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Mundo mágico y mundo real: la narrativa de Miguel Ángel Asturias

Giuseppe Bellini



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ArribaAbajoPresentación

Con ocasión del Centenario del nacimiento de Miguel Ángel Asturias vuelvo a tratar de su obra narrativa, de la que en el transcurso de todos estos años nunca he dejado de ocuparme.

Mi convicción de que la obra artística tiene íntima conexión con la aventura vital de su autor me lleva a dar, en este libro, también toda una serie de datos acerca de la vida de Asturias que, junto con las valoraciones de su arte, contribuyen a aclarar mejor, según creo, los motivos y los alcances de su trabajo creativo.

Persona extraordinaria, la presencia del escritor guatemalteco en Italia, y por lo que me atañe en las Universidades donde yo enseñaba, Milán y Venecia, junto con el trato de largos años y una gran amistad hasta el final de su vida, ha sido particularmente importante en la trayectoria de mis intereses culturales y en la de mis colaboradores y discípulos.

Debo el primer encuentro con Asturias a las iniciativas del Dr. Amos Segala, benemérito propulsor de los estudios latinoamericanos desde el Columbianum de Génova, institución que constituyó el punto de partida de otras iniciativas segalianas de aún mayor alcance, como la edición crítica de las obras del maestro, a su vez empresa propulsora de otra de relieve internacional, la colección «Archivos de la literatura latinoamericana del siglo XX», actualmente bajo el patrocinio de la UNESCO.

El libro que ahora publico representa una nueva meditación en torno a la obra narrativa de Miguel Ángel Asturias, en vilo siempre entre realismo mágico y cruda realidad.

Me complace sumamente, aquí, formular algunos agradecimientos: primeramente a mi buen amigo e inteligente colaborador desde hace años, el profesor Jaime Martínez, el cual con su acostumbrado escrúpulo y mucha paciencia ha ido revisando estas páginas, y a continuación a las Dras. Clara Camplani y Patrizia Spinato, quienes han prestado, desde el «Centro» del Consiglio Nazionale delle Ricerche de la Universidad de Milán, dedicado a Latinoamérica, su generosa colaboración para la transcripción de los textos reunidos en el Apéndice.

G.B.





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ArribaAbajo-I-

Introducción al mundo mítico Leyendas de Guatemala


Las experiencias y las impresiones de la infancia cavan siempre surcos profundos en el individuo, que permanecen vivos en los años de la madurez, condicionando todo desarrollo espiritual futuro. En este sentido los años y las vicisitudes de la infancia y la adolescencia son determinantes también en la formación de Miguel Ángel Asturias. El futuro escritor había nacido en la ciudad de Guatemala el 19 de octubre de 1899 y los percances familiares, consecuencia de la oposición cada vez más clara de la familia al dictador Estrada Cabrera, le ponen pronto ante la injusticia. Caer en desgracia con el tirano significa, en el mundo bajo su dominio, perder toda posibilidad de contacto con los demás, el aislamiento sospechoso, la persecución y, con frecuencia, la muerte. Los padres de Miguel Ángel, don Ernesto, abogado, doña María Rosales, maestra, pierden por de pronto su empleo, suspendidos de sus actividades por orden del dictador, y se ven obligados a refugiarse en una pequeña ciudad de provincia, Salamá, donde por varios años llevan una vida llena de preocupaciones también de índole económica, dedicándose para sobrevivir a pequeños negocios1.

Allí el joven Asturias estaba destinado a tomar contacto con la miseria de su país y a descubrir, al mismo tiempo, en la gente pobre una incontaminada riqueza espiritual. Este contacto y este descubrimiento motivarán todas las manifestaciones más significativas de su vida: la actividad política y la creación artística.

Pronto Asturias deviene el defensor de su mundo, el sostenedor convencido de su dignidad, de una riqueza interior que tiene sus raíces sugestivas en el pasado precolombino, documentado concretamente en los restos arqueológicos desparramados por el país y los grandes libros de su literatura sagrada. Pero Miguel Ángel Asturias no se queda encerrado en un orgulloso y angosto patriotismo: el mundo y el hombre que él defiende no pertenecen sólo a Guatemala, sino que representan a toda la América que se debate prisionera de anacrónicos sistemas feudales. En su   —14→   obra creativa se expresa, por tanto, la suprema aspiración del hombre a la libertad y a la justicia, máximos bienes por los que la humanidad desde siempre combate.

