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1977

Cossa, Monti y Pavlovsky siguen convocando con sus estrenos, los tres son espectáculos singulares: «La nona» de Roberto Cossa es un especie de grotesco metafórico sobre lo que deglute al país en ese momento, «Visita» de Ricardo Monti es una metáfora brillante sobre el «Dios, patria y familia» de esos días oscuros y «Telarañas» de Eduardo Pavlovsky una radiografía tremebunda sobre la familia. Es decir, nuestros mejores autores de esos años se atreven a decir lo que no se dice en ningún medio de comunicación de entonces.

Y también en ese año, aparecen dos nuevos autores: una es mujer y el otro, humorista. «Extraño juguete» de Susana Torres Molina e «Inodoro Pereira» de Roberto Fontanarrosa que se estrena en Rosario con la dirección de Norberto Campos.




1978

En este momento histórico tan particular para los argentinos las distintas generaciones autorales del teatro nacional parecen no querer detenerse pese a todo y Carlos Gorostiza lo demuestra con «Los hermanos queridos».

Y en ese mismo año, en Tucumán se conoce «El guiso caliente» de Óscar Quiroga y en Rosario, «Bienvenido León de Francia» de Néstor Zapata y Chiqui González.

Por el país sigue yendo y viniendo «El loro calabrés» interpretado por Pepe Soriano y escrito en colaboración con Juan Carlos Gené y Eugenio Griffero.




1979

Un texto polémico e inquietante se conoce en este año, «Miembro de Jurado» de Roberto Perinelli. Y un texto de gran popularidad: «Convivencia» de Óscar Viale.

Asimismo, Bernardo Carey se destaca con «Cosméticos» y Julio Tahier con su festivo «Gotán». «Los Volatineros» y Francisco Javier crean otro espectáculo inolvidable alrededor del humor de Roberto Fontanarrosa y lo titulan «Hola, Fontanarrosa».




1980

Es el año de dos textos emblemáticos de los últimos tiempos: «El viejo criado» de Roberto Cossa y «Marathon» de Ricardo Monti. Son dos maneras de hablar del país con suma conmoción.

En la Ciudad de Rosario, Chiqui González y un grupo de jóvenes actores llevan a escena una creación que conmueve al público adolescente: «Cómo te explico».

Monólogo del animador de «Marathon»

¿Y? ¿Cerramos o no la puerta? ¡Último aviso! ¡Que nadie se quede en la vereda! Vean esta gente, por favor. Comprueben ustedes mismos los estragos del combate. Exhaustos, doloridos. ¿Cuánto hace que están bailando? Diez días, quince, veinte, ya perdieron la cuenta. ¡Adelante, damas y caballeros, que ésta puede ser la noche definitiva! ¡La noche del triunfo!  (Simula escuchar una pregunta.)  ¿El premio? Lamento no poder satisfacer tan legítima curiosidad, porque en esta maratón, señores, el premio es una sorpresa. ¡Sí, damas y caballeros, esta gente no sabe por qué baila! ¡Es la fe lo que los mueve! ¡La fe los hace bailar! Ciegos se dirigen hacia el final, hacia la exaltación o la derrota. Señores ¿quién entiende a los hombres? Yo no me atrevo. Están ahí, se agitan, se mueven, mueren... Se destrozan ferozmente. Y renacen, renacen, como insectos fugaces. Y sin embargo ellos, luchando a muerte con la indiferencia y con la nada, construyen sus frágiles obras, disponiéndose para la eternidad. Señores, si no fuera ridículo, sería una tragedia».



Escena final de «El viejo criado»

ALSINA.-  Me acordé de una anécdota muy graciosa. Pero por ahí te la conté.

BALMACEDA.-  ¿Cuál?

ALSINA.-  De Charles de Soussens y Maturana.

BALMACEDA.-  No me acuerdo.

ALSINA.-  ¿Seguro que no te la conté?

BALMACEDA-  Seguro. Dale; contala.

ALSINA.-  Resulta que tenían hambre y Soussens no va y le dice: «¿No te parece mucho salame?»

BALMACEDA -   (Neutro.)  ¡Qué bárbaro! «¿No te parece mucho salame?» Cómo me hace reír.

 

(El sonido de las sirenas crece. ALSINA toma las barajas. BALMACEDA mira hacia la calle.)

 

BALMACEDA.-  No creo que pueda tomar el ómnibus.

ALSINA.-  ¿Por qué?

BALMACEDA.-  Empezó a nevar otra vez.   (BALMACEDA cuelga la gorra en el perchero y se va a sentar frente a ALSINA. Este reparte las barajas.) 

ALSINA.-  ¡Qué hermoso! ¡Cómo me gusta Buenos Aires cuando nieva!

 

(Las luces van decreciendo lentamente. Las sirenas inundan toda la escena. El juego de truco recomienza.)

 

NOTA: Vale aclarar que la anécdota que cuenta Alsina, ya ha sido contada varias veces; que el partido de truco que juegan es intemporal y que en Buenos Aires sólo nevó una vez y hace cien años.



Pero este año también servirá para que se dé a conocer un autor que viene del Taller de Dramaturgia de Ricardo Monti y que, en poco tiempo, se transformará en uno de los protagonistas de las últimas décadas: Mauricio Kartún con «Chau, Misterix».




1981 a 1983

Es el tiempo de Teatro Abierto, los años de una reunión generosa y contestataria, la unión de autores y directores y actores y técnicos para que el teatro argentino se muestre vivo. Allí están todos o casi todos. Y este hecho dará la vuelta al mundo. No es casual, entonces, que obras breves de autores contemporáneos reproduzcan todas las etapas del teatro nuestro. Las distintas corrientes estéticas parecen encontrarse en este fenómeno inolvidable. El país todo, y aunque sea por las páginas policiales, sabrá de la existencia de un movimiento teatral que se descubre independiente en el más amplio sentido.

Nos atrevemos a recordar de esa suma inmensa de obras breves: «Decir sí» de Griselda Gámbaro, «Gris de ausencia» de Roberto Cossa, «La cortina de abalorios» de Ricardo Monti, «El acompañamiento» de Carlos Gorostiza, «El nuevo mundo» de Carlos Somigliana, «La casita de mis viejos» de Mauricio Kartún, «Concierto de aniversario» de Eduardo Rovner, «De víctimas y victimarios» de Aarón Kartz, «Cumbia, morena, cumbia» de Mauricio Kartún, «El tío loco» de Roberto Cossa, «Príncipe azul» de Eugenio Griffero y «Caballero de Indias» de Germán Rozenmacher.




1982

Griselda Gambaro y Roberto Cossa siguen siendo los autores preferidos de crítica y público y en este año, dan a conocer dos textos esenciales en la producción de cada uno: «La malasangre» es el estreno de Griselda y «Ya nadie recuerda a Frederic Chopin» el de Tito. Las dos corrientes se tocan en un punto: los dos están hablando del país y los dos están hablando de dos figuras políticas muy polémicas: Rosas y Perón.

«Ya nadie recuerda a Frederic Chopin»

(En este pasaje, los personajes, representantes de una clase ilustrada y extraviada para la óptica del autor, viven un equívoco histórico por ser 17 de Octubre, día del nacimiento del movimiento peronista y de la muerte de Frederic Chopin.)

MADRE.-   (Desde la pérgola.)  ¡Miren, chicas, cuánta gente va hacia la plazoleta! ¡Es impresionante! Hoy le haremos un gran homenaje a Frederic Chopin

ZULE.-    (Acercándose a su madre.)  ¡Cuánta gente, mamá! ¡Son miles! Y no son gente de Villa del Parque.

MADRE.-  Deben ser delegaciones extranjeras. ¿Escuchás cómo gritan?  (Saluda a la supuesta multitud y sigue el ritmo con la mano.)  «Chopin... Chopin»... ¡Ay ojalá venga Witold Malcuzinsky! ¡Tocá la Polonesa, Zule!

 

(ZULE va hacia el piano y toca la Polonesa «Heroica». La MADRE, desde la pérgola, exaltada, agita los brazos hacia la multitud. El PADRE ingresa alarmado.)

 

PADRE.-  ¡Cierren las ventanas! ¡Son las hordas fascistas!



Otro de los novelistas más destacados de esos años, Manuel Puig, se atreve con el texto dramático y da a conocer desde Brasil «Bajo un manto de estrellas».




1983

Eduardo Pavlovsky sigue hablando de aquellos años de plomo y estrena «El Señor Laforgue». Jorge Goldenberg, reconocido guionista cinematográfico y dramaturgo ligado al Equipo Teatro Payró, es premiado por un texto que cuenta la historia (Entre la realidad y la ficción, entre el pasado y el presente y entre la primera y tercera persona) de un personaje marginal de la colectividad judía en la Argentina: «Krinsky».

Pasaje final de «Krinsky»

 

(LUBA vuelve a su tarea, KRINSKY recoge humildemente su galletita y la mordisquea abstraído, de pronto levanta la cabeza como prestando atención a un presunto sonido.)

 

LUBA.-  ¿Qué pasa?

KRINSKY.-  Shhh....

 

(Hay una pausa. LUBA trata infructuosamente de registrar el sonido al que KRINSKY presta atención.)

 

KRINSKY.-  ¿No oye?

LUBA.-  No.

 

(Cambia el juego: LUBA empieza a hablar de sí misma en tercera persona, como si la actriz relatara la historia. Casi de inmediato, KRINSKY hace lo mismo.)

 

LUBA.-    (Al público.)  pero Luba mentía; en recuerdo de Krinsky, les ruego que traten de creer que Luba mentía, que en realidad escuchaba claramente el relincho de la yegua alazana desde la estepa...

 

(KRINSKY habla mientras se va despojando de sus andrajosas ropas y quitando el maquillaje para dejar al descubierto a un hombre joven y esbelto.)

 

KRINSKY.-    (Al público.)  Y fue entonces que Krinsky, el legendario Krinsky, se despojó de su miserable aspecto, sonrió sabiamente, se acercó al silencio...

