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XXIII

La hija de Carlos Quinto


Un ejemplar impreso suelto de esta comedia poseyó don Agustín Durán, según su Catálogo, pág. 88, que debía haber pasado a nuestra Biblioteca, pero hoy falta de ella; estará, como los otros, en el Museo Británico. Por fortuna, desde tiempos antiguos poseía otro la Biblioteca de San Isidro, donde por ahora se halla102.

Consta de 16 hojas en 4º sin foliar, sin fecha ni señal alguna de impresión, que parece ser sevillana, de fines del siglo XVII. El título y encabezado es el siguiente: «La Hija de Carlos Qvinto | Comedia famosa | del Doctor Mira de Mesqva.»

Personas que hablan en ella:
Carlos Quinto.El Condestable.Músicos.
Doña Juana. El Duque de Gandía. Arnesto.
El Rey de Portugal.Don Diego de los Cobos. Don Iayme.
Doña Isabel de Borja.El Duque de Alva. Andrés de Quacos.
El Duque de Abeyro.Maximiliano.Acompañamiento.

Empieza:

DON DIEGO.
Notable sentimiento


CONDESTABLE.
Es en Castilla
el amor de sus reyes tan notable...


DON DIEGO.
Su lealtad y su celo maravilla.


Y acaba:

EMP.
Este soberano instinto,
Andrés, nos ha de salvar.


DOÑA JUANA.
Ya va el convento a fundar
la hija de Carlos Quinto.


Entra desde luego Carlos V en escena, y después de algunas prevenciones a sus ministros, convoca a su familia para despedirse de ella antes de ir a encerrarse en Yuste, y se retira. Sacan desmayada a doña Isabel de Borja, por la caída de un caballo, viniendo a ser camarera mayor de doña Juana, hija del Emperador, la cual iba a casarse a Portugal. Al volver en sí dice que en la caída le dio la mano Santa Clara, y quiere volverse a Gandía, al convento de aquella Santa, donde se hallaba antes, y lo hace, acompañada de su hermano el Duque de Gandía.

Pero la Infanta sigue su camino, y es recibida por el Duque de Aveiro, quien pronuncia después una larga y pomposa relación describiendo parte de la entrada en Lisboa de la Princesa de Portugal, que, en efecto, se ve luego aclamada por el pueblo, que canta:

Venga muito en buena hora
la princesa doña Juana,
ainda que es castellana
y las almas enamora.


El Emperador había partido para Flandes, adonde ahora nos traslada el autor, y presenciamos los actos de humildad tranquila del magnánimo Carlos, oyendo que un soldado llamado Andrés de Cuacos se burla de su grandeza, que tantos sinsabores le causa, mientras que él, simple soldado, vive con la conciencia libre de todo cargo y resignado con su pobre suerte.

El Emperador sabe que el soldado es de cerca de Yuste, y le ofrece ir allá al oír que Andrés piensa recluirse en el convento de aquella aldea. Y acaba la primera jornada.

En la segunda estamos en Portugal, para asistir a la escena de despedida del Rey y su nuera doña Juana, ya viuda del príncipe don Juan, la cual se vuelve a Castilla. Y sin intermisión vamos a Gandía, para tener el gusto de ver ya monja a doña Isabel de Borja. Luego nos volvemos a Castilla, donde la viuda doña Juana es gobernadora del reino en ausencia de su hermano Felipe II. Se sabe que murió María Tudor, y que su viudo, el Rey, vendrá pronto a tomar posesión de sus estados. Sale el doctor Cazalla, que pretendía un obispado; pero doña Juana le dice con intención que le tiene prevenido mejor empleo. Haría entonces gracia este horrible chiste. En el curso de la escena se trata de elegir corte para la monarquía, y el duque de Gandía hace un gran elogio de Madrid. Para la Infanta esto era de gran interés para situar el convento que se proponía levantar.

El poeta nos vuelve a llevar a Flandes, a Bruselas, donde volvemos a hallar a Carlos V y a Andrés de Cuacos; el Emperador hace nuevos actos de humildad y penitencia: cilicios, calavera, etc. Llega Felipe II, y Carlos V, que ya ha hecho su renuncia, trata de salir para España. Así acaba la segunda jornada.

El Emperador llega a España. Le recibe el Duque de Alba. Carlos V besa la tierra al desembarcar; los demás buques se habían hundido en el mar. Dejamos al Monarca y volvemos a Valladolid, donde vemos a la Gobernadora muy preocupada por las cosas de Inquisición. Al fin viene a Castilla la tan deseada doña Isabel de Borja, vestida de monja. La Princesa estaba prometida al archiduque Matías, que después fue Emperador de Alemania, Pero doña Isabel le muestra un retrato de San Francisco, y la Infanta resuelve hacerse monja y fundar en Madrid el convento en que venía pensando. Vuelve a salir a escena el doctor Cazalla, y doña Juana le dice que en lugar de una de las dos mitras vacantes le tiene dispuesta otra, y le muestra una coroza; luego le llama sacerdote de Baal. Le agrega la noticia de que ya están presos sus parientes, su madre y amigos Seso, Herrezuelo, Pérez y el doctor Constantino, y le llevan preso.

Llega Carlos V a Valladolid; nuevas y pesadas muestras de humildad. Se viste de penitente, y viene a verle su hija doña Juana, ya vestida de monja. Al fin ella se va a Madrid a fundar el convento de las Descalzas Reales, y el Emperador y su inseparable Cuacos se van a Yuste.

A primera vista, esta comedia, que parece aborto de un desequilibrio mental, al observar que se desprecian y olvidan todas las conveniencias y reglas de un arte establecido, no es sino una cosa por encima de ellas: es una especie de conferencia fraternal con el auditorio, en la cual se recuerdan días de gloria; el último capítulo de la vida del gran Emperador, considerado entonces más grande por su renuncia y obscuridad que por sus célebres hechos y su inmenso poderío. Es, a la vez, una crónica de la vida de aquella Princesa, que parecía predestinada a tan altos destinos y todo lo deja para encerrarse en la celda de un convento. Como el poeta no quiso representar una acción verdadera o falsa, pero con apariencias de real, sino narrar diversos episodios históricos, que sabía habían de interesar al pueblo, lo que menos cuidó fue de la verosimilitud en la manera de referirlos. Por eso en un mismo acto nos traslada de Portugal a Castilla, de allí a Valencia, otra vez a Castilla y, por último, a Flandes. Y por eso los hechos unas veces los cuenta un testigo y otras el mismo personaje que los ejecuta. Lo importante es condensar en una relación de dos horas las últimas ideas de Carlos V y los sucesos de la más célebre de sus hijas.




XXIV

El hombre de mayor fama


Llegó esta comedia a nosotros en dos diferentes impresos antiguos. El que lo es más se halla en un tomo colecticio titulado Doze | Comedias | de | Lope de Vega | Parte veynte y nueue. En Huesca. Por Pedro Bluson. Año de 1634. 4º Pero quizá sea posterior en algunos años. Todas las comedias son sueltas, aunque las dos primeras formaron parte de otro u otros dos tomos impresos anteriormente, pues llevan su foliación: la primera, titulada La paloma de Toledo, del 121 al 140, y la segunda, Donde no está sv dveño, está sv dvelo, empieza en el folio 58 y acaba en el 81, con la vuelta en blanco.

La comedia de Mira es la última del tomo. Empieza con el folio 1 y acaba en el 17 vuelto. El encabezado dice: El hombre de mayor fama. | Comedia | famosa. | Del Doctor Mira de Mesqva.

El segundo texto es una impresión suelta de principios del siglo XVIII, que dice al final: «Con licencia: En Sevilla, por Francisco de Leefdael, en la Casa del Correo Viejo». En 4º y con 32 páginas numeradas. El encabezado o título dice: Número 119. El hombre de mayor fama. | Comedia | famosa, | del Doct. (sic) Mira de Mesqva. En lo demás son exactamente iguales los dos textos, y sigue el encabezado:

«Hablan en ella las Personas siguientes:
Hércules.Caco, ladrón.Neso, Centauro.
Jason, pastor.Ianto.Eiolo, Infanta.
Crisanto, pastor. El Rey de Italia.Vna Criada.
Augonio, pastor.Aquiloro.Filotetas.
Vn Mayoral.Diamira.Yolao.
Laurente, pastor.Anteo. Enoe.La diosa Iuno.
Dos Salteadores.Licas. 

JORNADA PRIMERA

(Tocan caxas, y sale Hércules sangriento, con una maza de hierro, o palo grande.)

HÉRCULES.
Arriba, Grecia que el incendio sube;
arda el Alcázar santo
que el Cielo reverencia y soleniza;
que de él, si lo defiende, no me espanto
suba arriba la nube
del humo negro y quede la ceniza.»


Acaba:

EIOL.
   Pues en esta eterna gloria
los sumos dioses te alaban,
tan señor de mi memoria,
aquí, senado, se acaban
sus hazañas y su historia.


FIN.

Empieza la comedia despidiéndose Hércules de su amigo Jasón y elogiándose uno a otro, después de la destrucción de Troya. Hércules es el que se va, y la comedia con él.

Salen pastores, que se quejan de una alimaña que destruye sus ganados o se los roba, y pronto vemos a Hércules luchando con un león, al que mata, desuella y se viste con su piel.

Adóranle los pastores, y más cuando él les dice quién es.

Dos salteadores se llevan a la cueva de Caco, ladrón, una vaca, haciéndola andar hacia atrás. Caco es la alimaña. Hércules les ofrece libertarlos de los malhechores. Mata a Caco y a otro de sus compañeros, y perdona al tercero, que le cuenta su historia y la de Caco.

Salen de caza Aquileo (Aquiloro en el reparto) y Diamira. Se dibuja el carácter de esta varonil enemiga de los hombres: fuerte, dura, fría. La pretenden el rey Anteo y Aquileo, dios de los ríos. Licas sale diciendo a Diamira que el jabalí que perseguían en balde ha sido muerto por Hércules. Van a buscarle, y Diamira queda sola y se duerme al pie de una fuente. Llega Hércules y se admira de verla tan hermosa. Luchan Anteo y Aquileo por cuál ha de merecer a Diamira. Esta se enamora de Hércules al verle, y oye su historia de labios del pastor Augonio. Lucha Hércules con Anteo y Aquileo. Mata al primero y deja vencido y malherido al segundo, que le cede a Diamira. El padre se la entrega, y acaba el acto primero.

