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ArribaAbajo La incorporación de la mujer al mercado de trabajo en España: participación y ocupación71

Alfonso Novales



Fundación de Estudios de Economía Aplicada y Universidad Complutense de Madrid


1. Introducción

El propósito de este trabajo es examinar las principales características que ha revestido el proceso reciente de incorporación de la mujer al mercado de trabajo en España. Para ello analizaremos sucesivamente los dos aspectos de dicho proceso: los cambios registrados en la participación activa de la mujer en el mercado de trabajo, y la evolución del empleo femenino en los distintos sectores de actividad de la economía española.

Una de las motivaciones del trabajo surge de la importancia que ha revestido el reciente incremento en la participación laboral de la mujer en nuestro país, paralelo en buena medida, a un proceso similar en las restantes economías occidentales. Tan importante ha sido el aumento registrado en el número de mujeres activas en España que justifica, parcialmente, la dificultad en reducir la tasa de paro, a pesar del fuerte ritmo de creación de empleo que viene registrándose en los últimos dos años. Tiene interés, por tanto, hacer una evaluación cuantitativa de este fenómeno.

El análisis que vamos a realizar trata de poner de manifiesto algunas de las principales características sociológicas (nivel de estudios, edad, estado civil), tanto de la participación como del empleo femeninos. Caracterizar la población femenina activa es importante por dos razones: 1) para planificar el modo óptimo de absorber el incremento en la oferta de trabajo, y 2) para   —244→   estimar el grado de participación «potencial», ya sea a) para poner en marcha programas de fomento de la participación femenina (si el nivel actual se considera muy inferior al potencial), como b) para tratar de evaluar el nivel futuro de población activa, y c) para analizar si dicha participación es uniforme, o por el contrario, se encuentra concentrada en unos determinados estratos de población femenina.

Recientemente, diversos autores han analizado distintos aspectos de la participación femenina. En España, Espina (1985) y Fernández (1985) han llevado a cabo estudios descriptivos de algunas características personales de la población femenina activa. En García Camacho y Novales (1988) se ha realizado un análisis acerca de la evolución reciente de algunas características de la participación femenina. Hernández y Riboud (1985) estimaron funciones de determinación de salarios para el empleo femenino en España, así como modelos logit de participación, utilizando una muestra que recoge información acerca de mujeres casadas.

Posteriormente, en Novales y Mateos (1988) se ha estudiado el posible efecto que las fluctuaciones en la actividad económica tienen sobre la participación femenina. Gracia (1988) ha utilizado un modelo logit para estimar el efecto que las características personales tienen sobre la probabilidad de que una mujer participe en el mercado de trabajo.

Desde el punto de vista de la ocupación, García, González-Páramo y Zabalza (1988) han estimado una ecuación de oferta de trabajo femenina, utilizando características individuales junto con salarios e indicadores de renta para intentar explicar el número de horas trabajadas. Tanto estos autores como Gracia (1988) han estimado la probabilidad de que una mujer activa esté ocupada, como función de las características ya citadas.

En este trabajo adoptamos un enfoque descriptivo, a la vez que realizamos previsiones acerca de la evolución futura de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Al analizar las posibles explicaciones de los cambios registrados en dicho proceso, confiamos en suscitar un número de cuestiones de interés para posterior análisis estructural.

Desde el punto de vista de la participación activa de la mujer, trataremos de responder a algunas de las cuestiones fundamentales en su evolución reciente: ¿Cuál es la magnitud real del incremento registrado en la participación femenina? ¿Se ha producido dicho incremento de modo uniforme en el colectivo de población femenina o, por el contrario, se ha concentrado en determinados grupos sociales?

Por otra parte, la discusión acerca de las posibles causas del aumento en participación es relevante para evaluar la capacidad de la autoridad económica para incentivar dicho proceso, si así lo desea. Por ello, analizaremos asimismo si el incremento en participación a) es un simple reflejo del aumento registrado en los últimos años en el ritmo de actividad económica, b) obedece a cambios estructurales producidos en el modo en   —245→   que la mujer decide si participar o no en el mercado de trabajo, c) se debe a un cambio en las características personales de la población femenina española, o es una combinación de algunos de estos factores.

En lo relativo al empleo femenino, además de describir su evolución a través del tiempo, examinaremos cuáles son las áreas de actividad en que las mujeres trabajadoras tienen una mayor presencia, cuál es la situación profesional de la mujer ocupada, y cómo se compara la importancia relativa del empleo femenino en España con el de otros países.

La Sección 2 describe el fundamento teórico subyacente a la decisión de tomar parte activa en el mercado de trabajo, tratando de hacer explícitas las variables que influyen sobre tal decisión. En la Sección 3 se comenta acerca de ciertas dificultades de medida del número de personas activas. La Sección 4 analiza la evolución de la población, población activa y tasas de participación femeninas, mientras que las previsiones acerca de su evolución futura se presentan en la Sección 5. En la Sección 6 se discute el efecto que el estado civil de la mujer tiene sobre su participación activa en el mercado de trabajo, mientras que en la Sección 7 se examina si la participación depende de las condiciones de dicho mercado, así como de la actividad económica en general. En la Sección 8 se establecen comparaciones sectoriales acerca de la importancia relativa del empleo femenino en España y en otros países y se analiza asimismo la evolución temporal del peso relativo que el empleo femenino supone dentro de la ocupación en cada sector de actividad. Finalmente, el artículo se cierra con un resumen de los resultados obtenidos y las principales conclusiones que de ellos se derivan.




2. La decisión de participar

La decisión de tomar parte activa en el mercado de trabajo es la primera etapa de un proceso que lleva a una persona a buscar empleo y, eventualmente, quizá a estar ocupado. Una vez que la persona ha decidido participar, tiene acceso a un mercado que le proporcionará ofertas de trabajo, que deberá aceptar o rechazar. El proceso de decisión puede representarse según el esquema que aparece en la página siguiente.

Dos factores fundamentales inciden sobre la decisión de una persona de participar de modo activo en el mercado de trabajo: 1) Sus preferencias, y 2) Su evaluación acerca de las posibilidades que el mercado de trabajo le ofrecería si decidiera participar. Si decide participar, comenzará a buscar empleo de forma activa, hasta el momento en que decida aceptar una determinada oferta. Una oferta constituye una restricción presupuestaria en el espacio (consumo, ocio) (ver Gráfico 1); dependiendo de que las curvas de

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gráfico

indiferencia alcancen un punto de tangencia de esquina o interior, dicha persona rechazará o aceptará la oferta de trabajo recibida.72

Así, cada oferta recibida conduce a un flujo continuado de rentas laborales (si se acepta), o la vuelta a la situación de parado. La percepción personal acerca del rango de empleos a los que podría tener acceso puede formalizarse como una distribución de probabilidad sobre los posibles salarios (es decir, la parte positiva de la renta real, hasta un cierto punto).73 Multiplicando el valor presente de cada uno de estos problemas de maximización de utilidad, tras asignarle su probabilidad respectiva), el decisor obtiene el valor esperado del flujo de ingresos que obtendría si participase activamente en el mercado de trabajo.

La persona debe evaluar, asimismo, el tiempo que debe transcurrir antes de recibir la oferta, pues ello influirá74 en el valor esperado del resultado final. Aparte del coste de búsqueda, el individuo debe hacer frente a un coste de oportunidad por participar activamente en el mercado de trabajo. Por un lado, deja de percibir utilidad de las actividades que realizaría si dispusiese de dicho tiempo. Por otra parte, al no realizar una serie de actividades domésticas, será preciso adquirir los bienes y servicios correspondientes en sus mercados respectivos.

La persona que considera la posibilidad de participar se enfrenta así a un conjunto de posibles secuencias probabilísticas de costes e ingresos. La

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Gráfico 1

comparación entre el valor presente de ambas secuencias permitirá tomar una decisión.

La decisión de participar depende de la edad: Por una parte la edad de jubilación legislada afecta a la decisión de participación de las personas de mayor edad, mientras que la escolarización afecta a la participación de los más jóvenes. Por otra parte, la teoría del ciclo vital sugiere que las personas   —248→   son prestatarias en la primera parte de sus vidas, mientras construyen una cartera de activos de ahorro, prestamistas en una fase posterior, y consumen sus ahorros al final del ciclo. De este modo el punto Y/P en el Gráfico 1 asciende con la edad disminuyendo, generalmente, la probabilidad de aceptar un empleo.

En la medida en que el nivel de estudios sea una aproximación razonable a la cualificación profesional del individuo, cabe esperar que el salario esté positivamente relacionado con el nivel de estudios. El valor presente esperado del flujo de ingresos también aumentará y, con él, la probabilidad de aceptar una determinada oferta de empleo.

El estado civil altera el espectro de actividades domésticas que se consideran alternativas a la actividad laboral. En el caso de personas casadas, la atención de los hijos, si los hay, así como las necesidades del hogar son más importantes, por ser más los miembros de la unidad familiar. El coste de oportunidad es, ceteris paribus, superior para las mujeres no solteras.




