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ArribaAbajoLa recesión de los noventa en la perspectiva de los últimos treinta años de crecimiento económico2

Antonio Zabalza



Universidad de Valencia


1. Introducción

El propósito de este trabajo es pasar revista al proceso de crecimiento económico de los últimos treinta años y, en esta perspectiva, examinar la recesión que España padeció a principios de los noventa. El producto español es hoy casi tres veces mayor que el existente hace treinta años y el producto por habitante más de dos veces mayor. Este es un resultado económico razonable, particularmente si se tiene en cuenta que ha sido obtenido a pesar de las severas crisis petrolíferas de los setenta y principios de los ochenta, y mientras el país experimentaba un drástico cambio político desde la dictadura a la democracia. Este proceso de crecimiento ha resultado en un país más similar a sus vecinos europeos en términos de instituciones económicas y estructura productiva, más equitativo3, más eficiente y nominalmente más estable.

Pero también ha habido problemas. El más perturbador es la incapacidad que la economía española ha mostrado durante estos años para utilizar de forma más intensa sus recursos humanos y la elevada desocupación   —12→   que como consecuencia ha tenido que soportar. Otra característica inquietante de este proceso de crecimiento es la significativa caída de la inversión privada en la década de los setenta y las dificultades que luego ha tenido para recuperar sus niveles anteriores. Por último, puede haber aparecido un tercer problema como resultado de la rápida extensión del sistema de protección social. Esta extensión ha propiciado un mayor nivel de equidad, pero ha aumentado quizás excesivamente la dependencia cíclica del presupuesto y ha introducido efectos desincentivadores que en algunos casos podrían ser importantes.

Estos problemas comenzaron a aflorar durante la crisis que siguió al primer aumento de los precios del petróleo y, aunque sus efectos remitieron en la recuperación posterior, su presencia sigue siendo una de las características de la economía española. A pesar de que el origen de los dos episodios es distinto, muchos de los problemas estructurales que determinaron la larga duración de la caída de la actividad económica en los setenta han seguido estando presentes en la crisis de los noventa. La falta de flexibilidad con que la economía española respondió al sesgo deflacionista impartido por la política monetaria alemana de principios de los noventa, la consiguiente pérdida de competitividad y el severo ajuste en el empleo, fueron todas ellas consecuencias de estos problemas estructurales.

El trabajo se organiza como sigue. La Sección 2 presenta las características básicas del proceso de crecimiento de los últimos treinta años y, junto a la influencia del progreso técnico, destaca el empleo y la inversión como los determinantes próximos de la evolución del producto por habitante. Entre otras cuestiones, esta sección muestra que la fuerte presión salarial de principios de los setenta pudo ser el factor causal más importante de la sustancial caída del empleo de mitades de los setenta. La Sección 3 examina la evolución de la política fiscal española y detecta la presencia de cambios en la misma a partir de 1988 que podrían ser relevantes para entender la crisis de los noventa. Sobre la base de estos resultados, la Sección 4 recapitula el argumento y ofrece una explicación tentativa, primero del proceso global de crecimiento de la economía española, y luego de las causas posibles de la recesión de los noventa. Finalmente, con el propósito de situar estas conclusiones en un contexto temporal más amplio, el trabajo termina con una sección de consideraciones que tratan de identificar las principales cuestiones futuras a las que la política económica española deberá enfrentarse.



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2. La contribución del trabajo y el capital al proceso de crecimiento


2. 1. El proceso global de crecimiento

El crecimiento económico puede ser representado de muchas formas pero, para concretar, este trabajo toma el producto por habitante como una medida razonable del bienestar agregado. En el Gráfico 1 puede observarse que el perfil temporal de este concepto presenta tres períodos claramente distintos. El primero, un período de expansión que cubre los años 1964-1974 y en el que el producto por habitante creció a una tasa media anual del 5,4%4. El segundo, un período de recesión que abarca los años 1974-1985 y en el que el producto por habitante creció solamente a una tasa media anual del 0,5%. El tercero, otra expansión durante los años 1985-1991 en la que el producto por habitante creció un 3,7% por año. Y finalmente, la reciente y probablemente acabada recesión de los años 1991-1994, en la que el producto por habitante creció un 0,2% por año.

En comparación con otros países, el crecimiento español a lo largo de este período ha sido superior por término medio, pero también ha acusado de forma más severa la influencia del ciclo. Es decir, España ha crecido más que otros países en las fases de expansión y menos en las fases de recesión. El producto real por habitante español medido en paridades de poder adquisitivo suponía en 1964 un 70,1% de la media de la OCDE y un 68,0% de la Unión Europea (UE) de doce miembros. La expansión del primero de los ciclos considerados llevó a España en 1975 a situarse a un 81,0% de la OCDE y a un 79,4% de la UE. La siguiente recesión, en cambio, supuso un claro retroceso para España, que se situó en 1985 a un 71,8% de la OCDE y a un 70,4% de la UE. La expansión del segundo ciclo volvió a tener efectos de convergencia y colocó a España en 1991 a un 79.4% de la OCDE y a un 77,6% de la UE. Por último, la recesión de los noventa ha separado de nuevo a España de sus socios europeos, con un producto por habitante que en 1994 estaba en el 75,5% de la media de la UE.

El Cuadro 1 muestra la contribución de la productividad del trabajo y de la tasa de empleo al producto por habitante. Como puede comprobarse   —14→   en la primera columna del cuadro, en los treinta años que van de 1964 a 1994, el producto por habitante ha crecido en España a una tasa anual del 2,7%; esta tasa es el resultado de un aumento anual del 3,4% de la productividad del trabajo y de un descenso anual del 0,7% de la tasa de empleo. Otras cosas iguales, si hubiera conseguido mantener su tasa de empleo en el nivel del período 1964-1974 (el período de expansión del primer ciclo), España sería hoy un 22% más rica. La incapacidad de la economía española para utilizar de forma más adecuada sus recursos humanos es quizás el enigma más llamativo de su historia económica reciente.

Gráfico 1

Las cuatro últimas columnas del Cuadro 1 muestran en qué medida la tasa de empleo determina las fluctuaciones cíclicas del producto por habitante. La productividad del trabajo ha oscilado mucho menos que el producto por habitante. En los tres últimos períodos considerados, a pesar de que la productividad del trabajo ha crecido más o menos constantemente alrededor de una tasa anual del 2,5%, el producto por habitante ha fluctuado ostensiblemente como consecuencia de las correspondientes   —15→   fluctuaciones de la tasa de empleo. Esto puede verse claramente en el Gráfico 2, donde, para concentrar el análisis en las tendencias de largo plazo, el comportamiento del producto por habitante (Q/N), productividad del trabajo (Q/L) y tasa de empleo (L/N) para los cuatro períodos considerados se resume en la tasa media de crecimiento anual de estas variables en cada uno de ellos.