Jornada II.- El centauro Neso dice a Diamira que suba a su lomo y la pasará por un río que va muy caudaloso; pero desde que llega a la otra orilla huye con ella a su cueva; pero Hércules le dispara una saeta y le hiere en la frente, y pasa a nado el río, a unirse a su esposa. Neso, moribundo, dice a Diamira que su sangre tiene el don de hacer amar; que cuando dude del amor de Hércules tiña con su sangre una camisa del semidiós y le verá volver a sus plantas. Sale Hércules mojado y le anuncia a Diamira que por orden de los dioses tiene que ir a Italia sin ella.

Salen Yolao, galán, y Yole, dama, que repele los agasajos amorosos del primero y le deja lanzando tristes quejas. Su amigo Filotetas le dice que Hércules va a venir a Italia, y el rey Eurito quiere que Filotetas le dé muerte; pero éste prefiere hacerle rey por su fama. Sale la infanta Eiolo (Yole) y una criada, aquélla ya prendada del héroe por su renombre. Eurito pregunta si ha llegado Hércules, y le dicen que sí. Aparece éste con un bastón y mata a Eurito; le proclaman rey de Italia. Llega Yole triste y llorosa, quejándose de la muerte de su padre. Hércules a su vista se enamora de ella, y se le ofrece en el acto por marido. Yole, con gran razón le contesta:

YOLE.
En la presencia del muerto,
¿quién perdona al homicida?


Pero el héroe lo arregla diciendo:

HER.
Sacaldo, pues, allá fuera;
quitadle de aquí delante.


Yole, convencida, dice entonces:

YOLE.
Hoy se templan mis enojos
con la esperanza de un bien,


y todo queda arreglado.

Hay que advertir que el autor unas veces le llama Yole y otras Eiolo. Sólo queda quejoso Yolao, que se ausenta de Italia por no presenciar los amores de Hércules y Yole.

Salen Euristeo y un criado, quien le cuenta las fiestas en Tebas en honor de Hércules, aumentando la envidia de su «tío». Se le aparece la diosa Juno, que le dice que también ella aborrece a Hércules, que por el apoyo de su padre Júpiter sale siempre triunfante, aun en empresas inauditas, cual la de sustentar el mundo en sus hombros, como se lo muestra en visión. Pero también le anuncia su muerte próxima con el veneno de Neso.

Jornada III.- Salen Diamira, de hombre, y Yolao y Licas con una camisa y una carta. Todos están ya en Italia, donde reinaba Hércules. Despacha a Licas para que entregue la carta y haga que se vista la camisa que ha de atraerle. Llegan cuando se celebran las fiestas de la nueva boda de Hércules con Yole, y a ellas asisten Yolao y Diamira. Esta manda a los músicos cantar cosas que enardezcan el furor bélico del héroe, que, en efecto, se levanta varias veces y empuña su clava; pero los ruegos de Yole le aquietan y vuelve a sentarse. Diamira canta y baila con gracia ante su marido, que no la conoce, disfrazada de truhán. Para ir al templo vístese Hércules sus más delicadas ropas, y entre ellas le dan la camisa tocada con la sangre de Neso, y empieza a sentir el ardor inextinguible en el pecho y en la piel, a la que se pega la camisa ardiente. Con rabia mata a Licas, que le dio la camisa. Se siente morir y recapitula su vida y sus célebres hechos y se arroja en una hoguera. Diamira se arroja después de un largo razonamiento en romance, que abunda en esta comedia, hecha, sin duda, al volar de la pluma.

Júpiter y su corte aparecen para resucitar al héroe y casarle con Hebe, diosa de la eterna juventud.

Esta pieza es, seguramente, de las peores de su autor: ni un verdadero afecto despierta en el oyente; tan fríos y seguros son todos sus actos y sus amores que ni el menor interés producen, pues todo sucede como el héroe se propone.




XXV

Las lises de Francia


Se imprimió esta comedia en la Parte XLIV de la colección de Escogidas; Madrid, Roque Rico, 1678: la undécima del tomo. El encabezado dice:

«Comedia famosa, | Las lises de Francia. | De Mirademezqva.

Personas que hablan en ella:
Clodobeo.Clodomira.San Martín.
El Rey de Borgoña.Amalasunta. Vn ángel.
El Conde de Barcelona. Crotilda. Pastores. Cautivos.
Alarico.Vn Labrador.Soldados.
Leoncio.Teodato. Criados.
Aureliano.Vn Mercader. Músicos».

Empieza cantando un coro estos versos:

   Bien merece Clodoveo
aqueste gallardo triunfo,
pues asombra con su nombre
las cuatro partes del mundo.


Clodoveo, que quiere aparecer un feroz guerrero, es, sin embargo, juguete de las intrigas de sus cortesanos y de Amalasunta, hasta que logra ver a su prometida Crotilda, que entonces ya es él quien atrae la atención y centraliza el asunto del drama, que andaba vagando de uno en otro episodio de sus generales y las intrigas de Amalasunta para casarse con él. Pero de todos modos es una de las comedias más flojas de su autor. Quizá por eso nunca fue reimpresa.




XXVI

Lo que le toca al valor y el Príncipe de Orange


Este drama tuvo mucha fama en el siglo XVII; así es que le vemos impreso tres veces en la misma colección, la de Escogidas, aunque variando algo los títulos, en la forma siguiente:

El rebelde al beneficio. | Comedia famosa | de D. Tomás Osorio. En el Laurel de Comedias. Qvarta parte... Madrid, Imprenta Real, 1653: la novena del tomo.

Tomás Osorio, que era un actor de la época, sería el propietario del ejemplar que sirvió para la imprenta, y por error lo hicieron autor de la comedia.

La gran comedia | Lo que le toca al | valor y el Príncipe de Orange. | Del Doctor Mira de Mescua. En la Parte treinta y quatro de Comedias nuevas... Madrid, Buendía, 1670: la décima del tomo.

Comedia famosa. | Ingrato a qvien le hizo bien. | De vn Ingenio de esta Corte. En las Comedias nuevas escogidas... Parte cuarenta y cinco. Madrid, Buendía, 1679: la sexta del tomo.

Además se imprimió suelta con el segundo encabezado, o sea a nombre de Mira, sin lugar ni año ni señal alguna de impresión (a fines del siglo XVII); en 16 hojas no numeradas.

Pero luego fue cayendo en olvido, y hoy es sumamente rara103.

Mira de Amescua da un giro a su obra, por el que aparece menos innoble el asesinato de Guillermo el Taciturno; porque aunque este traidor y bellaco personaje mereciese cien veces la muerte, no era un asesinato el medio propio de dársela. Supone, pues, que Baltasar Gerard tenía amores honestos con una dama de la Princesa de Orange, y que buscando el medio de deshacerse del Príncipe entraba con cierta facilidad en su palacio. El de Orange, apasionado también de la misma dama y siendo vanas sus instancias para obtener sus favores, quiso lograrlos a la fuerza, para lo cual alejó cierto día de la casa a su mujer y criados, que no eran sabedores de su proyecto. Gerard, que estaba oculto en la casa para poder hablar con su prometida, sale en el momento culminante de la tentativa de violación, y con una pistola da muerte al Príncipe. Entra gente al ruido, prenden al homicida, y con esto acaba la comedia, aunque no el asunto, que, según el autor, podría dar tema a una segunda parte, que él no se propone escribir:

      Porque tenga
así El Príncipe de Orange
fin en aquesta comedia.
Muerte y prisión de Gerardo
para otra parte se queda;
que pide pluma más docta
tan lastimosa tragedia.





XXVII

Lo que es no casarse a gusto


Esta rarísima comedia sólo se halla suelta, con el siguiente encabezado: Lo qve es no casarse a gvsto. | Comedia famosa. | De el Doctor D. Antonio Mira de Mesqva.| Personas que hablan en ella:

Enrique.Nuño.
El Rey.Gonçalo.
El Príncipe Bimarano.Elvira.
Ramiro, viejo.Mayor.

En 4º; sin lugar de impresión, ni año, ni imprenta. Consta de 16 hojas sin foliar; signaturas A-D, de a cuatro hojas. Tampoco tiene cabeceras ni adornos al final. La impresión es de mediados o algo después del siglo XVII, y por su sencillez parece madrileña. Un ejemplar poseyó Durán, que debería estar en nuestra Biblioteca Nacional, pero que por obra y gracia de M. Chorley se halla en el Museo Británico.

El asunto es harto dramático, pero no está bien desarrollado. Un hermano de doña Mayor estaba desposado con Elvira, por orden del rey don Fruela, cuando, involuntariamente, en un lance de caza, le mata Enrique, amante correspondido de doña Mayor. Esta, aunque no tarda en saber que Enrique es inocente, pide al Rey su castigo, y Enrique, viendo ya imposible el logro de su amor, accede a casarse con Elvira, por imposición del Monarca, de quien Enrique era privado.

Pero Elvira, que era muy amada del infante Bimarano, hermano del rey Fruela y no menos correspondido, se desespera al conocer el repentino casamiento de su amada; busca trazas para verla y sabe cuan a la fuerza se casó con Enrique. Así acaba el acto primero, en que se apuntan otros incidentes, que hacen sospechar al Rey que su hermano conspira contra él, a lo que daba algún viso el amor del pueblo al Infante y el poco afecto al Monarca por su despotismo.

En el acto segundo, Mayor, arrepentida de su dureza con Enrique y siempre enamorada de él y aun con derechos a su afecto, sabe que ya el Rey le ha casado con Elvira y se desconsuela. En este acto segundo no hay acción de interés; casi todos son largos parlamentos de quejas de unos y otros, en muy buenos versos, pero en el que el drama no adelanta un paso. Sólo al final sabemos que Enrique ha ido a Francia de embajador del Rey para pedir al emperador Carlomagno auxilio contra la morisma.