3. Algunas dificultades en la medición de la participación

El análisis conceptual que hemos llevado a cabo en la sección anterior contrasta, sin embargo, con un aspecto de la economía real: incluso personas que no están oficialmente registradas como formando parte de la población activa, pueden recibir ofertas de trabajo. Ello quiere decir que existe la posibilidad de pasar de la situación de «inactivo» a la de «activo» y «ocupado», simultáneamente.

El diseño de la Encuesta de Población Activa (EPA) hace que este fenómeno sea especialmente probable para la mujer casada, puesto que la EPA clasifica como «inactivas» a las mujeres que trabajaron menos de 30 horas en los últimos meses y que se declararon «dedicadas a las labores del hogar». Esta observación es relevante porque, como veremos en secciones posteriores, el notable aumento reciente en el número de mujeres activas corresponde en gran parte a mujeres no solteras y pudiera, por tanto, obedecer al incremento registrado en la ocupación como consecuencia del mayor crecimiento de la actividad económica desde 1985.




4. Análisis de las variables relacionadas con la participación femenina

En esta sección analizamos la evolución, a través del tiempo, de la población, población económicamente activa, y la tasa de participación femeninas. La discusión se lleva a cabo tanto a nivel agregado, como   —249→   desagregando la población femenina según el nivel de estudios cursados, dado el diferente comportamiento de la participación de acuerdo con esta característica (ver García Camacho y Novales [1988]).

Podría discutirse acerca de la conveniencia de otros modos alternativos de descomponer el colectivo de población femenina, como pudiera ser por grupos de edades. La tasa de escolarización ha experimentado cambios importantes en los últimos años en España, y podría considerarse como un factor explicativo de las variaciones ocurridas en la participación femenina. Los cambios en la tasa de escolarización se concretan, fundamentalmente, en un importante descenso de la población activa menor de 20 años, junto con un fuerte aumento en la población activa entre 20 y 30 años de edad.

Al ir aumentando de edad, dicho cambio se traduce en un aumento en el nivel de estudios cursado por la población, y es precisamente la composición porcentual de la población femenina según su nivel de estudios el determinante de la participación que aquí consideramos.


4. 1. Evolución de la tasa de participación femenina

Las tasas de participación, tanto del agregado de población femenina como de cada uno de los subgrupos de población con un mismo nivel de estudios aparecen en el Gráfico 2, mientras que en el Gráfico 3 se presentan dichas tasas tras sustraer su media muestral. La tasa de participación femenina a nivel agregado decreció ligeramente en la primera parte de la muestra, para mostrar una tendencia creciente a partir del segundo trimestre de 1981, que se acentúa hacia el final del período muestral. Los incrementos registrados en la tasa de participación a partir de la mitad de 1986 son, como ilustra el Gráfico, mucho mayores que los registrados históricamente.

Por otra parte, la tasa de participación femenina es una función creciente del nivel de estudios cursados:

Población femenina mayor de 16 años
Sin estudiosEstudios primariosEstudios MediosEstudios superioresAgregada
(1976,4)16,829,642,268,327,9
(1986,4)11,923,947,480,428,7
(1988,2)14,326,652,781,932,5

Las tasas de participación de las mujeres sin estudios y con estudios primarios siguieron una clara tendencia decreciente, moderada en la segunda parte de la muestra, con un fuerte incremento a partir de finales de 1986, al igual que ocurría con la tasa de participación agregada.

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Gráfico 2

Las tasas de participación de las mujeres con estudios medios y con estudios superiores siguen un comportamiento diferente de las primeras, con una continuada tendencia creciente, aunque con un período intermedio (1980-1985) de cierta moderación, para volver a adquirir un claro signo alcista hacia el final de la muestra.

Un análisis estadístico de estas tasas de participación, realizado para los 47 trimestres del período (1976,4)-(1988,2) reveló que todas ellas tienen características estacionales que evolucionan con suavidad a lo largo del tiempo.75 La única excepción la constituye el grupo de mujeres con estudios superiores, cuya tasa de participación no presenta tales características. Con la excepción de este último grupo de mujeres, todas las tasas precisaron de un tratamiento especial76 a comienzos de 1987, cuando el número de mujeres activas comenzó a aumentar a un ritmo nunca alcanzado durante el período

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Gráfico 3

muestral. El período critico con respecto a este efecto es el segundo trimestre de 1987, que coincide con un cambio en la definición de población activa utilizada en la EPA, que tiende a aumentar el número de personas activas.

El análisis realizado permitió estimar los siguientes incrementos permanentes en las tasas de participación:

Incremento permanente en las tasas de participación femenina en 1987
VariableIncremento absolutoIncremento porcentual (%)
Agregado 2,518,2
Mujeres sin estudios2,2515,7
Mujeres con estudios primarios2,7510,3
Mujeres con estudios medios2,795,3
Mujeres con estudios superiores--

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Casualmente, el cambio de definición citado coincidió con una fase de expansión en la actividad productiva que pudo, por sí misma, haber estimulado la participación activa de la mujer en el mercado de trabajo (hipótesis que contrastamos en secciones posteriores). Es de gran interés, por consiguiente, tratar de separar ambos efectos como posibles causas del fuerte incremento observado en el número de mujeres activas.

Maravall y García (1988), utilizando una muestra piloto para dicho trimestre que incorporaba las definiciones nuevas y las antiguas, han evaluado en 91.400 el incremento en ocupados producido únicamente por el cambio de definiciones, que se descompondría en descensos de 26.000 parados y 65.400 inactivos.

Por tanto, el cambio de definición hizo aumentar la población activa así como la población ocupada, mientras que dejaba invariante la población total mayor de 16 años. Aun si la reducción en inactividad hubiese afectado fundamentalmente a la población femenina, su corrección conduciría a una tasa de participación femenina de 30,56, en vez del 30,99 registrado en la nueva EPA para (1987,2). La comparación con 28,13, la tasa de participación femenina en (1987,1) confirma que la mayor parte del incremento en participación femenina se debe a razones diferentes del cambio de definición introducido en la EPA. Entre (1987,1) y (1988,1), la población activa femenina aumentó en 554.200 mujeres (un 12,6 por 10 0), pasando de 4.414.300 a 4.968.500 mujeres activas. De éstas, un incremento de al menos 488.600 mujeres (un 11,1 por 100 de aumento sobre la cifra de [1987, 1]) debe explicarse por razones exógenas al diseño e interpretación del cuestionario de la EPA.




4. 2. Evolución de la población femenina

El Gráfico 4 muestra la evolución de la población femenina española mayor de 16 años, tanto para el agregado como para los distintos grupos de población de acuerdo con el nivel de estudios cursado, tras sustraer sus respectivas medias muéstrales.

Población femenina mayor de 16 años
Sin estudiosEstudios primariosEstudios mediosEstudios superioresAgregada
(1976,4)3.992,77.390,61.861,7100,413.345,4
(1986,4)3.728,16.765,04.311,7279,015.083,8
(1988,2)4.018,46.374,04.688,0307,115.386,9

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Composición porcentual
FechaSin estudios (%)Estudios primarios (%)Estudios medios (%)Estudios superiores (%)Total (%)
(1976, 4)29,955,414,00,7100
(1986, 4)24,744,828,61,8100
(1988, 2)26,141,430,52,0100

El cuadro anterior recoge un cambio sociológico fundamental en la composición de la población femenina española. A fines de 1976, tan sólo un 15 por 100 de la misma había cursado estudios medios o superiores. A mediados de 1988, dicho porcentaje es más del doble. Dada la dependencia positiva de las tasas de participación con respecto al nivel de estudios, el cambio mencionado permite explicar una gran parte del aumento producido en el número de mujeres activas. Por tanto, el incremento en participación no parece ser consecuencia de un cambio estructural en el proceso de toma de decisiones, sino más bien de un incremento generalizado en el nivel educativo de la población femenina española.

Gráfico 4

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El análisis estadístico de las series de población femenina (ver modelos univariantes en el Cuadro A.2 del Apéndice), muestra que la población femenina puede representarse creciendo, en promedio, en 164.443 mujeres cada año, junto con un ciclo superpuesto a esta tendencia. Dicho modelo tiene un período aproximado de 3 años.77 La presencia de este ciclo sugiere la posibilidad de una relación entre la evolución temporal de la población femenina y el ciclo económico, posibilidad que ha sido explorada por Del Hoyo y García Ferrer (1988) para el caso español.

La población femenina sin estudios decreció de modo importante en la primera parte de la muestra, y de forma más moderada a partir de 1981, aumentando hacia el final de la muestra. El tamaño de este grupo poblacional experimentó importantes incrementos sucesivos en cada uno de los trimestres entre (1987, 2) y (1988, 2): 2,76 por 100, 1,49 por 100, 0,13 por 100, 1,44 por 100, 1,67 por 100.78 Especialmente importante fue el incremento registrado en (1987, 2), precisamente el trimestre en que varió la definición de población activa. Este fue un trimestre en que apenas aumentó la población femenina,79 produciéndose, sin embargo, un descenso de 138.000 mujeres con estudios primarios (un 2,04 por 100), junto con el ya citado aumento del 2,76 por 100 (103.000 mujeres) en la población femenina sin estudios. No parece haber justificación para lo que, aparentemente, es casi un trasvase de personas entre estos dos grupos.80

La población femenina mayor de 16 años con estudios primarios, se mantuvo estable entre 1976 y 1981, para comenzar en dicho año una senda descendente que aún no se ha moderado. El análisis estadístico permite representar un descenso determinista anual para esta variable, de 103.675 mujeres.81 La población femenina mayor de 16 años con estudios medios posee, al igual que la población femenina total, una clara tendencia. El modelo estimado para esta variable evalúa un crecimiento determinista anual de 263.518 mujeres en este grupo. La población femenina con estudios superiores presenta asimismo un crecimiento anual estimado de 19.722 mujeres, al que se superpone un ciclo de casi 4 años de período.

