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Boileau, L'Art poétique, Chant III, vv. 101-102.

 

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Por ejemplo, Meléndez Valdés: «La caza del rey está mal conducida, por ser inverosímil que en un día de tantas turbaciones pensase en ella» (loc. cit.). Martínez de la Rosa: «En día tan solemne, después de un tumulto espantoso, cuando no podían suponerse apaciguados los ánimos..., el público no puede creer natural que Alfonso se ausente en tales circunstancias, a no suponerle privado hasta de visos de cordura» (op. cit., pág. 159a). Pero estamos viendo que es precisamente así que hay que suponerle, debido al efecto debilitante de su imposible amor y su escapismo. Los críticos modernos siguen diciendo que la cacería de Alfonso es inverosímil, aunque ya se sostiene este juicio alegando que se trata de una violación de la unidad de tiempo. Mas ésta tampoco es una objeción legítima, porque Huerta tiene cuidado de indicar que la caza es un pasatiempo diario del rey: «al placer ordinario de la caza / intento no negarme» (página 85; el subrayado es mío); y en efecto, todavía en el siglo de nuestro trágico, numerosos señores desde Carlos III abajo seguían participando a diario en tal deporte.

 

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Horacio, Arte poético, trad. Tomás de Iriarte, en Colección de las obras en verso y prosa de D..., Madrid, 1805, t. IV, pág. 44. Ya he señalado en otro lugar que en el setecientos la interacción del procedimiento aristotélico de la «imitación universal» y la nueva epistemología sensualista de la filosofía de la Ilustración dan origen a los primeros casos, en la historia literaria, de la minuciosa técnica observadora del realismo moderno. Ver José Francisco de Isla, Fray Gerundio de Campazas, ed. Russell P. Sebold, «Clásicos Castellanos», Madrid, 1960-1964, t. I, págs. LXXIII-LXXXII.

 

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Ver Tomás Navarro Tomás, Métrica española, Syracuse, 1956, pág. 241; Valenzuela, [Romance heroico] A San Juan de Dios, en BAE, t. XLII, Madrid, 1950, pág. 448. Por la misma época, según hace notar Navarro, Sor Juana Inés de la Cruz también hace romances heroicos. Ver Obras completas de Sor..., ed. Alfonso Méndez Plancarte y Alberto G. Salceda, Méjico, 1951-1957, t. I, páginas 176-177; t. II, págs. 91-92, 155-156, 168-169, 243-244; t. IV, págs. 182-183. Navarro no menciona el hecho de que ya en las ediciones añadidas del Arte poética de Rengifo impresas a principios del siglo XVIII, se hallan incluidos un párrafo descriptivo sobre el romance heroico y, como ejemplo, unos versos del que el conde de Zavallá dedicó a la muerte de Carlos II. Ver Juan Díaz Rengifo (seud. de Diego García Rengifo), Arte poética española, Barcelona, Imprenta de María Martí, 1726, págs. 64-65. Navarro tampoco señala la probabilidad de que a Sor Juana le corresponda la distinción de ser la primera en haber usado este metro en el teatro, en un breve pasaje del Sarao de cuatro naciones, o sea el fin de fiesta para la comedia Los empeños de una casa (Obras, ed. cit., t. IV, págs. 182-183). La innovación de los neoclásicos consistió en componer obras teatrales y otras obras extensas enteramente en versos de romance heroico, y también fueron los primeros en aprovechar este metro para temas épicos y otros temas medievales; innovaciones ambas que vienen atribuyéndose equivocadamente a los románticos desde la publicación, en 1834, del «manifiesto romántico» de Alcalá Galiano, o sea el prólogo que éste puso al Moro expósito del duque.

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