CUADRO 1
PRODUCTO POR HABITANTE, PRODUCTO POR EMPLEO Y TASA DE EMPLEO
(Tasas anuales medias de variación: porcentajes)
1964-19941964-19741974-19851985-19911991-1994
1. Producto por habitante (Q/N)* (2+3)2,75,40,53,70,2
2. Producto por empleado (Q/L)* (2.1+2.2)3.45,33.11.42,8
2. 1. Contribución de la razón capital trabajo (K/L)* 2.13.11.90.62,0
2. 2. Contribución de la productividad total A* 1.32.21.20.80,8
3.Tasa de empleo (L/N)* -0.70.1-2.62.3-2.6

Notas:

i) Q: PIB real (a coste de los factores: 1980); N: Población total; L: Población empleada; K: stock de capital.

ii) La línea 1 se evalúa como (Q/N)*, donde un asterisco indica la tasa anual media de variación a lo largo del período considerado.

iii) La línea 2 se evalúa como (Q/L)*.

iv) La línea 2. 1 se evalúa como b(K/L)*, donde b es la participación media de las rentas del capital para el período 1964-94 (b= 0,378).

v) La línea 2. 2 se evalúa como 2. 2 = 2-2. 1.

vi) La línea 3 se evalúa como (L/N)*.

Hasta aquí, el análisis se ha restringido a definiciones y a relaciones aritméticas entre estas definiciones. El Gráfico 3 y las líneas 2. 1 y 2. 2 del Cuadro 1, en cambio, incorporan un supuesto acerca de cómo los servicios del factor trabajo y el stock de capital se relacionan con el producto -un supuesto acerca de la función agregada de producción- y otro supuesto acerca de cómo el mercado retribuye a estos factores. Suponiendo que la relación entre factores y producto puede representarse por una función de producción Cobb-Douglas con rendimientos constantes a escala y que los factores están retribuidos de acuerdo con su productividad marginal5, el Cuadro 1 y el Gráfico 3 muestran que un factor importante en la determinación de la productividad del trabajo (Q/L) es la razón capital trabajo   —16→   (K/L). A lo largo de todo el período considerado, el crecimiento de la razón capital trabajo explica alrededor de un 60% del crecimiento de la productividad del trabajo (exactamente un 61,8%); el otro 40%, aunque estrictamente no explicado por el modelo, cabe atribuirlo al crecimiento de la «tecnología» (A). El Gráfico 3 y el Cuadro 1 muestran que mientras el crecimiento de la «tecnología» ha permanecido más o menos constante (particularmente en los tres últimos períodos, en los que ha fluctuado alrededor de una tasa anual del 1%), la caída de la productividad del trabajo hasta la expansión de los años 1985-1991 y su subsiguiente recuperación durante la última recesión se corresponde de forma muy estrecha con la evolución de la razón capital trabajo. Por ello, para entender la evolución de la productividad de la economía española, es importante explicar por qué a lo largo del tiempo el crecimiento de esta razón ha caído6.

Gráfico 2

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Gráfico 3

Una primera cuestión a investigar es cómo los dos componentes de esta razón han evolucionado a lo largo del tiempo. Esto es lo que hace el Gráfico 4, que muestra de forma separada la contribución del empleo y del capital al producto. El crecimiento del capital ha disminuido a lo largo del tiempo, mientras que el del empleo es muy procíclico. Así pues, la caída del crecimiento de la razón capital trabajo durante la recesión de 1974-1985 se debe exclusivamente a la caída del crecimiento del capital, mientras que la caída ulterior durante la expansión de 1985-1991 se debe al crecimiento del empleo. Incluso antes de entrar en detalles, vale la pena señalar el notable descenso experimentado por el crecimiento del stock de capital durante la recesión de 1974-1985 (a casi un tercio de lo que había sido en la expansión previa) y su tímida recuperación en la expansión de 1985-1991. Claramente, la caída de la inversión implícita en estas cifras es una de las características llamativas del   —18→   proceso de crecimiento económico español reciente. El trabajo vuelve a esta cuestión más adelante, pero antes es conveniente examinar la evolución del otro factor: el empleo.

Gráfico 4




2. 2. La incapacidad de la economía española para utilizar sus recursos humanos

A lo largo de los treinta años aquí considerados, a pesar de un aumento acumulado del producto del 177%, el empleo prácticamente no ha cambiado (un aumento acumulado del 0,2%). Esta falta de respuesta agregada, sin duda la peor característica de la economía española, esconde sin embargo una significativa relación procíclica entre el empleo y el producto, que se aprecia claramente en el Gráfico 4 y que con el tiempo se ha hecho más fuerte. El Cuadro 2 muestra que en la expansión de 1964-1974, las tasas anuales de crecimiento del producto   —19→   y el empleo fueron, respectivamente, 6,5% y 1,1%; y en la siguiente recesión de 1974-1985, las correspondientes tasas fueron 1.4% y -1,7%. Por otra parte, las tasas de crecimiento del producto y el empleo para el ciclo recientemente finalizado fueron, respectivamente, 4,0% y 2,5% para la expansión de 1985-1991, y 0,4% y -2,4% para la recesión de 1991-1994.

¿Pertenecen los datos del ciclo 1964-1987 y los del ciclo 1985-1994 al mismo tipo de economía? Como el Cuadro 2 muestra, los datos parecen sugerir que: a) el empleo se ha hecho más volátil con el paso del tiempo; y b) la elasticidad del empleo con respecto al producto ha aumentado de forma significativa (se ha multiplicado por un factor de tres en la fase expansiva y de más de cinco en la recesiva). El resultado de estos cambios para el desempleo se muestra en el Gráfico 5. A lo largo de todo el período, el porcentaje de la población activa sobre la población total ha crecido desde el 37,3% al 39,5%, y el de la población empleada ha bajado desde el 36,9% al 29,9%. Como consecuencia, la tasa de desempleo ha crecido desde el 1,3% en 1964 a un inquietante 24,2% en 1994.

CUADRO 2
LA ELASTICIDAD DEL EMPLEO CON RESPECTO A LA PRODUCCIÓN
(Tasas anuales medias de variación: porcentajes)
PeríodoEmpleo
(1)
Producción
(2)
Elasticidad empleo producto
(3) = (1) (2)
1964-19741.16.50.2
1974-1985-1.71.4-1.2
1985-19912.54.00.6
1991-1994-2.40.4-6.8

Notas: i) La columna (1) se evalúa como L*. ii)La columna (2) se evalúa como Q*.