LUBA.-  Y amó a la mujer.

KRINSKY.-  Y la mujer le amó como nadie había amado nunca.

LUBA.-  Sólo entonces estuvo pronto para partir, montó de un salto, lanzó un grito de victoria y se alejó al galope.

KRINSKY.-  Los cascos de su yegua alazana aún resuenan en la estepa.

LUBA.-  Escuchen... escuchen...



Prólogo del autor de «El señor Laforgue» en la publicación de su obra completa al cuidado del crítico Jorge Dubatti

Conocí en Madrid a un poeta haitiano que me contó los horrores de su patria y de la bárbara represión de Duvalier.

Más tarde me llegó el libro titulado «Papá Doc y los Tontons Macoutes» de Bernard Diederich y Al Buró con un magnífico prólogo de Graham Greene.

Tanto el poeta haitiano como el libro me produjeron una profunda impresión.

De esa honda impresión surge esta obra de teatro. Es mi respuesta estética.

Esta obra trata sobre la represión de «Papá Doc» en Haití durante el lapso que media entre los años 1958-1959.

Agradezco al Licenciado Shasha Altaraz su asesoramiento sobre la historia de Haití.






1984

Muere en París Julio Cortázar, dejando una de las obras literarias más significativas de la literatura nacional, y entre tantos buenos cuentos y novelas, algunas piezas teatrales. Uno de esos textos para el teatro se denomina «Nada a Pehuajó» y allí Cortázar juega con un absurdo muy sutil.

Pasaje de «Nada a Pehuajó»

MAITRE.-  Es hora de cerrar, Usía.

JUEZ.-    (Sobresaltado.)  ¿Eh? ¿Qué? Ah, sí. La cuenta por favor.

MAITRE.-  Cuenta saldada, Usía.

JUEZ.-  ¿Cómo?

MAITRE.-  Saldada, digo.

JUEZ.-  No entiendo.  (Sobresaltado.)  ¿Por qué me mira así?

MAITRE.-  A la hora de las cuentas, es bueno mirarse en los ojos. Pero en realidad, yo no lo estoy mirando a usted. Más bien miro a través.

JUEZ.-  ¿A través?

MAITRE.-  Miro todo lo que es como usted. Miro mi vida.

JUEZ.-    (Inquieto.)  Su vida...  (Volviéndose hacia la puerta, angustiado.)  ¡Vassli Alejandróvich!

MAITRE.-  No hay nadie, Usía. Ya no hay nadie de este lado. Solamente usted.

JUEZ.-  ¿Solamente yo?  (Alza asombrado una mano, señalando al maitre.) 

MAITRE.-  Oh, yo... Yo no soy. En realidad no soy. Usted me ve, pero no me mira. Me ve a la fuerza, porque es una visión impuesta. No puede no verme, estoy ahí. Antes, en cambio, me miró muy bien, días y días.

JUEZ.-  ¿Antes?

MAITRE.-  Sí. En otro lugar... donde yo no era un maitre.

JUEZ.-    (Enderezándose poco a poco.)  En otro lugar... Sí... Antes... En otro lugar... Un hombre de estatura mediana.... Tiene un tatuaje en el brazo izquierdo, que representa...

MAITRE.-    (Corriendo la manga izquierda de la chaqueta.)  Un ancla y una serpiente.

JUEZ.-  ¿Pero cómo... cómo?  (Se tambalea, aferrado al borde de la mesa.)  ¡Es... es una pesadilla! ¡Estoy dormido... estoy soñando! ¡No... no! ¡Estoy dormido!

MAITRE.-  La gran solución, ¿verdad?

JUEZ.-    (Con un alarido.)  ¡Carlos Fleta!






1984, 1985, 1986, 1987

Los Festivales de Teatro Latinoamericano de Córdoba nos reencuentran con el teatro de nuestros vecinos latinoamericanos y nos dan a conocer un grupo valioso, La Cochera de Córdoba con dirección de Paco Jiménez y dos espectáculos atrevidos: «Delincuentes comunes» y «Choque de cráneos».

En Buenos Aires el público corre de una sala a otra para ver los nuevos estrenos de la euforia democrática: «Los compadritos» de Roberto Cossa, «Salsa criolla» de Enrique Pinti, «Potestad» de Eduardo Pavlovsky, «Krinsky» de Jorge Goldenberg, «Made in Lanús» de Nelly Fernández Tiscornia, «Puesta en claro» de Griselda Gambaro, «Vincent y los cuervos» de Pacho O'Donnell, «¡Moreira!» de Carlos Pais, Peñarol Méndez y Sergio De Cecco, «Tango varsoviano» de Alberto Félix Alberto, «Yepeto» de Roberto Cossa, «Pericones» de Mauricio Kartún, «Antígona furiosa» de Griselda Gambaro, «Pablo» de Eduardo Pavlovsky, «Cabaret Bijou» de Alfredo Zemma y una suma de espectáculos irreverentes que vienen del «off» con los nuevos colectivos teatrales: «Clú del Claun», «La Banda de la risa», «Los Macocos», «Las gambas al ajillo», y el príncipe de todos ellos: Batato Barea.

Lejos de los grandes centros teatrales, Hugo Sacoccia da a conocer un texto que será representado por muchos equipos del teatro de provincias y que recorrerá los centros educativos, «Modelo de madre para armar».

En el noroeste argentino hay dos jóvenes autores que llaman la atención con sus propuestas. Uno es Carlos Alsina, autor y director, quien da a conocer «Limpieza», una pieza que narra la persecución de los mendigos tucumanos por parte del Gobierno del General Bussi. Y el otro es Jorge Accame, quien comienza a trabajar junto al grupo teatral jujeño de Tito Guerra, para gestar dos trabajos muy aplaudidos en las Fiestas Nacionales: «Manta de plumas» y «Pajaritos en el balero».

En París muere Copi y los argentinos comenzamos a conocer y valorar algunas de sus obras: «Evita», «Cachafaz», «La mujer sentada» y «Una visita inoportuna».




1988

Con el estreno de «El partener», Mauricio Kartún se suma a ese grupo de autores reconocidos de los que siempre se espera algo más. Y con este texto, comienza a adentrarse en una poética de la marginación que nos devolverá personajes entrañables como Pachequito.

«El partener»

Mauricio Kartún

(Pasajes del diálogo entre el padre y el hijo.)

PACHECO.-  Así que nos volvemos a encontrar. La vida es una trenza gaucha con tientos que no paran de cruzarse.

NICO.-  Hace tres meses que lo busco. Me dijeron en Variedades que estaba acá en Campana.

PACHECO.-  ¿Y en Variedades sabían?

NICO.-  Llegó una denuncia del buffetero de una peña. Por ponerse en pedo y...

PACHECO.-  ¡Hable propiamente! ¿O no lo he educado yo a usted? ¡Ebriedad se llama la infracción! Así pone la ley.

NICO.-  Sí. Por ebriedad y por querer culearle a la mujer

PACHECO.-  ¡Loco celoso! Qué me iba a gustar esa vaca.

[...]

PACHECO.-  El dúo no va, Nico.

NICO.-  ¿Cómo no va? Soy su partener. ¿Qué hace un partener solo en la vida?

[...]

NICO.-  Me llega a tocar de nuevo; lo cago mordiendo.

PACHECO.-  No me des ese disgusto...

NICO.-  ¡A mí no me toque!

PACHECO.-  No me basuries, hermano.

NICO.-  ¡No soy su hermano! ¡Soy su hijo!

PACHECO.-  No te hagas odiar al cuete. ¡Soy blando pero de abajo, arriba no aguanto montura!

NICO.-  ¡No se haga el Cafrune, viejo forro!

[...]


Y este año será el reencuentro con Juan Carlos Gené, quien ha trabajado durante varios años en Caracas con el grupo «Actoral 80». Gené estrena una pieza que puede entenderse como autobiográfica: «Ulf».

Momento final de «Ulf»

Donde los viejos comediantes sueñan con el espectáculo perfecto y con el hijo que, a diferencia de Juan Moreira, «pudo saltar la pared».

 

(La luz comienza a decrecer poco a poco.)

 

JACINTO.-  Sean razonables, déjense penetrar por las sugerencias del Señor. Y otórguenos el tiempo de estrenar.

PALOMA.-  Es un espectáculo asombroso y genial. Yo a él nunca se lo dije, pero se los digo a ustedes: Mi marido es un hombre genial.

JACINTO.-  Y es sabido que junto a un hombre de genio, hay siempre una mujer maravillosa.

PALOMA.-  Y participará la familia completa. Porque nuestro hijo será el productor. Una producción «Moral e hijo». Porque él vive en Suecia. No está muerto.

JACINTO.-  ¡Por supuesto que no! El saltó la pared. Las manchas parecen sangre... pero no son sangre.

 

(Y desde el oscuro final, vuelve «Sueño azul», obsesivo, lírico y cargado de melancolía.)

 


También en este año el Sportivo Teatral sorprenderá a la crítica con «Postales argentinas» de Ricardo Bartís y Pompeyo Audivert, un espectáculo que recorrerá los festivales hispanoamericanos y que iniciará una corriente muy sólida y eficaz para este equipo de trabajo: recrear libremente ciertos textos y ciertos autores claves de nuestro teatro nacional y del teatro universal. Este espectáculo, por ejemplo, es metáfora de un irreverente sainete contemporáneo.

De la escena II de «Postales argentinas»

MADRE.-  ¡Envido, Héctor!

HÉCTOR.-   (Sonríe.)  ¡Real envido!

MADRE.-  ¡Falta envido!

HÉCTOR.-   (Contentísimo.)  Quiero treinta.

MADRE.-  Tomo cuatro.

HÉCTOR.-  ¿Cómo cuatro, mamá, si estamos jugando al truco?

MADRE.-  ¡Quiero retruco!

