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Por tratarse de trabajos conocidos como invitado al Simposio y en estado pre-print no me es lícito precisar o citar con más detalle las aportaciones concretas de los autores, donde se descubre tal tipo de intereses. En pruebas este trabajo han aparecido publicadas las Actas.
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Véase el texto de referencia:
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Téngase presente la incidencia de observaciones como ésta en el importantísimo problema de la obra Versos, a la que pertenece el soneto que estamos comentando, entre Herrera y Pacheco, según la cuestión debatida, entre otros, fundamentalmente por el editor José Manuel Blecua, y el estudioso herrerino Oreste Macrí. A éste, como a tantos otros importantes debates histórico-literarios, filológicos y de atribución de autores, tiene mucho que añadir el tipo de verificaciones macrocomponenciales, en que nos movemos nosotros. Téngase en cuenta que los argumentos de las distintas opiniones, en éste como en los demás problemas, se han establecido hasta ahora sobre la única base disponible del intuitivismo estilístico microcomponencial. Quedan por tanto una mitad de las razones, y en mi opinión no las menos decisivas, por ser convocadas a examen. Al caso de las obras de Herrera esperamos dedicar en breve un extenso estudio desde esta perspectiva tipológico-macrotextual.
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El tema textual básico constituye el núcleo de la macroestructura textual, de la que, en un nivel menos profundo, forman parte los temas secundarios. La manifestación textual lineal es la parte terminal de la microestructura textual, la cual es, a su vez, resultado generativo de la macroestructura. Por tanto, en el texto la macroestructura subyace a la totalidad de la manifestación textual lineal, por lo que el tema textual básico subyace a la totalidad de dicha manifestación. Esto no es obstáculo para que en determinados textos concretos y tipos de textos una parte de la manifestación textual lineal quede especializada en la expresión del mencionado tema textual básico, que no subyace exclusivamente a ese fragmento de manifestación textual lineal. La relación que se establece entre la parte de la superficie del texto en la que se localiza el tema textual básico y este tema es doble: por un lado hay entre aquélla y éste una relación indirecta, al estar dicha parte integrada en la manifestación textual lineal el tema básico subyace al mencionado fragmento porque subyace a toda la manifestación textual; por otro lado, al explicitarse en dicho fragmento el tema básico, hay entre aquél y éste una relación especial, directa, resultado de unas determinadas reglas de generación textual que proyectan el tema textual básico de la macroestructura textual en un espacio concreto de la manifestación lineal terminal.
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Ofrecemos a la consideración de los lectores el siguiente ejemplo de un texto de antidistribución de los seleccionados en Lope de Vega, autor, como Góngora, que frecuentó privilegiadamente esta modalidad constructiva:
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Obsérvese que los primeros doce versos de la composición constituyen simplemente el desarrollo ponderativo-reiterativo del objeto de la sentencia básica del texto, expresado en el verso trece. En realidad el único desarrollo fundamental de la comunicación del enunciado aparece circunscrito al último terceto, con la expresión-resumidora del término de la predicación (verso 12), predicación básica textual (verso trece), y desarrollo parafrástico en paralelismo de la predicación básica (verso 14). Modalidad de construcción menos frecuentada por Quevedo, no faltan sin embargo tampoco en él depuradas muestras, como el soneto titulado «Sepulcro de su entendimiento en las perfecciones de Lisi»; aquí el desarrollo del circunstante, lugar del sepulcro de la libertad del poeta, consiste en la ponderación en retrato metafórico de las distintas perfecciones -«En este incendio hermoso (verso 1)... en esta nieve (5)... en este Oriente (7)... debajo de esta piedra (9)...»- y se extiende a las tres primeras estrofas de la composición. Siendo sólo en el terceto final donde se resuelve la frase que expresa el contenido temático del texto -«... yace mi entendimiento sepultado»; así como su reinsistencia y delimitación en el epitafio final: «Si es su inscripción mi congojosa vida / dentro del cielo viva sepultado».
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Compruébese nuestras afirmaciones a la vista del texto mencionado:
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Los principios generales de la jerarquía lingüística (Longacre, 1964: 16-17, 21; 1965: 73; 1970; 1976: 255 y ss.) son aplicables a la organización temática interna del texto. La jerarquía temática textual tiene como nivel más bajo el conjunto constituido por los temas secundarios (o temas), sobre el cual se dispone el nivel del tema central (o tópico); esta estructuración jerárquica se mantiene incluso en el caso de interdependencia temática, ya que la focalización que realiza el emisor en los textos caracterizados por este tipo de relación funcional da como resultado que la organización temática quede de un modo y no de otro -que sería igualmente posible- en el caso de cada texto concreto. La serie de dos elementos jerarquizados constituida por los dos niveles anteriormente mencionados queda dominada jerárquicamente por el nivel superior que forma el conjunto temático textual, suma de tópico y temas. La jerarquía temática pertenece al ámbito macroestructural del texto y por medio del componente de transformación textual puede ser manifestada en la superficie textual de diversos modos.
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[«es posible encontrar y construir textos con función intertemática de constelación que no responda» en el original (N. del E.)]
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La estructura sintáctico-semántica determinante de la clase temática textual está constituida por un esquema predicactancial en el que un predicado relaciona unos actantes; para representar esta relación nos servimos en nuestros trabajos tipológico-textuales de las estructuras de funtor (Lehrberger, 1974). En el estudio de las tipologías textuales nos ha sido muy útil la teoría predicactancial, así como la con ella tan emparentada gramática de casos (Tesnière, 2 1969: 102 y ss.; Greimas, 1971: 263 y ss.; 1970: 253 y ss.; 1976; Filimore, 1968; 1971; 1977; van Dijk, 1972; 130 y ss.; Heger, 1976: 102 y ss.; 1977; Longacre, 1964: 35; 1976: 23 y ss.; Weinrich, 1981; Ramón Trives, 1979: 188 y ss.; Halliday-Hasan, 1976: 43 y ss.; Petöfi, 1973: 230; Heydrich, 1977; 1978), que en otra dirección analítica tanto han contribuido al estudio de las macroestructuras narrativas (Todorov, 1968; García Berrio, 1973: 207 y ss.; Vera Luján, 1977).
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Para más cómodo cotejo del lector se transcribe aquí el soneto mencionado:
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