Bimarano, para tener a Enrique alejado de su esposa, había ya urdido prenderle antes, y ahora hace que un jefe moro le cautive y encierre en un castillo. Enrique, sin embargo, se fuga y cumple su embajada. En todo este tiempo, que fueron varios meses, Bimarano consiguió seducir a Elvira, la cual se halla a punto de dar a luz cuando Enrique, secretamente, llega al jardín de su casa, a tiempo justamente en que Mayor le entrega un niño, que ha nacido muerto, pero que con la prisa no han podido comprobar, y Elvira le ofrece como recompensa del favor de que lo lleve a Nuño, criado del Infante, un anillo, que luego Enrique reconoce por de Elvira.

Ya dentro de casa Enrique, atando cabos, convence a Elvira de su adulterio, la cual se desmaya, y al volver en sí la primera palabra que pronuncia es el nombre del Infante. Enrique, fuera de sí, le da de puñaladas y la mata. En este momento se presentan el Rey y Bimarano. El Rey, cuyas sospechas de traición por parte de su hermano habían ido creciendo, y al ver que Enrique está dispuesto a matarlo, so pretexto de que nadie puede poner la mano en persona real, dice que es él quien debe castigar al doblemente traidor, y allí mismo le da muerte. No queda muy contento Enrique de esta venganza, pero tiene que conformarse, y el Rey le da en el acto la mano de doña Mayor, en compensación de haberle privado de ella antes, al casarle por fuerza con la difunta Elvira.

Así acaba este drama calderoniano, pero que no satisface por el desenlace, pues no aparece demostrada la traición política del Infante, y lo referente a la ofensa de Enrique tanta culpa como aquél tuvo su hermano, que tiránicamente obligó a Enrique a casarse con quien no le quería, y sí al desgraciado Bimarano, a quien desde el principio se ve víctima de las sospechas y brutal opresión del rey Fruela.




XXVIII

Lo que puede el oír Misa


Se imprimió esta comedia en la Primera parte de Comedias de la colección de Escogidas (Madrid, Morrás, 1652: la tercera en el orden del tomo), con este título:

Comedia famosa. | Lo qve pvede el oir missa. | Del Doctor Mira de Mescva.

Se reimprimió suelta a principios del siglo XVIII, con igual título, en 20 hojas sin foliar y con el número 115 de la gran colección que hicieron en Madrid Francisco Sanz y su sucesor Juan Sanz.

En la Biblioteca Nacional hay un manuscrito de letra de principios del siglo XVIII (núm. 17.394), cuyo encabezado es igual a la impresa, lo que prueba que fue hecho sobre ella.

Como es comedia rara y de asunto español, daremos su análisis.

Son personajes, el Conde de Castilla Fernán González, su hijo, Garci Fernández; la infanta doña Violante; Blanca Velázquez; Sancho Osorio, Fortún, Mendo, Argentina, su padre; un alcaide.

Empieza:

CONDE.
No toquen a marchar, las cajas callen,
porque en esta ribera
pretendo que me hallen
las luces, que vagando en esta esfera,
alumbran otro polo:
aquí me han de mirar, o muerto o solo.


El ejército del Conde está detenido cerca de Burgos, donde el Conde no se atreve a entrar porque no ha vencido a los moros, que se aprestan a acometerle. Se dibujan ya algunos caracteres. El infante García Fernández está prendado de doña Blanca Velázquez, y tiene por favorito a un hermano de ella, llamado Fortún, hombre cobarde pero orgulloso por rico. La infanta Violante prefiere a Sancho Osorio, valiente caballero que el Conde ha enviado a explorar el campo moro, de cuya expedición regresa con preciosas noticias; pero en lugar de plácemes recibe algunos insultos de Fortún, que forman parte de un plan que él y su hermana han urdido para casarse ella con el infante don García y él con la infanta Violante, que sabe está inclinada al Osorio. Instigado por Mendo, un su amigo, Fortún desafía a Sancho; porque saben que éste, muy devoto de oír misa, no dejará la del día siguiente, aunque no hay más de una por ser víspera de Pascua, y le citan a orillas del Arlanza, bastante lejos, para que por mucho que corra no pueda llegar a tiempo a la cita y quede por cobarde.

Así lo hace Mendo, que recuerda a Sancho la misa, y éste, aunque dudó algo, quiso cumplir ante todo sus deberes de cristiano. Ya se regodeaba Fortún con su fácil triunfo, pero mientras Sancho oye la misa un ángel toma su figura y acude al campo, y obliga a Fortún a sacar su espada y le hiere en un brazo.

Saben el Infante y las damas el duelo, pero creen que el vencedor es Sancho, y el Infante le reprende su atrevimiento en batirse sin su licencia.

Aunque Osorio le dice que él fue el provocado, le da su tienda por cárcel y le quita el mando de su compañía, que entrega a Mendo. Doña Blanca lanza la calumnia de que había herido con auxilio ajeno a su hermano, y hasta cree que Violante, aunque de buena fe disculpa a Osorio y le felicita por su triunfo, se burla de él, ya que es cierto que él no vio ni hirió a Fortún.

Así acaba el acto primero, que, como se ve, es movido y de interés.

En la jornada segunda, además de los personajes dichos, intervienen la dama francesa Argentina, su padre y un Alcaide. Los malvados Fortún y Blanca han arrancado al Infante la sentencia de muerte contra Sancho Osorio, que el primero entrega al alcaide de un castillo cercano con orden de que dé muerte al soldado que le llegue a decir de parte suya que cumpla lo mandado. Aparecen en escena Argentina y su padre, que van de romería a Santiago. La belleza de la joven enamora al Infante, a quien ya no parece bella doña Blanca, cuyos temores más bien que celos se despiertan ante el peligro de perder a don García.

Un episodio ingenioso sirve para descubrir el amor de Violante a Sancho. El conde Fernán González, a quien un astrólogo predijo que su heredero don García no sería muy feliz en su primer matrimonio y sospecha los amores de Blanca y su hijo, confía a Sancho el encargo de mostrar al Infante un retrato de doña Elvira, infanta de León, como al descuido, a ver si don García se enamora de ella. Sancho lo hace, ponderando la peregrina hermosura de la leonesa. Pero lo oye Violante, y llena de celos sale furiosa y arranca el retrato de manos de Sancho, creyendo que era el de su amada. El Infante supone que su hermana, protectora de Blanca, lo hace por amor a ella. Como la francesa se ha ido a su viaje, el Infante va poco a poco olvidándose de ella, aunque no lo bastante para que desaparezca la frialdad que siente por Blanca. En este momento se presenta ésta quejosa, y ante todo le pide al Infante que cumpla su palabra de dar muerte a Sancho Osorio. Don García, que desea complacer en algo a su ex amada, y aunque de muy mala gana, llama a Sancho y le manda que vaya al castillo a dar al alcaide el recado que causará su muerte. Sancho parte a ejecutarlo en el acto; pero en el camino oye tocar a misa y, considerando que un recado tan anodino no importaría darlo antes o después, entra a oír la misa, y luego reza un rosario. En el intermedio sale a escena Fortún, a quien su hermana, que había estado presente a la orden de don García, le cuenta con las mismas palabras las que habían de producir la muerte del inocente caballero, al cual suponen ya degollado.

La impaciencia empuja a Fortún al castillo para ver el cadáver de su rival, y como conocía las palabras de la orden del Infante, se las repite al alcaide, para que vea que está en el secreto. El alcaide, aunque lleno de asombro, no vacila en cumplir la orden, y degüella a Fortún. A poco se presenta Sancho, que con reposo había oído su misa y rezado su rosario, y da el recado del Infante. El alcaide le dice que ya está hecho, y como prueba le muestra el cadáver de Fortún. Horrorizado Sancho vuelve a la corte, y duramente increpa al Infante por su crueldad y tiranía, llenando con su presencia y con su noticia de espanto y de pena al Infante y a doña Blanca, hermana del muerto.

Hay otro episodio de los amores de doña Violante, la cual, más calmada por haber oído que el retrato era de la infanta de León y que iba encaminado a su hermano don García, quiere desenojar a Sancho, y fingiendo devolverle el retrato de Elvira le entrega uno suyo propio; pero el galán, pasándose de fino y amoroso, no quiere verlo, aunque la Infanta le insta que lo mire, contestando que otro mucho más bello tiene él en el alma. Doña Violante le llama descortés y grosero, con la natural sorpresa del joven, que no sabe la razón de tales insultos hasta que, ausente ya Violante, echa una distraída mirada al retrato y conoce su error. No sabiendo cómo desenojarla, la pena que la noticia de su muerte causa a la Infanta, que oye referir a los tres criminales, se convierte en exclamaciones de alegría, que lanza la dama cuando ve llegar vivo a su amado y éste logra disculparse de su torpeza pasada. Así acaba el acto segundo, en el que Mira intercaló para el episodio principal una de las anécdotas de la vida de Santa Isabel de Portugal, que da carácter trágico a este acto.

Empieza la jornada tercera retirado el Infante en una aldea porque su padre no quiere verle a causa de la atroz muerte dada a Fortún. Sancho se le presenta, y de rodillas le pide que le dé muerte por su mano, fingiendo un duelo, y no por la ajena, si es que le ha deservido en algo. Don García reconoce su error; levanta y abraza a Sancho y le ofrece su eterna amistad. Llega Argentina, y don García, sin oír las razones de Sancho, se encapricha más por ella. Y por cuanto al padre de ella, al sorprender las protestas de amor del joven Infante, le dice que su hija sólo de su esposo puede oír tales palabras, y ordena a la dama que continúe su viaje a Francia, García le ofrece sin vacilar su mano, y quiere que se celebre en el acto la boda. Argentina se resiste, porque tiene un amante francés que escondidamente vino siguiendo sus pasos. Mas, por una torpeza poco explicable, supuesto lo que sigue, cede a la fuerza paterna, y se casa con don García; pero la misma noche de la boda, en lugar de hacerlo antes, se fuga con su amante. Sancho, que regresaba a la aldea a la mañana siguiente, halla a don García afligido y como quien sueña. Un papel a medio quemar les indica la causa de la fuga de la novia, y siguen sus pasos. No tardan en hallar sus huellas y luego las personas. Sancho acomete a los seis criados franceses que iban custodiando a los fugitivos, en tanto que don García penetra en el aposento en que estaban su mujer y el amante y les da muerte a entrambos.