En definitiva, la evolución temporal de la población femenina mayor de 16 años, tanto a nivel agregado como desagregado según el nivel de estudios   —255→   cursado, presenta regularidades interesantes. En su mayoría, estas variables pueden verse como unas tendencias deterministas a las que se superpone una débil estructura aleatoria que, en ocasiones, tiene carácter cíclico. Apenas existen indicios de estacionalidad.




4. 3. Evolución de la población femenina económicamente activa

La población femenina económicamente activa ha experimentado, a lo largo del período (1976, 4)-(1988, 2), dos tramos bien diferenciados (ver Gráfico 5): por una parte, un comportamiento casi constante hasta el segundo trimestre de 1981, período en que comenzó a crecer, sin que hasta el momento haya frenado dicho ascenso, que revistió una magnitud realmente importante a partir de 1986. Al igual que ocurría con la población femenina mayor de 16 años, el análisis estadístico de esta variable (ver primera línea en el Cuadro A.3) detecta ciclos de período aproximado de tres años y medio.82 Ello sugiere, de nuevo, la posible respuesta de la actividad femenina a la evolución del ciclo económico.

Gráfico 5

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El incremento en actividad femenina desde (1986, 4) hasta (1988, 2) ha consistido en 660.000 mujeres. En ese mismo período se han creado 929.400 puestos de trabajo de los que, por tanto, un 71 por 100 se habría destinado a absorber el aumento registrado por la incorporación activa de mujeres al mercado de trabajo.

Población femenina económicamente activa
Sin estudiosEstudios primariosEstudios mediosEstudios superioresAgregada
(1976,4)671,52.189,9786,968.63.716,9
(1986,4)446,31.621,52.043,3224,04.335,5
(1988,2)576,21.697,12.470,2251,54.995,0

La población femenina activa sin estudios y con estudios primarios ha mantenido una tendencia decreciente a lo largo del período muestral, aunque dicha caída se detuvo entre 1981 y 1985, para invertirse a partir de 1987, en que presentó un crecimiento espectacular. Los grupos de población femenina con estudios medios y superiores, por su parte, han experimentado una continua tendencia alcista, acentuada de modo importante al final de la muestra.

Los modelos estimados muestran que, excepto para las mujeres con estudios superiores, la primera parte de 1987 supuso un incremento sin precedentes en la actividad femenina:

Incremento permanente en la media de la población activa femenina en 1987
Población activaIncremento (en miles de personas)Incremento porcentual (%)
Agregada230.1024,6
Sin estudios97.69317,0
Estudios primarios157.104839,3
Estudios medios73.8103,0
Estudios superiores--

El análisis de la población activa, tanto a nivel agregado como desagregando de acuerdo con los niveles de estudios cursados muestra dos diferencias con respecto a la población femenina: 1) la población femenina activa no presenta tendencias deterministas, y 2) todas las variables de población femenina activa (excepto la correspondiente a estudios primarios)   —257→   presentan un componente estacional de naturaleza aproximadamente determinista.84

Los errores de predicción estimados (Cuadro A.3) son pequeños, excepto en el caso de la población femenina activa sin estudios y con estudios superiores.85 Ambas variables siguen estructuras estocásticas próximas a un camino aleatorio, por lo que la capacidad de prever su evolución futura es reducida. Por otra parte, los modelos estimados para las tasas de participación (Cuadro A.1) alcanzan una desviación típica residual bastante reducida, excepto para los dos grupos de estudios citados.86






5. Previsiones de población y participación femeninas


5.1. Previsiones de población femenina total y activa

El Cuadro 1 recoge las previsiones de población y población activa femenina por niveles de estudio, generadas a partir de los modelos estimados que aparecen en el Apéndice. Al ser los análisis univariantes, la suma de las previsiones obtenidas para los distintos subgrupos, no coincide con la previsión obtenida para el agregado de la población.

Por otra parte, tanto en la población como en la población activa femeninas, el error de previsión del agregado un período hacia el futuro es notablemente inferior a la suma de los errores de previsión de los componentes.87 Como consecuencia, reviste una mayor fiabilidad predecir el agregado de población a partir de su propio modelo univariante que como suma de las previsiones de los distintos componentes. Así pues, estas últimas se utilizaron únicamente para obtener la composición porcentual prevista de la población. Los resultados de este proceso aparecen en las cuatro primeras columnas de los Cuadros 1.1 y 1.2.88

Como muestra el Gráfico 6, se espera que la composición por niveles de estudio de la población femenina total y activa continué experimentando transformaciones importantes. A finales de 1992, el mayor porcentaje de

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Cuadro 1

población femenina (un 36,7 por 100) tendrá estudios medios, frente a un 14 por 100 de la población femenina en 1976. Simultáneamente el porcentaje de mujeres con estudios superiores habrá crecido de un 0,8 a un 2,5 por 100.

El aumento en la población con estudios medios se habrá producido, fundamentalmente, a partir de las mujeres con estudios primarios, que habrán disminuido su peso relativo en la población desde un 55,4 por 100 en 1976, hasta un 36,1 por 100 a fines de 1992. La nota pesimista la constituye el importante volumen de mujeres sin estudios, quienes aún habiendo

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Composición porcentual de la población femenina mayor de 16 años
FechaSin estudios (%)Estudios primarios (%)Estudios medios (%)Estudios superiores (%)Total (%)
(1976, 4)29,955,414,00,7100
(1986, 4)26,141,430,52,0100
(1988, 2)25,136,136,72,5100

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Composición porcentual de la población femenina económicamente activa
FechaSin estudios (%)Estudios primarios (%)Estudios medios (%)Estudios superiores (%)Total (%)
(1976, 4)18,258,921,21,8100
(1986, 4)11,534,049,55,0100
(1988, 2)8,928,157,35,8100

disminuido apreciablemente en número, constituirán todavía el 25,1 por 100 de la población en 1992.

La población femenina activa seguirá una evolución similar, pero de mayor importancia cuantitativa. A fines de 1992, casi 6 millones de mujeres formarán parte activa del mercado de trabajo, frente a los 4,3 millones que lo hacían a fines de 1986 y los 3,1 millones a fines de 1916. Lo que es más importante, se habrá registrado un destacado cambio en la cualificación educativa de dicho segmento de población: cuatro millones de mujeres (un 63 por 100 de las mujeres activas) tendrán titulación media o superior, mientras que los dos millones restantes habrán cursado estudios primarios o inferiores.




5. 2. Previsiones para la tasa de participación femenina

Puesto que disponemos de las previsiones de población femenina total y activa para los distintos niveles de estudio, podemos obtener los valores previstos para las respectivas tasas de participación mediante el cociente de las cifras de población activa y total:

Cuadro 2

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que sugieren una apreciable estabilidad en los valores de las tasas, con ligeros incrementos, excepto en el caso de las mujeres sin estudios. Se mantendrán las claras diferencias entre las tasas de participación de los distintos grupos de población, que seguirán estando, excepto en el caso de las mujeres con estudios superiores, por debajo de las correspondientes a sus análogos masculinos.

Como alternativa, pueden obtenerse las previsiones de los valores futuros de las tasas de participación a partir de sus respectivos modelos univariantes (que aparecen en el Cuadro A.1), es decir, ignorando las previsiones de población y población activa antes referidas:

Cuadro 3

Como puede verse, hay menos estabilidad en estos valores, lo que es muy obvio en el caso de las mujeres con estudios medios, cuya tasa aumentaría notablemente. Este efecto sería muy importante por cuanto este subgrupo consta de más de un tercio de la población femenina.

Para analizar el grado en que estas previsiones difieren de las antes obtenidas, pueden calcularse las previsiones de población activa que se generan al multiplicar los valores previstos de tasas de participación y de población total. Al llevar a cabo este ejercicio para el año 1992 se tiene:

Cuadro 4

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donde se ha utilizado un factor de corrección como el introducido en tablas anteriores, de modo que la suma de las previsiones de los componentes coincida con la previsión del agregado de población femenina activa.

