónico resumido en el apelativo Humanidad, el cual transforma lo propio del género humano en sinónimo de igualdad y fraternidad entre los hombres de la Tierra, suerte de nuevo cosmopolitismo fundado en la emoción y del alma.

En el primer apartado, «Exégesis de introspección», se explica que el «subconsciente poético» se compone de una multitud de grados de expresividad de la emoción, tantos como existen impresiones sensoriales o espirituales. De tal multitud se nutre lo que el uruguayo nombra «palabra himética». El adjetivo himético las dimensiones alegórica y simbólica que pertenecen a la abeja y a la miel, que se plasman en el expresar poetizando las experiencias estéticas4. La naturaleza de la «palabra himética» es «inteligente e ininteligible». Su esencia es «metafísica», ya que nace de la íntima relación sinestética entre el acto de observación y el de introspección. Relación sintética y en espejo que combina a aquello que rodea al alma del yo que observa con la naturaleza de lo observado. La lectura del universo creado revela que «todo es idea», «todo es signo», que se concreta en el vaivén entre ensimismamiento y extroversión, en el que se realiza. Así dice Herrera y Reissig en dicho apartado:

Hay algo intraducible en toda idea. Son esos mil lentejueleos errátiles que titilan; son esos mil suspensivos del subconsciente poético; son esas mil luciérnagas espectrales que cada uno ve o imagina de distinto grado en la expresión verbal. ¿Cuántos sentidos tiene el hombre? ¿Cuántas facetas tiene el vocablo? Los elementos de la emoción viven en nosotros tanto como en la naturaleza. La abeja mira, aspira, huele, roza, oye palpitar y gusta la flor, con la que hará, en su alquimia, dulce oro. Tal es el artista. Si la gota de miel sabrosa es una síntesis de diversas impresiones y evoca en nuestro espíritu distintas formas de sensibilidad, la «palabra himética», llamémosla, designa en sí fenómenos táctiles, olfativos, visuales, de audición y de gusto; refinamientos de una tarea y de un intercambio con el medio ambiente, tan lógicos y tan químicos, como los que existen entre el aire y el vegetal.



«Lentejueleos», nombra por metáfora a la expresión creadora, «palabra himética» a la esencia. «Lentejueleos» posee en su etimología el término «lentejuela», diminutivo de «lenteja». Tanto los «lentejueleos», como las «lentejuelas», poseen el prefijo «lente». De género ambiguo, por su raíz latina lens, lentis, lente, designa al cristal que se emplea en instrumentos ópticos. La «lentejuela», planchita redonda de materia brillante con la que, por lo general se bordan vestidos o adornos, indica que la expresión poética cambia, se irisa, y espejea. Conque, «lentejueleos» reúne tanto el sentido de brillo «errátil» y fugaz de la expresión poética, como el de medio de observación del objeto poetizado. El brillo y el reflejo en la poesía, en su pequeñez de cristal de espejo y reflejo es fruto metafórico de la fina observación desde la sensibilidad del poeta. Eco del ipse y del alter que se espejean, la poesía conlleva lo que va del «alma del poeta al alma de las cosas». Mediando el adjetivo «errátil», se alcanza al lector y él es quien interpreta en última instancia lo que se refleja de los misterios del universo en las facetas que brillan y espejean. Por igual, el crítico, lector también pero avisado, está comprometido con los «lentejueleos» de la palabra poética. Así, poeta, lector y crítico convergen en la fuente de la «psicología literaria», en la que bebe la palabra poética y almística: «palabra himética», dice Herrera y Reissig, apropiándose un topónimo griego y su adjetivo.

El topónimo Himeto nombra al monte situado al sur de Atenas y célebre en la Antigüedad por sus canteras de mármol, y el cultivo de una miel de calidad muy apreciada5, abundante gracias a la calidad de su foresta, dice Pausanias en el capítulo XXIII de su Descripción del Ática. Los templos dedicados a Zeus y a Apolo en el monte le concedían a la miel himética el simbolismo sagrado y apolíneo, divino y solar, misterioso, transcendente y profético, de las fluidas flechas del Apolo Arquero, hijo del dios olímpico. Asimismo, en himético subyacen las referencias a Píndaro, y a Platón, cuyo pensamiento aparece al final de «Psicología literaria». Con Píndaro el determinativo aporta en la poiesis la naturaleza metafísica y cognoscitiva: en el 9.º Peán Píndaro funda en la dimensión simbólica apolínea de la miel su carácter solar, sabia, fecunda, espiritual, purificadora. Se puede añadir que también es símbolo pitagórico de transformación, integración, de unidad, armonía, equilibrio6. En Platón se reitera el simbolismo solar, esencial, tradicional y misterioso de lo himético. En El Banquete, la extraña Diotima, refiriéndose a la relación de las profundidades del ser humano con la poiesis y al quehacer de los poetas y artistas sabios, dice a Sócrates:

«[Dicho esto] En cuanto a aquellos [poetas] que son fecundos desde el alma..., puesto que los hay, decía ella, cuya fecundidad [poéticamente hablando] se halla mucho más en el alma que en el cuerpo; en cuanto a las cosas para con las que es conveniente que el alma sea fecunda, y que las críe; y así, ¿qué le [al alma fecunda] conviene criar?: [criar] a la sabiduría y a las otras virtudes cuyos padres son, tan justamente, los poetas y aquellos artistas que tengan el don de inventar»7.