En esto aparecen los moros en gran número: el Conde prepara sus huestes; el Infante y Sancho, como aventureros, acuden a auxiliar a los cristianos. El Conde manda que el Obispo diga en una ermita la misa antes de empezar la lucha. Sancho, cuya devoción es ante todo, se detiene a oírla, quedándose cerca de la puerta para acudir a la pelea si fuera preciso. Pero los moros traen tal prisa que no dan lugar a que Sancho abandone la ermita. Sin embargo, el Infante ve constantemente a su lado a Sancho, haciendo proezas y guiando y adelantándose a los soldados, tanto, que él principalmente decide la victoria, en el momento en que la misa se acaba, y el mismo Sancho baja de la ermita confuso y cobarde, por no haber podido hacer nada. Con no poca sorpresa oye que todos le felicitan por sus hechos heroicos, y ve su espada teñida de sangre y su daga medio deshecha a cuchilladas. El ángel, por segunda vez, había tomado su figura y vencido a los agarenos. Sancho se resigna a su fácil triunfo, y mucho más cuando el Conde, lleno de amor y entusiasmo, le ofrece la mano de la Infanta. Con esto y con el perdón que el Conde otorga a su hijo, que se había conducido como un héroe en la lucha, y sin decir nada de Blanca y su ambición, acaba esta comedia, tan agitada y tan inverosímil, diciendo:

SANCHO.
      Y aquí tenga
Lo que puede el oír misa
su exemplo, según lo cuentan
las historias de Castilla.


Efectivamente, en la Crónica general104 se refiere, aplicándola a Fernán Antolínez, la anécdota principal de la asistencia a la batalla de una figura igual a la del caballero mientras éste estaba oyendo misa y mucho antes y con otras circunstancias, había sido el tema de una de las Cantigas del Rey Sabio105. Poco después Luis Vélez de Guevara tomó la misma tesis para su comedia La devoción de la misa, llevando la escena fuera de España y tomando más directamente que Mira la leyenda de la Santa Reina de Portugal, pues el calumniador muere quemado en un horno, si no de cocer cal, en uno de cocer ladrillos106.

Calderón, en su auto, que sólo al final se ve que es sacramental o aplicado a la festividad del Sacramento, parece que tuvo a la vista otra fuente para los personajes y algún episodio; pero en el fondo es el mismo asunto y hasta el lugar y época son, poco más o menos, iguales107.

Años después don Antonio de Zamora volvió a recoger la leyenda devota de la Crónica general de 1541, aceptando el nombre del protagonista Fernán Antolínez; pero el fondo del drama lo constituyen los amores de la condesa Argelina y Alderico de Nimes, o mejor dicho, la persecución amorosa de éste, pues Zamora cambia todo lo que la Crónica dice para que Argentina o Argelina, como él la llama, quede en buen lugar108.




XXIX

Lo que puede una sospecha


Fue estampada esta comedia por primera y única vez en la Parte IV de comedias escogidas, Madrid, 1653, con el siguiente encabezado.

Lo qve pvede vna Sospecha. | Comedia famosa. | Del Doctor Mirademescva. | Personas que hablan en ella.|

Don Carlos de Portugal.Doña Ysabel su hija.
Don Yñigo de Portugal.Doña Ynés de Portugal.
Don Alonso Atayde.Fenilla, criada (luego la llama Fenissa).
Cardillo, lacayo. 
Don Diego Meneses. 

Salen doña Inés, Fenilla y doña Isabel, con mantos.

YN.
La dicha de conoceros
haze mi suerte mayor.


YSA.
Fianças os da mi amor
de saber corresponderos.


Acaba:

CARL.
Buen fin, si es que gusto os da
lo que puede una sospecha.


Don Carlos, amante y amado de Isabel, cierta noche que hablaba con ella a su reja tuvo que apartarse al aparecer, para entrar en su casa, don Diego. En el intermedio don Alonso se acerca a la reja y habla con la dama, creyendo ésta que es don Carlos. Se presenta éste, y sospecha que Isabel le engaña y tiene otro amante. Se traban de palabras, y doña Isabel, que no sabe quién es el que vino a mezclarse en su coloquio, teme por don Carlos y da voces, obligando a salir a la calle a su padre, ante quien se retiran los dos rivales, sin que don Diego los conozca.

Acto segundo.- A la mañana siguiente se presenta don Alonso al viejo diciéndole ser él uno de los rondadores que ha tiempo quiere a su hija, y se la pide. El padre se la concede, y cita para la boda a doña Inés, hermana de don Carlos, y a don Íñigo, amigo de don Alonso y amante de doña Inés. En el apuro, Isabel avisa a don Carlos, que se presenta cuando se iba a celebrar la forzada boda y alega sus derechos. Una explicación leal con declaración de don Íñigo y doña Inés resolvería las dudas del viejo; pero el autor, a quien le faltaba un acto, hace que el traidor don Alonso, sin que nadie le contradiga, afirme que Isabel le corresponde, y se retira diciendo que ya le buscarán. Esta seguridad hace dudar nuevamente a don Carlos, y como doña Inés y don Íñigo callan, uno y otro celosos de doña Isabel y de don Alonso, el viejo no sabe qué hacer. Un nuevo incidente, no muy preparado ni justificado, hace que Carlos halle en casa de Isabel, a obscuras, a su hermana con don Iñigo y cree que es Isabel, cuando doña Inés se retira sin decir palabra, por miedo a su hermano. Sale Isabel con luz, y don Carlos la increpa duramente: ella se niega, en su inocencia, a justificarse, y acaba el acto.

Acto tercero.- Sorprende don Carlos a su hermana escribiendo a don Íñigo; sabe lo de la noche anterior, a obscuras, y escribe desafiando a don Íñigo. Al mismo tiempo don Alonso busca a don Carlos para matarle. De noche se encuentran don Íñigo y don Alonso, creyendo cada cual que es don Carlos el otro y don Íñigo mata a don Alonso y pide amparo de la justicia a Isabel, diciéndole que acaba de matar a don Carlos. Isabel le esconde para asesinarle, en venganza de don Carlos. Entra éste, y surgen nuevos celos viendo un hombre en casa de su amada. Al fin Isabel llama a su padre; cuenta lo que ha pasado y la explicación de todos trae las dos bodas. Esta comedia no está bien urdida: el acto tercero es innecesario y además tiene unas larguísimas e impertinentes relaciones para contar lo que estaba claro en dos palabras. Es pieza muy endeble, aunque algo mejor que Las lises de Francia, y de enredo francamente calderoniano.




XXX

La manzana de la discordia y robo de Elena


Aunque en el Catálogo de Medel (Madrid, 1735, pág. 65) se cite esta comedia entre las demás, creemos que nunca se ha impreso, y que la cita se refiere al ejemplar manuscrito de la biblioteca del Duque de Osuna, el mismo que hoy conocemos, por haber pasado a la Biblioteca Nacional, y tiene el número 15.645. Es copia de teatro, hecha a fines del siglo XVII, y consta de 74 hojas en cuarto. Se atribuye a Mira de Amescua y a Guillén de Castro.

Por ella se hizo la edición de la Academia Española (Madrid, 1927), que dirigió el catedrático don Eduardo Juliá, incluyéndola entre las demás obras del valenciano Castro.

En el desarrollo del asunto los poetas han seguido fielmente el giro dado a la leyenda en los poemas homéricos, terminando la comedia con la ruina de Troya y vuelta a su país de la esposa de Menelao.

Está bien versificada, como era de esperar en dos tan excelentes poetas; pero no ofrece circunstancia digna de especial memoria, y más cuando el valor de la obra tiene que repartirse entre dos. Es probable que la primera mitad de la comedia pertenezca a Mira de Amescua.




XXXI

El mártir de Madrid


Este drama es inédito, y se conserva en la Biblioteca Nacional (Ms. R-107), en un cuaderno en gran parte autógrafo, que empieza así (Hoja 1º):

«El martir | de Madrid | del Dottor Mira de Mescua | acto P.º | Hablan en el | Aluaro Ramirez, viejo. - Jusepe, Don Pedro. - lorenço, Don Fernando, sus hijos. - Trigueros, lacayo.» (Roto lo demás de la hoja.) En el margen, al lado del nombre de don Pedro, dice: «P.o m.l» (Pedro Manuel Castilla), y al de don Fernando «autor», que era el de la compañía.

Vuelta en blanco. Hoja 2ª «Sale Alvaro tras D. Pedro con su baculo, y D. fer.do y D. P.o»

ALB.
¡Vive Dios que as de morir
a mis manos!


D. P.o
Hoy me abrasa
el furor. Has de advertir
que ya la obediencia pasa
los términos del sufrir.
Si tienes de padre el celo,
mira que no hay en el suelo...


(Al margen dice): «de Antonio de Rueda», que era el autor de la apostilla de antes. Por tanto, esta nota es de 1637. Las cuatro últimas hojas de este acto 1º son de mano de escribiente. Las cuatro últimas del acto 3º, también de escribiente; pero todo del siglo XVII. El acto 2º es de otra mano.

Acaba:

REY.
Guárdeos el cielo: partid.


FERN.
Y del mártir de Madrid
da fin la dichosa historia. - Fin.


En las dos hojas últimas están las licencias:

«Vea esta comedia yntitulada El martir de m.d El secret.o Thomas gracian Dantisco en m.d a dos de sept.e de 1619 as».

«Esta comedia yntitulada el Martir de Madrid se podrá representar quitado lo del alguacil señalado: en la 1ª jornada. Reseruando a la vista lo que fuera de la lectura se offreciere y lo mismo en los cantares, bayle y entremes, en Madrid, 3 de set.e 1619 años. - Thomas Gracian Dantisco». (Rúbrica.)