HÉCTOR.-  Está haciendo trampa, ¡mamá!

MADRE.-  Trampas... ¿quién dijo trampas?

HÉCTOR.-  Yo dije trampas.

MADRE.-  No debes hacer trampas, Héctor. Quiero el billete.

HÉCTOR.-    (Confundido.)  Pero mamá...

MADRE.-    (Haciendo pases.)  El billete, Héctor.  (El billete es un pedazo de Diario de aquellos que ha comido HÉCTOR. Él se lo da. Ella lo rompe en dos.)  Aquí está, van cincuenta y cincuenta más...

HÉCTOR.-    (Desesperado.)  ¡No los rompa, mamá! ¡Son cincuenta pampeanos! ¡Además, se puso una carta en la manga, mamá!

MADRE.-  ¡Sí, sí, pero gané la mano!  (Sigue rompiendo el billete.)  Abro con cien, van cien más.

HÉCTOR.-    (Fuera de sí. Se levanta y se abalanza sobre ella. La ahorca.)  ¡Vieja inmunda!  (Vuelve en sí, horrorizado. Cree que ella murió y lloriquea con sus ojos de vizcacha alucinada. Avanza hacia el público.)  He matado a mi madre.

MADRE.-    (Reincorporándose.)  Treinta y tres de mano, ¡chinchón!

HÉCTOR.-    (Luego de sorprenderse, al público.)  Comprendí, como todos ustedes, que mi madre es inmortal.

 

(Bandoneón. Apagón.)

 





1989

Ricardo Monti retorna a la lúcida costumbre de revisar la historia nacional y estrena, con su dirección, «Una pasión sudamericana». Javier Margulis, hacedor de un teatro de imagen, presenta un espectáculo titulado «Ritual de comediantes». Y el Sportivo Teatral, comandado por Ricardo Bartís, comienza a tener fuertes resonancias en el teatro hispanoamericano con su espectáculo «Postales argentinas», donde Bartís comparte la autoría con Pompeyo Audivert.

Pasaje de «Una pasión sudamericana»

BRIGADIER.-  ¿Cuánto falta para que rompa el día?

EDECÁN.-  Un par de horas, señor.

BRIGADIER.-  Habrá batalla.

EDECÁN.-  Vaya a saber, señor. El enemigo no hace más que escurrirse.

BRIGADIER.-  ¿Sigue moviéndose, eh?

EDECÁN.-  Parece que se aleja.

BRIGADIER.-  Amaga, hace fintas. Pero elude la pelea. ¿Qué le pasa al loco? ¿Por qué no pelea? Venía a comerse al mundo ¿Y ahora baila minué?

EDECÁN.-  Así son estos, señor. Cojones de humo.

BRIGADIER.-  Vaya a saber. Como hace tanto que llueve... Por ahí no les gusta pelear en el barro. Es gente limpia.

EDECÁN.-  Sí, señor Brigadier.

BRIGADIER.-  Esta tierra... siempre en la oscuridad. Como un animal dormido. Puro barro, sangre y fiebre. Y estas gentes que vienen con sus cartas topográficas, soñando guerrear como en Europa. Andan como locos por el desierto, persiguiendo la fábrica de espejismos... Quiero comerles el corazón. Romperles sus pechos blancos, arrancarles el corazón con los dientes y arrojarlo al barro, a las patas de los caballos... Pero no hay que descuidarse, Corvalán. Porque ellos no son nada pero el que los manda gobierna los mares y tiene vapores para traer su civilización.

EDECÁN.-  Señor, vea que han amarrado a nuestros paisanos a la boca de sus cañones. Degüellan a niños y ancianos. Incendian pueblos, iglesias, y violan mujeres.

BRIGADIER.-  ¿Y?

EDECÁN.-  No son civilizados, mi Brigadier. Son bárbaros.

BRIGADIER.-  No, son civilizados. También leen libros, escriben versos.

EDECÁN.-  Señor... si es por los versos... nuestros paisanos saben muchos.

BRIGADIER.-  Pero la cuestión es escribirlos, hombre! ¿Cuándo lo va a comprender usted? Qué bruto es! Qué animal! ¿Cómo se puede mandar con esta gente? ¿Quién sabe versos? ¿Usted sabe versos?

EDECÁN.-  Yo no, Brigadier.

BRIGADIER.-  ¿Quién puede guerrear sabiendo versos?... ¡Orden general!... ¡Al soldado que sepa versos, que lo fusilen por maricón!






1990

En este año comienzan a producir con cierta asiduidad dos equipos de trabajo que serán muy respetados en estos últimos tiempos tanto en el país como en el extranjero: Sportivo Teatral, dirigido por Ricardo Bartís, con «El muertito» de Eduardo Pavlovsky y el «Periférico de objetos», conducido por Daniel Veronese, con «Ubú rey» de Alfred Jarry.




1991

La Banda de la Risa, dirigido por Claudio Gallardou, da a conocer su versión de «Martín Fierro» (Este grupo será capaz de revisar los clásicos con total irreverencia). Bernardo Carey vuelve a revisar la eterna gauchesca con suma audacia en «Florita, la niña perseguida». Patricia Zangaro se gana el respeto del medio teatral con «Pascua rea». Eduardo Rovner vuelve a bucear en el mundo de los músicos con su «Cuarteto» (Una vuelta de tuerca sobre «Concierto Aniversario» estrenada en el Teatro Abierto). Roberto Cossa vuelve a retratar la realidad política con el humor de «Angelito» y el Sportivo Teatral se apropia de Shakespeare para contar su «Hamlet o la guerra de los teatros». Y en la Ciudad de Rafaela, se recuerda a un personaje mítico de la región con «La increíble historia del Dr. Leoni» de Antonio Germano.

Momento de «Cuarteto»

Eduardo Rovner

JOHANN.-  ¡No! ¡El segundo no!... No voy a soportar todo el pizzicato... le tengo miedo, me abruma.

FRIEDRICH.-  No te preocupes, lo vas a hacer bien... Si tu problema es el segundo movimiento, entonces pensemos en él... El tiempo es Andante con moto quasi allegretto... ¿Qué intentó expresar Beethoven en esta música tomando como centro el violoncelo en pizzicato, con esa melodía tan hermosa?...  (Creciendo en lo poético.) ... Por un lado, usa la grandeza del instrumento en esas notas sueltas, que vuelan y vuelan y nos traen imágenes de pájaros en libertad... Y por otro, la melancolía de esa melodía en Andante quasi allegretto. ¿Quasi, entienden?... Quasi... Quiere decir que busca la alegría, lucha, pero no llega a ella y se queda en una sensación de melancólica quietud, de paz... ¿Qué nos transmite, entonces, Beethoven, en este movimiento como en toda su obra?... ¡Su búsqueda afanosa, casi diría su combate por la libertad, por la paz, por la alegría!... Y todo esto se va transformando con su profundidad y la fuerza de un toro, de un gran toro, de feroz mirada, alta la cabeza, hundidas las cuatro patas en la cumbre, al borde del abismo, lanzando su grito por encima de los tiempos...  (Al público, gritando.)  ¡Mañana, todos deberán tener prendidos sus televisores de 21 a 22 horas... para empaparse de belleza!






1992

«El hombrecito» de Carlos Pais y Américo Torchelli da lugar al lucimiento de un espléndido actor: Osvaldo Bonet. Marta Degracia se suma a la larga lista de nuevos dramaturgos que vienen de los talleres con el estreno de «El bizco». Daniel Veronese comienza a difundir su propia dramaturgia y presenta en el San Martín «Crónica de la caída de uno de los hombres de ella». Griselda Gambaro estrena «La casa sin sosiego».

Breve escena de «El hombrecito»

HOMBRECITO.-  Nunca bailé bolero.

SEÑOR.-  Se lo perdió. Una lástima... Uno se apretaba y... Siempre me pregunté si las minas sentirían. ¿Sentirían, che?

HOMBRECITO.-  Pero entonces usted no es tan romántico, Severino L...

SEÑOR.-  Por eso le dije... en el fondo. En el fondo soy romántico... ¿Sentirían, che?

HOMBRECITO.-  ¿No se lo preguntó a su mujer?

SEÑOR.-  Conmigo nunca bailó boleros. ¡Nunca!

HOMBRECITO.-  Bueno... Habrá bailado con otros...

SEÑOR.-  ¿Cómo le voy a preguntar a mi señora... si sentía con otro? ¿Está loco?

HOMBRECITO.-  Bueno es cosa suya... no lo tome a mal... Se enojó.

SEÑOR.-  No.

HOMBRECITO.-  Se enojó... Se le ve en la cara.

SEÑOR.-  No es eso...

HOMBRECITO.-  ¿Y qué le pasa?

SEÑOR.-  Siempre tuve esa duda. Si sentían o no sentían.

HOMBRECITO.-  Y vaya a saber.

SEÑOR.-  Hágame un favor, Garúa... Yo canto un poquito y...

HOMBRECITO.-  ¿Y?

SEÑOR.-  Bailamos...

HOMBRECITO.-  ¿Y?

SEÑOR.-  Y vemos...

HOMBRECITO.-  Pero si usted no se anima a cantar. Me lo dijo.

SEÑOR.-  El bolero se baila mejilla a mejilla. Yo le canto despacito.

HOMBRE.-  ¿Mejilla a mejilla?

SEÑOR.-  No se asuste, Garúa.  (Sacando un pañuelo.)  Ponemos un pañuelo. Con todo respeto.

HOMBRECITO.-  Ah... con un pañuelo...






1993

Ricardo Monti vuelve a trabajar junto a Jaime Kogan y el Equipo Payró para estrenar otro texto inquietante: «La oscuridad de la razón». Y ese año, otro de los jóvenes talleristas de Kartún, Rafael Spregelburg, estrena «Destino de dos cosas o de tres». Eduardo Rovner, por su parte, da a conocer un texto que tendrá múltiples versiones: «Volvió una noche».