Se explica así como ya desde los años universitarios Asturias haya participado en las luchas contra la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, un dictador pseudoilustrado, en realidad durísimo. Caído en abril de 1920 el dictador2, el joven decide terminar sus estudios de derecho; su tesis, que discute en 1922, versa sobre un tema candente de la realidad guatemalteca, El problema social del indio3, y obtiene la medalla de oro de la Universidad Nacional de San Carlos. Su orientación en este trabajo estaba destinada a ser puesta en tela de juicio por los críticos muchos años después, en cuanto aparece insegura y contradictoria respecto a su actuación posterior; Cardoza y Aragón habla hasta de una actitud racista4; al contrario Asturias atesoraba ya en su tesis una significativa experiencia directa con la problemática del mundo indígena.

Convencido de que en la base de toda posible conquista está la instrucción, el joven Asturias se dedica a la lucha contra el analfabetismo y participa, en 1922, en la fundación de la Universidad Popular, cuyo éxito desata la persecución por parte del gobierno militar que en 1921 había abatido con las armas al breve gobierno democrático que había sucedido a la dictadura.

El clima violento que dominaba en Guatemala en los años 1921-1923 induce a los padres de Asturias a enviarlo a Europa, para que se perfeccione en economía política. Su meta es Londres, pero la estadía londinense dura tan sólo cinco meses, después de los cuales Miguel Ángel se traslada a París, todavía centro irresistible de atracción para los sudamericanos. Sin embargo, a pesar de la moda - Neruda la ha denunciado eficazmente5 -, París no será para Asturias una experiencia superficial, sino que decidirá toda su actividad de escritor. Aquí, en efecto, se inscribe a un curso sobre mitos y religiones de Mesoamérica, que dictaba Georges Raynaud en la Sorbona. Cuenta el escritor guatemalteco que al verle   —15→   entre sus alumnos el profesor le acogió con entusiasmo, y hasta se lo llevó a su casa para presentarlo a su esposa como ejemplo vivo de lo maya6.

Al contacto con el mundo de las antiguas civilizaciones mesoamericanas, que se le manifiestan ahora en toda su grandeza a través de las clases del profesor Raynaud, la presencia de Guatemala se hace más viva en Asturias. Si en su tesis de licenciatura él había afrontado un tema humano de tan decisivo alcance para su país cual era la situación del indio, ahora un interés más motivado culturalmente lo vuelve hacia su mundo, cuya verdadera grandeza ha descubierto, lo lleva a investigar con urgencia sus orígenes remotos en las fuentes literarias para descubrir la gran cultura de los mayas, no con el entusiasmo de un erudito, sino con la convicción y el calor de quien estima que la redescubierta grandeza servirá para levantar a su pueblo de una abyección secular y de una espantosa miseria.

El tradicional complejo de inferioridad que había caracterizado siempre al intelectual latinoamericano frente a Europa desaparece en el joven Asturias, debido precisamente a la alcanzada conciencia de la dignidad grandiosa de la civilización a la que él pertenece. Los contactos con el mundo de los mayas, con su cultura, que por vez primera en París él mismo descubre, estimulan sus disposiciones naturales de escritor y le dan la conciencia de su misión. Todo lo que escribe a partir de este momento, sumiéndose en una realidad mítica y dolorosa, es en sustancia una afirmación de fe en el futuro. De sus novelas Asturias ha dicho que, por encima de las tragedias que describen, por encima del horror de una realidad sangrante, afirman la existencia de una vida mejor7. En este sentido va efectivamente entendida su obra, no como una radiografía sin esperanza, sino al contrario, esperanzadamente abierta al futuro.

A los años parisinos remonta la traducción al castellano del Popol Vuh y de los Anales de los Xahil, libros sagrados de la civilización precolombina de Mesoamérica, cuya atmósfera de poesía y cuyo estilo están destinados a dejar huella imperecedera en el escritor8. Sin embargo, la disciplina del investigador, lo ha dicho   —16→   Asturias mismo9, no se avenía con su temperamento, que más bien tendía a la creación literaria. Y en efecto, en sus «ratos perdidos», él emprende la redacción de las Leyendas de Guatemala, libro que llamará de modo concreto la atención de la crítica sobre el joven autor.