«Dase lic. p.a representar esta comedia. En Mad.d a 3 de sept.e de 1619 as». (Rúbrica.)

Sigue otra licencia de Zaragoza, 19 de julio (o junio) de 1632, y luego esta aprobación: «Vi esta comedia llamada el martir de Madrid y es cosa que escribe Herrera y aprobada por los señores del Consejo y así puede representarse en Granada y ebrero 2 de 22 años. - Albaro Cubillo. - Por mandado del señor arçobispo».

Otra, de «Sal.a agosto 8 de 1623. El Dr. Garcés. - Véala Juan navarro despinosa. - e bisto esta comedia y moderando algo della acerca de la vida del martir por ser poco ejemplar y quedando todo lo que en la primera jornada tengo notado del alguacil se puede representar, en Madrid a 15 de Noviembre de 1641. - Juan Navarro despinosa. - M.d y noui.e 23 de 1641. - Dase licencia para que se represente esta comedia, menos lo que dice Ju.o Nauarro com aperciuim.to».

La obra empieza con una violenta escena entre el padre, Álvaro Ramírez, y sus hijos, Pedro, a quien da de palos, y Fernando, que le templa. Llega un alguacil para prender a don Pedro por otros delitos y Trigueros se burla de él (este pasaje, de 35 renglones, es lo tachado por la censura).

ALG.
Os meteré yo en un cepo.
TRIG.
En una cepa es mejor.


Entran, además, don Juan, que ama a Clemencia, prometida de don Fernando, segundo hijo de Álvaro Ramírez, y Clara, criada de Clemencia.

Don Pedro huye de Madrid a Valencia, donde vivía Clemencia, prometida de don Fernando, y se presenta en la casa, donde le toman por éste. Su aspecto feroz aterra a Clemencia, que casi enamorada de un don Juan, proyecta huir con él a Barcelona. Impide el rapto don Pedro, que hiere a don Juan, y se lleva a Clemencia engañada, pues ella misma le pide que no hable. Llega esa misma noche don Fernando y halla a don Juan herido y lamentándose de su mala suerte. En la puerta de la casa un criado le entera del rapto (el padre de ella estaba ausente). En el camino de Barcelona se descubre don Pedro, siempre creyendo Clemencia que es don Fernando. Aparece éste y ella le recuerda por un retrato que le había enviado. Van a venir a las manos los dos hermanos y llegan unos corsarios moros, que hieren a entrambos y se llevan presos a todos. Clemencia iba vestida de hombre y así permanece toda la obra.

Acto 2º- Entran el Rey de Argel. - Lidoro, corsario. - Celaura, infanta mora. - Clemencia. - Don Fernando. - Don Pedro. - Trigueros. - Alvaro Ramírez.

Este acto 2º ya es de otra letra muy tosca. (Las últimas tres hojas del acto 1º son de letra de escribiente bueno: quizá se haya cambiado la conclusión del acto). La escena en Argel.

Esta copia, que sin duda es de un traspunte, tiene algunos versos marginales autógrafos.

Los prisioneros quedan en poder de Celaura. Trigueros se finge morisco cautivo en España. Va a Argel Álvaro con los redentoristas para rescatar a sus hijos. Habla primero a Fernando y éste le cuenta la fechoría de Pedro. El Rey de Argel quiere cederle a los dos; pero Celaura, que está enamorada de Pedro, no quiere ceder más que uno. Conflicto del padre para escoger; al fin elige a Fernando. Pedro, despechado, dice que reniega de la fe de Cristo.

Acto 3º- En un barco huyen el padre Álvaro, Fernando y Clemencia. Son perseguidos y abordados por un barco moro mandado por Pedro y pelean, Largos discursos del padre lamentando las falacias de su hijo renegado, que se llama Hamete. Este entra en el barco y se corta la relación porque volvemos a Argel, donde Trigueros, con el nombre de Zulema, parla con el Rey, que deplora haber perdido a Clemencia, pues él está convencido de que no era hombre sino mujer. Trigueros le dice que Hamete la traerá.

Llega Pedro con sus prisioneros a Argel y pide al Rey que los castigue con crueldad. Las preferencias del Rey para Clemencia encienden grandes celos en Pedro. Como Trigueros era gallego, le enderezan este epigrama:

   Llamaron gallego a un loco
en Madrid, y él dijo luego:
«Antes moro que gallego»...
Y dicen que dijo poco.


Trigueros, encargado de guardar los presos, confiesa que siempre ha sido cristiano. Lo oye un moro: y lo descubre al corsario y a Pedro y éste manda le lleven a morir. Pero queda él reflexionando que un pobre criado como Trigueros prefiere morir a renegar y él, con más saber y mayor nobleza, ha renegado. Va arrepintiéndose en un largo discurso. Dice que es Ramírez, que nació en Madrid, en la corte de Felipe II y proclama a voces la fe de Cristo. El Rey manda que le den la misma muerte que los judíos a Cristo. Pedro, clavado en la cruz, predica como un sacerdote ante los moros y su padre, hermana y novia Clemencia. El Rey, admirado de la constancia y valor de Pedro, da libertad a los tres y manda a Fernando que dé la mano a Clemencia.

REY.
Guárdeos el cielo: partid,
y del mártir de Madrid
da fin la dichosa historia.


La aprobación de Cubillo declara que el asunto de esta comedia fue tomado de alguno de los libros del historiador Antonio de Herrera; pero como no dice en qué parte, no es fácil hallar el texto original.

Lo importante es que este tema dramático tuvo bastante fortuna, pues lo comenzó Lope de Vega en su comedia Los mártires de Madrid (Parte XXIX, de Diferentes; Huesca, 1634), de la cual salió la titulada Dejar un reino por otro (de Cáncer, Villaviciosa y Moreto). De ella hay tres manuscritos en la Biblioteca Nacional; la impresión antigua de la Parte XLIV de Escogidas (Madrid, 1678); una suelta de Sevilla, por Francisco de Leeffdael, y una reimpresión de Valencia, Orga, 1761, con el título de Los tres soles de Madrid, a nombre de Monroy y Silva, que, sin embargo, parece que compuso una obra de este título, pero diferente.

Sobre el mismo asunto, pero tratado con otras circunstancias y episodios, se compuso por Cáncer, Moreto y Matos otra comedia titulada No hay reino como el de Dios y mártires de Madrid, de la cual, con sólo el segundo título, hay tres manuscritos antiguos, uno de 1670, coetáneo, pero algo anterior a la primera impresión de Dejar un reino por otro; y ya con ambos, una impresión suelta de Madrid, Antonio Sanz, 1730, y otra poco posterior de Sevilla, Diego López de Haro.

Más vale fingir que amar. Véase Examinarse de rey.




XXXII

La Mesonera del Cielo


Desde principios del siglo XVIII se vino confundiendo esta comedia con otra de Zabaleta que, aunque tiene el mismo asunto, es en el fondo y en la forma obra distinta de la de Mira. Procedamos, ante todo, a esclarecer bien este enredo bibliográfico e histórico, para luego examinar ambas producciones.

En el tomo titulado Nuevo Teatro de Comedias varias de diferentes avtores. Dezima parte. Año 1658. Madrid, Imprenta Real, fols. 24-48 vuelto, se halla la obra titulada:

El Hermitaño galan. | Comedia famosa. | De Don Ivan de Zabaleta.

Intervienen en ella Abramio; María; Artemidoro; Leonida y Leonido; Macario; Creusa; Cleandro; Arsenio, viejo; Parmenio; Getrudes, viuda; Andrea, gorrona, y Un alguacil109.

El asunto es el mismo que el de la comedia de Mira; pero no es refundición ni imitación de ella, sino que Zabaleta lo tomó también del padre Rivadeneira y lo trató a su modo y con bastante sujeción a la fuente. Artemidoro y Leonido con criados y amigos salen en busca de Abramio, célebre y piadoso cenobita, para matarle por haber reprendido en un sermón los públicos amores de los dos primeros. No le hallan, pero sí Artemidoro a María, sobrina del ermitaño, a la cual seduce y hace que le siga, abandonando el retiro en que desde la infancia la había tenido su tío, en completa ignorancia de las cosas del mundo y sin haber visto otra persona que a él. Pero satisfecho su capricho, Artemidoro la abandona, y ella, en unión de una criada de Leonida y de una vieja, que les sirve de madre, toman, una casa en que reciben hombres de todas clases.

Abramio, que busca sin descanso a la oveja perdida, la halla, y disfrazado de caballero consigue quedar a solas con ella: se le descubre y no tarda en persuadir a María a que se vuelva con él. Hay algunos episodios que prueban la abnegación de María y el amor que seguía teniendo a su seductor. Este, arrepentido, quiere casarse con ella y ella se niega, fundada en que ya no es digna de él, aunque él mismo haya sido causa de lo sucedido.

María, arrepentida y después de grandes actos de virtud y ascetismo, muere tranquilamente; pero resucita un momento para dar la mano de esposa a Artemidoro, que se queda al lado de Abramio para hacer con él vida de anacoreta.

En esta comedia de Zabaleta no hay, como se ve, nada de mesón ni mesonera. Resulta un poco más honesta que la de Mira; pero también es más débil de caracteres, menos variada y no tan bien versificada.

De esta comedia quizás haya alguna impresión suelta del siglo XVIII, aunque yo no he visto ninguna.

Años después, en la misma gran colección llamada de Escogidas y en la Parte treinta y nueve... Madrid, José Fernández de Buendía, año 1673, págs. 40 a 82, se imprimió otra comedia con el siguiente título:

La Mesonera del cielo. | Comedia famosa. | Del Doctor Mira de Mescua110.