La diferencia entre las previsiones de los Cuadros 4 y 1.2 es mínima (alrededor de 2/3 de punto porcentual). La única distinción estriba en la desagregación por componentes, pues encierra un trasvase de 250.000 mujeres (5 puntos porcentuales) entre los grupos de población activa con estudios primarios y medios. Existen ciertas dificultades estadísticas asociadas a la utilización de un cociente de dos variables que se suponen con distribución normal y ello hace, en nuestra opinión, que deban escogerse las previsiones del Cuadro 1.2.89

En cualquier caso, la previsión de 5.700.000 mujeres activas para fines de 1992 supone una continuación en la tendencia alcista de esta variable. Será necesario crear 700.000 puestos de trabajo antes de esa fecha simplemente para absorber este incremento previsto en la población femenina económicamente activa. A pesar de ser una cifra muy importante, supone una notable moderación en su ritmo de crecimiento, que no volverá a alcanzar las cifras que antes citamos para el período (1987, 1)-(1988, 1).






6. La participación femenina según su estado civil

Los porcentajes de población femenina con niveles de estudios medio y superior son, en el segundo trimestre de 1988, aproximadamente el doble que a finales de 1976. Este mayor acceso de la mujer a los niveles superiores de estudio es aún más evidente en las mujeres solteras; tan sólo un 30,9 por 100 de ellas tenía a finales de 1986 estudios primarios o inferiores, comparado con un 83,4 por 100 de las mujeres no solteras. Como el 75 por 100 de las mujeres solteras, aproximadamente, tiene menos de 30 años, un aumento en la escolarización de las mujeres jóvenes se traduce inmediatamente en un desplazamiento en la composición por niveles de estudio de la población femenina soltera.

Como ya vimos en la Sección 4, la decisión de participación de la mujer en el mercado de trabajo depende positivamente de su nivel de estudios. El Cuadro 5 muestra que la composición de la población femenina soltera y no soltera por niveles de estudio es bien diferente, por lo que cabe esperar que el comportamiento de sus tasas de participación sea también claramente distinto.

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Cuadro 5

El Gráfico 7 muestra que, en efecto, las diferencias son importantes: las tasas de participación de las mujeres no solteras son, para todos los niveles de edad, sensiblemente inferiores a las de las mujeres solteras.90 Los incrementos registrados entre 1976 y 1988 en las tasas de participación por edades de las mujeres no solteras, superan a las producidas en las tasas de participación de las mujeres solteras. Desde el último trimestre de 1984, la población femenina activa ha pasado de 4.039. 200 a 4.995.000 mujeres. Este incremento se distribuye entre 345.500 mujeres solteras y 610.300 mujeres no solteras. Por tanto, la mayor parte del incremento recientemente registrado en la actividad femenina, proviene de las mujeres no solteras. Este es un aspecto interesante, pues refleja un cambio sociológico en la actitud de la mujer con respecto al mercado de trabajo en España.

Cuando se examina la participación por niveles de estudio, las mujeres no solteras sin estudios o con estudios primarios han tenido tradicionalmente unas tasas de participación inferiores a las mujeres solteras, lo cual es asimismo cierto para el agregado, si bien la participación de las mujeres con estudios medios o superiores era, por otra parte, muy similar en ambos grupos.91 Ello sugiere que el efecto del incremento en las expectativas salariales que genera un aumento en el capital humano parece dominar al mayor coste de oportunidad de participar en el mercado de trabajo que tiene la mujer no soltera.92

Volviendo al Cuadro 5, éste sugiere que se ha producido una inversión en la decisión de participación hacia fines de 1986. A partir de ese momento,

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Gráfico 7

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Cuadro 6

el peso de las mujeres sin estudios en la población soltera, que venía decreciendo (seguramente debido al aumento de escolarización), creció drásticamente. También aumentó el peso relativo de las mujeres con estudios primarios, mientras disminuía la importancia de las mujeres con estudios medios y superiores. Las mujeres solteras son, en su mayoría, jóvenes y, por tanto, las más afectadas por cambios en la escolarización.

Las observaciones anteriores sugieren que el impulso en actividad económica ocurrido en los últimos años pudo haber incentivado una mayor participación activa de las mujeres jóvenes en el mercado de trabajo, renunciando a adquirir un mayor nivel educativo ante las buenas perspectivas de encontrar empleo. Puede apreciarse que la población femenina no soltera no reaccionó de igual modo, sin duda debido a su mayor edad y a no hallarse, en tan gran medida en situación de escolarización.93 El análisis de la relación entre actividad económica y participación activa de la mujer en el mercado de trabajo es, precisamente, el objeto de la siguiente sección.




7. Participación femenina y actividad económica94

El modelo estimado para la población femenina económicamente activa (Cuadro A3) contiene una estructura cíclica con un período   —266→   aproximado de 3 años y medio, lo que sugiere una posible conexión entre la evolución de la población activa y la del ciclo económico. Como es sabido, hay dos hipótesis de signo opuesto que sugieren tal relación: la del «trabajador desanimado», que deja de declararse activo al convencerse de la imposibilidad de conseguir empleo, y la del «trabajador adicional», que se incorpora a la población activa con el ánimo de lograr la renta perdida por otros miembros de la unidad familiar. Esta cuestión ha sido analizada, con datos de Estados Unidos, en Strand y Dernburg (1964), y en M. Gracia (1986).

En Novales y Mateos (1988) se analiza la relación entre participación femenina y actividad económica en España a dos niveles:

1. Examinando el comportamiento bivariante de las tasas de participación y desempleo femeninas, tomada esta última como indicador de actividad económica. Este análisis se hizo para mujeres solteras y no solteras por separado, y se repitió, utilizando esta vez el Índice de Producción Industrial (IPI) como indicador de la coyuntura económica.95

2. Caracterizando la estructura bivariante de la relación existente entre el número de mujeres activas y ocupadas, desagregando de nuevo según el estado civil.

Dichos análisis sugieren que la tasa de participación, tanto de las mujeres solteras como de las mujeres no solteras, decrece 1 punto por cada 3 puntos de aumento de sus respectivas tasas de paro. En el caso de las mujeres no solteras el efecto a largo plazo es nulo siendo, por tanto, meramente transitorio. La tasa de participación de las mujeres no solteras responde a fluctuaciones en el IPI, con un multiplicador a largo plazo de 1.13, mientras que la correspondiente a las mujeres solteras no muestra un efecto de este tipo.

Por otra parte, el número de mujeres solteras activas responde al de mujeres solteras ocupadas con un multiplicador a largo plazo de 0,50; el número de mujeres no solteras activas responde asimismo a la ocupación de su propio grupo de población, esta vez con un multiplicador de 0,89. Estos resultados numéricos sugieren que una de cada dos nuevas mujeres solteras ocupadas proviene de la situación de inactividad, mientras que el porcentaje es mucho mayor en el caso de las mujeres no solteras. Este fenómeno es consistente con las dificultades de medida de la población activa que se vieron en la Sección 3 y sugiere que el número de mujeres activas en España excede del presentado en la EPA.

Por un lado, personas no declaradas como activas reciben ofertas de trabajo, pudiendo pasar directamente de la situación de inactivas a la de ocupadas. En el caso de la mujer, a este efecto se superpone la tendencia a   —267→   clasificarlas como inactivas en cuanto que declaran estar realizando tareas domésticas, por ejemplo, incluso si ello no excluye la posibilidad de estar a la expectativa de recibir una oferta de trabajo.

Para complementar los resultados citados, hemos analizado la posible relación entre el número de mujeres activas, tanto solteras como no solteras, y el empleo de varones entre 30 y 50 años, tomado este grupo de población como de referencia acerca de cuyo empleo poder juzgar la evolución de la actividad económica. Apenas se detectó respuesta del número de mujeres activas solteras a variaciones en el empleo de varones adultos.96 Por el contrario, el número de mujeres activas no solteras responde a variaciones en el empleo de varones de 30 a 50 años con un multiplicador a largo plazo de 0,24, es decir, un incremento estimado de una mujer no soltera activa por cada cuatro nuevos ocupados varones.97

Por tanto, la participación femenina parece ser sensible a la situación por la que atraviesa el mercado de trabajo. La tasa de participación de mujeres solteras y no solteras responde a variaciones en las tasas de paro respectivas. La participación activa de las mujeres no solteras no responde únicamente a variaciones en las condiciones de empleo de sus grupos de población específicos, pues hemos visto que el número de mujeres activas no solteras responde también a variaciones en el número de ocupados varones entre 30 y 50 años de edad. No ocurre lo mismo con las mujeres solteras, cuyo volumen de actividad no satisface la propiedad citada ni cuya tasa de participación responde a variaciones en índices de actividad productiva como el IPI. Una posible explicación reside en el hecho de que la mujer no soltera, con un mayor coste de oportunidad de participar en el mercado de trabajo, se halla, en mayor medida que las mujeres solteras, a la expectativa de la evolución de la coyuntura económica.

Este análisis completa la discusión realizada en la Sección 4, donde se vio que el drástico aumento en el nivel educativo podía considerarse como una de las explicaciones fundamentales del aumento en participación femenina. Acabamos de ver que el reciente impulso en actividad económica puede asimismo explicar en parte el importante incremento producido en la participación activa de la mujer en el mercado de trabajo.