1994

Tato Pavlovsky vuelve a sorprendernos en su doble rol de actor y autor con un texto hecho a su medida: «Rojos globos rojos». Cristina Banegas, espléndida actriz, e Iris Scacheri, espléndida bailarina y coreógrafa, se unen para llevar a escena un trabajo muy rico: «Eva Perón en la hoguera», basado en la poesía de Leónidas Lamborghini. Carlos Gorostiza vuelve a ganarse el interés del público con «El patio de atrás». Ricardo Bartís da a conocer su versión de «Muñeca» de Armando Discépolo y se encamina, tal vez, hacia una trilogía inquietante: revisar Discépolo, revisar Arlt y revisar Sánchez.

Fragmento de «Muñeca»

Armando Discépolo

(Reeleborado por Ricardo Bartís con el Sportivo Teatral)

 

(Entra MUÑECA. Los hombres van cayendo.)

 

ANSELMO.-  ¡Ah, volvió! ¿Qué quiere? ¿Qué necesita? ¿Dinero? ¿O ha vuelto por mí?

MUÑECA.-  La bombacha, quiero que devuelva mi bombacha.   (Habla en francés acerca de la bombacha.) 

ANSELMO.-  ¿Qué dice?  (MUÑECA parada. ANSELMO arrastra los cuerpos de los hombres. Los apila.)  ¿De dónde viene? ¿En qué cueva estuvo escondida?  (Riéndose.)  ¿Te llevó Dios? ¿Lo querés? ¿Lo querés mucho? Si no fuese así te echaba: ¡¡fuera porquería!! ¡¡Me das asco, asco!! No quiero saber la verdad. La verdad es fea, terrible, derrumbante. Te conozco bien. El eterno enemigo. Siempre diferente y siempre el mismo. Muñeca, Muñequita, irresistible, indestructible, te conozco, sólo me dejarás cuando muera. ¡Qué miserable soy!... A otras, a cien como vos, las expulsé por nada, por cansancio, por hartazgo; a otras, a cien como vos, más lindas que vos, les he cerrado la puerta para que mendigaran desde el umbral; y a vos, infame, indigna, traidora, te perdono, te acepto. ¡Hablá! Quiero oírte.

MUÑECA.-  Esta noche no.

ANSELMO.-  Hablá. Llevo en mis oídos esa maravillosa música.

 

(Ella canta.)

 

MUÑECA.-  ¡Basta! ¡Basta!

ANSELMO.-  ¡Cómo me gustaría saberlo todo, entenderlo todo!






1995, 1996 y 1997

Estos tres años parecen ser el tiempo de la nueva generación autoral porque crítica y público se dejarán seducir por una serie de espectáculos que les pertenecen: «La china» de Sergio Bizzio y Daniel Guebel, «Conversación nocturna» de Daniel Veronese, «Criminal» de Javier Daulte, «El corte» del Sportivo Teatral de Ricardo Bartís, «Cachetazo de campo» de Federico León, «Cocinando con Elisa» de Lucía Laragione, «Martha Stutz» de Javier Daulte, «El líquido táctil» de Daniel Veronese, «Pater dixit» de Pompeyo Audivert, «Marta Stutz» de Javier Daulte, «El amateur» de Mauricio Dayub, «Bar Ada» de Jorge Leyes, «La extravagancia» de Rafael Spregelburg, «Un cuento alemán» de Alejandro Tantanián y «Manjar de los dioses» de Paco Jiménez sobre textos clásicos.

Y en 1996, el autor y director tucumano, Carlos Alsina, gana el Premio de Casa de las Américas de Cuba con su texto «El sueño inmóvil».

Pasaje de «El sueño inmóvil»

LA VIEJA.-  El Marchante está llegando... ¡Pase! Es primavera.

EL MARCHANTE.-  Sí, aunque esta vez llegó más lenta.

LA VIEJA.-  ¿Cómo es eso?

EL MARCHANTE.-  Caminé demasiado. Traigo cosas nuevas.

LA JOVEN.-  ¿Puedo ver?

LA VIEJA.-  Calma. Ya mostrará lo que ha traído.

LA JOVEN.-  ¿De dónde viene?

EL MARCHANTE.-  De lejos, de muy lejos.

LA JOVEN.-  ¿De atrás de las montañas?

EL MARCHANTE.-  De aún más lejos. He llegado hasta la costa.

LA VIEJA.-  No le creas. No es posible llegar hasta la costa.

EL MARCHANTE.-  Es verdad. He visto el mar.

LA JOVEN.-  ¿El mar?

LA VIEJA.-  No mienta. El mar está al otro lado del mundo. Muy pocos lo conocen.

EL OLVIDADO.-  El Alemán lo conocía.

EL MARCHANTE.-   (Sin poder ver nada.)  ¿Quién habla?

EL OLVIDADO.-  Contaba casos del mar y la gente lo escuchaba embelesada.

LA VIEJA.-  No haga caso. Son voces que quedaron con el tiempo.



«Martha Stutz»

Javier Daulte

(Textos iniciales que relatan los ayudantes del Conductor de la historia.)

AYUDANTE 1.-  El dieciocho de noviembre de mil novecientos treinta y ocho, en horas de la tarde, una niña de nueve años llamada Martha Ofelia Stutz, salió de su casa en el Barrio San Martín de la Ciudad de Córdoba para comprar algunas revistas.   (Pausa.)  Jamás regresó.

AYUDANTE 2.-  La desaparición de la menor dio lugar a uno de los más sensacionales procesos que hubo en la Argentina.  (Pausa.)  Por supuesto, el caso nunca fue dilucidado.

 

(Se enciende el velador del CONDUCTOR.)

 

CONDUCTOR.-  Los hechos.

AYUDANTE 2.-  Marthita salió de su casa luciendo un vestidito azul con puños rojos y pollera tableada y con un moño blanco en el pelo... Medias tres cuartos blancas. Zapatos negros... Ropa interior blanca con un pequeño moño rosado en la parte delantera.






1998

Mauricio Kartún se instala en una poética muy propia con el estreno en el San Martín de su «Rápido nocturno, con aire de foxtrot». El Sportivo Teatral, siempre conducido por Bartís, hace una brillante revisión del mundo de Roberto Arlt en «El pecado que no se puede nombrar». Y Jorge Accame irrumpe con una historia sencilla pero conmovedora que se llama «Venecia».

«Venecia»

Jorge Accame

(Pequeña escena de la historia que transcurre en un prostíbulo de Jujuy.)

MARTA.-  Está bien. Escuchen. ¿A Venecia hay que ir en avión? Bueno, vamos a hacer nosotras el avión. ¿En Venecia hay calles de agua? Vamos a hacer nosotras las calles de agua.

GRACIELA.-  ¿Qué? ¿Te rechiflaste?

MARTA.-  La llevamos al Lago de Popeye. Pero la Gringa se va a creer que está en Venecia.

GRACIELA.-  ¿Al Lago de Popeye?  

(MARTA asiente, RITA la mira.)

  Pará, ¿cuál es el Lago de Popeye?

MARTA.-  Ese que está antes de la subida de Ciudad de Nieva. Ese, pues, donde alquilan botes.

CHATO.-  Enfrente a Cuyaya, cerca de las paradas de colectivo.

GRACIELA.-  ¿Pero qué vamos a hacer nosotras allí? Lleno de familias, chicos.

RITA.-  No. Podemos ir a la noche que no hay nadie por los mosquitos.

CHATO.-  Los lunes y los martes ni los mosquitos van por ahí.

RITA.-  ¡Como para macho! Marta, sos un genio.

MARTA.-  Tenemos que conseguir algunas cosas: dos o tres cóndores.

GRACIELA.-  ¿Para qué?

MARTA.-  Para cuando la Gringa crea que estamos volando, soltamos los cóndores.

GRACIELA.-  Si la Gringa no ve ni mierda.

MARTA.-  Para que escuche el ruido de las alas.

CHATO.-  Para los efectos especiales.

RITA.-  Claro, pues. Vos anotá, Chato.  (A MARTA.)  ¿Cuánto dijiste?

MARTA.-  Lo que haya.

RITA.-  Y el avión ¿dónde lo vamos a armar?

GRACIELA.-  Cierto ¿dónde?

MARTA.-  Y allá, en la playa del río. Bien cerquita del lago de Popeye. Así apenas bajamos del avión, la tiramos a la Gringa en «las calles de agua»

RITA.-  Está bien eso ¿no?

GRACIELA.-  Bueno, vamos, vamos.

 

(Salen GRACIELA y RITA.)

 

MARTA.-  Vamos a ir todos a Venecia, qué joder.

 

(Sale MARTA.)

 

CHATO.-  Qué ganas de macanear tienen estas chinitas.  (Se queda pensando.)  ¿Y de dónde saco yo ahora los tres cóndores?



Texto final de «El pecado que no se puede nombrar»

Perder un sueño es como perder una fortuna, qué digo, es peor. Nuestro pecado es haber perdido nuestros sueños. Sin embargo hay que ser fuertes y aunque uno se sienta cansado decirse: «Estoy cansado ahora, estoy arrepentido ahora, pero no lo estaré mañana». Esa es la verdad, mañana, la vida no puede ser esto. Habrá que cambiarla aunque haya que quemarlos vivos a todos.



Diálogo del crítico Jorge Dubatti con Ricardo Bartís en el libro «Cancha con niebla»

DUBATTI.-  ¿Por qué Arlt?

BARTÍS.-  Es un escritor paradigmático, que produce un corte muy importante en la literatura argentina... Introduce lo que hoy llamamos la mezcla, «la hibridización», un lenguaje que combina lo alto y lo bajo, que integra las texturas de lo dramático y lo cómico, y genera un elemento paródico singular. Tiene una forma de escribir que te mantiene siempre en vilo, y todo el tiempo te obliga a preguntarte quién es el narrador. Además, toma núcleos básicos del comportamiento nacional.






