Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

11

José Asunción Silva: De sobremesa; en: Obra completa. Biblioteca Ayacucho. Caracas 1977, p. 132; a continuación: De sobremesa seguido del número de la página.

 

12

Por supuesto -dicho sea de paso- que la argumentación de Sáenz hace pensar en el retrato de Nietzsche esbozado por Wyzéwa: «C'est dans un asile d'aliénés qu'il m'aurait fallu aller le voir, hurlant sous la douche, étirant ses longs bras, écarquillant ses énormes yeux ronds, et plus pareil encore à un chat de gouttière que lorsque je l'ai rencontré il y a trois ans». (citado en Eric Hollingsworth Deudon: Nietzsche en France. L'Antichristianisme et la Critique, 1891-1915. University Press of America. Washington 1982, p. 34)

 

13

«Sutiles exégetas y concienzudos comentadores estudiaron los viejos textos sagrados y los analizaron descubriendo en ellos no las palabras, que son el camino, la verdad y la vida, sino las sabias prescripciones de los civilizadores de las naciones primitivas y la leyenda forjada por un pueblo de poetas. El cadáver del Redentor de los hombres yace en el sepulcro de la incredulidad, sobre cuya piedra el alma humana llora, como lloró la Magdalena sobre el otro sepulcro». (De sobremesa: 225, ss.).

 

14

Recordemos al propósito que las apreciaciones simplistas subsisten hasta hoy día: Si para S.A. Ingwersen De sobremesa es «one of the richest and most intriguing prose work to come out of the Modernist aestitic» (op. cit., p. 39), E. Camacho Guizado, en cambio, considera que la obra no es sino «una ingenua plasmación de la escisión histórica y espiritual del modernismo», concediéndole, a lo más, algún «valor documental e ilustrativo» (op.cit., p. 598).

 

15

L. Dällenbach: Le récit spéculaire. Essai sur la mise en abîme. Seuil, Paris 1977.

 

16

El argumento ya aparece en el proemio mismo cuando Óscar Sáenz recuerda una opinión de Máximo Péres que pretende con respecto a José Fernández que en él «el crítico [...] mata al poeta... [y] que (sus) facultades analíticas son superiores a (sus) fuerzas creadoras [...]» (De sobremesa: 113).

Hasta el mismo Dällenbach se ve obligado a advertir a sus lectores del peligro de la «reflexión» (véase la crítica por ejemplo de ciertas tendencias del «nouveau roman», op. cit., p. 210).

 

17

«Hay frases del Diario de la rusa que traducen tan sinceramente mis emociones, mis ambiciones y mis sueños, mi vida entera, que no habría podido jamás encontrarlo [sic] yo mismo fórmulas más netas para anotar mis impresiones». (De sobremesa: 129). S. A. Ingwersen ha leído el pasaje en este sentido y lo explota en apoyo de su lectura espiritualista de la novela; véase Ingwersen, op. cit., p. 53, ss.

 

18

Max Nordau: Entartung. Berlín 1892. El éxito del libro es inmediato e inmenso -éxito, sin embargo, que no siempre corresponde a las intenciones de su autor. Parece que en muchos casos -casos que en América Latina más bien eran de regla (véase Rukser, op. cit., p. 31)- el libro, no obstante la intransigencia del autor, es el primero en despertar el interés de los lectores por los autores inculpados.

 

19

Se conoce la fortuna deplorable que tuvo el término de «Entartung», treinta años más tarde, bajo el Tercer Reich. Es escandaloso pensar que los nazis en sus campañas contra la «entartete Kunst» de la vanguardia contemporánea tuvieron un predecesor en la persona de un judío alemán en cuyo libro gran parte de los argumentos utilizados por ellos ya están presentes.

 

20

Es cierto que la antítesis en sí es una creación del propio Silva porque el nombre de la autora, en la obra de Nordau, está ausente.