8. La ocupación femenina por sectores

El Cuadro 7 muestra que, a pesar del incremento en participación, durante la última década la mujer ha ganado peso relativo dentro del empleo

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Cuadro 7

tan sólo en el sector servicios. Entre los últimos trimestres de 1976 y 1986, la ocupación en España descendió un 12,5 por 100 (1.533.800). Dicho descenso se distribuyó en una caída del 13,2 por 100 en el empleo masculino, y una disminución del 10,7 por 100 en el empleo femenino. Entre el último trimestre de 1986 y el segundo trimestre de 1988, la ocupación ha aumentado un 8,6 por 100 (929.400 ocupados). El empleo masculino ha crecido un 6,3 por 100 (482.400 ocupados), mientras que el empleo femenino lo ha hecho en un 14,2 por 100 (447.000 ocupadas).

Sin embargo, una vez más, la evolución del agregado oculta comportamientos bien diferenciados de los componentes. Así, en el sector servicios no se destruyó empleo en ninguno de estos intervalos de tiempo, mientras que en la Agricultura se ha destruido más de la tercera parte del empleo.

Tradicionalmente, el empleo femenino apenas ha existido en el sector de la Construcción, mientras que ha mantenido una cierta presencia en el sector Servicios, donde ahora ocupa la mujer algo más del 40 por 100 de los puestos de trabajo. En cuanto a la distribución sectorial del empleo   —269→   femenino se refiere, el sector Servicios ha venido absorbiendo la mayor parte del mismo, albergando en la actualidad al 70 por 100 de las mujeres ocupadas.

Cuadro 8

Si se analiza el empleo por sectores a un mayor nivel de desagregación, el Cuadro 9 muestra que en el período 1976-1988, y, en relación al empleo masculino, el empleo femenino ha crecido en los sectores de Energía y Agua, Transporte y Comunicaciones, Finanzas y Seguros y Otros Servicios. En términos porcentuales, los incrementos en el volumen de empleo femenino en estos sectores fueron muy importantes, pero excepto el último subsector, los demás representan una parte pequeña de dicho empleo femenino.

Por el contrario, se han registrado importantes caídas en el peso relativo del empleo femenino en los sectores de Industrias transformadoras, Industria química, Otras Industrias Manufactureras (industria textil, fundamentalmente), y Agricultura y Pesca, estos dos últimos muy relevantes en la composición sectorial del empleo. Además, se han registrado descensos moderados en los sectores de la Construcción, y de Comercio y Hostelería, este último también un importante componente del empleo total.

Es importante observar que los dos sectores que absorben una mano de obra más cualificada (en términos de su nivel de estudios), Finanzas y Seguros y Otros Servicios, son precisamente los únicos que han creado empleo de una forma importante durante los últimos 10 años. Este fenómeno ha podido deberse a tres factores actuando simultáneamente. Por un lado, al ser los únicos sectores que han creado empleo en un período de crisis, han podido absorber una mayor cualificación a un bajo coste.

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Cuadro 9

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Por otra parte, ya se vio en García Camacho y Novales (1988) que la población española, y especialmente las mujeres, han aumentado drásticamente su cualificación profesional y, en consecuencia, han accedido a puestos de trabajo en estos sectores incluso (como ya hemos dicho y puede verse en el Cuadro 9), a un ritmo superior al de los hombres. Por último, es posible que la sociedad haya entendido que estos sectores eran los únicos en expansión y, entendiendo que requieren una mano de obra de alta cualificación, la población en general haya aumentado su nivel de estudios para optar a dichos puestos de trabajo. Así, habría habido un ajuste por el lado de la oferta de trabajo. Las mujeres han incrementado su cualificación en mayor medida que el hombre y, consecuentemente, han recibido un mayor porcentaje del empleo creado en estos sectores.

El Cuadro 10 ilustra algunos aspectos de gran interés acerca de las características sectoriales del empleo en España. Un tercio de las mujeres ocupadas sin estudios trabajan en el sector agrícola, mientras que otra tercera parte encuentra empleo en el sector de Otros Servicios.98 En el extremo opuesto, tres cuartas partes de las mujeres ocupadas con estudios superiores, trabajan en el sector de Otros Servicios.99 Un elevado porcentaje de mujeres con estudios medios se hallan trabajando asimismo en dicho

Cuadro 10

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sector. Este, junto con el sector de Finanzas y Seguros dan empleo a la mitad de las mujeres ocupadas con estudios medios. De modo agregado, los dos sectores citados suponen una gran parte de la ocupación femenina con niveles de estudio más altos.

Los porcentajes que acabamos de dar varían sensiblemente cuando se consideran para los ocupados varones. Aunque el porcentaje de ocupados sin estudios en el sector de Agricultura y Pesca es similar al femenino, sin embargo la distribución de estos trabajadores sin estudios por ramas de actividad es algo más uniforme. En cuanto a los trabajadores con estudios superiores, un buen número de éstos se hallan en los sectores de Finanzas y Seguros, así como en el de Otros Servicios. Sin embargo, la absorción, por parte de estos sectores, de mano de obra cualificada, es algo menor en el caso de los ocupados varones.

Examinando la composición del empleo en cada sector de acuerdo con su nivel de estudios (ver el Cuadro 11) se aprecia que la cualificación media de la mujer ocupada es, generalmente, superior a la del hombre. Basta agrupar los niveles de estudios considerados en dos bloques (sin estudios y primarios por una parte, medios y superiores por otra) y examinar los porcentajes que uno y otro representan dentro de la ocupación en cada sector. Esta observación admite varias interpretaciones posibles: 1) Mientras la tasa de participación masculina ha sido tradicionalmente elevada, la tasa de participación femenina, sensiblemente inferior, es alta tan sólo para la población femenina con alta cualificación. 2) Existe una segmentación de tareas dentro del empleo en los distintos sectores, correspondiendo a la mujer buena parte de aquellas que requieren una mayor cualificación.

Cuadro 11

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La posible segmentación de tareas a que hemos aludido se hace especialmente patente al examinar los sectores de Energía y Agua, Construcción, y Transporte y Comunicaciones. En todos ellos, el porcentaje de mujeres con estudios medios es muy alto, mientras que es muy elevado el porcentaje de empleo masculino con estudios primarios.

El Cuadro 12 muestra los importantes cambios registrados en la situación profesional de la población ocupada en España. Entré (1976, 4) y (1988, 2), el porcentaje de ocupados como asalariados en el sector público aumentó un 44 por 100, mientras que el porcentaje de asalariados en el sector privado cayó un 7 por 100. Las mujeres aumentaron notablemente su presencia en el sector público, pasando de representar el 25,8 por 100 de los ocupados en el mismo a fines de 1976, a ser el 3 6 por 100 a mediados de

Cuadro 12

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Cuadro 13

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1988. Dado que el empleo femenino ha sido, históricamente, poco importante en nuestro país, resulta apreciable la proporción de trabajadores por cuenta propia y empresarios sin asalariados que ya en 1976 eran mujeres, un 24 por 100. Sin embargo, dicho porcentaje no ha experimentado apenas mejora durante los últimos años.

Por último, el Cuadro 13 muestra que el porcentaje de empleo femenino en los distintos sectores es sensiblemente inferior al de otros países. Ello es especialmente cierto en los sectores de la Construcción, Transporte y Comunicaciones, así como en el de Banca, Seguros y Finanzas. El bajo porcentaje de empleo femenino en la Agricultura recoge, sin duda, el elevado número de explotaciones familiares, sin empleados, en España. En estos casos, las mujeres de la familia pueden estar trabajando en dichas explotaciones, sin que su participación quede recogida en las estadísticas oficiales.

Por otra parte, la importancia de la economía sumergida en la industria manufacturera puede ser la causa del bajo empleo femenino en dicho sector, en comparación con otros países.




9. Conclusiones

Durante el segundo y tercer trimestres de 1987, la participación femenina en España registró incrementos realmente espectaculares. Coincidían en dicho período un cambio de definición en la Encuesta de Población Activa, con un importante ritmo de crecimiento en la actividad productiva de la economía española. Los resultados aquí presentados muestran que el aumento en participación femenina en los dos trimestres mencionados fue, fundamentalmente, una respuesta a la actividad económica, habiendo jugado el cambio de definición un papel poco importante.

El aumento en participación activa de la mujer no se circunscribe a los trimestres citados. Entre el último trimestre de 1986 y el segundo trimestre de 1988, se produjo un incremento neto de casi 700.000 mujeres activas, a las que dar ocupación hubiese supuesto absorber el 70 por 100 de la creación de puestos de trabajo del período.

Así, los últimos años han supuesto un gran revulsivo en la situación de la participación femenina en el mercado de trabajo en España. La población femenina económicamente activa, así como su tasa de participación, han experimentado incrementos nada habituales, de acuerdo con su evolución histórica. Este fenómeno parece responder a dos causas: 1) El fuerte impulso en actividad productiva, con la importante creación de empleo asociada, ha animado a la participación activa en el mercado de trabajo, y 2) El importante incremento producido en los últimos 10 años en la cualificación educativa de la población femenina, unido al hecho de que la tasa de participación está positivamente correlacionada con el nivel educativo de la población.