Del mismo período, 1923-1928, data gran parte de otro libro, El Alhajadito, que, reelaborado, será publicado sólo varios años más tarde, en 196110, y la novela El Señor Presidente11. No se trata de los primeros ensayos de creación artística, naturalmente, puesto que en época anterior al período parisino Asturias había ya escrito otros trabajos: poesía, tentativas de novela, cuentos e impresiones, comedias breves12; pero desde esta estadía en Europa sus disposiciones literarias se   —17→   afirman y concretizan definitivamente, determinando toda su actividad futura.

Particularmente importante para la formación del escritor es el conocimiento que hace en París de los grandes representantes de la cultura europea del momento. En México había tenido antes la oportunidad de conocer a Vasconcelos, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, Antonio Caso y Valle-Inclán. El conocimiento de este último escritor será determinante para el autor de El Señor Presidente, novela cuyo procedimiento mucho le debe a la técnica valleinclanesca del «esperpento» empleada en Tirano Banderas13.

En París Asturias conoce a Unamuno, Barbusse, Valéry, estrecha amistad con los surrealistas: Aragon, Desnos, Breton, Péret, Tzara, que colaboraron también en la revista Imán, fundada por él en colaboración con Alejo Carpentier. Frecuenta a Picasso, Braque, Utrillo, Strawinsky, Cocteau. Entre los artistas e intelectuales latinoamericanos que residen en la capital francesa estrecha amistad con Vallejo, Arturo Uslar Pietri, los hermanos García Calderón, Luis Cardoza y Aragón, Pita Rodríguez, Alfonso Reyes y el caricaturista guatemalteco Toño Salazar, que más tarde ilustrará la edición bonaerense de las Leyendas de Guatemala. Son éstos los «années folles» de los que trata Cheymol14.

El mismo Asturias ha insistido siempre sobre el valor fundamental de la experiencia parisina, que el tiempo naturalmente había mitigado. Sus frecuentaciones fueron realmente importantes, aunque, como es natural, eran las de un joven que se acercaba con temor y respeto a los grandes15. El mundo parisino de aquella época, centrado entre la plaza de la Sorbona, el Colegio de Francia y Montparnasse, dominado por el cubismo «y todos los otros ismos y en plena polémica todavía de surrealistas y dadaístas», constituía para el joven guatemalteco un verdadero mundo mágico16.

Durante la residencia en París el joven escritor emprende también algunos viajes para conocer otros países y recorre buena parte de Europa, incluyendo naturalmente España, donde en 1930 publica en Madrid, en la Editorial Oriente, su primer libro, las Leyendas de Guatemala. Al año siguiente Francis de Miomandre traduce el libro al francés y lo publica en Marsella, en la imprenta de los «Cahiers du Sud», precedido por una carta-prólogo entusiasta de Paul Valéry y que figurará después en todas las ediciones castellanas. La traducción francesa obtiene   —18→   en 1931 el premio Sylla-Monsegur reservado al mejor libro traducido en Francia a lo largo del año y es el comienzo de la consagración del escritor, aunque su verdadera fama estaba destinada a afirmarse en años posteriores, con la publicación de El Señor Presidente.

Las Leyendas de Guatemala son el primer libro de Miguel Ángel Asturias que revela plenamente sus cualidades de gran escritor. Se trata de una inmersión encantada en el mundo mágico del pasado; realidad y leyenda se funden en la obra en una atmósfera unitaria. El libro fue estructurándose a través de una inicial narración oral: afirma el autor que iba contando las leyendas a sus amigos en las reuniones que mantenían en París y que solamente en un tiempo sucesivo dio forma escrita al producto de su fantasía17. Las Leyendas de Guatemala nacieron, pues, contadas antes que escritas.

En la primera composición del libro, y por consiguiente en la traducción francesa, faltaban dos textos, «Los brujos de la tormenta primaveral» y «Cuculcán», añadidos en la edición de Buenos Aires de 1948.