También el II.° Libro de La Leyes revela en la poiesis lo himético de las profundidades del alma en su relación estética con el universo: «[...] lo que llamamos cantos [oide], no son más que, en realidad, encantaciones del alma»8. La doble esencia metafísica y cognoscitiva de la «palabra himética» se aclara cuando Sócrates se dirige a Ion, el rapsoda que da su nombre al diálogo, y le explica cómo, por la inspiración, las Musas, «[...] cual bacantes que se abrevan en ríos de leche y miel», ejercen su posesión en los poetas:

«[...] Puesto que, por cierto, los poetas son los que nos dicen que en fuentes de miel, de ciertos jardines y valles, las Musas liban esos versos que luego se los traen a ellos, tal y como lo hacen las abejas [al panal], y revoloteando como ellas. Conque, y en verdad, cosa ligera es un poeta, cosa alada y sagrada; éste no se halla en condiciones de crear sin antes haber recibido la inspiración de los dioses, ajeno como está a sí mismo, y habiendo perdido ya la razón; mientras conserve en sí el poeta la razón, como todo ser humano, es incapaz de hacer obra poética, de cantar oráculos»9.



Sócrates corrobora lo dicho antes: «[...] a los buenos poetas, tanto épicos como líricos, los dioses los inspiran para que, poseídos por las divinidades, los poetas reciten sus más bellos poemas» (edic. cit., 533e). La inspiración abre el entendimiento de aquellos poetas que interpretan y sienten tanto la apariencia como el misterio del universo. Siguiendo a Sócrates, Herrera y Reissig establece la relación entre razón e intuición al hablar de la «palabra himética», y propone al lector la metafísica y el conocimiento como esencias de la poiesis y lo invita a entrar en la relación almística y estética con el universo poetizado. Tradición, pensamiento y simbolismo, la «palabra himética», la sensibilidad del poeta inspirado por los dioses vibran y cantan ante su entorno poetizándolo. Este ámbito privilegiado, o himético, se sustenta en la relación de la memoria con la creación artística que aportan las Musas, hijas de Mnemosina10. Las Musas y Mnemosina inspiran al poeta y éste crea, recordando recónditas, intuidas y misteriosas esencias del universo, y profetiza11. El poeta-abeja vuelve a la noche de los tiempos para reunirse con lo divino, liba el néctar de dichos misterios, pronuncia sonidos himéticos inspirados y armónicos desde las profundidades de su alma, espejo del universo y del hombre todo12. Los «lentejueleos» himéticos resultan de esta cadena de la armonía universal, tan buscada a finales del XIX. Implemento esencial en la «psicología literaria», la «palabra himética» se deja llevar por las reminiscencias para que el poeta proclame la verdad alcanzada, verdad de la Humanidad y no simplemente de un solo individuo. En el 4.° apartado se lee que los «moldes» -o «lentejueleos»- que se da la sensibilidad -o «psicología literaria»- para destilar las mieles de la palabra inspirada -o «himética» traducen el misterio del universo y lo poetizan. Y todo ese mecanismo se enlaza con la sensibilidad decimonónica progresista, esa ideología libertaria y utópica, cuyo lenguaje asume la dimensión espiritual frente al materialismo científico13.

En el quinto apartado, «Rejuvenecimiento de la poesía», el poeta uruguayo afirma que la poesía, moderna y eterna, nació en la «munificiencia de una tarde griega», en el «Reino del Pórtico», hecha de música ideal, siendo su melodía la Idea. El substantivo «Pórtico», con mayúscula, se refiere a la filosofía estoica, al Pórtico Pintado, uno de los más famosos stoa/ de Atenas, donde Zenón de Citio enseñaba. Para éste, la «imaginación es una impresión del alma». La metáfora se funda en «las impresiones [imágenes o figuras] que deja en la cera [de abejas] un sello [un anillo-sello]»14. La impresión deja en el alma la impronta de lo que existe. La impresión es la verdad que marca el ánimo y el espíritu con una sensación comprensible para éste. Es más, si la imagen es incomprensible para el ánimo, no deja su marca en él, y no hay poesía15. Y menos aún «himética». Con el ánimo marcado por la verdad objetiva se entra en la «ciencia del Logos», ciencia estoica en la que se reúnen metafísica y psicología, sensaciones, sentimientos y dialéctica. Por ende, en la «psicología literaria» de Herrera y Reissig la inspiración sin algo de razón y la razón sin inspiración no generan ni transcendencia ni misterio. Como tampoco sin el poeta la «palabra himética» alcanza el conocimiento metafísico. Si analizamos el binomio del título del ensayo de Herrera y Reissig, «Psicología literaria», y según el conocimiento estoico del hombre y de la esencis, se ve que, reuniendo el substantivo «piscología» al adjetivo «literaria», se reúnen la ciencia del alma con la de los fenómenos que de ella emergen por la experiencia vivencial. Así, la literatura es acción, ideas e imágenes, única y múltiple, racional y paradógica, individual y universal16.