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Esta observación sugiere, como así es cierto, que el importante incremento en participación femenina no ha afectado de modo uniforme a dicho colectivo de población, sino que proviene fundamentalmente de mujeres jóvenes con estudios medios o superiores. Las mujeres con nivel de estudios inferior a los citados constituye más de 2/3 de la población femenina y tiene, a mediados de 1988, una tasa de participación baja (un 22 por 100 frente a un 54,5 por 100 de las mujeres con estudios medios o superiores). Así, la tan mencionada «incorporación masiva» de la mujer al mercado de trabajo dista aún de ser una realidad.

Hemos mostrado evidencia empírica en el sentido de que la participación femenina, ya sea medida por tasas de participación o por número de mujeres activas, responde positivamente a indicadores de empleo y producción. Esto es aún más cierto para las mujeres no solteras, a quienes un mayor coste de oportunidad de participar activamente, les hace estar más sensibilizadas a la evolución de la coyuntura económica.

Las previsiones para los próximos años sugieren un continuado incremento en cualificación educativa y, consiguientemente, en participación femenina, si bien a un ritmo más moderado. Entre el segundo trimestre de 1988 y finales de 1992, se prevé un incremento aproximado de otras 700.000 mujeres activas, que precisará de un incremento similar en puestos de trabajo para que no contribuya a engrosar las cifras del paro. Al pasar los años, el rango de edades con alta participación irá aumentando a la vez que, como ya está ocurriendo, son las mujeres no solteras quienes contribuyan en mayor medida al aumento en participación.

Durante la década 1976-1986, la importancia de la mujer dentro del empleo agregado tan sólo ha aumentado muy ligeramente, pasando de representar un 28,6 por 100 del empleo a finales de 1976, a ser un 30,7 por 100 a mediados de 1988. Este estancamiento proviene de una mejora de posiciones en el sector Servicios, junto con una importante pérdida en los sectores de Agricultura e Industria.

Las variaciones producidas en la ocupación femenina por sectores parecen responder al importante incremento que en el nivel educativo de la población femenina se ha producido en los últimos años. Así, el empleo femenino se ha deslizado hacia los sectores que requieren una mayor cualificación. En estos, el incremento de empleo femenino inclusa ha sido superior al masculino. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer: el empleo femenino está constituida por trabajadores más cualificados que sus análogos varones, lo que refleja que la participación femenina procede de las mujeres con un mayor nivel de estudios, mientras que los restantes no encuentran incentivos suficientes como para to mar la decisión de participar.

Además, una comparación internacional revela de forma obvia los bajos niveles de empleo femenino que existen en España en sectores como la Construcción, Bancos, Seguros y Finanzas, Transporte y Comunicaciones,   —277→   Hostelería y Comercio, y Electricidad, Gas y Agua. A ellos deberían ir dirigidas las medidas de fomento de empleo femenino que pudieran tomarse.

Los resultados discutidos en este trabajo sugieren que hay suficiente campo para que la autoridad económica ponga en práctica políticas de incentivos, tanta para la participación como para el empleo femeninos. De hecho, hemos mostrado que la participación activa de la mujer en el mercado de trabajo responde a variaciones en el empleo femenino, por lo que obtener resultados positivos en el segundo de los objetivos mencionados (ocupación), tendría un efecto positivo inducido sobre el primero (participación).

Por último, en el contexto de una creciente integración en un mercado único europeo, las decisiones de localización de actividades productivas dejan de ser triviales. Cabe pensar en la oferta de trabajo femenino aún por producirse como un recurso productivo con que otros países europeos no van a contar en los próximos años. Si añadimos unos costes relativos inferiores a dichos países y unas condiciones fiscales que han de tender a la uniformización, parece conveniente proponerse la utilización de dicho recurso como una importante ventaja comparativa de modo que las decisiones mencionadas sean favorables a nuestro país.




Referencias

Box, G. E. P., y Tiao, G. C. (1975): «Intervention analysis with applications to economic and environmental problems», Journal of the American Statistical Association, 70, 70-99.

Del Hoyo, J., y García Ferrer, A. (1988): «Análisis y predicción de la población española 1910-2000. FEDEA, colección Estudios 5.

Espina, A. (1985): «Pasado, presente y futuro de la tasa de actividad femenina en España», en Estudios de Economía del Trabajo en España. Oferta y Demanda de Trabajo. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

Fernández, F. (1985): «La participación laboral de la mujer: Un análisis microeconómico», Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

García, J.; González Páramo, J. M., y Zabalza, A. (1988): «The determinants of labor supply decisions by Spanish females», manuscrito.

García Camacho, M., y Navales, A. (1988): «Características y predicciones de la participación femenina en España». Documento de Trabajo. FEDEA. 88-03.

Gracia, M. (1986): «Cyclical sensitivity of labor force participation: Time series evidence for the U. S.», New York University, manuscrito.

Gracia, M. (1988): «Rasgos característicos del desempleo y de la participación en España». Documento de Trabajo. FEDEA. 88-09.

Hernández, F., y Riboud, M. (1985): «Trends in labor force participation of Spanish women: An interpretative essay», Journal of Labor Economics, v. 3, 1.

Maravall, A., y García, M. D. (1988): «Una interpretación de los primeros resultados agregados de la nueva Encuesta de Población Activa», Instituto Nacional de Estadística, manuscrito.

Novales, A., y Mateos, B. (1988): «Actividad económica y participación laboral de las mujeres y los jóvenes». Documento de Trabajo. FEDEA, 88-10.

Strand, K., Desnburg, T. (1964): «Cyclical variation in civilian labor force participation», Review of Economics and Statistics.

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Cuadro A1

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Cuadro A2

Cuadro A2

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Cuadro A3

Cuadro A3



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Abstract

Female participation has greatly increased in Spain in the last years, due to: 1) The impulse in economic activity, with a large rate of job creation, and 2) a dramatic increase in schooling in female population. Consequently, the increased participation comes from the younger, higher qualified female population. The «massive incorporation of women to the job market» is not a fact yet. Between (1988, II) and (1992, II), 700.000 jobs will have to be created to absorb the future increase in female participation.

The relative importance of female labor has barely increased since 1976, with a net gain in Services and losses in Agricultural and Industrial employment. The gain has concentrated in the sectors that demand more qualification, consistent with the fact that are women with higher level of studies the ones entering the market. In most sectors, female employment is still well below other countries' levels.




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Comentario

Mercedes Gracia-Díez



Universidad Complutense de Madrid

El trabajo de A. Novales presenta un análisis temporal desagregado sobre la participación en el mercado de trabajo y el nivel de ocupación de la población femenina en España. A mi juicio, este tema es de gran interés, ya que el importante incremento de mujeres en la población activa, que comenzó a principios de esta década, se prevé que continúe durante los próximos años.

En el trabajo se llevan a cabo dos análisis: uno de oferta y otro de demanda. Por el lado de la oferta, se analiza la evolución de la población femenina económicamente activa, según algunos rasgos característicos (nivel de estudios y estado civil). Análisis que, a su vez, se utiliza para realizar predicciones. Seguidamente, se estudia el posible efecto que el ciclo económico tiene sobre la participación femenina. Por el lado de la demanda, el análisis se centra en la evolución temporal del peso relativo que el empleo femenino ha tenido dentro de cada sector económico. También se examina la distribución de las mujeres ocupadas en cada sector por niveles de estudios. Ambos análisis no sólo proporcionan información relevante para planificar la forma óptima de absorber la creciente oferta de mujeres en el mercado de trabajo, sino que abren cuestiones interesantes donde profundizar en investigaciones posteriores.

En las siguientes líneas, trataré de resumir brevemente los resultados más importantes que se presentan en el trabajo, así como de apuntar algunos aspectos metodológicos que considero de interés.

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En cuanto a la participación de la mujer en el mercado de trabajo, el análisis realizado por niveles de estudios para el período (4T-1976)-(2T-1988) indica que el incremento producido en la actividad femenina no ha sido uniforme entre el colectivo de mujeres, sino que:

1. Durante el subperíodo (4T-1976)-(1T-1987), son las mujeres con estudios medios y superiores las que participan de forma creciente, mientras que las mujeres sin estudios o con estudios primarios presentan una participación laboral con tendencia decreciente. Estos resultados se reflejan tanto en las series de tasas de participación como de población activa (Gráfico 3 y Gráfico 5). En este subperíodo, las series de población total femenina mayor de 16 años por niveles de estudios (Gráfico 4) presentan, en líneas generales, tendencias similares a las series respectivas de participación. Este hecho sugiere que el incremento en participación no obedece a un cambio estructural en la decisión de la mujer sobre participar, sino que se debe a un aumento importante en el nivel de cualificación de las mujeres en nuestro país.