La vida del antiquísimo ermitaño San Abraham, escribió, entre otros, el padre fray Lorenzo Surio, en el segundo tomo de las Vidas de los Santos: Es la que tradujo el padre Rivadeneira; y al final de ella añade:

«De San Abraham hace mención el Martyrologio Romano a los 16 de marzo y los Griegos, en su Menologio a los 29 de octubre. Escribió su vida San Efrén, diácono, compañero y discípulo de San Basilio, y hace mención de él en un tratado que se llama El Testamento de Efrén; y más largamente la escribió el Metafraste: y Sozomeno en su Historia, libro tercero, capítulo quince, y Nicéforo, libro sexto, capítulo 16, también hacen mención de Abraham, discípulo de Efrén, y el Cardenal Baronio en sus Anotaciones del Martyrologio». Extractaremos lo que dice el ilustre padre jesuita.

Abrahán era hijo de nobles y ricos padres que trataron de casarle sin su voluntad con mujer de su clase. Concertaron la boda; hubo fiestas y banquetes; pero a los seis días, el novio huyó silenciosamente de la casa y se fue a otra algo apartada fuera de la villa o ciudad de su residencia. Halláronle y procuraron que volviese; pero él se resistió y tapió la entrada de su casilla, dejando un hueco para que por él le diesen pan y agua. Al cabo de diez años de esta vida murieron sus padres y casi todos sus bienes dio a los pobres.

Por consejo del obispo de Lampsaco se ordenó y fue a convertir el lugar de Tenia, que era idólatra. Gastó tres años de sufrimientos en convertirlos y lo consiguió, tras de lo cual se volvió a su antiguo retiro.

Murió un hermano suyo, dejando una hija de siete años, que recogió en una casita pegada a la suya y le dio educación durante trece años. Se llamaba María. Un mozo que con hábito de religioso visitaba al tío, la vio y se enamoró de ella y la sedujo e hizo abandonar la casa. Con hábito profano se puso en un mesón y «comenzó a soltar la rienda a sus apetitos y a vender su cuerpo a cualquiera que le quisiese». Al cabo de dos años supo Abrahán dónde estaba su sobrina y vestido de soldado se fue a la ciudad donde vivía la joven y posó en el mismo mesón; y como ella no le conocía, fingiose enamorado de su belleza y díjole haber venido de lejos sólo por verla. El Mesonero, aunque no le gustaba el galán, «le puso con María; y habiendo cenado juntos y entrándose en un aposento donde nadie les podía estorbar», se descubrió Abrahán y comenzó a persuadirla a que cambiase de vida y se volviese a su retiro, como lo hizo, yéndose juntos. Cincuenta años vivieron en la práctica de las virtudes, y al cabo de ellos murió el viejo como santo. Cinco años después falleció la sobrina111.

Con estos antecedentes podremos ya entrar en el análisis de la obra de Mira de Amescua.

Hablan en ella: Abrahán; Pantoja; María, sobrina de Abrahán; Alejandro; Lucrecia; Artemio, viejo; Leonato, caballero; Mardonio, caballero; Un Ángel; El Demonio; Álvarez, vejete.

Empieza la comedia en el momento en que Abrahán, caballero de Alejandría, recién desposado con Lucrecia, abandona su novia, familia y casa para irse al yermo con su criado Pantoja. Este se queda algo atrás para avisar a la desposada la resolución del galán. Al mismo tiempo, Alejandro, caballero, enamorado de María, sobrina de Abrahán, la requiere de amores para que sea su mujer; pero ella remite a su tío la resolución del asunto.

A todo esto salen ya en busca del fugitivo su esposa, otro hermano de Abrahán. llamado Artemio, María y el mismo Alejandro, Le hallan ya en su nueva vida y duro a las persuasiones de su hermano. (Lucrecia no se halla presente, pues se había extraviado en el camino: rasgo de habilidad del poeta, pues hubiera sido un trance difícil el que se hubiesen visto los desposados). Abrahán, no sólo persiste en su resolución, sino que niega a Alejandro la mano de su sobrina, y persuade a ésta a que se haga también anacoreta.

En el segundo acto ya está el Demonio en campaña, que se presenta a Abrahán en figura de caballero, y después de contarle de una manera alegórica su vida, le dice, para provocar los celos de Abrahán, que anda en busca de una dama, cuyas señas son las de Lucrecia, a la cual ama con exceso. Da gritos Lucrecia, perseguida en lo alto de la montaña por una fiera y baja rodando despeñada y lleno de sangre el rostro a los pies de Abrahán y queda desmayada. Quiere Abrahán ir a buscar agua; pero se le anticipa el Demonio y deja solos a los esposos; y Abrahán, venciendo la tentación, se va, después de reconocido, y Lucrecia, no pudiendo hacer otra cosa, también se retira. Más feliz que en esta tentativa fue el Demonio en otra cerca de María. Estando sola en su cabaña entra Alejandro por una ventana y consigue seducirla; pero apenas triunfa de su virtud huye por la misma ventana por la que había entrado, dejando al Demonio (que de cuando en cuando se presenta en escena) muy contento. En cambio la burlada joven prorrumpe en dolorosas exclamaciones, tras de las cuales acuerda fugarse en pos de su burlador Vireno. Llegan Abrahán y Pantoja, y al enterarse de la ausencia de su sobrina se prepara el ermitaño a ir en su busca, y se acaba la jornada segunda.

Alejandro, arrepentido de su mala conducta, pero sin deseos de enmendarla, se halla triste y displicente con sus amigos, que le invitan a ver una moza del mesón allí cercano, como un prodigio de hermosura. Salen ésta y su patrón dándole buenos consejos para el provecho de él, a los que responde bien María, como amiga del dinero. Mardonio, conocido del mesonero, le presenta a Alejandro, que desea un aposento en su casa. Alejandro conoce a María y sus remordimientos toman más cuerpo. También María le reconoce, pero se calla. Renace el amor en Alejandro e intenta persuadir a María a que corresponda a sus deseos; pero ésta, fingiendo no conocerle, le rechaza de la manera más enérgica. Él insiste y entonces ella se declara y le dirige grandes quejas y ultrajes y aun quiere atravesarle con la espada del galán, pero luego la arroja y se va. Esta escena es la más importante del drama, por lo movida y por lo valientemente que se expresa la ofendida dama, aunque a veces con demasiada claridad.

   Por tu causa he venido
a ser mujer perdida:
buena fuí recogida;
pero ya soy tan mala,
que Táez no me iguala,
y soy tan gran ramera
que me rindo a dar gustos a cualquiera.


Sale Pantoja, que averigua el paradero de María; y después de una grotesca riña con el mesonero se va a llevarle a su amo noticia de lo que ha averiguado. Aquí intercala el autor otro episodio. Lucrecia, desdeñada por su esposo, se quedó en la montaña haciendo vida penitente. Allí encuentra a un su antiguo pretendiente, Leonato, que renueva sus deseos de ser su marido; pero ella le contesta que mientras viva su esposo no puede serlo de otro y se va monte arriba.

Aparecen Abrahán y su criado, que se proponen apartar a la joven de su mala vida, y entre tanto Alejandro cuenta a su amigo Mardonio la causa del aborrecimiento que le profesa la Mesonera. Abrahán se resuelve a pedir hospedaje, que el mesonero le concede gustoso, y a las pocas palabras ya el viejo galán le dice, después de haberle el mesonero alabado la hermosura de su criada:

ABRAHÁN.
Si no os causa disgusto,
por decirme que tiene muy buen gusto,
esta noche quisiera
que fuera, si gustáis, mi compañera.
Mi intento tenga efeto,
que no formaréis quejas, os prometo.
Tomad estos doblones
y buscad que cenar.


El mesonero, que no deseaba otra cosa, le contesta:

ALVAREZ.
      A los varones
de vuestra traza y modo
a servir con cuidado me acomodo.
Yo hablaré a la moza,
que mil donaires en su aliento goza,
y sin darme disgusto
haré que acuda a daros ese gusto.


En efecto, después de pedir luces, que la muchacha tenía ya prevenidas, le dice:

ALVAREZ.
María, aqueste hidalgo
quiere verte esta noche.


MARÍA.
Si yo valgo
para hacerle su gusto,
desde luego a su gusto yo me ajusto.


Después de ausentarse Álvarez, quedan solos María y Abrahán. María con la vela en la mano, que pone sobre un bufete, «corre una cortina, adonde estará una cama muy bien aderezada», y dice:

MARÍA.
¿No ha de cenar su merced?


ABRAHÁN.
Ya para cenar es tarde;
demás que no hay para mí
mejor cena que gozarte;
porque mirando tus ojos
y lo airoso de tu talle,
es tanto lo que te adoro
que el gusto se satisface.


Engañada la joven por estos crudos requiebros, sale un momento a decirle a su amo:

MARÍA.
Que su merced no se canse
en aderezar la cena;
que no quiere más faisanes
que gozar de mi belleza.


A lo que, muy complacido, contesta desde dentro

ALVAREZ.
Háganme de aquesos males
los huéspedes que vinieren
cuando yo quiero sentarme
a comer.


Abrahán le manda cerrar la puerta y ella, obedeciendo, dice y sigue el diálogo:

MARÍA.
Ya está cerrada con llave.


ABRAHÁN.
Está bien.


MARÍA.
Agora puede
en esa silla sentarse.


ABRAHÁN.
¿Por qué dices que me siente?


MARÍA.
Porque quiero descalzarle
para que nos acostemos.


ABRAHÁN.
Aún es temprano, bastante;
tiempo nos queda, María.


Entonces ella le pide permiso para apartarle los cabellos del rostro, que Abrahán había dejado caer para no ser conocido. Lo hace y al ver su tío, cae de rodillas, llena de tanto asombro como pesar y vergüenza. Él le endereza el discurso consiguiente; la enternece y se dispone a seguirle, diciendo:

que quiero desde hoy me llamen
la Mesonera del cielo,
que es el mejor hospedaje.


Sale Alejandro persiguiendo con la espada desnuda al mesonero, que, como es natural, no puede decirle adonde se ha ido su pupila, aunque pronto adivina el galán que será obra del tío de la joven. También aparece el Demonio lleno de rabia y furor, como él dice, por haber perdido su trabajo, si bien se propone continuar su tarea cerca de la pecadora, que se nos presenta como en el primer acto, y en una linda relación nos entera de su arrepentimiento y propósitos. El Demonio procura tentarla de nuevo ponderándole la pena de Alejandro y su deseo de buscarla. Pero María le despide y se retira a su cueva.