El juicio de Valéry que acompañaba a la edición francesa de las Leyendas de Guatemala individuaba exactamente el clima y la fuerza sugestiva del libro, que el poeta definía como un conjunto de «historias-sueños-poemas» en movimiento. La grandeza fabulosa del pasado precolombino le parecía a Valéry poderosamente operante en la creación de Asturias y le daba la impresión de estar ante un mundo misterioso en continuo devenir. Escribía:

En cuanto a las leyendas, me han dejado traspuesto. Nada me ha parecido más extraño -quiero decir más extraño a mi espíritu, a mi facultad de alcanzar lo inesperado- que estas historias-sueños-poemas donde se confunden tan graciosamente las creencias, los cuentos y todas las edades de un pueblo de orden compuesto, todos los productos capitosos de una tierra poderosa y siempre convulsa, en quien los diversos órdenes de fuerzas que han engendrado la vida después de haber alzado el decorado de roca y humus están aún amenazadores y fecundos, como dispuestos a crear, entre dos océanos a golpe de catástrofes, nuevas combinaciones y nuevos temas de existencia18.



En estas palabras trasluce el entusiasmo que suscita en el poeta un mundo desconocido, que se le ofrecía improvisamente con su nota deslumbrante de poesía, pero también se evidencia una nota de exotismo, la misma que asomará también, años después, en García Lorca, al presentar en la Universidad de Madrid a Pablo Neruda y su poesía19. Lo que más se imponía a la atención de ambos poetas,   —19→   el francés y el español, en la creación de los hispanoamericanos a quienes presentaban, era la sugestión y el misterio de un mundo inédito y la fuerza con que lo interpretaban.

En el caso de las Leyendas de Guatemala, resucita en ellas la atmósfera intensamente poética de los libros sagrados indígenas, especialmente del Popol Vuh. En su libro Asturias se manifiesta esencialmente poeta, creador mágico de evanescencias, de imágenes y arquitecturas que, en el momento de hacerse realidad, se disuelven en lo vago de la leyenda. Indagación profunda en la complejidad anímica, la poesía y la condición de todo un pueblo, las Leyendas de Guatemala alcanzan un resultado inmediato para el escritor: el de liberar al mundo guatemalteco de los límites angostos de una geografía que lo condenaba a la marginación, imponiéndolo improvisamente a la atención europea a través de un redescubierto e íntimo vínculo con su luminoso pasado precolombino, alcanzado valorizando también el más reciente pasado colonial.

Lo que domina a Asturias en este libro es un sentimiento de nostalgia, que matiza afectivamente la visión poética que ofrece de Guatemala, empeñado como se encuentra en captar los matices más sutiles de su belleza y de su poesía. A través de las Leyendas el país centroamericano aparece como el lugar de la maravilla, una especie de paraíso terrestre, según el espíritu del Popol Vuh, mundo que vive en íntimo contacto con los dioses y los demonios de las antiguas creencias y sobre el cual se han insertado los elementos cristianos. Volverá a este tema años después Asturias con la representación de la inquietante ciudad de Tierrapaulita en Mulata de tal.

En las Leyendas los confines entre realidad y sueño son completamente eliminados. El lector pasa continuamente de la realidad a la irrealidad, llevado por un ritmo apremiante que lo sumerge en un sugestivo animismo, por cuyo trámite alcanza los secretos de las cosas, percibe el íntimo diálogo que ellas mantienen, en una zona sólo aparentemente remota, en realidad muy cercana e íntimamente operante. Desde este mundo que se agita más allá de la realidad, asume su carga poética el libro, radiografía profunda del país centroamericano.

La obra se abre precisamente con una estampa, «Guatemala», que introduce al lector en la sustancia espiritual de la nación. Las ciudades coloniales y las mayas conviven y se funden en una continuidad que anula el tiempo. Eliminados los nexos temporales, las cosas se presentan con un alma que los estratos superficiales no ocultan. El mundo se vuelve silencioso, vive sólo de susurros misteriosos. Los árboles, siguiendo una antigua leyenda local, absorben la respiración de quienes habitan las ciudades y por eso a su sombra se toman las grandes decisiones. La vegetación parece que embruja las ciudades con su vida escondida; todo un mundo   —20→   de espíritus ocultos anima lo que está más allá de las apariencias. De los árboles sube un halo que todo lo disuelve en el sueño.