2. Sin embargo, en el 2T-1987 las tasas de participación y el número de mujeres activas, cualquiera que sea su nivel de estudios, comienzan a aumentar a un ritmo nunca alcanzado durante el período muestral, y que persiste hasta el 2T-1988 (Gráfico 3 y Gráfico 5). Precisamente, en el 2T-1987 también se produce un cambio en la definición de población activa que utiliza la EPA y que, a su vez, coincide con el inicio de una fase de expansión de la actividad económica. En el trabajo, se intenta determinar a qué causa obedece el fuerte incremento observado en el número de mujeres activas a partir de este trimestre. En base a las conclusiones del trabajo de Maravall y García (1988), la mayor parte de este incremento se justifica como una respuesta de la participación femenina a la evolución del ciclo económico. No obstante, a mi juicio, hay una objeción a este respecto. En el texto del artículo se afirma que el cambio de definición deja invariante la población total con más de 16 años. Sin embargo, como se observa en el Gráfico 4, a partir del 2T-1981 la población total femenina mayor de 16 años y sin estudios comienza a crecer considerablemente. Un aumento en la población femenina sin estudios sólo ha podido producirse a través de las mujeres más jóvenes (16 ó 17 años de edad) que han pasado a formar parte de la población en edad de trabajar. Este hecho resulta tan sorprendente, que parece que sólo puede atribuirse al cambio de definición en la EPA. Y, por consiguiente, si este cambio de definición ha afectado a las cifras de población total, no puede descartarse que también haya afectado a las cifras de población activa y de participación.

Respecto al análisis de la participación femenina según su estado civil, los resultados indican que a igual edad y nivel de estudios, la tasa de actividad de mujeres solteras es sensiblemente más alta que la de las mujeres no-solteras. Aunque también es importante destacar el aumento considerable   —283→   que la tasa de participación de las mujeres no-solteras ha experimentado en los últimos años, lo cual refleja un cambio sociológico de interés.

Para completar el análisis de oferta, se examina el posible efecto del ciclo económico sobre la tasa de participación femenina. Para ello, se utilizan cuatro indicadores de actividad económica. En concreto, se estima, mediante modelos de función de transferencia, la relación entre: a) tasas de participación y desempleo femeninas, b) tasas de participación femeninas y IPI, c) número de mujeres activas y ocupadas y d) número de mujeres activas y empleo de varones entre 30 y 50 años. Estos cuatro análisis se llevan a cabo para mujeres solteras y no-solteras por separado. Los resultados sugieren que la participación de mujeres solteras y no-solteras responde a variaciones tanto en las tasas de paro como en las condiciones de empleo de sus respectivos grupos de población. Mientras que sólo la participación de mujeres no-solteras responde a variaciones en el IPI y en el número de ocupados varones entre 30 y 50 años de edad.

A este respecto, me gustaría señalar que relacionar la participación con el empleo o el desempleo de un mismo grupo demográfico; no se considera una forma adecuada de analizar el efecto que se persigue, ya que variaciones en la tasa femenina de paro y en el número de mujeres ocupadas reflejan posibles cambios demográficos e institucionales en la participación femenina. En consecuencia, ambas variables pueden estar muy correlacionadas debido a estos cambios institucionales, sin que necesariamente la participación responda al ciclo económico. Por el contrario, el IPI (aunque solamente acoja la cuarta parte del empleo) y la tasa de paro de hombres entre 30 y 50 años, se consideran mejores medidas de la actividad económica, ya que no están contaminadas por factores demográficos. Obsérvese que la participación de mujeres solteras no responde a estos dos últimos indicadores, mientras que sí lo hace a variaciones en el empleo y en el paro de su grupo específico de población. Este resultado es consistente con el argumento que se acaba de exponer, ya que no existe ninguna razón para pensar que las mujeres solteras estén a la expectativa de la evolución económica para acceder al mercado de trabajo.

Por otra parte, considero que sería de gran interés la realización del mismo análisis dividiendo la población de mujeres, no sólo por estado civil, sino también por grupos de edad. La edad de la mujer puede ser una característica relevante a la hora de examinar la posible respuesta de la participación femenina al ciclo económico.

Finalmente, en el análisis de ocupación femenina se presenta la evolución temporal de la distribución del empleo femenino entre los distintos sectores productivos. Los resultados indican que, en este caso, las necesidades de la demanda y las características de la oferta coinciden en gran parte, ya que los sectores que necesitan una mano de obra más cualificada son los que han absorbido una proporción importante de la creciente oferta   —284→   de mujeres en el mercado laboral. Lo cual es un resultado muy alentador. Sin embargo, como se concluye en el artículo, «aún queda mucho camino que recorrer» y, para ello, mucho que investigar en este área, donde el trabajo de A. Novale s supone una contribución importante.




Comentario

José Luis Malo de Molina



Servicio de Estudios. Banco de España

En este trabajo se analiza un amplio conjunto de series temporales referidas a distintas clasificaciones de la población femenina según su relación con la actividad económica. Es un trabajo amplio y riguroso que suministra abundante información y sugiere muchas ideas sobre un tema que tiene gran relevancia para la política económica. Aunque en el estudio de las diversas series se abordan, con diverso grado de profundización, aspectos muy variados de la problemática de la mujer en el mercado de trabajo, el núcleo fundamental del artículo se refiere a las dos cuestiones siguientes: En primer lugar se intenta aproximar la medida en la que la tendencia creciente de la tasa de actividad de las mujeres limita o condiciona la posibilidad de reducir sensiblemente la elevada tasa de paro existente en la economía española. Y, en segundo lugar, se pretende obtener, a partir del diagnóstico previamente esbozado, algunas prescripciones de política económica sobre los instrumentos adecuados para encauzar el proceso de incorporación de la mujer al mercado de trabajo.

Respecto a la incidencia, presente y futura, del proceso de la incorporación de la mujer sobre la evolución de la tasa de desempleo, se plantean las siguientes preguntas: ¿Cuál va a ser el ritmo de aproximación de la tasa de actividad femenina en España a niveles próximos a los estándares europeos? ¿Cuál es el efecto previsible de este proceso sobre la oferta de trabajo potencial? ¿En qué medida es extrapolable la tendencia reciente al rápido crecimiento de la tasa de actividad femenina (5 puntos en 4 años)? ¿Cuál es la magnitud del componente procíclico del crecimiento reciente de la tasa de actividad femenina? ¿Cuál es el margen de incertidumbre de las predicciones de las tasas de actividad femenina?

Para responder a estas preguntas, y otras estrechamente conectadas con ellas, el trabajo que comentamos ha escogido la vía de la modelización y predicción de las series de población femenina en edad de trabajar (PF), población activa femenina (PAF) y tasa de actividad femenina (TAF). Todo ello en un marco predominantemente univariante con algunas referencias a estudios bivariantes que pretenden captar, principalmente, las relaciones   —285→   entre las variables de referencia y el dinamismo de la actividad económica. La estrategia seguida de modelización y predicción univariante de las series de PF, PAF y TAF, proporciona un conocimiento empírico sobre la dinámica de las mismas que tiene gran utilidad para fases posteriores de un análisis cuantitativo más sofisticado, pero cuya aplicación a la respuesta de las cuestiones planteadas suscita algunas perplejidades.

1. ¿Cuál es la finalidad de modelizar y predecir por métodos univariante tres series que son el numerador, el denominador y el cociente respectivamente? Al aplicar este método de predicción se presentan inconsistencias importantes, frente a las cuales no existe un criterio claro de decisión. En los Cuadros 2 y 3 se puede observar que las discrepancias entre las tasas de actividad que se obtienen por cociente entre las predicciones de la población en edad de trabajar y las de la población activa son ciertamente muy elevadas para algunos de los grupos en los que se desagregan las diferentes variables. En las predicciones para 1992 estas discrepancias son de 5 puntos para las mujeres con estudios primarios, 6 puntos para las mujeres con estudios medios y casi 10 puntos para las mujeres con estudios superiores. Aunque estas discrepancias se compensan unas con otras, no generando graves discrepancias en el comportamiento agregado, ponen de manifiesto una importante falta de coherencia.

2. La capacidad predictiva de los modelos univariantes sobre las variables demográficas es muy baja a medio y largo plazo, que es cuando tienen utilidad. Esto es cierto, sobre todo, cuando los modelos requieren esquemas complejos de intervención, de difícil interpretación, y cuando, como es el caso, las series experimentan bruscas oscilaciones en las últimas observaciones del período muestral.

Esta afirmación es especialmente pertinente para la población en edad de trabajar, cuya evolución está fuertemente determinada por la propia estructura de la pirámide demográfica. Por esta razón, las predicciones basadas en la simple propagación de la pirámide poblacional produce mejores resultados que los obtenidos con predicciones univariantes. En este sentido, puede ser ilustrativo el hecho de que el modelo univariante que se utiliza para la predicción de la población femenina en edad de trabajar incorpore una constante que supone un ritmo de crecimiento anual del 1,08 por 100, cuando las predicciones que se obtienen por propagación de la pirámide dan tasas del 0,8 por 100 hasta 1991 del 0,7 hasta 1996 y del 0,6 por 100 hasta el 2001.

3. Es acertado poner el acento en la importancia de los niveles de estudios para explicar el comportamiento de la tasa de actividad femenina. Pero ello no debería implicar la dilución o pérdida del factor edad, que, como se sabe, introduce efectos fuertemente determinísticos en la evolución de las variables demográficas. Algunos fenómenos recientes están fuertemente influidos por la burbuja debida al boom de la natalidad, pero se sabe que la   —286→   tendencia va a cambiar drásticamente en el futuro inmediato por un fuerte descenso de la natalidad que ya se ha producido. Lamentablemente, al predecir por métodos univariantes, desagregando por niveles de estudios toda esta información se pierde.