1999

De la extensa escritura de la Gambaro nace un texto pequeño y perfecto para el lucimiento de Alicia Zanca, María Rosa Gallo y Catalina Speroni: «De profesión maternal» dirigido por Laura Yusem.

Federico León alcanza un lugar relevante en la nueva dramaturgia nacional con el estreno de «Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack». Ciro Zorzoli, autor y director, sorprende con su espectáculo «Living, último paisaje». Rafael Spregelburg estrena «La modestia». Y Luis Cano da a conocer un texto que da pie a la polémica: «Los murmullos».

En las provincias crece una dramaturgia propia que genera espectáculos como «El murmullo» de Juan Carlos Carta, «El secreto de la luna» de Julio Beltzer y «La isla de fin de siglo» de Alejandro Finzi.




2000

Una nueva generación de dramaturgos comienza a ocupar un lugar destacado en el teatro de Córdoba. Ellos son: Gonzalo Marull, Soledad González, Ariel Dávila, Sergio Ossés y Cipriano Arguello Pitt.

Mientras tanto, en Buenos Aires, Paco Giménez construye su «Ganado en pie» con el Equipo de «La noche en vela».

Pasaje de «El ósculo del crepúsculo II»

Ariel Dávila

TRINI.-  ¿Y quién es?

MICO.-  No tengo idea.

TRINI.-  Lo soltamos y listo.

MICO.-  Claro, y le hacemos prometer que no nos denuncie.

TRINI.-  Claro.

MICO.-  ¿Estás loca?

TRINI.-  No nos va a denunciar.  (A BADESSICH.)  ¿No es cierto?

MICO.-  Ya nos vio, nos puede reconocer en una rueda de presos. Mi amor, no quiero pasar nuevamente por esa experiencia perversa.

TRINI.-  Todavía recuerdo que te vi a través del vidrio y pensé «Qué lindo chico»... lo voy a salvar...

MICO.-  Y mandaste preso a otro pobre inocente. Aunque fui yo el que robó el auto de tu papi.

TRINI.-  Sí, se veían los cinco sospechosos muertos de miedo, debo confesar que sentía algo de placer al tener el poder de liberar o mandar preso a alguien.

MICO.-  Créeme que no te va a gustar estar del otro lado del espejo.

TRINI.-   (Le saca la mordaza a BADESSICH.)  Y, usted, qué dice, ¿nos va a denunciar?

BADESSICH.-  Antes que nada debo clorar que nada tuve que ver con el incidente con la imberbe damisela del cual me acusan, jamás he osado contrariar las más dignas costumbres caballerescas que me caracterizan como hombre de estado.

TRINI.-    (A MICO.)  ¿De qué habla?

MICO.-  Algo sobre una mujer... no sé.



Pasaje de «Belleza» (en partes)

Cipriano Arguello Pitt y Rafael Rodríguez

ALINA.-  ¿Triste?

EUROPA.-  No.

ALINA.-  ¿Pensativa?

EUROPA.-  Más o menos.

ALINA.-  En un día así es lindo no pensar en nada.

EUROPA.-  Bueno, no pensemos.

ALINA.-  ¿Está bien si miro las olas?

EUROPA.-  Está bien.  (Pausa.) 

ALINA.-  Leí el libro.

EUROPA.-  ¿Qué libro?

ALINA.-  Uno que estaba en la biblioteca de Queno, es tuyo. El que tiene la marca en el lomo.

EUROPA.-  Todos mis libros tienen una marca en el lomo.

ALINA.-  No pude terminarlo. Le pedí a Queno que me lo dejara unos días más y me dijo que era importante devolvértelo, como si te llevara una medicina.

EUROPA.-  Puedo contarte el final si querés.

ALINA.-  No me interesa.



Pasaje de «Le triple»

Gonzalo Marull

SAMUEL.-  ¿Caná? ¿Eso es en Córdoba?

JUDAS.-  Sí padre, es un pueblo que, creo, está próximo a la Laguna Mar Chiquita.

SAMUEL.-  ¿Al sur? ¿Cerca de Villa Rumipal?

JUDAS.-  La Laguna Mar Chiquita está al noreste de nuestra querida provincia, padre.

SAMUEL.-  Por la zona de... ¿Balnearia, Marull, La Falda? ¿Se sale por Avenida Sabattini?

JUDAS.-  Creo que por Avenida Nalbandian, ex Ruta 20, padre.

SAMUEL.-    (Muy alterado.)  ¡¡¡No!!! Ya sé, por Avenida Patria hacia el Valle de Punilla... ¡¡¡no!!!, me confundí... es un pueblucho al sudeste por el Departamento Marcos Juárez a orillas del Carcarañá por la zona de Inriville, Monte Buey, Los Surgentes, Cruz Alta, Cruz Baja, ahhh y la Laguna Santa Lucía o de las Mojarras...

JUDAS.-  Me parece que se confunde, padre.

SAMUEL.-  Usted toma por la Sabattini derecho a Ruta 9, pasa por el Cementerio Parque Olga Riutor, luego a Bell Ville, desvía a Ordoñez, Ruta 6, Ruta 11 a Laborde, Monte Maíz, Corral de Bustos, Alejo Ledesma...



«La muerte de Marguerite Duras»

(Texto y actuación de Eduardo Pavlovsky con dirección de Daniel Veronese)

Algunos breves pasajes de este espléndido monólogo crepuscular donde Pavlovsky repasa su vida a partir del hecho asombroso de contemplar la muerte de una mosca.

«Estaba sobre una pared blanca creo que era una pared blanca color violáceo de ese me acuerdo negro violáceo.

Estaba inmóvil casi muerta pensé me acerqué muy cerca para mirarla apenas se movían algunas de sus patas.

Casi muerta pensé parecía muerta nunca había pensado en las moscas sólo para maldecirlas.

Sentí respeto por su quietud por esa quietud que anticipaba el final.

Una soledad digna -pensé- eso había dignidad en sus últimos momentos sentí la presencia de la muerte -como si la muerte se pudiera ver... materialmente.

¿Por qué tan sola? Pensé tendría hijos sabrían que se estaba muriendo.

Se daría cuenta la muerte por fuera y por dentro.

Sólo resignada a morir sola porque no había más moscas cerca no divisé ninguna pensé si el ritual de la muerte en las moscas consistía en morir en absoluta soledad... Tal vez las demás huyen porque les horroriza la muerte se escapan para no verla morir.

Hacen lo que nosotros no nos animamos... pensé

Pensé en su vida cuánto vive una mosca dos-tres días muy poco.

[...]

La descubrí en el piso había caído de la pared al piso yacía muerta inmóvil.

Miré el reloj las tres y veinte ¿a qué hora habría muerto? ¿Cuánto dormité? Desconté dos minutos tres y dieciocho había sido la hora del deceso.

Los últimos minutos de una mosca común tal vez desterrada a la soledad.

[...]

Pensé también que la había acompañado más de media hora pensé en los solitarios del mundo quería ponerle el nombre de algún gran solitario o solitaria Marguerite Duras.

Ha muerto la mosca Marguerite Duras grité estaba feliz al encontrar un nombre».






2001

Este año se estrenarán varios textos significativos: «Mujeres soñaron caballos» de Daniel Veronese, «La masa neutra» de Jorge Sánchez, «La muerte de Marguerite Duras» de Eduardo Pavlovsky y «La escala humana» de Rafael Spregelburg, Alejandro Tantanián y Javier Daulte.

La revisión de clásicos nacionales dará también buenos frutos con «El retrato del pibe» de José González Castillo dirigido por Miguel Guerberof y «El conventillo de la Paloma» de Alberto Vacarezza con dirección de Norberto Barrutti.

En la Fiesta Nacional de Teatro dos directores de provincia impondrán sus lenguajes: Silvio Lang con «Tango Nómade» y Juan Hessel con «Almas Fatales».

Texto de «Los murmullos»

Luis Cano

«Ustedes los aquí presentes. Hacemos una obra de la que esperamos algo pero no somos capaces de nada. Caemos tan abajo como podemos. Muy preferible entonces un teatro de réplicas lo suficientemente mediocre como para obtener un éxito inmediato. Sin cuerpos sin muerte. Esto es una cuestión de asco. El penoso espectáculo de la culpa».



Escena final de «Mujeres soñaron caballos»

Daniel Veronese

 

(Segundo y tercer disparo. En la espalda. ULRIKA grita. Se lleva las manos al cuello. BETTINA, enmudecida, no puede creer lo que ve. LUCERA apunta nerviosamente a uno y otro cuerpo muerto como si fueran a moverse. Larga pausa.)

 

BETTINA.-  Dios mío... Los mataste, Lucera, le disparaste a... Roger... mi querido.

ULRIKA.-  Callate, Bettina.

Calmate, Lucera. Dejá el revólver ahora. Ya está, los mataste, están muertos. ¿Eso querías hacer? Tranquilizate ahora. ¿A quién más...?

LUCERA.-  ¿Qué...?

ULRIKA.-  Tranquila, dame el revólver... ya está... todo va a estar.... Iván, tratá de...

 

(LUCERA apunta instintivamente a IVÁN. IVÁN se queda petrificado. Luego apunta a ULRIKA y dispara. ULRIKA casi ni grita. Seguidamente dispara a BETTINA que chilla como un cerdo. Larga pausa.)

 

IVÁN.-  Lucera... ¿qué estás haciendo... Lucera?

LUCERA.-  ¿Qué hice?

IVÁN.-  Tranquila. Yo no me voy a mover.  

(LUCERA petrificada parece no oírlo.)

  Hay que avisar a alguien...  

(LUCERA lo apunta.)

  No, yo no soy una persona violenta, yo no... sé pelear ¿Por qué yo?

LUCERA-  ¿Por qué vos no?

¿Hay una sola forma de violencia?

Hay un nuevo tipo de violencia en el aire. Obviamente yo nunca mataría. No soy del tipo de personas que lo haría.