Quizás la característica más negativa de estos datos es que, en gran medida, reflejan un problema específicamente español. Hasta 1977 la tasa de ocupación (población empleada sobre población activa) había sido más o menos igual a la media de la OCDE. A partir de entonces se inicia una fuerte divergencia que habría de culminar en el año 1985, en el que la tasa de ocupación española representaba sólo el 85.4%, de la media de la OCDE. La expansión de los ochenta mejoró en alguna medida las cosas, pero nunca se han vuelto a recuperar niveles de ocupación similares a los de la OCDE. En 1991, la tasa española de ocupación era el 90,5% de la de la OCDE, nivel relativo que probablemente se ha deteriorado como consecuencia de la crisis de los noventa.

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Gráfico 5

No existe una explicación definitiva del porqué de esta evolución. Entre el ciclo de 1964-1985 y el ciclo de 1986-1994, el salario real7 aumentó un 51,4%, mientras la productividad del trabajo lo hacía un 51.3%. A primera vista, por tanto, podría parecer que los salarios reales, aunque no demasiado sensibles al desempleo, por término medio no se han desviado significativamente de la productividad. De hecho, durante el período considerado, los costes laborales unitarios sólo han aumentado un 0,5% entre los dos ciclos ¿Es esta diferencia entre el salario real y la productividad suficiente para explicar el enorme aumento del paro padecido por la economía española?

La comparación de promedios para todo un ciclo no es la metodología más apropiada para analizar este problema. Si dentro de una de las fases del ciclo, la respuesta de la demanda a salarios reales excesivos genera un aumento de la productividad, la similitud de las tasas de crecimiento de los salarios reales y la productividad observada puede ser una consecuencia del efecto de los salarios reales sobre el empleo, más que   —21→   una prueba de la correspondencia entre salarios y productividad. Como puede verse en el Cuadro 3, durante las dos fases de expansión el crecimiento anual del salario real claramente excedió al de la productividad -0,9 puntos más por año en la expansión de 1964-1974, y 0,5 puntos más por año en la de 1985-1991-, mientras que la productividad creció más que el salario real en las correspondientes recesiones -0,3 puntos más en la recesión de 1974-1985, y 0,6 puntos más en la de 1991-1994.

CUADRO 3
PRODUCTIVIDAD, SALARIO REAL Y COSTE LABORAL UNITARIO
(Tasas anuales medias de variación; porcentajes)
Período(W/P)*
(1)
(Q/L)*
(2)
(W/P)/(Q/L)
(3)
1964-19746.25.3100.0
1974-19852.83.1104.9
1985-19911.91.4102.6
1991-19942.22.8104.0
1964-19854.44.1100.0
1985-19942.01.9100.5

Notas:

i) La columna (1) se evalúa como la tasa anual media de variación del salario real.

ii) La columna (2) se evalúa como la tasa anual media de variación de la productividad del trabajo.

iii) La columna (3) se evalúa como el promedio de los costes laborales unitarios para el período considerado (1964-74 = 100 y 1964-85 = 100).

Esto sugiere que para investigar si los salarios reales han sido o no excesivos, y por tanto en qué medida pueden ser responsables del aumento del desempleo, debe utilizarse una referencia distinta a la productividad observada. El Gráfico 6.A muestra la evolución del salario real observado (W/P) y la del salario real que, dados los supuestos incorporados en la función de producción descrita más arriba, dada la evolución tendencial del progreso tecnológico y dado el stock de capital existente, habría permitido obtener el «pleno empleo» -el <salario real de pleno empleo, (FRW)-, y el Gráfico 6.B muestra la razón [(W/P)/FRW], a la que se denomina <brecha salarial de pleno empleo, (WGAP). El «pleno empleo» se define en este ejercicio como el correspondiente a una tasa de paro del 5%; supuestos distintos en lo que respecta a la definición del pleno empleo cambiarían el nivel de la brecha salarial calculada pero no su evolución temporal.

La utilización del concepto de brecha salarial debe ser interpretado como una primera aproximación a los datos. Difícilmente puede suministrar   —22→   una explicación completa del problema del desempleo, entre otras cosas porque no dice nada acerca de las razones por las que el crecimiento del stock de capital se ha reducido a lo largo del período, no incorpora la posibilidad ni las causas por las que el concepto relevante de «pleno empleo» haya podido variar, ni explica los factores que han determinado la evolución del salario real observado. Por otra parte, supone que la determinación de precios y salarios se hace en un marco de competencia perfecta y que el desempleo se genera exclusivamente a raíz de la lentitud con que el salario real vuelve a su nivel de equilibrio, una vez desplazado del mismo por razones exógenas8. La respuesta a estas cuestiones y la utilización de supuestos menos fuertes requeriría la especificación y estimación de un modelo completo de la economía y en particular, del mercado de trabajo, tarea que queda fuera del alcance de este trabajo (aunque más adelante se reseñan algunos resultados de ejercicios anteriores de este tipo para la economía española).

Con estas salvedades, y como puede comprobarse en el Gráfico 6.B, después de un período que va hasta 1971 en el que por definición oscila alrededor de una desviación nula (WGAP=100)9, la brecha salarial muestra una fuerte tendencia creciente hasta 1988. De 1971 a 1974 la brecha creció un 2,2% por año y pasó de una desviación nula en 1971 a una desviación del 6,6% en 1974: de 1974 a 1987 la brecha siguió creciendo (hasta alcanzar una desviación del 13,5%), pero a una tasa mucho más moderada (0,6% por año). Después de 1987 la brecha se redujo hasta una desviación del 12,3% en 1991 (una reducción anual de 0,2%), pero lo que en ese momento pudo haber sido interpretado como la señal de un cambio de tendencia se frustró en los años siguientes a raíz de otro aumento salarial que elevó la brecha hasta una desviación del 13,7% en 1994 -un incremento anual del 0,4%.

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Estos resultados sugieren que la dramática caída del empleo entre 1974 y 1987 pudo ser la respuesta a la explosión de los salarios reales que tuvo lugar en España en el período 1971-1976 y al persistente ensanchamiento de la brecha salarial hasta 1988. La desviación del salario real con respecto a su nivel de equilibrio parece haber comenzado con anterioridad a la democracia; de hecho, durante los primeros años del actual régimen político el crecimiento de la brecha salarial se desaceleró a pesar de la existencia de fuertes demandas nominales. Los resultados también parecen sugerir que la recuperación del empleo entre 1987 y 1991 podría estar relacionada con el estrechamiento de la brecha durante este período. Finalmente, el aumento de la brecha en el último período, que se produjo cuando todavía más del 16% de la población activa estaba desempleada, es una indicación de la poca sensibilidad que en España los salarios reales han mostrado con respecto al paro10.