La inteligencia del poeta, centro de la idea de «psicología literaria» y de lo himético, observa la interioridad del hombre y la suya propia, analiza lo que se halla en las profundidades del individuo, y las manifiesta. Y ello, según el «ritmo doble», psicológico y metafísico, el enunciado mana y «fluye» por sonidos extraños -«lentejueleos»-, ecos mentales -«errátiles»- y rarezas formales y estilísticas -«palabras himéticas»-, que no obstante su apariencia sorprendente, se hallan en eco con el universo, con su misterio. Así, la brillantez espiritual, las incógnitas del temperamento, los misterios de la Psyché alimentan la poiesis himética. El triángulo que forman poeta, lector y crítico se viste de la tradición griega, poética y filosófica, y con el siglo XIX progresista que forjó una ideología nueva construye la dinámica social, política, artística, religiosa que, yendo del hombre individuo a la totalidad que constituye la Humanidad, del ipse al alter, y del alma al universo y al alma del hombre, forjan los «moldes» de la poesía revelada y, dice el escritor uruguayo, forman el «peri-sprit de la literatura»17. Recordemos que esta cadena se halla en lo que dice Sócrates en el Ion:

«Así, también la Musa inspira [como la piedra llamada «magnética» o de Heraclea atrae] a los [poetas] que a su vez entusiasman con su inspiración: y se forma una cadena [Musa, poeta, receptor de la poesía] [...]. Así es para demostrar que la Divinidad ha hecho de propósito que el poeta más mediocre cante el poema lírico más bello. [A lo que su interlocutor, Ion, contesta] [...], y pienso que se trata de un privilegio divino el hecho de que los buenos poetas son para con nosotros los intérpretes de los dioses»18.



Se adecua Herrera y Reissig a la ideología decimonónica y finisecular implica y la intención creadora se inscribe en la expresión de la voluntad moderna, simbolista y decadente artística que vaticinaba el renacimiento social, artístico, político que construye el futuro de la Humanidad. Ideología que, partiendo de Pitágoras, Orfeo, Platón, y del estoicismo elaboró los principios necesarios al orden y a la armonía tan deseadas por el hombre entonces. El arte, la literatura, son los senderos por los que la Humanidad y los artistas acceden al conocimiento de la belleza, la bondad y la verdad ocultas, así, en las entrañas himéticas del ser y de sus actos.

«Palabra himética»: significante de miel, puro exhalar, creación artística, expresión de las profundidades del alma del hombre, mundo revelado en la pureza de la armoniosa relación estética. Poeta: abeja del puro sentir, naturaleza, metafísica, vivencia. Poesía: miel que figura al ipse y al alter, y que resulta del libar y del sentir, del exhalar y existir. Poesía que sabe, hace, nombra, vive. «Palabra himética», poeta, poesía, son agentes de ritmos de la conciencia y de la imaginación, siluetas esfumadas del poeta que duerme «como la diosa Neith en el regazo de la sombra ideal»19. «Pensad y haréis vibrar», «Sonad y haréis pensar», afirma Herrera y Reissig, acogiéndose a la sombra del «Reino del Pórtico» y de la Academia20. El pensamiento griego guía al poeta, al lector y al crítico, por los senderos de «lo perfecto según la naturaleza del [ser] racional», y «La idea resbala [por la poesía] como un ibis somnoliento en el aceite de la vida tersa y curvada, bajo una suave neblina otoñal», añade el escritor uruguayo, y continúa diciendo que el canto inmemorial que enhila la «palabra himética» es canto de armonía «trilógica» que levanta al velo de la diosa Neith, triple y una. Así, entre luces y sombras, se cumple el rito que enuncia lo himético21. Nacida de las vivencias, de la emoción, la poesía himética es memoria y sensibilidad que se plasman en la cera de toda la «gama sensorial»: del poeta, del lector, del crítico. Cera almística, marco de la relación especular y analógica entre los hombres por ser «lo inteligente y lo intelegible, lo simple y lo abstracto, la línea y el gesto». Cifra veraz y artística de cósmica armonía, la «palabra himética» escribe, crea, evoca, verdadera paradoja de la elaboración literaria, compleja y sencilla a la vez. «Palabra himética», símbolo de la fuerza civilizadora de la poesía y voz privilegiada del Arte evocador, emocional y sensible, sugerente, «alma instrumentada y un clavicordio que sea un hombre»22.





 
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