Salen luego Leonato, seguido de Lucrecia, el primero con la espada desnuda para matar al santo ermitaño, creyendo de este modo poder casarse con Lucrecia, aunque ésta le dice que no lo logrará de ningún modo. En tanto el padre Abrahán muestra alguna inquietud sobre lo que habrá sido de su sobrina, a tiempo que una música celeste le participa la muerte de la joven y, en efecto, «córrese una cortina, adonde en una cueva, al pie de una cruz, estará María, vestida con saco, como muerta y a su lado un ángel que le pone una corona». Ya daba el ermitaño gracias a Dios por la salvación de su sobrina, cuando aparece Pantoja, muy asustado, avisándole que llenos de furia y con la espada desnuda llegan para matarle Alejandro y el mesonero Álvarez, si no les entrega a María. El solitario se la muestra y ambos caen de rodillas pidiéndole perdón, que les concede. Llega, al fin, Leonato, seguido de Lucrecia, y el Santo, enterado de sus propósitos, le dice a Leonato que haga cuenta de que ya está muerto y le manda a Lucrecia que le dé la mano; pero ésta se niega, afirmando que ya no saldrá de aquellos montes. Leonato se vuelve a Tebas; pero Alejandro pide a Abrahán licencia para quedarse a su lado y hacer su propia vida. Acuerdan, en fin, dar sepultura al cuerpo de María, y termina la comedia.

El asunto de este drama está sacado de las llamadas Actas de San Ephrem, escritas en griego y en latín, que han llegado a nosotros por San Efrén, diácono de Edesa, que vivía en el siglo IV. En las Acta sanctorum, se pone esta vida de Abraham en 16 marzo.

En las primeras formas de esta leyenda los personajes no viven en Egipto, sino unas veces en una soledad cercana de Lampsaco, a orillas de Helesponto, y otras en la ciudad de Assos, que sólo dista de Lampsaco dos jornadas.

Este asunto fue dramáticamente tratado por la célebre monja sajona de Gandersheim, Roswitha, en el siglo X, o el que haya tomado su nombre, si la colección no fuese auténtica, y por cierto con mucho arte y poesía.

No hay episodios en la obra de Roswitha; el asunto está tratado en toda su sencillez. Intervienen Abraham, Efrem, María, sobrina de Abraham, un amigo de Abraham y un mesonero.

El que seduce a María, a los veintiséis años de edad, después que llevaba veinte de vida retirada, fue un fraile o monje que la hacía frecuentes visitas y la indujo a escaparse con él saliendo por la ventana. Dos años empleó un amigo de Abraham en buscar y hallar la oveja perdida, que estaba en un mal lugar.

Algunas circunstancias comunes a esta obra y a la de Mira, pero que no se hallan en la relación de Rivadeneira, hacen, prueba de que Mira acudió, además, a las fuentes más antiguas. Así, por ejemplo, en la escena VII, dice María a Abraham:

«Ved aquí una habitación bien dispuesta para nosotros; la cama no tiene malas ropas. Sentaos; os quitaré el calzado». El santo se despoja de su sombrero y se da a conocer. María, aterrada, cae de rodillas y le ofrece obedecerle cuando Abraham le indica su voluntad de que vuelva al desierto para hacer penitencia. Con el regreso y principio de los actos de virtud de la joven, que Abraham cuenta a su amigo Efrén termina la pieza.

La obra de Mira de Amescua se reimprimió muchas veces suelta, desde los primeros años del siglo XVIII. Pero viendo los editores que era uno mismo el asunto de las comedias de Mira y de Zabaleta y que en realidad eran dos los protagonistas, fundieron en un solo título los de las dos obras, pero dejando fuera el texto de Zabaleta, que en verdad es muy inferior al de Mira y conservaron sólo éste último, lo cual andando el tiempo dio margen a la confusión y error en que cayeron los bibliógrafos, excepto Salvá, quien en dos lugares de su Catálogo (I, 598 y 624) rectifica el error de Barrera. Véanse las ediciones que conozco:

Comedia famosa. El Hermitaño galán y Mesonera del cielo. Del Doct. (sic) Mira de Mesqua. Sin lugar ni año (principios del siglo XVIII); 40 págs. numeradas.

N. 84. El Hermitaño galán y mesonera del cielo, comedia famosa del doctor Mira de Mesqua. Sevilla, Imprenta Real, Casa del Correo Viejo, sin año (hacia 1720); 32 págs. numeradas.

N. 6. El Ermitaño galán y mesonera del cielo. Salamanca. Imprenta de Francisco García Onorato; sin año; 20 hojas sin foliar.

El Ermitaño galán y mesonera del cielo. Madrid, Antonio Sanz, 1732.

El Ermitaño galán y mesonera del cielo. Valencia, Viuda de Orga, 1768; 40 págs.

El Ermitaño galán y mesonera del cielo. Barcelona, Suriá y Burgada; sin año (hacia 1770). Núm. 256; 28 hojas.

Esta leyenda de Abraham y María es exactamente igual a la también antiquísima del ermitaño Pafnucio y la cortesana Thais, a la cual apartó de su mala vida el Santo yendo a verla como uno de sus apasionados. Dio origen a otra comedia de la célebre monja sajona y en España a otras comedias de don Francisco de Rojas Zorrilla y don Fernando de Zárate. Es muy semejante a la de Santa María Egipciaca (La gitana de Menfis), de Montalbán; a la de Santa Pelagia, de Zárate, y bastante afín de las del grupo de Santa Teodora; La Magdalena de Nápoles, de Rojas; Quien no cae no se levanta, de Tirso, etc. Un estudio comparativo de todas estas leyendas piadosas, en relación con el teatro español, sería trabajo curioso.




XXXIII

Nardo Antonio, bandolero


Esta comedia, aunque impresa suelta a nombre de Lope de Vega, a mediados del siglo XVII, no creemos que le pertenezca, por las razones que largamente expusimos al reimprimirla en el tomo VIII de la nueva serie de Obras de Lope, que publica la Academia Española (Madrid, 1930); págs. v y siguientes del prólogo de dicho tomo.

Allí advertimos también que esta comedia aparecía citada, en la lista de muchas que poseía, en 1628, el autor o jefe de compañía Jerónimo de Almella como caudal o repertorio suyo propio, pero que la atribuía, no a Lope, sino al doctor Mira de Amescua, en época, como vemos, y por quien bien sabido tendría quién fuese el autor de ella.

Pero, de todos modos, la obra tiene en conjunto tan poco valor, que poco más da que sea de uno o de otro.

Nardo o Leonardo Antonio es un mancebo que, despechado porque un noble napolitano le niega la mano de su hija, la roba, cometiendo para ello varias muertes, entre ellas la del propio padre de la dama, y se lanza al campo para hacer vida forajida. Únensele multitud de amigos y otros bandidos y ocupan las montañas del Abruzo, donde dominan por el terror, llamándose Nardo Antonio, «rey de la campaña».

En todas estas andanzas le acompaña su amante la robada de Nápoles, también de nombre Leonarda y que demuestra instintos más crueles y sanguinarios que Nardo, llegando al extremo de beber de la sangre de un su enamorado y prometido (asesinado por el bandolero), sin más motivo para aquel odio que el haber sido causa inocente de la muerte de su padre, ejecutada por su amante o por sus amigos, cuando el rapto.

En fin, denunciado por un amigo suyo de Nápoles, cae Nardo en poder de los soldados del virrey, Conde de Miranda, y es ajusticiado. A Leonarda se la encierra en un convento.

La comedia, en la impresión suelta, único texto que ha llegado a nosotros, dice:

Nardo Antonio vandolero | Comedia | famosa, | de Lope de Vega Carpio, | Representola Prado. Sin lugar ni año; consta de 20 hojas en cuarto.




XXXIV

No hay burlas con las mujeres o casarse y vengarse


Hállase esta curiosa comedia en la Qvinta parte de Comedias escogidas... Madrid, Pablo de Val, 1653: la undécima del tomo, con el siguiente encabezado o título:

La gran comedia | No ay bvrlas con | las mvgeres, o casarse | y vengarse. | Del Doctor Mira de Mescva. | Personas:

Don Iacinto.D. García.Lucía, criada.
Don Diego. Arminda, dama.Don Pedro, viejo.
Don Lope.Laura, dama.Moscón, lacayo.

Empieza:

D. LOPE.
Ni a mi amor ni a mi lealtad
debes tan cauto retiro,
cuando en tu semblante miro
indicios de novedad.


Acaba:

ARM.
Y que en tan nueva invención
de caso tan encubierto
halle aplausos el acierto
y el desacierto perdón.


A cierta dama llamada Arminda, amada durante varios años por don Lope, sorprende su hermano don Jacinto leyendo una carta de un don García que la perseguía con sus amores no aceptados. El hermano, furioso, la amenaza, y a pesar de las verídicas explicaciones que ella le da, se propone indagar por su cuenta la verdad. Antes había dicho al mismo don Lope que tenía sospechas de la conducta del tal don García, que rondaba su casa, y don Lope cree que le engaña Arminda y se propone ausentarse de Madrid, cuando recibe una carta de la propia dama diciéndole que su hermano sospecha de ambos y le propone que la robe y lleve a Segovia, tierra del galán.

Salen, en efecto, hasta la Casa del Campo, donde se habían de juntar; pero don Lope, a quien su amigo don Jacinto había contado lo de la carta y Arminda le daba otra causa del furor de su hermano, cree que le engaña y en lugar de sacarla la abandona allí, dándole un bofetón. Al ruido de las palabras de ambos, acude don García, que para batirse con don Jacinto, que le había desafiado, se hallaba esperándole en el mismo lugar; conoce a Arminda, y enterado del caso se ofrece a ampararla. Pero llega don Jacinto y ella se tapa; y como no admite disculpas para suspender el duelo, hiere gravemente a don García y ampara, a su vez, a su hermana, sin conocerla, y la lleva a su propia casa. A todo esto habían llegado de Zaragoza, con un don Pedro, su hija Laura y el novio de ésta, don Diego, primo de don Jacinto, que vienen a casarse. Sale a recibirlos y encarga a su criada Lucía que avise a Arminda que salga también a saludar y recibir a su prima Laura. Esto favorece la solución del peligro de Arminda. Así acaba el acto primero.