Gráfico 6

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Gráfico 6.B

¿Qué parte de este aumento en la brecha fue debido a demandas salariales y qué parte a otros factores tales como cambios en los términos de intercambio o en la presión fiscal? El Cuadro 4, en el contexto de la brecha salarial, descompone la evolución del salario real observado (que está definido en términos de los precios de los factores) en: a) un término definido como el salario neto (neto de impuestos directos, entre los que se incluyen las cotizaciones a la Seguridad Social) deflactado por los precios de consumo, que intenta recoger el valor de compra de la paga neta recibida por los trabajadores (línea 1); b) un término que mide el efecto sobre el salario real de variaciones en los términos de intercambio (línea 4); y c) y un término que mide el efecto de la imposición directa (incluyendo las contribuciones a la Seguridad Social) e indirecta (línea 5)11.

Asimismo, para ver de forma más clara la evolución de las demandas salariales, el Cuadro 4 se separa un poco de la periodificación utilizada hasta este punto y considera los períodos 1971-1976, 1976-1987 y 1987-1994. Como puede verse en el Gráfico 7, estos tres períodos recogen tres tendencias distintas en la evolución del salario neto deflactado   —25→   por los precios de consumo, W(1-t)/CP, que por comodidad se denomina salario real de consumo. La brecha salarial aparece en 1971, con un incremento muy fuerte del salario real de consumo, que hasta 1976 creció a una tasa anual del 5,6%; después sigue un período de once años (1976-1987), en el que el salario real de consumo, con un crecimiento anual del 0,1%, permaneció prácticamente constante; y finalmente se distingue un tercer período que va hasta 1994, en el que el salario real de consumo vuelve otra vez a crecer a una tasa anual del 1,4%.

Gráfico 7

Como indica el Cuadro 4, las demandas salariales más fuertes se produjeron en el período 1971-1976, dentro del cual tuvo lugar la primera crisis del petróleo. Concretamente, de los 1,98 puntos en que la brecha creció cada año durante este período, 1,26 puntos se debieron a las demandas salariales y 0,76 puntos al efecto neto resultante del aumento de la presión fiscal y de la mejora de los términos de intercambio. Es decir, durante este período el crecimiento de la brecha salarial fue en su mayor parte (más del 64%) debido a las demandas salariales. En cambio, durante el período 1976-1987, dentro del cual tuvo lugar la   —26→   segunda crisis del petróleo, las demandas salariales se redujeron un 1,71% por año; si no hubiera sido por este moderado comportamiento por parte de los trabajadores, la brecha salarial habría aumentado 2,03% por año debido, por una parte, al deterioro de los términos de intercambio (0,13%), causado entre otros factores por el aumento de los precios del petróleo, y, por la otra, al aumento de los impuestos (1,90%)12. Existe una clara diferencia entre las dos crisis petrolíferas, en el sentido de que en la segunda la subida del precio del petróleo fue trasladada a los precios de consumo, mientras que en la primera no lo fue. Es interesante señalar, también, que, sobre la base de estos resultados, el aumento de la presión fiscal parece ser absorbida en una parte significativa por los trabajadores, lo que sugiere una oferta de trabajo relativamente inelástica. Durante el período 1987-1994 la brecha salarial permaneció prácticamente constante (un crecimiento anual del -0,06%). Esto se explica por la caída de las demandas salariales (-0,75 puntos); la mejora de los términos de intercambio después de las dos crisis petrolíferas (-0,15 puntos), que más que compensaron su deterioro debido a las devaluaciones de la Peseta en 1992 y 1993; y por el aumento de la fiscalidad (0,83 puntos)13. En este período, por tanto, las demandas salariales de los trabajadores absorbieron de nuevo la mayor parte del aumento de la presión fiscal, mientras que las favorables condiciones de los precios de importación absorbieron el resto.

Estos resultados se refieren a la totalidad de la economía. Es decir, incluyen tanto al sector asalariado como al no asalariado14. Sería interesante poder repetir el ejercicio sólo para el sector asalariado, pero esto no es posible debido a la falta de datos adecuados sobre el producto y el capital. En su defecto, el Gráfico 7 y la línea 8 del Cuadro 4 muestran que la explosión salarial del período 1971-1976 existió también en el sector asalariado, y que en este sector el aumento continuó hasta 1976. Con posterioridad a esta fecha, sin embargo, los salarios reales de consumo parecen haberse comportado con mayor moderación en el sector asalariado que en la economía como un todo.

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El panorama global que emerge de estos cálculos es que a comienzos de los setenta existió un fuerte incremento de los salarios no justificado por la productividad, los términos de intercambio o los impuestos, que abrió una brecha sustancial entre los salarios efectivos y los salarios de equilibrio, y que luego, por una variedad de razones, no ha desaparecido a pesar de la presencia generalizada de desempleo. Las demandas salariales de los trabajadores es una de estas razones, pero hay otras, como la presión fiscal y, en menor medida, el deterioro de los términos de intercambio, que también han jugado un papel importante. De hecho, después de la primera explosión salarial, los trabajadores moderaron sus demandas de forma sustancial pero, dada la evolución de los precios relativos de las importaciones y de la presión fiscal, no suficiente como para eliminar la brecha.

CUADRO 4
FACTORES CONTRIBUTIVOS AL CRECIMIENTO DE LA BRECHA SALARIAL DE PLENO EMPLEO
(Tasas anuales medias de variación; porcentajes)
Crecimiento anual medio de1971-76 1976-871987- 94
1. Salario real de consumo5.590.111,41
2. Salario real de pleno empleo4,331,822,16
3. Demandas salariales 83=1-2)1,26-1,71-0,75
4. Términos de intercambio-0,250,13-0,15
5. Imposición directa e indirecta1,011,900,83
6. Resto-0,040,000,01
7. Brecha Salarial de pleno empleo (7=3+4+5+6)1,980,32-0,06
8. Salario real de consumo para trabajadores asalariados5,89-0,470,33

Notas:

i) Ver Sección A.4 del Apéndice para la definición de los distintos conceptos utilizados en este cuadro.

ii) La línea 2 se evalúa como de la tasa anual media de variación del salario real de pleno empleo.

iii) La línea 8 se calcula utilizando para los trabajadores asalariados la tasa media de imposición directa y la cotización media de la Seguridad Social para toda la economía. Sí, en cambio, todo el ingreso por la imposición directa y las cotizaciones a la Seguridad Social se atribuyen a los trabajadores asalariados, los valores correspondientes serían 5,84, -1,25 y -0,42.