Para Asturias el sueño es una necesidad imprescindible de la vida. Él representa esta atmósfera mágica y evanescente en páginas de pura poesía, donde el paisaje y los vestigios de las antiguas arquitecturas vuelven a encontrar su primitiva armonía, adquieren un significado nuevo y misterioso. El mundo se puebla de presencias inquietantes; un silencio extraño lo envuelve todo y el más leve murmullo encuentra un eco insospechado:

Los árboles hechizan la ciudad entera. La tela delgadísima del sueño se puebla de sombras que la hacen temblar. Ronda por Casa-Mata la Tatuana. El Sombrerón recorre los portales de un extremo a otro; salta, rueda el Satanás de hule. Y asoma por las vegas el Cadejo, que roba mozas de trenzas largas y hace ñudos en las crines de los caballos. Empero, ni una pestaña se mueve en el fondo de la ciudad dormida, ni nada pasa realmente en la carne de las cosas sensibles.

El aliento de los árboles aleja las montañas, donde el camino ondula como hilo de humo. Oscurece, tan honda repercusión tiene en el paisaje dormido una hoja que cae o un pájaro que canta, y despierta en el alma el Cuco de los Sueños20.



Un universo insospechado e inédito sube del fondo de las cosas y, rotas las barreras de las apariencias, vuelve a encontrar su directa comunicación con el hombre. Un clima de fábula se va formando; las leyendas, las presencias supersticiosas arraigadas en el pueblo guatemalteco cobran vida. Parte determinante tiene lo sobrenatural, que se desliza entre la realidad, la penetra y la anima, le da una dimensión insospechada.

Los elementos espirituales y religiosos importados por la civilización hispánica y que el pueblo de Guatemala recibe con la conquista y la colonización, se revelan efímeros; al contacto con el fondo animista indio, que hasta modifican en parte, se contaminan y transforman. La presencia constante del demonio penetra las expresiones de la época colonial. Sustratos de creencias indígenas afloran en las verdades de la nueva religión en una amalgama que se perpetúa en el tiempo bajo la forma de mito renovado. Así en las leyendas del Cadejo, de la Tatuana, del Sombrerón, se insinúa la presencia diabólica y se agita todo un mundo inquietante y oculto. El tiempo, tema constante en Asturias, llena los espacios vacíos. Pasado y presente no se distinguen en el sueño.

En la leyenda titulada «Ahora que me acuerdo» -en realidad introducción a las demás leyendas, así como «Guatemala» es una estampa sentimental del país-, el protagonista regresa de milenios de residencia en la selva y salda en el recuerdo el pasado indígena con las presencias más recientes. Las tribus y los dioses del   —21→   tiempo pretérito vuelven a adquirir vida, penetran las presencias coloniales, se apoderan de los espíritus de Pedro de Alvarado, de los personajes de la colonia, de las monjas, de fray Pedro José de Betancourt, muerto en olor de santidad, de fray Payo Enríquez de Rivera, de la madre Elvira de San Francisco. A veces, como en el comienzo de la «Leyenda del Cadejo», parece posible advertir la presencia de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, en el caso específico de la tradición titulada «El alacrán de fray Gómez», pero es la impresión de un momento, puesto que el clima colonial inmediatamente se transfigura en una reconquistada unidad con el pasado mítico. Igualmente es impresión de un instante el modernismo -fondo cierto de la formación de Asturias, admirador y discípulo en su juventud del poeta José Santos Chocano, protegido de Estrada Cabrera- que parece posible advertir en algunos pasajes, en realidad inmediatamente rescatados en la prosa asturiana de cualquier complacencia formal, mientras los resultados de musicalidad y belleza revelan sus verdaderas raíces en la sustancia poética del Popol Vuh.