No sé bien qué pasó pero de pronto los dos viejos que me habían acompañado antes desde el sótano entraron al cuarto. Atraídos, quizás, por los disparos. Se acercaron a la mesa. Observaron el cuadro de situación. El viejo miraba especialmente una botella vacía que Bettina aún sostenía en la mano. La vieja tomó la botella. Y los dos salieron al pasillo. Los seguí. Juntos sin hablar bajamos los tres pisos.

Al llegar a la planta baja bajamos un piso más por una pequeña escalerita de hierro. Tomamos un corredor hasata el fondo del edificio. Hacia el final, una luz blanquecina iluminaba la puerta de un cuarto ruinoso y oloriento.

El viejo abrió la puerta. Entraron y se sentaron en una especie de cama armada en el suelo con un viejo colchón destrozado. A un costado había unos largos y profundos bebederos con agua sucia. El fondo del cuarto estaba oscuro, no se veía nada, pero se podía intuir unos animales corpulentos que pateaban el piso.

Volví a mirar a los viejos. El viejo apretaba la botella vacía contra su cuerpo para entibiarla, mientras la vieja acariciaba y besaba a un niño o a una niña inexistente. Acariciaba el aire. Besaba el aire. Y los dos sonreían como locos ante la nada que yo veía. Sus ojos, entonces, comenzaron a parecérseme familiares y me reconocí en ese estado. Hubo veces en que yo también sentí una puntada en los riñones como una larga aguja y sonreí de todas maneras. Fue un gesto que me arrancó la piel del cuerpo pero me conectó con la vida. Si esos dos ancianos no hubieran aportado aquella señal, aquellas caricias, yo me habría asfixiado.

Y pasó lo inevitable, lo que estaba necesitando que pasara desde hacía años: una gran estampida de animales se desató por el cuarto. Ahora podía empezar a distinguir qué había en el fondo. Impetuosos. Ardientes caballos. Eran caballos de distintas razas y tamaños. Hermosos caballos. Era una visión maravillosa. Se venían hacia mí. Deseé subirme a uno de ellos y escapar lejos. Lejos. Pero pasaban a mi lado sin verme. Nerviosos. Altaneros y recios. Sólo podía atinar a mirarlos pasar. Embelesada. Dulcificada.

Iván...

IVÁN.-  ¿Qué?

LUCERNA.-  Estoy embarazada, Iván.



«La escala humana»

Spregelburg, Daulte y Tantanián

Monólogo inicial

MINI.  Lo que más me llama la atención es que yo haya ido hasta el mercado con el cuchillo para el pan adentro del changuito. Es posible que se me haya caído desde la mesada sin que me diera cuenta ¿no? De otra forma no le encuentro explicación.  (Silencio.)  ¿Se acuerdan de Rebeca, la viuda de la otra cuadra, la de la casa de las hortensias? Bueno, estaba en el mercado, Rebeca, justo delante de mí, insistiendo en decirle pimientos a los ajíes, que es una costumbre que me enferma. Yo traté de explicarle, Don Guillermo también trató, pero la mujer estaba emperrada. Había gente esperando y... alguien dijo algo del barrio y de los accidentes de tránsito y del tiempo que hacía que el mercado era mercado. Había un perro husmeando en la pescadería, que es el puesto que está pegado al de verduras. La cosa es que me explico cómo, de pronto yo le estaba serruchando a Rebeca esta zona... esta zona de acá.  (Se señala un costado de la base del cuello.)  El cuchillo del pan es romo.  (Silencio.)  Si alguna vez se dignasen a preparar el desayuno lo sabrían. Sabés que no lo digo por vos, Pupo.  (Silencio.)  Quiero decir que por eso tuve que serruchar.  (Silencio.)  A lo que iba es que no pude comprar los limones. Las milanesas las vamos a tener que comer con mayonesa o mostaza. Si no querés, Silvi, no las comés. Pero al mercado no puedo volver. Por lo menos hoy. Maté a alguien y tendría que estar buscándome la policía.






2002

«Temperley» de Alejandro Tantanián y Luciano Suardi sigue alimentando la corriente de la nueva alternativa del teatro porteño.

En la Ciudad de Rosario, se estrena «Mabel» de Claudia Cantero y Matías Martínez. Y en Córdoba, «La Cochera» con dirección de Paco Jiménez estrena «Intimatum».

Vivi Tellas, protagonista destacada de las nuevas tendencias, pone en marcha el Ciclo de biodramas: Serie de historias reales sobre personas vivas y anónimas que genera tensión entre ficción y realidad y que logra la transformación de un hecho real en hecho artístico.

El Instituto Nacional del Teatro y la Universidad Nacional del Litoral dan a conocer un libro singular: «Narradores y Dramaturgos» (Donde dialogan Juan José Saer y Mauricio Kartún, Ricardo Piglia y Ricardo Monti, y Andrés Rivera y Roberto Cossa).

Momentos del diálogo Saer-Kartún

SAER.-  A fines de 1956 tenía dos obras escritas. Una, que ya no recuerdo cómo se llamaba, pero sí sé que era breve y que estaba muy acorde con lo que se llamaba en ese momento «el teatro del absurdo». Poco tiempo después, escribí otra que se llamaba «Guillermo Tell», basada, por supuesto, en ese personaje. Era una especie de comedia que quería ser existencial o filosófica, un género que me sigue interesando mucho. Después hubo un paréntesis prolongado, pero guardaba intactas - y las sigo guardando hasta hoy- las ganas de seguir escribiendo teatro.

En la década del 60 escribí dos obras en un acto: «Triangular» y «El oro de marzo». Las perdí, como a las otras, pero fue la primera vez que lamenté no conservar un escrito.

Pero mis intenciones de escribir teatro perduraron. Para ello, me enfrentaba con dos problemas. Uno era encontrar un lenguaje, un idioma teatral. Con idioma me refiero a una forma estilística de escribir teatro, escribir una obra constituida esencialmente con diálogo. Para mí los diálogos tenían que ser particulares, como son los diálogos de teatro. El segundo problema, sumamente importante, radicaba en que entre el teatro y mi narrativa tenía que haber una continuidad.

Encuentro muy pocos dramaturgos en el siglo XX que hayan logrado eso. Dos ejemplos: Samuel Beckett y Natalie Sarraute. Ellos escribieron teatro como una fase más de su trabajo narrativo, como otra formulación narrativa. Porque el teatro también es narrativo, es esencialmente narrativo. Narra de otra manera los acontecimientos y los presenta.

KARTÚN.-   Lo que sucede con los diálogos en la narrativa, en el teatro, en el cine y sobre todo en la televisión, es que no están escritos con el oído sino con otro lugar de la cabeza, están escritos con un lugar de la conciencia que le hace decir algo a una voz en lugar de escucharla para saber qué dice. De manera que si hubiese que buscar un método ideal para soltar el diálogo, sería sencillamente el de poder encontrar una conexión sensorial profunda con las voces que nos habitan, en lugar de ponerles un revólver en la cabeza para esas voces hablen por nosotros.

Pienso en el teatro como un detonador. La fuerza de un texto es justamente esa furia detonadora, esa capacidad que tiene para hacer explotar otra forma estética, que es la conciencia plástica del director y el cuerpo emocionado del actor. Y en todo caso de lo que se trata es sencillamente de eso, de producir una explosión. Jamás pienso en la cadena, porque si pienso en la cadena me pongo en escenógrafo, en iluminador, en músico, en director y pierdo especificidad.

SAER.-   La historia del teatro está plagada de ejemplos de autores que producían sus trabajos en medio de grupos, en medio del contexto de esas mediaciones (directores, actores) que ellos conocían y dominaban en la medida en que formaban parte del material con el cual ellos trabajaban... Y esa experiencia es algo que le falta un poco a ciertos narradores, entre los cuales me incluyo. Cuando un texto es dicho se ven mucho mejor sus errores y sus aciertos, aún cuando esté mal dicho. Y me parece que eso al narrador que está encerrado en la imagen típica, en su cuarto, trabajando sin consultar a nadie, es lo que le falta.

KARTÚN.-  De pronto, la aparición del cine y la televisión plantearon que en el campo de mostrar y ver una historia había lenguajes superadores. Esto produjo una crisis teatral seria. Siempre se habló de esa crisis, pero creo que por primera vez en la historia el teatro la enfrenta de una manera insuperable. Apareció un lenguaje alternativo que no estaba, que no existía.

Frente a esto, el teatro empezó a generar búsquedas dentro de su propio lenguaje. Comenzó a separarse del camino narrativo y a aceptar el camino poético. Empezó a entenderse como un medio de producción de lo poético, no exclusivamente de lo narrativo. Y después de muchas idas y vueltas durante este siglo, comenzó a encontrar su especificidad en algo que decía Saer hace unos minutos: el despojamiento.



Momentos del diálogo Piglia-Monti

PIGLIA.-  Creo que tuve dos momentos en los que pensé que quizás podría escribir una obra de teatro. Uno hacia 1963, más o menos. Empecé a trabajar con el tema del asesinato de Urquiza y sobre todo con la historia de López Jordán... Y lo que salió de ahí es un relato donde terminé condensando toda esta historia de mi fracaso como dramaturgo. O sea que el éxito del narrador es el fracaso del dramaturgo en un punto. Ahora tengo la idea de hacer algo con el final de Alberdi, la muerte de Alberdi en París. No descarto que en algún momento consiga la inspiración suficiente como para poder escribir con eso una obra de teatro... Yo creo que todos los novelistas tenemos la fantasía del teatro.

MONTI.-  De hecho, mi primera obra teatral es el fracaso de una novela, o sea que ahí también hay una paridad. Estaba escribiendo una novela que tenía bastante avanzada y mi aspiración siempre había sido escribir teatro desde aquella experiencia, y de pronto en el medio de la novela me encontré con el teatro. Tuve la intuición de lo que era un espacio teatral que es lo definitorio para un autor teatral. Y ese espacio atrapó, chupó el resto de la novela. Y se transformó en mi primera obra de teatro.