Dado el comportamiento de los salarios, la productividad tendencial y los términos de intercambio, y para todo el período considerado, el efecto máximo de los impuestos que podría haber sido absorbido sin generar una brecha salarial es 0,8% por año; en cambio el efecto observado fue 1,4% por año (del orden de un 75% más). Alternativamente, dada la productividad tendencial y la evolución de los términos de intercambio   —28→   e impuestos, el crecimiento máximo de los salarios reales de consumo que podría haberse absorbido sin generar una brecha es 1,1% por año; en cambio, los salarios reales de consumo crecieron 1,7% por año (del orden de un 55% más). Aun en el marco conceptual de la brecha salarial, estos cálculos hipotéticos deben ser tomados sólo como ilustrativos dado que no tienen en cuenta el efecto que una mayor moderación salarial o un menor crecimiento de la presión fiscal hubieran tenido sobre la acumulación de capital; con todo, dan una idea de la magnitud y del tipo de desequilibrios que la coincidencia de la explosión salarial y el notable aumento de la presión fiscal pueden haber generado.

Como se ha señalado más arriba, el análisis de la brecha salarial puede interpretarse como una primera aproximación al problema del paro, pero difícilmente como una explicación del mismo. Para ello es necesario un modelo completo del mercado laboral que tenga en cuenta de forma más detallada el lado de la oferta y que permita explorar las implicaciones de supuestos distintos al de la competencia perfecta. Los resultados que en este sentido existen para España enriquecen y no contradicen la explicación dada más arriba. Dolado, Malo de Molina Zabalza (1986), que utilizan una periodificación algo distinta a la considerada aquí, concluyen que la presión sindical (42%), la presión fiscal (40%) y los términos de intercambio (72%) fueron las causas más significativas del aumento de 2,5 puntos de la tasa de paro entre la expansión de 1966-1972 y el período 1973-1979 en el que se produjo la primera crisis petrolífera; y que este aumento habría sido mayor (en 4,3 puntos) de no haber sido por la influencia expansiva de la política de demanda agregada adoptada entonces. Los 7,9 puntos de aumento del paro entre la primera (1973-1979) y la segunda (1980-1984) crisis petrolífera se atribuye de nuevo a la presión fiscal (32%) y a los términos de intercambio (29%), pero con la diferencia en este caso de que la política de demanda agregada, coherentemente con la estrategia restrictiva acordada en los Pactos de la Moncloa en el tercer trimestre de 197715, no fue acomodaticia y explica casi la mitad del aumento total (48%). Efectos de demanda agregada figuran también de forma prominente en Andrés et al. (1990) que, además de confirmar la mayoría de los resultados del anterior estudio, identifica un canal más directo de influencia a través de la limitación que el nivel deficiente de demanda impuso, particularmente después de 1975, a la capacidad de las empresas para vender su producción.

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Otras explicaciones más estructurales del enorme aumento del paro incluyen: a) la sustancial reducción de empleo en la agricultura -más de 3 millones de empleos a lo largo de los treinta años aquí considerados, lo que supone una quinta parte de la población activa en 1994 (20,3%) y por encima de una cuarta parte del empleo total (26,8%)-; b) la pérdida de la emigración como válvula de absorción del crecimiento de la población -aunque es difícil llegar a cifras precisas, se ha estimado (Andrés et al. 1990) que en 1973 había más de 600.000 españoles trabajando en el extranjero, que para 1978 esta cifra había bajado a 350.000 y que en la actualidad es probablemente mucho menor-; y c) el aumento de la tasa de participación femenina -un crecimiento de más de 2 millones de mujeres en la población activa entre 1977 y 1994-. Sin embargo, como apuntan Blanchard y Jimeno (1995), ninguno de estos factores distingue de forma drástica a España de Portugal, y en cambio el paro en Portugal es mucho menor que en España. Según estos autores, las instituciones del mercado de trabajo, y en particular las reglas de elegibilidad del seguro y subsidio del desempleo, hacen que los salarios reales sean mucho más sensibles al paro en Portugal que en España.

Finalmente, otros autores destacan el uso generalizado de los contratos temporales como un elemento distorsionador importante del funcionamiento de la economía debido a sus efectos sobre la rigidez salarial (Bentolila y Dolado, 1994) y sobre la segmentación del mercado (Jimeno y Toharia, 1993). En 1994 estos contratos fueron abolidos como forma de nueva contratación excepto para colectivos muy específicos de trabajadores. Con todo, según la Encuesta de la Población Activa del último trimestre de 1994, todavía representaban entonces el 34,5%) de todos los contratos. Probablemente estos contratos han contribuido de forma significativa al crecimiento del empleo durante la expansión de 1985-1991 (Bentolila y Saint-Paul, 1992), pero también pueden haber aumentado la volatilidad del mercado laboral, tal como sugiere el Cuadro 2 más arriba.




2. 3. La desaceleración del crecimiento del capital

Todos los resultados de la sección anterior están condicionados a la evolución del stock de capital. Pero como se ha visto en la Sección 2. 1. la tasa de acumulación de capital en la economía española se ha reducido de forma sustancial a lo largo del período, y el producto por habitante   —30→   sería también superior si esto no hubiera ocurrido. Es decir, incluso si el salario real se hubiera ajustado rápidamente a su nivel de equilibrio, cosa que no ha ocurrido, el crecimiento del producto por habitante podría haber sido más alto si el crecimiento del capital no se hubiera desacelerado. Por lo tanto es importante examinar de forma más detallada la evolución del stock de capital y las posibles causas de la desaceleración de su tasa de crecimiento.

Como puede verse en la primera columna del Cuadro 5, y coherentemente con lo señalado más arriba, el aumento de la razón capital trabajo a lo largo de los últimos treinta años es enteramente debido al aumento del stock de capital, ya que el empleo ha permanecido prácticamente constante. A este aumento, el capital privado ha contribuido en un 83,3% y el público en el restante 16,7%. Estas cifras globales, sin embargo, cambian de forma sustancial según la fase del ciclo que se considere. La contribución del capital privado fue muy significativa en la expansión de 1964-1974, cayó considerablemente en la recesión de 1974-1985 y no se ha recuperado desde entonces (ni siquiera en la fuerte expansión de 1991-1994). El capital público, en cambio, ha aumentado su contribución a lo largo del tiempo y lo ha hecho de una forma claramente procíclica. Junto con la incapacidad de la economía para crear puestos de trabajo, la caída de la inversión privada es otro problema importante, probablemente no independiente del anterior, que no ha recibido la atención merecida por parte de los investigadores del reciente proceso de crecimiento español.