Piénsese que cuando se prescinde del factor edad y el análisis se reduce al ámbito estrictamente univariante se pierden importantes relaciones entre los diversos grupos según niveles de estudios. La población con estudios medios depende de la población con estudios primarios en períodos anteriores, y lo mismo pasa entre la población con estudios superiores y medios. Debe tenerse en cuenta, además, que la tasa de actividad femenina en España está 10 puntos por debajo de los niveles medios europeos debido, principalmente, a las bajas tasas de actividad de los estratos correspondientes a las edades centrales. La situación está cambiando, precisamente, como resultado del proceso de escolarización ya producido y del crecimiento vegetativo, de forma que el efecto de propagación de la pirámide demográfica es extraordinariamente importante para predecir la evolución futura de este proceso.

4. De las consideraciones anteriores se deduce que, frente al método utilizado, parece más adecuado combinar las predicciones de la población en edad de trabajar obtenidas mediante la propagación de la pirámide demográfica (manteniendo explícitamente el factor edad) con predicciones econométricas para las tasas de actividad por grupos de edad.

A su vez, los modelos para obtener las predicciones econométricas de las tasas de actividad, según estratos de edades, deberían incorporar, además del factor escolarización, una relación explícita con el dinamismo de la actividad económica. Hay evidencia de que la tasa de actividad española muestra un patrón fuertemente cíclico y de que ese comportamiento se debe al carácter diferencial de las fuertes oscilaciones cíclicas de la tasa de participación de la mujer en España.100 La cuantificación del efecto cíclico es muy importante ya que la magnitud alcanzada por el efecto desánimo durante la crisis y la creciente flexibilización de las formas de contratación han podido conducir a una intensificación, en el período más reciente, de ese comportamiento. Este trabajo aporta evidencia indirecta del comportamiento cíclico de las series de población activa y de tasas de actividad, pero el análisis de estas relaciones no resulta suficiente. La tasa de paro femenino y el IPI permiten captar la presencia de un componente cíclico, pero, probablemente, no son variables adecuadas para cuantificar su relativa importancia.

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En el plano de las posibles prescripciones, este trabajo sostiene que el fomento de la participación femenina tiene pleno sentido como posible objetivo de política socioeconómica. Sin embargo, esta toma de posición no aparece suficientemente contextualizada. La orientación de política económica en este terreno no puede depender sólo del nivel relativo de la tasa de actividad femenina en comparación con los estándares europeos. Por un lado hay que tener, efectivamente, en cuenta el bajo nivel de actividad femenina, vinculado a elevadas tasas de desempleo y a la pervivencia de importantes factores de segmentación y discriminación en contra de la mujer. Pero por otro lado es necesario, también, considerar que el proceso de incorporación de la mujer, impulsado por la propia evolución demográfica y educativa, es un importante factor de compensación en la desaceleración que se espera de la población global en edad de trabajar, que actuará en el futuro, por lo tanto, manteniendo la presión de la oferta de trabajo.

En este sentido la política económica debe tener en cuenta la existencia de zonas conflictivas entre los objetivos de recuperar el equilibrio del mercado de trabajo, reduciendo la tasa de desempleo, y de procurar la plena equiparación de la mujer. Las medidas de políticas económicas deben evaluarse teniendo en cuenta su repercusión en ambas vertientes del problema.

Las políticas de plena incorporación de la mujer deben basarse, prioritariamente, en que el dinamismo global del empleo sea suficiente para absorber los aumentos previsibles de la oferta de trabajo. Sólo si se mantiene un elevado ritmo de crecimiento del empleo será posible una creciente incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Y, a la vez, es necesario ser muy cautelosos a la hora de considerar posibles planes sectoriales para fomentar el empleo de las mujeres, ya que estos planes pueden acelerar la decisión de participar de la mujer con un efecto muy marginal en la creación neta de nuevos puestos de trabajo. Con ello se aumentaría el desempleo, se incurriría en mayores gastos sociales y no se produciría el efecto de equiparación real pretendido. Las únicas medidas válidas de estímulos sectoriales podrían ser aquellas que incidiesen sobre aquellos colectivos de mujeres menos proclives a oscilar entre la ocupación y la inactividad.

Finalmente, parece necesario matizar el análisis de la relación entre cualificación y participación de la mujer. Tal y como se plantea en este trabajo parece como si la mujer hubiese podido hacer de la cualificación profesional un factor de discriminación positiva para superar otras barreras de discriminación sexual del mercado de trabajo. El tratamiento de los datos no parece suficiente para sostener que la cualificación media de la mujer ocupada es superior a la del hombre. Es cierto que, atendiendo solamente a los grandes grupos según niveles de estudio, el porcentaje de mujeres con formación media y superior es más alto que el de los hombres en la mayoría de los sectores considerados. Pero ello no es cierto en los sectores de   —288→   agricultura y pesca y otros servicios que suponen el 50 por 100 de todo el empleo femenino. Por otra parte, la mayor cualificación de las mujeres (según niveles de estudios) en las ramas de extracción y transformación es sólo aparente, pues se debe, en parte, a las limitaciones, existentes hasta fechas muy recientes, para que la mujer accediese a los puestos de trabajo de especial dureza, como los de las minas. Además, estas cifras esconden un importante efecto de composición, debido a la no consideración del factor edad. La edad media de las mujeres ocupadas es sensiblemente inferior a la de los hombres, debido al carácter reciente del proceso de incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, y, como se sabe, el nivel de escolarización guarda una relación inversa con la edad. El hecho de que la escolarización haya sido un factor fundamental en la explicación de la creciente incorporación de la mujer al mercado de trabajo, no debe ocultar la permanencia de importantes factores de discriminación en contra de la mujer, también, en el terreno de la cualificación.






Arriba Discusión general

Charles Wyplosz comentó algunas implicaciones macroeconómicas del trabajo de Novales. Su intuición es que en España hay una gran reserva de fuerza de trabajo y que esto hay que relacionarlo con las ventajas comparativas que puede tener España tras su ingreso en la Comunidad Europea. La ventaja comparativa de España es, precisamente, esta gran reserva de recursos humanos y el juego estratégico de España debería ser dirigir la inversión hacia aquellos sectores en los que los costes laborales pueden permanecer bajos durante más tiempo. El incremento de la participación femenina debería tener, si creemos en la interacción de la oferta y la demanda en el mercado de trabajo, un efecto moderador sobre los costes y permitir, a la vez, el mantenimiento de unos costes bajos y la mejora del nivel de vida de la población.

Jesús Albarracín señaló, en primer lugar, que para analizar la participación lo relevante es el análisis por edades y que el análisis por grado de escolarización o por estado civil lo que hace es recoger la estructura de edades subyacente, dado que los jóvenes acostumbran a ser solteros y a tener mayores niveles educativos. Primero habría que hacer el análisis en términos de grupos de edad y, dentro de cada grupo, la variable clave sería la tasa de escolarización.

En segundo lugar los determinantes del fuerte componente cíclico de la tasa de actividad femenina no habría que buscarlos entre variables económicas corrientes, como el IPI o la propia tasa de paro de las mujeres. Las propias condiciones del mercado de trabajo son las que determinan que   —289→   las mujeres se incorporen o no y, dentro de esas condiciones, tiene un papel clave el empleo total.

Por último, Jesús Albarracín se refirió a que el cambio metodológico de la EPA en el segundo trimestre de 1987 afectó, principalmente, a las mujeres activas y ello puede provocar muchas distorsiones en el análisis.

Dolores García señaló que el cambio metodológico de la EPA afecta a todo el cuestionario y que, a pesar de que se han intentado reconstruir series homogéneas aplicando las nuevas definiciones a los cuestionarios antiguos, el problema no ha quedado totalmente resuelto y que hay que esperar a ver qué ocurre con las series desagregadas y por sexos. En cualquier caso, afirmó que su impresión personal es que, dado que el salto se produce principalmente por las nuevas definiciones de ayudas familiares, las series de mujeres pueden estar muy afectadas.

Alfonso Novales, tras agradecer las sugerencias recibidas, hizo un llamamiento para que las instituciones pertinentes hagan un esfuerzo por clarificar los efectos del cambio metodológico de la EPA en 1987. La corrección por el cambio de definiciones es de 60.000 personas, pero la evaluación del cambio en el conjunto de la metodología podría estar entre 100.000 y 200.000.

Sobre la posibilidad de extrapolar la evolución de la población activa, suscribió lo expuesto por José Luis Malo de Molina acerca de la aplicación de las tasas de participación a proyecciones existentes en la pirámide de población.

En lo que respecta a si el análisis de las tasas de participación debe comenzar a hacerse por grupos de edad para pasar posteriormente a niveles de educación y estado civil, Novales aceptó las sugerencias recibidas aunque apuntó la posibilidad de que fuese bastante indiferente hacerlo de un modo u otro. Expresó la conveniencia de que se hiciese de maneras diversas y que se analizase, sobre la base de las previsiones, cuál funciona mejor.