La esencia y la originalidad de las Leyendas de Guatemala consiste sobre todo en la lograda recreación de una atmósfera «bíblica», la misma que impregna el libro sagrado de los quichés, del cual las Leyendas acaban por ser la continuación extraordinaria. Leyendo el libro de Asturias es como si a cada instante nos encontráramos ante los orígenes del mundo. Las muertas ciudades mayas reviven a través de la sugestión de frases poemáticas. La memoria devuelve al ritmo pleno de la vida lo que parecía inmóvil en el tiempo: Xibalbá, Tulán, Quiriguá, Copan, ciudades prestigiosas, con las que se funden las imágenes de Antigua, de Santiago. El tiempo se anula definitivamente; «El cuento de los años es triste», escribe Asturias, y la magia de las evocaciones anula el peso de las referencias temporales: «El chipilín, arbolillo de párpados con sueño, destruye la acción del tiempo y bajo su virtud se llega al estado en que enterraron a los caciques, los viejos sacerdotes del reino»21.

La eternidad se abre en una marcha hacia atrás en el tiempo. El mundo fenoménico ya no existe y lo espiritual no lleva marcas temporales. Los seres legendarios que pueblan la tierra, en la «Leyenda del Volcán», pueden por eso entrar en nuestra contemporaneidad sin maravillarnos. Por el trámite de su presencia asistimos de nuevo al misterio de la creación, como en el Popol Vuh, pero en la representación de Asturias hay una dominante nota de alegría y un vigor desconocidos al antiguo libro sagrado, en la presentación de la materia en movimiento. En la prosa del escritor guatemalteco el mundo parece salir de un trabajoso momento feliz, sin que la creación pierda mínimamente nada de su grandeza sagrada. Una naturaleza urente de vida toma forma desde la masa en potencia, dando origen a un auténtico paraíso:

Los ríos navegables, los hijos de las lluvias, los del comercio carnal con el mar, andaban en la tierra, dentro de la tierra en lucha con las montañas, los volcanes y los llanos engañadores que se paseaban por el suelo comido de   —22→   abismos, como balsas móviles. Encuentros estelares en el tacto del barro, en el fondo del cielo, que fijaba la mirada cegatona de los crisopacios, en el sosegado desorden de las aguas errantes sobre lechos invisibles de arenas esponjosas, y en el berrinche de los pedernales enfurecidos por el rayo. Otro temblor de la tierra y el aspaviento del líquido desalojado por la sacudida brutal. Nubes subterráneas de ruido compacto. Polvo de barrancos elásticos. Nuevas sacudidas. La vida vegetal surgía aglutinante. La bajaban del cielo los hijos navegables de las lluvias y donde el envoltorio de la tierra se rasgaba asiéndose a rocas más y más profundas o flameaba en cimas estrelladas, vientos de sudor vegetal se apresuraban a depositar la capa de humus necesaria a la semilla de las nebulosas tiernas22.



Al contrario de la misteriosa inmovilidad que reina en el Popol Vuh en el momento de la creación del mundo, cuando todo estaba en silencio, en calma, en la leyenda de Asturias domina un movimiento gozoso, un estruendo feliz, hasta en las irremediables destrucciones:

El estruendo de alegría de los minerales apagó el lamento de la planta que en forma de ceniza verde quedó como recuerdo en una roca. E igual suerte corrieron otros árboles. [...] Y, poco a poco, en lo más hondo de la lluvia, empezó a escucharse el silencio de los minerales, como todavía se escucha, callados en el interior de ellos mismos, con los dientes desnudos en la aguaprieta y siempre dispuestos a romper la capa de tierra vegetal, sombra de nube de agua alimentada por los ríos navegables23.



Las vicisitudes del mundo, el sucederse de las generaciones, el diluvio, la aparición de la fauna y la flora, todo adquiere un ritmo pujante en la prosa de Asturias, con imágenes de gran delicadeza y luminosidad, como en la referencia a los peces: «Los peces engordaban el mar. La luz de la lluvia a los ojos»24. Y el avanzar irresistible de la vegetación:

La vegetación avanzaba. No se sentía su movimiento. Rumoroso y caliente andar de los frijoles, de los ayotales, de las plantas rastreadoras, de las filas de chinchas doradas, de las hormigas arrieras, de los saltamontes con alas de agua. La vegetación avanzaba25.