PÚBLICO.-  Parecería que narra el que quiere pero es dramaturgo el que puede.

PIGLIA.-  Puede ser, pero también deberíamos sacar una conclusión, y en eso vamos a estar seguramente de acuerdo con Monti, que el fracaso es un elemento importantísimo en la construcción de la propia experiencia literaria...

PÚBLICO.-  ¿Cómo diferencian entre la palabra escrita para ser leída y la palabra escrita para ser dicha?

MONTI.-  El autor teatral tiene que tener en cuenta en la construcción del diálogo que esa palabra o ese discurso va a ser asumido por la voz del actor. O sea que tiene que tener el ritmo y la respiración del cuerpo. Eso no tiene por qué ser tenido en cuenta por el narrador.

PIGLIA.-  Yo creo que ése es un problema del actor en definitiva. Hace muchísimos años, allá por 1962, escribí un relato que se llama «Mi amigo». Un monólogo, podría decirse, un relato que alguien hace de una experiencia que le cuenta a otro personaje que está implícito. Alterio leyó ese relato y construyó un efecto teatral tan fantástico que lo incorporaron a un espectáculo que hacían Pedro Asquini y Alejandra Boero.



Momentos del diálogo Rivera-Cossa

COSSA.-  Creo que la pregunta sobre si realmente somos escritores en el sentido total de la palabra, o somos autores de partituras que otros convertirán en un hecho nuevo, es la definitiva. Cuando uno dice teatro no piensa en un libro, piensa en un escenario y un actor arriba del escenario con gente que lo está observando. De ese modo, no es que no sea escritor. Escribo teatro, que es una estructura totalmente diferente. El narrador moviliza al lector, pero también lo hace el poeta, lo que escribe le llega individualmente a un señor que lo lee. Nosotros escribimos para que otros lo tomen y sabemos que va a ser así. Dudo que haya un autor de teatro que piense que lo van a leer. Lo que está esperando es ver a los actores interpretando lo que uno escribió. De manera que somos autores de partituras y esto me parece que es una diferencia en principio, notable. Los autores de teatro tenemos ese problema de si se es o no un escritor. Un narrador sabe que es escritor.

RIVERA.-  Cuando escribí «El amigo de Baudelaire» creí que había tocado ciertas fronteras. Esto es lo que le ocurre a un narrador. Y es válido también para un autor de teatro. Yo era Saúl Bedoya, ese burgués del Siglo XIX, inteligente, cínico, culto, que viajaba por el mundo y que tenía una mirada ácida, a solas eso sí, respecto de este país que recién nacía, que recién se constituía... Cesare Pavese dijo que la literatura moderna se escribe en primera persona. Y eso es lo que tiene el teatro, todo es primera persona... Yo escribí «El farmer», un Juan Manuel de Rosas en el exilio, ya anciano. No tengo ni tuve ni tendré ninguna simpatía ideológica, ni política, ni humana por Rosas. Al contrario, tengo una crítica central a ese personaje de la política argentina. Escribir en tercera persona sobre él, era escribir con prejuicios. Entonces fui Rosas.

PÚBLICO.-  Sin embargo, «El farmer» puede leerse como un monólogo dramático.

COSSA.-  Seguro. En una palabra, hay algo de actor. Un actor Andrés Rivera que se mete adentro de Rosas y se escribe haciendo de Rosas. Es un poco lo que hacemos nosotros, nada más que nosotros lo pensamos pero dentro del escenario... Esto es bueno porque es un punto de encuentro. El hecho de que también el novelista se mete dentro de los personajes, que es lo que en el autor de teatro aparentemente está claro.



(Estos distintos momentos que hemos rescatado, un poco arbitrariamente, del libro «Narradores y Dramaturgos» intentan reflejar las diferentes reflexiones que unos y otros hacen sobre las diferencias y semejanzas entre el teatro y la narrativa.)




2003

En esta temporada, se dan a conocer en Buenos Aires algunos trabajos sobresalientes: «Foz» de Alejandro Catalán, «La forma que se despliega» de Daniel Veronese, «El adolescente» de Federico León, «No te soltaré hasta que me bendigas» de Ricardo Monti, «Grasa» de José María Muscari, «La estupidez» de Rafael Spregelburg, «Donde más duele» de Ricardo Bartís y el Sportivo Teatral.

En Santa Fe la creación de la Comedia Universitaria permite difundir un texto de dos autoras, Norma Cabrera y Silvia Debona, que se titula «Lo sabían los tres» y está basado en un poema de Borges sobre Kafka.

Distante de la escena y oculta entre poemas y referencias históricas, hay una historia posible que ha sido escrita por el poeta Leónidas Lamborghini y se llama «Trento». La tersura de sus diálogos van develando la relación apasionadamente oculta entre el Obispo Procopius y Gitona, una hermosa adolescente, con el arduo Concilio de Trento como telón de fondo.

«Trento»: escena IV

(Tercera clase magistral)

 

(Otra noche. Sótano de la mansión de PROCOPIUS. A la luz de los velones PROCOPIUS y GITONA conversan en el jergón.)

 

PROCOPIUS.-  Anoche, Gitona, tuve un sueño extraño...

GITONA.-  Oí que hablaba entredormido... pero no pude entender lo que decía, Reverendo...

PROCOPIUS.-  Veía en sueños al Ángel de la Hilación...

GITONA.-    (Levemente irónica.)  ¿Hilaba?

PROCOPIUS.-  Por algo se lo llama así... Hilaba el Hilo de Luz Divina del que ya hemos hablado...

GITONA.-  ¡El collar!

PROCOPIUS.-  Pero, de pronto, las cuentas del collar se transformaban en dorados granos de maíz...

GITONA.-    (Al parecer, maravillada.)  ¡Su Eminencia!

PROCOPIUS.-  Vi que de ese Hilo de Luz se desprendía una paloma cuya albura era sobrenatural... vi que la paloma aleteaba... aleteaba... vi que allá en lo alto, desde lo Alto me anunciaba la Buena Nueva... vi después que se alejaba... vi que finalmente desaparecía de mi vista... vi...

GITONA.-    (Al parecer, verdaderamente intrigada.)  ¿Y cuál era esa Buena Nueva, su Ilustrísima?...

PROCOPIUS.-    (Alzando sus brazos al cielo raso como al Cielo.)  ¡El triunfo definitivo de Nuestra Madre Iglesia!... ¡El triunfo definitivo de la Hilación... de nuestro Dogma sobre el Disloque de la herejía y de los herejes... sobre el mundo, sobre Satán!... Después, mi vida, me desperté soñándome... ¿Había visto o no a esa misma paloma picoteando granos de maíz en la Plaza de la Hoguera?...

Parecido que no es lo mismo.

Lo mismo «pero» pero parecido

¿Te animas, mi pequeña, a jugar con ese «pero»?

GITONA.-  Dios es el Pero y todos los peros...

PROCOPIUS.-  ¡Por Santo Tomás... has hilado muy bien!  (Presa de su entusiasmo intenta dar un brinco en el camastro pero se desbarranca y cae del lecho.) 






2004

En el prólogo de «Siete autores de la nueva generación», edición del Instituto Nacional del Teatro, la autora y directora rosarina Chiqui González dice que ese joven teatro apela a: «La fragmentación. La crisis de la narratividad. La alteración de tiempos y espacios. La ironía. La cita. La recurrencia a los géneros y estilos. El collage o pastiche. La escena única. La presencia de la muerte. El poder y las relaciones de dominación. Los personajes sujetos-escénicos. El absurdo».

En Buenos Aires el público encuentra nuevas propuestas de autores nacionales: «Territorio plano» de Bernardo Cappa, «¿Estás ahí?» y «Nunca estuviste tan adorable» de Javier Daulte, «Shangay» de José María Muscari y «La madonnita», un texto exquisito firmado por Mauricio Kartún.

Escena de «La madonnita»

Mauricio Kartún

 

(BASILIO mira la foto conmovido. los dos, ahora embelesados frente al retrato. Se miran con emoción. HERTZ se sorprende. Busca algo en lo profundo de los ojos del otro.)

 

HERTZ.-  Acérquese a la luz, Basilio... La estoy viendo, Señor Basilio. ¡La estoy viendo!

BASILIO.-  ¿A... la... Madonnita?

HERTZ.-  Ahí. En lo profundo. Como en aquella foto. Del día de la Virgen, recuerda...

BASILIO.-  ¿La ve como yo la veo?

HERTZ.-  Nítida y contrastada.

BASILIO.-  Como en el día de la Virgen... Y hoy, Pascua... ¿Será que es ahí donde se vive después de la muerte?... ¿Será que es ahí?

HERTZ.-  ¿Puedo... puedo... fotografiarla?

BASILIO.-  ¿Y quedará allí, cree usted? Posada, digo. Como una mariposa... ¿Quedará cree usted?

HERTZ.-  No la ahuyente, Basilio... No la deje volar.   (HERZ acerca su cámara fotográfica a la mirada del otro.)  

BASILIO.-  ¿Está todavía no? ¿Está todavía?

HERTZ.-  Reténgala, amigo... Usted sabe... Ah, señor... ¡qué bella y qué fresca!

BASILIO.-  ¿Esto es el instante, Señor Hertz?

HERTZ.-  El instante, Filomena... El instante.



El fotógrafo y retratista Hertz, de apellido corto y raro como Arlt y como Arlt artista e inventor, busca a su Madonnita muerta en la mirada del ingenuo Basilio. Los dos hombres que han prostituido a la muchacha por unos pocos pesos ahora, ante su muerte, se muestran celestiales con su recuerdo.