El segundo empieza quejándose don Diego a su primo de la displicencia de su novia, que, en efecto, viene forzada, pues a quien ama es al mismo don Jacinto, a quien vio y habló dos veces, tapada, en Zaragoza. A su vista y la de Arminda recobra Laura su alegría y charla con malicia con don Jacinto. Aquí ya la acción se duplica y medio olvidamos a Arminda para interesarnos por Laura.

Don Lope, sin embargo, no se había ausentado; y arrepentido de su brutalidad, rondaba la casa y encuentra con su criado Moscón, que tenía cita nocturna con Lucía, y le cuenta el disgusto de Arminda y ofrece hablarla al día siguiente. Don Lope se retira. Sale Laura, que se declara con don Jacinto, el cual al principio creyó hablar (pues estaban a oscuras en una sala de su casa) con la tapada que halló con don García cuando el duelo y había traído a su casa. Entre paréntesis diremos que Mira es a veces amigo de largas relaciones para lo que puede decirse en dos palabras: por eso en sus dramas hay poca acción y mucha parola.

Laura le cuenta largamente su insignificante historia de Zaragoza y cómo se había enamorado de él. Sale don Diego; oye hablar a Laura con un hombre; da voces diciendo: «¡Ladrones!», y llama a don Jacinto, que habiéndose fugado por una puerta secreta, vuelve con luz y espada. Don Diego registra la casa, no satisfecho de la explicación de Laura, que dice haberse quedado dormida en la sala, y topa con Moscón y Lucía, que con aguda presteza se tapa y finge que es la dama traída de la Casa del Campo que con ayuda de Moscón quería salirse para su casa sin que nadie la viera. Moscón por su parte dice que habiéndose marchado don Lope sin él, quería colocarse con don Jacinto y hasta hablarle el día próximo se había quedado a dormir en la escalera, cuando la tapada vino a pedirle que le ayudase a huir. Don Jacinto halla verosímil todo esto y entrega la tapada Lucía a su hermana hasta el día siguiente, que ofrece llevarla donde diga sin verle la cara. Don Diego, con todo, queda sospechoso, porque está seguro de que oyó hablar a Laura. Con este enredo, digno de don Pedro Calderón, se acaba el acto segundo.

El tercero empieza con una escena de celos que pide Laura a don Jacinto sobre la tapada, que al fin dicen que se fugó de madrugada. Don Jacinto la aplaca fácilmente y se separan, conviniendo volverse a ver para desbaratar la boda de la dama. Aparece don Lope cuando Arminda está con Lucía y Moscón hablando de él y Arminda se aleja sin querer oírle y llamándole mal caballero y ofreciendo vengarse. Don Lope, aconsejado por los criados, se va en espera de que la dama se temple.

Escena de don Pedro que aprieta porque se haga la boda con su futuro yerno, el cual quiere primero averiguar sus sospechas y parece que se va enfriando y agradando de la hermosura de su prima Arminda, a la cual enamora a continuación; ella le resiste y aconseja que siga con Laura.

Hallándose Laura una noche en el jardín de la casa esperando a don Jacinto, entra don Lope, que tenía llave que le diera Arminda, y creyendo hablar con ésta, le renueva sus humildes protestas de amor y arrepentimiento. Al mismo tiempo se asoman a una ventana don Pedro y don Diego y ven a Laura hablando con un hombre. Don Diego recoge su palabra y don Pedro dice que va matar a su hija. Y mientras ésta despide a don Lope, aparece don Jacinto, que vio al galán, y sin preguntar quién fuese empieza por insultar a la pobre Laura, con unos celos tan groseros como infundados. Don Lope se entra en la casa en busca de Arminda en el momento en que don Pedro y don Diego entran en el jardín para matar al galán que estaba con Laura, que ya es otro, es decir, don Jacinto, el cual se defiende de los dos con tanto brío que don Pedro suspende el ataque y le ofrece su hija por mujer. Esta declara que el galán es don Jacinto; pero éste, aunque se descubre, dice que no quiere casarse con Laura. En el intermedio, dentro de la casa se había oído un ruido como el disparo de una pistola y sale Arminda, que para explicar todo lo pasado emprende una larga relación a su hermano para contarle la ofensa de don Lope y cómo al ver a éste en su cuarto, encendida en furor, cogió la pistola que su hermano había dejado olvidada allí el día antes y la disparó, dando muerte instantánea a su antiguo amante. Don Jacinto ofrece sacar de secreto el cadáver de su amigo; pero antes quiere que don Diego se case con la matadora y él, ya desengañado, ofrece su mano a Laura, y todos contentos, como si nada hubiera pasado. La dureza de Arminda es notable, pues dice:

   Yo siempre estaré contenta,
pues ha parado mi afrenta
en tan venturoso empleo.


Aun dentro de las ideas de la época, este desenlace es brutal e impropio de una dama fina como era Arminda. Que don Lope no podía quedar sin castigo es evidente; pero si al autor no le bastaba por castigo el que perdiese la mano de Arminda, otros medios había más decorosos. Mejor hubiera sido que sorprendido por don Diego, que ya ningún papel hacía en el jardín habiendo renunciado a Laura, tomase a su cargo la nueva ofensa de don Lope, penetrando por fuerza en el gabinete de Arminda, le sacase al campo y en buena lid le diese muerte. ¿Cómo no se le ocurrió a Mira este más natural desenlace? ¿Quedó mejor vengada Arminda cometiendo un homicidio y más honrada a los ojos de su nuevo amante y luego marido? Este carácter de mujer cruel y vengativa recuerda mucho el de Leonarda en la comedia anterior.

La comedia es posterior a marzo de 1621, pues cita a Felipe IV como rey efectivo.




XXXV

No hay dicha ni desdicha hasta la muerte


Esta comedia, conocida por haber sido de las que don Ramón de Mesonero Romanos incluyó entre las de Mira publicadas en la Biblioteca de Autores españoles, fue impresa primero en la Parte qvarenta y cinco de las Comedias nuevas escogidas; Madrid, Buendía, 1679, con este título:

Comedia famosa | No hay dicha hasta la muerte. | De vn Ingenio Desta Corte: la cuarta del tomo.

Para cambiarle el título le habrá bastado a Mesonero el último verso de la comedia, que dice: «No hay dicha ni desdicha hasta la muerte», y para darle autor, la impresión suelta, que la ha servido de original para su texto y que dice así:

N. 228. Comedia famosa. | No ay dicha, | ni desdicha | hasta la muerte. | Del Doctor Mira de Mescua. Al final dice: «En Madrid, en la Imprenta de Antonio Sanz, en la Plazuela de la calle de la Paz. Año de 1748». 16 hojas en cuarto sin foliar.

En el Catálogo de Durán, página 88, se menciona otra edición sin lugar ni año que debe de ser anterior a esta de Madrid.

Pero muy anterior y superior a estos textos hay el autógrafo de esta comedia, existente en la Biblioteca Nacional, que describiré con algún pormenor, puesto que hasta el presente no se ha hecho.

El manuscrito tiene la signatura R-76.

En la cubierta, de pergamino, dice: «No ai dicha ni desdicha hasta la muerte». De otra letra moderna: «De Mira de Amescua». Quedan rastros de otro letrero en que se lee la palabra «muerte».

En la primera plana, de letra al parecer de Mira: «No Ay Dicha Ni Desdicha hasta la Muerte. Acto P.º Hablan:

Don Diego Porcellos: Arias. Sobrepuesto otro reparto (marcos).

Don Vela - Gines - (Salas).

Rey Don Ordoño. Sánchez (Aviles).

Don García    Real    (Valdés)

Dos soldados.

Carrasco    Bernardino

Mongana   Rodenas

Violante S.ª Autora.

Leonor S.ª inés».

Empieza, de letra de Mira:

VEL.
Pienso que al arma han tocado


POR.
Las huestes de don García
traen armas noche y día.


VEL.
Querrán tener desvelado
el real de don Ordoño.


La segunda jornada ya lleva otro reparto:

«Ordoño. Sánchez.

Don Diego. P. Cintor.

Don Vela. Real.

Violante - S.ª Autora.

Leonor, dama. S.ª M.ª Calderón112.

Brianda, esclava. S.ª María de Jesús.

Mongana. Ródenas».

Desde el vuelto de la hoja 6 de la segunda jornada ya no es autógrafo sino de letra de escribiente, 5 hojas. Vuelve luego la letra de Mira y acaba el acto.

La tercera jornada tiene también algunas hojas que no son de mano de Mira. Al final del vuelto de la hoja 54, dice: «en M.d a 20 de julio de 1628. Para Andrés de la Vega. El D.or Mira de Amescua».

Al comienzo de la hoja siguiente: «Véala P.º de Vargas Machuca, en 30 de febrero de 1629». - «Ningún inconveniente tiene. Seguramente se puede representar. Madrid, 17 de abril 1629. Pedro de Vargas Machuca». (Rúbrica). - «Vista (Rúbrica) registrada en Gran.da represéntese f.o 8 de 1630». (Rúbrica). Después sigue una hoja autógrafa con algunos versos, quizá para intercalar.

VELA.
Ya vuestros brazos espero.


POR.
Desa amorosa razón
ha saltado el corazón
a recibillos primero.


Siguen otros 53; los últimos dicen:

POR.
Carrasco de mi (sic)
el dividirnos no fuera
pues con razón eligiera
lo que es más seguro yo.


Y así acaba todo.

El asunto de esta comedia es interesante, pero no está bien dirigido. La segunda jornada debe de estar incompleta, pues es mucho más corta que la tercera; quizá falten episodios o antecedentes que den más verosimilitud a las sospechas del Rey. Aunque los personajes son históricos, no hay historia; es una comedia que acaba en tragedia.