CUADRO 5
FACTORES CONTRIBUTIVOS AL CRECIMIENTO DE LA RAZÓN CAPITAL/TRABAJO: CAPITAL PRIVADO Y PÚBLICO
(Tasas anuales medias de variación; porcentajes)
1964-19941964-19741974-19851985-19911991-1994
1. Razón capital/trabajo (K/L)* (1=2+3-4+5)5,48,35,11,55,2
2. Capital privado (PK)* 4,58,52,82,81,7
3. Capital público (GK)* 0,91,00,51,31,0
4. Trabajo (L)* 0,01,1-1,72,5-2,4
5. Resto0,0-0,10,1-0,10,1

Notas:

i) La línea 1 se evalúa como (K/L)*.

ii) La línea 2 se evalúa como mPK*, donde m es la medida de (PK/K) a lo largo del período considerado.

iii) La línea 3 se evalúa como (1-m)GK*

iv) La línea 4 se evalúa como L*.

  —31→  

Gráfico 8

La fuerte caída de la inversión privada puede verse claramente en el Gráfico 8, que muestra la evolución del crecimiento de los stocks de capital total y privado. El crecimiento del stock de capital privado se desaceleró desde el 9,6% anual en el período 1964-1974, al 3,2°% en la recesión de 1974-1985. Pero quizás la característica más negativa es la incapacidad que el stock privado de capital mostró para recuperar las tasas pasadas de crecimiento en la expansión de 1985-1991, durante la que creció a una tasa anual del 3,3%, prácticamente la misma que en el período anterior. El crecimiento del stock de capital público, en cambio, que en el Gráfico 8 puede ser inferido de la diferencia entre las dos líneas mostradas, sigue una tendencia claramente creciente una vez el ciclo ha sido tenido en cuenta. De un crecimiento anual del 8,5% en la expansión de 1964-74, cayó a una del 4,6% en la recesión de 1974, para alcanzar tasas anuales del 8,6% y 5,8% en, respectivamente, la expansión y recesión del siguiente ciclo. Como resultado de estas tendencias, el capital privado representaba en 1994 el 82,0% del stock total de capital, cuando en 1964 había supuesto el 87,8%. Este es un cambio de composición que no debería sorprender, dada la baja razón   —32→   entre el capital público y el capital privado que existía en España en relación a otros países europeos a principios de los sesenta, y que probablemente ha mejorado el funcionamiento de la economía16. Sin embargo, y desde la perspectiva del crecimiento, hubiera sido preferible que el aumento del peso relativo del capital público se hubiera conseguido a la vez que se mantenía el ritmo de crecimiento del stock total de capital.

¿Por qué el crecimiento del stock de capital privado cayó tan significativamente durante la recesión de 1974-1985? Y ¿por qué se recuperó tan poco durante la reciente expansión de 1985-1991? La respuesta a estas preguntas es incluso más difícil que en el caso del desempleo, dado el efecto que la incertidumbre y las expectativas desempeñan en las decisiones de inversión. Dos posibles determinantes de este tipo de decisión son la tasa de beneficio del capital y el tipo real de interés17. El primero debería estar positivamente relacionado con la inversión, en la medida en que puede interpretarse como un indicador de las expectativas de beneficios futuros; el segundo negativamente, porque mide el coste de oportunidad de la decisión de invertir en capital físico. El Cuadro 6 relaciona el promedio de estas dos variables para los cuatro períodos considerados con el crecimiento anual del stock de capital18. Parece haber una fuerte relación entre estas variables, particularmente entre la tasa de beneficio y la inversión neta. Los datos sugieren que la fuerte caída de la tasa de beneficio entre la expansión de 1964-1974 y la recesión de 1974-1985 puede haber sido una de las causas de la desaceleración del crecimiento del capital entre estos dos períodos, a pesar de la simultánea reducción de los tipos reales de interés. También sugieren que el aumento de la tasa de beneficio en la expansión de 1985-1991 fue relativamente modesto y que este hecho, junto con la gran subida de los tipos de interés reales en este período, podría explicar por qué la recuperación de la inversión neta fue tan débil. Finalmente, los datos muestran que en el período 1991-1994, la nueva caída de los beneficios hasta niveles similares a los de la recesión previa y la persistencia de tipos de interés reales inusualmente elevados para una   —33→   recesión, son circunstancias compatibles con el nuevo descenso que en esos años experimentó la inversión privada19.

CUADRO 6
INVERSIÓN PRIVADA, BENEFICIOS Y TIPOS DE INTERÉS
(Porcentajes)
PeríodoCrecimiento del stock privado de capitalTasa real de beneficioTipo de interés real a largo plazo
(1)(2)(3)
1964-19749,630,31,9
1974-19853,220,6-0,8
1985-19913,321,96,3
1991-19942,120,85,6
1964-19856,225,50,6
1985-19942,921,56,1

Notas:

i) La columna (1) se evalúa como la tasa media de variación del PK.

ii) La columna (2) es el excedente operativo del sector privado dividido por el stock de capital privado. Media del período bajo consideración.

iii) La columna (3) es el rendimiento de la deuda pública a 3 años menos la inflación medida por el índice de precios al consumo. Media del período bajo consideración.

¿En qué medida es este pobre comportamiento de la inversión un fenómeno específico de España o una característica generalizable al conjunto de los países industrializados? En los últimos treinta años, y con la excepción de sólo tres años (1990, 1991 y 1992), la tasa de inversión bruta española ha sido siempre inferior a la tasa media de inversión bruta de los países de la OCDE. Pero esta diferencia (del orden de 2,3 puntos del PIB como media durante el período 1960-1993) puede ser debida al mayor nivel del stock de capital medio en la OCDE, y a la mayor inversión de reposición que el mismo requiere, más que a una acumulación de capital más rápida. En términos comparativos, el problema de la inversión en España no parece estar tanto en su nivel, como en su mayor volatilidad a lo largo del ciclo. En la expansión de 1964, la tasa de inversión bruta creció en la OCDE a razón de 0,07 puntos del PIB por año, frente a 0,43 puntos en España. En la recesión de 1974-1985, las respectivas cifras son -0,42 y -0,64. En la expansión de   —34→   1985-1991, 0,20 y 0,86. Y en los años 1992 y 1993 de la última recesión, -0,55 y -1,44. Juntando las comparaciones internacionales del empleo y la inversión, la conclusión parece ser que para una inversión más volátil pero relativamente similar, el comportamiento relativo del empleo ha sido mucho más pobre en España que en la OCDE.






3. La política presupuestaria

La crisis de los noventa debe enmarcarse también en la política presupuestaria seguida en estos últimos treinta años. Como se ha visto más arriba, uno de los factores que parecen haber dificultado el ajuste a la baja de los salarios reales es el fuerte aumento de la presión fiscal. Es importante, por tanto, examinar el porqué de este aumento.