La clave de las Leyendas de Guatemala se encuentra al final de este poema de la creación, en la olvidada memoria de las grandes ciudades difuntas y las razas vencidas y sepultadas, y tiene el significado de un mundo feliz irremediablemente perdido: «Y así fue cómo perdieron los pueblos su contacto íntimo con los dioses,   —23→   la tierra y la mujer, según26. Proceso transparente a la conquista y su condena, añoranza de un mundo mítico irreparablemente desaparecido, que el autor se esfuerza en resucitar restituyéndole todo su misterioso esplendor, su íntimo significado. Exactamente ha escrito Atilio Castelpoggi, primero en percibirlo, que en las Leyendas de Guatemala, «lujosa combinación de color-música en pos de la creación», revive todo el surrealismo indígena27.

En las Leyendas numerosas son las características de estilo destinadas a permanecer, a veces a acentuarse en las obras sucesivas del escritor guatemalteco, como el recurso a la onomatopeya, a un doble efecto de sonido e imagen y al procedimiento visual, que desde este momento atrae a Asturias. Su concepción del mundo responde a un conjunto de cosas animadas y animados son también los signos de la escritura, adhesión evidente al concepto de la antigua pictografía indígena. Las letras del alfabeto adquieren por eso vida propia en numerosos pasajes, como cuando, en la leyenda «Ahora que me acuerdo», el escritor quiere representar el movimiento de la danza, sobre el fondo de un prolongado canto de grillos. Asturias perviene al efecto deseado a través de un proceso de intensificación que se vale de la repetición, de la acumulación de signos gráficos y palabras:

¡A-e-i-o-u! ¡Más ligero! ¡A-e-i-o-u! ¡Más ligero! ¡No existe nada! ¡No existo yo, que estoy bailando en un pie! ¡A-e-i-o-u! ¡Más ligero! ¡U-o-i-e-a! ¡Más! ¡Criiii-criiii! ¡Más! ¡Que mi mano derecha tire de mi izquierda hasta partirme en dos - aeiou - para seguir bailando - uoiea - partido por la mitad aeiou - pero cogido de las manos - criii... criii!28



Con este procedimiento el narrador obtiene una doble impresión, de sonido y movimiento, para representar la danza nocturna de un guerrero, acompañada de un canto de grillos, que se va poco a poco atenuando. Al mismo fin responde el esquema con que Asturias introduce, en la «Leyenda del Volcán», la llegada de la primavera a través del sonido de las campanas y la imagen visual del vuelo de los pájaros:

Adelante, un repique circundó los espacios. Las campanas entre las nubes repetían su nombre:

¡Nido!                   ¡Nido!

        ¡Nido!      ¡Nido!

¡Nido!            ¡Nido!

          ¡Nido!

Los árboles se poblaron de nidos29.



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La imagen es uno de los recursos más sugestivos del estilo de Asturias y en las Leyendas de Guatemala abundan, con éxitos particularmente notables. Es el caso del vuelo de las aves: «Los pájaros tijereteaban el crepúsculo entre ruinas pardas e impedidas»30. El avanzar del día lo representa el escritor acudiendo a la consabida mención del buey, de raíz modernista -Carducci y Darío enseñan-, añadiendo al color notas térmicas y olfativas: «El día salía de las narices de los bueyes, blanco, caliente, perfumado»31.

Las cosas en las páginas de Asturias revelan una vida secreta, adquieren movimiento de criaturas, frecuentemente a través de la comparación. Así lo árboles después de la tormenta: «Los encinales se perseguían bajo las nubes negras, sacudiéndose el rocío como caballerías sueltas»32. Con una imagen eficaz, que evoca ciertos pasajes de Los éxtasis de la montaña, de Julio Herrera y Reissig, el escritor expresa el sentido cansado de la tarde: «La tarde cansa con su mirar de bestia maltratada»33.

No pocas veces es suficiente una frase para determinar el clima de una leyenda, como en «Los brujos de la tormenta primaveral», donde aquél «Más allá de los peces el mar se quedó solo»34, abre de por sí una perspectiva de resonancias misteriosas.

El valor de las Leyendas de Guatemala está todo en la atmósfera de poesía que mana del libre ejercicio de una fantasía excepcional. El lirismo de Asturias se expresa en múltiples formas, en un lenguaje que ejerce continua sugestión sobre el lector. La sustancia poética de Guatemala alcanza, a través de las Leyendas, categoría altísima de arte, en un proceso de interiorización que representa el primer paso hacia una más profunda toma de conciencia acerca de los problemas del país.



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