En 1963, un periodista le preguntó «¿Cuáles son los puntos principales de la ética del periodista?». Su respuesta fue: «No ofender al prójimo. Ponerse en el lugar de los demás y burlarse de ellos del mismo modo que, en ocasiones, nos burlamos de nosotros mismos, y de nuestras flaquezas y debilidades. Con cariño y con dignidad». (Prosa y obra gráfica..., cit., p. 1.414). Poco antes, en el ABC del 8 de noviembre de 1962, había dicho que «El humor es una postura comprensiva hacia la Humanidad. Es estar de vuelta de todo y disculparlo todo y perdonarlo todo. Un resentido no puede ser humorista. No es reírse de nadie, ni reñir a nadie, sino tener para todo una sonrisa de indulgencia, de comprensión y de piedad» (p. 1.410).

Estudio este y otros episodios similares de Edgar Neville relacionándolos con su concepto de la felicidad en «Edgar Neville y la comedia de la felicidad», Revista de Literatura, LXVII, n.º 133 (2005), pp. 77-94.

Algunos episodios de ese olvido son reveladores, como cuando manifiesta que nunca ha estado afiliado a un partido político o cuando habla de su estancia en el Berlín de 1939 sin aludir a la presencia de los nazis que le acompañaban. Tampoco encontró fascistas en la Roma de pocos meses después. La memoria es, evidentemente, selectiva.