2005

La Revista «Picadero», dirigida por el crítico Carlos Pacheco, realiza una extensa nota sobre el valor y la trascendencia de los colectivos de teatro en todo el país. Y en la misma se habla del proceso creativo de «El periférico de objetos», «La Cochera», «Cajamarca», «Catalinas Sur», «La hormiga circular», «Taller de la Universidad de La Plata», «La vorágine», «La trastienda», «El Baldío», «Manojo de calles», «Las sillas», «Cirulaxia contrataca», «La Runfla», «Punto T», «Terrafirme», «Diablomundo», «Equipo Llanura», «El Guarán», «Los Calandracas», «Marfil verde» y «La noche en vela».




2006

Con la publicación de algunas de las obras que Arístides Vargas elaboró para su Grupo Malayerba de Ecuador por parte de la Editorial Inteatro del Instituto Nacional del Teatro, comienza un reconocimiento a aquellos hacedores teatrales argentinos que construyeron una trayectoria seria y significativa en el extranjero.

De ese libro titulado «Teatro ausente», vamos a transcribir a manera de prólogo el tramo inicial del primer texto («Nuestra señora de las nubes») y a manera de epílogo, el tramo final del último texto («La razón blindada»).

«Nuestra señora de las nubes»

BRUNA.-  Me parece haber visto su cara en otro lado.

ÓSCAR.-  Imposible, mi cara siempre anda conmigo.

BRUNA.-  ¿Qué hace?

ÓSCAR.-    (Pausa.)  Miro los pájaros.

BRUNA.-  Empajaritado.

ÓSCAR.-  ¿Cómo?

BRUNA.-  Nada, que en mi país los pájaros enloquecen a las seis de la mañana como si un maestro de canto neurótico por el silencio les tirara de las colas.

ÓSCAR.-  En el mío, sin embargo, los maridos golpean a sus esposas.

BRUNA.-    (Pausa.)  En el mío también y cada cuarenta puñetazos tienen una gentileza: llevan a sus esposas al cine a ver películas mudas en blanco y negro.  (Pausa larga.) 

ÓSCAR.-  Perdón ¿De qué país es usted?

BRUNA.-  De Nuestra Señora de las Nubes.

ÓSCAR.-  ¡Ah! Yo también soy de ahí.

BRUNA.-  ¿De Nuestra Señora de las Nubes?

ÓSCAR.-  Sí.

BRUNA.-  ¿Y cómo nunca le vi?

ÓSCAR.-  Es que yo nunca salgo de noche.

BRUNA.-    (Pausa.)  Pero no tiene acento.

ÓSCAR.-  El acento es algo que se pierde con facilidad.

BRUNA.-  Como la virginidad.

ÓSCAR.-  Perdón ¿Usted perdió la virginidad?

BRUNA.-  No, yo la extravié.

ÓSCAR.-  ¿Y no puso un aviso en el periódico?

BRUNA.-  No fue necesario, la encontró un profesor de Literatura.



«La razón blindada»

DE LA MANCHA.-  Se acabó... Armado con un pedazo de metal fatigado me introduciré en el área enemiga y causaré innumerables bajas morales, repararé daños causados a los niños que no querían meterse al mar, a los niños que no querían meterse en el bosque sombrío, a los niños que fueron encerrados por hacer cosas con sus primas tras las puertas, niños y niñas agraviados... Sí, niños dije, porque solo una inocencia radical puede hacernos creer que este mundo merece ser... merece ser...

 

(DE LA MANCHA gira, como un molino sin sentido, hasta que se detiene. Y PANZA le habla al público.)

 

PANZA.-  El héroe nunca llevó a cabo lo que dijo que iba a hacer, nunca salvó a los niños, nunca me sacó de la cárcel, nunca ayudó a una anciana a cruzar la calle, nunca le puso un bypass al corazón de mi padre para que su corazón aguantara el dolor de una época.  (Pausa.)  Su heroicidad no tiene trascendencia práctica, este héroe no sirve para nada.  (Silencio.)  Pero cada tarde viene, se sienta ahí, no pide un plato de comida, no, sólo pide que escuche una nueva aventura, entonces mi alma se llena de alegría, y el regocijo que me produce escucharlo colmará mi espíritu hasta el fin de mis días.








ArribaAbajoLos vaivenes de las últimas dramaturgias

Cualquiera de los autores significativos de las últimas décadas (Gorostiza, Cossa, Gambaro, Pavlovsky, Monti, Kartún o Veronese) ha ido trazando un derrotero en su obra que, muchas veces, alcanza a sorprendernos. Porque no hay en ellos una línea inamovible como se dio en el repertorio de la mayoría de nuestros autores clásicos: Florencio Sánchez, uno de los más inclasificables, no llegó a apartarse en ningún momento de la denuncia y la pintura social de su época; Gregorio de Laferrere, desde la primera hasta la última de sus obras, no dejó de ser el proverbial comediógrafo de su tiempo; Armando Discépolo fue buscando al grotesco como lenguaje hasta encontrarlo y ensimismarse en él; Francisco Defilippis Novoa supo estar siempre al borde de ese milagro ácrata que envolvía sus historias y Roberto Arlt corrió siempre detrás del suceso extraordinario para hacer de una sirvientita: una reina, de un mantequero: un tirano o de un oficinista: un soñador impenitente. Inclusive en los primeros autores de los independientes (Osvaldo Dragún, Agustín Cuzzani o Andrés Lizárraga) la forma y la temática llegaron a repetirse sin desmayo en busca de un costado pedagógico.

Carlos Gorostiza, el mayor de todos, sin apartarse de un cierto naturalismo rioplatense, supo cambiar de óptica y de formato de una década a otra: De «El puente» a «El pan de la locura», de «El pan de la locura» a «Los prójimos», de «Los prójimos» a «Los hermanos queridos», de «Los hermanos queridos» a «Papi», de «Papi» a «El patio de atrás», de «El patio de atrás» a «Toque de queda».

Roberto Cossa que, en la década del sesenta, nos sorprende con aires chejovianos y millerianos para hablarnos con un nuevo modo realista de «Nuestro fin de semana» o de «Los días de Julián Bisbal», después de cierto tiempo se atreve a mezclar los dados hasta encontrar la porteñidad beckettiana en «El viejo criado», el retorno al grotesco y al sainete con «La nona» y «Gris de ausencia», la insinuación brechtiana en «Angelito» o la historia desopilante y escatológica de «El tío loco». Luego, con el paso del tiempo, también hablará sobre sí mismo en «Yepeto» y en otros textos.

Griselda Gambaro, dueña de un absurdo pinteriano y bonaerense en los sesenta («El desatino», «Las paredes», «Los siameses»), se atreve a metaforizar fuertemente las historias más cruentas de los hombres contemporáneos (donde no faltan, por supuesto, los argentinos) desde «El campo» hasta «La malasangre» y, al final del siglo, sabe conmovernos con pequeñas historias «calcadas» de la realidad como «De profesión maternal».

Eduardo Pavlovsky, experimentando desde siempre, salta de sus primeros disloques breves y psicoanalíticos como «La espera trágica» o «Acto rápido» a un realismo exasperado (Como él mismo lo denomina) en «La cacería» y, sobre todo, en la espléndida radiografía política de «El Señor Galíndez», pero también en «Telarañas» o en «Cámaralenta» o en «Potestad», para más tarde acabar furiosamente nostalgioso en «Rojos globos rojos» y en «La muerte de Marguerite Duras».

Ricardo Monti, dueño de una lúcida poética, complementa su impecable hermetismo con su lírica profunda y metafórica para saltar de una historia a otra: «Una noche con el Señor Magnus e hijos», «Historia tendenciosa de la clase media argentina», «Visita», «Maratón» o «Una pasión sudamericana».

Mauricio Kartún parece venir pasando por todos los fuegos desde sus primeras obras, ya que en sus primeros textos la poética está a la vuelta de la esquina y del recuerdo («Chau, Misterix» es la infancia, «La casita de los viejos» es la partida de la casa paterna y «Cumbia, morena, cumbia» es la juventud perdida), pero después se irá alejando de lo propio para atreverse a lo nacional y comienza a reinventar los géneros clásicos de los argentinos («El partener», «Rápido nocturno, con aire de foxtrot», «La Madonnita» y «El niño argentino», dan cuenta de un revisionismo inquietante y, por momentos, alucinado sobre remedos de gauchos, inmigrantes y laburantes marginales.)

Daniel Veronese, el más reciente, ha ido saliendo de la selva literaria de sus textos iniciales para encontrar el cross perfecto en «Mujeres soñaron caballos» o en «La forma que se despliega». Pero lo cierto es que su dramaturgia se ha extendido en múltiples sentidos a través de creaciones compartidas con el valioso equipo de trabajo del «Periférico de objetos».

Lo que queda por entender de estas notorias mutaciones en las últimas dramaturgias, se puede interpretar como una consecuencia de los vaivenes interminables en la vida política y cultural del país pero también en la suerte de haber entrado, en las últimas décadas, en la construcción de poéticas que se atreven abiertamente al eclecticismo.




ArribaAbajoLa desgracia de los protagónicos

La bayoneta clavada en la espalda de Moreira, la soga suicida en las manos de Don Zoilo, el bombín de Pastore aplastado por Stéfano, la sábana del Dios falso en manos de Carmelo Salandra, el uniforme ensangrentado de Saverio el cruel, la culpa del Guapo del 900, la Biunda colgando de la viga, la desazón de Raúl cuando se apaga el fin de semana, el tacho desatinado que se despega de la pierna del personaje de la Gámbaro, el Beto dudando del Señor Galíndez, el Sr. Magnus acorralado por sus hijos, el truco infinito entre Alsina y Balmaceda, los bailarines de la Maratón al borde del desmayo, la huida de Pachequito de su hijo y partener y las patéticas enaguas de los siete locos, son signos palpables de la derrota constante de nuestros protagónicos nacionales.

¿Hemos construido, acaso, una dramaturgia del fracaso o es que ese fracaso es la metáfora más pertinente para una realidad siempre en deuda? ¿No estaremos repitiendo en el campo teatral lo que nos demuestra la historia nacional?



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