El Gráfico 9 muestra la evolución de los gastos e ingresos de las Administraciones Públicas. En lo que respecta a los gastos, en 1974 existió un perceptible cambio de tendencia. Hasta entonces, los gastos públicos como porcentaje del PIB habían crecido a razón de 0,42 puntos por año; después, y hasta 1994, crecieron a razón de 1,18 puntos por año. El aumento durante esta segunda fase no es sin embargo uniforme. Como puede apreciarse en el gráfico, sobre la tendencia creciente se superponen dos protuberancias, de 1979 a 1987 y de 1992 a 1994, que necesitan ser explicadas. En lo que respecta a los ingresos públicos, es interesante señalar que la ruptura más clara en la tendencia se produce también alrededor de 1974 (hasta ese año los ingresos habían crecido a razón de 0,40 puntos por año, y después lo hacen a razón de 0,85 puntos). Después de 1974 los ingresos muestran un comportamiento temporal más uniforme que los gastos, aunque experimentan un aumento discreto entre 1979 y 1981 que, como se verá más abajo, está relacionarlo con cambios en la política tributaria.

El resultado de estas dos tendencias ha sido un déficit que, dado el comportamiento más uniforme de los ingresos, refleja en cierta medida las particularidades de la evolución de los gastos. El déficit era pequeño o inexistente antes de 1974; se mantuvo bajo control hasta 1977, en tanto que durante ese período los ingresos siguieron de cerca a los gastos; pero comenzó a crecer después, particularmente después de 1979 con el comienzo de la primera protuberancia del gasto sobre su tendencia. Después de dos picos en 1985 y 1993, en los que se situó respectivamente en el 7,0% y 7,5% del PIB, el déficit en 1994 bajó hasta el 6,6% y el stock de deuda llegó a representar el 63% del PIB.

  —35→  

Gráfico 9

La prolongada caída de la inversión plantea la cuestión de si ha habido un efecto de desplazamiento inducido por el aumento del déficit. Esta es una cuestión de difícil respuesta sin imponer más estructura a los datos, y la evidencia parcial que a primera vista los mismos suministran dista bastante de ser concluyente. Como se ha vista más arriba, el tipo de interés real ha sido mucho más alto en el último ciclo que en el anterior (6,1% frente a 0,6%) y la inversión privada mucho más baja (18,3% del PIB frente a 22,2%). Sin embargo, los datos también indican que en el período en el que la inversión cayó más (la recesión de 1974-1985) el tipo de interés real era negativo, lo que sugiere que la demanda, bien directamente o a través de su impacto sobre los beneficios, también ha podido tener una influencia significativa sobre la inversión. Por otra parte, como se verá más abajo, no está claro que los altos tipos reales de interés del último ciclo puedan ser atribuidos de forma exclusiva a factores internos, o sean más bien la consecuencia de factores internacionales (principalmente europeos). Sea como fuere, hay pocas dudas de que la historia reciente del déficit público en España y el consiguiente volumen de la deuda están comenzando a plantear problemas significativos en razón a la rigidez que imponen sobre las decisiones de gasto. En   —36→   1964 los pagos por intereses de la deuda pública suponían el 0,5% del PIB (2,9% del gasto total); en 1994 alcanzaban el 5,3% del PIB (11,4% del gasto total).

Es difícil, sin abordar en profundidad un análisis que identifique efectos tendenciales y cíclicos, averiguar hasta qué punto los cambios en la evolución de los gastos y los ingresos obedecen a políticas discrecionales. Un análisis de este tipo, generalmente muy sensible a los supuestos de identificación utilizados, queda fuera del alcance de este trabajo. Sin embargo, aun sin imponer a los datos observados la estructura que sería necesaria para depurar los efectos del ciclo, es posible en algunos casos identificar cambios que cabe razonablemente atribuir a decisiones discrecionales de política presupuestaria.

CUADRO 7
CRECIMIENTO DEL INGRESO PÚBLICO Y DE SUS COMPONENTES
(Porcentajes)
PeríodoGR
(1)=(2)+(3)20
OTROS
(2)
TAX
(3)=(4)+(5)+(6)21
IT
(4)22
DT
(5)23
SSC
(6)24
1964-19740,410,060,35-0,040,040,35
1974-19851,030,050,980,240,410,33
1985-19910,790,080,710,070,600,04
1991-19940,320,130,190,06-0,130,28
1964-19850,740,060,680,110,230,31
1985-19940,630,090,540,060,350,12

Donde posiblemente sea más fácil tratar esta cuestión es en el caso de los ingresos. Dada la estrecha relación que los mismos guardan con el PIB nominal, cambios en la presión fiscal (la razón entre los ingresos y el PIB) tienden a ser indicativos de medidas discrecionales de política tributaria (legislativas o de gestión). El Gráfico 10 muestra que la evolución de los ingresos está en gran medida determinada por la evolución de los impuestos. Sólo hacia el final de los treinta años considerados aparece alguna influencia de significación por parte de otros tipos de gastos, principalmente como consecuencia de los resultados del proceso de privatizaciones. El aumento de la tendencia en 1974 es pues el resultado   —37→   de un aumento en los impuestos. Quizás sorprendentemente, el incremento más fuerte de la presión fiscal tiene lugar durante la crisis de 1974-1985. Como puede verse en la columna 3 del Cuadro 7, de un crecimiento de 0,35 puntos por año en la expansión de 1964-1974, los ingresos impositivos aumentaron 0,98 puntos por año durante la recesión siguiente. Sólo en los dos años que van de 1979 a 1981, como resultado de las reformas impositivas del período 1977-1979, la presión fiscal creció en casi 3 puntos, un 45% debido a la imposición directa, un 36% a la indirecta, y el resto a las cotizaciones de la Seguridad Social. El aumento de la presión fiscal después de 1974 y la reforma de 1977-1979, decisiones ambas tomadas en medio de una severa crisis económica y de una transición política extremadamente delicada, subrayan el propósito de la sociedad española de dotarse de los instrumentos esenciales de una economía moderna, con independencia de la oportunidad política o económica del momento.

Gráfico 10

  —38→  

Gráfico 10.B

Una vez tenido en cuenta el efecto discreto de la reforma de 1977, se puede comprobar que el crecimiento de los ingresos impositivos se mantuvo en la expansión de 1985-1991, aunque, como muestran las columnas 4, 5 y 6 del Cuadro 7, con una mayor dependencia de la imposición directa que en el período anterior. Hay que esperar a la última recesión (más precisamente, después de 1992) para observar un descenso significativo en el crecimiento de la presión fiscal, consecuencia de cambios legales fundamentalmente referidos a la imposición directa. El resultado global durante la recesión de 1991-1994 fue un aumento de la presión fiscal a razón de 0,32 puntos por año (la mayor parte de la misma debido a aumentos de las cotizaciones sociales), lo que supone menos de un tercio del crecimiento experimentado en la recesión anterior.

El Gráfico 11 y el Cuadro 8 muestran la evolución del gasto público. Entre 1974 y 1994, el gasto público expresado como porcentaje del PIB creció a razón de 1,18 puntos por año, significativamente más que los 0,42 puntos por año que había crecido en la expansión de 1964-1974. Las protuberancias sobre esta tendencia que aparecen entre   —39→   1979 y 1987, y entre 1992 y 1994, son ambas producto de las respectivas situaciones recesivas en que se produjeron, pero responden a causas distintas. La primera es consecuencia de dos circunstancias que actuaron de forma secuencial: de 1979 a 1981, la causa principal fue el incremento sobre su tendencia del gasto social (fundamentalmente pensiones, y seguros y subsidios de paro), y de 1981 a 1985, el significativo aumento de los intereses de la deuda como resultado de la sustitución de los «Pagarés del Tesoro», (antigua deuda pública a corto que estaba exenta de requerimientos fiscales de información, pero que rendía tipos por debajo de los niveles de mercado) por las «Letras del Tesoro» (la actual deuda pública a corto, emitida a tipos de mercado). Por otra parte, la segunda protuberancia, que fue mucho más pronunciada pero breve que la anterior, tuvo como causa un aumento generalizado por encima de su tendencia de todos los tipos de gasto público, con excepción de la inversión.

Gráfico 11

  —40→  

Gráfico 11.B

CUADRO 8
CRECIMIENTO DEL GASTO PÚBLICO Y DE SUS COMPONENTES
(Puntos de porcentaje de PIB por año)
PeríodoGE
(1)=(2)+(3)+(4)25
GC
(2)26
GI
(3)27
TR
(4)=(5)+(6)+(7)
SE
(5)28
INT
(6)29
OTROS
(7)
1964-19740,420,17-0,030,280,30-0,01-0,01
1974-19851,660,400,111,150,600,280,27
1985-19910,450,250,22-0,020,180,09-0,29
1991-19940,880,26-0,381,000,520,430,05
1964-19851,070,300,040,730,460,140,13
1985-19940,590,250,020,320,290,20-0,17

Con las reservas que se explicitan más abajo, y como muestra el Gráfico 11.13, cabe observar que, medido como porcentaje del PIB, la   —41→   expansión del gasto social comenzó con bastante anterioridad a la Administración socialista. De hecho, fue precisamente en 1982, año en el que el PSOE accedió al Gobierno, cuando esta expansión experimentó un claro freno. Como porcentaje del PIB, el gasto social permaneció prácticamente constante hasta 1988, y después volvió a crecer de forma significativa a razón de 0,50 puntos por año hasta 1994. Una causa comúnmente aducida para explicar este último cambio de tendencia son las modificaciones legislativas adoptadas por el Gobierno socialista a raíz de la huelga general de diciembre de 1988.

Estas son observaciones estadísticas que, por su misma naturaleza, se prestan a la controversia y que, por tanto, aun sin entrar en un análisis completo de depuración cíclica, es conveniente examinar un poco más de cerca. Entre 1964 y 1974, el gasto social expresado en pesetas constantes creció un 11,3% por año y el PIB real un 6,3% por año. Entre 1974 y 1982 las correspondientes cifras son 10,1% y 1,3%. Tenemos, pues, que, en una parte probablemente no despreciable, el aumento de la razón gasto social/PIB que el Gráfico 11.B muestra después de 1974 sea debida no tanto a un aumento discrecional de este tipo de gastos, como a la enorme desaceleración del PIB. En lo que respecta al estancamiento que la razón muestra después de 1982, los datos señalan que entre 1982 y 1985 el gasto social en términos reales creció un 4,0% por año, mientras el PIB real lo hacía en un 2,0% anual. Aquí, pues, sí parece haber una reducción importante en el crecimiento del gasto social, a pesar de que el crecimiento del PIB continuó a tasas parecidas a las del período anterior. Bajo determinados supuestos30, se puede concluir que manteniendo la misma política y teniendo en cuenta la fuerte desaceleración cíclica de este período, el crecimiento anual del gasto social habría sido 5,6%. El hecho de que frente a esta cifra el crecimiento observado fuera del 4,0%, refuerza la impresión de que efectivamente se aplicó una política restrictiva después de 1982. La ulterior desaceleración entre 1985 y 1988, en cambio, debe en alguna medida ser atribuida al aumento del PIB, ya que en este período el gasto social creció un 3,7% anual (3 décimas de punto menos que en el anterior) y el PIB lo hizo a un 4,6% (2,6 puntos más que en el período anterior). Bajo   —42→   los supuestos descritos en la nota 18, el mantenimiento de la política de gasto junto con la mejora del ciclo hubiera significado un crecimiento del gasto social del 3,6%, frente a un crecimiento observado del 3,7%.

El punto más controvertido es quizás el que hace referencia a la aceleración de esta razón después de la huelga general de diciembre de 1988 ¿Fue este comportamiento debido a un cambio de política, o simplemente el resultado del cambio de ciclo? Los datos parecen suministrar indicios de una cierta relajación en la política de gasto. Entre 1988 y 1991 el gasto social creció un 6,8% anual (3,1 puntos más que el período anterior) y el PIB un 3,5% (1,1 puntos menos). Evidentemente, una parte del incremento en el gasto social debe ser atribuido a la desaceleración de la actividad que ya en esos años comenzaba a producirse. Los supuestos descritos en la nota 18 resultan en un crecimiento del gasto social justificado por la tendencia y el ciclo del 6,2%, frente a un crecimiento observado del 6,8%, hay indicios, pues, de que la política fue expansiva, aunque quizás no en la medida que cabría concluir de la simple inspección de la evolución de la razón gasto social/PIB. Finalmente, existen pocas dudas de que hubo un drástico cambio de política, hacia una posición mucho más restrictiva, en la recesión de los noventa. Entre 1991 y 1994 el gasto social creció un 3,6% anual (3,2 puntos menos que en el período anterior), a pesar de que el PIB sólo lo hizo al 0,4% anual (2,1 puntos menos que en el período 1988-1991). La tendencia y el cambio de ciclo hubieran justificado un crecimiento anual del gasto social del 7,5%, frente a un crecimiento observado de sólo el 3,6%.